Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Si...

Galing kay AxaVelasquez

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«Toda mi vida había sido preparada para ser vendida. Pero nadie me preparó para ser vendida a "él"». La princ... Higit pa

Introducción
Personajes
Prefacio
Capítulo 1: Mi precio
Capítulo 2: Mi compra
Capítulo 3: Mi comprador
Capítulo 4: Mi entrega
Capítulo 5: Mi destino
Capítulo 6: Mi elección
Capítulo 7: Nunca llores
Capítulo 8: Nunca confíes
Capítulo 9: Nunca ruegues
Capítulo 10: Nunca duermas
Capítulo 11: Nunca calles
Capítulo 12: Nunca tiembles
Capítulo 13: Mantén tus recuerdos lejos
Capítulo 14: Mantén el mentón en alto
Capítulo 15: Mantente en la cima
Capítulo 16: Mantén a tus amigas cerca
Capítulo 17: Mantén tu esencia
18: Mantente en control [+18]
Capítulo 19: No te alejes
Capítulo 20: No te detengas
21: No te reprimas [+18]
Capítulo 22: No seas de nadie
Capítulo 23: No esperes milagros
Capítulo 24: Monstruo
Capítulo 25: Sargas
Capítulo 26: Madre
Capítulo 27: Esposa.
Capítulo 28: Beso.
Capítulo 29: Lady viuda negra
Capítulo 30: Princesas
Capítulo 31: Un buen hombre
Capítulo 32: No puedo hacerte daño
33: Presa y cazador [+18]
Capítulo 34: La sombra
Capítulo 36: Infame
Capítulo 37: Gloria
Capítulo 38: Salvaje
Capítulo 39: Nefasto
Capítulo 40: Perverso
Capítulo 41: Lujuria
Capítulo 42: La serpiente ha despertado
Capítulo 43: Na'ts Yah
Capítulo 44: El cisne tomó su canal
Capítulo 45: Darangelus sha'ha me
Epílogo
Preguntas
Escena extra +18
Vendida EN FÍSICO

Capítulo 35: Madame

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Galing kay AxaVelasquez

Maquillada a hasta el último recoveco de mi rostro, ataviada con el vestido que escogí para portar en la noche del baile, dejé a mi Vendida, Úrsula, trenzar mi cabello con su destreza que combinaba intrincados cruces de cabello con tejidos florales, todo mientras veía el proceso y mi expresión en el espejo.

Inma apareció dentro de la habitación con mi infusión de hierbas para los nervios en una bandeja.

Te estás volviendo adicta a esa cosa.

Eres la sombra más fastidiosa de Aragog, ¿lo sabías? —pensé, aunque las palabras que salieron de mi boca fueron otras.

—Muy bueno el té, Inma. Muchas gracias.

Para mi sorpresa, ella no me respondió nada. Al contrario, me torció los ojos como nunca ninguna mujer se había atrevido a hacerlo en mi cara.

Mi primer impulso fue de lo más grotesco que había cruzado por mi cabeza. Me sorprendió lo fácil que podía herirse mi ego. Quise agarrarla por el brazo, voltearla y decirle a la cara que quien le daba de comer era yo, que gracias a mí había pasado de ser una esclava sexual a una mujer con sueldo, y que le fuese a torcer los ojos al desgraciado del rey si era tan valiente.

Me contuve de todos aquellos deseos impulsivos. Ella era mi empleada, no mi propiedad, y cuidando que mi tono no fuese demasiado agresivo, le dije:

—¿Tienes algún problema conmigo, Inma?

—No, señora. ¿Me puedo ir?

—No me llames señora —espeté. Fue lo primero que les había expresado, mi deseo de ser llamada Madame como mi mentora y no señora como si Lord Zeta desde la tumba todavía ejerciera poder sobre mí—. Y habla, jamás les he prohibido expresarse. ¿Cuál es tu problema conmigo?

Inma dejó la bandeja en el mesón y me encaró sin disimular su desprecio.

—Usted es una inconforme, egoísta, estúpida y malagradecida.

