El capricho de amarte

By nacaridportal

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Ella está completamente rota. Yo tengo la manía de querer repararlo todo. Ella es un perfecto desastre. Yo... More

Sophia Pierce.
Ser rara está bien
Una dosis de vida
¿Has sentido el dolor?
Al carajo el futuro
Las personas no queman
Te necesito a ti
Tú también eres una princesa
Detrás de las estrellas
Fabricantes de esperanza
Ojalá nunca te vayas
Concéntrate en mí 😏
Gracias por sostenerme Julie.
A veces necesitas irte
Conociendo Christopher
Del cielo al piso
Mi innegable verdad.
Mucho más que el dinero
Para: Julie
Sonrisas y dolor
Mi sueño es ella
Mi solución en su sonrisa
Adiós a las reglas
Universo para dos
11:11 mi deseo eres tú
Nunca vas a ser tú
Érase una vez
Ebriedad
Somos más que el dolor
Solo de ti
"No voy a abandonarlo".
En busca de un sueño
Destruyó a la princesa
El mundo perdido
La leyenda de las estrellas
Duerme conmigo
El hilo rojo
Asco de mí
"El paso de las lágrimas"
Nunca más voy a sentirme sola
Tú nunca vas a terminar
Epílogo
Fin
Escalera al cielo
¿FIN?
El Capricho de Amarte - SEGUNDO LIBRO - La sombras de Sophia Pierce
Y conocí a una princesa
El presente - Sophia Pierce
Tres meses antes - Sophia Pierce
No todo tiene un precio - Sophia Pierce
Hay tristezas que no se van
EL ABIERTO DE AUSTRALIA
MÁS QUE UN SIMPLE JUEGO
Se acabó el juego
La Diosa del caos
Caos en mi interior
Julie Dash - Pasado
Julie Dash - Pasado
Heridas que vuelven
Un nuevo comienzo
JULIE DASH - CÍRCULO VICIOSO
Cantándole a las estrellas
La fiesta del descontrol
Enfrentar los miedos
La maga
11:11 mi deseo sigues siendo tú.
Heridas que se vuelven a abrir
JULIE DASH - TORPEZA
Sophia Pierce - Querer en libertad
Julie Dash - Montaña rusa de emociones
No supe desear
JULIE DASH - Encontrando mi voz
Sophia Pierce - Mi vida sin ella
JULIE DASH - Después del placer
SOPHIA PIERCE - DOS MESES DESPUÉS
Sophia Pierce / Celebrando a Paula
Sophia Pierce - Almas que te salvan
JULIE DASH - Pequeña eternidad
TE QUIERO DE VERDAD
TE ESCOGERÍA A TI
TE QUIERO LIBRE
SUEÑOS QUE SE CUMPLEN
EN OTRA VIDA SERÁ
LA MAESTRA DEL SEXO
"SOY TU PREMIO"
JULIE DASH - NO SOY TU CHICA
JULIE DASH - DE NADA
JULIE DASH - NOCHE DE EBRIEDAD
JULIE DASH - VERDADES
LAS REGLAS SON LAS REGLAS
Julie Dash -NO PUEDO VIVIR SIN TI
SOPHIA PIERCE - MILLONES DE EMOCIONES
SOPHIA PIERCE - PREMIO DE CONSOLACIÓN
LA ECUACIÓN DE DIRAC
JULIE DASH - DESPEDIDA
¿PODEMOS HACERLO DISTINTO?
SOPHIA PIERCE - INSTANTES PERDURABLES
QUIERO ESTAR CONTIGO MIENTRAS SANAS
Julie Dash - Antes del final
SOPHIA PIERCE - EL INICIO DE MIS PESADILLAS
SOPHIA PIERCE - NO SOY UNA ASESINA
SEAMOS SINCERAS
PENICILINA - SOPHIA PIERCE
5 MESES DESPUÉS
SOPHIA PIERCE - DEBO SOLTARLA, AUNQUE ME DUELA.
CONTINUACIÓN
¿GANARÍAS POR MÍ?
JULIE DASH - ANDREA VS SOPHIA
LA FINAL
KSENYA KHOKRYAEVA - LA ÚLTIMA VEZ
KSENYA KHOKRYAEVA - TU VIDA ES LA MÁS VALIOSA
JULIE DASH - LA ELIGIÓ A ELLA
KSENYA KHOKRYAEVA - MIS MURALLAS
JULIE DASH - "El Final".
SOPHIA NO TIENE FINAL
Para: los bebés del futuro De: Sophia Pierce
LIBRO 2 - JULIE DASH
Besar los Sueños
Cuando los conocí. Julie Dash.
Rotas en la irrealidad - Julie Dash
Para: Ksenya
Ksenya K. La vida sin ti.
Ksenya K - Cuando te conocí
Julie Dash - Realidad irreal
Julie Dash - Realidad Irreal
Julie Dash - Punto de inflexión
Julie Dash - Presente
Julie Dash - Ella está viva.
Julie Dash - Final "feliz".
Julie Dash - Después de todo, tú.
El sacrificio del peón - Julie Dash.

