Sinsajo Herido

By TallerDeLuzArtesana

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Katniss y Peeta ya son marido y mujer, van juntos al Vasallaje de los Veinticinco y enfrentan la muerte una v... More

Nota de la Autora
Capítulo 1: Aliados.
Capítulo 2: Tenemos Nuevos Aliados
Capítulo 3: Mutos
Capítulo 4: Tic-Tac, Esto es un Reloj
Capítulo 5: ¿Qué Rayos Pasa Aquí?
Capítulo 6: Besos y Pasión en la Arena.
Capítulo 7: Yo te Necesito...
Capítulo 8: El Rayo
Capítulo 9: En Recuperación y Adaptación
Capítulo 10: Alma Coin
Capítulo 11: Fugitivos
Capítulo 12: ¿Qué fue de ti...?
Capítulo 13: Gale & Madge
Capítulo 14: Cenizas, Silencio y Desolación
Capítulo 15: El Recuerdo de Rue
Capítulo 16: Distrito 8
Capítulo 17: El Sinsajo
Capítulo 18: ¡Estás Vivo!
Capítulo 19: ¿Qué te han hecho?
Capítulo 20: Segunda Fuga
Capítulo 21: Problemas y Rescate I
Capítulo 22: Enjaulada en el 13
Capítulo 23: La Advertencia
Capítulo 24: Rescate II
Capítulo 25: Escape en Llamas
Capítulo 26: Tú Saltas...
Capítulo 27: La Revelación
Capítulo 28: Prisionera
Capítulo 29: ¡Lo Pagarás...!
Capítulo 30: Sinsajo Herido
Capítulo 31: Boda
Capítulo 32: Rumbo al Capitolio
Capítulo 33: Escuadrón 451
Capítulo 34: ¿Real o No?
Capítulo 35: Atrapados
Capítulo 36: Quédate Conmigo
Capítulo 37: Peeta vs Gale
Capítulo 38: Fuego Cruzado
Capítulo 39: Dudas
Extra + Agradecimientos

Capítulo 40: La Ejecución

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By TallerDeLuzArtesana


Amanece. Hoy es el día de la ejecución. Finalmente.

Supongo que me dormí después de hablar con Snow. Despierto en mi cuarto y descubro que me han traído mi traje de Sinsajo y mi arco, pero no el carcaj ni las flechas. Imagino que me las entregarán a último minuto para evitar que haga alguna tontería, por mi depresión post-traumática y mi estado de desorientación mental, como sostiene el doctor Aurelius.

Una sirviente me trae desayuno pero no me habla, poco después aparece Effie Trinket. Insiste que me tome las medicinas y el desayuno; que nos espera un gran, gran, gran día por delante. Noto que no hay pastillas de morfina, hoy no me quieren bajo el efecto de las drogas, pero sí hay analgésicos para mis músculos aun doloridos.


- ¿Qué es esto? -pregunto señalando un vaso con un jugo anaranjado. 


Pero no es jugo de naranjas, es otro sabor, es como una combinación de frutas, más dulce, más artificial.


- Es una bebida energética. Quieren que estés alerta y lúcida.

- ¿Y Phoebe? -pregunto mientras bebo el líquido. No está mal.

- Se quedará aquí, con los sirvientes, no llevarías una niña a una ejecución, ¿no? -Entonces Effie se da cuenta que he hablado. Me mira con una mezcla de asombro y alivio.- Me alegra volver a oírte hablar.

- Me refería a si encontraron a su familia. -Effie menea la cabeza.

- Delly y la gente de la oficina de Ubicación de Familiares Perdidos dicen que es como encontrar una aguja en un pajar. Phoebe no sabe su apellido ni recuerda otros familiares -suspira Effie-. Tiene tres años apenas. Pobre pequeña.

- ¿Hay más... como Phoebe? -me atrevo a preguntar.

- Muchos. Miles. La rebelión dejó muchos huérfanos. En los distritos es igual -suspira Effie otra vez.


Me sorprende lo hambrienta que estoy, tras varios días inapetente. Cuando me percato, veo que he dejado sólo migas en la bandeja. Mientras desayunaba una sirvienta, la misma de antes, entra a prepararme el baño, sin decir palabra de nuevo. Quizás sea una avox. Haymitch entra a la habitación con un asomo de sonrisa, me ha escuchado hablando con Effie. Está borracho... y bastante.


- ¡Miren eso, el Sinsajo ha encontrado su voz! Plutarch va a estar encantado -exclama-. ¿Qué tal, preciosa?

-¿Qué te importa? -le bufo, con una mirada de enfado, no sé bien por qué, pero me revienta que me trate de "preciosa", como antes.