Para ser honesta me esperaba menos sinceridad de su parte. —Si mi sombra pudiera reír, se estaría carcajeando—. Bien hecho, eso te ganas por lo permisiva que eres con la gente a la que le pagas.

Cállate.

Me callo, pero ahí tienes el fruto de tu sororidad.

Sororidad no significa que todas las mujeres tengamos que llevarnos bien, que todas tengamos que ser amigas. Implica que entendemos que estamos en esta lucha juntas, que no tenemos que ser enemigas, que este sistema nos afecta a todas y que juntas somos más fuertes.

Bla, bla, bla. A ver cómo se lo explicas a ella.

Inhalé a profundidad a punto de soltar todo lo que tenía por dentro sin filtro. Se me estaba complicando la tarea de mantener la compostura ante la brutalidad de las palabras de mi Vendida, mujer a la que, según como yo lo veía, me debía gratitud como mínimo por todos los privilegios que le daba.

—Creo que hasta tú podrías explicarte mejor, ¿no, Inma? ¿Por qué dices esas cosas de mí?

—No se haga la estúpida. El hombre vino a usted arrepentido, pero usted puso su maldito ego por encima de los sentimientos de un príncipe que ha vivido en la oscuridad, pero que está dispuesto a acercarse a la luz por usted.

Esta conversación se está tornando más interesante de lo que creí posible.

Cállate, ladilla.

Aww, hasta me pusiste nombre.

Era bastante complicado para mí seguir el hilo de dos conversaciones simultáneas, una que ocurría frente a mí, y otra que no podía escucharse con el oído externo, sino que se sentía en la piel y se contestaba con mi mente. Por ello, mientras procesaba ambas voces, me mantuve en silencio e Inma lo tomó como la oportunidad perfecta para proseguir.

—El heredero de los Scorps nunca había salido a la luz, al ojo público, hasta que la compró a usted. Usted fue el caos que hizo despertar su vida. ¡Él cambió, enfrentó sus miedos por usted! ¿Y cómo le pagó? Se metió con su caballero. ¡Mi amo nos lo contó! Usted le hizo daño, se rehusó a acostarse con él y mantuvo esa humillación incluso en medio del juicio... ¡declarándose culpable! ¡¿Cómo Sirios se atreve?!

»Entonces él aparece, cambiado por usted, radiante como nunca se le ha visto, ofreciéndole una cena... ¡Una cena a una Vendida, asesina y viuda negra! Le habló con toda la decencia del mundo, y usted se puso a la defensiva escupiéndole en la cara que prefiere follarse a otros.

—Úrsula —llamé con los labios apretados de rabia a la mujer que trenzaba mi cabello.

—¿Madame?

—Déjanos solas. Y prepárame otro té de estos, por favor. Lo voy a necesitar.

—Como ordene.

Me levanté de la silla donde Úrsula me estuvo peinando y di un par de pasos hasta quedar cara a cara con Inma. Levanté el mentón y con autoridad le dije:

—Escucha, Inma, no soy tu dueña, pero soy quien paga tu sueldo. La próxima vez que te dirijas a mí será con respeto. Esta será la primera y última vez que te permita que me insultes o que uses la palabra maldito para describir cualquier cosa que me involucre o cualquier aspecto de mi personalidad. ¿Queda claro?

—Sí, señora.

—Vuelve a llamarme así y te quedas sin trabajo.

—¿Ve a lo que me refiero? Usted es volátil, siempre alerta para quemar todo lo que le desagrada.

—Soy volátil porque vivo bajo un sistema que pretende hundirme, y si no es con fuego o sangre que responda, lo van a conseguir.

—Excusas. Yo vivo en el mismo reino que usted y sé respetar la autoridad.

Una risa irónica salió de mis labios y mi sombra completó mis pensamientos comentando un sarcástico «se nota».

—No sabes respetar la autoridad —acoté—, estás entrenada para quedarte callada ante los hombres, pero a la primera mujer que conoces en un puesto de poder sobre ti no te importa insultarla. Pero sí, te concedo que tú vives en el mismo reino que yo y has podido vivir en sumisión ante tus opresores sin alzar la voz. ¿Me dices de qué te ha servido? Porque lo único bueno que te ha pasado en tu vida es gracias a una mujer, no a tu rey.

