Capítulo 33 ~Ostensorium~

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Anocheció rápidamente en la abadía. Los días comenzaban a volverse más cortos y las noches más largas, algo que alegraba enormemente a los ghouls. Papa Nihil, por el contrario, no se sentía demasiado bien. Apenas tomó bocado de su cena y solo bebió un par de sorbos de vino. Los demás comían y conversaban tranquilamente casi sin reparar en su presencia. Justo entonces cayó en la cuenta de que se sentía solo. Y solo hacía dos días que Sister se había ido. Sintió la necesidad imperiosa de salir a tomar el aire y así lo hizo. Los huesos le crujieron levemente al ponerse de pie, pero no emitió un quejido. Caminó por el largo pasillo blanco de piedra hasta llegar al jardín central, rodeó la hermosa fuente que lo decoraba y regresó por otro camino. Observó los grandes árboles que descansaban sus ramas justo por encima de su cabeza. Debajo de uno de ellos había un banco y Nihil tomó asiento, disfrutando de la brisa fresca de la noche.

No oía pájaros, ni sapos, ni a ningún otro animal. Ni siquiera a la maldita rata del Cardenal. Desde luego no era tonto y había podido escucharla corretear y emitir chillidos desde su habitación, que se encontraba muy cerca de la de Copia y también del cuarto de Imperator. Incluso una vez vio al hombre a altas horas de la noche robando comida, seguramente para alimentarla. Por la cantidad de víveres que había recogido el hombre sin duda se trataba de un buen bichejo. Nihil suspiró. No sabía por qué razón estaba pensando en eso ahora. Sus pensamientos se desviaron ante el sonido de pasos. Miró en dirección hacia la fuente y vislumbró a Copia salir del lúgubre pasillo y entrar en el jardín. Nihil hizo contacto visual con él, aunque al Cardenal intentó disimularlo sin éxito. Cuando pasó a su lado con torpeza el hombre fingió haberlo encontrado por sorpresa.

-Cardenal. –dijo Nihil, en un intento de saludo amable y el hombre a su lado asintió con la cabeza, a modo de cortesía.

-Papa Nihil. Siento haber irrumpido así... iba...

-No importa. –contestó Nihil cortante. Copia se asustó un poco por el tono pero, al elevar su mirada hacia el anciano, se dio cuenta de que parecía terriblemente cansado.

-¿Se encuentra bien? –preguntó Copia algo preocupado.

-Lo cierto es que no demasiado. –dijo Papa suspirando. Había tomado asiento frente a un banco de piedra que se encontraba justo debajo de un melocotonero. El anciano observó las numerosas ramas ascendiendo en zigzag hacia los cielos y enredándose entre sí, formando ramas más pequeñas y dando lugar, finalmente, a los dulces frutos. Copia siguió su mirada y se extrañó al ver a Nihil tan concentrado en su simple árbol.

-¿Si puedo hacer algo por usted?

-Toma asiento. –le pidió.

-¿Perdone?

Nihil dirigió su mirada ahora hacia Copia.

-Toma asiento a mi lado. Si quieres claro. –repitió desprovisto de todo tono imperativo. Sonaba casi suplicante.

Copia parecía consternado por la petición y por su actitud, pero lo hizo. Nihil no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa triunfante cuando el Cardenal se sentó a su lado. Su mirada volvió al enorme árbol que les cubría y se alzaba por encima de sus cabezas.

–Está comenzando a dar sus frutos. –dijo casi en un murmuro. –Este árbol lleva aquí mucho tiempo, ¿sabes? Incluso antes de vivir aquí Sister y yo. Después nos trasladamos aquí hace ya bastantes años. Creo que... No recuerdo bien cuantos años, mi memoria es vieja al igual que yo y ya empieza a fallar. Pero parece que fue hace siglos.

El Cardenal le miró, escuchando atentamente su historia. No sabía por qué le contaba esto ahora, y más a él, pero le dejó divagar. Los ancianos a veces solo necesitan una compañía más joven y, de ese modo, son capaces de rememorar tiernos recuerdos de su propia juventud. Cosas que no serían capaces de recordar solos. Parece como si pudieran empaparse de esa compañía juvenil que se les brinda. Nihil continuó, perdido en su propia voz interior.

Life AeternalWhere stories live. Discover now