119.
Abraham's POV
— Mira amor, ahí es. -señaló un gran edificio al final de la calle.
Entusiasta, tomó mi mano y prácticamente me arrastró hasta allí. Atravesamos las tenebrosas puertas que hicieron un espantoso sonido al abrirlas.
Ella se acercó a un portero eléctrico que había a un lado de la pared, presionó un botón y esperó unos segundos para ponerse a hablar francés con otra persona del otro de la línea. Yo me quedé como un tonto ahí mirándola, lo único que entendí de todo lo que dijo fue: Buenas noches, soy Jari. Es todo.
— Ven bonito, ya podemos subir. -me tomó de la mano.
Entramos al ascensor y ella se posó sobre la metálica pared, dejé las maletas a un lado y la abracé entre mis brazos para así besarle su frente. Sostuvo los costados de mi rostro, haciéndome sentir la calidad de sus manos.
— ¡Eres Rodolfo! -dijo tierna.
— ¿Qué?, ¿Por qué?
— Tu nariz está rojita.. -pasó su pequeño dedo por ella.
— Pues, tus mejillas están rojas, pareces una fresa. -le besé la nariz.
Posó sus labios en mi cuello, dejando un beso ahí haciéndome cerrar los ojos instantáneamente.
Sé que ella sabe la reacción que tiene en mí el hecho de que lo haga, y también sé que se aprovecha de eso.
— ¿A qué piso estamos yendo? -pregunté mirándola.
— Al siete.. -respondió con voz tierna.
Me asusté cuando las puertas del elevador se abrieron de la nada y ella me miró con una mueca graciosa.
— También solía pasarme eso cuando apenas empezaba a vivir aquí, después del día dos te acostumbras.
Me ayudó con las maletas hasta el pasillo y las dejó a un lado para ir en busca de su puerta.
La vi sacar un llavero de su mochila y forcejear con la cerradura, la puerta fue azotada por ella y su sutileza en cuanto yo la alcancé. Metió las maletas arrastrándolas hacia dentro como si estuviera empujando un carrito.
Tomó mi mano para darme seguridad antes de entrar, pues me había quedado como un estúpido parado en la puerta.
Siempre que quiere me sienta confiado, me estrecha la mano y me guiña un ojo, al contrario a ella, los gestos me relajan.
— Bueno pues.. Welcome to my home.. -se encogió de hombros.
Yo, respetuoso, pedí autorización para husmear el lugar. Estaba vacío, excepción de los muebles que aún estaban ahí. Era una vivienda bastante más clase alta a lo que estoy acostumbrado, pero comprensible viniendo de su familia, claro está que no iban a dejar que su hija viviera en un cuchitril.
— Un poco muy burgués todo, ¿no? -habló detrás de mí.
Solté una carcajada. Como es que ella lo sabe todo.
— Bueno si quieres "Nicolizarlo" un poco.. podríamos decir que es un poco "cheto", o eso fue lo que él dijo cuando vino.
— ¿Él vivió aquí contigo, no? -pregunté viéndola.
— No vivió, sólo se quedó creo que.. poco más de un mes, Giovi, su hermana, vino a hacer una pasantía y él la acompañó.
Oí la palabra "pasantía" y se me revolvió el estómago. Hemos estado evadiendo el tema de mi beca por ahora, pero sé que piensa en ello diariamente, sé que intenta encontrarle una vuelta a esto y sé que, principalmente, ella quiere lo mejor del mundo para mí.
— Vamos a dormir amor, muero de sueño. Tengo una cama grande donde podrás dormir todo desparramado como te gusta, ven.
La seguí con la mirada mientras desaparecía por un pasillo. Exclamó mi nombre al ver que no la seguía, entonces fui.
— Puedo ayudarte a hacer la cama si quie.. -comencé a decir, pero la cama ya estaba hecha.
— Siempre me gusta dejar la cama hecha para cuando regrese.. -mencionó orgullosa.
— Se nota. ¿Hace mucho no vienes?
— Hace un.. dos meses y algo.. Vengo siempre que tengo algo que hacer aquí, mayormente por la academia.
— Tienes un buen puesto aquí, ¿cierto? -pregunté viéndola desprender su abrigo.
— Podría decirse.. Igual, soy una acomodada, una de las directoras es una gran amiga, por eso viajo tanto, quedo a cargo cuando ella no está.
Se acercó a mí y bajó la cremallera de mi abrigo.
— ¿Vamos a dormir? -me besó el mentón.
— Vamos.
La vi desplegarse de su ropa, quedando con un pantalón de algodón y su sostenedor, por un momento bajó sus pantalones dejándome ver los Hoyuelos de Venus que adornaban su espalda baja.
Recuerdo que una vez, cuando apenas empezábamos a salir, mejor dicho, cuando nos besábamos a escondidas, tuvimos un pequeño enfrentamiento por sobre a cual de los dos se le marcaban más.
