Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Si...

By AxaVelasquez

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«Toda mi vida había sido preparada para ser vendida. Pero nadie me preparó para ser vendida a "él"». La princ... More

Introducción
Personajes
Prefacio
Capítulo 1: Mi precio
Capítulo 2: Mi compra
Capítulo 3: Mi comprador
Capítulo 5: Mi destino
Capítulo 6: Mi elección
Capítulo 7: Nunca llores
Capítulo 8: Nunca confíes
Capítulo 9: Nunca ruegues
Capítulo 10: Nunca duermas
Capítulo 11: Nunca calles
Capítulo 12: Nunca tiembles
Capítulo 13: Mantén tus recuerdos lejos
Capítulo 14: Mantén el mentón en alto
Capítulo 15: Mantente en la cima
Capítulo 16: Mantén a tus amigas cerca
Capítulo 17: Mantén tu esencia
18: Mantente en control [+18]
Capítulo 19: No te alejes
Capítulo 20: No te detengas
21: No te reprimas [+18]
Capítulo 22: No seas de nadie
Capítulo 23: No esperes milagros
Capítulo 24: Monstruo
Capítulo 25: Sargas
Capítulo 26: Madre
Capítulo 27: Esposa.
Capítulo 28: Beso.
Capítulo 29: Lady viuda negra
Capítulo 30: Princesas
Capítulo 31: Un buen hombre
Capítulo 32: No puedo hacerte daño
33: Presa y cazador [+18]
Capítulo 34: La sombra
Capítulo 35: Madame
Capítulo 36: Infame
Capítulo 37: Gloria
Capítulo 38: Salvaje
Capítulo 39: Nefasto
Capítulo 40: Perverso
Capítulo 41: Lujuria
Capítulo 42: La serpiente ha despertado
Capítulo 43: Na'ts Yah
Capítulo 44: El cisne tomó su canal
Capítulo 45: Darangelus sha'ha me
Epílogo
Preguntas
Escena extra +18
Vendida EN FÍSICO

Capítulo 4: Mi entrega

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By AxaVelasquez


Sargas, el escorpión maldito, Scorp; príncipe heredero de Aragog.

Cuando naces para ser Vendida son pocos los rumores que consigues oír de la gente porque son reducidas las ocasiones en las que tienes permitido salir, y en ninguna la finalidad es que puedas relacionarte, para eso están tus hermanas. En nuestro caso hubo noticias que nos llegaban de boca de las Preparadoras, al fin y al cabo eran personas, personas que escuchaban y sentían la necesidad de transmitir sus descubrimientos, sobre todo a personas como nosotras que estábamos ávidas de información.

Mientras estudiaba sobre la familia real se despertó mi curiosidad sobre varios puntos, había mucha mitología detrás, demasiados ensayos y análisis de grandes astrólogos que le buscaban un significado y un destino a cada miembro vivo y por nacer; pero lo que más logró desconcertarme y encender mi curiosidad fue leer el título de «escorpión maldito» para referirse al príncipe heredero.

Fue una de las pocas preguntas que hice que no quedó sin respuesta.

Se dice que Aragog tiene el peor heredero de todos, un hombre que no respeta ni sus propias tradiciones, que carece de empatía, un hombre con el corazón maldito por el veneno de las estrellas de su constelación, condenado a padecer una gran discapacidad: la falta de amor. Para el príncipe amar es una imposibilidad de la que no se salva ni su padre, ni a su reino, ni a él mismo.

Hasta donde yo sabía Sargas nunca había dado la cara al reino, ni siquiera a su Capital. No se presentó ni al funeral de su madre y lo único que se sabe de él es que muere por la oportunidad de asesinar a su hermano Antares que con toda seguridad sería mejor rey.

Antares cumple con su deber con la nación como un soberano justo, Sargas ni siquiera puede seguir sus propias leyes. «El escorpión» es el significado de su nombre, maldita es su condición, y sus pensamientos por completo un enigma.

¿Qué hacía un príncipe como él comprando una Vendida como yo?

