Lifes Crossed

By YaribelMontero

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A veces pensamos que la vida es injusta... ¿Y quién soy yo para decir que no? La vida cambia en un abrir y ce... More

Sinopsis.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 45.
Capítulo 46.
Capítulo 47.
Capítulo 48.
Aviso.
Capítulo 49.
Capítulo 50.
Capítulo 51.
Capítulo 52. Rompecabezas.
Capítulo 53.
Capítulo 54.
Capítulo 55.
Capítulo 56.
Capítulo 57.
Capítulo 58.
Capítulo 59.
Capítulo 60.
Capítulo 62. Final.
Epílogo.
AGRADECIMIENTO.

Capítulo 61.

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By YaribelMontero

Dos semanas después:

Había sido detenido un sin fin de veces. Y nunca, nunca en mis tantas veces detrás de unas rejas me había sentido tan mal. Siempre lo tomaba tranquilo porque sabía que saldría lo más rápido posible.

Mis dos peores semanas las han sido estas detrás de las rejas. Mi cuerpo sigue aquí, pero mi mente permanece en otro lugar.

—El amor, el amor, el amor. —Canturreaba una voz cada vez más cerca. Levanté el rostro de entre mis piernas para verle.

—Es en serio, Marta te está haciendo cambiar. —Murmuré más apagado que antes. Berroa llevó su mano a su rostro y empezó a acariciar de este.

—¿Sabes, chamaco? —Se sentó en su silla volteando a verme. —A veces es bueno llevarse de los presos. Si no me hubieras dicho que ese bigote me quedaba horrible no me lo hubiera quitado. A Margarita le encanta verme sin él.

—Era hora, en serio ese bigote era horrible. No me imagino como Marta se sentía al besarte sintiendo esa cosa peluda. —Hice una mueca de asco y él sonrió ante eso.

—Nunca me lo dijo. —Se encogió de hombros. —Y dime, chamaco ¿algún otro consejo para este gordito enamorado? —Subió y bajó las cejas con diversión. Sin poder evitarlo dejé salir una pequeña sonrisa.

—Eres un asco, y no te pongas en diminutivo, porque eres realmente gordo con todo en mayúscula. —Le señalé con burla. Él soltó una carcajada y luego se puso a hacer algo con unos papeles.

En estas dos semanas puedo decir que mi relación con el gordo a mejorado, aunque nos sigamos insultando y enojando por cosas como cuando el me dice: Chamaco, o cuando yo le digo: Marta a su novia.

Zet siempre está aquí dándome noticias de Hayle al igual que Max. Dice, que los doctores están viendo mejoría por fin, y yo me quiero aferrar a esas palabras.

Volví a enterrar mi cabeza entre las piernas y me hundí como todos los días en mis pensamientos.

....

Tres semanas después:

—¿Qué creés que sea mejor? ¿rosas o chocolate? —Se giró en su silla para verme.

—¿Qué te parece ambas? —Contesté sin entusiasmo.

—¿Tú creés? —Frunció el ceño.

—Dios ¿cómo Marta te soporta? —Rodé los ojos al cielo. —Las chicas son locas con las flores, y no se diga con el chocolate. —Esta vez el que frunció el ceño fuí yo al recordar un detalle: Hayle odia las rosas. Bueno, quizás no todos son locas con esos detalles. —Si le llevas ambas cosas quizás te lo de. —Me encogí de hombros. Berroa me miró raro por mi última palabra entendiendo a que me refería. —Espera ¿no lo te lo a dado? —Pregunté para joderle. Su cara era un poema, un maldito poema rojo.

—Cállate. —Murmuró avergonzado. Sonreí sin mucha fuerza. Miró delante y luego se puso de pies. —Alguién a venido, ahora vuelvo. —Empezó a caminar hasta perderlo de vista. Dos minutos después escuché un escándalo y luego pasos correr con rapidez.