- Tienes tanto encanto como una babosa muerta, ¿sabías? No sé cómo Peeta se enamoró de ti -me suelta con su típico sarcasmo... que mencione a Peeta me hace más daño todavía y lo miro resoplando aire, con una mirada asesina-. La verdad, no vengo por ti, cielito, sino por ti.- Effie abre los ojos, curiosa.- Cierta niñita pregunta por tía Effie... después de negarme a jugar a las tacitas y decirme que apesto...

- Bueno, un baño no les vendría mal a ambos -concede Effie con diplomacia-. Prepárense y estén listos. Vendré a buscarte en un rato, cuando te hayan dejado lista. Creo que ya llegaron -me indica.


Quiero preguntar por qué no puedo prepararme sola y quiénes vienen a arreglarme, pero ya veo salir las espaldas de Effie y de Haymitch por la puerta. Voy a la bañera. Es profunda, con tres escalones para llegar al fondo. Me sumerjo en el agua caliente y me siento, con la espuma hasta el cuello, esperando a que las medicinas hagan efecto. Me concentro en la rosa, que abrió sus pétalos durante la noche e impregna el aire húmedo con su intenso perfume. Pienso en todo lo que Snow me dijo anoche y antes por la tarde. Mientras con él hicimos un acuerdo de no mentirnos, Coin intentó ocultar a toda costa mi embarazo y luego la pérdida, que ni yo lo supiera, para que cumpliera el rol que me tenía asignado a regañadientes. Porque ella quería a Peeta. Fue la primera en determinar que tenía mis objetivos propios, que no confiaba en ella, que era reacia a colaborar y en marcarme como una amenaza para su poder. 

De pronto, pienso en Prim, que ni siquiera tenía catorce años, que no era lo bastante mayor para ser nombrada soldado pero que, de algún modo, estaba trabajando en en frente. ¿Quién la autorizó? Sin duda, no mi madre. De hecho, cuando se tomaban decisiones respecto a mi seguridad, salidas y entrenamiento, los líderes pasaban de la opinión de mi madre. Claro que hace rato que no me consideraban una niña, me trataban como un soldado más. No me cabe duda que Prim hubiera querido ir a ayudar, que era mucho más capaz que personas mayores que ellas. Pero alguien con un puesto importante tuvo que aprobar que una niña de trece años entrara al combate. ¿Lo hizo Coin pensando que al perder a Prim me hundiría? ¿O que me pondría de su lado sin fisuras, creyendo que fue culpa de Snow? 


Me levanto y voy por una toalla cuando la puerta del baño se abre sorpresivamente. Tres caras familiares intentan sonreírme, aunque ni siquiera Venia lo logra de manera convincente. O están destrozados por la guerra o les impacta ver mi cuerpo desnudo con los injertos y los moretones más oscuros de las costillas que se resisten a desaparecer. 


- ¡Sorpresa! -chilla Octavia, adelantándose pero se queda con el abrazo en el aire, temerosa de tocarme y se cubre la boca para ocultar un gesto de pesar.


¡Octavia, Venia, Flavius! -Me envuelvo en una bata y los abrazo, emocionada de verlos.


Están demacrados y más delgados, sobre todo Octavia, que era la más rellenita. Les pregunto por el destino de otros estilistas y equipos de preparación, cómo se las arreglaron ellos para sobrevivir.


- Nos encarcelaron después de tu fuga. Eso ayudó a mantenernos con vida, fue una suerte -contesta Flavius, aunque omite mencionar si les hicieron algo-. Luego nos deportaron al 2, donde nos tomaron rehenes los rebeldes... gracias a Plutarch y a Haymitch seguimos vivos... Somos el único equipo de preparación que sigue vivo, en realidad.

- Todos los estilistas del Vasallaje están muertos -añade Venia. 


No especifica quiénes los mataron, aunque empiezo a preguntarme si importa, al final, hubo asesinatos por ambos lados. 


Una vez seca, empiezan a arreglarme, a dejarme en base de belleza cero. Flavius hace milagros con mi pelo, consigue tapar una que otra calva, uniformarlo y trenzarlo con ayuda de un postizo. Sólo me he lavado el pelo porque es la ejecución, lo tenía muy apelmazado, dañado, reseco, dado mi rechazo a bañarme desde que salí del hospital. Como las llamas me respetaron la cara, ésta sólo presenta los desafíos habituales. Con el traje de Sinsajo, que tiene cuello subido y mangas largas, mis cicatrices no se ven, me sorprende lo normal que parezco por fuera cuando estoy destruida interiormente.


En eso, tocan a la puerta y entra Gale, trayendo mi carcaj. Luce extenuado, ojeroso. Una sombra de barba sin afeitar de dos o tres días.


- ¿Podemos hablar un minuto? -pregunta con voz ronca de cansancio. 

