Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Si...

Par AxaVelasquez

6.1M 603K 550K

«Toda mi vida había sido preparada para ser vendida. Pero nadie me preparó para ser vendida a "él"». La princ... Plus

Introducción
Personajes
Prefacio
Capítulo 1: Mi precio
Capítulo 2: Mi compra
Capítulo 3: Mi comprador
Capítulo 4: Mi entrega
Capítulo 5: Mi destino
Capítulo 6: Mi elección
Capítulo 7: Nunca llores
Capítulo 8: Nunca confíes
Capítulo 9: Nunca ruegues
Capítulo 10: Nunca duermas
Capítulo 11: Nunca calles
Capítulo 12: Nunca tiembles
Capítulo 13: Mantén tus recuerdos lejos
Capítulo 14: Mantén el mentón en alto
Capítulo 15: Mantente en la cima
Capítulo 16: Mantén a tus amigas cerca
Capítulo 17: Mantén tu esencia
Capítulo 19: No te alejes
Capítulo 20: No te detengas
21: No te reprimas [+18]
Capítulo 22: No seas de nadie
Capítulo 23: No esperes milagros
Capítulo 24: Monstruo
Capítulo 25: Sargas
Capítulo 26: Madre
Capítulo 27: Esposa.
Capítulo 28: Beso.
Capítulo 29: Lady viuda negra
Capítulo 30: Princesas
Capítulo 31: Un buen hombre
Capítulo 32: No puedo hacerte daño
33: Presa y cazador [+18]
Capítulo 34: La sombra
Capítulo 35: Madame
Capítulo 36: Infame
Capítulo 37: Gloria
Capítulo 38: Salvaje
Capítulo 39: Nefasto
Capítulo 40: Perverso
Capítulo 41: Lujuria
Capítulo 42: La serpiente ha despertado
Capítulo 43: Na'ts Yah
Capítulo 44: El cisne tomó su canal
Capítulo 45: Darangelus sha'ha me
Epílogo
Preguntas
Escena extra +18
Vendida EN FÍSICO

18: Mantente en control [+18]

110K 11.3K 10.2K
Par AxaVelasquez


Él no dudó de mí, conocía mis habilidades, supo que podría escalar las paredes del castillo para moverme de un balcón a otro sin resbalar y sin que el vértigo me paralizara. Desde la habitación contigua a la de Shaula accedimos al interior del castillo y nos escabullimos hasta un pasadizo que nos condujo al exterior sin llamar la atención. Orión se aseguró de que me bebiera unos cristales que me ayudarían a soportar el frío de la noche de Ara, luego me suministró una bolsa de los mismos por si la necesitaba más adelante. Por último me tendió una túnica marrón con  capucha para que no llamara la atención con mi vestido corto con girasoles.

Nos internamos en los barrios más humildes de Ara donde los mercados móviles ya habían sido recogidos y las tiendas guardaban sus letreros, apagaban las luces y cerraban sus puertas. A la hora en que andábamos solo nos topamos con mendigos en las aceras y callejones, pandillas en las esquinas, hombres misteriosos en medio de intercambios, niños que huían a la carrera de grandulones que los habían descubierto robando, y borrachos que iban o regresaban de bares.

—¿Por qué me traes a esta parte de Ara? —pregunté cubriéndome más con la túnica.

Orión, caminando junto a mí, se veía tal cual como el día que decidió comprarme. Incógnito tras su capa sostenida por el broche de la guardia, intrigante y cautivador solo con su sonrisa iluminada por la luna mientras el resto de su rostro permanecía tras el velo de sombras que creaba la capucha. La visión de su cinto le daba un aura de imponencia amenazante, pues iba bien ataviado con su espada además de las dagas en sus brazos y la segunda espada que ocultaba en su espalda. El cazador nunca salía a pasear desnudo.

—¿A qué parte de Ara esperabas que te trajera?

—No sé, pero esto da miedo. Ni siquiera hay nada que robar.

—Tú solo espera.

—¿Qué clase de caballero eres si sales a robar para distraerte y te llevas a la Vendida de tu señor?

—No sé de qué clase soy, preciosa, pero apuesto que acabaré por convertirme en tu favorita.

Torcí los ojos para que mi sonrisa no fuera tan obvia. No me había dado cuenta de cuánto extrañaba no soportar su presencia.

—Cuando eres el Orión misterioso…

—¿Qué?

«Me fascinas», confesó mi traicionero inconsciente.

