Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Si...

بواسطة AxaVelasquez

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«Toda mi vida había sido preparada para ser vendida. Pero nadie me preparó para ser vendida a "él"». La princ... المزيد

Introducción
Personajes
Prefacio
Capítulo 1: Mi precio
Capítulo 2: Mi compra
Capítulo 3: Mi comprador
Capítulo 4: Mi entrega
Capítulo 5: Mi destino
Capítulo 6: Mi elección
Capítulo 7: Nunca llores
Capítulo 8: Nunca confíes
Capítulo 9: Nunca ruegues
Capítulo 10: Nunca duermas
Capítulo 11: Nunca calles
Capítulo 12: Nunca tiembles
Capítulo 13: Mantén tus recuerdos lejos
Capítulo 14: Mantén el mentón en alto
Capítulo 15: Mantente en la cima
Capítulo 16: Mantén a tus amigas cerca
Capítulo 17: Mantén tu esencia
18: Mantente en control [+18]
Capítulo 19: No te alejes
Capítulo 20: No te detengas
21: No te reprimas [+18]
Capítulo 22: No seas de nadie
Capítulo 23: No esperes milagros
Capítulo 24: Monstruo
Capítulo 25: Sargas
Capítulo 26: Madre
Capítulo 27: Esposa.
Capítulo 28: Beso.
Capítulo 29: Lady viuda negra
Capítulo 30: Princesas
Capítulo 31: Un buen hombre
Capítulo 32: No puedo hacerte daño
33: Presa y cazador [+18]
Capítulo 35: Madame
Capítulo 36: Infame
Capítulo 37: Gloria
Capítulo 38: Salvaje
Capítulo 39: Nefasto
Capítulo 40: Perverso
Capítulo 41: Lujuria
Capítulo 42: La serpiente ha despertado
Capítulo 43: Na'ts Yah
Capítulo 44: El cisne tomó su canal
Capítulo 45: Darangelus sha'ha me
Epílogo
Preguntas
Escena extra +18
Vendida EN FÍSICO

Capítulo 34: La sombra

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بواسطة AxaVelasquez

*Pinche Wattpad no me deja subir la imagen que va a aquí, será insertada entre mañana y el día del huevo en la tarde cuando a Wattpad le de la gana. Gracias por su atención, disfrute su lectura*

Mi sombra me hablaba.

Esa madrugada que pasé acurrucada al pecho de Orión —al comprobar que dormía cómodo, a profundidad y con una sonrisa de satisfacción grabada en sus labios—, le di un beso en la frente para levantarme a anteder mis propios asuntos.

Salí a mi pequeño balcón en la torre para confesarle mis sentimientos e inquietudes a Aquila. El hombre que más había deseado descansaba en mi cama luego de que nuestros cuerpos se devorasen. Ese mismo hombre, me adoraba, y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por mí.

Pensar en el roce de sus labios sobre mi piel me erizaba. Recordar el tacto de sus manos poseyéndome me hacía querer repetir de inmediato todo lo que hicimos. Mis paredes, de vez en cuando, me repetían el eco de mis gemidos, lo que me dibujaba una sonrisa tímida en los labios.

Orión me hacía feliz. Orión me daba algo que el reino, sus leyes y todos sus gobernantes me prohibían: placer, libertad, opciones. Él era el pecado escogido por mí. Mi crimen.

Pero todo crimen tiene un precio, y como no estaba dispuesta a pagar el mío con mi libertad ni mi vida, no me permitiría soñar con un futuro con Orión hasta que tuviera algo resuelto: un levantamiento. Yo le quitaría a Aragog su poder sobre mí, y a cambio le daría convicción a otras mujeres de que ellas podían hacer lo mismo.

Solo tenía que ponerme a idear un plan, descifrar las profecías de las escrituras de Ara, y apropiarme de la figura del águila aunque al final no tratara de mí.