Yo creo que ahora, ella me gana..
Se estiró sobre la cama, arqueando su espalda mientras echaba sus brazos hacia atrás. Me miró con cara sexy desde su lugar, yo alcé una ceja.
— Soy Britney Spears... -canturreó.
Yo solté una carcajada, es que la amo tanto..
— ¿Abraham, qué haces? -se volteó a verme.
— ¿Me.. quito la ropa para dormir? -hablé con obviedad.
— Ponte ya mismo esa camiseta. -me ordenó.
— ¿Por qué?
— Estás enfermo, estamos a diez grados, no puedes dormir así.
— Pero me incomoda y me da calor si duermo con ropa. Además, tú siempre me abrazas y eso me basta..
— No intentes comprarme con tus palabritas. Vistete ya.
Hice un puchero, en el cual ella dejó un beso.
— No quiero que empeores.. -dijo abrazando mi cintura.
Hizo puntitas para llegar a mis labios, yo me reí sobre los de ella.
Sé que se frustra cuando tiene que hacer eso, resulta que antes llegaba perfectamente a mi boca.
— Ven.. -me besó el cuello para después tomarme de la mano.
Me quedé mirándola. Sé que está completamente cansada, que necesita descansar, y que aún así.. ella me cuida.
Me sentó sobre la cama, lo cual aproveché para sentarla en mis piernas.
Le di un beso en la frente y puse mi camisa sobre sus hombros. Si yo no paso frío, ella tampoco..
— No querrás enfermar tú, ¿verdad? Mañana tienes algo muy importante..
Abrió sus ojos con sorpresa, yo acomodé su pelo.
— Dejaste tu computadora abierta, leí un poco de lo que estás preparando. Cuéntame..
— Es una conferencia de mujeres, es de las primeras en mucho tiempo.. Me llamaron para asistir simplemente pero hace unos días uno de los encargados me llamó, preguntó si yo podía compartir algo, y acepté.
— Estás muy en el tema, ¿cierto?
— Es que.. han pasado muchas cosas, en este último tiempo me replanteé muchas cosas, descubrí muchas otras y entre ellas está mi amor a Dios, nos formamos en una iglesia Evangélica, pero yo nunca había sentido identificada con eso, mi familia no perteneció al cristianismo nunca, mi madre era judía, mi papá adventista y yo no me sentía completa..
Tomó una bocanada de aire y suspiró, yo sostuve su mano, realmente quiero escucharla.
— Sí iba a la iglesia, sí lo intentaba.. pero no. Sin embargo, hoy puedo mirarte a la cara y decirte que sí hay un Dios que es más grande que cualquier otra cosa, que su amor cambió mi vida de tal manera que puedo asegurarte que es un amor sobrepasa cualquier límite del amor humano. Porque yo sí te amo a ti, yo sí amo a mi familia pero primeramente lo amo a Él. Y aunque me estés mirando con esa cara de que no entiendes nada, es lo que yo creo, tengo certeza de ello. Hice, e hicimos muchas cosas mal, de las que me arrepiento. Y si tuviera que volver a sufrir todo lo que sufrí para asegurarme de que hay un Dios que todo lo creó a su imagen y semejanza, que me ama, que también te a ti.. lo haría, claro que lo haría.
— Sí lo he notado, ¿sabes? Muchas veces te he oído orar por las noches, o te he encontrado leyendo libros que tu antes no leías, como el otro día, escuchando canciones que antes no escuchabas.. Y me gusta ese cambio, porque te ves tan feliz al hablar de ello, tienes un brillo en la mirada tan distinto y si ese es el motivo, yo lo acepto y lo agradezco mucho. Mañana quiero ir, llévame, y no me importa que sea de mujeres, detrás de una cortina seguro me esconderé.. Quiero oírte, quiero saber de esa fe de la que tanto me hablas, porque no es la primera vez que me lo dices. Yo te acompaño, si es tu felicidad, quiero ser parte.
Sonrió de una manera tan tierna que me dieron ganas de comérmela a besos, me abrazó con fuerza antes de dejar un beso en mi oreja.
— Me pone tan feliz oírte decir eso, quizás podrías no entenderlo..
Le besé la nariz.
— Toda tu felicidad es la mía.
Se estiró hacia un lado para tomar unas de mis camisetas.
— ¿Me la prestas? -preguntó mostrándome sus manos.
— De todos modos vas a usarla..
Se carcajeó.
— Te amo.. -me habló con voz tierna, mientras me abrazaba los hombros.
Me quedé mirándola después de oírla decir eso, el brillo en sus ojitos verdes acaramelados transmiten tanta sinceridad y dulzura.
— También te amo. -le respondí.
