ABRAHAM
— ¿¡Ya saliste, Abraham!? —oí su voz desde fuera.
— ¡Sí, ya! —exclamé, cerrando el grifo del agua.
Fragüe mi cabello con una toalla y salí de la ducha enrollándola en mis caderas. Me escurrí las gotas restantes del cabello y abrí la puerta para salir. Ahí estaba ella, sentada junto a una mesa, concentrada en sus apuntes. Se ve increíblemente hermosa con sus gafas las cuales la hacen ver muy intelectual, me quedé mirándola en su concentración. Observo sus gestos, sus muecas, oigo sus murmullos al leer. Podría quedarme horas embobado, sólo mirándola.
Alzó su vista y me dedicó una sonrisa, podría jurar que sus ojos se iluminan cada vez que me ve. O quizás es sólo cosa mía.
Me acerqué a ella, le besé delicadamente los labios y quise reír cuando oí un resoplido de frustración de su parte al momento de separarme. Le besé seguidamente la parte superior de su cabeza y me dirigí a la cocina en busca de algo que comer, tomé una banana y la botella de miel de la nevera cuando no encontré nada que se me apeteciera de verdad. Estoy poniéndolas en un recipiente cuando de repente siento unos finos brazos abrazar mi cintura con cautela.
Sonreí.
— No se puede estudiar ni mucho menos concentrarse cuando te paseas así por la casa. —masculló, posando su barbilla en mi hombro.
— ¿Te desconcentro? —dije, volteándome a ella—. Pues.. lo siento mucho.. —metí sigilosamente mis manos por debajo de su blusa, sintiendo la calidez de su piel— ¿Hay algo que pueda hacer para recompensarte?
Su mirada recorrió el trayecto de una gota por la piel de mi torso. Devolvió su atención a mi rostro, mordiéndose el labio inferior.
— ¿Qué?... —medio reí.
— Es que eres tan jodidamente sexy que por tu culpa reprobaré mi final... —dijo, pasando su dedo indicie por mi pecho.
Solté una carcajada.
— Tú eres la débil...
— Pensándolo bien, tengo todo un mes para prepararlo.. —declaró.
Posó sus brazos en mis hombros, envolviendo mi cuello. Enganché una de sus piernas en mi cadera, cargándola sobre el mesón para yo interceptarme entre sus muslos. Me besó el cuello, haciéndome cerrar los ojos ante el tacto de sus labios.
— Mmh.. ¿Usaste mi jabón? —murmuró sobre la piel de mi cuello.
— El mío se acabó.. —me excusé.
— Eres un desastre.. —soltó una risa.
— ¿Un maravilloso desastre? —alcé una ceja.
Sus ojos, los cuales se encontraban anteriormente en mi boca, se dirigieron a mis ojos. Sonrió, ella sonríe de una forma en la que sus labios sutilmente gruesos y delicados sobresalen haciendo que mis ganas de besarla aumenten, si es que aún pueden hacerlo.
— Lo leíste, ¿cierto?
— No, lo quemé. —sonrió.
Cerré la boca antes de protestar y me quedé mirándola con el ceño fruncido. Una carcajada brotó de su interior cuando no dije nada, al instante se abalanzó a abrazarme mientras chillaba risueña.
— ¡No, bonito! —exclamó—. ¡Claro que lo leí! ¿Cómo no iba a hacerlo? —sonrió enormemente.
— ¿Sí?.. —ladeé la cabeza.
— Claro que sí, mi amor. —pegó su frente a la mía—. Fue uno de los mejores que he leído, sólo porque vino de ti.
— ¿Eso significa que el libro era muy malo?
Soltó una carcajada.
— Probablemente no me hubiese gustado tanto si lo me lo hubieras obsequiado tú. —contestó.
— Entonces, ¿Quieres decir que vuelvo todo más interesante y bonito en tu vida? —inquirí.
— Tú eres lo más interesante y bonito en mi vida. —afirmó, besando mis labios.
Tomé su rostro entre mis manos y la besé. Reí de su cambio de actitud risueña a una totalmente desesperada y tiernamente feroz al momento de besarla.
— Creo que ésta vez sí se caerá esa toalla, y no estoy tan segura de querer ver lo que hay debajo. —murmuró, bajando la mirada mientras sonreía.
