Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Si...

By AxaVelasquez

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«Toda mi vida había sido preparada para ser vendida. Pero nadie me preparó para ser vendida a "él"». La princ... More

Introducción
Personajes
Prefacio
Capítulo 1: Mi precio
Capítulo 2: Mi compra
Capítulo 3: Mi comprador
Capítulo 4: Mi entrega
Capítulo 5: Mi destino
Capítulo 6: Mi elección
Capítulo 7: Nunca llores
Capítulo 8: Nunca confíes
Capítulo 9: Nunca ruegues
Capítulo 10: Nunca duermas
Capítulo 11: Nunca calles
Capítulo 12: Nunca tiembles
Capítulo 13: Mantén tus recuerdos lejos
Capítulo 14: Mantén el mentón en alto
Capítulo 15: Mantente en la cima
Capítulo 16: Mantén a tus amigas cerca
Capítulo 17: Mantén tu esencia
18: Mantente en control [+18]
Capítulo 19: No te alejes
Capítulo 20: No te detengas
21: No te reprimas [+18]
Capítulo 22: No seas de nadie
Capítulo 23: No esperes milagros
Capítulo 24: Monstruo
Capítulo 25: Sargas
Capítulo 26: Madre
Capítulo 27: Esposa.
Capítulo 28: Beso.
Capítulo 30: Princesas
Capítulo 31: Un buen hombre
Capítulo 32: No puedo hacerte daño
33: Presa y cazador [+18]
Capítulo 34: La sombra
Capítulo 35: Madame
Capítulo 36: Infame
Capítulo 37: Gloria
Capítulo 38: Salvaje
Capítulo 39: Nefasto
Capítulo 40: Perverso
Capítulo 41: Lujuria
Capítulo 42: La serpiente ha despertado
Capítulo 43: Na'ts Yah
Capítulo 44: El cisne tomó su canal
Capítulo 45: Darangelus sha'ha me
Epílogo
Preguntas
Escena extra +18
Vendida EN FÍSICO

Capítulo 29: Lady viuda negra

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By AxaVelasquez

Su sangre se secó en mi piel, creando constelaciones en mis brazos, cuello y mejillas. La mano donde escupí su sangre estaba tan cubierta de rojo que parecía un guante; la otra, aquella con la que acaricié su cadáver estaba tan limpia y blanca como el mármol resaltando entre tanto negro y vino.

No había dejado de sonreír en horas.

Un guardia había metido sus manos debajo de mis axilas para alzarme, otro tomó mis pies descalzos, empapados y pegostosos, y me levantó del suelo mientras un tercero recogía mi falda y la cola para que no arrastrara mientras me alejaban del tumulto.

Desde entonces me tenían en custodia en una habitación vacía. Atada por las muñecas y los tobillos a una silla "por mi propia seguridad".

No lo dijeron, pero todas las sospechas estaban en mí, y era de esperarse que luego de atreverme a asesinar a la sagrada Mano derecha del rey delante de cientos de testigos, mi siguiente jugada sería el suicido. Estaban equivocados, pero no los culpaba. Al fin y al cabo ese había sido mi plan hasta que Lyra se me adelantó.

Estuve mucho rato pensando en cómo podría haberlo hecho. Las posibilidades eran infinitas, mas las probabilidades eran limitas. La única respuesta lógica estaba en mi maquillaje. Lyra me vistió y maquilló, y Circinus no dio muestras de envenenamiento hasta besarme. Tenía que ser el labial.

Pero si era el labial... ¿pude haber matado a Sargas si le hubiese permitido que me tapara la boca? Y lo más inquietante de todo... pude matar a Orión de habernos arriesgado a besarnos.

Por supuesto, Lyra no tenía forma de predecir todo eso, y lo único que de verdad importaba eran sus intensiones y lo que había logrado.

«Vivir para verlo morir». Tal vez no lo había matado yo, pero muerto estaba, y a pesar de mis ataduras nunca me había sentido tan libre.

Un hombre entró a la sala después de horas, parecía un mensajero corriente, no había signos de pertenecer a la nobleza, a las fuerzas de seguridad ni de ostentar ningún cargo superior. Se detuvo a una distancia prudencial de mí, como si temiera que de pronto me le lanzaría encima, y le mordería la yugular.