—¡Maldita sea ya quítese! —De inmediato reconocí la voz alterada de Zet. Casí ruedo los ojos por su actitud. Él si odia al gordo. —¡Ya me sé las putas reglas vengo todos los jodidos días! —Después de unos segundos aún escuchando como se peleaba con otros llegó corriendo como loco, su cuerpo estaba sudado, lo sé por su camisa pegada a su cuerpo y su cabello por igual. —¡Natanael! —Gritó como si fuera su salvación. Mi rostro se transformó en uno serio al escuchar como me había llamado, pero decidí no tomarlo importancia en estas circunstancias.

—Venga hombre ¿qué es ese escándalo? primero tranquilizate...

—Tranquilizarme una mierda ¡Hayle a despertado! ¡Ha despertado, hermano! —Cuando dijo lo primero le mire con cara de pocos amigos casi azotandole un golpe en la cabeza. Pero en cuanto dijo aquello mi mente se puso en blanco, donde sólo pasaban las mismas palabras: Hayle a despertado.

Hayle despertó.

Está despierta.

Mi Hayle.

—Joder reacciona, esto no son momentos de quedarte en el limbo. —Zet me movía de los hombros tratando de hacerme volver a la realidad, realidad donde Hayle despertó.

—Despertó. —Al poder vocalizar esa palabra mi pecho recibió un golpe que quise convencerme de que eso no fue mi corazón.

En todo este tiempo que llevo esperando esta noticia creí estar preparado física y emocionalmente. Pero no, fue más difícil, emocionante y enloquecedor de lo que imaginé. Y es que maldita sea siento desvanecer y a la vez llenarme de más vida.

—Si, despertó al amanecer. Fue algo de pronto, Haype y Carina estaban sentadas junto a ella desde antes del amanecer y yo estaba en la puerta esperando por ellas. De pronto Hayle abrió los ojos de golpe y dijo...

—¿Qué dijo? —Pregunté impaciente al notar su pausa. No sabia como me sentía, lo mas sensato sería estar brincando de felicidad, pero viendo mis circunstancias y posibilidades esa felicidad se divide en varios sentimientos más.

—Tu nombre. —Contestó aturdido como si ahora fué que lo pensó. —Al momento de abrir los ojos. No pasaron dos segundos cuando te llamó, su voz era débil y rasposa pero aún así se esforzó en nombrarte... Era como... como si todo este tiempo en coma estuviera soñandote... O no sé, su primer pensamiento al abrir los ojos fuiste tú, fue de una manera tan... extraña. —Explicó más calmado. Le felicité mentalmente a él al poder lograrlo.

Fue entonces cuando un policía que para nada es Berroa, llegó con cara dura tomando a Zet del brazo dispuesto a sacarle.

—¡Suéltame, imbecil! —Gruñó.

—¿Quiéres pasar la noche aquí? Entonces cierra la boca.—Le contestó el hombre.

Se lo iban a llevar y yo necesitaba saber más.

—Zet. —Le llamé entre su discusión con el policía. Pero no se inmutó y continuó mandando a la mierda a su nuevo odio. —¡Zet! —Grité cabreado. Se giró aún con el policía tomándolo del brazo para sacarlo. —Ella... ¿está bien?

—En cuanto abrió los ojos cuatro doctores llegaron y nos hicieron abandonar la habitación. —Dijo y al ver que no me dijo lo que queria escuchar continuó. —Ella está bien... —Y el marracho del policía se lo llevó a rastras.

Y una vez más estoy solo en estas cuatros paredes. A diferencia de que ahora sé que lo que estaba esperendo a llegado. Y me siento feliz, si, siento que no podré con la felicidad. Deseo sobre cualquier cosa y circunstancia que ella sea feliz, que esté bien y a salvo. No importa donde esté, su felicidad es mi felicidad.

....

Tic tac, tic tac.

El sonido del reloj de pared es lo único que se escucha. Berroa volvió pero al ver que no tenía planes de hablar y quería estar en silencio solo mi pensamiento y yo, decidió ponerse a jugar Candy crush en su teléfono celular.

Chocaba el pies izquierdo repetida veces contra la reja. Era incapaz de ocultar mi desesperación, angustia, tortura, impotencia, dolor. No podía simplemente decir: Hayle despertó y ser el ser más feliz de todos. No estando aquí encerrado, no mientras no sé que harían con mi caso, si saldría libre o me acusarán por matar al maldito bastardo.