Orión no me dirigió ni una palabra ni una mirada más en lo que restó de camino al palacio.

De un momento a otro el carruaje frenó y él se bajó sin darme más explicaciones. Esa vez no cometí la imprudencia de perseguirlo y me quedé inmóvil hasta que un hombre distinto, sin duda otro guardia real, abrió la puerta y me buscó con la mirada hasta dar con el bulto de mantas en el que me resguardaba.

—Abajo —ordenó tomándome del brazo y tirando con brusquedad para llevarme con él.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

—Calla, mujer, y ven conmigo.

Me arrastró fuera del vehículo sin siquiera sostenerme con la fuerza mínima para ayudarme a saltar el espacio que separaba la carrocería del suelo, lo que ocasionó que me desplomara, doblándome los tobillos y rasguñando sus brazos al caer mientras intentaba aferrarme a ellos.

Hubo un momento de parálisis en el tiempo donde solo estaba yo, consciente de que había hecho algo grave, y él, que observaba con ira palpable los largos canales rojizos que abrieron mis uñas en su carne. Volteó a verme, como si fuera una abominación, y se atrevió a ser la primera persona en el mundo que me tatuara su mano de un golpe en el rostro.

Juro por mi alma que quise echarme a llorar como todas las otras veces en mi vida que alguien me pisoteaba, quise encogerme como un bebé y pedir perdón aunque no había hecho nada más que esperar que se me tratara como a un ser humano, pero me tragué mis lágrimas, sintiéndolas como una dosis de cianuro que asesinaba de a poco mi vulnerabilidad, y sentí la chispa que sembró Delphini en mí arder junto a la marca de la mano hinchada en mi cara.

No me levanté, solo subí mi rostro lo suficiente para clavar en el guardia la daga que escapaba de mis ojos. Dejé a mis iris la libertad de confesar lo mucho que le aborrecían, y siguiendo el ejemplo de Lyra subí mi mentón a la hora de preguntar:

—¿Tú sabes quién soy yo?

—Me haces perder el tiempo.

Volvió a tomarme del brazo y a arrastrarme con él, pero no lo dejé avanzar mucho y tiré con fuerza hasta zafarme de su agarre. Me detuve detrás y no varié ni un poco el rencor con el que lo miré mientras repetía con voz todavía más firme:

—Te hice una pregunta, ¿sabes quién soy yo?

No intentó volver a atraparme pero se notaba que seguía sin tomarme en serio.

—No sé, pero vas a ser un cadáver si cuento hasta…

—¿Vas por la vida golpeando personas sin medir las consecuencias?

—¡No hay consecuencias por pegar a una Vendida, sucia mujer!

Dejé salir una risa amarga.

—¿Y por pegarle a la Vendida del príncipe? —Di un paso hacia el hombre haciendo gala de una sonrisa deleitada en el miedo que de pronto brotó de sus ojos—. Me imagino que Antares sería tolerante, por supuesto, pero… ¿has probado la ira de un escorpión?

—Yo…

—Me dañaste la cara, maldito —solté como última puñalada.

Ese día conocí el placer de tener un hombre de rodillas.

—Mi Lady, por favor… piedad, no le diga al príncipe...

Imploraba con sus manos juntas a modo de rezo, con el rostro contorsionado, patético, llamando lágrimas que no acudían con el fin de apelar a una parte de mí que ya estaba muerta.

—No soy una Lady, soy una sucia mujer, tú lo has dicho. Y con mi corazón lleno de suciedad me voy a encargar de que te corten la cabeza.

—Tengo hijos, mi Lady, tres pequeños que me necesitan.

—Créeme, el mundo no va a sufrir al perder una escoria como tú. —Sonreí—. ¿A dónde querías llevarme?

—Tengo órdenes de llevarla a salvo al castillo sin ser vista. —Señaló una taberna no muy lejana—. Entraremos por ahí, hay un pasadizo.

—¿Por qué no pueden verme?

—No sé, mi Lady, el príncipe tiene muchas excentricidades, yo no sé por qué hace las cosas, solo sigo órdenes.