—Me repeles —pronunció mi boca con dignidad.

Sonrió, un gesto seductor y desquiciante en la misma medida. Lo peor es que yo sabía que detrás de aquella sonrisa había una cicatriz que yo misma había causado, y todavía más increíble era que eso no menguaba el efecto de aquel hombre en mí.

—Y a mí me repele que hayas combinado girasoles con las rosas de tus zarcillos pero aquí estoy, haciendo un esfuerzo por ti.

—¡Pero si los dos son flores!

—¡Están prácticamente en extremos distintos en la escala de lo que es floralmente compatible!

—Eso ni siquiera existe.

—Lo único que no existe aquí es tu buen gusto, preciosa.

—Pues tal parece que se acaba de insultar a usted mismo, caballero.

Orión se detuvo solo un segundo, como si tratara de decidir si había entendido bien mis palabras. Dejó salir aire en una especie de risa diminuta, y luego avanzó sin caer en mi juego. Señaló un edificio bajo de dos plantas con techo plano y ancho, indicando que ese era nuestro destino, y nos dirigimos hacia ahí. Rodeamos el lugar por un callejón hasta quedar en la parte trasera del edificio.

Orión de un pequeño brinco se agarró al marco de la puerta trasera apenas con sus dedos, flexionó sus brazos y levantó su cuerpo como si estuviera en una barra de ejercicios, luego se soltó de un brazo, mismo que estiró para agarrarse a la ventana de arriba estaba vez con un agarre certero de toda su mano que lo ayudó a subirse por completo, con los pies apoyados en el alfeizar y las manos sosteniéndose del marco. Una vez ahí, se quitó el broche de las dos espadas dejando volar su capa hasta mí, y con la parte del prendedor manipuló la cerradura de la ventana hasta que chasqueó y consiguió abrirla.

—Vuelve a tirarme la capa —ordenó.

Estaba tan embelesada en su maniobra, en la destreza de su cuerpo, en cada mínima flexión de sus músculos bajo el cuero de su uniforme, que casi tuve que pedirle que me repitiera la orden. Por suerte logré contactar con mi cerebro antes de quedar como estúpida y le arrojé su capa de vuelta.

Desapareció tras la ventana por un segundo, enseguida volvió a asomar la parte superior de su cuerpo y a inclinarse hacia mí para arrojarme el extremo de una soga que usé como soporte para anclar mis pies a la pared y caminar sobre ella hasta llegar a la altura de la ventana e introducirme por ella.

—No hay gente aquí —anticipó en un susurro— pero eso no implica que sea prudente armar un escándalo mientras bajamos a la primera planta.

—Orión. —Lo detuve sosteniéndolo del brazo cuando se disponía a seguir. Ya no tenía la capucha y solo la tenue oscuridad me protegía de sentir todo el impacto de su rostro—. Tengo… tengo que preguntar esto. ¿Por qué lo haces? No lo que sea que estemos haciendo, sino incluirme. Si esto podría ser peligroso… cualquiera diría que no es propio que me traigas a algo así. Y… ni siquiera es eso, va más allá. Tú estás conmigo y no debería ser así. Podrían matarnos. En los libros los románticos sacrifican sus grandes amores por el bien de su chica. Y tú actúas... No sé cómo actúas, quiero comprenderlo.

Sentí que me había excedido con el final por el dramatismo. Orión y yo ni siquiera nos habíamos tomado la mano y salía yo a hablar de grandes amores y sacrificios. Esperaba que la penumbra disimulara el rubor de mis mejillas, y esperaba también que Orión olvidara lo que acababa de decir, puesto que si bien me intrigaba la respuesta no quería que de pronto él reflexionara y me llevara de vuelta al castillo a mi miserable vida solo por “mi bien”.

Sin embargo, Orión estaba más serio que nunca, la cicatriz de su rostro me pareció más severa y la intensidad de su mirar insoportable.

—Espero que escuches lo que te voy a decir y lo comprendas. —Respiré y asentí—. Tú no necesitas que nadie te proteja, Aquía. Ni siquiera yo, ni siquiera de mí. Me has demostrado ser una persona que sabe lo que quiere, y si lo que quieres es jugarte la cabeza por matar tus ansias conmigo, pues jugamos juntos y a ver qué pasa.

Me tenía agarrada de un brazo, di un paso hacia él, luego otro, y lo vi directo a la cara hablando con mi voz estrangulada de deseo.

—Sí, quiero.