Porque solo una cosa tenía importancia real, y no era quién era esa águila, sino quién quería serlo.

"El águila que daría paso al león." Para apropiarme de algo como eso primero debía descubrir quién era ese león, o qué. Tal vez el león no era alguien, sino algo.

¿Qué representas, León? ¿Y cómo puedo invocarte?

El rey de las bestias, que paraliza sus enemigos con un rugido y con sus zarpas defiende su manada. Un animal que desde que nace es consciente de que, llegada su hora, tendrá que enfrentarse a muerte por ser coronado.

Tal vez el León eran las mujeres, y tal vez yo tendría que despertar el hambre de cada una de ellas para que al fin salieran a cazar.

Como fuese, empecé por hacerle caso a Orión y tomar el poder de Aquila.

El problema era, ¿dónde guardar algo tan delicado? No había ninguna prenda que yo llevara el tiempo suficiente como para tener ese poder siempre a mi disposición, por lo que en última instancia acabé por escoger lo único que no podría arrancarme ni el rey a golpes: la sombra.

☆☆●☆☆

No podía estar en mi habitación durante el día ya que arriba alguien reparaba el área dañada del techo, así que pasé la mañana comiendo en la sala con los pies encima del sofá. Ares llegó al mediodía sudado. Iba directo a su habitación, pero a medio camino cambió de parecer y se detuvo a mirarme.

—Una cosa te pedí. ¡Una! «No destroces la casa». Y amanece el techo en pedazos.

Me mordí los labios para no dar rienda suelta a mi sonrisa.

Mira el lado bueno —dijo el silbido de mi sombra, vibrando sobre la superficie de mi piel. Di un respingo al sentir las pulsaciones de su voz, todavía no me acostumbraba a ella—. Pudiste sacar a Orión de aquí sin que su compulsión por el orden lo hiciera ofrecerse a reparar el techo con sus propias manos.

Entonces ya no pude y me terminé riendo con libertad. Ares, que no tenía idea de los comentarios de mi sombra parlanchina, se ensanchó de orgullo al creer que su chiste fue lo que provocó
provocó mi carcajada.

—Bueno, al menos eres tú la que paga todo eso. ¿Me dirás quién te ayudó a destrozar la casa?

Negué con la cabeza. Ares se encogió de hombros.

—Algo puedo deducir, al menos.

—¿Ah, sí? ¿Qué?

—Que era un Cosmo. Eso, o de verdad tienes ese lujurioso romance con el Sirio que me dijiste.

Me volví a reír con soltura. Mi humor estaba por las nubes.

Ares desapareció tras la puerta de su habitación, yo me quedé justo donde estaba terminando el contenido de mi plato. Al cabo de un rato sentada, satisfecha por mi almuerzo y sin hacer nada, acabé por dormirme.

No sé cuánto tiempo
después desperté, y tampoco es como si lo hubiese hecho por mi cuenta. Inma, una de mis Vendidas de más avanzada edad, me despertó para entregarme mi bebida caliente predilecta que ella siempre preparaba para mis nervios, que en las últimas fechas me habían atacado con fuerza.

Inma era una mujer que, pese a estar casi en sus treinta, la Mano seguramente había conservado por el desmesurado volumen de su pecho y sus caderas. Eso, sus ojos color miel y sus labios carnosos, la hacían un objeto codiciado por muchos hombres. Ahora, se dedicaba a atender mi cocina, y debo agregar que era de todas las que menos expresaba afinidad conmigo, como si yo fuera una intrusa, una entrometida en el curso planificado de su vida.

Acepté la taza con una sonrisa de gratitud, y ella se marchó sin corresponderme el gesto.

Mientras me levantaba, limpiándome los ojos con somnolencia, escuché una voz inesperada al otro lado de la sala.

—Hola, Vendida.