—Berroa. —Levanté la vista al escuchar esa voz conocida saludar a Berroa.

—Señor. —Este se paró formando un saludo.

Estaba tan metido en mis pensamientos que no le tomé importancia a quién es que estaba delante de mi. Abrí los ojos al notarlo y me puse de pies casi de inmediato.

—Rick. —La última vez que le vi fue cuando recién había llegado a este lugar. —¿Dónde coña te has metido?

—¿Así es como recibes a quien se jugó su trabajo para sacarte de aquí? —Dijo llegando hasta mi y elevar una ceja. Casi me quedo a medio rodeo de ojos cuando entendí que quiere decir con eso.

—¿¡Ya seré libre!? —Grité mucho más fuerte de la qué era mi intención. Rick hizo una mueca y Berroa por igual.

A la mierda todo, quiero irme ya.

—Al principio la suerte no estaba contigo, todo salía en contra tuya, hasta el aire quería dejarte aquí metido. Habían fotografías de ambos y un tío más donde se les veía discutir, al investigar el lugar, era el de las carreras. Luego están los problemas de universidad, hubo varias peleas entre ambos. Y por último es donde entra el secuestro. Harry Levin secuestró a Hayle, quién resulta ser la novia de su enemigo y este le disparó cuatro veces seguidas en su cuerpo. Una bala atravesó un pulmón, otra perforó su cabeza, una impacto su pecho y la siguiente por igual. Esta es una manera muy distinta de matar es defensa propia a las demás. Se sabe que le tenías odio y con con secuestrar a Hayle Hann le querías matar. Por esos casos te iban a sentenciar por 15 años de prisión sin libertad condicional.

Me quedé unos segundos esperando que mi cerebro termine de digerir todo aquello que Rick me había dicho. Tanto Berroa como yo estábamos sumidos en nuestros pensamientos.

—¿Saldré libre o no? —Puede que por fuera solo se me note las manos sudadas, pero por dentro soy un manojo de nervio.

—Saldrás en libertad. —Sonrío. Tiré de mi cabeza hacia atrás dejando salir una muy pequeña sonrisa. Solté todo el aire de los pulmones sintiéndome ahora más grande. —Harry Levin sufría de una enfermedad en el cerebro, tenía cierto problema mental, psicópata, obsesión, instinto asesino entre otras. Por lo que tu caso se ve como lo que es, una muerte en defensa propia. Pero hay un problema.

—Por favor Rick ¿qué problema puede haber? El único problema es que ninguno de los dos está tomando esas llaves, abriendo esta puerta y dejándome ir. —Rick negó con la cabeza dando un paso atrás.

—Aún no puedes salir. —¿Pero qué mierda? —No me aguanté y vine a decirte, aun debo firmar por ti y quitar de tu ficha. Podrás ser libre dentro de unas horas a más tardar mañana.

—¿Me estás jodiendo? —Sabía que a Rick no le gusta que le hable así, pero vamos, no puede simplemente firmar cuando ya esté libre.

—Si yo no estoy daré la orden y Berroa te sacará. Solo por favor no hagas otra estupidez más. —Chocó mi hombro amistosamente y se dio la vuelta yéndose.

—Rick. —Le llamé pero no me miró. —Vamos hombre, ya déjame salir. —Pedí pero él solo levantó la mano en señal de saludo. —Maldito. —Susurré mirándole mal.

—Tienes la mejor suerte de todas. —Dijo Berroa. —Te voy a extrañar. —Comento burlón. Le di una mirada de enfado por lo que el se dio la vuelta riendo de mi.

Maldito el día en que nació el hijo de puta de Harry. Ni muerto me deja ser feliz.

....

Ya a eso de las 11 de la noche decidí dejarme caer al suelo. Una noche más aquí. Tenía la esperanza de salir libre hoy mismo, pero no, el jodido sin suerte.