—¿Aquía? —preguntó.

—¿Tienen otra viuda en custodia, atada y cubierta de sangre?

—Sí eres tú —asintió el hombre. Rodé los ojos—. Le tengo un mensaje de parte de su majestad Lesath Scorp.

—Mataría por escucharlo —contesté con una sonrisa cínica que hizo al mensajero tragar en seco.

—El rey ha solicitado su inmediata presencia con extrema urgencia, tengo instrucciones de llevarla ante su majestad, pero requiero de su compromiso para cooperar. Tenga presente que cualquier estrago que cause a sus escoltas serán considerados agravantes a los cargos de los que se le acusan y minimizará la tolerancia del jurado, además de que será motivo para aplicar de una vez la máxima sentencia. ¿Entiende y acepta todo lo que le he explicado?

Al abrir mi boca el sonido de unos pasos apresurados me silenció. Alguien, al menos tres personas, se aproximaban en una marcha rápida y descordinada.

De pronto la puerta se volvió a entrar, seis guardias condecorados entraron a la habitación, tres se formaron a un lado y tres al otro, mientras en medio hacía su entrada la inesperada figura del rey de Aragog.

Lesath Scorp en persona. Las cosas eran muy serias si se había presentado incluso luego de haberme mandado a buscar. Él no solo quería tener esa conversación cara a cara conmigo, quería que fuese de inmediato.

—¿Qué tal las sogas? ¿Muy ajustadas?

Alcé un poco las manos hasta donde podía e hice un gesto indiferente con mi cabeza para dar a entender un «No me quejo».

Él chasqueó los dedos a sus guardias y luego dijo:

—Deshagan los nudos y aprieten más, hasta que la cuerda le corte la piel y no pueda pasar ni la sangre a través de ellas.

Uno de los hombres me haló del pelo para echar mi cabeza hacia atrás y me puso una mano firme en el cuello para inmovilizarme; mientras, los otros cuarto rehacían cada uno el amarre sobre alguna de mis extremidades. No escatimaron en su obediencia, no dejaron de apretar hasta que grité por el dolor que la presión me confería. Cuando terminar de atarme no podía ni levantar un dedo, no quedaba ni un milímetro de soltura en aquellas ataduras.

—¿A qué viene tanta precaución con una mujer, majestad?

El rey me sonrió. Las arrugas de sus ojos se pronunciaron con lo teatral de su gesto. Su postura era severa, su mandíbula apretada lejos de su máscara de benevolencia. Estaba harto de mí, pero todavía le quedaban piezas para jugar y muchísimas ganas de irse encima del tablero.

—Te voy a contar un secreto que tal vez te haga caer de la silla, así que agárrate fuerte. —Fruncí el ceño por el cinismo de su humor—. Aquí va: no soy estúpido.

—¿Cree que una mujer podría hacerle daño?

—Ay, mi niña... ¿quieres que responda si creo que hombre y mujer son iguales? No lo son. Ambos son seres humanos dotados con capacidades y limitaciones distintas, insinuar que somos iguales implica que somos capaces de las mismas cosas y no es así. Sin embargo, y como ya aclaré, no soy estúpido. El hecho de que no seamos iguales no implica que niegue que ustedes también son seres racionales y capaces, aunque de cosas distintas y por motivaciones diferentes.

—Va a tener que explicarse muchísimo mejor, majestad. No estoy segura de haber entendiendo... pues nada.

El rey tomó aliento para la explicación que estaba a punto de darme.

—El hombre es un ser fuerte y centrado, la mujer un alma pasional. Esas emociones son las que las dominan a ustedes, es la razón por la que este sistema las favorece sin comprometer la seguridad de nadie.

—Qué interesante... —Contuve a duras penas una risa—. Cuénteme más. ¿En qué parte nos favorece este sistema? Porque creo que me la perdí.

Él no caía en mis provocaciones, respondía con fluidez y sin que mi humor lo afectara. Tenía tan interiorizadas sus respuestas, y creía en ellas con tal convicción, que las derrama a través de su boca con la naturalidad de quien contesta su nombre al presentarse.

