Over Again. | h.s

49. "Maravilloso y devastador."

ADVERTENCIA: Este capítulo presenta contenido sexual explícito. Si lo lees lo haces bajo tu entera responsabilidad. 

Harry

Los ocho días que nos quedaban juntos se han esfumado como arena entre los dedos y ahora nos queda apenas una noche para decirnos adiós. Es lo más doloroso que me ha tocado vivir, y puede fácilmente compararse con el fallecimiento de mi padre, por más cruel y desalmado que eso suene.

En este momento (y probablemente en los que le siguen durante un par de meses) se puede decir que siento como si me estuvieran arrancando la mitad del corazón para después guardarlo en una cajita de cristal dentro de la habitación de Lola. Supongo que en realidad es así. Una parte de mí, de mi corazón, se va a quedar acá con Lola, en su habitación, en su sonrisa, dentro de ella.

Creo que si nuestra separación se debiese a otra cosa, a una razón mucho más coherente o que, mínimamente, tuviese sentido, no me dolería tanto. Supongo que sería mucho más fácil serle infiel y lograr que me odie, o viceversa, a esta sensación quemante que ambos tenemos instalada en el pecho y que no se va a ir fácilmente. A la sensación de sufrimiento ocasionada por saber que vamos a tener que continuar nuestras vidas como si nada, como si la persona que más amamos en el mundo no estuviese al otro lado del océano esperando por nosotros.

Destructor, demoledor. Dos sinónimos de lo que en realidad creo que nuestro amor es capaz de hacer: romperte, quebrarte en mil pedazos; por lo intenso que es. Y no me malinterpreten, no me estoy quejando; la forma en la que nos amamos es maravillosa y devastadora y estoy completamente seguro de que no lo cambiaría por nada en el mundo. Estoy completamente seguro de que no cambiaría a Lola por nada en el mundo. Puede tener sus altos y bajos, sus pros y sus contras, ser la persona más exasperante e irracional de todas y al mismo tiempo sonreírte y dejarte postrado de rodillas frente a ella. Pero por eso la amo. Porque es la persona más valiente, sincera, perseverante, irritante y auténtica que conozco. Porque sé que su amor es honesto, sin barreras ni límites. Y porque me ha tocado vivir en carne propia la lucha y la pasión que pone en conseguir todo lo que quiere. Que puso en conseguirme a mí.

Podría escribir un libro hablando de ella y de lo maravillosa que es y de lo mucho que la amo y de lo preciosa que se ve por las mañanas y de toda la mierda por la que la hice pasar, tal vez queriendo, tal vez sin hacerlo a propósito. No soy capaz de recordarlo, no por completo al menos, pero sé que le hice pasar las mil y una porque todo el mundo me lo ha dicho, incluida ella. No importa. El punto es que le di lo que ella no se merecía y creo que nunca voy a poder recompensárselo o perdonármelo.

No termino de encontrar la razón, tal vez sean mis amigos, mi familia, Londres, la universidad, o simplemente Lola, pero los ojos se me llenan de lágrimas mientras cierro la maleta.

(...)

Lola está parada en el umbral de la puerta cuando me giro para dejar la maleta en el suelo. Me sonríe, pero la alegría no llega a sus ojos, mucho menos a su expresión. Estiro la mano para tocarla, pero ya siento cómo se me pierde entre los dedos, como si se tratase de un fantasma que viene a visitarme. Tal vez la vea de esa forma durante los cuatro largos años que debo pasar en Nueva York, como un fantasma.

–¿Ya terminaste? Los platos ya están limp...

La interrumpo.

–No me importan los platos, Lola.

Ella se acerca y logro tocarle la cara con la punta de los dedos y sé que es real, que todavía no me he vuelto loco, que no es un fantasma que ha venido para atormentarme. Me agarra la mano y presiona la mejilla contra la palma. La agarro de la cintura para acercarla más a mí y le doy un beso en los labios. Ella responde ahuecando mi rostro con sus pequeñas y heladas manos. Disfruto el contacto y ella apenas se queja cuando tiro de sus caderas y me siento en la cama, quedando apenas unos centímetros más bajo que ella, casi a su altura.