Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Si...

Autorstwa AxaVelasquez

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«Toda mi vida había sido preparada para ser vendida. Pero nadie me preparó para ser vendida a "él"». La princ... Więcej

Introducción
Personajes
Prefacio
Capítulo 1: Mi precio
Capítulo 2: Mi compra
Capítulo 3: Mi comprador
Capítulo 4: Mi entrega
Capítulo 5: Mi destino
Capítulo 6: Mi elección
Capítulo 7: Nunca llores
Capítulo 8: Nunca confíes
Capítulo 9: Nunca ruegues
Capítulo 10: Nunca duermas
Capítulo 11: Nunca calles
Capítulo 12: Nunca tiembles
Capítulo 13: Mantén tus recuerdos lejos
Capítulo 14: Mantén el mentón en alto
Capítulo 15: Mantente en la cima
Capítulo 17: Mantén tu esencia
18: Mantente en control [+18]
Capítulo 19: No te alejes
Capítulo 20: No te detengas
21: No te reprimas [+18]
Capítulo 22: No seas de nadie
Capítulo 23: No esperes milagros
Capítulo 24: Monstruo
Capítulo 25: Sargas
Capítulo 26: Madre
Capítulo 27: Esposa.
Capítulo 28: Beso.
Capítulo 29: Lady viuda negra
Capítulo 30: Princesas
Capítulo 31: Un buen hombre
Capítulo 32: No puedo hacerte daño
33: Presa y cazador [+18]
Capítulo 34: La sombra
Capítulo 35: Madame
Capítulo 36: Infame
Capítulo 37: Gloria
Capítulo 38: Salvaje
Capítulo 39: Nefasto
Capítulo 40: Perverso
Capítulo 41: Lujuria
Capítulo 42: La serpiente ha despertado
Capítulo 43: Na'ts Yah
Capítulo 44: El cisne tomó su canal
Capítulo 45: Darangelus sha'ha me
Epílogo
Preguntas
Escena extra +18
Vendida EN FÍSICO

Capítulo 16: Mantén a tus amigas cerca

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Autorstwa AxaVelasquez


Se dice que la fe mueve montañas, pero nadie habla de que la desesperanza las puede congelar.

Antes de hablar con el rey yo creía en mí misma. No me imaginaba en la cima de nada pero cada vez estaba más confiada en el respeto que podía llegar a inspirar, en que merecía un trato mejor y que tenía los medios para conseguirlo. Me imaginé como una igual a los hombres, pero ambicioné demasiado alto. Aragog no estaba listo para darme un lugar, y como consuelo me permitían jugar con cuchillos con la condición de que no instara a otras a seguir mi ejemplo, de que ni siquiera se me pasara por la cabeza creer que había algo en mí que valiera la pena imitar.

Solo éramos el entrenamiento y yo. Leo intensificó mis prácticas a ciegas, no me quejé, no podía hacerlo, él era el hombre con los sentidos más hábiles que había conocido así que si quería al menos un poco de su don necesitaba trabajar a su ritmo y con sus reglas.

Los combates a ciegas eran la peor. No usábamos armas sino las manos, yo vendada y aquel fuerte y hábil hombre con años de entrenamiento sin nada que le impidiera dejarme como un muñeco de trapo inservible. Cuerpo a cuerpo; solo mi mente, el dolor, y yo. Recibía palizas tremendas que me dejaban adolorida y me arrancaban chillidos retumbantes y lágrimas furtivas, mas yo seguía, recibiendo golpes que no veía anticipaba ni sabía de dónde provenían y lanzando ataques que se perdían en el aire. Pero poco a poco avanzaba, al menos conociendo las mejores técnicas de defensa, los puntos que debía cubrirme y cómo atacar sin quedar demasiado expuesta. Aprendí a conocer el tamaño de mi adversario, hacia dónde debía apuntar mis golpes para que de acertarlos no fueran tan inofensivos.