—Las esposas no tienen la necesidad de trabajar, hacer esfuerzos, levantar pesos, hacer negocios ni salir de casa más que para favorecer sus frivolidades. Pasan el día rodeadas de caprichos, teniendo la potestad de decidir el orden de su propio templo. Están protegidas de la crueldad del mundo real, y a la vez tienen la bendición de formar un hogar siendo sus propias diosas dentro de el. Cada esposa es la reina de su casa y de los suyos.

—Fascinante. —La ilarancia en mi voz no estaba disimulada ni un ápice—. ¿Y las Vendidas, majestad?

—Es horrible hablar de estos temas con un no-creyente, porque lo peor es que el blasfemo no cree estar haciendo las cosas mal, simplemente desconoce la verdad.

—No pierda esta oportunidad de convertirme, majestad.

Lesath se deshizo en una sonora carcajada. ¿Qué hacía el rey riendo con tal cinismo ante mí? ¿De qué me estaba perdiendo?

—¿Tú crees que yo quiero convertirte?

—Bueno, la misión de Lord Zeta era...

El rey me cortó con un ademán de su mano.

—Yo aprobé el compromiso porque era la forma más decente de ponerle fin al berrinche de Sargas sin comprometer la integridad de todo el reino.

—Su solución fue darle lo que quería.

—¿No hice eso contigo una vez? Un rey no puede permitirse el orgullo. Si me toca ceder para evitar un desastre, siempre lo haré. Mi prioridad es el bien del reino, por encima de este está hacer prevalecer el sistema, el linaje y la Corona. Todas mis decisiones se toman en consecuencia de esos puntos, nunca haré una elección que no los beneficie.

»Como te decía, jamás he tenido intención de convertirte. Sé de primera mano que es inútil volver creyente a alguien que no ha crecido escuchando la verdad. —Se sentó en el suelo a mi lado con las piernas dobladas hacia dentro, como un niño. Era increíble lo poco que le importaba al rey rebajarse con el fin de hacer llegar su mensaje—. De pequeño mi padre se preocupó de que tuviera una buena educación teológica y mi madre de llevarme al templo cada semana para que yo conociera a Ara por mí mismo. Mi cerebro está programado desde antes de ser capaz de resolver cálculos matemáticos, a creer. Nadie va a moverme de mi fe.

»En cambio... Sargas creció oculto, conoce de teología pero no siente amor por Ara porque jamás tuvo un trato directo con ella. Entiende y acata las reglas que le favorecen, incluso las usará como escudo en discusiones como si creyera en ellas, pero para todo lo demás es incapaz de creer. Lo ve todo con el ojo clínico de alguien que memoriza pero que necesita una respuesta para todo más allá del "porque es su voluntad". Y nada lo va a cambiar, no ahora. Fue mi error y responderé ante Ara por el, que al verme humillado por su nacimiento sentí tal ira que no medí las consecuencias de tenerlo apartado de mí y de todo.

Así que él lo sabía. Sabía que yo estaba al tanto de que el heredero era un bastardo.

—Sin embargo, aunque no quiero hacerte creyente, sí espero que comprendas el mundo en el que vives y que respetes sus reglas. Es como en todo, no tienes que entender a otro ni estar de acuerdo con él para respetarlo. ¿Bien, mi niña?

»Me preguntabas en qué favorece el sistema a las Vendidas, para eso debes primero comprender que yo, Lesath Scorp, creo firmemente en Ara y sus propósitos. Ella nos conoce, sabe lo que somos incluso antes de traernos a la vida. Nuestros destinos son su voluntad, y es ella quien decide quién va a nacer esposa y quién Vendida. Las Vendidas son mujeres llenas de pasiones peligrosas que podrían consumirlo todo a su paso, por ende ellas son domadas por la voluntad de un amo, que tampoco será exclusivo para ellas para que no sientan que él les pertenece sino al contrario. Por supuesto, hay que mantener domada su hambre, por ende estas mujeres son bendecidas con dosis de placer frecuentes (de las que no goza una esposa), desde que tienen la edad en que sus deseos comienzan a despertar.