¡Tuya!

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By nacaridportal


La playa estaba para nosotras y yo me estaba complaciendo con la colección de sonrisas que Sophia me ofrecía.
Nunca la había visto tan feliz.

Dejamos nuestras cosas en la casa de Benjamín. Luego tendría que explicarle, que, esa llave que me dio hace años para cuando quisiera disfrutar de un rato de soledad, la había usado por fin, pero para estar con ella. Con la misma persona de la que quería que me alejara. Lo saqué automáticamente de mis pensamientos. Sabía lo que me diría: «Julie, no está bien. Tiene novio, no sabe lo qué quiere, te mereces algo mejor». No podía desear estar en otro lugar que no fuera con ella. Y no, no había nadie mejor.

Apenas nos acomodamos en la casa me di cuenta de que 1. No teníamos comida. 2. Tampoco trajes de baños. Éramos nosotras y un plan que surgió de mi necesidad de que estuviéramos solas.

—¿Tienes hambre? —le pregunté, abriendo la nevera a ver si quedaban municiones.

—De ti.

Me haló hacia ella, colocando sus brazos alrededor de mi cuello.

—Te va a dar hambre en unos minutos y no precisamente de mí.

—Uff... Julie, teniéndote ¿quién necesita comida?

—Muy graciosa, pero es en serio que hay que salir a comprar.

—Si supieras que no bromeo, princesa. ¿O ahora no eres tan intimidante como en el carro? Mira que ya tengo mis brazos libres, ¡para tocarte mejor! —Hizo énfasis en esa frase de una manera y con una expresión, que paralizó mi ritmo cardíaco.

Era distinto estar en el carro y tener el control, que sentir su respiración sobre mi boca y esos ojos expectantes.

—Pagaría por conocer tus pensamientos cada vez que te quedas así, mirándome —no supe qué contestarle, aunque quise decirle que yo también pagaría pero porque terminara de besarme.

Se quedó mirándome por un tiempo que me pareció eterno. Los silencios no eran incómodos entre nosotras, y menos cuando sus ojos se fundían en mis labios. ¿Por qué me encantaba que me mirara así?

—¡Tengamos un día distinto! —me solté de ella y cogí la corneta portátil de la sala de estar y conecté mi móvil a ella por Bluetooth—: ¡Solamente tú y yo hasta mañana por la noche! Podemos hacer lo que quieras —exclamé, abriendo el balcón de la casa que daba directo a la playa.

Since You've Been Around - Rosie Thomas.

Era mi turno de escoger la música y sonó en el momento preciso. Sophia estaba deslumbrada con la vista y yo con la tranquilidad del instante. Podía quedarme con ella lejos de todos. Era como si estar juntas borrara por un segundo cualquier tipo de preocupación, nuestro pasado, las ansias del futuro o cualquier inconveniente que pasara por nuestra mente. O al menos, la mía se sentía segura cuando estaba a mi lado.

—Gracias, Julie.