Llegó un punto en que todo era delator para mí, descubrí que había mucho que podía interpretar a través de la negrura de la nada. El olor a sudor que me anticipaba la presencia de mi enemigo, su respiración que me daba pistas de su proximidad. En varias oportunidades llegué a pegarle y a esquivar su contraataque al instante, agachándome, haciéndome a un lado y luego saltando hacia atrás con destreza para ponerme a salvo de su respuesta y en guardia para su siguiente embestida.

Sí, se puede decir que sus clases me daban fruto.

El arco y flecha eran otro tema. Los odiaba, no conseguía ser lo bastante buena para tener la seguridad de que en un momento de peligro o en alguna misión —suponiendo que el rey me permitiera ejercer— me serían útiles. Odiaba el ardor de mis brazos de tener la rígida cuerda del arco tensada por largo rato mientras decidía si estaba apuntando bien, si no estaba demasiado desviada del blanco, si no terminaría lanzando la flecha al lado contrario. Era muy insegura con esa arma, en especial por la segunda cosa que más odiaba de usarla: mi pulso. Me temblaba desde la mano hasta los brazos, ni siquiera podía sostener una pluma sobre papel manteniendo mi pulso sometido y ligero, ¿cómo lo iba a conseguir con los brazos en alto, sosteniendo el pesado arco, tensando la cuerda, midiendo, concentrada en el objetivo y con miedo a fallar y causar una desgracia.

Yo habría dejado de intentarlo hacía mucho, pero el maestro Aer insistía en que tenía que aprender de todo o sino me expulsaría de su clase. Eso me recuerda que en lo que respecta a venenos no había avanzado casi nada porque ni Ares ni Leo eran expertos en el tema como para ayudarme. No obstante, ya no daba vergüenza ajena en anatomía, y ni hablar de los duelos, cada vez era más diestra sin importar la hoja que pusieran sobre mis manos.
Una mañana me enfrentaba a Ares en un baile continúo y vigoroso de su espada y mis gladios gemelos. Danzamos durante horas igualando nuestras habilidades, llevando nuestra resistencia al límite esperando que fuese el otro el primero en caer, sangrar o rendirse.

Yo transpiraba con mi vestido empapado, mi respiración golpeando mi pecho con furia y los mechones sueltos de mi crineja chorreando. Ares tenía el dorso brillando, cada vez que movía los brazos se veían volar gotas de sudor por todos lados. Supe que también se estaba cansando porque cada vez que blandía su espada soltaba un grito forzoso, era de esperarse ya que su arma pesaba cuatro veces lo que pensaban las mías.

En medio de aquel enfrentamiento vi entrar a Lesath Scorp a la sala. Quedé helada. Él avanzó relajado y sonriente hacia el maestro Aer como si aquella fuera una visita casual, pero yo no lo sentí así. Aquel era el rey de Aragog, el hombre con más peso y autoridad sobre sus hombros. ¿Qué hacía visitando un salón de sudorosos hombres que no necesitaban ni de su ayuda ni su atención?

Comprendí que había ido a vigilarme. Sin duda sabía que estaba en entrenamiento pero lo que no sabía era qué tan buena o desastrosa era. Yo no sabía muchas cosas del rey, pero tenía claro que si me quería sometida sin llamar la atención lo peor que podría hacer en su presencia sería demostrar que en realidad era capaz de algo.

Así que hice lo necesario para sobrevivir y lo dejé creer lo que seguro ya pensaba de mí por ser una mujer entre tantos hombres: que era inferior, que jamás podría ser más que eso.

Fallé apropósito mi siguiente estocada y de forma deliberada interpuse mi costado entre el tajo de la espada de Ares. No reprimí el dolor, dejé que me invadiera y grité con agonía mientras me arrojaba al suelo a fingir mi llanto y sangrar.

La verdad es que me abrió un buen pedazo de carne desde la parte alta del brazo hasta casi la mitad. Él no esperaba que yo fallara así por lo que recibí con todo su golpe. En algún punto entre su cara preocupada sobre mí gritando palabras que no comprendía, me desmayé por la pérdida de sangre.