- Gale, te hacía en el 2... busc... -Me interrumpo de pronto, es evidente, por su aspecto y mirada, que no ha encontrado a Madge.

- Vengo llegando, el aerodeslizador aterrizó hace menos de una hora. La Presidenta... -Vacila un poco al ver a mi equipo de preparación.- Te traigo esto.


Venia, Flavius y Octavia van de un lado a otro, se chocan entre sí dando tumbos y terminan metiéndose en el baño para dejarnos a solas. Tomo el carcaj que Gale me ofrece y veo que que contiene una sola flecha normal. 


- ¿Sólo una flecha? -Acomodo el carcaj en mi espalda. 

- Se supone que es simbólico que seas tú la que dispare por última vez en esta guerra -explica.

- ¿Y si fallo? ¿Coin irá a recoger la flecha y me la traerá? ¿O le pegará un tiro a Snow en la cabeza ella misma?

- No fallarás. 



Lo  miro unos segundos a los ojos, buscando algo a lo que aferrarme, algún rastro de la chica y el chico que se conocieron por casualidad en el bosque hace cinco años. Bajo la vista. Me pregunto qué les habría pasado si los Juegos del Hambre no se hubieran llevado a la chica, si ella se hubiera enamorado del chico e incluso casado con él. Y si, en algún momento del futuro, una vez criados los hermanos y hermanos, ella hubiera huido con él al bosque dejando al 12 atrás para siempre. ¿Habrían sido felices entre los árboles? ¿O también habría surgido entre ellos esta triste oscuridad, sin la ayuda del Capitolio?

Gale nunca se habría enamorado de Madge. Yo nunca me habría enamorado de Peeta. Nunca habría habido Sinsajo ni rebelión. Los distritos seguirían oprimidos bajo la implacable mano de hierro de Snow y su gobierno. Sin embargo, eludo tocar el tema y digo otra cosa:


- No fuiste a verme al hospital.

- No podía, no era capaz de mirarte a la cara y decirte "lo siento".... 


Sus ojos denotan cuán culpable se siente, Gale ignora mi conversación con Snow, pero debe saber o sospechar que Coin utilizó su invento. Así que le suelto:


- ¿Fue tu bomba? ¿La doble explosión?

- No lo sé. Tampoco Beetee -contesta-. ¿Acaso importa, a estas alturas? Nunca dejarás de pensarlo...

- ¡Prim está muerta! -grito enfadada y dolida.

- ¿Y tú te crees la única que perdió un ser amado? ¡Mira a tu alrededor, Catnip! Claro, si no estás muy ocupada lamentándote, mientras el resto tratamos de seguir con nuestras vidas que también quedaron destrozadas e intentamos reconstruir este país -me gruñe de vuelta, enfadado-. Lamento tanto como tú la muerte de Prim, era como una hermana más para mí. Cuidar de tu familia es lo único que tenía a mi favor -expresa ya más calmado, como si se desinflara de a poco. 

- ¡Era mi hermana... la perdí para siempre! -chillo y luego empiezo a sollozar.

- Lo sé y no sabes cuánto lo lamento. Te repito: no eres la única que perdió a alguien que amaba. Mira a tu madre, trabajando para los demás, curando heridos. Delly y su hermano perdieron a sus padres; ella está ayudando a la gente, gente del Capitolio incluso, a buscar sus familiares perdidos; Peeta, perdió a toda su familia, sin embargo, en un momento de lucidez, grabó una propo desde su cama de hospital, alentando a la gente a reconstruir el país y conservar la paz. Annie no sabe si Finnick despertará pero se mantiene fuerte por el bebé y hace trabajo de oficina archivando documentos... todos hacen algo, menos tú.

"Si te sirvo de ejemplo, yo perdí a Candance, ¡murió en los Juegos, esperando un hijo mío! Y ahora Madge... a veces pierdo la esperanza y creo que ha muerto, otras veces me digo que está por ahí, desorientada tal vez, y sigo buscándola en mis horas libres. Mucha gente en cada distrito y acá en el Capitolio, ha perdido seres queridos. Pero tú sólo te encierras a llorar... ¿dónde quedó la valiente chica que desobedecía la ley para ir a cazar? La chica que desafió al Capitolio con un puñado de bayas... ¿dónde? Sería bueno que ya despertaras y te pongas las pilas.


Sólo Gale me restregaría la verdad en la cara de esa manera tan cruda. Siempre lo hemos hecho. Yo lo hice con él, cuando lloraba por Madge y, años atrás, un invierno implacable. Posy estaba desnutrida, tenía diarrea, cólicos y mucha fiebre, tanta que convulsionó, era apenas una bebé y Hazelle ya no tenía leche para amamantarla. No toleraba la leche de cabra y vomitaba lo poco que conseguían hacerle tomar. Aunque por algún milagro, Posy logró repuntar y sobrevivir. Pero cuando estaba mal, le dije a Gale que se hiciera a la idea que su hermanita no sobreviviría ese invierno. Fui muy dura con él entonces. Cometí la torpeza de decirle que tendría una boca menos que alimentar y terminamos discutiendo, igual que ahora.