—En fin, usted solo cambia de tema para no asumir que fue cruel con el príncipe sin razón.

—¿Cruel? ¿Yo? ¿Sí viste cómo me ahorcaba?

—Él es el príncipe heredero, nadie le ha dicho que no puede hacer esas cosas. Es el dueño del mundo, el hombre con más autoridad después de su padre, no espere que tolere las ofensas con aplausos. Además... usted se lo buscó.

—¿Yo me lo busqué? —Me llevé las manos a la cabeza, atónita—. ¡¿Por negarme a ser suya?!

—¡No te puedes negar a él!

—¡Despierta, mujer, sí se puede! ¡Te puedes negar a quien te de la maldita gana!

—Él la invitó con cariño, usted fue la que hizo mal.

—Me pudo haber invitado de rodillas y le habría dicho lo mismo. Yo no quiero que me invite de una mejor manera, quiero su respeto a mi decisión. Le he dicho que no en todos los idiomas que conozco, sus innumerables intentos no son románticos, son molestos, son acoso.

—¡Le dio la oportunidad de elegir! ¡¿No lo entiende?! Le dio algo que ninguna otra ha tenido.

—Oh, qué considerado de su parte darme la opción de escogerlo.

—Ya, por favor. Despídame. No quiero trabajar para usted, es un insulto a Ara y todo lo que es sagrado en esta vida.

Déjala ir, Aquía. No puedes salvarlas a todas.

—Ve a vender tu cuerpo —le dije con un gesto desdeñoso de mi mano—. Me verás en la cima y entenderás que la vida no tiene que ser como te han obligado a vivirla.

—La verá colgada, y me reiré de usted.

Le mostré el dedo medio. La rabia que sentía hacia ella no era normal. La impotencia me tenía temblando. De un hombre me esperaba todas esas palabras y muchas más, pero viniendo de una mujer me llenaba de indignación, me llevaba al límite de querer romper todo a mi alrededor. Vivíamos la misma opresión, pero ella estaba cómoda en la injusticia, y yo era una perra por querer combatirla.

—Sabes dónde está la puerta.

Cuando salió, golpeé con ambas manos el aparador haciendo temblar el espejo, ocasionando que mis accesorios y cosméticos chocaran y cayeran. Vi a los ojos a mi reflejo, la impotencia reflejada en mis puños apretados y en el pulso que latía en mi cuello y frente. Una cosa era resistirme a los hombres, pero otra muy distinta era tener que explicarle a las mujeres por qué esto estaba bien.

—Jódete, Aragog.

☆☆●☆☆

—Hiciste mal en dejarla ir —me dice Lyra camino al baile luego de que le contara todo lo ocurrido con mi ex Vendida Inma—. Has atravesado muchas etapas a lo largo de tu vida, Aquía, justo ahora es momento de que aprendas a ser líder. El liderazgo es difícil, debes aprender a tratar con gente de todo tipo sin matarlos a todos, pero siempre debes comprender que la última palabra es tuya. Tú decides qué es lo mejor para tu equipo, tú eres la que sabe qué será lo mejor para tu equipo sin importar lo que ellos mismos crean. Un líder escucha, pero al final la decisión, y el poder de tomarla, es suya. Y a ti te va a seguir mucha gente, Aquía, y no los puedes dejar ir como hiciste con ella.

—Ella no quería estar conmigo, no podía obligarle.

Lyra se detuvo por un segundo y me miró a los ojos con una pequeña sonrisa de complicidad en sus labios.

—Sí puedes, y debes. El respeto no se consigue sin firmeza. Tampoco con violencia, pero una cosa no tiene nada que ver con la otra.

—No quiero que me teman.

—El temor y la admiración no son enemigos. Necesitas que quienes estén a tu lado vivan con un poco de las dos hacia ti.

—Hablas como si quisieras convertirme en reina.