—Eso es horrible.

—Así se hace aquí. Y sé que puede parecer espantoso, pero te confesaré algo... —Puso una de sus manos sobre mi brazo inmovilizado—. Fuera de Aragog hay leyes, costumbres e ideologías distintas de las que nos mantenemos alejados para no contaminarnos, y sé que tú imaginarás que estar fuera sería un sueño, pero la verdad es que todo gobierno es opresor para alguien. No muy lejos de aquí las personas de piel oscura son esclavizadas. "Negro" es allá diez veces peor que aquí decir "mujer". Así son las cosas, y no hay que sufrir por ellas, solo reconocer que somos parte de un todo que no comprendemos y someternos a la voluntad del creador. Al final nosotros solo somos piezas de su inmenso tablero que no podemos ver más allá de nuestra casilla.

—En conclusión, somos iguales pero su deidad nos quiere en posiciones diferentes y solo por eso está bien. Eso no responde a mi pregunta. ¿Por qué me tiene atada si soy solo una mujer y no estoy a la altura de las capacidades de un hombre y fiel servidor de Ara?

—Repito, porque no soy estúpido. Mi esposa era como tú. Mi esposa era peor que tú. Conozco a las de tu clase. Son mujeres que se creen hombres, y aunque yo no comparto la teoría de la igualdad entre géneros, hay algo que no puedo negar: el poder de la fe. Ustedes creen en ustedes mismas más que en nadie, y mujeres... personas, como ustedes, pueden hacer un reino arder. Mírame. —Le obedecí. Sus ojos dorados refulgían como oro derretido—. Tú puedes hacer que este reino se caiga a pedazos. Tú lo sabes, yo lo sé, y no me siento menos al reconocerlo delante de mis hombres en esta sala. Tú puedes. Así como pudo haberlo hecho mi mujer. ¿Pero sabes por qué ella no lo hizo?

Tragué en seco.

—No.

—Porque ella era más inteligente que nadie. Existirán mujeres que crean que si este reino cae ellas se levantaría, pero la verdad es que si esto arde... cada una de ustedes arderá con nosotros, y quienes van a levantarlo, serán hombres. Volverán a repetir la historia y las suyas sufrirán el doble, castigadas por la necedad de una. Son ustedes quienes han demostrado ser volátiles, son ustedes quienes se pusieron en esta posición.

—¿Me está diciendo... que algo así ya pasó?

—Sí. Sucedió hace miles de años cuando el linaje Scorp se erigió sobre Aragog, cuando Lesath el Justo, Antares el Audaz y Scorpius El Primero tomaron el control junto con la bendición de Ara, formando el sistema más estable que ha existido en siglos, y la dinastía más duradera. Pero sí. Quien ocasionó el caos de entonces fue una mujer, y por ella Ara cambió el destino de todas ustedes, maldiciéndolas por el pecado de sus hermanas, pero favoreciéndolas para mantener su conformidad y sumisión.

—No lo puedo creer... ¿por qué no enseñan esto en los libros o...?

—Porque muchas de ustedes tomarían la historia como un aliento y ni una lección.

—¿Por qué me la cuenta a mí?

—Porque eres igual a mi esposa, y luego de que hablara con ella al respecto ella comprendió que no valía la pena volver cenizas todo lo que amaba, menos si quienes renacerían de ellas serían hombres. Y sé, mi niña, que piensas que estás sola en el mundo y que definitivamente nada te ata a el, pero... Todos amamos a alguien. Por ejemplo... Lord Ares y su hermano Leo. Tal vez Lady Lyra o... Sir Orión.

El oxígeno se atascó en mi garganta.
Cuando quise abrir la boca, la voz del rey perdió el paciente cariz informativo y adoptó un tono frío, directo y amenazante.

—Asiente con la boca cerrada si entendiste lo que traté de decir. —Tragué en seco e hice tal cual lo que me pidió—. Ahora que los puntos están claros te lo voy a preguntar una sola vez: ¿mataste a mi Mano?

—No.

Chasqueó los dedos ante uno de los guardias.