- No puedo vivir sin Prim... y no sé qué podría hacer -digo, vacilando. 

- Al menos, haz tu parte. Apunta bien, ¿vale? -Asiento, tragándome los mocos y los sollozos.


Me toca la mejilla y se va. Quiero llamarlo y decirle que estoy equivocada, que descubriré el modo de aceptar todo esto, de recordar las circunstancias en las que creó la bomba, que tendré en cuenta todos mis crímenes sin excusa también, que descubriré la verdad sobre quién soltó los paracaídas, que probaré que no fue Snow sino Coin. Que lo perdonaré. Sin embargo, por ahora no puedo perdonarme ni yo misma. Tendré que vivir con este dolor.

Salgo al pasillo, le hablo a su espalda.


- Algún día te perdonaré por haber sugerido esa bomba... ahora no puedo...

- Entiendo. Házmelo saber cuando ocurra, ¿vale? -Nos miramos una última vez.


Gale se va, sin despedirse. Lo dejo marcharse. Ahora, tengo que descubrir una forma, si es que la hay, de seguir adelante, dejar este dolor atrás... pero, ¿cómo? No sé qué hacer por superar este dolor que me aplasta, si podré vivir de otra forma, sin Prim. ¿Ayudar? No soy capaz, no hago nada bien, no me perdono ni siquiera yo misma haber fallado en cuidar a mi hermana pequeña.


Effie regresa, para llevarme a no se qué reunión. Veo sus ojos enrojecidos, suspira y tiembla un poco, intentando que no se le corra el maquillaje. En el último minuto recuerdo la rosa y cuando abro la puerta del baño, me encuentro a mi equipo sentado en fila en el borde de la bañera, hundidos y derrotados. Quizás ellos y Effie también perdieron a alguien querido. Gale tiene razón: no soy la única cuyo mundo se vino abajo en pedazos.


- Vamos -les digo-. El público espera.


Esperaba una reunión de producción con Plutarch, Fulvia, Cressida y Pollux, para indicarme dónde ponerme y qué decir antes de matar a Snow. Pero me encuentro seis personas distintas: Peeta, Johanna, Beetee, Haymitch, Annie y Enobaria. Todos lucen los uniformes grises del 13 y ninguno tiene buen aspecto, ni siquiera Annie, con un avanzado embarazo.


- ¿Qué es esto? -pregunto. Nadie se sorprende de oírme hablar esta vez.

- Una reunión de los vencedores que quedamos vivos -me contesta Haymitch.

- ¿Sólo quedamos nosotros? -pregunto algo incrédula.

- El precio de la fama -responde Beetee-: fuimos el objetivo de ambos bandos. El Capitolio mató a los vencedores sospechosos de colaborar con los rebeldes... y los rebeldes mataron a los sospechosos de aliarse con el Capitolio. 


Johanna mira a Enobaria con el ceño fruncido y pregunta:


- Entonces, ¿qué hace ella aquí?

- Cuenta con la protección de lo que llamamos "el Trato del Sinsajo" -explica Coin al entrar en la sala detrás de mí-. Katniss aceptó apoyar a los rebeldes a cambio de la inmunidad de los vencedores capturados. Ella ha cumplido su parte del trato, así que nosotros también.

- No te hagas la importante... te mataremos igual -le replica Johanna a Enobaria, que le ofrece una sardónica sonrisa con sus dientes afilados. 


Me siento entre Peeta y Haymtich, aunque la mesa es redonda y los asientos están muy distanciados entre sí. Miro a Peeta, las llamas le chamuscaron las cejas y los mechones de la frente, está más pálido y delgado. Coin empieza la reunión sin perder más tiempo.


- Bien, los invité a esta reunión por varios motivos. Tengo un par de anuncios que hacer. El primero es que me he tomado la atribución, como ya saben, de declararme Presidenta provisional de Panem. 

- ¿Provisional? Exactamente, ¿cuánto durará eso? -interrumpe Haymitch. 

- Por el tiempo que sea necesario. En realidad, asumí como presidenta de facto el día que cayó el Capitolio y Snow fue capturado, pero hoy lo anunciaré de manera oficial -contesta con una sonrisa complacida de sí misma.

- ¿Algo más? -pregunta Enobaria, impaciente. 