Dejé caer mi bebida caliente del susto que me dio. Sargas, en su indeseada forma de carne y hueso, permanecía recostado de la pared de mi sala junto a la puerta con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón y mentón levantado hacia mí. Ahora que pasaba más tiempo en la luz había recuperado un poco de sanidad en el tono de su piel, sus ojeras eran menos profundas y se le veía hasta más robusto, aunque mantenía su contextura original y el hundimiento en sus mejillas que le definía el rostro.

—Hola, bastardo —contesté una vez recuperada del susto.

Él sonrió con gracia, como si aquello fuese un chiste interno, y apoyó su pie de la pared detrás de él para colocar su brazo sobre su rodilla levantada. Para ser honesta, su aspecto era digno de inmortalizar en un cuadro. Un príncipe digno de retratar. Lástima que en un cuadro no pudiera reflejarse con tanta precisión la naturaleza de sus intenciones, la turbulencia de su alma.

—Parece que ya somos amigos, ¿no? Hasta nos tenemos apodos el uno al otro.

—¿Eso quieres, Sargas? ¿Una amistad? Bien, somos amigos. Ahora largo de mi torre.

—¿Por qué te alteras? No he entrado sin permiso, tus Vendidas me dejaron pasar.

—¿Le dirían que no al heredero del castillo en el que viven? Lo dudo.

—Heredero del reino, pero... —Se encogió de hombros—. Da igual.

Tiene el ego del tamaño de la eapada que te disfrutaste anoche, ¿eh?

—¡Cállate!

—Todo te ofende, eh. —Sargas inhaló profundo y torció sus ojos con fastidio—. Mujeres.

Mi primer impulso fue explicarle que no lo había mandado a callar a él, sin tener que revelar la existencia de mi sombra parlanchina, pero luego añadió su comentario desagradable y preferí dejarlo así. No iba a estar acariciando su orgullo.

—Sargas, hoy tengo cosas qué hacer. Muchas. Por favor, vete por donde viniste.

—Pero si vine a ayudarte.

—Lo dudo. Largo.

Tengo curiosidad, estúpida. Deja que te diga a qué vino.

¿Puedo arrancarme la sombra? Porque te lo estás ganando —le contesté.

Estamos irritables hoy, ¿eh? Parece que no fue muy buen polvo el de anoche.

—¡Basta!

Sargas frunció el ceño visiblemente preocupado por el estado de mi salud mental. Lo cual era irónico, teniendo en cuenta que saludable no sería, ni por asomo, el adjetivo que escogería para definir el estado de su cerebro.

—Solo vine a invitarte a cenar.

—No tengo hambre.

Qué sorpresaaa —expresó con ironía mi sombra. Intenté pisarla, pero no parecía afectarle en nada—. ¿Quién podría deducir algo así, si has pasado todo el día tragando? Me extraña que no hayas tenido que rodar a la sala.

—Pero la tendrás —añadió Sargas. Nunca lo había visto de un ánimo parecido. Estaba casi... entusiasmado—. Con los gastos innecesarios llevas remodelando la torre y pagándole a tus Vendidas, pasarás hambre pronto. Por eso vine a ayudarte, a invitarte a comer.

—¿Estás monitoreando mis gastos?

Sargas rió con cinismo.

—Mi padre está al tanto de cada paso que das, de cada Corona que gastas, de cada Anillo que sale de tu pensión. No creí que fueses tan estúpida para creer lo contrario.

—Y yo no creí que fueses tan enfermo como para investigar mis finanzas solo para acercarte a mí.

—¿Por qué siempre estás tan alterada? ¿El ciclo sangriento te dura todo el mes o algo así?

Apreté mi mandíbula tragando a duras penas todo lo que quería responderle.

—No vine aquí a molestarte, Aquía. —Empezó a avanzar con lentitud hacia mí—. Comprendí que no te gusta que te fuercen a nada, las mujeres como tú valoran el sabor de la libertad, el gesto de un caballero que invita y no fuerza. Estuve hablando con algunos consejeros, espero que así entiendas lo que... lo que tú significas para mí.