— ¿No será por qué ya lo has visto incontables de veces? —bromeé.
Soltó una risa nerviosa, yo la envolví entre mis brazos, besándole la frente.
— Eres lo más tierno e inocente del mundo —susurré—. Bueno.., en ocasiones. —dije, haciéndola reír.
Le solté de mi agarre y me hice a un lado, para continuar con lo que estaba haciendo anteriormente.
— ¿Qué vas a hacer con eso? —preguntó, curiosa. Y en inglés.
Yo sonreí, ella es tan inesperadamente sorpresiva. Un día de estos comenzará a hablar catalán, cuando creo que ni siquiera tiene idea de que la lengua existe.
— Oh, me dio hambre.. ¿Quieres? —ofrecí, acercándole una cuchara a sus labios.
Ella abrió su boca a lo que yo introducí la cuchara con mucho cuidado. Me sonrió con la miel embarrando sus labios, yo me acerqué a besarlos cuando los relamió.
— Así sabe mejor. —sonreí.
— Tienes ahí.. un Miguel. —llevó sus dedos hasta el inicio de mi ceja izquierda.
— ¿Un Miguel? —fruncí el ceño.
— Un grano. —respondió.
— ¿Qué no era Nestor? —solté una risa.
— Tengo que hacerte limpieza de cutis, urgentemente. —declaró.
Se acomodó sobre su lugar y cruzó sus piernas mientras observaba el calendario que estaba adherido a la nevera junto a ella.
— ¿Sí llamaste? —preguntó de repente—. Al tipo ese...
— No, planeo ir hasta allá. —respondí, dándole un bocado a la fruta—. Creo que es más seguro.
— ¿Y si es peligroso? —la oí decir —. Abraham, la gente aquí es.. No lo sé, me da miedo que tú..
Un resoplido de frustración salió de su boca y estoy casi seguro de que está creando la gran tormenta en una tacita de té, como siempre lo hace.
— Hey amor, Mírame.. —tomé su rostro entre mis manos—. Nada malo va a sucederme... Yo sé que no conozco a esa gente, que estoy buscando a una persona que ni siquiera sé si aún existe.. Pero necesito hacerlo, en serio necesito cumplir esa promesa y desligarme ya de todo esto. Quiero estar bien, que estemos bien..
Ella asintió, aún mirándome con la preocupación pintada en sus ojos tan bonitos. Me perdí en ellos, buscando una respuesta a todo eso que no quiere decirme, sé que hay algo que la aflige, sé y entiendo que necesita tener en claro muchas cosas, al igual que yo.
— Te apoyo... —susurró—. En serio lo hago.
— Mi amor.. —la envolví entre mis brazos—. Todo va a estar bien, lo prometo. —susurré, pegando mis labios a su oído.
Ella me besó el hombro con dulzura e intensificó el abrazo después.
— Ahora ve a ponerte algo, enfermaras sino. —besó mi mejilla—. Abraham, ve.. —repitió cuando me quedé mirándola.
Sentí su mirada posarse en mí al momento de alejarme hacia el cuarto, una vez cambiado regresé a la sala para encontrarla sobre el sofá leyendo Yo antes de ti, el libro que le había prestado. Observé bien cuando noté que ya iba por las últimas páginas, me senté a esperar ansioso. Comencé a husmear mi celular mientras la miraba de reojo de vez en cuando. Un suspiro se escapó de sus labios, con eso pudo captar mi atención hasta que mi celular comenzó a sonar, entonces me puse de pie para atender la llamada de mi madre. Cuando regresé con ella, la encontré con las manos sobre sus labios, con la mirada perdida en algún punto del suelo y el libro a un lado.
Alzó su mirada hacia mí y entonces noté como las lágrimas descendían de sus ojos hasta sus mejillas rosadas, como sus lindas gafas rojas que estaban siendo empañadas por las mismas. Soltó una risa amarga cuando me acerqué a consolarla y pegó su rostro a mi hombro.
— Eres muy cruel... —sollozó— ¿Por qué me has hecho leer eso? Abraham, por Dios.. —sorbó por la nariz.
Tragué duro.
— ¿Qué piensas? —pregunté acariciándole el cabello.