☆☆▪︎☆☆

Al despertar me habían suturado, mi carne había sido rebanada como un jamón pero no fue despegada por completo sino que quedó colgando en la base, por lo que luego de las puntadas me quedarían dos cicatrices verticales paralelas de quince centímetros de largo. Mi primer gaje real del oficio de las hojas. No podía quejarme, Orión tendría toda la vida en su cara un recuerdo de nuestro primer encuentro.

Lo que sí pudo perturbarme al despertar fue descubrir que tenía visita en la enfermería. Y no eran ni Ares ni Leo, mucho menos mi comprador. Se trataba de su padre.
Lesath Scorp, descendiente del escorpión, el aguijón de Aragog sentado frente a mi camilla en la que me recuperaba de un simple rasguño. Aquello no podía ser casual.

—Despertaste. Hay un vaso de agua a tu lado por si quieres algo de beber.

—No… estoy bien.

Tenía la garganta seca pero la idea de que el agua podía estar envenenada no me salía de la cabeza. Era una idea irracional, por supuesto. Él era el rey, tenía formas mejores de matarme. Muchísimas, de hecho.

El rey se reclinó en su silla, sus manos entrelazadas sobre mis rodillas, con gesto pensativo. Esos ojos clavados en mí, inyectando un veneno que me debilitaba y adormecía mi capacidad de mentir.

—Es una lástima lo que te ocurrió —dijo con pesar, un pesar o muy genuino o demasiado ensayado. Yo no pude notar la diferencia—. El maestro Aer está muy preocupado por ti.

—¿Ah, sí?

—Sí, le sorprendió mucho tu desliz. Dice que llevabas horas resistiendo al joven Circinus, uno de sus mejores alumnos. Qué verdadera lástima que justo cuando llegué yo hayas perdido la destreza que te mantenía en pie, pero que suerte que el golpe no fue a tu brazo izquierdo donde pudo haber sido fatal, ¿no?

Hice acopio de todas mis fuerzas para no tragar en seco. Aquel hombre era más inteligente que yo, si creí que mi jugada habría podido engañarlo fui demasiado ingenua. Sin embargo, tampoco era estúpida, admitir que había intentado manipularlo sería letal, no solo por tratarse de una afrenta, sino porque revelaría que yo misma me creía lo suficiente hábil como para dejarme vencer, y que temía que el rey supiera ese dato en específico.

Así que usé las mismas cartas que él puso sobre la mesa en nuestra primera conversación.

—Tiene razón, majestad, tal como usted ha dicho parece que soy una mujer con mucha suerte.

—Sí, desde luego. —Sonrió muy interesado. Aquel gesto me asustó, pero intenté no demostrarlo—. Por otra lado, tu vulnerabilidad en aquellos combates me preocupa. Ahora tienes una cicatriz en el brazo, pero… ¿qué tal si te dañan la cara? ¿Podría mi hijo disfrutar de ti de igual forma? Me hace replantearme la decisión que he tomado. Te he concedido un pasatiempo, pero me preocupa que por este se perjudique el cumplimiento de tus responsabilidades, ¿sí lo entiendes, mi niña?

No podía creerlo, él no se conformaba con haberme quitado la esperanza sino que ahora quería quitarme aquello por lo que la entregué.

—Descuide, majestad. —Para pronunciar aquellas palabras usé toda la compostura que podía generar mi cuerpo—. Ya había comunicado esto antes y mis oponentes tienen claro que no pueden atacar a la cara o al pecho, además, suelen dejarme ganar. Es por lo que llevaba horas contra Circinus, estaba obligado a bajar sus habilidades de manera exponencial contra mí. El fallo de hoy se debió a su sorpresiva presencia, majestad, donde usted entra no hay quien pueda apartar la mirada.

Lo vi complacido, tal vez no había convicción del todo en él, pero qué era la fe sin un poco de duda. Me tocaría aprender a llevar al rey, o como mínimo a evitar que él me llevara a mí.