—¿Por qué me agradeces? ¿Por llevarte a la playa sin traje de baño? No me agradezcas hasta que sepamos al menos que vamos a comer —bromeé, aunque no era del todo mentira. En mi mundo de cosas planificadas, está escapada era bastante inusual me tenía de los nervios.
—Nos las arreglaremos juntas —otro beso en mi mejilla-: me gusta cuando improvisas, cuando haces este tipo de sorpresas por mí —continuó hablando con los ojos ilusionados que luego pasaron a avisparse más—: Y ya te dije, princesa, no pasaré hambre. Siempre puedo comerte a ti —se lanzó hacia mí cambiando su ternura a seguridad.

Comenzó a hacerme cosquillas y en una pequeña guerra de risas y agarres, terminamos en la arena, revolcándonos.

No quería que parara a pesar de que odiaba las cosquillas. No quería que se alejara ni un segundo y verla, con la sonrisa maliciosa y con el cabello cayendo a ambos lados de mi cara... fue suficiente para que un escalofrío recorriera mis pies hasta subir por cada parte de mí.

Estar con Sophia era saber que incluso teniéndola tan cerca, siempre iba a necesitar más.

Sus ojos se veían de un color miel que opacaba cualquier tipo de azul. Ni el mar, ni el cielo, ni todo lo maravilloso que nos rodeaba era comparable con la belleza que salía de ella. Y de forma inconsciente entreabrí los labios, dándole acceso no solo a mi boca sino a mis sentimientos. Esperé con ansias que me besara. Ella, recostada de mí en la playa, yo, aferrándome a su cintura. Por un momento dejamos de bromear. Nos quedamos a vivir en un contacto, en una cercanía, en un instante que pensé que daría paso a sus besos.
Lo estaba deseando tanto como yo, pero lejos de besarme, susurró contra mis labios:

—Mis vacíos ni siquiera se sienten cuando estoy contigo
.
Me contuve. Quise responderle con un beso, pero tenía palabras queriendo salir:

—Tus vacíos tienen el poder que les concedas. Pueden aturdirte y ser desgarradores, pueden recordarte el pasado, pueden decirte que no vas a llegar a ningún lado y que la vida pesa, o pueden estar ahí para recordarte que sientes —también yo, me vi susurrándole en los labios en un juego de deseos y también de amor.

—Quería demostrarte que la vida iba más allá de tu mundo y terminé aprendiendo todo de ti.

—¿Cambiarías algo?

—La verdad sí —se apretó contra mi cuerpo, y sentí la arena meterse hasta en mis partes íntimas. Pero no me importó.

Ella seguía sobre mí, y yo podía perfectamente paralizar el tiempo para quedarme ahí. Con el ruido de las olas rompiendo, en la misma playa donde mi mejor amiga me vio llorar y con una persona que hacía música de su respiración, para ir dirigiendo el compás de cada uno de mis latidos.

Con Sophia entendí que el dolor a veces vale la pena. Y pueden decirme masoquista, pero no es eso. Vivir sin sentir por miedo a las heridas es apagarnos. La vida estaba afuera y yo había construido una jaula. Con ella por primera vez, supe lo que se sentía salir. Recorrer el mundo, vivir la oportunidad, ser más que los planes, salirme de la rutina, ver por encima de mi zona tranquila y segura. Ella me mostró que había un cielo. Y no importaba si al final su vuelo iba más rápido... siempre podría encontrarla. Ya sabía volar.

—¿Sabías que a veces te retraes tanto que siento que me ignoras? —me preguntó con su carita infantil y unos ojos que expresaban intriga.

Pienso en ti, Sophi. Pienso en ti y en todo lo que me has cambiado la vida.
Sí. Esas pequeñas cosas que no nos atrevemos a decir.

—A veces volteo a ver cómo era mi vida antes de ti y...