Me agarró con sus dos manos el rostro y metió sus dedos entre mi cabello, mirándome, sin hacer nada más que eso.

—¿Qué quieres?

—Todo.

Sorbió aire hasta inflar su pecho y luego lo dejó salir en un suspiro atribulado.

—No puedo creer que quieras todo, no tienes idea de lo que significa.

Con cuidado de no parecer hostil quité sus manos de mi rostro, luego con una sonrisa incitante me deshice de la túnica que me había prestado hasta quedar solo con el corto vestido negro de los girasoles. Le di la espalda y caminé lento, un paso a la vez cuidando de que mi cuerpo se moviera como yo quería que lo hiciera, hasta llegar a la ventana. Entonces me volteé y mirándolo a los ojos me senté en el alfeizar y rectifiqué:

—Sí, quiero. Todo.

Orión era un cazador, el cazador del cielo, estaba acostumbrado a tratar con presas y no a ser una. No iba a saltar encima de mí, pero cómo me deleité al verlo temblando para contenerse. Él caminó hacia mí, separó mis piernas para hacerle espacio a su cuerpo y puso una mano a cada lado con su rostro casi pegado al mío.

—¿Cómo sabe que lo quiere todo si no ha probado nada aún, mi Lady?

—Pues muéstrame.

Sonreí.

Él se acercó primero a mi mejilla, respirando sobre ella, haciendo que mis labios temblaran de ansias, extrañando algo que nunca habían tenido. Pero el cazador no avanzó hacia ellos. Me rozó con la punta de su nariz y con ella marcó una trayectoria por todo mi cuello, desperdigando su respiración, ocasionando que mi espalda se arqueara. Él lo notó, de otra forma, ¿por qué de pronto uno de sus brazos abandonó su posición para rodear mi cintura? El afecto sobre mí fue de necesidad pura. Tanta, y más de la que había sentido nunca, que rodeé con mis piernas su cuerpo, atrapándolo, suplicando.

Sus labios se detuvieron entre mi cuello y mi clavícula, y ahí habló con su voz en un susurro convirtiéndose en dedos eléctricos que recorrían todo mi cuerpo.

—¿Dónde quedaron sus elocuentes palabras, mi Lady?

—Cre…

Tuve que morderme los labios para no gemir cuando los suyos acariciaron la tierna piel de mis clavículas.

—¿Sí, mi Lady? ¿Iba a decir algo?

—No… —Otro beso, esta vez en mi cuello—. No recuerdo.

—Perfecto. No es que me guste su silencio, mi Lady, pero me encanta el lenguaje de su cuerpo.

Entonces sentí mano a un lado de mi rostro, aferrándome, y la punta de su lengua ascendiendo por mi cuello hasta mi oreja. Me arrancó un grito interno que no pude callar del todo y que salió como un llanto de necesidad entre mis labios. Aferré más mis piernas a su cuerpo como si así pudiera callar lo que gritaba entre ellas. Y me enganché con ambas manos a su cuello, obligándolo a mirarme.

—Por favor. —Mi voz salió entrecortada, y ni sus ojos hambrientos ni su sonrisa juguetona me ayudaban a calmarme—. Por favor, ya.

No era una petición para que parara, sino para que no prolongara mi agonía y continuara de una vez.
Entonces llevó sus manos a su espalda, se consiguió con mis pies y deshizo mi trampa. Se echó hacia atrás todavía con una de mis piernas en sus manos hasta que esta quedó totalmente extendida.

Con mi pie en su poder me quitó el calzado y comenzó con un pequeño masaje que me hizo llevar el cuello hacia atrás del gusto. Si me seguía mordiendo los labios me los iba a arrancar.

Sentí el primer roce de su boca en mi tobillo cuando sus manos ya acariciaban mi pantorrilla.

—¿Aquía?

—¿Hmm?

—¿Has...?

Posó con cuidado mi pierna junto a la otra. No comprendí lo que pasaba mientras lo veía hincarse en el suelo entre mis piernas colgando de la ventana, con su rostro un poco por encima de mis rodillas.

—¿Qué pasa? —pregunté, nerviosa por alguna razón.

—¿Has tenido un hombre de rodillas, Aquía?

—Yo…

Pero cualquier respuesta que haya planeado mi cabeza me abandonó en cuanto sentí sus manos separar mis piernas. Sus dedos jugueteaban con mis rodillas, sus labios depositaron pequeños besos en la cara interna de mi pierna de manera ascendente, lento, agónico, incitante. Me sentí a punto de gritar o de lanzar una patada.