— Que fue horrible, cruel e injusto. Él no tuvo porque hacer.. ¡Ay, lo amaba! —exclamó frustrada—. Ni siquiera le dio una oportunidad, ¿entiendes eso?
Reí, asintiendo.
— Pero lo comprendo, sí. Vivir infeliz es lo peor que puede pasarle a una persona, quizás su decisión fue... Lo mejor. —masculló.
— Pero, ella estaba ahí, estaría ahí a pesar de todo, sin embargo él...
— Cuando se es tan exageradamente infeliz que duele —me interrumpió—. Nada ni nadie puede hacerte retroceder cuando tienes algo firme para acabar con eso, sea bueno o no.
En ese momento, después de oírla decir eso, tuve la necesidad de mirarla a los ojos. Mi gran miedo desde que le di el libro, era que ella llegue a sentirse identificada con el personaje, aunque sea muy diferente, siempre hay un punto de similitud. Verdaderamente no quiero que esto le traiga malos recuerdos.
— ¿Vemos la película? —preguntó, apoyándose sobre mi pecho.
— ¿Crees que estás lista para verla? —inquirí.
Ella asintió.
— De acuerdo. —le besé la frente.
Así pasó, vimos la película, ella rió cuando tuvo que hacerlo y lloró cuando tuvo que hacerlo también. Yo fui besándola y molestándola cuando lo veía necesario, solo para distraerla un poco. A lo que ella correspondía de igual manera, mordiéndome el cuello o besándome las mejillas. En la escena final, ella se escondió en el hueco de mi cuello y cerró los ojos con fuerza, escuchando de fondo las tristes palabras que eran pronunciadas por la cálida voz de Sam Claflin, reconozco que casi lloro también.
Poco tiempo después la sentí suspirar sobre mi cuello, se había dormido. La recosté delicadamente sobre el sofá, haciendo que su cabeza repose sobre el cojín, sonreí al ver lleva puesta una de mis grandes camisas que le cubren hasta los muslos. Le besé desde las clavículas hasta el centro de la nariz, ella se removió gustosa.
— Vuelvo pronto, mi amor.. —susurré.
Salí al corredor del piso dirigiéndome hasta el ascensor mientras me colocaba mi chaqueta. Tomé la dirección de mi bolsillo y la observé. Ahora que lo pienso, no tengo idea de como llegar, no tengo idea ni siquiera de en dónde estoy parado. Me di aliento a mi mismo y comencé a caminar por las calles, fijándome detenidamente en los letreros que señalaban las calles. Comienzo a alterarme cuando no encuentro la que estoy buscando.
Doy pasos inseguros cuando comienzo a deambular por un sector bastante tenebroso y visiblemente peligroso de la cuidad. Miré hacia atrás, el departamento ya ni siquiera se veía y estoy comenzando a arrepentirme de haberla dejado sola. Recurrí a una solución cuando llegué a una especie de bulevar: preguntar. Me adentré al primer lugar que encontré, casualmente una farmacia. Escribí lo que quería decir en el traductor y presioné el botón de audio, así me acerqué al señor del mostrador. Éste recurrió a uno de sus empleados, que para mi suerte, sí sabía inglés. Como pudo me indicó dónde ir.
O eso fue lo que creí...
Nuevamente me encuentro perdido, creo que desvié un poco por dónde me han indicado. Ya estoy cansado de tanto caminar, ya está atardeciendo, puedo jurar que ya han pasado varias horas desde que salí del apartamento. Aún así, continúo, con la intención de conseguir una respuesta. Las calles se notan bastante turbias y espeluznantes desde hace cuadras, entonces comienzo a preocuparme.
Doy vueltas por una misma calle, comienzo a hacerlo intentando como último recurso, hallar la dirección o algún indicio de ella. Nada. Camino aproximadamente veinte pasos, me topo con un edificio bastante más decente que los demás, rodeando una casa bastante campestre para el lugar, observo la placa. La dirección es ésta.
Mi pulso comenzó a acelerarse en cuanto vi a una señora salir del establecimiento con dos bolsas negras de consorcio en sus manos, al momento en el que pisó la acera, me acerqué con cautela. Lo que menos necesito es asustarla.