Berroa se había quedado dormido viendo un programa en la televisión que había puesto. Y yo, yo seguía despierto y sin ganas de nada más que no sea salir.

Me iba a subir a la cama para estar más comodo cuando de pronto se escucharon varios disparos y un alboroto fuera. Berroa se despertó alarmado y sacando su pistola.

—¿Qué está pasando? —Pregunté alarmado.

Pero la respuesta nunca llegó. El sonido sordo de un disparo hizo eco en todo el lugar y luego el cuerpo de Berroa caer desplomado al suelo haciendo al instante un charco de sangre. Me quedé paralizado tal una estatua. Berroa estaba agonizando y sangrando de su pecho. El arma había quedado a su lado sucia de su misma sangre. Podía escuchar aún varios disparos más pero mi mente y vista estaban solo en el cuerpo agonizando de él.

—Berroa no te mueras. —Pedí. —No te mueras. —Susurré.

—L-La... lla...

—Tranquilo. —Interrumpí al notar como se esforzaba en hablar. Pero él parecía ajeno.

—L-La lla... llave... t-toma...la. —Decía en un hilo. Fue entonces cuando vi su dedo señalar algo por mi cerda. Bajé la mirada dejando a la vista las llaves de la celda muy cerca. —V-Vete... Rick... dio... dio la o... orden.

Me tiré al suelo para poder sacar una mano y así tomar la llave. Saqué el brazo tratando de alcanzarla.

Más disparos y pasos proceder me dieron la fuerza necesaria para tomar la llave y ponerme de pies. Pero ya era tarde, varias sombras estaban en una esquina, alguien hizo un movimiento y la televisión de Berroa empezó a producir algo que me dejó helado.

En el video aparecía una chica encadenada de rodillas, dos hombres con una especie de látigo azotandolo en su espalda ya desfigurada, alrededor de este habían varios hombres más y al frente de la chica había un hombre sentado cruzado de pies.

Pero lo que me dejó helado no fue ello, sino, que esa chica es Hayle y ellos son Harry y sus matones.

Los grito desgarrador de Hayle eran tormentosos, cada vez que el látigo volvía con esa fuerza brusca a su espalda su piel se iba con el. Las risas de los demás presentes acompañaban los gritos de tortura de Hayle. Ya se veía sin fuerzas, sus brazos quedaban colgando de las cadenas y sus pies estaban débiles, su espalda parecía una carne de algún animal quemado, su piel arrancada y la sangre brotando de su cuerpo parecía de una película de terror. Pero no era una película de terror, era la vida real, donde la chica que amo estaba sufriendo de la peor manera, donde sentía tanto dolor difícil de explicar.

Sentí como mi mundo caía en pequeños pedazos y mi corazón sentía tanta opresión que me impedía respirar.

La pantalla se puso en negro dando por terminado el video, pero no bastó dos segundos cuando ya otro había empezado.

La respiración se me cortó y mis músculos se tensaron. En este nuevo vídeo se reproducía algo diferente. Hayle tirada en una cama desecha con los ojos medio cerrados y medio abiertos, sangre en su ropa y sin poder moverse. Luego apareció un hombre en la oscuridad, la tomó con brusquedad y quito de toda su ropa, cuando ya estaba desnuda, lo hizo con su pantalón. Segundos después, entraba en ella con total brusquedad, una y otra y otra vez, lo hacía tan rápido y con tanta fuerzas, pero ella no trataba de luchar, ella no se movía, ella estaba drogada...

Cuando se había cansado y dado placer, se dio la vuelta y le vi. Harry Levin.

El vídeo se detuvo y la pantalla se puso oscura. Para esta altura mi respiración es agitada, entrecortada, sofocada y brusca. Para estás altura mi corazón palpita desenfrenadamente y mi cabeza siente un dolor agudo. Maldito sea hijo de puta me alegro tanto de haberle matado, se merecía eso y más. Mis manos están aferradas a las rejas con fuerza, todos mis músculos están contraídos y siento cada vena latir como un corazón.

Entonces me escuché hablar, con una voz diferente, ronca, triste, enojada. Con una voz distinta, llena de enojo rencor y dolor...

—Banessa.

Una risa femenina se fue acercando y la sombra desapareció para dejar ver dos rostros.

—Hermanito, hermanito. Siempre tan inteligente. —Antes escuchar su voz era como una melodía, pero ahora siento tanto asco y repudio, tanto enojo y ganas de matar, tanto dolor y decepción.

—¿Por qué lo hiciste? —Susurré tratando de contenerme. Ella sonrió igual a Fredk y se encogió de hombros.

—Porque te odio. —Respondió simple. —Porque siempre te he odiado. —Su mirada y su voz no eran las misma, ella no era la misma chica con la que crecí y prometí cuidar.

—Mataste a nuestro padre. —Dije con la mandíbula tensa y sin dejar de apretar las rejas.

—A él también le odiaba. —Sonrió. —De todos modos él iba a morir, yo solo adelante los hechos.

—¿Por qué? ¿por qué nos odia?

—¿Por qué? Porque desde pequeña quería ser como tú, siempre quise que mi padre me viese igual que a ti. ¿Sabes? Yo te admiraba, tu valentía, la manera en la que todos te respetaban, tu inteligencia, tu poder. Quería ser como tú, quería estudiar lo mismo a tú, quería heredar una empresa. Pero no, tú siempre fuiste el hijo mayor, al que todos amaban, el heredero, el mejor. De pequeña te adoraba, pero ese amor fue cambiando, y no hay una cosa más fuerte que el amor remplazado por el odio. Ya no te admiraba ni te quería, solo te despreciaba. Cuando crecí dije que me iba a estudiar a otro país, pero era una mentira, nunca estudié y el dinero que Michael me enviaba lo usaba para las drogas. Cuando Rocío quería ver mis notas y premios, pagaba para que falsificaran todo y así la muy estúpida se lo creería. Y todo eso fue tú culpa, tú me hiciste esto, me hiciste matar por diversión y vivir día y noche en un prostíbulo con hombres de edad ya avanzada, me acostaba con ellos, lo drogaba y ellos mismos me daban la contraseña de su cuenta bancaria ¡y yo me estaba haciendo millonaria!

Cada palabra que de sus labios salía era como si fuera otra persona, esta no es la misma Banessa que conocí, esta no es mi hermana.

—Tú me quitaste algo que yo amaba. Y ahora, hermanito, llegó tú turno de sufrir ¿y qué mejor que con la persona que también amas? Hayle Hann, cuando la conocí por vía de Levin mi odio hacia ti creció. Ella era perfecta, amada por muchos, famosa, hermosa, era valiente y se ganó tu corazón. Siempre pensé que no te enamorarías, pero ella logró algo que ninguna otra no pudo. Entonces quise destruirte a ti y a ella. Y lo logré, tú estás aquí metido por asesinato y no saldrás, y ella está muriendo en un hospital, y yo. —Sonrió. —Yo le terminaré de hacer ese favor.

—Estás loca. —En la mano que tengo la llave, la puse detrás de mi espalda, ella no la a visto.

—Voy a matarla y te traeré un nuevo vídeo para la colección. —Canturreaba feliz moviendo la mano con el arma. Todo mi cuerpo se puso en alerta tirando hacia el frente chocando contra las rejas. —Y tú no podrás hacer nada porque estás preso. —Seguía sonriendo junto a su acompañante.

—Banessa, no importa si tengo que matarte, pero no voy a permitir que causes más daño. Hoy me demostraste lo que sientes y quién eres, y yo me haré de cuenta que nunca fuiste nada para mi. Voy a matarte. —Moví mi vista y la clavé en Fredk. —Y a ti voy a hacerte sufrir. Morirás de la peor manera posible y yo disfrutaré verte pedir ayuda. —El rostro de él palideció y Banessa sonrió con ganas.

—Suerte con ello. —Las sirenas de policías se iban escuchando cada vez más cerca. Sentí una chispa en mi interior pero esa chispa se fue cuando Fredk y Banessa retrocedieron para irse. —Vamos Fredk, la boxeadora débil nos espera. —Me miró, sonrió y se fue.






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