—Preciosa…

—¿Hmm?

Su voz contra mi piel tenía que ser considerada un delito.

—Me encantas.

Su rostro ya había llegado al límite de mi falda, comenzaba a retirarla hacia arriba entro un beso y otro.

—Aquía.

—Por Ara… ¿qué?

—Nada. —Detuvo sus labios y dejó sus manos jugar sobre mi muslo, yendo más allá de los que la falda dejaba ver—. Solo me encanta decir tu nombre.

Sus dedos ya habían dado con el borde de mi ropa interior y comenzaron a removerla, haciéndola a un lado, accediendo a la piel más tierna de todo mi cuerpo, y el punto de más calor también. Su roce me arrancó un respingo.

Orión elevó la vista, sonriendo, sin dejar de manipular sus dedos en busca de mi placer mientras la otra mano mantenía a un lado la tela de mi ropa interior.

Aquella zona para mí nunca había estado viva, siempre en pausa en espera de que un comprador se adueñara de ella. Y Orión la hizo arder en segundos. Con sus dedos curiosos y sus ojos de depredador atentos a los cambios de mi respiración, a cómo mordía mis labios, a los sonidos que escapaban de mí, consiguió un punto con el que yo ni siquiera había soñado. No hubo necesidad de introducir nada, mientras su pulgar disfrutaba de esa humedad viscosa que brotaba de mí, sus otros dedos jugueteaban presionando y moviéndose en círculos en ese punto mágico que me hacía aferrarme al alfeizar como si una fuerza externa me arrastrara, que me hacía jadear y suplicar, temblar bajo el dominio del placer más grande que jamás había sentido.

Y así siguió, sonriendo con deleite, sin perderse ni uno de los gestos de mi rostro dándome más a medida que más le exigía, hasta que alcancé un éxtasis inhumano que me hizo sentir la necesidad de mover las caderas mientras él me ayudaba con el compás de sus dedos. Entonces vino esa sensación, fue como estar de nuevo escalando las paredes del castillo de un balcón a otro, pero esta vez dejándome caer, cediendo al vértigo, y aterrizando de pie con toda mi piel erizada. Entonces exhalé un último aliento, y sentí su lengua despedirse de aquel lugar donde antes estaban sus dedos manos, consiguiendo arrancarme un último respingo.

Con la respiración entrecortada temí ponerme de pie y no ser capaz de sostenerme. Él me miraba sonriendo, victorioso. Se levantó para mirarme a la cara, con devoción y ternura a la vez, y apartando unos mechones de mi rostro me dijo:

—No puedo darte todo en un día.

Entonces me acerqué a él, apenas y podía respirar pero me arriesgué a besarlo, apenas un pequeño encuentro de nuestros labios que finalicé con una ligera mordida.

—No importa —respondí sin apartarme de su boca—, no tengo prisa.



🏹Quiero dar un agradecimiento especial a esta cuenta de Instagram que hizo este edit de Orión y Aquía que me dejó enamoradaaaaa.

🦂La mayoría de los edits que estoy recibiendo los publico en mi Instagram, los uso como promoción en Facebook o los suben las admins de las cuentas fakes de los personajes en Instagram, así que muchísimas gracias a todos los que aportan sus bellezas 😍

👑Pregunta de este capítulo: ¿Les gusta la química entre Orión y Aquía? ¿Les gustan las escenas +18? ¿Les parece que las llevo bien?

⚔Este capítulo está dedicado para Gvelaz24 porque es su cumpleaños, es una lectora que me apoya muchísimo, me llenó de edits, me hizo marcapáginas, en fin, la amamos. Todos los Axers también le desean un feliz cumpleaños.

Continuer la Lecture

Vous Aimerez Aussi

1.8M 241K 47
En un mundo oscuro, ella es un brillante faro... Portada hecha por: Austrova ♥️
2.6K 1.3K 28
Que pasara si te duermes en la sala de tu casa. Pero cuando despiertas te encuentras en una habitación desconocida con otros tres chicos, que harías...
1.2M 198K 200
《 Transmigré a la antigüedad para ganar dinero y criar a mi cachorro 》 Cuando despertó después de transmigrar, descubrió que se había convertido en l...
240K 16.1K 25
Todo en mi vida era normal. Hasta que entre a ese bar. ¿Dirás cuál es el problema? Ahi los conocí, conocí el secreto de este pueblo. No puedes confia...