—¿Y ni siquiera puedes con la nostalgia? —me interrumpió Sophia—: O al menos a mí me pasa, Julie. Volteo a ver cómo era sin ti y descubro que siempre estuve esperándote. Quería un encuentro que lo cambiara todo. Y cuando fui al instituto, aburrida, amargada, cansada de vivir, te vi retraída en un libro y dije... ¿no sé da cuenta de que se están burlando de ella? Jessica me decía que eras torpe, una mojigata, y se expresaba con tanta envidia que quería decirle que parara. Pero tú estabas absorta de los comentarios. La vida parecía no dolerte y tenías una actitud que no comprendía. No sé por qué lo hice, pero caminé queriendo verte de cerca y no pude parar. Caminé a tu mundo, a tu vida y necesitaba acariciarte, necesitaba saber cómo se sentía tocar tu piel. Verte incómoda, hacia que lo deseara más. Como la heroína, con la única diferencia de que tú no me matabas. Al contrario, fuiste recordándome lo bonito de vivir. Fuiste salvándome y dices que solo me diste las herramientas, pero Julie, mierda, eres perfecta. Eres en todo lo que pienso.

Puedo decirles que en ese instante nos volvimos inmortales. Ella dejó de mirar al cielo, para recostarse de su mano, y mirarme. Y allí, tiradas en la arena, con una simple mirada, supimos que no nos olvidaríamos.

Poco importaba lo que iba a pasar después. Unos minutos, un tiempo prestado. Una vida de entre miles de millones, se encontró con otra y construyeron lejos del ruido, un momento inolvidable.

Y aunque pasaran millones de años, aunque nuestra esencia fuera invisible, siempre existiríamos. Lo que vivimos iría mutando, sería como las olas que se transforman, como las huellas que se pierden, como el sol que ama tanto a la luna como para saber, que incluso en la distancia y en la improbabilidad, el amor jamás desaparece.

—Te tengo una sorpresa —Sophia cortó la mirada a la que nos habíamos mudado, y cuando la vi levantarse y correr al interior de la casa no supe si seguirla, o quedarme disfrutando de las millones de mariposas que nacieron en mi estómago.

Mi cuerpo contestó quedándose rendida en la arena, con la mirada fija en el movimiento de las nubes. Y el cielo era de un azul celeste apacible, así como ese día. Uno en el que la rutina no se hizo presente.

No sé cuánto tiempo pasó, pero la vi llegar en ropa interior y con una guitarra en mano.

—¡La tomé prestada de la casa! -dijo con una sonrisa segura, para añadir—: ¿Es una playa privada, no? Porque de no ser así corres el riesgo de que todos vean mis maravillosas curvas, y mira que quiero que sean solo tuyas —expandió otra sonrisa llena de satisfacción al ver efecto que tuvo en mí.

—¡Eres bastante modesta! ¿No?

—Y tú bastante descarada, pero tranquila, Jul, te doy permiso de que me decores y no solamente con la mirada —la vi correr hacia la orilla y me dije a mí misma que debía dejar de mirarla, pero me superaba.

¿Aló? ¿Autocontrol? ¿Aló? ¿Decencia? ¿Volverán pronto?
La verdad es que no volvieron.

—Julie... ¡de cerca me puedes ver mejor! -la escuché gritar engreída, serena y preciosa como siempre.

—Mucho te crees, guapa -me senté a su lado, metiendo los pies en el agua cristalina mientras Sophi se apoyó en una piedra.

Las olas chocaban con nuestros pies, y el frío del agua era refrescante. La tarde estaba preciosa. O Sophia la hacía preciosa, para qué mentir.

-Julie... —volvió a hablar, esta vez con un tono serio—: No puedo darte todo lo que te mereces. No puedo darte grandes regalos, no puedo llevarte a una playa privada, o construir muchas clínicas para que salves vidas así como en mis dibujos, pero... quiero regalarte mi voz —se veía tan guapa incluso cuando se mostraba vulnerable. Ella me daba más que el dinero, más que todo, pero no iba a interrumpirla, así que solo asentí mirándola con más amor del que cabía en mi cuerpo—: Quiero regalarte una canción de tu cantante favorito. La compuse para ti hace mucho, y quería un momento perfecto para decirte lo que siento. Esta canción entre todas dice todo lo que quiero decirte. Pero no dice que me encanta cuando me miras de esa forma, que cuando te intimidas quiero lanzarme encima y que si me he contenido, es porque no quiero que hagamos nada de lo que luego te arrepientas. Y sabes que nunca quise cantar por dinero, pero me he dado cuenta de que amo la música. Me mostraste que la amo, porque con ella puedo acercarme a ti.

