Patrick: *habían pasado dos días desde que dejaste a Patrick en la escuela. Belch, viendo lo mal que estabas, decidió invitarte a pasar el dia con él, libre de Patrick y de cualquier otra cosa que te pusiera mal*
–¿quién te enseñó a manejar?–solté sonriente mientras sacaba la cabeza por la ventanilla.
–Nadie, aprendí sólo.–lo miré sorprendida.
–Eso es genial, ERES genial.–el chico sonrió avergonzado.
–¿quieres que te enseñe?–asentí repetidas veces.
Belch frenó a un costado del camino, bajándose y permitiéndome pasar al asiento del conductor.
Escuchaba algo nerviosa las distintas indicaciones que el chico me daba, intentando recordarlas a todas en el momento de comenzar a conducir.
Como toda inútil que soy, tardé una eternidad para poner en marcha el auto.
–Tranquila, no aceleres demasiado.–soltó Belch aferrado a la butaca, podía jurar que estaba aterrado.
–¿así está bien?–solté comenzando a adaptarme a los cambios y el manejo.
–Sí, genial... No vuelvas a acelerar, por favor.–reí con ganas al ver lo asustado que Belch estaba.
Ya sumamente relajada, comencé a soltarme frente al volante, disfrutando el momento.
Cuando solo faltaban unas manzanas para llegar a mi casa, vi a Patrick en la acera, caminando. En cierto punto, su mirada se conectó con la mía.
Le mostré el dedo del medio.
–Vaya, que malota.–soltó Belch al notar lo que estaba haciendo.
–Que agradezca que no lo estoy pasando por encima con el auto.–
Al llegar a casa, bajé del auto, no sin antes despedirme de Belch.
Cuando estuve frente a la puerta, volteé a mirar al chico de gorra, quien continuaba estacionado frente a la casa.
–¿qué haces?–pregunté entre risas.
–Espero a que entres sana y salva a tu casa, ¿no es obvio?–
Me sentí conmovida frente a aquello, era la primera vez que alguien se preocupaba tanto por mi.
–¿quieres... tomar una cerveza?–solté sin pensarlo demasiado.
Belch sonrió.
–Me encantaría, princesa.–
Tal vez, perdía el tiempo intentando llenar el corazón de Patrick. En cambio con Belch, su corazón estaba tan lleno que rebalsaba y me lo llenaba a mi.
💔
Stan: *sólo habían pasado unas pocas horas desde que habías dejado a Stan y por extraño que parezca, te sentías más feliz que nunca*
Revisaba algunas cosas en mi cuarto, cuando el timbre de casa sonó.
Debe ser el idiota de Stan.
Bajé sin demasiadas ganas las escaleras y abrí la puerta.
–¿Richie?–exclamé sorprendida–. ¿qué haces aquí?–
–El galán con problemas de fidelidad me envía a decirte que lo lamenta y bla bla bla... ¿tienes algo para comer?–soltó totalmente desinteresado.
–Claro, mamá hizo su famosa chocotorta.–el rostro del chico se iluminó.
–Genial, corre tu grande trasero a un lado, señorita.–soltó Richie apartándome de un empujón y entrando a mi casa.
Creo que no es necesario mencionar que Richie y yo somos amigos desde hace mil años.
Ambos nos encontrábamos en la cocina comiendo, como siempre.
–Así que Stanley te envía...–Richie se encogió de hombros–. O sea que estás de su lado.–
–Detente ahí, loca.–soltó escupiendo algo de chocolate en mi cara–. Lo siento... Que haya venido aquí no significa que esté del lado de él. Tú eres mi princesa, ¿por qué elegiría al sapo con rulos?–sonreí.
–Gracias, mi caballero de brillantes gafas.–
–¡oye! No molestes a mis gafas.–soltó acomodándolas.
–¿entonces a qué viniste? Digo, si no estás tratando de volver a unirnos...–
–Quería ver cómo estabas, supongo.–
–¿pero qué dices?–solté fingiendo emoción–. ¿el gran bocazas estaba preocupado por mi?–Richie rodó los ojos.
–Sólo por eso...–me quitó el último pedazo de pastel y se lo metió a la boca–. Te quegazte zin tu pagstel.–soltó con la boca llena–. ¡que delicia, maldición!–
Negué divertida mientras limpiaba un poco de chocolate de su labio.
Tanto tiempo saliendo con un sapo con rulos, teniendo a un caballero de brillantes gafas a mi lado.
💔
Richie: *después de aquella paliza que le diste al de gafas, volviste hecha una furia a casa*
–¿no te habías ido de paseo con Richard?–preguntó mamá desde la cocina apenas me oyó entrar.
–No quiero volver a hablar de ese idiota, ma.–solté antes de encerrarme en mi cuarto.
Prendí mi walkman y me arrojé a la cama sin mucho cuidado.
Mierda, la música era demasiado deprimente. ¿es que acaso todo se coordina para cagarme la existencia?
Poco a poco me fui relajando, intentando alejar toda esa mezcla de ira y tristeza de mi mente. Cuando el sueño comenzaba a invadirme, sentí un peso sobre la cama.
–Por favor, mamá... no necesito la típica charla de-
Al voltearme y ver a Richie, la cabeza se me llenó de preguntas.
–No vayas a gritar.–exclamó el chico mientras yo me quitaba los audífonos.
–¿qué carajos haces en mi puta casa?–
–Amo tu sucia boca...–
–¡eres un imbécil!–me puse de pie–. Lárgate de aquí, Richie.–
–Espera, espera.–el de gafas se paró frente a mi–. Déjame explicártelo todo, por favor.–
–¿qué vas a explicar, Richie? ¿Que te estuviste besuqueando con esa zorra con herpes? No, gracias. Prefiero evitar los detalles.–
–No no, no es eso... bueno en parte sí.–enarqué una ceja–. La verdad es que yo no besé nunca a Tina Huggins.–
–¿qué?–
–Sólo estaba molestándote, pero creo que la broma... bueno... se me fue un poco de las manos.–
–Pero ella coqueteó contigo en la acera, ¡te lanzó un maldito beso volador!–
–Eso es porque me tiene ganas, es obvio.–fruncí el ceño–. Pero yo solo tengo ojos para ti, linda. Nunca le daría oportunidad.–
Suspiré algo cansada por la situación.
–¿estás diciéndome que te di la cachetada más fuerte del mundo solo por una estúpida broma, sin contar que me hiciste odiarte como nunca?–
–Si... lo lamento.–
–¿por qué tendría que creerte?–
–____, bebé. Tardé meses en poder confesarte lo que sentía por ti ¿de verdad crees que tiraría todo lo que pasamos juntos por una estúpida niña fresa?–
–Con herpes...–Richie sonrió.
–Claro... una estúpida niña rosa con herpes.–ambos reímos–. ¿me perdonas?–
Miré fijamente al chico unos segundos, para luego lanzarme rápidamente a besar sus labios.
–Claro, idiota.–
–Esa bocota... No tienes idea de cuánto te amo.–sonreí mientras besaba su nariz y daba pequeños mimos en su colorada mejilla.