- Los he llamado para zanjar un debate. Este mediodía ejecutaremos a Snow, transmitido en directo a todo el país. En las últimas semanas hemos juzgado a cientos de cómplices de la opresión de Panem, que ahora esperan su muerte. No obstante, el sufrimiento de las víctimas ha sido tan extremo, que muchos consideran insuficientes estas medidas. De hecho, muchos piden la aniquilación de todos los ciudadanos del Capitolio. -Coin hace una pausa para beber un poco de agua.

"Sin embargo, no nos podemos permitir ese lujo, si queremos mantener una cifra de población sostenible. Por lo tanto, se ha puesto sobre la mesa una alternativa para que los vencedores decidan qué hacer. Ustedes deciden por mayoría simple. Se ha propuesto que, en lugar de eliminar a toda la población del Capitolio, tengamos unos últimos Juegos del Hambre simbólicos, con los niños relacionados directamente con quienes ostentaban el poder. 


Una vez más, Coin se lava las manos, dejando la responsabilidad sobre otros. Los siete nos volvemos hacia ella. Veo la codicia y la sed de venganza refulgir en sus ojos gris pálido.



- ¿Qué? ¿Quiere unos Juegos del Hambre con niños del Capitolio? -pregunta Johanna, atónita tras lanzar una risa mordaz.

- Exacto. Que tengamos otros Juegos del Hambre usando niños del Capitolio -repite Coin.

- ¿Está bromeando? -pregunta Peeta con sarcasmo e incredulidad.

- No. También deben saber que si se realizan, el público sabrá que fue con su consentimiento, aunque mantendremos los votos en secreto, por cuestiones de seguridad -explica Coin. Lo que faltaba, pienso.

- ¿Fue idea de Plutarch? -pregunta Haymitch, que dejó caer de golpe su café al oír la proposición de Coin.

- Fue idea mía. Equipararía la necesidad de venganza con la menor pérdida de vidas posibles, en vez de tener tantas ejecuciones o simplemente matarlos a todos en el Capitolio -responde-. Pueden votar.

- ¡No! -grita Peeta-. ¡Voto que no, por supuesto! ¡No podemos tener otros Juegos del Hambre!

- ¿Se ha vuelto loca? Creía que los dementes éramos nosotros... ¿por qué no va usted a los Juegos, para que sepa lo que es? -lanza Johanna, ahora disgustada-. No, mi voto es no.

- No. A menos que vayan los niños del 13 también... su distrito nunca mandó niños a los Juegos. En el 2 nos lavaban el cerebro que era por la gloria y la fama... pero sólo éramos unos críos matándonos unos a otros para diversión del Capitolio. -Escucho decir a Enobaria.

- ¡Por eso nos rebelamos! ¿Lo recuerda? -insiste un exaltado Peeta. 

- Yo voto que no, como Peeta y las chicas. Y lo mismo habría votado Finnick si estuviera consciente -agrega Annie.

- No -dice Beetee, tranquilo pero decidido-. Sentaría un mal precedente hacerlo. Tenemos que dejar de vernos como enemigos. Llegados a este punto, la unidad es esencial para sobrevivir. No.

- Sólo quedan ustedes, Katniss y Haymitch -apunta Coin, impasible pese a que el juego le está saliendo en contra.

- Yo voto que no... Prim estaría en contra -opino.

- Yo estoy con el Sinsajo... y con todos -remata Haymitch.


Coin ni siquiera pestañea, pasea la mirada por los presentes y anota algo en una hoja, concentrada, luego cierra la carpeta.


- Lástima. Me veré obligada a tomar drásticas medidas como ejecuciones masivas de los que trabajaban para Snow... para compensar a la gente que así lo pide -tercia Coin, sin que se le mueva un pelo-. Ahora tenemos que ocupar nuestros puestos para la ceremonia. Ya es casi la hora. -Mira su reloj y se levanta como si no hubiera nada más que discutir. O como si lo que hubiera propuesto fuera un proyecto estupendo pero rechazado, para su malestar.


Antes que salga de la sala, recuerdo la rosa en su vaso.


- ¿Podría asegurarse que Snow la lleve puesta? ¿Justo a la altura del corazón?

- Por supuesto -replica con una sonrisa.


Effie y mi equipo entran a darme los últimos toques de polvo y asegurarse que el postizo no se corra de su lugar. Veo a Cressida y Pollux un poco más allá, me saludan con la mano, hay otros camarógrafos que no ubico; Plutarch y su asistente Fulvia me dan las instrucciones finales a mí y los demás vencedores sobre dónde debemos colocarnos. 