Sophia Pierce era irresistible, coqueta, seductora, y segura, pero lo que más me gustaba de ella era que decía lo que sentía sin importar nada. Aunque me dejara así, con el corazón latiéndome muy rápido y sin palabras.

Ella no era común.
Buscaba en un pestañeo conseguir sus respuestas. Quería saber por qué la vida era injusta. Por qué las personas que querían no estaban a su lado. Y se sentía sola, atada a un amor de pareja que más allá de eso era su amigo. Y arrojaba luz aunque su corazón estuviera triste.

Los ojos le brillaban como luceros que guían a los viajeros perdidos. Con su boca mostraba qué hay cosas que no se pueden comprar. Cada vez que hablaba me hacía pensar que era mayor, pero su madurez consistía en que no había sido sepultada por la sociedad. Le dolía porque estaba despierta. No le importaban las apariencias. Le daba lo mismo vivir de hippie que jugar al tenis. No vislumbraba ser famosa, porque no necesitaba fama. Ella se aceptaba, y lo que no aceptaba era cada injusticia que la hacía llorar.

Y me fui enamorando de aquella que quiso convertirse en mi mejor amiga. Me fui enamorando a un punto sin retorno. Me fui perdiendo mientras el viento le movía el cabello, y con la guitarra en sus piernas, y el mar de testigo comenzó a cantar una canción que lo significa todo para mí.

One of These Days - Vance Joy

Con la voz ronca y sus dedos golpeando con fuerza la guitarra, confirme que era la persona más importante de mi vida. La quería y la quería para más que un instante.

Me había enseñado que el presente es lo importante. Que cada desliz se convierte en besos que dimos o que dejamos de dar, y yo que ni siquiera había besado, conseguí unos labios que me llevaron al espacio ida y vuelta y me dijeron: «Tienes todos los boletos que quieras, pero si me dejas ir contigo».

Nunca la había visto cantar de ese modo. Incluso, se levantó del piso, y metiendo los pies en la orilla de la playa, con el horizonte detrás... tocó la guitarra y cantó para mí. Movía su cabeza a medida en que sus dedos expertos en el área, tocaban la guitarra del mismo modo en que quería que me tocara a mí. Estaba haciéndome un concierto privado. Se movía con una sensualidad irreal. Toda la imagen era surrealista. Sola, con una persona que conocía desde hace poco y que me conocía más que nadie. Moviendo su cuerpo cubierto por un sostén negro y un hilo diminuto que apenas cubría su parte íntima. Me miraba con una jocosidad natural. Tenía la destreza de intimidarme a distancia. Me estaba tentando y su venganza por lo que le hice en el carro... estaba dando resultados.

The moment you stop looking
Yeah, the moment you stop looking
Wherever you go, you'll be in the right place
You'll never know the difference it makes
When you let go, and give up your chance

El momento era ese y cuando terminó de cantar, me olvidé de cualquier timidez. No pude aguantar. Corrí hasta ella. Me arrojé a sus labios y sus ojos me miraban con chulería, como si supiera qué iba a pasar.

Nuestras lenguas se encontraron con necesidad. Ella marcó el ritmo. Yo, me dejé llevar cediéndole el control, a medida que su lengua recorría mi boca. Y pude sentir los latidos de Sophia y los míos, en una guerra por pertenecerse, por estar, por quedarse un rato, suplicando que ese rato no se acabara.

Mi ropa salió volando. Sophi me la arrancó con desespero, y pude ver que no se contenía. Me recorría lascivamente y luego con admiración y ternura. Ambas formas me volvían loca. La tierna y la bestial.

Agradecí que Benjamín tuviera esa casa. Agradecí que me hubiese dado la llave aunque supiera que nunca iba a ir. Agradecí haber conocido a Sophia. Me sentía la persona más afortunada y ni siquiera me di cuenta cuándo me arrastró hasta el agua. En una milésima de segundos sentí sus manos desabrochar el broche de mi sostén.