—Que me mire. —El hombre me tomó por la barbilla y volteó mi rostro hacia el rey, manteniéndolo firme en su posición a pesar de lo doloroso que era—. ¿Quieres ser mi igual? Que así sea. De una persona a otra te juro que si consigo probar tu culpabilidad en la muerte de Lord Zeta Circinus pondré tu cabeza como trofeo en mi museo personal, pero eso será en al menos diez años. Antes, te dejaré vivir tanto para sufrir viendo a los que amas pagar por la consecuencia de tus actos.

—Le juro por Ara, Aquila y mi propia alma que yo no lo maté. No tuve ninguna oportunidad para hacerlo.

—Y así lo espero. De lo contrario, conseguirás encender la hoguera que has estado buscando, pero también te quemarás en ella.

El guardia me soltó.

—Ahora, es mi deber informarte sobre ciertos cambios inevitables que tendremos que asumir ahora que eres la viuda de mi Mano.

—¿Cambios? ¿Qué cambios?

—Como sabrás, Ara dice que si una mujer enviudese, ha caducado su tiempo bajo el cuidado del hombre. Esta misma mujer siempre le pertenecerá a su marido, y a la vez ya no le pertenecerá a nadie ¿Comprendes eso?

—Es libre.

—A su modo. A partir de ahora ya no serás Aquía de Mujercitas. Eres Lady Aquía Circinus, viuda de Lord Zeta Circinus, cabeza de su apellido.

No tenía idea de cómo sentirme al respecto. Era libre, tenía un apellido, pero a la vez era "su" apellido.

—De la misma forma pasas a ser tutora legal de Ares Circinus. Lord Ares es un hombre adulto, por supuesto, pero tienes el irrevocable poder de decidir si es o no digno del apellido, en ausencia de tu marido.

—Yo...

—Por motivo del deceso de tu marido, también se te reconoce como la nueva dueña de la torre que antes ocupaba La Mano. Se te concederá una pensión de viudez de acuerdo al servicio de tu cónyuge, el cual fue excelso e intachable, por lo que podrás vivir cómoda. Se te concederán el resto de sus vienes y posesiones, entre ellas incluidas sus doce Vendidas. ¿Dudas?

«Muchas».

—Solo una. Ahora que... mi marido —pronuncié con asco— ha fallecido...

—Fue asesinado.

—Pero ya no está, y a eso me refiero. En su ausencia, ¿puedo yo ejercer su puesto como Mano del rey?

La risa de Lesath fue de lo más espontánea, descarada y ofensiva.

—Podría hacer una lista de todo lo que está mal ahí, pero vamos a intentar resumirlo en: una mujer en un cargo de poder. Una mujer que no tolero. Una mujer que es reconocida como la mayor hereje del reino, sospechosa del asesinato de su marido, popularmente y velozmente ya llamada "Lady viuda negra", que ha humillado a mi primogénito, mi Mano, mis leyes y a la mismísima Ara... ¿como mi principal delegada política? ¿En serio pensaste que siquiera era considerable una desfachatez como esa?

—¿La verdad? No. Solo sentí curiosidad sobre los motivos que me daría para negarse. No se preocupe, su majestad, no ostento cargos de poder. No soy una líder, no sé nada de política ni de cómo dirigir un reino. Sin embargo, nada perdía con preguntar, al fin y al cabo... Sargas será rey, ¿no? Creo que hasta yo sería mejor opción que él.

El rey me sonrío por primera vez abiertamente, sin falsedades de ningún tipo, y me palmeó una mejilla.

—Te diré esto en pro de que entiendas el alcance del poder de la Corona, y lo que estoy dispuesto a hacer por preservarla a ella y a su historia. —Se quitó la corona de la cabeza y la besó, muestra sagrada entre la monarquía de que su palabra era por completo sincera y sin dobles interpretaciones—. Mientras mi hijo Antares viva Sargas jamás será rey. Mientras, que sea feliz. Él, y tú, sabiendo que el hombre al que odias vive una mentira que pronto lo sepultará bajo su propio ego.

—¿Qué...?