—Una cosita más, es sobre tu brazo. ¿No le molestará a mi hijo esa cicatriz? Tú debes saber. ¿No has detectado si tiene algún fetiche con los brazos o te lo ha comentado?

—Ehh… no hablamos mucho majestad.

—¿Y eso por qué, mi niña?

—Él ha estado estas últimas semanas muy ocupado conociéndose con su prometida, o esa he escuchado de su hermana. Yo no lo he visto.

—Eso… —El rey pareció pensativo—. Eso está mal. Mi hijo tiene la responsabilidad de casarse con Lady Cygnus, no necesita conocerla, tendrá toda una vida a futuro para eso. Por otro lado… te evita a ti, que tienes un deber inmediato como Vendida. ¿Sí estás cumpliendo, no?

—Po-por supuesto.

—¿Recuerdas que te dije “bienvenida a la familia”?

—Sí, majestad.

—No lo dije a la ligera, pequeña, pocas veces digo cosas que no tengan significado. Un rey no debe malgastar palabras, ¿no?

Asentí.

—Bien, ¿sabes lo que significa para ti estar en la familia? Te lo diré. Las familias se apoyan, no se pisan entre sí. Yo te he dado algo, un puesto con el que ninguna otra mujer se atrevería ni a soñar, y por ahora no te exijo nada pero tampoco esperaría que te rehúses a cumplir con tu única tarea.

—No me…

—Pequeña, mi hijo es un rebelde de nacimiento. Hará lo que sea para desafiarme, y si cree que no usándote está consiguiendo perpetuar su rebeldía, se abstendrá hasta la muerte. Por eso necesito tu apoyo, como familia. Un rey no puede consentir que se le falte el respeto en su casa, pero tampoco quisiera tener que castigar a mi heredero, ¿entiendes? Quiero convertirlo, que acate las normas, que no falte a sus tradiciones. Es el futuro rey, eso conlleva una responsabilidad todavía más grande. Y tal vez… tal vez evita usarte porque tiene la impresión de que tú no lo deseas, ¿es posible?

Abrí los ojos con horror. ¿En serio habíamos llegado a eso?

—¡Jamás, majestad!

—No te culpo a ti, Ara me libre. Que me libre de dudar de la inocencia y bondad en tus ojos, mi niña. Pero Sargas no es mi hijo más inteligente, ni ha tenido mucha práctica interpretando a las personas, por lo que es muy posible que se haya llevado la idea equivocada. Tú, como mi familia, recibes privilegios al igual que cumples con tus deberes. Yo te he premiado, ahora cumple. Que a mi hijo no le quede ninguna duda de tu disposición para él, ¿de acuerdo?

Abrí la boca pero no dije nada.

—¿Entendí mal o estás durmiendo con Shaula?

—Sí, su hijo me confinó a esa habitación.

—De acuerdo. —Se levantó sonriendo—. Recupérate pronto. Yo ya debo marcharme, tengo cosas aburridas que hacer, como todo rey.

☆☆▪︎☆☆

Debido a la abrupta interrupción del entrenamiento tenía un momento de sobra que decidí usar para visitar el jardín. En los últimos días me quedaba a entrenar hasta muy entrada la noche, horas extras de las horas extras. No solo porque sentía la creciente necesidad de mejorar, de saber defenderme, sino porque prefería leer de venenos y antídotos en una lugar confinado para ella que en la habitación de la princesa. Y algo me decía que era imperativo que mejorara cuanto antes en la materia, no fuera que al maestro Aer se le ocurriera ponerme a prueba en los próximos días como castigo por ir tan atrasada.

Cada vez que llegaba a la habitación la conseguía vacía o con la princesa ya dormida en su cama por lo que no había tenido oportunidad de entablar conversaciones decentes con ella. Yo siempre optaba por descansar en el sofá y ella nunca intentó persuadirme de lo contrario. A veces me iba directo allí por el agotamiento, otras noches pasaba un rato en el balcón saludando a Ara y a Aquila, y buscando a Orión con la esperanza de que si conseguía su constelación en el cielo él aparecería ante mí en la tierra.

