Capítulo 42 ~Confesión~

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Una vez hubieron terminado la reunión, la congregación se dispersó y todos decidieron comenzar con el plan al día siguiente. Copia tenía todo el trabajo sobre sus hombros, pero se sintió más aliviado después de contar lo que pensaba al respecto. También se alegró de tener el apoyo absoluto por parte de sus amigos. Ahora solo quedaba seguir adelante.

-Muy bien, nos vamos ya. –dijo Ela despidiéndose.

-¿Tan rápido? –dijo Emeritus haciendo un puchero. -¿Por qué no te quedas? ¿Aunque solo sea un rato?

-Lo siento, Papa, no puedo...

-¡Oh vamos! Hace mucho tiempo que no tengo la oportunidad de estar contigo.

La chica le miró sorprendida y Papa agarró su mano, acariciándola entre las suyas cubiertas por guantes negros. Las uñas doradas de los guantes le hicieron cosquillas en la palma de la mano.

-Yo... te he echado de menos, Ela.

Papa bajó la mirada, algo avergonzado. Ela pensó que era una imagen rara en él, aunque no podía negar que se veía tan guapo e irresistible como siempre. Sin embargo debía negarse.

-Yo también te he echado de menos. No sabes cuantas veces hablé de ti después de que desapareciste. –murmuró Ela dejando salir sus sentimientos. –Te lloré mucho.

Emeritus se sintió mal por ella y la acercó para un abrazo. Ella no se resistió y lo abrazó con fuerza. Casi se habían olvidado de que el resto estaban en la misma sala, aunque a una distancia prudente de ellos. No sin intentar disimular su atención sobre ellos.

-Ela. –le llamó Papa. –Mírame.

La chica lo miró y él acarició su rostro con cariño.

-Te pido perdón por todo. Por dejarte sola y mentirte. Y sobre todo por comportarme como un engreído.

-Te perdono, Papa, ya lo sabes.

Después el hombre miró sus labios, inclinándose hacia ellos con suavidad y la chica no supo que hacer. Sus ojos bicolores eran tan hermosos como siempre, se sentía como hipnotizada. Hubiera querido derretirse en esos tentadores labios y fundirse con él como tantas veces había soñado. Él le susurró las cosas más hermosas, cómo solo saben hacer los demonios y ella sintió que poco a poco iba cayendo en su hechizo. Sin embargo, justo antes de que sus labios pudieran tocarse, la chica apartó su rostro. Emeritus abrió los ojos mirándola con una mezcla de deseo y desconcierto.

-¿Ocurre algo?

-No puedo.

-¿Por qué? Ya estamos juntos amor, podemos hacer lo que queramos. Nadie nos volverá a separar.

Ela se apartó de sus brazos y negó con la cabeza.

-¿Es por él? –preguntó él mirándola con intensidad.

-No... es solo que ya no me interesas.

Papa dejó escapar un suspiro decepcionado.

-No tienes que mentirme, sé exactamente cómo te sientes. –dijo el impío Papa con una sonrisa deslumbrante en sus labios.

-¿Cómo?

-Querida, soy un demonio. Puedo sentir la lujuria saliendo de ti a ráfagas. –continuó él y ella quiso golpearle como hizo en su primer encuentro.

-¡Deja de ser un presuntuoso!

-Lo siento, eso también está en mi naturaleza.

La chica se calmó, mirando a Emeritus con seriedad.

-Sea como sea, no puedo quedarme contigo en estos momentos.

Copia se había acercado a la pareja al escuchar el exaltamiento de Ela.

-Perdón, ¿está todo bien? –dijo casi en un susurro y Papa le miró con desdén.

-Está bien, entonces vuelve con tu novio.

-Eso haré.

Papa la miró sorprendido, al igual que Copia. Ela se giró bruscamente para mirarle a los ojos y él tragó aunque tenía la boca seca.

-Yo... Le tengo a él. –dijo dirigiéndose de nuevo a Emeritus.

-¿Es cierto eso Cardenal? ¿Te tiene? –espetó Papa casi relamiéndose los labios y Copia se movió incómodo sin saber bien que responder.

-Eso... creo.

-Te veré mañana Papa, descansa. –dijo Ela, queriendo acortar ese incómodo momento.

-Y tú. –respondió Papa fríamente viendo marchar a la pareja.

Copia caminó deprisa mientras iba cogido de la mano de Ela.

-¿E-es cierto eso que has dicho?

-Así es.

-¿De verdad soy tu novio? –pregunta Copia mirando hacia sus manos unidas.

-Por supuesto amor. De todos modos, creo que es algo que ambos ya sabíamos. –respondió Ela con una suave sonrisa y le miró con ternura. Después Copia depositó un casto beso en sus labios y ella se derritió con sorpresa. En seguida se avergonzó al escuchar los silbidos y aplausos de los dos ghouls.

-¡Ya era hora!–gritó Omega y Alpha asintió burlándose de la pareja.

Emeritus los miró con fastidio, cruzándose de brazos y Ela sonrió al darse cuenta de ello. 

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