Estaba anonadada. El rey de Aragog acababa de hacerme tal vez la declaración más peligrosa bajo los muros del reino, y fue pronunciada bajo palabra sagrada. Mi cabeza comenzó a doler mientras me preguntaba cómo debía interpretar ese movimiento, cómo proceder y si debía creerme sus palabras.

Siempre me había preguntado cómo Lesath permitiría que el bastardo de su difunta esposa reinara cuando era tan devoto a su religión y sus leyes. Pensé que haría una excepción por evitar escándalos, pero... ¿y si había algo más? Las cortes eran una manada de víboras disfrazadas, no sería extraño que detrás de sus aplausos y discursos de conformidad conspiraran para eliminar al bastardo sin generar el escándalo de revelar los escándalos detrás del lecho del rey y su esposa.

¿Por qué sentía esa punzada de horror? Sargas me había hecho daño, me había repetido demasiadas veces que lo odiaba, sentir lástima por él sería inverosímil. Pero por otro lado comprendo la oleada de empatía que me asaltó entonces. Sargas y yo éramos, dependiendo del enfoque con que se nos estudiara, paralelos. Pisoteados por el sistema, marginados por cuestiones de nacimiento que escapaban de nuestro control, él por nacer bastardo y yo mujer; él arrancado de los brazos de su madre para ser encerrado en las mazmorras, y yo de igual forma robada de los brazos de quien me trajo al mundo e internada para ser Vendida más adelante.

Nuestros instintos se despertaron en contra de quienes nos oprimían, cada uno hacía lo necesario para escalar, y el reino hacía el doble del esfuerzo por quitarnos del camino. Luchábamos contra una fuerza más grande que ambos.

Pero a pesar de que comprendía su situación en definitiva no podía sentir respeto por él. Partíamos del mismo comienzo, pero cada uno tomó decisiones distintas. Su odio era irracional y desmedido al punto de que hacía más daño a quienes no tenían responsabilidad sobre su dolor que a quienes sí. Vengativo, rencoroso e incapaz de abrirle la puerta a la empatía. Era un ser que le daba al reino el placer de ver cumplida las historias que inventaban sobre él. "El príncipe maldito por las estrellas con la incapacidad de amar". No tenía por qué ser así, pero sus elecciones lo habían empujado a ese punto.

No éramos iguales. Nacimos de la misma injusticia, pero yo tomé el camino de la supervivencia y él el de la destrucción absoluta.

—¿Por qué me cuenta...?

Pero lo entendí al momento. El rey estaba convencido de que yo había matado a su Mano, el primero en mi escala de resentimiento. Es posible que sospechara que tenía una lista, y que el siguiente era Sargas. Lesath Scorp no amaba al bastardo de su esposa, pero no podía permitir que lo asesinara una mujer. Por eso me contaba eso, para mantenerme esperando, para que dejara vivir a Sargas para verlo sufrir eel momento en que le arrebataran lo único que le importaba en el mundo: la Corona.

«Sargas me condenó a casarme con mi agresor. Me llevó a juicio. Esperó que acudiera a él humillada a rogarle clemencia. No puedes sentirte mal porque ahora vaya a probar el fuego de su propio veneno.»

—Una pregunta más antes de que se vaya, majestad. ¿Puedo seguir entrenando con los asesinos?

—¡¿Todavía quieres seguir jugando?! ¿No crees que es demasiada suerte la que ya tienes? ¿Quieres todavía tratarla más?

—No juego, majestad.

Lesath asintió.

—Yo tampoco. Ya tendrás mi respuesta pronto. Públicamente. Espero mi mensaje. Mientras tanto... disfruta tu nueva libertad, mientras la tengas.

Esta es la plantilla mágica, cuenta la leyenda que si la suben a sus stories de Instagram y me etiquetan (@axavelasquez) se desbloquea el siguiente capítulo 👀 Jajajaja de verdad estoy muy emocionada por ver sus reacciones, así que en serio los animo a participar ♡ Y muchas gracias a Gvelaz24 por el diseño de la plantilla.

A continuación algunos memes y edits  de los que ustedes me enviaron. Gracias por tanto ♡

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