¡𝓔𝓷𝓬𝓾𝓮𝓷𝓽𝓻𝓸 𝓭𝓮 𝓙𝓲𝓷𝓬𝓱𝓾𝓻𝓲𝓴𝓲𝓼! ¡𝓢𝓮𝓷𝓽𝓲𝓶𝓲𝓮𝓷𝓽𝓸𝓼 𝓮𝔁𝓽𝓻𝓪ñ𝓸𝓼 𝓪𝓹𝓪𝓻𝓮𝓬𝓮𝓷!

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Minato estaba en su oficina de la torre Hokage, firmando el último documento del día, aproximadamente a las diez de la noche, bajo la mirada vigilante de su ANBU personal. Contrario a su costumbre, y para sorpresa del subordinado de Hiruzen, no se desplomó en su silla, y tampoco se transportó con su jutsu insignia hacia su casa cuando terminó. Simplemente depositó el papel en la pila, con una mirada seria, que apuntaba a la nada.

Aquel mal presentimiento de hacía unas horas no dejaba de hacer revuelo en su cabeza. Sentía que algo se le escapaba entre los dedos, y no le gustaba la sensación. Cosas extrañas pasaban en la aldea, escondidas en las sombras, estaba seguro. Algo estaba fuera de lugar, aunque no sabía qué.

Se levantó del asiento con parsimonia, mirando hacia la aldea por la ventana de su oficina. Todo se veía muy normal, una típica noche en Konoha. Además, había mandado a reforzar la seguridad por todas partes, ubicando escuadrones ANBU y rondas de Jōnin habilidosos en puntos estratégicos para que no pasaran nada por alto. Suspiró, negando con la cabeza.

-No debe ser nada preocupante -musitó para sí, tratando de convencerse.

Por otro lado, casi al extremo opuesto de la aldea, Gaara miraba a la luna, subido en un árbol bastante alto

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Por otro lado, casi al extremo opuesto de la aldea, Gaara miraba a la luna, subido en un árbol bastante alto. Solía gustarle observarla, pues antes anhelaba ser como ella. Rodeada de estrellas brillantes, nunca estaba sola, a pesar de vivir en un mundo tan oscuro como lo era la noche.

Sin embargo, desde hacía unos meses, prestaba mayor atención al sol. Tal vez estaba siempre por su cuenta, y nadie se tomaba el tiempo de observarlo, pues dañaba sus ojos, pero mientras más pensaba en él, más se fascinaba. Brillaba tanto, alumbrando el mundo y obsequiando a todos su calidez. Incluso si estaba solo en el día, le regalaba su brillo a la luna durante la noche, para que las personas aún tuvieran un poco de luz durante la oscuridad. Era demasiado puro como para que la gente común lo mirara por mucho tiempo. Era puro a ese nivel, pero solitario en el firmamento diurno. Le recordaba a alguien, pensó, con una pequeña sonrisa.

Ese día no había podido hablar con Nozomi, pues poco antes de que se acercara, la chica había salido corriendo fuera de la torre. Supuso que tendría algo que hacer, tal vez ponerse a entrenar cuanto antes para la última prueba. Eso sonaba a algo que ella haría. Si fuera cualquier otra persona, se habría molestado bastante de que lo hicieran esperar tanto, pero era la Uzumaki, y ¿Cómo podría molestarse con ella?

Su rostro tomó una expresión más seria mientras se preguntaba, ¿Qué haría ahora? Estaba la razón principal por la que había sido enviado a Konoha, que era su alianza para una invasión con Otogakure, donde él le cedería el control al Bijū que tenía dentro, el Ichibi o Shukaku, para que destruyera la aldea. Pero en estos días, solo había podido notar el enorme aprecio que le tenía la ojizafiro a su lugar de nacimiento, y donde había vivido durante toda su vida. Recordó esa vez que acordaron verse para estar juntos, poco antes de la primera fase del examen.

Flashback

El ojiverde estaba apoyado en una pared, en la posada en la que se hospedaba junto a su Jōnin encargado. Esperaba una hora precisa para irse, observando el reloj de vez en cuando, y pensando en varias cosas a la vez. Cuando llegó el momento indicado, se desvaneció en arena, dirigiéndose cerca del campo de entrenamiento No. 7. Nozomi lo esperaba sentada ahí, ya que el campo era perteneciente a su equipo.

𝙐𝙯𝙪𝙢𝙖𝙠𝙞: 𝙚𝙡 𝙘𝙡𝙖𝙣 𝙚𝙭𝙩𝙞𝙣𝙩𝙤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora