Todos los personajes y la historia pertenecen a Kohei Horikoshi y Masashi Kishimoto
Hoy era el día más importante en la vida de Katsuki Bakugo desde el fatídico día de la muerte de Mikoto. Hoy podía estar un paso más cerca de su objetivo de ser Hokage y con ello descubrir la verdad acerca de la masacre del clan Uchina; o, por contra, podían cortarle las alas haciéndole imposible lograr su tan ansiada meta.
Por la mañana Bakugo, junto con el resto de sus compañeros de 12 años, realizaron la prueba escrita. Era eliminatoria, así que necesitaba mínimo un cinco para poder realizar el examen práctico. Prácticamente lo bordó. Sacó un 9 que era la cuarta mejor nota de la clase. Sólo se quedó por detrás de Sakura, Sasuke y Shikamaru.
Por la tarde, Iruka, acompañado de otro chunin, reunió a todos los alumnos y les explicó las normas del exámen práctico.
—Vamos a empezar el examen final. Cuando diga vuestro nombre pasad al aula de examen. —empezó a explicar Iruka. —El examen final será sobre el Bunshin No Jutsu (técnica de réplica). Es un Jutsu de rango E así que confío en que no tendréis ningún problema. Empezaremos por orden alfabético respecto del apellido. Choji Akimichi. Acompáñame a la sala de examen. —
—Sí sensei. —respondió Choji guardándose una bolsa de papas, que se estaba comiendo, en el bolsillo. Los dos salieron por la puerta lateral de la sala.
—Yo soy el siguiente. —pensó Bakugo. —No tengo que ponerme nervioso, en los momentos de máxima tensión es donde saco mi potencial oculto. Estoy seguro que lo conseguiré.—
Al cabo de un minuto, Iruka regresó acompañado de un sonriente Choji.
—¡Shikamaru he aprobado! —exclamó Choji emocionado.
—Vaya lata, ahora tengo más presión para aprobar. —dijo Shikamaru devolviéndole la sonrisa a Choji.
—Katsuki Bakugo. Sígueme. —ordenó Iruka.
—Suerte, Bakugo-kun. —pensó Hinata con rojez en las mejillas.
Bakugo obedeció y se fue a la sala conjunta con Iruka dejando al resto de la clase con mucha curiosidad. A pesar de su mostrada ineptitud, Bakugo tenía algo en la mirada que daba pensar que lo superaría. Así que nadie de la clase sabía a ciencia cierta si aprobaría o suspendería.
En la habitación contigua, Bakugo se fijó que había una mesa en el centro de la sala y que estaba repleta de bandanas de la hoja. Además, había un chunin sentado en una silla que Bakugo no había visto en su vida. Había algo raro en como le miraba el chunin de pelo blanco, pero Bakugo estaba demasiado nervioso como para preocuparse ahora por eso. Iruka fue directo a una silla que estaba vacía y se sentó junto a su compañero de pelo blanco.
—Adelante, Bakugo. —dijo Iruka cruzándose de brazos concentrado en Bakugo.
—Bien, Katsuki, este es el momento de la verdad. El todo o nada. Te sabes los sellos. Te sabes la teoría. Solo te falta manipular el chakra y mandarlo a tus manos. Vamos, tú puedes. —pensó Bakugo dándose ánimos así mismo.
—Tigre, oso, buey, perro ... —dijo en voz alta mientras hacía los sellos. —¡BUNSHIN NO JUTSU! —
Y entonces sucedió lo inimaginable. Lo inimaginable para Bakugo, puesto que para Iruka era lo previsible viniendo de él. No sucedió nada. Ni un triste clon.
—Suspendido. —dijo sin emoción alguna Iruka.
—¡JODERRRRRR!—gritó Bakugo, golpeando el suelo con el puño haciendo un agujero en el suelo.
—Iruka. —dijo el otro chunin, haciendo que Iruka volteara la cabeza en su dirección. — En el examen teórico ha sacado un 9, siendo la cuarta mejor nota de la clase. Además, por lo que me has dicho, es bastante bueno con las artes marciales. Quizá deberíamos aprobarle .
A Bakugo se le iluminó la cara, este desconocido se había convertido de golpe en su persona favorita sobre la faz de la tiera.
—Mizuki, ¿qué clase de senseis seríamos si permitimos que alguien incapaz de usar Ninjutsus fuera un genin?—dijo Iruka
—¿Y que me dices del cejudo, cara cortada? —dijo Bakugo molesto con su sensei.
—Lo de Lee fue una excepción. Might Guy me pidió expresamente que le aprobara ya que lo quería en su equipo. No puedo hacer otra excepción contigo. Lo siento Bakugo, pero mi decisión es firme. Estás suspendido. —terminó de decir Iruka.
—Grrrr. —gruñó Bakugo tratando con todas sus fuerzas de retener las lágrimas. Se mordió el labio con fuerza y se fue de la sala de examen echo un basilisco. De una fuerte patada abrió la puerta, el resto de alumnos se giraron simultáneamente hacia el origen del sonido.
—¡JAJAJA! ¡SABÍA QUE SUSPENDERÍA ESE INÚTIL! —gritó Kiba.
—Eso no lo sabes seguro, Kiba. —dijo Ino. —¿Cómo te ha ido, Bakugo? —trató de preguntar Ino, algo preocupada por el rubio ceniza. Ya que desde el día de las ofrendas florales le veía de otro modo.
Bakugo ignoró a todos y se fue afuera del recinto. Corrió a toda prisa hacia su casa. Cuando llegó a su piso se arrodilló junto a su cama y le empezó a dar puñetazos hasta acabar rompiéndola.
—¡JODER, JODER, JODERRRRRR! —gritó Bakugo cubriéndose la cara con su almohadón.
Finalmente las lágrimas se escaparon de su rostro, no pudiendo contenerlas por más tiempo. Al cabo de 10 minutos de sollozos continuos, se quedó dormido en el suelo de su piso. Al cabo de una hora, continuos golpes en la puerta de su piso hicieron que se despertara. Tenía los ojos aún enrojecidos por el llanto previo. Abrió la puerta y, para su sorpresa, al otro lado estaba Mizuki, el chunin de cabello blanco-grisáceo.
—Bakugo, ¿cómo te encuentras? —preguntó Mizuki.
—¡No me vengas con chorradas, canoso! ¡Déjame tranquilo! —Bakugo trató de cerrar la puerta, pero el pie de Mizuki se interpuso y no le permitió hacerlo del todo.
—¿Y si te dijera que existe que hay otra forma de aprobar? ¿Aún quieres que te deje tranquilo, Bakugo?—preguntó Mizuki con una falsa sonrisa.
Bakugo, al ver que todo no había acabado aún, no se percató de su falsa sonrisa. Estaba ciego por la esperanza que le había proporcionado Mizuki.
—¿Qué otra forma?—preguntó Bakugo muy intrigado.
—Es un secreto muy especial. Así que no se lo puedes contar a nadie. —explicó Mizuki.
—Sí, sí. Te juro que no se lo diré a nadie, ahora dime lo que tengo que hacer. —dijo Bakugo, impaciente.
—Si eres capaz de coger, sin que nadie se entere, el Pergamino Sagrado de Sellos que se encuentra en el despacho del Yondaime y luego me lo entregas a las afueras de la aldea, te aprobaré.
—¿Eh? Es un poco raro lo que estás diciendo ... —dijo Bakugo desconfiando un poco.
—El sigilo es una parte muy importante de ser ninja. Es una tarea muy difícil, y más con lo vigilado que está el despacho del Hokage. Es la única manera que he conseguido para convencer a Iruka que te apruebe. —explicó Mizuki.
—Mmm.... Tiene sentido lo que dices. Desde luego es una prueba mucho más complicada que hacer un estúpido clon que no es capaz de hacer nada. ¡Ve preparando mi bandana, canoso! ¡En menos de lo que canta un gallo estaré fuera con ese pergamino! —dijo Bakugo recuperando la confianza.
Mizuki le hizo un dibujo del despacho del Hokage señalando la ubicación del pergamino. Bakugo se guardó el papelito y fue al edificio del centro de operaciones de Konoha. Desde el día después de su octavo cumpleaños en este mundo que no visitaba el despacho del Yondaime. Fue cuando le pidió que lo trasladaran a la Academia de Ninjas. Pero Bakugo tenía muy buena memoria, y recordaba con claridad que uno de los guardias del turno de noche guardaba la llave del despacho en el bolsillo derecho de su chaleco. Por suerte, el guardia que custodiaba ese día era el mismo que tenía esa costumbre de guardar la llave en ese lado del chaleco.
El rubio ceniza era un inútil en el manejo del chakra, pero esa inutilidad la suplía con su buen manejo de las armas ninjas. Sacó su cerbatana que se había comprado hace dos años y medio, y le disparó un dardo tranquilizante en el cuello del guardia. Instantáneamente se quedó KO en su silla. Como preveía Bakugo, el guardia no había cambiado su comportamiento y la llave seguía en el mismo sitio que recordaba. Rápidamente, entró en el despachó. Dentro, sacó el dibujo de Mizuki. Al cabo de unos segudos pudo localizar la ubicación del Pergamino Sagrado y se lo llevó guardándolo debajo de su ropa.
A la hora de salir de la aldea no tuvo ningún obstáculo, así que pudo salir con mucha rapidez. Fuera, le esperaba Mizuki, que estaba muy nervioso mordiéndose las uñas.
—¿Lo has conseguido, Bakugo?—preguntó Mizuki, impaciente.
—¡Por quién me has tomado, canoso! —se sacó de debajo de la camiseta el Pergamino y se lo dio a Mizuki.
—¡Orochimaru estará muy feliz!—pensó Mizuki con brillo en los ojos sujetando el pergamino
—¿Donde está mi bandana, canoso?—preguntó Bakugo.
—JAJAJAJAJAJA.—rió Mizuki de forma incontrolable. Luego se puso el rollo en su espalda. —¡Aún no me puedo creer como te has podido creer la historia esa que te he contado sobre el examen especial!—
—¡Déjate de mierdas! ¡Yo he cumplido con mi parte! ¡El cara rajada y tú no os podéis echar atrás ahora! —dijo Bakugo elevando el tono por el enfado. —¡Dame mi bandana!—
—¿Aún no lo entiendes, Bakugo? —dijo Mizuki con una sonrisa maliciosa. —¡Eres un idiota que me ha hecho el trabajo sucio! Cuando regrese, les diré a todos que tú robaste el pergamino por rencor por haber suspendido. Yo te pillé in fraganti, tú me atacaste y tuve que defenderme. Pero no controlé mi fuerza y acabé matándote. ¿Te gusta mi historia, Bakugo? A mí me parece muy buena—Mizuki sacó de su espalda un largo shuriken y se acercó lentamente a Bakugo.
—Pero ...., pero .... Yo .... Tú.... —tartamudeó Bakugo sin comprender nada y alejándose instintivamente de Mizuki.
—Lo que no me explico es por qué Itachi dejó vivo a un niño tan estúpido y tan inútil como tú. —dijo Mizuki mostrando sus dientes a Bakugo. —En fin, es hora de morir, Bakugo.
Por primera vez, desde que estaba en este mundo, Bakugo sintió verdadero miedo. Miedo a morir. No tenía nada que hacer en este cuerpo con un chunin experto en el manejo del chakra. Pero no solo era miedo lo que sentía. Sentía también rabia y odio. Rabia consigo mismo por haber sido tan estúpido como para dejar que Mizuki le engañara. Y odio hacia Mizuki por meterse en su camino y por sacar el tema de la mascare del clan Uchiha.
Esa mezcla de emociones aumentaron en gran medida la adrenalina de Bakugo. Pero no sólo eso, las manos le empezaban a sudar en gran cantidad. Su cuerpo como acto reflejo ante estas emociones, actuó como lo haría en su otro mundo, segregando nitroglicerina. Pero Bakugo no se dio cuenta que lo estaba haciendo, al fin y al cabo, ya se había dado por vencido con su quirk.
—¿Unas últimas palabras, Katsuki? —dijo Mizuki con tono burlón acercándose a un paso muy lento de Bakugo.
El cuerpo de Bakugo seguía segregando más y más nitroglicerina, pero seguía sin darse cuenta. Su mente estaba totalmente ocupada en tratar de salir con vida de allí.
—¿A qué huele? —preguntó Mizuki, deteniéndose por el extraño olor y mirando a todas partes. Bakugo no le quitó el ojo de encima—Huele como a caramelo. Qué raro ...—
—¿Eh?—exclamó Bakugo sin comprender. Luego recordó lo que decían sus compañeros de UA, que cuando usaba su quirk olía a caramelo. Se miró las manos. Cuando las observó, se quedó con los ojos como platos. Luego, una sonrisa de absoluta soberbia se dibujó en su rostro. —¡AL FIN!—hizo pequeñas explosiones con sus manos.
—¿Qué has hecho? ¿No se suponía que no podías usar chakra?—preguntó Mizuki.
—Ya sé cuales quiero que sean mis últimas palabras. —dijo Bakugo entrecerrando los ojos y mostrándole una sonrisa que sería envidiada por cualquier villano. Mizuki, a pesar de ser un chunin, se asustó con la cara de Bakugo y dio un paso atrás. —En realidad solo es una... —dijo en un susurro lo que lo hacía más terrorífico. —¡MUEREEEEEEEEEEEE!—una gran explosión surgió de la palma derecha de su mano dejando KO instantáneamente al chunin al no haberse preparado para ese ataque.
Bakugo miró orgulloso el cuerpo inconsciente de Mizuki. Recuperó el pergamino de su cuerpo y lo dejó en el suelo. Posteriormente se centró en sus manos. Trató de que volvieran a segregar nitroglicerina, pero esta vez no hubo reacción. Masculló internamente, pero de pronto se le ocurrió una idea. Recordó las sensaciones de miedo, rabia y odio que tenía hace un minuto. Al instante, su cuerpo reaccionó segregando de nuevo nitroglicerina. Bakugo comprendió que, en su caso, la forma de manipular chakra era a través de sus emociones. Muy contento por su descubrimiento, apretó los puños con fuerza y miró al cielo.
—¡KATSUKI BAKUGO ESTÁ DE VUELTA, PERRAS! —gritó Bakugo, a todo pulmón, a la noche.