La ayudé a ponerse la camisa, para después verla gatear sobre la cama. Me puse de pie y caminé hasta donde ella me indicó el que era el baño, entré con mi cepillo de dientes en la mano y un cambio de ropa interior en la otra, me cambié la ropa y volví a ponerme el pantalón y la camiseta. Me paré frente a su espejo, entonces fue cuando vi dos cepillos de dientes posados en el soporte del lavabo.
Una punzada me apretó el pecho, tuve ganas de tirarlo a la basura y poner el mío pero eso sería invadir un territorio que aún no me corresponde. De tan solo pensar de que ella compartió todo esto con otra persona me revuelve el estómago.
Salí del baño, quitándome el exceso de agua del rostro, encontrándola sobre la cama con sus piernas y espalda completamente en vertical sobre la pared. Se desprendió de la pared y abrió completamente sus dos piernas sobre la cama.
Eso me dolió hasta a mí.
— Por Dios, eres un bendito chicle.. -mencioné sentándome cuidadosamente sobre la cama.
Se cruzó de piernas al oír mis palabras. Me tendió una mano indicando que fuera con ella y ni bien posé mi cuerpo sobre el tendido de la cama, sentí el peso del suyo incorporándose sobre mí. Acurrucando su carita en el hueco de mi cuello.
— ¿Amor? -sentí su voz vibrar sobre mi piel.
— Dime, mi princesa.
— Te amo -la escuché decir.
Sentí sus lindos labios besar mi mejilla, yo me incliné para dar con ellos. La amo aún más cuando hace este tipo de cosas.
Cuando la solté, levantó mi camiseta y posó su oído sobre mi pecho.
— Respira profundo. -me indicó.
Inhalé y exhalé todo lo que pude intentando que el pecho no me duela, realmente no sé qué está haciendo.
— Se oye una guerra allí adentro. -la oí comentar.
Yo hice un gesto de cansancio, ella sonrió y acarició mi rostro con el dorso de su mano.
— Ven..
Hizo que siente sobre la cama, ella se posó detrás de mí y antes de que pudiera decir algo, sus manos presionaron en mis hombros.
— Dios.. -murmuré echando mi cabeza hacia atrás.
Sentí su beso en mi nuca.
— ¿Dónde aprendiste a hacer eso?
— He tomado muchos cursos a lo largo de mi vida..
— ¿Tomaste uno de masajista profesional? Además de Primeros Auxilios, repostería, pintura, fotografía, y.. ¿Marketing, también?
— No, pero Cris trabajó en un Spa cuando teníamos.. quince años, creo.. y yo tomaba los cursos en su lugar.
Presionó mis omóplatos haciéndome soltar un jadeo.
— Que contractura, por Dios..
— Ni tienes idea de hace cuanto no me hacen esto.. -murmuré.
— ¿No que tienen masajista en el Club?
— ¿Frank? Sí, pero hace mucho no voy, desde que me lesioné, él me ayudaba con la recuperación del tendón.
— Eso fue horrible, ¿verdad?.. ¿Cómo te lo hiciste?
— No había calculado bien el pase, o sea, antes de pasar la pelota nunca debes sostenerla con las palmas, sino con los dedos, siempre antes de tirar tienes que ya tener en la mira a quien pasársela y debes hacerlo cuando alzas las manos a la altura de tu pecho, sí o sí, sino la pelota disparará a cualquier lado menos a donde tú quieras que dé, sumándole que debes estar atento al contrincante que se te viene encima. Justamente, yo no vi cuando uno muy enorme se me vino encima, el tipo era más intimidante por el peinado que tenía que por otra cosa, tenía la cabeza como un plumero, parecía no sé.. Maradona en el ochenta y dos.
Tuve que hablarle inglés, pues sé cuando no puede llegar a entender muy bien mi español.
— Espera, espera.. creo saber quien es Maradona, pero no tengo idea como era el tipo en el ochenta y dos. Me hablaste de un plumero, así que calvo no creo que sea pero.. no puedo imaginarme algo que no sé como se ve.
— Luego te muestro una foto. -le besé la nariz.
Es tan tierna cuando me mira con su cara de "No entiendo" y su ceño fruncido siempre que no entiende español.
— ¿Y qué pasó? -preguntó curiosa.
— Bueno, el tipo terminó dándome el tackle de mi vida, yo terminé cayendo mal y con un tendón desgarrado. La historia de mi vida.
— ¿Recuerdas cuando querías volver a boxear y no te dejé? -mencionó presionando mi cervical.
— Sí, mi sueño frustrado. Dijiste que ya muchas heridas debías curar con el rugby, que no querías un novio todo matado.
— Y de igual manera lo hiciste y apareciste con un ojo negro.
— Hasta que apareció mi mamá y entre las dos hicieron complot para sacarme.
La sentí reírse, seguido de un beso cariñoso en mi hombro después de presionar mi cervical.
— ¿Vamos a dormir? -me susurró al oído.
