Junto a ti

By MyPerfectGuys

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Segunda temporada de 'Te Necesito' More

Sinopsis
02.
03.
04.
05.
06.
07.
08.
09.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16. «1ª parte»
16. «2ª parte»
17.
18.
19.
20.
21.
22.
23.
24.
25.
26.
27. «1ª parte»
27. «2ª parte»
28.
29.
30.
31.
32.
33.
34.
*Explicaciones*
35.
36. «1ª parte»
36. «2ª parte»
37.
38. (último)
Epílogo
*Nota final*

01.

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By MyPerfectGuys

Narra _____.

Suspiré pesadamente por milésima vez en la noche. Comenzaba a ponerme muy nerviosa, y no sólo porque la persona que tenía delante no apartaba su vista de mí, sino por el silencio tan incómodo que nos rodeaba desde que nos habíamos sentado veinte minutos atrás.

—Bueno pues, ¿qué hacemos? —alcé la cabeza para mirar al chico que me había hablado— ¿pedimos ya o seguimos esperando?

—Eh, no, aún no —le respondí incorporándome en mi asiento—. Vuelve a llamarlos, seguro que están llegando.

Él asintió a la vez que sacaba su móvil y volvía a marcar el número de mi amiga.

—¡Alba! ¿Dónde estáis?

—...

—Oh, sí, entiendo...

—...

—Está bien, se lo diré. ¡Adiós!

Fruncí el ceño después de verlo cortar la llamada y esperé ansiosa a que me dijera lo que había pasado.

—Alba dice que no van a poder venir, al parecer Niall ha enfermado de repente —se encogió de hombros—. Espero que no te importe que nos quedemos solos.

Él me sonrió ampliamente, y aunque procuré responderle de igual forma, no pude hacer lo mismo. Hacía tiempo que eso de sonreír no iba conmigo.

—No, tranquilo Martín, no me importa.

Sabía que eso pasaría, sabía que esto era una encerrona de Alba. Llevaba semanas tratando de sacarme de casa con la excusa de que necesitaba conocer chicos y salir, y justo hoy que accedía a ir con ella, Niall y Martín, ¿Niall se ponía enfermo? Lo sentía pero no, no me lo creía.

—_____, ¿qué te apetece tomar?

El chico rubio de ojos azules que tenía en frente me miraba atento esperando una respuesta, y el camarero a nuestro lado igual.

—Eh, yo... —le eché un vistazo rápido a la carta y respondí con rapidez—, una ensalada por favor, la más ligera que tenga.

Le entregué la carta al hombre y observé con mucha atención como este se alejaba entre las mesas que teníamos alrededor para finalmente desaparecer por una puerta.

Volví a dirigir mi vista hacia Martín y lo encontré de nuevo mirándome del mismo modo, con una encantadora sonrisa que haría derretir a cualquier chica. A cualquier chica menos a mí.

—Sé que esto no es lo que esperabas —se rascó la nuca algo inseguro—, pero lo último que quiero es que estés incómoda toda la noche. Así que si te quieres marchar lo entenderé, te puedo llevar a tu casa si es lo que deseas...

Sin poder evitarlo mordí mi labio al verlo de aquella manera. Se le veía algo desesperado, no tenía ni idea de cómo podía controlar la situación. Sentí compasión de él por primera vez desde que lo conocía y me dio algo de pena que estuviera así por mí. Era un muy buen chico a decir verdad.

—No, no, está todo bien. El problema soy yo —alcancé su mano sobre la mesa y le di un leve apretón—. Lo siento, no estoy pasando por mis mejores días.

—No hace falta que lo jures —comentó irónico—, todos te hemos notado rara últimamente, y creo saber cual es la razón...

Rompí nuestro contacto para poder recostar todo mi peso en el respaldo de la silla en la que me encontraba sentada y cruzarme de brazos. Nos quedamos otra vez más en silencio los dos mirándonos fijo a los ojos. Si él ya lo sabía, probablemente el colegio entero también.

—Lo mío es pura intuición, no lo sabe mucha gente, puedes estar tranquila —un suspiro involuntario se escapó de mis labios provocando una risita por su parte—. No es que me quiera meter en tu vida, pero creo que deberías pasar página. No sé por qué se fue, pero él no es el único hombre en la Tierra.

Tragué saliva con fuerza intentando que se fuera el nudo que se alojaba en mi garganta desde que habíamos comenzado a hablar de él. No quería recordarlo, no quería ponerme a llorar allí delante de tantos desconocidos. No, no y no. Debía parar las lágrimas y los pensamientos que amenazaban con arruinar la noche.

—Por favor, cambiemos de tema —rogué apenada.