No había tenido más señales suyas lo que lo hacía acaparar mis pensamientos cuando no me ocupaba en alguna actividad que requiriera mi concentración o esfuerzo físico. Él era el protagonista en mi cabeza mientras me duchaba para desprenderme del olor a macho sudado, él y su cuerpo apresándome contra las paredes del castillo, contra el suelo del salón de entrenamiento; él y su voz en su octava más baja y profunda que me seducía, que me hacía querer saltar a sus labios; él y aquella primera vez que nos vimos, cuando me rodeó con sus brazos y su pecho se pegó al mío para protegerme mientras el carruaje giraba y saltaba de forma violenta.

Mientras escogía mi ropa lo imaginaba con las manos en la cabeza, exasperado por mi decisión, hablando con velocidad sobre por qué mi vestido no iba con esos zapatos; y me reía con esa fantasía muy presente. Mientras daba vida a mis labios frente al espejo de Shaula con el rojo más húmedo y oscuro entre todos los labiales, lo sentía deseando ser quien volviera a dejar mi boca sin color.

En circunstancias normales ni me habría molestado en arreglarme, no con el desasosiego que me invadió luego de conocer al rey. Pero lo hice por la misma razón por la que iría a dar un paseo casual al jardín: por la fe en que él me viera.

El negro, pese a resaltar mi palidez, empezaba a gustarme mucho para vestir. Me puse un vestido con escote fantasía: un simple escote corazón con una sobrecubierta de tul negro que transparentaba mi piel pero que daba ese efecto de tener un escote cerrado y mangas largas. La pieza era recortada por un delgado cinturón amarillo opaco y de ahí se desprendía una falda amplia y corta de tul bordado con girasoles.

Los jardines del palacio eran una inmensa combinación de estatuas representativas de los apellidos y constelaciones más poderosas. La de los Cygnus, los Lords que reclamaron a Lyra como su hija, era un cisne esculpido en hielo que se mantenía intacto por el sol blanco y falto de calor de Ara. El escorpión coronado de la familia Scorp estaba en medio de todo, construido con rocas apiladas de forma casi increíble, y de sus espaciados y aberturas descendía agua cristalina que formaba cascadas sobre un estanque de piedra redondo. El centro del jardín.

Al contemplar la inmensa belleza que alfombraba el palacio me percaté de que había una inusual cantidad de guardias firmes y atentos, como si estuvieran ahí para proteger no algo sino alguien importante. Buscando un poco más con la mirada atrajo mi atención una joven inclinada sobre el pasto, admirando un arbusto de margaritas. Sus rizos tenían el mismo rubio del oro delicado de la gargantilla que usaba sobre su piel sonrosada, no era un tono ni chillón ni agresivo, y con su peinado coronado por la tiara de un cisne ella lucía como toda una princesa.

Llevaba un vestido que combinaba tonos de lila y violeta, adornado desde el dorso con un diseño que imitaba las vetas y bifurcaciones de las hojas de jardín, en un material dorado que reflejaba la luz con el movimiento. Tenía los hombros descubiertos y falda amplia, y ella lo portaba como nadie. Incluso ahí, reclinada sobre la naturaleza, donde yo estaría encorvada y con las piernas en posición incorrecta, ella se veía digna y preciosa.

Avancé hasta colocarme a su lado, aunque no dudaba de que ella, con algún movimiento sereno y disimulado, ya se hubiese percatado de mi presencia.

—¿Jugando con flores, Lady Cygnus?

Alzó su vista primero, luego se levantó con gracia y me sonrió. No muy amplio como para que trasluciera demasiado sus emociones, sino en un leve gesto apenas cortés que se potenciaba con la amabilidad de sus ojos. Me dio la espalda y comenzó a avanzar camino a la fuente del centro dando por hecho que yo la seguiría, lo cual hice. Nos quedamos una junto a la otra contemplando el caer mientras la luz blanca del sol de Ara se deslizaba por ella.