La vergüenza fue invadiéndome en
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—¡Hey! —sentí sus manos sostener mi cara y el frío se colaba por mis pies. El agua estaba helada—: olvídate de la pena. Quiero que conmigo no te avergüences.

Y yo quiero negarte algo, Sophi, pero parece imposible. Pensé.

Sin saber cómo, fui arrastrándome a la playa. El viento chocaba contra los orificios de mi cara, y el frío iba entrando en ellos. Sophia pareció darse cuenta, porque enseguida logró cambiar el panorama. Se quitó ella misma su sujetador, lanzándolo con todas sus fuerzas para que llegara a la orilla. Y lo siguiente que sentí fueron sus senos pegándose a los míos, mientras me atraía a ella, tomándome por la cintura. Me besó mordiéndome el labio inferior, y no supe cómo había hecho para estar tanto tiempo separada de su boca.

La besé con más fuerzas intentando que no desapareciera. Mi cuerpo me pedía a gritos el suyo, y apretando sus labios con decisión, profundicé el beso. Jugué con su lengua, conociendo las razones que me hicieron enamorarme.

Ya no quería ser más la chica solitaria. La quería a ella. El hormigueo regresó. Las mariposas se hicieron presentes y no sólo en mi estómago, cuando sentí sus dedos jugar con mis pezones.

Sophia era insistente, me miraba con desenfreno. Recorría mi cuerpo entre tierna y agresiva y, en medio del mar, a la altura suficiente para poder tocarnos, sedujo mi espalda con caricias más suaves al tiempo en que mordió el lóbulo de mi oreja diciéndome: «Soy tuya, Julie».

¿Qué significaba eso? No lo supe, pero enredé mis manos en su cuello, atrayéndola. No me importaba si me mentía. Al final... todos nos mentimos para sobrevivir a la realidad.

La besé con rabia inconsciente. La besé sabiendo que al día siguiente estaría con su novio. La besé sabiendo, que, incluso si era un cuento breve, era mi favorito por sobre cualquier historia.

Quería pedirle que nunca se fuera y volví al inicio. Siempre quise eso. Todo el tiempo imaginaba que pudiera funcionar. No me interesaba la sociedad, mis padres. Nadie. Si queríamos podíamos hacerlo. Pero ella estaba con Noah.

Abrí mis ojos para verla y casi al instante, ella también lo hizo.

—¿Qué tienes?

—Intento quererte de la manera en la que me lo permites. Pero a veces duele.

—No pienses en eso, Ju. Estoy contigo y este día es todo lo que importa —fue dejando besos por mi rostro y yo me dejé llevar, mientras sentía sus manos acariciar mis senos.

Me sentía confundida. La mitad de mis sentimientos querían que me tocara, que hiciéramos el amor en el mar, como en los cuentos. La otra sabía que la caída sería fuerte y qué tal vez, no sobreviviría. Pero a veces no pensamos racionalmente y teniéndola en frente, mis deseos tomaron el control.

Quería que mi primera vez fuera con alguien de quien estaba enamorada.

—¿Estás segura?

—¿Me lo preguntas después de que me desnudaste? —mi voz habló obedeciendo un deseo y sin pensarlo... recorrí sus senos con mi lengua.

Dejó de importarme la inexperiencia. Quería que así como dijo, fuera mía y de nadie más.

Escucharla gemir fue excitándome más de lo que pensé que podía estarlo. Un escalofrío volvió a recorrerme pero esta vez se instaló en mis partes íntimas. Necesitaba más.

—Quería esto desde que te conocí, pero no podía admitirlo —susurró con una voz tan ronca, que hasta me pareció irreconocible.

—Lo quiero tanto como tú, y sí, Sophi, estoy segura.