—Lo siento, no pretendía hacerte sentir mal —se disculpó. Esta vez fue él el que tomó mi mano derecha entre las suyas—. ¿Cómo me viste el otro día en el ensayo?

Algo parecido a una sonrisa trató de formarse en mis labios al recordar aquel día. Aún nos costaba mucho sincronizar los bailes del musical.

—Bueno, no estuviste mal —bromeé dándole por fin otra dirección a nuestra conversación—. Sólo quedan dos semanas para el estreno, así que debemos ensayar mucho durante estos días. Sobre todo nuestro baile individual.

Me mordí la lengua al decir aquello. De nuevo comenzaba a pensar en él, en la forma en que me había cogido en brazos el primer día de ensayos, en ese hombre maravilloso que había conseguido colarse en mi mente y adueñarse de ella. Y de mi corazón incluso.

La comida llegó pronto y como siempre, dejé más de la mitad en el plato. Sabía que eso estaba mal, que millones de personas se morían en el mundo por falta de alimento, pero siendo sincera no me entraba nada. Mi estómago hacía meses que decidió por su cuenta cerrarse y no dejar pasar mucha comida consistente por él.

—Señorita —Martín abrió la puerta de su coche recién estrenado de forma caballerosa ofreciéndome asiento—, ¿a dónde la llevo?

Se sentó a mi lado sonriente y ladeó su cabeza.

—¿Podrías dejarme un poco más adelante de mi casa? Tengo que pasar por un sitio antes —le pedí.

—Por su puesto.

Una vez que comenzó a conducir, pareció que los temas de conversación tan tontos de los que habíamos hablado durante la cena ya no surtían el mismo efecto en ambos, así que para llenar aquel silencio decidió poner la radio y dejarlo en una emisora bastante popular entre jóvenes de nuestra edad.

—Llegamos a nuestro destino —comentó divertido.

—Muchas gracias Martín, pensé que esto sería peor —me sinceré.

Salí del coche cerrando la puerta y él bajó la ventanilla para poder seguir hablando conmigo.

—Oh, me alegro entonces de haberle hecho más amena la velada —rió, manteniendo aquel tono cortés y caballeroso. Los dos sabíamos que lo único que seguía intentando era hacerme reír—. Si alguna vez necesitas algo, aunque sea sólo hablar, llámame, estaré encantado de ayudarte.

—Lo haré, gracias de nuevo —me incliné sobre el coche para poder besar su mejilla con rapidez.

Minutos más tarde, ya me encontraba de pie frente a la puerta de la casa de Liam, la que ahora era residencia de todos los Payne, menos él, claro estaba. Justo en ese momento, la puerta se abrió revelando a un Geoff completamente arreglado y listo para la cena que esta noche mi padre y él tendrían con unos proveedores de ganado, temas de trabajo.

Llevaba un traje de chaqueta y corbata, con unos zapatos negros e impecables a juego y el pelo bien peinado hacia un lado.

—¡_____! —exclamó él envolviéndome entre sus brazos— Mi mujer te espera dentro, y Katy también.

—Vale. Suerte esta noche.

Le guiñé el ojo antes de que quedara oculto por completo en el ascensor.

—Gracias —se oyó ya de lejos.

Cerré la puerta detrás de mí y avancé por la casa unos pasos hasta llegar al salón. Allí me encontré a Karen sentada en el sillón leyendo una revista, y a Katy con la cabeza en el regazo de su madre mientras miraba distraída la televisión.

—Hola —murmuré acercándome a ellas.

Las dos alzaron la vista exaltadas.

—¡_____!

Al igual que su padre, Katy saltó del sillón y corrió a abrazarme. La cogí en brazos y llegué hasta el sillón donde me senté y la acomodé en mis piernas.

—¿Qué tal estás? —Karen dejó la revista a un lado y me miró— Te estuvimos esperando ayer...

—Sí, lo sé. Estuve algo liada con los exámenes —intenté justificarme.

Pero por la forma en que me miraba, intuí que ella ya sabía que ese no había sido el motivo por el cual no había venido. Y no sólo ayer, sino todos los otros días que me habían invitado y tampoco había aparecido. Nunca encontraba el valor suficiente como para ver a aquella familia, que me recordaba tanto a él, más de dos días seguidos.

—Katy, hija —le habló su madre—, es tarde, deberías irte ya a dormir.

—Jo, _____ acaba de llegar —se quejó.

—Te prometo que mañana pasarás todo el día con ella si quieres, pero ahora a dormir.

—Está bien —ella se inclinó hacia delante para besar la mejilla de su madre y después la mía—. Buenas noches.

Cuando Karen pensó que su hija ya estaba en la cama y poco podía oír de nuestra conversación, se dirigió hacia mí con cara afligida.