Lyra no me miró al decir:

—Fue a él a quien te vendieron.

—Desgraciadamente.

—No deberías decir esas cosas tan abiertamente, esto está plagado de guardias.

Suspiré.

—Tengo… cierto problema para el decoro. ¿Conoces algún club de irreverentes anónimos?

De reojo noté que se aguantaba para no reír.

—¿Cómo es él contigo?

—Frío, hostil. No habla, y yo pretendo no perturbar su silencio. Parece que es lo único que le agrada en el mundo, la soledad y el silencio.

—Debe ser por eso que me odia —comenté en voz baja. Lyra me miró, interesada—. Yo podría callarme, lo haría si me importara ser lo que él busca o quiere, pero la verdad es que no. No es agradarle el propósito de mi vida.

—Por el contrario… es parte del propósito de la mía. —Se quedó mirando como enajenada la cascada, yo no me atreví a decir nada, dejando que ella viajara por su cabeza hasta que estuvo lista y al fin habló—. ¿Sabes por qué me gustan las flores?

—Imagino que porque son bonitas.

—Es la razón por la que gustan, sí, pero no a mí. Ahora que te tengo aquí no puedo seguir siendo tan cobarde, tengo que decirte a la cara… —Me miró a los ojos, seria, con el mentón en alto, pero sin una pizca de agresividad—. Aquía, mi hermana de Mujercitas, cuánto te he envidiado siempre… No, espera, no digas nada.

Cerré la boca.

—Me enseñaron a envidiar la belleza, a querer de otras todo de lo que mi físico carecía. A ser cada día más pulcra, más bonita, y recatada. Y solo me hicieron odiarme. Mi supuesta bendición me condenaba a ser la primera a la que comprarían. Ustedes tenían posibilidades, posibilidades de una vida sin dueño, y yo no. Nadie estuvo nunca encima de ti para que fueras perfecta, te hacían leer. Todo el tiempo. Y a mí me prohibían los libros porque entorpecerían los atributos que me hacían deseable. Porque Aragog no está preparado para admitir que una mujer bonita también tiene necesidad de conocimiento. Vieron mi cerebro como un adorno más.

—No tenía idea de que te prohibían leer, pensé que no lo hacías por… pues, porque no querías.

Ella negó con la cabeza y volvió a mirar las cascadas que brotaban del escorpión.

—Aprendí a querer las flores al tiempo que aprendí a perdonarme a mí misma por haber nacido como soy. Soy cada una de ellas, el adorno que nadie quiere sino para admirar cortar y mover de sitio. Siempre anclada a la tierra viendo a los demás desfilar hacia las posibilidades.

Asentí, comprendiendo.

—Pero ahora es distinto. Aspirabas ser Vendedora y serás reina. Un giro inesperado.

Pese a mis palabras no la vi sonreír.

—Y la vida no se detiene. Ya giró una vez y puede seguir girando. Somos mujeres, no podemos acostarnos a soñar luego de la primera cosa buena que nos sucede, ¿o sí?

—Nunca he estado más de acuerdo con nadie.

Si Lyra tenía una respuesta para aquellas palabras nunca las conoceré, pues entonces se acercó una mujer capaz de robarle los pensamientos a cualquiera. La princesa Shaula Scorp, ataviada de sus ropajes de de Baham, con colores violeta, naranja suave y rosa, con su boca oculta como siempre, mas su mirada más al acecho que nunca.

—Qué inusual conseguirlas a las dos por aquí. Parece que ni mi padre obtiene siempre lo que quiere.

—¿Qué quieres decir? —inquirí con el ceño fruncido.

—Ha tenido a Lady Lyra Cygnus ocupada en reuniones de la Corte para que aprenda todo lo posible antes de que le toque reinar, tú andas jugando con cuchillos en un salón lleno de machos hasta casi la madrugada y yo... tengo cosas qué hacer. Hasta hoy creo que ignoraba el pequeño detalle de que dormías en mi habitación, pero eso acabó. Vengo de... "conversar con él".