Volvió a besarme sabiendo que tenía mi autorización. No conseguía entender cómo estando solas y sabiendo que teníamos toda la noche, estábamos tan frenéticas. Le pedía que no se detuviera. Quería más de sus besos, mientras sus manos fueron arrastrándome fuera del agua y no sé cuándo volvimos a estar en la orilla, recostadas en la arena.

No podía respirar y no tenía miedo. O tal vez los miedos que tenía estaban dormidos por el efecto Sophia Pierce.

—Eres jodidamente irresistible. —Se apartó de mis labios para dejar besos por mi abdomen al tiempo en que acariciaba mis senos.

Sentí su cuerpo tan cerca del mío y no pude controlarme. Estaba ardiendo de deseo y se notaba. Pero Sophia no quiso llegar al punto exacto en donde la requería. «¿A qué estás esperando?» más que una pregunta era un reclamo, guiado por un deseo que no podía frenar.

Vi su cara mientras bajaba por mi cintura. Tenía cara de maldad, de picardía, de niña diabólica y al mismo tiempo angelical. Y cuando pensé que no podía torturarme más... tomó mi mano izquierda y lentamente introdujo mis dedos en su boca.

Intenté que un grito ahogado no se escapara. Por supuesto que fallé.
Intenté no gemir, pero verla succionar mis dedos lentamente sin dejar de mirarme, era una imagen que me estremecía. No era dueña de mí.

Quería llevarme al límite, lo hizo.
Quería ser mis primeras veces, se las entregué. Quería que se lo pidiera... y allí estábamos.

—Sophia...

—¿Qué? —Sacó mis dedos de su boca y se puso a ahorcajadas sobre mí.

—¡Hazlo!

—Quiero que seas más específica. ¿Qué exactamente quieres que te haga? —preguntó con el pelo empapado cayéndole por la cintura, y algunos mechones desordenados sobre la cara.

—¡Tócame! Quiero que me toques.
Con una sonrisa triunfal, volvió a mí, besando cada parte de mi cuerpo. Y exploramos mutuamente cada centímetro, cada lunar, cada cicatriz.

Comenzó a moverse sobre mí, llevándome a lugares que no conocía y de los que no quería salir. El sonido de las olas rompiendo muy cerca de nosotras, era alucinante. Siempre pensé que hacerlo en la playa sería incómodo. Que no sería algo para nada agradable, pero Sophia cambiaba mis patrones. Todo lo que no me gustaba, con ella superaba lo perfecto.

Nos besamos como si quisiéramos arrancarnos los labios, hasta que nos dimos cuenta de que ninguna se iría.

Abrió ligeramente la boca y entrecerró los ojos, mientras sus manos se abrían paso bajando por mi ropa interior. El nerviosismo de una sensación nueva, se hizo presente. Ella me besó con dulzura, me besó, pidiéndome que me relajara a medida que sus dedos iban encontrándose con lo que ella misma había causado.
El corazón se detuvo. Tenía terror de no saber si dolería. De no saber si era lo correcto, pero con una delicadeza y unos ojos que me miraban con tanto amor, esos miedos fueron neutralizándose.

Era más la excitación que el temor. Y escucharla decirme al oído: «Eres mi princesa y no te quiero compartir», terminó de enloquecerme.

No podía más y su mano jugaba con el borde de mi ropa interior. Quería volverme loca, y se movía sobre mi pierna a medida que iba abriéndose paso. No supe cómo resistí tanto, pero cuando sentí sus dedos acariciarme el deseo se multiplicó.

—¡Julie! —dijo en modo de asombro cuando se dio cuenta de cómo me tenía.

—Cállate... —me aferré a su cuello y cerré los ojos dejándome llevar por los movimientos que hacía.
Me tocaba superficialmente, lo hacía lento. Me trataba como a su princesa, sí, pero necesitaba más. Así que utilicé unas armas que no sabía que tenía.

—Házmelo, Sophi, fóllame como si se te fuera la vida en eso. ¡Necesito más! —me mordí el labio inconsciente, y un gemido leve escapó de sus labios.