—_____, cariño —ella cogió mi mano angustiada. Me conocía bastante, y sabía que necesitaba hablar—. ¿Estás bien?

El nudo en la garganta que desde la cena no sentía, volvió a hacerse notar, quemándome y desgarrándome por dentro. Quería gritar para desahogarme, o cualquier cosa para hacer que aquella situación no fuera tan frustrante, pero mucho me temía que nada lo remediaría. Y para más inri, las ganas de llorar de forma desconsolada se apoderaron de mí. Hice hasta lo imposible por impedirlo, pero las lágrimas no tardaron en aparecer.

—Oh, mi niña —susurró al verme la cara.

Tan sólo tuvo que mantener sus brazos abiertos para que, sin necesidad decírmelo, me lanzara a ellos y buscara desesperada la forma de resguardarme de todo.

Susurrándome buenas palabras y acariciando mi cabello consiguió que me relajara poco a poco. Sin embargo, por mucho que lo intentara, la tristeza que sentía por dentro no se esfumaría tan sólo con sus buenas intenciones y mimos, hacía falta algo más.

Adoraba que fuera de esa forma conmigo, tan amorosa y cariñosa, dispuesta a darme un abrazo cuando lo necesitaba o a acunarme entre sus brazos cuando las muestras de afecto en mi vida escaseaban. Se podía decir perfectamente que era ya como una madre para mí.

—Cuéntame, ¿qué te ocurre? —recosté mi cabeza en su pecho y cerré los ojos— ¿es por lo que estoy pensando?

Las dos sabíamos que era lo que tanto me atormentaba, así que tan solo atiné a asentir con lentitud.

—Sé que nunca has querido que te diga nada con respecto a él, pero creo que lo necesitas. Me da miedo que te estés formando unas ideas que no son y que estés sacando conclusiones equivocas —inclinó la cabeza a un lado para mirarme—, él sigue pensando en ti.

Mentira. Eso era mentira. Si lo hiciera, no habría dejado de insistir tan rápido. Sus llamadas y mensajes aún seguirían llenando la memoria de mi móvil si eso fuera cierto. Pero ya daba igual. Lo único que quería saber de él era si estaba bien. Si ya se había olvidado de todo lo que teníamos, perfecto por él, pero ese no era mi caso. Yo aún no podía evitar quererlo.

—¿Cómo está? —pregunté.

Ella suspiró haciendo más notorio el vaivén de su pecho.

—Hace tiempo que no hablo con él, dos semanas para ser exactos. La última vez dijo que estaba lo mejor que podía estar allí, pero sé que eso no es cierto —levanté la cabeza con el ceño fruncido al oírla decir aquello—. Su voz se escucha siempre muy apagada.

—¿Y... y eso por qué? —no podía ocultar la preocupación en mi voz.

—¿Tú que crees? —alzó las cejas como si la respuesta fuera obvia— Echa de menos ciertas cosas de aquí... Además, cobra una miseria por estar una jornada entera de más de doce horas trabajando muy duro. Pero ya sabes como es él de cabezota, dice que no le importa, sólo quiere ganar cuanto más dinero mejor para así poder mandarnos una pequeña parte.

—Oh, ¿lo sigue haciendo?

—Sí —asintió apenada—, ya sabes que a mí me despidieron de mi trabajo hace poco, y Geoff, aunque sigue trabajando con tu padre, aún no gana lo suficiente como para mantenernos.

Asentí consciente de su situación. Poco después de haberse ido Liam, los propietarios de la casa en la que ella trabajaba como asistenta habían decidido prescindir de sus servicios, ya que al parecer la situación de crisis en la que se sumía el país les afectaba a ellos también. Por eso ella se había estado dedicando en cuerpo y alma a cuidar de su hija durante esos meses, y también por decisión propia, se había estado preocupando bastante por mí, cosa que le agradecía enormemente.

—Me has cambiado de tema... —susurró reprendiéndome—. No te voy a presionar, ¿está bien? Lo único que quiero es que recuerdes como es mi hijo de verdad. Tal y como se mostró contigo en el tiempo en que lo conociste es como es él realmente, eso nunca lo olvides.

Aquellas palabras se quedaron en mi mente gravadas hasta que me fui a dormir horas más tarde. Si de verdad era como Karen decía, ¿por qué ya no sabía nada de él de primera mano?

Sí, eso era lo que siempre quise desde un principio, cortar todo vínculo que me uniera a él para tratar de seguir adelante con mi vida, pero me conocía muy bien a mí misma y sabía que si no había conseguido olvidarlo aún, era porque la esperanza de que volviera junto a mí se mantenía como un muro fuerte y resistente en mi interior.


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