Me volteé y me abalancé sobre ella, recostándola sobre la cama suavemente, se tomó el trabajo de cubrirnos (sobre todo a mí) con la colcha que adornaba su matrimonial cama.
Dieron las diez de la mañana y yo abrí mis ojos encontrándome entre sus pequeños brazos, el malestar corporal que sentía había disminuido un poco. Creo que lo único que necesitaba era que ella se dedique a mimarme.
Me quedé mirándola dormir, entonces me di cuenta que apenas estaba tapada, sí.. yo, novio predilecto me acaparé todas las sábanas y dejé a la pobre muriendo de frío. La cubrí bien y le besé dulcemente el cuello, tuve que vencer mi instinto de continuar besándola hasta despertarla, pero es mejor irme sin ella...
Me empilché (bueno, no tanto) y salí del apartamento con la intención de salir también del edificio. Comencé a caminar en busca de una tienda o algún mercado por la zona, planeo comprar algunas cosas, más para ella que para mí, sé que su nevera se encuentra en completa escasez. Analicé el panorama mientras podía, hace frío pero hay sol, un sol reconfortante.
Esta cuidad es realmente el último lugar en dónde me gustaría estar en éste momento de mi vida. Siento que todo es tan triste, no sé si por que sé que ella fue triste aquí o porque yo estoy triste al estar aquí. Es más, yo ni siquiera conocía de la existencia del susodicho territorio antes de ella, para mí, como para la mayoría de ignorantes en el mundo, Francia no iba más allá de París, la Torre Eiffel y el amor.
Conversé con la señora de la tienda con el poco inglés que ella manejaba y el poco francés que yo sabía. Le pedí que me diera una receta de un desayuno francés que no contenga carne, me habló de un pan francés un poco difícil de hacer y de un increíble café de avellana.
Por su puesto que la señora marketinera me vendió todo lo de su estantería.
Cuando salí tuve que casi tacklear al de la única floristería que encontré en toda la cuidad. Estamos a fines de agosto, supuestamente el verano ya se va lo que incita a un frío leve, pero aquí es como si viviera la recreación de Frozen. Pero bueno, conseguí flores, escarchadas, pero flores al fin.
— Buenos días...
Entré empujando la puerta con la bandeja entre las manos, por sobre la tetera y las flores pude verla enroscada entre las sábanas, con las manos en la cara.
— Despiértese, goose.
— ¿Quién viene?, ¿Qué trae? -oí su voz ronca.
Dejé la bandeja a los pies de la cama, mientras ella se enderezaba sobre la misma. Talló sus ojos para poder mirarme.
Le sonreí.
— Le traje el desayuno, señorita..
— ¿Y esto? -preguntó mirando mi hecho con una sonrisa- ¿De dónde sacó usted esto?
— Fui de compras matutinas. Para ti. -le guiñé un ojo.
— Amor.. -arrugó su nariz, mirándome.
Puse la bandeja sobre sus piernas, mientras ella se desperezaba.
— Que lindo eres, mi amor. Gracias. -sonrió mirándolo todo.
Sé quedó tanteando las flores con sus dedos, mientras su sonrisa me desviaba de lo que quería decir.
— ¿Salíste? -preguntó cuando me senté frente a ella.
— Sí, quise ir a comprar para hacerte el desayuno. ¿Por qué me miras así? Fui a com...
— ¡Hermoso! -exclamó dejando un beso en mi boca.
Tomó una tostada francesa que hice, bueno, intenté.
— Oye, menos mal que no eres vegana, me costó no sabes cuanto encontrar algo que puedas comer, imagínate.
Arrugó su pequeña nariz y yo limpié las migas que sobresalían de su boca.
— Eat with me, baby.
Tomó la tetera, sirvió más café en su taza y me la acercó.
— Give me a kiss first.. -me acerqué a ella.
Llevó su mano a mi rostro cuando sintió el encaje de mis labios en los suyos.
— Tienes los labios fríos... -murmuró- ¿Hace frío afuera?
— Sí, pero hay sol. -respondió.
Acarició mi mejilla, yo besé su mano.
Tomó su celular de un costado mientras mordía una tostada.
— ¿Qué fecha es hoy? -preguntó- Tengo mal la configuración, o volvimos al dos mil doce y no me enteré.
— Agosto, veintitrés. -respondí.
— No entiendo porqué hace tanto frío, ni siquiera entramos en septiembre... -comentó- Espera, ¿dijiste veintitrés?
Continuará...
¿Me extrañaron? Sé que sí.
Falta poco para el final, como ya saben. Y aunque ya lo escribí, quiero saber qué es lo que les gustaría a ustedes. Las leo.
El capitulo siguiente es muy especial para mí, llevo tiempo queriendo escribir algo así. Espero, sobre todo, que lo entiendan.
Rocío.