Sus dedos llegaron al lugar donde deseaba. Sentí sus labios morder mi cuello para arrancarme otro gemido. Me aferré a su espalda, mientras entraba en mí suavemente. «Vamos despacio, si te duele paro», fueron sus palabras, pero no me dolía.
Poco a poco fue dejándose llevar, y yo, que no sabía que era tan escandalosa, lo descubrí cuando entraba y salía de mí, subiendo el ritmo a la medida de mis peticiones.

No podía controlarme, pero cuando obtuvo más profundidad sentí un dolor que se vio nublado por el nivel de mi placer. Sophia intentó parar, era cuidadosa, estaba atenta de que fuera perfecto y lo estaba siendo.

—Ni se te ocurra detenerte, quiero más.

—Mmm... con que a esto se refieren cuando dicen que las tímidas son las peores —soltó, y mi respuesta fue callarla con un beso y cambiar de posición.

Me monté sobre ella moviéndome a mi ritmo sobre sus dedos. Esos que me dieron más placer del que pensé que iba a sentir en toda mi vida.

Ver su cara de placer me volvía loca. Sentirla adentro de mí, era... no puedo describirlo, pero no quería que otra persona me tocara. Hasta que volvió a tumbarme en la arena y sin pensarlo hizo eso que había jurado nunca hacer. ¿Por que no la detenía? ¿Por que no le decía que me daba asco el sexo oral? ¿Por qué no la frenaba? Su lengua fue jugando conmigo y tuve que taparme la boca para no gritar. ¿Por qué me estaba dejando hacer? ¿Por qué le pedía más? ¿Por qué me estaba encantando? Yo odiaba el sexo oral. ¿Qué estaba pasando? No podía pensar.

Me penetró con la lengua, atrayendo mi cuerpo a su boca en un vaivén excitante. Sentirla adentro hizo que me moviera más rápido. Me estaba comiendo entera y yo le gritaba que siguiera. Había cambiado radicalmente, o con ella estaba perdiendo la vergüenza.

Sacó la lengua hasta dejarla en mi clítoris, mientras con sus dedos, volvió a entrar en mí... lento, rápido, de nuevo lento, más profundo... No podía más. No pude aguantarme. En un gemido imposible de controlar... sentí la humedad deslizarse sobre su mano. Sentí una explosión. Mejor que las estrellas. Mejor que un túnel que te lleva al sitio de tus sueños. Mejor que volar. Se sentía mejor que todo aquello con lo que soñaba. Intenté recomponerme de lo que iba experimentando... ¿qué era? No lo supe, pero se sentía como estar en el cielo.

No podía respirar, no podía entender cómo me sentía así. Y verla, intentando recuperar el aliento, con esa carita complacida, tumbándose sobre mí para darme un beso profundo... fue una de las experiencias más maravillas que he tenido en mi vida.

—¡Eres mía! —fue lo primero que dijo con unos ojos que parecían dos planetas llenos de vida, y recién descubiertos.
Nos hice girar colocándome sobre ella, y sujetándole ambas manos al lado de su cabeza contesté:
—¡Tuya!

Ese día tuve un descubrimiento:

Conseguí que nuestro universo no estaba en un dibujo. Ese universo del que tanto me hablaba, éramos nosotras. Conseguí que mi cuerpo y las sensaciones, no estaban muertas, simplemente nos estaban esperando. No importaba cuánto, dónde, ni por qué. Simplemente importaba cómo nos sentíamos y si lo piensan bien... Siempre fue amor.

Nota de autor:

¿Cuál fue su parte favorita y qué les pareció?

Para los que me leen de Caracas: este sábado haré un intercambio de mis libros por donativos, para los niños que apoyamos en situación de calle. Lugar: parque del este. Hora: 2:00 pm.

Y el 29 de este mes: Conferencia Renacer en Perú. 4:00 pm. Feria internacional del libro.

Les cuento que hace unos días colapsé un poco con el nuevo libro. Nunca había tenido una experiencia tan difícil. El segundo de renacer representa cosas internas muy profundas. Es como contar una verdad a gritos, una verdad que duele. Sé que va a ser importante, que va a tocar sus fibras de todo lo que me ha costado y gustado al mismo tiempo.

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