Un reto. Eso me había quedado claro. Y él iba a gastar hasta la última de las estrategias existentes para ganarme. ¿Cuántas veces habría ensayado esas palabras?

—Así que te invito a comer esta noche, sin segundas intenciones. Tú y yo.

—¿Quieres que seamos amigos?

—No, quiero darte la oportunidad de conocerme, porque sé que una vez que lo hagas... —dejó el resto de la frase en el aire y sonrío con suficiencia.

Definitivamente tienes razón —dije dentro de mi cabeza al poder oculto en mi sombra—. No he conocido nada tan grande como su ego.

—Sargas, quedemos en tregua. Dejemos esto así. Pero, por favor, deja de intentar hacerme de tu propiedad. Si me vas a forzar, hazlo, pero no me insistas, porque voluntariamente nunca voy a ser tuya.

—No quiero forzarte, Aquía.

—Pero lo que quieres yo no te lo puedo dar. ¿Por qué no te concentras en ganarte el cariño de tu prometida?

—Será mi esposa, su deber es amarme.

Resoplé con enojo, por Lyra, por lo que estaba condenada a vivir.

—Cómo se nota que sigues sin saber nada sobre una mujer.

—Solo sal conmigo esta noche.

Su petición estaba desdibujando la línea entre la amabilidad y una orden explícita. La sombra de sus ojos volvía, opacando su luz. Mientras más me negaba, más crecía el monstruo de su verdadera identidad.

—Mañana, ¿está bien? —dije por zanjar la discusión y no llegar a peores circunstancias—. Pero solo a comer y a hablar.

—¿Por qué no esta noche? —su irritación era cada vez más evidente.

—Es el baile, estoy obligada a asistir.

—Pues ve conmigo.

—¡Deja de ser tan pesado! ¡No voy a ir contigo, por todos los Sirios de Aragog, deja de insistir!

Sargas se despegó de la pared y avanzó hasta quedar a escasos centímetros de mí. No me inmuté, me mantuve firme y lo miré a los ojos con el mentón erguido.

—¿Tienes pareja, no?

—Sí. De hecho, salgo con alguien. No tienes nada que...

La distancia que nos separaba desapareció y su mano se cerró sobre mi garganta. Al otro extremo de la sala, una de mis Vendidas, Inma, estaba de pie con mi bandeja de aperitivos y la dejó caer, haciendo un desastre de comida, líquidos y fragmentos de porcelana en mi suelo. Ella no se movió a recogerlo, estaba paralizada por el shock de la situación.

Lo más curioso de todo es que, a pesar de que Sargas me estaba lastimando, yo no tenía ni una pizca de miedo. ¿Ira? Muchísima. Pero miedo nunca más.

—Te gusta hacerme molestar, y estoy cansado de tragarme mis impulsos por ti, promiscua. Le perteneces a la Mano de mi padre y te revuelcas con otro.

Cada palabra que salía de su boca iba intensificada con el odio con el que me miraba directo a los ojos..

—Pertenecerle a la Mano no te impide desearme, bastardo.

Mátalo, Aquía —insitó ese poder oscuro y palpitante detrás de mí—. Este bastardo ya no me parece gracioso.

—No me provoques —amenazó Sargas—. Dime, ¿es Orión ese con el que sales?

No podía hacer eso, no podía volver a ponerlo en peligro. Así que me reí, a pesar de que los dedos de Sargas en mi garganta me dificultaban esa acción.

—¿Orión? ¿No dijiste que soy una promiscua? Él me aburrió, demasiado correcto para mí.  —Me costaba hablar, pero tenía que convencerlo—. Tú lo conoces, es demasiado altruista para mi gusto. Salgo con alguien más, alguien que me da la adrenalina que yo necesito.

—Yo puedo darte eso y más.

Me rodeó de la cintura y me pegó a su cuerpo sin soltar mi cuello.