Lyra sonrió con toda libertad y siguió caminando.

—Lo mismo le dije a Madame Delphini cuando me dio esta charla antes de que me entregaran al castillo.

—¿Habló contigo?

—Lady Cygnus, Madame Circinus —saludaron un par de caballeros al alcanzarnos, obligándonos a ambas a cambiar el tema de nuestra discusión.

A partir de ahí nuestra conversación cesó, conscientes de que aquellos hombres nos seguían de cerca y todos íbamos al mismo sitio.

Este no iba a ser un baile abierto a la nación, era una ceremonia especial y exclusiva para miembros del castillo en sus diferentes alas, niveles y torres.

Lyra iba ataviada con un vestido amarillo de falda amplia como la radiante princesa que era, adornos de hojas doradas decoraban su falda y un cinturón de oro le marcaba una diminuta cintura. Yo tenía un vestido con largas mangas de malla transparente con un estampado de hilo rojo que formaba espirales en todos mis brazos. Mis senos eran la única parte cubierta de mi dorso por algo más que esta malla estampada, y al llegar a mis caderas nacía una falda corte sirena con una cascada de tela roja a mis pies acabando en una cola semi larga. Por supuesto, llevaba mi crineja a un lado de mi rostro, decorada con flores color vino, magenta y púrpura.

—Un baile es un lugar ideal para enterarse de los rumores que rondan por el castillo —expresó alguien entre un grupo de damas que acababa de alcanzarnos—. Emocionante, ¿no?

—Por supuesto, muy emocionante.

—¿Por qué el príncipe no la acompaña, lady Cygnus? —preguntaron al unísono un par de doncellas casaderas que se unieron al pasillo.

—Su alteza tiene cosas más urgentes que atender que el recorrido de su prometida.

—¿Y vienen sin seguridad?

—Traigo toda la seguridad que necesito aquí a mi lado —explicó Lyra tomándome del brazo. No pude evitar sonreír de orgullo.

—Oh, cierto. Se rumorea por ahí que la señora Circinus...

—Madame —corregí.

—Sí, bueno. Hay rumores de que usted es de los asesinos encubiertos del reino.

—Falsos rumores, por supuesto. Solo estuve en entrenamiento.

—¿Una mujer, en serio? —preguntó una de las damas.

—No es cualquier mujer —murmuró otra.

—Exacto. ¿No has escuchado lo que dicen? Es la asesina de su esposo.

De pronto había tanta gente aglomerada a nuestro al rededor, tantas voces pronunciando rumores, que era imposible identificar quién decía qué y quién callaba. Me sentí abrumada al momento. Ojalá alguien me hubiese tranquilizado adelantándome que antes de que acabara esa noche el tema de conversación dejaría de ser yo.

—¿Y qué pasó con eso?

—¿Perdone? —pregunté a una doncella que tuvo la decencia de hablarme a la cara y no cotillear con las demás.

—¿Por qué dejó los entrenamientos? ¿Comprobó que eran demasiado para usted?

—Nada es demasiado, no cuando de verdad te comprometes con lo que deseas. Jamás habría dejado los entrenamientos por voluntad propia, el rey consideró que así sería por el momento. No es algo definitivo.

—¿Y cree que volverá a entrenar?

—Lo espero, pero no lo sé.

—¿No le da miedo, madame? —preguntó otra mujer abriéndose paso hasta mí.

—No, le tengo más miedo a lo que podría suceder si no aprendo a defenderme.

Empecé a buscar a Lyra con la mirada pero había desaparecido de mi campo visual, las personas a mi alrededor se multiplicaron y el flujo en el pasillo se congestionó, lo que hizo mucho más trabajoso el poder llegar a la puerta del salón del baile.

Una vez allá me sentí un poco perdida. Las luces blancas enceguesedoras, los colores de los distintos trajes y vestidos, las parejas danzando, la música animada, los nobles sentados comiendo y cotilleando, la familia real al fondo en sus pedestales, y mi completa soledad y desorientación.