Llegamos al exterior de la mansión. El Círculo de la Ciudad está lleno, hay gente abarrotando las graderías y calles laterales, escucho a alguien decir que incluso ha venido gente de los distritos, en tren o carretas, para conocer el Capitolio y presenciar la ejecución. Diviso un grupo de líderes rebeldes que también están presentes, por supuesto. Cada uno va tomando su lugar. Yo saldré al final, después de la presidenta. Ambas nos quedamos un minuto a solas, sin hablarnos, antes que salga a la tarima que hace de escenario sobre el balcón. Aún lleva la carpeta en la mano, me percato, y cuando sube los escalones, un papel se desliza hasta mis pies sin que ella lo note, lo recojo para dárselo pero ya ha salido a hablar con Plutarch.

"Ordenar y anunciar que se llevarán a cabo los nuevos Juegos del Hambre con niños del Capitolio, empezando con las nietas de Snow. Los vencedores se opusieron, confinarlos vigilados en sus respectivos distritos, de donde no deberán salir. Si hablan, desmentir y silenciar todo. Vigilar también al capitán Hawthorne, asegurarse que ni él ni Plutarch Heavensbee hablen de la doble bomba y los paracaídas. Eliminar al piloto del aerodeslizador. Hacer todo con discreción extrema." 

Es lo que leo en el papel, garabateado a mano por la propia Coin, lo que escribió luego de oponernos todos. ¡Piensa efectuar los Juegos de todas maneras! Doblo el papel en un cuadrado y lo meto en uno de los bolsillos de mi traje de Sinsajo, antes que ella lo eche en falta cuando haga su discurso. 

"Ella no es mejor que yo. Será benevolente sólo al principio...", recuerdo.

Fulvia me escolta por otra salida, un largo túnel que me lleva a una puerta, al abrirla descubro que estoy en la salida subterránea del Centro de Entrenamiento, en el otro extremo de la avenida, donde desfilaban los tributos. Mientras camino hacia el escenario, la multitud se vuelve frenética vitoreando, el ruido es ensordecedor. La gente que colmaba las calles empieza a seguirme a cierta distancia y se detienen tras de mí cuando llegamos al Círculo de la Ciudad frente a la mansión. Los otros seis vencedores están divididos en grupos de tres a mis costados. Coin sale a la vista del público. Entonces vuelvo a ver a Gale, lo veo situarse junto a otros soldados rebeldes que forman una primera fila, las manos a la espalda, tras de mí, no sé si para contener al público o para impedir que Snow escapara si pudiera hacerlo. Ridículo. Snow está atado a un poste frente a mí, lo que me parece innecesario porque no va a escapar, no irá a ningún sitio. Con razón tengo una sola flecha y nadie se molestó en hacerme practicar: lo tengo a menos de diez metros. Coin extiende los brazos, en un gesto de victoria, luego comienza a pronunciar su arenga, con voz de triunfo. 


- ¡Bienvenidos a un nuevo Panem! Hoy, en la Avenida de los Tributos, un nuevo Panem, un Panem libre, será testigo de algo más que un frívolo espectáculo. Estamos reunidos para atestiguar un histórico momento de justicia. Hoy, la aliada más leal de la rebelión disparará el tiro que terminará con la guerra, esperamos que su flecha signifique el fin del sufrimiento y el comienzo de una nueva era. Sinsajo, que tu puntería sea tan certera así como puro es tu corazón.


Tomo la única flecha del carcaj y la acomodo, ahora podría escucharse un alfiler caer al suelo de lo expectante que está todo mundo. Miro de nuevo a Gale, atrás pero a mi derecha, cuidando mis espaldas; asiente brevemente, como si me dijera "Hazlo, Catnip, haz lo que tengas que hacer".

Miro a Snow, apunto a la rosa y lo miro, desafiante, a la cara. Intento encontrar un rastro de algo en sus ojos: miedo, remordimiento o rabia. Mas sólo encuentro su expresión burlona, como si me dijera nuevamente: "Ay, mi querida señorita Everdeen, creía que habíamos acordado no mentirnos".  

Tiene razón, lo hicimos.

A veces, cuando Gale y yo teníamos una presa pequeña en nuestra mira, pero más atrás se aparecía un botín mejor, movíamos un pizca la flecha para acomodarla sin dejar de apuntar a la presa menor, para entonces mover el brazo en un segundo y matar a la presa mayor sin darle tiempo a reaccionar. 

"Esta va por Prim... y por mi bebé que perdí."

Ahora, la punta de mi flecha se mueve hacia arriba, suelto la cuerda y la presidenta Coin cae por el borde del balcón, estrellándose contra el suelo. Muerta.

Al segundo siguiente, o casi al mismo tiempo que yo, Gale levanta el brazo, pistola en mano, y la bala atraviesa el cerebro de Snow, que reía a carcajadas pero enseguida cae de rodillas. Muerto también.



