Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Si...

By AxaVelasquez

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«Toda mi vida había sido preparada para ser vendida. Pero nadie me preparó para ser vendida a "él"». La princ... More

Introducción
Personajes
Capítulo 1: Mi precio
Capítulo 2: Mi compra
Capítulo 3: Mi comprador
Capítulo 4: Mi entrega
Capítulo 5: Mi destino
Capítulo 6: Mi elección
Capítulo 7: Nunca llores
Capítulo 8: Nunca confíes
Capítulo 9: Nunca ruegues
Capítulo 10: Nunca duermas
Capítulo 11: Nunca calles
Capítulo 12: Nunca tiembles
Capítulo 13: Mantén tus recuerdos lejos
Capítulo 14: Mantén el mentón en alto
Capítulo 15: Mantente en la cima
Capítulo 16: Mantén a tus amigas cerca
Capítulo 17: Mantén tu esencia
18: Mantente en control [+18]
Capítulo 19: No te alejes
Capítulo 20: No te detengas
21: No te reprimas [+18]
Capítulo 22: No seas de nadie
Capítulo 23: No esperes milagros
Capítulo 24: Monstruo
Capítulo 25: Sargas
Capítulo 26: Madre
Capítulo 27: Esposa.
Capítulo 28: Beso.
Capítulo 29: Lady viuda negra
Capítulo 30: Princesas
Capítulo 31: Un buen hombre
Capítulo 32: No puedo hacerte daño
33: Presa y cazador [+18]
Capítulo 34: La sombra
Capítulo 35: Madame
Capítulo 36: Infame
Capítulo 37: Gloria
Capítulo 38: Salvaje
Capítulo 39: Nefasto
Capítulo 40: Perverso
Capítulo 41: Lujuria
Capítulo 42: La serpiente ha despertado
Capítulo 43: Na'ts Yah
Capítulo 44: El cisne tomó su canal
Capítulo 45: Darangelus sha'ha me
Epílogo
Preguntas
Escena extra +18
Vendida EN FÍSICO

Prefacio

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By AxaVelasquez

Dieciocho años antes.

La sangre seca todavía manchaba la carne entre sus piernas hasta las rodillas: una criatura a la que solo vería un vez acababa de desgarrarla por dentro para cobrar vida, y ese no iba a ser el único daño que le haría.

Escuchó el llanto alejarse como si lo oyera desde la profundidad del océano; y de igual forma se sintió asfixiada, mirando a su alrededor sin ver nada. Todo su entorno estaba tan difuminado como sus adormecidos pensamientos. Las próximas palabras que distinguió tuvieron que gritárselas tres veces.

—¿Qué? —preguntó, presa de la negación.

La ayudante de partera, que además era la Vendida de su marido y su mejor amiga, le apretó la mano como si quisiera traspasarle sus fuerzas.

—Que sí. Lo lamento.

La mujer quiso llorar pero un chillido se atascó en su garganta y el llanto no llegó a su boca. Necesitaba escucharlo de verdad, sin eufemismos: que le anunciaran la realidad tal cual era.

—Dímelo bien —rogó.

—Es una niña. Lo lamento muchísimo.

Entonces sí fue incapaz de contenerse. En la boca se le impregnó un sabor a sangre gracias a que sus dientes estaban clavados con fuerza sobre sus labios mientras las lágrimas salían con violencia de sus ojos.

—No es verdad, tiene que ser mentira. Ve y asegúrate, tal vez viste...

—Lo siento, Cass. Es cierto.

—¿Dónde está? ¿Ni siquiera podré verla? Anneliese, haz algo. No dejes que se la lleven, yo no quería esto... Lo hice porque la ley solo me permite acostarme con mi esposo si es para... para esto, y ahora que pasó no puedo creer que vayan a quitármela. —Los labios le temblaban y sus ojos reflejaban el dolor de un cachorro herido—. Sabes todo lo que sufrí y ahora... ¿No sirvió para nada?

—No, no, no digas eso. —Annelise le apretó ambas manos, ahora más fuerte, y la miró con determinación a los ojos—. No digas que fue para nada. Eres una guerrera, todo lo que has atravesado tiene que valer.

—¿Cómo, Anne? ¿A caso...? ¿A caso podré verla? ¿Hablarle? ¿La podré cargar alguna...?

Pero no pudo continuar, de nuevo se deshizo en un llanto lastimero que hacía sentir impotente a la pobre Annelise que no sabía cómo ayudar. Ella jamás comprendería su dolor porque nunca le permitirían aquel proceso que por derecho y por ley le pertenecía únicamente a la esposa.

—Te conseguiremos un buen trato —juró con convicción—. Haré lo que sea, moveré lo que haya que mover para que te den lo equivalente a todo lo que has atravesado. Y además —dijo antes de que la otra replicara—, haré que se la lleven a Ara. En la capital estará mejor. Cuando llegue el día de su Compra, aunque paguen por ella el menor precio, será mejor que cualquier destino aquí en Cetus, tierra de pordioseros sin aspiraciones.

—Es tu tierra, Anne.

—Que me haya mudado a ella no la hace mía. Tu esposo me compró en Hydra, cerca de la Capital. Sé lo que te digo, ningún destino será mejor para ella que Ara todas las Preparadoras hablaban maravillas de ese lugar. Y sin mencionar que la nobleza allá es alta y la hambruna casi nula.

Eso pareció animar a aquella mujer a la que acababa de escapársele el alma llorando entre sus piernas.

—¿Y crees... crees que podrás conseguir eso?

—Sí, pero tendrás que guardarme un secreto a mí.

Cass comprendió enseguida a qué se refería.

—¿Cuántas noches te va a costar?

—No lo sé, pero nadie me haría un favor así por solo una noche, por muy buena que sea, lo sabes. —La mujer asintió—. No te preocupes, todo estará bien siempre que mi Comprador no se entere.

—No diré nada, Anneliese.

—No lo dudo.

Le besó la frente con cariño justo cuando regresaba la partera.

—¿Es bonita? —Fue lo primero que preguntó Anne al verla llegar, casi en una súplica.

La partera, con su camisón de trabajo holgado y gris lleno de sangre a pesar de la limpieza de sus manos robustas, meneó la cabeza en un gesto dubitativo.

—No lo sabremos todavía. Está morada, los ojos parecen a punto de saltarle, apenas tiene cabello y está tan flacucha... Justo ahora lo único que parece es una rata lampiña.

En ese momento la madre se echó a llorar.

—Espera... —la tranquilizó Anne—. Todas somos horrendas los primeros días, solo espera. Será hermosa, tú lo eres.

—Voy a ir a avisar a las Vendedoras para que vengan a verla en unas horas —anunció la partera—. Si llega a ser bella algún día no lo sabremos nosotras.

—No —interrumpió Anne tratando de sonar natural—. Una Vendedora viene desde Ara para verla, hay que esperarla, la suma que puede pagar alguien de la Capital a la madre es siempre superior, así que estimo que hay que darle prioridad a esa Vendedora.

—¿Cómo conseguiste llamar la atención de una Vendedora de Ara? Si allá debe haber bebés que te enamoren con solo olerlas.

—Yo no hice nada —interrumpió Anne—, ella tenía tiempo pendiente del parto de Cass, pidió que se le enviara una carta de inmediato en cuanto diera a luz.

—¡¿Y qué esperas?! —exclamó la partera de pronto animada por la noticia—. Avísale ya mismo. Evitaremos anunciar este parto hasta que ella llegue, pero nadie sale de esta sala hasta que eso pase.

Así, las tres mujeres esperaron por las visitantes de Ara luego de que Anneliese, pagando con su cuerpo e infelicidad, consiguiera el trato que le había prometido a la esposa del hombre que la compró cuando apenas tenía dieciocho años.

En los tres días de espera Cass pudo prolongar su utopía de maternidad, fingiendo que después de enamorarse de la pequeña criatura en sus brazos, no despertaría un día ya sin poder tocarla, y más tarde, en contra de su alma y voluntad, ni siquiera recordaría su rostro o cómo se sentían sus manitas.

El carruaje de Ara llegó y de él bajaron dos Preparadoras, un grupo de escoltas con espadas envainadas y la Vendedora.

La de mayor rango, quien dirigía un comercio de Vendidas que se especializaba en comprar lejos de la Capital para conseguir precios más bajos, se encaminó a la recién nacida con sus altos tacones resonando debajo de un vestido esmeralda con muchas capas de tela barata y decorados de pedrería falsa. Para cualquiera en Cetus ella sería una novedad extravagante, pero para un ojo bien entrenado o un noble de Ara, solo era una mujer que ostentaba más de lo que tendría en su vida.

Extendió la mano a la madre para presentarse pero la mujer no le devolvió el gesto, la miraba como a una alimaña ponsoñosa, un parásito que iba a terminar comiéndose lo que le quedaba de vida. Ante esto, Anneliese corrió a interponerse y a recibir ella el saludo.

—Annelise, para servirle. Soy yo la que está a cargo de esta negociación, la señora no está en facultades para... nada, justo ahora.

—Pasa más de lo que cree —explicó la Vendedora con una sonrisa tranquila para dejar ver que aceptaba la disculpa—. Soy Agartha, dueña de Mujercitas, de Ara. ¿Es esta la niña?

—Sí, puede verla.

La partera tomó con cuidado y lástima a la niña de los brazos de Cass —quien la miró como si le estuviese arrancando el corazón—, para proceder a mostrarla a la Vendedora.

—No veo mucho, en Ara ahora compran a las niñas cuando ya tienen algunos años para hacer una apuesta segura... Humm... después de todo no creo que esta me traiga desgracia al negocio. Sus ojos no tienen color, eso ahora es desagradable pero cuando sea más grande jugará a su favor: nadie podrá apartar la mirada una vez que ella haya decidido clavársela.

Anneliese sonrió esperanzada, pero luego vino una mala noticia.

—No es rubia, ni de cabello claro. Rubias valen más. Y va a ser muy pálida. En la Capital el día es como una noche con luz más brillante, el calor es casi un mito. No hay esperanza de que se broncee, su piel nunca se tostará ni cobrará un matiz dorado... pero por lo demás no veo anomalías que repugnen en su rostro más de lo que ya repugna ver a un recién nacido.

—¿Va a quererla? —preguntó Anneliese de pronto sintiendo que los nervios la apuñalaban.

—Sí —No hubo rodeos, ni consultas a las Preparadoras—. Pero es un riesgo, así que no daré más de doscientas Coronas por ella.

Nadie dijo nada, la única que todavía parecía recordar cómo se respiraba era Anneliese, cuyo cerebro trabajaba a toda marcha haciendo cálculos tal cual la entrenaron desde su Preparación. En Cetus, su ciudad, rara vez se pagaban más de 120 Coronas por una recién nacida, a lo sumo 150 lo que ya eran tres meses de trabajo honrado. Pero Annelise sabía que en Ara se pagaban hasta 500 Coronas por una recién nacida de buenos genes que con toda seguridad sería una venta exitosa en el futuro.

La cuestión era: ¿valía la bebé de Cass más de los 200 que ofrecía la Vendedora de la Capital, o de verdad era un riesgo pagar tanto y cualquier intento de regatear por parte de Anneliese la espantaría?

Como si le leyera la mente, Agartha aclaró:

—No les daré más, hablo en serio.

Cass abrió la boca por primera vez.

—¿Al menos el nombre puedo escoger?

—Lo lamento —negó la Vendedora—, en Ara el nombre lo dictan las estrellas.

Cass bajó la cara sintiéndose derrotada por completo.

—Bien, algo sí que les puedo ofrecer —las tranquilizó la Vendedora en un arranque de empatía inusual—: ánimos. Por doscientas Coronas me llevaré a esta niña a la cuna de la nobleza. Puede que la compre un humilde carnicero para que la ayude a lavar carne y nada más, pero aun así será instruida como cualquier recién nacida de la Capital sin malformaciones ni graves problemas, y... ¿quién sabe? Al final, puede que alguien del mismísimo castillo esté dispuesto a pagar su precio.

Esa sería la primera vez que se pagara por la vida de aquella pequeña a la que las estrellas todavía no le escogían un nombre. La próxima vez que fuese comprada, la definitiva, quedaría atrapada dentro de un vertiginoso destino, de esos que aceptas con sumisión o rompes a costa de tu propia alma.

●●●●●

Nota:

Este prefacio busca situarlos en la situación de las tres mujeres: la esposa que debe aceptar compartir su marido con otras mujeres, que solo puede acostarse con él en la búsqueda de ser madre, y que una vez lo consigue no puede quedarse con su bebé si esta es niña; la Vendida, que paga su existencia a diario con su cuerpo y que no puede aspirar bajo ningún concepto el lugar de madre o esposa; y el de la bebé que es arrancada de los brazos de su madre a un destino incierto.

¿Qué les ha parecido? ¿Quieren conocer la historia de la niña de este prefacio?

Estaré publicando algunas curiosidades en mi Instagram @axavelasquez y mañana subiré el primer capítulo.

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