El pecho empezó a arderme.

—¿Qué te dijo?

—Que esta será tu última noche en mi habitación. A partir de entonces dormirás junto a mi hermano para cumplir con tu deber como su Vendida.

Cada vez que paroadeaba parecía que me buscaban un destino nuevo. Sentí que paseaba por todo el palacio sin rumbo fijo y tal parecía que mi nueva estabilidad, por decreto del rey, sería la guarida del bastardo maldito. No quería estar junto a él, no luego de que me soltara en brazos de Lord Circinus con tanta facilidad, sin remordimientos. Eso sin duda me dolió más que la bofetada.

—Por otro lado... —Shaula fijó su mirada de escorpión, profunda y penetrante como un puñal, en Lyra. Esta permanecía firme pero silenciosa sin mirarnos a ninguna—. ¿Qué tal las reuniones de la asamblea?

—Vengo de allá —confesó la futura reina.

—¿Y qué oíste? —me inmiscuí invadida por la curiosidad.

—Somos tan pequeñas en este mundo... —susurró con pesar—. Llevo días asistiendo pero con una hora me habría bastado para comprender nuestro lugar en sus cabezas.

—¿Practicaste lo que te aconsejé? —preguntó Shaula. No tenía idea de que ya habían tenido oportunidad de hablarse, pero tampoco había modo alguno en que fuese posible que lo supiera.

—¿Quedarme callada? He tenido práctica, me sale natural. Pero me siento bien. Antes tuve la oportunidad de hablar con un Lord del consejo al respecto de su Vendida y de si alguna vez había entablado una conversación con ella. Me dijo que no, que para eso tenía a su esposa, que las Vendidas no necesitan hablar.

»"¿Cómo es su Vendida, mi Lord?", pregunté.

»"Hermosa, por algo la compré", me respondió riéndose como si fuese el mejor de los chistes.

»Le dije que me imaginaba que su esposa era igual de hermosa, y me contestó que incluso se parecían. A lo que consteté: "Comprendo el por qué, teniendo en cuenta que de no ser por el estatus de la familia de su esposa ella también pudo haber sido una Vendida".

»Eso lo hizo dudar. No habría importado más nada, no luego de que lograra ese pequeño avancé. Pero me arriesgué a finalizar diciendo: "Yo seré su reina, mi Lord, pero pude haber sido Vendida. Y sigo siendo exactamente la misma".

»"Pobrecilla" fue todo lo que me dijo.

—¿Qué le respondiste? —interrumpió la princesa escorpión con los ojos entornados en una concentración absoluta.

—Le dije: "¿Yo, mi Lord? Yo soy afortunada. Pobre de las que no han tenido mi suerte y no se las cree dignas ni de una conversación con su dueño".

»Habíamos empezado hablando del clima, de la decoración del palacio, y llegamos ahí. Fue tan discreto todo que hasta él podría pensar que mis ideas eran suyas, que siempre lo habían sido, que la conversación giró por orden natural y no manipulación mía. Eso hago con todos en la corte cuando puedo, y cuando sé que es seguro. Espero algún día conseguir que se encienda una discusión. Con la duda por ahora basta.

—¿Cómo puedes hacerlo? —pregunté—. ¿Cómo puedes no querer gritar mientras... mientras los escuchas?

Lyra me miró.

—Tú sabes qué hacer con una espada en la mano, hay un poco de empoderamiento al saber que otros te temen o te respetan, y que si no lo hacen tú los enseñarás a hacerlo. Pero yo, ¿qué tengo más que un rostro agradable? Mis armas son el oído y la paciencia, por ese motivo tú encajas perfecto como asesina y por ese motivo me siento tan bien de haber entrado a la política. Me encanta que me subestimen porque no puedo hacer nada grande, me encanta porque sé que esos hombres acostumbrados a tenerlo todo o nada desconocen el poder de los pequeños pasos. Tengo toda una vida por delante para ir moviendo las fichas de forma imperceptible a sus ojos hasta que el tablero esté ordenado a mi antojo. No me importa si al final no comprenden lo que pasó, no quiero gloria, quiero resultados.

