capitulo cuarenta y cuatro

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Recuerdo que hacía gemidos obscenos frente a mí, según así gritaban las mujeres en momento íntimo con el hombre. Creo que era demasiado pequeña para tener ésa información, pero mi mente ya percibía esas obscenidades, pero no profundizó en el tema.

Ricitos, era como le decían en la escuela por el rizado de su cabello. Su boca aún sigue teniendo mucho grosor, aunque ya no tiene esos rizos de antes. Mantiene el color amarillo de su cabello, es igual de delgado.

Siempre evité a ricitos, me gustaba cuando me alagaba al ver mis dibujos, pero odiaba cuando me golpeaba por estupideces como cuando me enojaba por qué se reía de mí por un comentario que me ofendió, cuando hacía chistes horribles por mi cuerpo aún lo recuerdo como él entre muchos se sentaban atrás para golpearme, la espalda y cuando pregunté ¿Quién lo hizo? Todos, conteniendo sus risas, decían que no lo sé.


—Hola, ricitos — me senté enfrente de su mesa mientras contaba su dinero.

— ¿Te recuerdo? Eres esqueleto que caminaba en clases —. 

No ha cambiado en absoluto, mi yo de aquellos días se sentía tan confundida, no sabía si odiarlo o quererlo, ya que a veces era bueno, me preguntó si es él la razón por la que empecé a tomar pastillas para olvidar.

—Tienes buena memoria, yo no te reconozco - apoyo mis manos sobre la mesa.

—¿Por qué estudiamos juntos en quinto y sexto?—

— Porque empecé a tomar pastillas — le respondí, tomó una hebra de mi cabello y dijo.

—Eras demasiado delgada, parecías un mosquito — susurra cerca de mi rostro con una nos ronca, ni siquiera disimula al mirar mis pechos.

—En serio, he perdido mucho de mis recuerdos, pero sé que yo no atraía, al contrario, me veías con asco y repudio por ser demasiado delgada y no tener grandes atributos. 

— ya es Cosa del pasado — es cierto, eso es cosa del pasado, aquellos recuerdos pudieron llevarme a beber pastillas para caer en la locura, en mi diario mis pensamientos son demasiado tristes y parezco tener temor del mundo, esas emociones que personas como él me causaban, me hacían usar dobles pantalones, doble abrigo.

Llorar de la impotencia al no saber qué decir a sus impulsos, la pequeña yo estoy herida, la pequeña yo, no merecía eso.

—Es cosa del pasado...— suspiró.

— talvez no tengo ningún recuerdo del pasado, pero escribí un diario dónde narre mis sentimientos de aquel momento…, créeme eres uno de los miles que me hacía sentir inferior, me hacía sentir avergonzada de mí mismo, me hacía odiarme... escuché que huiste del país porque tenías problemas..., yo seré quien solucioné tus problemas — planto un cuchillo en la mano, este está clavado sobre la mesa junto a su mano.

— mmm— gime de dolor mientras su sangre se desliza, con la mirada fija en su gota de sangre la cual se extendía junto a otras por el mantel toque mi pecho, una pequeña alegría que me hacía sentir superior estar en la cima de una montaña, junto al sol con el poder de tomar a la tierra con su mano esa emoción me saco una relajada sonrisa, toque mi pecho, me di dos palmadas sobre el corazón, talvez mi mente no recuerda nada, pero corazón se regocija con orgullo al ver que quien lo lastimó una vez se está pudriendo.

—Crees que lo olvidé porque éramos jóvenes. 
¿Acaso no sabías que me dolía? ¿No tenías tres años? ¿Sabías que me hacías daño? En serio pretendes que lo olvide así, no más. —

—No creo — tomó su rostro entre mis manos, mis pulgares se hunden, entre sus ojos, empieza a sangrar, incluso la sangre salpica en mi rostro hasta qué.

Mis dedos sienten, su piel gelatinosa y jugosa mientras él grita. Su ojo cae sobre la mesa, aún está vivo, entonces sacó mi arma y disparó en su cabeza. Me había olvidado que estamos en un restaurante, tranquilo, que está cerrado. Lo mandaron a cerrar para poder disfrutar este momento.

— Bien hecho — Eros aparece enfrente de mí.
Saca su celular del bolsillo. 

— Daemon quiere verlo — dice mientras toma las fotos.

—Me pasó algo — confieso.

—Qué —.

— sentí algo dentro de mi pecho, me alegró verlo sufrir, desangrarse enfrente de mí, me gustó eso, ya había experimentado el placer de la venganza pero... Esta vez es más fuerte.

—Pues no es lo mismo que, cuando ha pasado mucho tiempo, significa. 
"Al fin lo logré". 

Me abrigo a mí misma y digo.

— ¿Entonces? — 

—Me compraste la cajita feliz —tiró de su brazo.

Eros parece impresionado. 

— Claro... Sí, vamos — dice en palabras cortantes una pequeña risa y una caricia sobre mi cabello.

Empezamos a caminar a la salida, subimos a la camioneta, me da la caja, no dudo en abrirla. Esperé por mucho ver algún día una cajita feliz.

— huu...! Galletas, también tengo una hamburguesa — digo. 
Miro el interior y empecé a comerla, con un pequeño mordisco.

Quería sentir el pan, la lechuga, la carne dentro de mi boca, que es tan agradable, tan rico, hasta cuándo abrí mis ojos y vi a Eros mirarme.

— ¿Qué sucede?— 

Abre sus ojos, luego toma el volante, mira al frente y dice.

— es que... Me llama la atención, pareces tan fascinada por las cosas simples, pero atraída por la sangre y la maldad, no sé en qué lado ponerte, un monstruo o ... Alguien asustado que toma precauciones, porque nunca la dejaron ser inocente en su vida — Eros no me miró al decir esas cosas, tampoco dije nada.

—A Daemon le gusta eso de mí — suspiró.

—Sabe leer a las personas —. 

—Sí —.

—No dejes que nadie te lo quite. 

—¿Qué cosa?—

—Esa ternura -.

los Demonios también Tienen Almas Gemelas Where stories live. Discover now