—Desobedeciste la orden de llevarme a salvo en el preciso momento que me arrojaste del carruaje y tu mano tocó mi cara.

—Perdón, mi Lady, perdón… pero si no la llevo matarán a mi familia… Por favor.

Hacía ruidos de llanto pero ni una lágrima se veía rodar por su rostro. Me descubrí a mí misma mirándolo con asco, por completo incapaz de sentir lástima por alguien como él. Si le permití completar su misión fue porque yo lo necesitaba, cualquier alternativa a llegar al castillo era aterradora y degradante. Solo me quedaba avanzar e improvisar sobre la marcha.

—Llévame entonces.

—Pero no vaya a decir na…

—Solo llévame.

—Sí, mi Lady.

Me condujo a la taberna pero sin que yo le permitiese que me tocara para dirigirme. Caminé junto a él hasta atravesar la puerta, detrás solo conseguimos mesas de madera vacías, una barra desolada con el recuerdo de velas ya consumidas. Estaba oscuro pese a que el pálido sol de Ara ya había salido porque el lugar no tenía ni una ventana y solo el polvo era una visita recurrente. Sin duda aquel era un tapadero sin más utilidad que aparentar que era cualquier cosa menos el escondite de una de las entradas secretas al castillo.

Caminamos hacia una puerta al fondo que conducía a un reducido cuarto de escobas. El guardia cerró al entrar y se agachó para remover los tablones sueltos que revelaron la entrada a un hoyo tragado por una oscuridad absoluta.

—Debo meterla ahí —me preparó.

—No, me meteré yo sola. Ve adelante.

El hombre asintió, acto seguido se sentó en el suelo al borde del hoyo e introdujo sus pies en el. Tanteó hasta que sintió lo que supuse era un escalón, y bajó varios pasos hasta que su cabeza estuvo al nivel del suelo.

—Tienes que venir a oscuras —me explicó—. Conozco este lugar y es pura escalera hacia abajo. No conseguiremos antorcha hasta llegar al pasillo.

Asentí, aunque él no podía verme, y repetí su acción paso por paso hasta sentir la solidez del primer escalón. Afirmé mis pies y probé mi peso sin levantarme por completo del suelo de madera, hasta que estuve segura que no iba a desplomarse la superficie bajo mis pies y me levanté para poner un pie debajo, y luego otro, y así hasta que la oscuridad arropó mi cabeza y estuve por completo en el agujero.

—Aquí estoy —oí que decía la voz del guardia muy cerca de mí aunque mis ojos no veían ni la palma de mis manos frente a mis ojos—. Hay que seguir bajando, pero hay que ir lento o me puedes llevar por el medio.

—Baja tú primero un escalón y luego yo otro. Así iremos.

—Ya, ahora tú.

Y así hicimos por largos minutos. Nunca había estado en una escalera tan larga, y mucho menos bajo tierra, sentí que descendía una eternidad y que nunca iba a acabarse. La sensación de que aquéllo era infinito se prolongaba mientras más consciente era de la absoluta oscuridad, tan implacable que no significaba diferencia alguna que avanzara con los ojos cerrados o abiertos. Quería salir corriendo para llegar al final, pero debía ser muy meticulosa y pensar cada uno de mis pasos para no caer quién sabe cuántos escalones, lo que podía significar en el mejor de los casos una herida grave o en el peor la mismísima muerte.

Así seguimos hasta que de pronto mi pie no consiguió nada debajo sino una piedra liza y larga. Mi primer impulso fue correr, pero temí que solo fuera un escalón más largo, así que seguí avanzando con cuidado hasta que una llama iluminó todo el lugar.

El guardia estaba unos pasos adelante sosteniendo una antorcha, gracias a eso pude ver que nos esperaba un corto túnel que desembocaba en otras escaleras, esas ascendentes.

—¿Ahora hacia arriba? —pregunté.

—Será la última.

Ya me dolían los pies, pero no iba a emitir ninguna queja al respecto. Solo quería llegar, mirar a mi Comprador a los ojos y preguntarle al fin qué quería hacer conmigo, qué lo llevó a pagar por mí el precio de cuatro Vendidas.