—No respiro, Sargas —dije con dificultad.

—Dime que subiremos a ese cuarto y te soltaré.

Mátalo, Aquía, o lo mato yo.

¡No! No más muertes. Tengo paz, no puedo seguir en la mira del rey.

—No iremos a ningún cuarto juntos, Sargas Scorp. Suéltame o las cosas se pondrán feas.

—¿Esto es una venganza, verdad? Quieres matarme. —Sus dedos se cerraron con más fuerza a mi alrededor, la cabeza me daba vueltas por la falta de oxígeno y el pulso me palpitaba en las sienes—. Así eres tú, una asesina, promiscua, vengativa. Necesitas hacer daño a todos los hombres para sentirte bien. No me sorprendería que te estés revolcando con la inmunda de mi hermana solo por molestarme. No me sorprendería que estés planeando hacerme lo mismo que a lord Zeta. No me sorprende nada de ti, zorra.

Lo voy a matar —Sonaba como su última advertencia, yen esa ocasión no solo hablaba, me llamaba. Su poder seducía la superficie de mi piel, moría por tomarlo, por darle rienda suelta, por acabar con el bastardo que me escupía a la cara.

Pero aquello no era parte de mis planes, el odio y mis impulsos más primitivos no debían interferir en mi enfoque. En mi mente empezaba a dibujarse un camino, y matar a Sargas no estaba en medio de el.

—Bésame a la fuerza, he probado labios peores. Golpéame, hombres más fuertes me han herido y me he vuelto a levantar para responderles. Hazme sangrar, criaturas más peligrosas que tú lo han hecho. O condéname, tu padre ya lo ha intentado. Pero no me tendrás, Sargas. Nunca. Y no necesito vengarme de ti, ¿sabes? Mi única venganza para ti es ser feliz. Has tratado de hundirme, y yo sigo sonriendo a pesar de ti.

Un cuchillo zumbó demasiado cerca de la cabeza de Sargas y la mía, y se clavó en la pared detrás de mí. Él me soltó y miró en dirección a la puerta. Yo llevé mis manos a mi cuello y dejé el aire acceder a mí entre bocanadas desesperadas y toses.

—Oh, lo siento, alteza —dijo la voz de Ares que venía entrando—. El cuchillo ha salido disparado de mi bolsillo solo. Qué curioso, ¿no? Bueno, supongo que usted de todos modos ya se iba.

Sargas me miró a mí, que todavía luchaba por respirar, y a Ares repetidas veces. Luego dijo:

—¿Tu hijastro, Aquía? ¿De verdad? Sí que te gusta la adrenalina. —Caminó a la salida, pero una vez en la puerta se volvió hacia mí de nuevo—. Nos vemos en el baile, por cierto.


Ay, Sargas, Sargas... ¿qué tramas?

Mis amados Axers, me abrí un canal de YouTube para hablar de Wattpad, de mis libros, dar consejos a escritores y recomendaciones de lecturas. Si quieren pueden buscarme como Axa Velasquez.

¡¡Llegamos al medio millón de lecturas!! Al llegar me sentí bastante presionada a actualizar, pero mi colega escritora Fantagoria me ayudó a entender que no hay que forzar las cosas, que las cosas hechas por obligación no salen bien. Ella también se sintió presionada cuando su libro Bicolor llegó a los 2M. Y tiene razón, no quise forzar nada y preferí esperar para traerles un producto de calidad. Espero les haya gustado.

Capítulo dedicado a LinMaddiee y a Al_exa_080 por el fanart de arriba y el que pondré a continuación. LAS AMO. También va dedicado a todos los lectores que me enviaron regalitos por los 500k, algunos los dejo a continuación.

Espero que hayan disfrutado este capítulo, el siguiente no tardará tanto porque ya lo tengo adelantado. Gracias por hacer real este medio millón, gracias por hacer que el libro siga creciendo.



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