Es el pandemonium. Los líderes gritan órdenes que no se escuchan ni entienden en el tumulto que grita enloquecido, que corre a cerciorar la muerte de ambos presidentes, el saliente y la entrante. Vienen por mí. Cuando me rodean los uniformes grises pienso en lo que me deparará mi breve futuro como asesina de la nueva Presidenta de Panem: el interrogatorio, quizás tortura y, sin duda, una ejecución tan pública como ésta. La idea de despedirme de mi madre y la poca gente que me importa y sigue viva cruza mi mente. Entonces me decido. Saco la jaula de noche de su bolsillo, sigue ahí, pero cuando la voy a tragar, un par de manos me la quitan antes que roce mis labios. 


- ¡Déjame ir! -le grito, mientras me retienen los guardias.

- No puedo -responde Peeta.


Veo la preciada píldora violeta caer al suelo, veo el último regalo de Cinna aplastado bajo la bota de un guardia. Me transformo en un animal salvaje que muerde, araña, da patadas y hace lo que sea por liberarse de esa red de manos, entre los empujones de la muchedumbre. Los guardias me levantan en el aire para apartarme y yo sigo luchando mientras me llevan por encima del gentío. Empiezo a gritar llamando a Gale, no logro verlo en la batahola pero él sabrá lo que quiero: un tiro limpio y directo como el de Snow, para acabar con todo. Pero no hay bala. ¿Es que no me ve ni escucha? Lo dudo. En las gigantescas pantallas colocadas sobre nosotros por todo el Cìrculo, todos pueden ver cada detalle. Me ve y me escucha, lo sabe, pero no lo hace, igual que yo tampoco lo hice cuando lo capturaron, no disparé y él ahora tampoco. Vaya par de cazadores y amigos que estamos hechos los dos. 

Estoy sola. 


Me llevan de vuelta a la mansión, llamo a Haymtich y a Effie, para explicarles, pero les impiden acercarse. Sigo gritando y pataleando como posesa. Me esposan y vendan la vista, pierdo todo sentido de la orientación mientras me llevan, más bien me arrastran, por lo que deduzco son largos pasillos, escalinatas y un vertiginoso ascensor que me deja mareada. Me quitan las esposas pero no la venda y me lanzan sin contemplaciones sobre un suelo alfombrado. Una vez que escucho la puerta cerrarse, me recupero un poco, la pelea con los guardias me ha dejado agotada y dolorida, es probable que tenga más moretones. Me saco la venda y miro alrededor. Descubro que estoy en mi antiguo cuarto del Centro de Entrenamiento, donde viví aquellas preciadas noches de amor con Peeta antes del Vasallaje (¿Qué será de Peeta, mi chico del pan?). El colchón está desnudo, el armario y vacío, pero reconocería esta habitación en cualquier parte. Me levanto con dificultad y me quito el traje de Sinsajo y el postizo de Flavius. Los injertos de piel nueva se han cortado en sus bordes que los unen a mí y sangran con abundancia, siento que el golpe de adrenalina me abandona, me tropiezo, débil, y me arrastro al colchón, esperando morir desangrada. 

Sin embargo, no tengo tanta suerte. En medio de la noche despierto pegoteada al colchón tras haberse coagulado mi sangre. Busco algo para limpiar pero no hay nada, ni sábanas ni toallas. Con gran esfuerzo, doy vuelta el colchón y después tomo una ducha programada en el ciclo más suave que recuerdo, me coloco sobre la alfombrilla que me seca con aire caliente y desenredo mi cabello con los dedos, mirando los moretones y heridas en el espejo. Nadie aparece para curarme. Aunque descubro una bata ligera, pantuflas, una bandeja con un cuenco de sopa y un bollo, más mi medicación de postre. El traje y el carcaj no están por ningún lado. Reviso los cajones por si encuentro cuchillos o tijeras, cualquier cosa filosa para rebanar mis venas... no hay nada. Pienso que me están vigilando así que me tomo la sopa junto con el pan, luego tomo las pastillas y me aplico el ungüento cicatrizante en la piel. Me siento abrazando mis rodillas en el colchón. 

"Me llamo Katniss Everdeen, acabo de matar a Coin... ¿por qué no me matan de una vez? Debería estar muerta. Sería mejor para todos que estuviera muerta. Ahora debo concentrarme en cómo me suicidaré antes que me torturen..."


Pasan días, tantos, que pierdo noción del tiempo. Veo nieve caer por la ventana a veces, otras, veo lluvia o días grises. Se repite la rutina sin variaciones, duermo, me levanto, me ducho, doy vueltas por el cuarto, duermo siesta, siempre me traen la comida cuando estoy dormida o en la ducha, ningún avox aparece, ni siquiera hacen el aseo en la habitación y las pelusas se amontonan sobre la alfombra. Las voy recogiendo, las junto y formo pelotitas. Tengo una colección de pelusas en mi mesa de noche. A veces, canto. Yo, que no cantaba porque me recordaba a mi padre. Entonces noto que empiezo a enloquecer porque se me aparecen los muertos y hablo con ellos. Prim, mi padre, Boggs, Rue. Si tan sólo pudiera tirarme desde la altura. Sé que es imposible porque el cristal de la ventana tiene unos treinta centímetros de grosor, no se escucha ni los pájaros cantar. Mi voz es el único sonido que he escuchado en todo este tiempo. Podría haberme colgado si hubiera dispuesto de cuerdas o trapos, sé hacer unos nudos estupendos. Pero no hay nada y la tela de la bata es tan delgada, como papel, que rompí varias intentando hacer tiras, pero no tenían ninguna resistencia. Se rompían a la primera y con cada bandeja me entregaban una bata nueva. Supongo que me han estado vigilando. También, que me están reduciendo gradualmente las pastillas de morfina. Estuve juntándolas para suicidarme con una sobredosis, pero luego me venía el síndrome de abstinencia y perdía la batalla.

Lo que sí sé, con certeza, es que no volverán a utilizarme como marioneta nunca más. Creo que Peeta dio en el clavo, al manifestar que no debemos destruirnos entre nosotros para que una especie más decente herede los restos y ocupe nuestro lugar. 

Una mañana al despertar, veo dos personas vivas contemplándome: el doctor Aurelius y la comandante Paylor. Aurelius señala que estoy mucho más desquiciada que antes, Paylor me pregunta por qué lo he hecho. Los observo con la mirada vacía, intentando captar y desenredar sus palabras en mi mente aturdida. Un recuerdo hace click en mi embotado cerebro. Me pongo a gatas en el suelo y levanto una esquina de la alfombra, tomo y desdoblo el papel de Coin, se lo extiendo a la comandante. En hora buena recordé sacarlo del bolsillo antes que se llevaran mi traje y lo escondí, para probar la perversidad de Coin. Paylor lo lee y se lo pasa al doctor.


- Bien, soldado Everdeen -me dice Paylor-. Esto servirá como prueba en tu juicio. Tranquila, te exculparemos por demencia... pero hay que hacerlo, por protocolo y porque el público quiere una explicación -señala guardando el papel doblado en su bolsillo del uniforme gris-. Bueno, la verdad, es vox populi que te has vuelto loca por haber perdido a su hermana de esa manera tan cruel. Todos sabemos que no matarías a Coin porque sí... tú no matas inocentes. Y yo tampoco me fiaba de ella -remata antes de darme la espalda.


Se marchan y me dejan sola, nadie más aparece a verme. Transcurren dos o tres días más, no lo sé con certeza pero noto los cambios del día en la luz, que va variando en mi ventana. 

De pronto, Haymitch se aparece en mi habitación, con un atado de ropa para mí.


- Tu juicio terminó, cielito -espeta-. Ven, nos vamos.

- Vete al carajo -le largo.

- Bueno, para allá vamos. Tú te vienes conmigo. 


Me entrega una carta, reconozco la fina caligrafía de mamá en el sobre. Se va unos minutos para que me vista y espera afuera, Effie también está, llorosa y afectada, nos escolta al tejado donde nos aguarda un aerodeslizador. 



- Prométeme que la encontrarás -dice Effie, pero no sé de qué habla.

- ¿Qué cosa?

- La vida de una vencedora.


Me abraza largo rato, luego lo mismo con Haymtich, se dan un breve beso en los labios. No me lo imaginaba, Effie y Haymitch besándose... ¿sería por eso que estuvo llorando? Pero no comento nada y me subo a la nave. 

Adentro está Plutarch, radiante y alegre, que va hasta el 3 para encontrarse con Beetee. Me cuenta que harán un programa de talentos musicales, algo que alegre a la gente, y quiere que participe también. Me encojo de hombros. 


- Mi madre no regresará -digo, una vez que quedamos mi mentor y yo, dando vueltas al sobre en mis manos.

- No, este lugar es demasiado doloroso para ella -responde y agrega-: ¿Quieres saber quién más no regresará... aún?

- No, prefiero que sea sorpresa.


Luego finjo dormir y Haymitch finge que se lo cree, lo siento echar botellas de licor en su mochila. Si le han encargado cuidarme, como sospecho, no creo que cumpla su labor. Rato después me remece el hombro y descendemos sobre el césped de la Aldea de Vencedores. Haymitch me apunta mi casa, iluminada y con humo en la chimenea, me ordena que vaya a cenar y me acueste, como si fuera una niña pequeña.


- Buenas noches, preciosa.

- Vete a la mierda...

- Ya estamos aquí...



 FIN

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