Shaula estaba sentada a la izquierda del asiento vacío de Antares. Era la primera vez que no la veía fingiendo delante del reino, de su familia, ser el angelito manso, puro y devoto que querían que fuera. Descubrí fuego en su mirada. Tal vez no un incendio, pero una chispa tan peligrosa que la tenía sosteniendo los bordes de su trono como si quisiera hacerlo escombros con sus manos. Estoy segura que de haberme acercado más podría notar la falta de sangre en sus nudillos, las venas de su rostro, la violencia en su respiración.

Y todo eso lo podía expresar solo con el lenguaje de su mirada, ya que su boca y cabello iban ocultos en la tela de Bahamita como era costumbre.

Seguí el trayecto de su mirada para descubrir qué la tenía al borde de cometer un crimen, y quedé helada con lo que mis ojos vislumbraron.

Lyra.

De haberla visto manteniendo una conversación amable, con decencia y una sonrisa no muy exagerada pero lo suficientemente visible para no parecer hostil, habría pasado lo que veían mis ojos como simple cortesía. Pero aquello iba más allá.

No hacía contacto visual con el hombre a su lado, ambos veían al frente recostados de la pared como si observaran el espectáculo sin querer ser parte de el, cada uno por su lado. Incluso, él bebía. Ella se limitaba a probar bocados de los aperitivos que le acercaban, pero él vaciaba una copa tras otra como si fuese su único motivo para estar en esta función. Nada fuera de lo común, al parecer.

Pero sus labios se movían. Primero los de ella, y él escuchaba. Luego ella callaba y los labios de él se movían. A veces veían a otros lados para disimular, o saludaban a otras personas como si no estuvieran interrumpiendo nada. Pero era pura farsa, no quedaba duda de que intercambiaban palabras. Todo el secretismo de la situación y el cuidado que ponían a que no los vincularan era en extremo enigmático y atractivo. Por supuesto que me estaba muriendo de ganas por saber qué secretos compartía Lyra con aquel hombre atractivo de largo cabello de plata y ojos dorados, quien además era el hermano de la chica que evidentemente la deseaba.

Ay, Antares. Hasta me había olvidado de ti.

La rubia cazó a tremendo papucho —comentó mi sombra—. Quién fuera el hilo que tejió la sábana del lecho en el que su madre y su padre crearon a reverenda belleza.

—Te equivocas —dije olvidándome de contestar en mi cabeza—. La rubia no caza. Ahí pasa algo más.

¿Cómo que no caza? ¿Eres tú la única con derecho a un buen polvo mágico, Campanita?

—Ella tiene de sobra a quien la agarre y la deje como muñeca de trapo. Quien, por cierto, los está mirando como si los quisiera asesinar.

Tal vez es que a la rubia le gustan las espadas y no la funda.

—Cállate, ¿sí? Son mis amigas, las conozco.

¿Sabes qué me alimento de tus emociones, no? La oleada de sorpresa que te vino en cuanto los viste fue tan grande que no pude tragarla del tono, eso me dice que tal vez no la conozcas tanto como parece.

Mi sombra era una puta, pero tenía razón. ¿Qué Sirios estaba pasando frente a mis ojos, y por qué me sentía tan incapaz de descifrarlo?

Capítulo dedicado a Angieli Serrano por la imagen de arriba y a caballero_nat (instagram) por el dibujo que pondré abajo.

Nota de autora:

Chicos, a partir de aquí... empezarán a salir unos buenos trapitos al sol y... DRAMA. SE VIENE EL DRAMA. ¿Se habían olvidado de Antares? ¿Creen que Lyra sí está hablando con él o Aquía lo malinterpreta? ¿Qué creen que está pasando ahí? 👀

El siguiente capítulo es uno de mis favoritos, le da protagonismo a un personaje que adoro y muestra una nueva cara de otro personaje que... no puedo decir nada 😂 Nos vemos en la actualización.

Recuerden recomendar la historia si les gusta, comentar mucho (hace unos días estuvimos en la sección de los más comentados del inicio de Wattpad, ojalá volviera a pasar) y dejar su votito de aprobación ♡

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