Terminamos el ascenso y quedamos de frente a una pared.

—No toques nada.

—¿Qué voy a tocar?

Pero entonces entendí a qué se refería. Con un par de golpes a puntos estratégicos con sus nudillos consiguió que la pared, y parte de la superficie sobre la que estábamos de pie, giraran hasta escupirnos al interior de un cuarto de limpieza mucho más grande que el de la taberna.

El lugar estaba lleno de escobas, trapeadores, cubetas y distintos químicos embotellados; pero a la vez había un sinfín de cajas y cofres sellados, apilados o desperdigados por el lugar, cubiertos de polvo, ropa y papeles, y en medio de todo aquel revoltijo se apretujaban un par de literas que no entendí para qué guardaban en ese lugar.

Cuando me giré a ver al guardia me di cuenta de que ya había devuelto a su sitio la pared secreta y que se encontraba de pie fuera de aquel cuarto con la puerta abierta.

—Tendrás que esperar aquí.

—¡¿Qué?!

Cuando quise correr detrás de él ya había cerrado la puerta con seguro.

—No puede ser —susurré con las lágrimas rodándome por el rostro, veloces ingratas que me recordaban que mi valentía solo había sido una máscara con la que intenté sobrevivir, y como todo disfraz, tarde o temprano hay que hacerlo a un lado y enfrentar la realidad, por cruda que sea. Como la mía, que era el miedo. El miedo y la impotencia de verme en una situación donde no tenía control de mí o de mi destino, y que no había nada que pudiera hacer para cambiarlo salvo esperar que el monstruo que pagó por mí no fuese tan malo como las historias que de él se contaban.

Todavía llorando me acerqué a la pared movediza por la que había entrado y comencé a golpearla de un rincón a otro, primero lento y con método, luego dejando que la desesperación se apoderara de mis miembros. Me puse a golpear como loca, en ocasiones más de tres veces en el mismo lugar, y al seguir sin resultado terminé chocando mi cuerpo contra la pared como si esperara derribarla.

Mi intento era tan pobre que terminé deslizándome hasta tocar el suelo, sentarme, y llorar con los brazos rodeando mis rodillas y el rostro entre las piernas.

—Es inútil.

No fui yo. Una voz extraña provino de algún lugar entre el desastre de cajas y llegó hasta mis oídos. Femenina y destrozada, alguien como yo, alguien que se había despedazado la garganta a punta de llanto.

Me levanté y vi que ella hacía lo mismo. Estaba tirada en el suelo pero al verme se sentó en la parte baja de una de las literas indicando con su mano un espacio para mí.

No podía tener más de veinte años, y en mejores circunstancias seguro que había sido la chica más hermosa de muchos lugares, porque si bien su cabello no había dejado de ser del color del sol radiante de otras partes del reino, entonces se encontraba hecho una maraña húmeda y maloliente, como si lo hubiese usado como paño de lágrimas; y aunque era posible adivinar que tenía un hermoso bronceado en la piel, se dificultaba verlo entre tanta mugre.

—¿Qué hacemos aquí? —me atreví a preguntar con un nudo en la garganta.

—No sé tú, pero aquí es donde traen todo lo que no quieren que el rey vea.

—¿Tú por qué crees que te trajeron aquí?

—Ah, no, yo no creo, yo sé muy bien la razón.

Sus palabras salieron con agonía, cargadas de un dolor tan genuino que por más que yo muriera por esclarecer un poco de mi situación no conseguí la suficiente maldad dentro de mí para hacerla revivir su tormento poniéndolo en palabras.

Fue ella quien decidió hablar.

—Soy una de las Vendidas del príncipe Antares.

—¿Qué? ¿Y por qué sufres? El reino lo ama, es un príncipe ejemplar.

Aquella mujer bufó como si mis palabras fuesen un cuento infantil.

—El reino lo ama, por supuesto que lo va a amar. ¿De qué está formada la voz del reino?