Me quedé estático en mi lugar cuando la mujer de detuvo a mirarme.
— Buenas tardes, ¿Precisas algo? —preguntó cautelosa.
— Buenas.. —aclaré mi garganta—. ¿Usted reside aquí? Estoy buscando a quienes eran los dueños de la cafetería del centro, necesito de su ayuda.
Alzó ambas cejas.
— ¿De parte? —preguntó.
— Mi nombre es Abraham, necesito encontrar a una persona y creo que podrían ayudarme.
Se dedicó a mirarme después de oír mis palabras, quiero creer que se quedó pensándolo por unos segundos, hasta que reaccionó. Me indico que esperara un segundo y se adentró a la casa, esperé por un largo tiempo, más de lo que me esperaba. Hasta que finalmente un hombre alto, mayor, de ojos amenazantes y presencia intimidadora, salió a mi encuentro.
— Buenas tardes.. —mascullé.
No me había dado cuenta de lo nervioso que me encontraba, hasta que oí el temblor en mi voz.
— Mi nombre es Jean Claude —me tendió una mano—. ¿En qué puedo ayudarte?
— Estoy buscando a ésta chica.. —le tendí la fotografía que llevaba incondicionalmente conmigo—. Su nombre es Gema, ella trabajaba en la que antes era su cafetería, luego se mudó a Stanford. No sé si la recuerde..
En su rostro se notaba reflejada la sorpresa, yo no dije nada, simplemente me quedé callado esperando a que me dé una respuesta.
— Sí, claro que la recuerdo, era una chica muy eficiente, gran persona.. ¿Qué quiere tú con ella?
— Prometí a alguien encontrarla, debo darle un mensaje... ¿Usted sabe dónde puedo hallarla? —pregunté.
— No, lo siento..—mi mundo se derrumbó—. Desde que renunció no he sabido más de ella, hoy yo creo, debe ser una mujer mayor.. ha pasado mucho tiempo. Oye, no es cosa mía.. pero, ¿no eres muy joven para ella?
Solté una carcajada.
— No, no, no.. ella era muy importante para alguien muy importante para mí. —contesté.
— Oh, comprendo—asintió—. Pero no, lo siento.. Mira, por lo que recuerdo ella tenía familia a unas cuantas calles de aquí, no sé exactamente dónde.. siempre fue muy reservada. Perdona amigo, no puedo ayudarte más.
De egreso al apartamento fui pensando en cómo o qué hacer para poder dar al fin con esa mujer, pareciera que todos los intentos que hago son en vano, que por cada paso que doy, retrocedo dos. Tengo la necesidad de encontrarla, cumplir con lo prometido, y regresar a mi vida, regresar a ocuparme de mí, de mi novia, de todo lo que sucederá luego. Llegué al piso y saludé cordialmente a la vecina que había podido conocer en estos días, esa mujer me asusta, no importa cantas veces al día me vea, siempre tiene que saludarme, o quedarse mirándome
— ¿Amor? —exclamé, abriendo la puerta —. ¿Ya despertaste, pulga?
Caminé hasta el living, el sofá estaba revuelto, pero ella no estaba. Entré a la habitación, tampoco estaba ahí.
— ¿Pipi? ¿Dónde te metiste?
Continué buscándola por todo el departamento, no hay rastros de ella. Esto está comenzando a preocuparme, es probable que haya salido pero lo extraño es que ni siquiera me haya enviado un mensaje. Busqué, quizás haya dejado una nota para mí en alguna parte. Nada, absolutamente nada. En la habitación encontré mi camisa, esa que ella llevaba puesta ésta mañana. Cuando estaba punto de darme por vencido, mi teléfono comenzó a sonar.
Una respiración acelerada fue lo primero que percibí al momento de contestar. Mi corazón se aceleró también.
— Abraham.. —soltó temblorosa—. Abraham, alguien está siguiéndome..
Continuará...
¡Ahora, sí! ¿Me extrañaron?
Ayer subí éste mismo capítulo, pero tuve que borrarlo y editarlo todo porque el Sr. Wattpad decidió subirlo por la mitad. Mil disculpas a quienes lo leyeron y quienes no y me llenaron de mensajes con indignación pura. 😂
FALTAN DOS CAPÍTULOS PARA EL FINAL