𝓔𝓵 𝓫𝓸𝓼𝓺𝓾𝓮 𝓭𝓮𝓵 𝓬𝓱𝓪𝓴𝓻𝓪

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En una casita en el país de las olas, había una pelirroja en estado de inconsciencia. Justo afuera de su habitación, estaban un azabache y un castaño mirándose retadoramente. Se notaba a leguas que acababan de pelearse. Su sensei los había sacado porque con sus gritos estuvieron a punto de despertar a su compañera. Ambos tenían una venita a punto de explotar en la sien.

En la mente de la chica, sin embargo, ella estaba dormida, semicubierta por el agua que estaba en el piso. Su inquilino la observaba dormir, moviendo sus colas de vez en cuando. Estaba divertido por la situación de afuera, ambos muchachos peleándose como perro y gato por Nozomi y ella no se daba cuenta de nada.

Kurāma, por mucho que no quisiera, reconocía que el Sandaime había hecho esa parte de su trabajo medianamente bien: la niña era tan inocente que no sabía ni cómo era estar enamorada de alguien. Por eso nunca había entendido que era lo que les llamaba la atención a las demás en la Academia con Sasuke, puesto que el sharingan le parecía una razón exagerada. Ahora él se iba a encargar de echar abajo todo.

De repente, se puso alerta. Sintió una intrusión en la mente de su jinchūriki. Hablando del Rey de Roma, pensó. Justo en el inicio del pasillo apareció Sabaku no Gaara. Esta vez no era una silueta borrosa, ahora era una presencia bien definida.

Gaara era un chico de piel pálida y el cabello corto y puntiagudo, de color rojo ladrillo. Sus ojos eran de color turquesa claro con las pupilas, en su mayoría, invisibles. Tenía los párpados ennegrecidos, símbolo de que podía controlar el elemento imán, y el kanji "Ai" (愛) en el lado izquierdo de su frente. Llevaba un traje negro de cuerpo entero con mangas cortas y un cuello abierto. Con este, portaba una tela blanca sobre el hombro derecho y el lado izquierdo de su cadera, y un sistema de banda ancha de cuero sobre el hombro izquierdo, tenía alrededor de su calabaza su protector de la arena.

Observaba hacia todos lados, tratando de orientarse, pero sin perder su cara serena. De cualquier modo, las manos le temblaban un poco y su cuerpo estaba tenso. Un ojo flotante venía detrás de él, pero cuando el de Suna vio al zorro, se deshizo en arena y se guardó por sí solo en la calabaza que el pelirrojo tenía en la espalda.

-¿Dónde está Nozomi-san? -preguntó demandante.

-¿La cachorra? -preguntó divertido- Gastó demasiado chakra y quedó inconsciente -mintió, moviendo el chakra que había usado para camuflarla. No sabía aún si el muchacho era de fiar.

-¡Nozomi-san! -dijo el chico acercándola con su arena.

Sus ojos brillaban de la emoción. Por fin podía verla. Siempre que estaban juntos, la chica iba y hablaba con él desde su mente, como su madre, así que no tenía idea de su aspecto físico. La Uzumaki era pelirroja, de un tono ligeramente mas claro que el suyo, con rasgos faciales y corporales delicados, piel blanca y pestañas largas. Si no estuviera usando ropa adecuada para una kunoichi y su hitai-ate en la frente, el jinchūriki habría jurado que tenía en brazos a una princesa. Se sonrojó levemente ante esa idea, su corazón se aceleró un poco y su estómago se revolvió.

-*¿Qué me pasa? -pensó sacudiendo su cabeza- Seguramente estoy enfermo*

De un momento a otro, la Uzumaki comenzó a despertar. Sus párpados revolotearon un poco, dando a conocer sus ojos azules, cual cielo de verano.

-¿Q-Qué..? ¿Qué... pasó? -preguntó desorientada.

-Nozomi-san, ¿Estás bien? -preguntó el jinchūriki de Shukaku.

-¿Eh? -dijo mirándolo, aún sin enfocarse. Cuando lo reconoció, dio un salto hacia atrás, roja como tomate por la cercanía- ¡¿Gaara-kun?! ¿E-eres tú?

-Si -dijo algo confundido por su reacción- ¿Te sientes bien?

-S-sí, solo... ¿Cómo llegaste aquí? ¿Qué me pasó? -preguntó.

𝙐𝙯𝙪𝙢𝙖𝙠𝙞: 𝙚𝙡 𝙘𝙡𝙖𝙣 𝙚𝙭𝙩𝙞𝙣𝙩𝙤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora