Todos los personajes y la historia pertenecen a Kohei Horikoshi y Masashi Kishimoto
Bakugo y Ayame regresaron a la tienda de Ichiraku del padre de ésta. Ahí estaban el Yondaime y Teuchi hablando de forma distendida. Al ver que entraban el par de niños, interrumpieron la conversación y centraron su atención en la cara ensangrentada e inflamada de Bakugo.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Minato con algo de preocupación.
—El muy idiota se peleó con cuatro matones. —dijo Ayame dándole un manotazo en el hombro al pequeño rubio.
—¡Ay! ¡Joder mocosa! —exclamó Bakugo frunciendo el ceño. —¿Y no acabas de decir antes que era lo más heroico que habías visto en tu vida?—
—Y lo ha sido. ¡Pero te podrían haber matado! —dijo Ayame molesta por la insensatez del niño. —¿Puedes llevar a Bakugo al hospital, Yondaime?—
—Tsk. No hace falta que lo hagas, viejo. Esto se cura solo. —masculló Bakugo.
—Ayame tiene razón. Más vale prevenir que curar. Ven aquí, Bakugo. —dijo Minato, haciendo un gesto con la mano para que se acercara. Bakugo, a regañadientes, se acercó al Hokage. —Mañana traeré a mi hijo aquí, Teuchi. Hasta la vista, Ayame.—
—Hasta luego, Yondaime. ¡Y tú, pequeñajo! —dijo Teuchi señalando a Bakugo con el índice. —Cuando vuelvas, haré el plato más picante que hayas probado jamás.—
—Ja. Eso me gustaría verlo. —le desafió Bakugo.
—¡Bakugo! —dijo Ayame nerviosa. —Cuando estés aburrido, ven a verme y jugaremos juntos. Si quieres, claro. Jeje—finalizó la chica con una risa nerviosa.
—Mmm, lo pensaré. No eres tan molesta como muchos otros críos. —dijo Bakugo.
Ayame sonrió ante su respuesta y le despidió con la mano. Minato cogió a Bakugo y, un segundo después, estaban ambos en el despacho del jefe del hospital.
—Me tienes que decir como mierdas haces eso, viejo. —dijo Bakugo intrigado.
—Es complicado. Pero para resumir, es un jutsu espacio-temporal que necesita un sello especial. Los tengo colocados en diversos puntos de la aldea. Uno de ellos está en este despacho. —concluyó Minato.
—Tenías razón cuando decías que era complicado, viejo. —dijo Bakugo sin entender una palabra de lo que acaba de decir el Hokage.
—Jeje. —dijo Minato rascándose la cabeza. —Cuando seas un poco mayor, te lo volveré a explicar si aún estás interesado.
Luego se fueron en búsqueda de un médico. Después de una pruebas, determinaron que no había lesiones internas, pero algún corte necesitaba puntos para que dejase de sangrar. También le vendaron y le aplicaron pomada para que bajara la hinchazón de la inflamación que tenía en la cara.
—Dentro de un par de días estarás como nuevo, Bakugo. —dijo con una sonrisa una enfermera.
—¿Qué se dice? —exclamó Minato.
—¿Ein? —arqueó una ceja sin comprender.
—Gracias, se dice gracias. —dijo Minato negando con la cabeza. —Dile gracias a la enfermera.—
—Y una mierda. Esa palabra no está dentro de mi vocabulario. —contestó Bakugo. De nuevo una gota gigante se formó en la cabeza de Minato. La enfermera se fue despidiéndose del Hokage.
—Jeje. Espero que con el tiempo eso cambie. —dijo Minato emitiendo un suspiro. —Mmmm, Bakugo... —
—¿Qué pasa ahora, viejo?—se quejó Bakugo.
—Nunca se me dan bien sacar temas tan delicados. Así que iré directo al grano. ¿Quieres vivir conmigo y con mi hijo? —preguntó Minato de forma muy seria.
—¿Ein? ¿A qué viene esto?—dijo Bakugo perplejo.
—Bueno, no debes estar solo con tu edad, así que había pensado que lo mejor sería ... —Minato no acabó su frase ya que fue interrumpido por el pequeño.
—Ni te molestes en terminar, viejo. La respuesta es no. —dijo Bakugo.
—Pero ...—dijo Minato.
—Mira viejo. No eres mal tío. Pero yo ya tengo un padre y no necesito otro. Aunque no esté en este mundo, sigo teniendo. —dijo Bakugo, despreocupado y rascándose el brazo.
Minato, creyendo que se refería con lo de que no estaba en este mundo en que estaba muerto y no en que de verdad estaba en otro mundo, se entristeció con las palabras del chico.
—Respeto que no quieras remplazar a tu padre. Pero Bakugo, no puedo permitir que vivas solo. Solo tienes 5 años y necesitas de alguien que cuide de ti. —explicó Minato.
—Sé cuidar de mí mismo. —dijo Bakugo, ofendido por que alguien pensara que no podía vivir solo.
—No puedo obligarte a vivir conmigo, pero no vas a vivir solo. —sentenció Minato mirándolo con dureza.
—Tsk. ¡Que molesto eres, viejo! He oído al crío de la cama de al lado que vive en un orfanato. Estoy dispuesto a vivir ahí si con eso dejas de molestarme. —exclamó Bakugo.
—De todas formas, no estaré mucho tiempo. Seguro que ya han encontrado al bastardo de negro y le están obligando a deshacer su poder. —pensó Bakugo.
—Perfecto —dijo el Hokage volviendo a mostrar su sonrisa. —Me voy a hacer el papeleo para tu nuevo hogar.—
—Sí, sí, lo que tú digas pesado. Lárgate y déjame dormir. —se quejó Bakugo.
Hasta que el Hokage resolvió los problemas burocráticos para la inscripción del niño rubio en el orfanato de Konoha, Bakugo se pasó el tiempo deambulando por el hospital por orden del Yondaime. Unas horas más tarde, apareció de nuevo Minato y se llevó a Bakugo para que conociera su nuevo hogar. Ya en el orfanato, dos ancianos fueron a reunirse con la pareja de rubios.
—Bueno, Bakugo. Estos son Matson y Trakala. Se harán cargo de ti hasta que puedas valerte por tu mismo. Si necesitas cualquier cosa, no dudes en venir a verme. —dijo Minato.
—Lo que tú digas. Vete a trabajar ya de una vez, viejo. —dijo Bakugo despidiéndose sin mucho entusiasmo de Minato.
—Jeje. Es cierto que he dejado los asuntos de la aldea un poco apartados. Pero es que es muy aburrido. —se quejó Minato mirando al suelo y con lágrimas en los ojos.
—Sabía que me habías usado de excusa para escaquearte, viejo. —dijo Bakugo cruzándose de brazos
—Hasta pronto, Bakugo. —un instante después, solo había humo en la posición donde se encontraba Minato.
Después de la marcha del cuarto Hokage, Bakugo se pasó unos días familiarizándose con su nuevo hogar. Había cientos de niños que, por causas de la tercera guerra o del ataque del Kyubi, se habían quedado huérfanos. Para Bakugo, todos ellos eran unos inútiles extras como lo fue en su día Deku hasta que All Might le dio su poder, así que no se molestó ni en saberse sus nombres.
Aburrido por la falta de cosas por las que pudiera distraerse, decidió salir a explorar la aldea. Le parecía raro que en este mundo hubiera cosas propias de la Edad Media de su mundo, como las armas. Pero a su vez también había tecnología, aunque poca, del siglo XX de su mundo. Lo que más le llamó la atención de su caminata fue ver a un niño portando una máscara de un zorro y una katana sentado en la proximidad de un río.
—¡Ey, mascaritas! —gritó Bakugo. El niño se giró para ver quien le llamaba. —Eso que tienes en la espalda no es un juguete, chaval.—
—Eres tú ... —susurró el extraño con máscara.
—¿Te conozco, mascaritas? —preguntó Bakugo.
—Tú no. Pero yo sí. Fui yo el que te encontró en el bosque y el que te llevó al hospital, después de volver de mi primera misión como miembro de ANBU. —explicó el extraño.
El extraño con la máscara de zorro se quitó la máscara, dejando ver la cara de un niño con ojeras de unos doce años con cabello negro que colgaba cerca de las mejillas para enmarcar el rostro y una larga cola de caballo en la parte posterior de su pelo.
—¡Un momento, ojeroso! Por lo que he leído los ANBU son shinobi de élite de la aldea. ¡Y tú eres un jodido crío! —preguntó Bakugo incrédulo.
—No soy un crío, ya tengo 11 años. —dijo el extraño secamente. —¿Y si yo soy un crío, que eres tú?—
—¡Desde luego no un capullo como tú, ojeroso! —gritó Bakugo, enfadado. Por su forma de hablar, le recordaba al bastardo Mitad-Mitad y eso le enfurecía aún más.
El ANBU ignoró el insultó y se levantó del suelo.
—¿Cómo te llamas, pequeño? —preguntó el miembro de ANBU, acercándose a Bakugo.
—Katsuki Bakugo. ¿Y tú, ojeroso? —le devolvió la pregunta Bakugo.
—Itachi Uchiha. —contestó el ANBU.