—Por Ara... —suspiró Shaula a través de la tela sobre su boca.

—¿Qué? —preguntó Lyra mirándola a los ojos.

—¿Cómo pueden decir que mi hermano es el Scorp maldito, si yo soy la primogénita a la que han robado la sucesión por ser mujer, y él el heredero destinado a pasar su vida contigo?

Lyra bajó los ojos a sus manos. Se le veía de pronto muy interesada en su manicura rosa. Aunque voltear a verla se me hacía muy invasor, no pude evitar captar con mi vista periférica una ligera curva hacia arriba en sus labios que revelaba su perfil.

—¿Y tú? —se atrevió a contestarle Lyra después de un rato—. ¿Quién quieres ser tú?

—No me decido todavía, pero ¿quieres que te diga qué no quiero ser?

Mi hermana solo asintió como la dama que era.

—Tu cuñada.

Lyra era demasiado recatada, siempre instruida en etiqueta y elegancia, no era propio en ella sonreír con libertad, pero los ojos le brillaban como nunca y las mejillas se le encendieron con un rosa intenso que no llegaba a cruzar la línea del rojo. Tuve que intervenir.

—Princesa —dije a Shaula en voz baja— hay demasiados hombres detrás de nosotras, y cualquiera podría malinterpretar sus palabras y creer que está cortejando a la prometida de su hermano.

—Ninguno sería tan estúpido para acusarme de tal injuria, sobre todo cuando es algo tan falso. No estoy cortejando a Lady Cygnus.

—¿Ah, no? Qué pena.

Casi se me atasca el aire en los pulmones al escuchar esas palabras salir de la boca de mi hermana de Mujercitas. En medio de mi ataque de tos, mientras acaparaba la atención de ambas chicas quienes me ayudaron con golpes en la espalda a recobrar la respiración, incluso llegué a preguntarme si no lo había imaginado.

—Yo... estoy bien, estoy bien.

—¿Saben una cosa? —habló Shaula con determinación—. Las tres nos vamos a ir a tomar, hoy. Justo ahora.

—¿A to... qué?

—¿Podemos hacer eso? —cuestioné.

—Si preguntas, nada está permitido para nosotras, mientras no preguntemos siempre podemos decir que las leyes no estimulan prohibición semejante.

La miré con cara de adoración por su lógica.

—¿Y los guardias? —preguntó Lyra con nervios evidentes en la voz.

—¿Se opondrán a la voz de su princesa y, además, la de su futura reina? No lo creo. Así que... ¿nos vamos ya?

*El vestido de Lyra está inspirado en el vestido ganador del concurso de vestidos que se hizo en Instagram, enviado por GisCasi*

¡¡IMPORTANTE!! La próxima actualización de Vendida será el viernes, pero depende de ustedes si subo un capítulo ese día o dos, porque lo que se viene... 😏 Si quieren que suba dos capítulos, voy a dejar una plantilla abajo para que la respondan en sus historias de Instagram y me etiqueten ( @axavelasquez ) es importante que me etiqueten para que pueda verla.

Ahora, esta capítulo está dedicado a casi todo el mundo. A yali30 por este fanart de Sargas:

A @lyn_writter porque me dibujó en versión Monter High vampira 😍🧛‍♀️🦇
A maneth1314 por su cumpleaños, a @gis_casi por los stikers de WhatsApp que hizo de Vendida, a CrisFiorella por los edits que hizo de la historia y subió a su Instagram, a Araceli del grupo de Axers (no recuerdo su usuario) por sus edits, a la chica que me escribió mostrándome que empezó un boceto de Vendida, a los que me han etiquetado en stories y publicaciones de Instagram. A todos, no sé qué hice para merecerlos.

Ahora, los memes.

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