No comprendí la pregunta, por suerte ella prosiguió.

—De hombres. No hay ninguna estadística que incluya la opinión de ninguna mujer. Por supuesto que van a amarlo.

Esa declaración me dio mucho más miedo del que venía acumulando desde que me compraron.

—¿Te trata mal?

Ella negó con la cabeza. Su mirada estaba ida, llena de dolor, pero sin punto focal en el mundo que compartía conmigo, y en sus labios había tatuada una sonrisa triste. Me dio la impresión de que ella ya había llorado todas las lágrimas disponibles en su ser.

—No me trata mal, no trata mal a ninguna de las otras siete. No hay un trato, ninguno, solo somos un cuerpo qué utilizar y desechar a otras tareas cuando ya no le producimos deseo.

—¿Eso fue…?

—No. Y tú lo vivirás en carne propia, va a llegar un día en que vas a rogar que ya no sienta ganas de ti y te destierre a las cocinas.

—Yo no vine aquí por Antares.

—Ah. —Asintió con pesar—. He oído que la mano del rey es todavía peor.

Quise aclarar que estaba ahí como Vendida de Sargas, pero me ahorré el comentario y la dejé desahogarse.

—El problema son las hierbas que no siempre funcionan.

Sabía exactamente a qué se refería. Como Vendidas siempre existía el riesgo de contraer por equivocación una bendición que por derecho y por ley le corresponde a la esposa, para eso estaban las hierbas y sus distintos preparados, mismos que debíamos tomar a diario de por vida pese a los efectos colaterales que pudieran tener en nuestro sistema hormonal.

Con la mención de las hierbas se me hizo más claro todo, comprendí de inmediato qué hacía esa mujer ahí incluso antes de detallar con más atención su barriga. La escondían del rey porque en su vientre llevaba un delito a espera de juicio y condena.
Y ese momento llegó segundos más tarde cuando la puerta se abrió de pronto y cuatro hombres armados arrastraron a la mujer hacia fuera pese a sus gritos, súplicas e improperios que iban dirigidos desde el rey hasta las estrellas.

—¡Púdranse todos, malditos!

Fue lo último que escuché de ella, luego de eso solo me quedó el eco de su voz, la compañía de la soledad y una puerta cerrada.

Pasaron un par de minutos así, minutos durante los que no sentí nada. Y solo una pregunta rondaba mi cabeza: ¿era ese mi destino? Siguieron horas en las que no me visitaba ni el sueño. En un punto me desmayé de cansancio o aburrimiento, pero volví a despertar en medio de una pesadilla en la que yo era aquella mujer de destino incierto a la que acaban de llevarse maldiciendo a la fuerza.

Al final me quedé profundamente dormida y solo me levanté con el ruido de la puerta que volvía a abrirse.

Me enderecé en donde estaba y vi que entró una sola persona.

—Preciosa.

—Tú.

Como no podía ser de otra forma, me regaló otra sonrisa de las suyas, esas cargadas de diabólica diversión y evidente arrogancia. Cuando sonreía así todo su rostro parecía desdibujarse detrás de sus labios y su dentadura.

—A mí tampoco me alegra verte, preciosa —dijo señalando los largos surcos temblorosos que quedaron grabados en el lado izquierdo de su rostro desde la frente, cortando parte de su ceja, bajando por su mejilla e interrumpiendo su barba hasta llegar al mentón. Por primera vez en todo el día me sentí arrepentida por algo—. Pero como esta vida no es justa me ha tocado hacer de niñera. Ven conmigo, el príncipe tiene algo preparado para ti.


¡Pregunta!
¿Cómo llegaron a esta historia? ¿Qué les hizo quedarse? ¿Qué les está pareciendo? Déjenme toooodas sus impresiones aquí que ustedes saben que me encantan. Por cierto, ¿estamos todos de acuerdo en que ahora las actualizaciones sean martes y viernes? De ser así nos vemos el martes ♡

Aquí abajo dejaré el resto de los memes que me mandaron, amo la dedicación que le ponen a esto 🤣




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