45. "Cobarde."

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Harry

La observo bajar las amplias escaleras de madera pulida de su casa, recién salida de su habitación, con los labios de un intenso color rojo carmín, los ojos del color del cielo enmarcados por las espesas pestañas negras y el pelo rubio lacio que le llega a los hombros. Lleva un vestido blanco (que creo que es mi color favorito en ella, junto con el azul) al cuerpo, que le llega un poco más arriba de las rodillas y tiene un tajo en el muslo que le llega casi a las caderas, mostrando una buena porción de su piel blanca lechosa. En la mano, el anillo que le regalé y las uñas pintadas de rojo. Una vez le dije que se las pintaba de ese color porque le daba sensualidad. No le mentí. Está preciosa. Me sonríe y sé que es mi vida. Me sonríe y sé que nunca podría vivir sin ella. No ahora, no antes, no después; nunca.

–Llegaste temprano –musita descendiendo los últimos peldaños.

Estoy recostado sobre la puerta de entrada y ella avanza hasta mí y me echa los brazos al cuello. Me da un beso en los labios. Su aliento frutal me golpea como una deliciosa oleada y le devuelvo el beso.

Debe notar algo raro en mí, porque me pregunta–: ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?

«Estoy perfectamente. Todo en orden. Simplemente estoy aprovechando mis últimos momentos contigo antes de que la loca de mi madre empuje mi trasero a un avión y me cague la vida por completo. Lo típico. ¿Tú como estás, por cierto?»

–Nada, amor. Todo bien.

Me mira entrecerrando los ojos y después asiente con la cabeza antes de separarse de mí cuando suena el timbre. Me alejo de ella y me voy al living a servirme algo para beber. Whisky estará bien. O vodka. O alcohol etílico. Lo que encuentre primero.

–Joder, este vestido me queda tan apretado que están a punto de reventarse las costuras –escucho a Julie maldecir–. Y me duele tanto la espalda... quien haya dicho que estar embarazada es hermoso, ¡era una puta mentirosa!

–Tal vez era un hombre –objeta Lola riéndose quedamente.

Zayn irrumpe en el living y me saluda con un golpe en la espalda.

–Sírveme un poco de eso que tienes –se desploma en el sillón de la casa de Lola–. La amo con el alma, eso es un hecho, pero el embarazo la puso insoportable.

–Julie siempre es insoportable, hermano –me río–. De todos modos, eso te pasa por no usar condón, ya lo sabes.

–Vete a la mierda, Harry –dice aceptando el vaso de whisky que le tiendo y dándole un trago–. ¿Ya le dijiste? –pregunta, para mi gusto, demasiado alto.

–¿Puedes callarte? Creo que su madre, que por cierto está en casa de su hermana en Mánchester, no te oyó demasiado bien.

–Lo siento –susurra y se acerca a mi oído–. ¿Ya le dijiste?

–No.

–¿Piensas hacerlo?

–No.

–Así que un día se va a levantar, te va a llamar por teléfono y le vas a decir "Oh, hola Lola. Lo siento, pero me fui a vivir a Nueva York por un tiempo indeterminado. Nos vemos, ya sabes, cuando carajo sea que se me ocurra volver. ¿Te parece si mañana tenemos sexo vía Skype? ¡Te amo!".

–No vamos a tener sexo vía Skype –arrugo la nariz.

–¿De todo lo que dije eso es lo único que retuviste? Déjame decirte, Harry, que eres un idiota. Tienes que decírselo.

–¿Y por qué tiene que hacer tanto frío? ¡Estar embarazada y tener frío no está bueno, Lola! –chilla Julie del otro lado del arco que divide el living del comedor.

Over Again. | h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora