Mi tío Dasio me dio un plato de sopa muy amablemente mientras me quitaba el termómetro del brazo.
— Solo tienes unas décimas de fiebre, no hay de que preocuparse —dijo— ¿Estás bien cómo para hablar de lo que vamos a hacer, o prefieres descansar?
— No hay tiempo para descansar —dije fría.
Mi tío sonrío satisfecho, sé que tanto él como yo queremos cobrar la venganza, y que le esté ayudando le hace feliz. ¿Cómo no ayudarle? Después de que me desterraran del cielo y mataran a mi padre, fue mi tío quién traspasó el Infierno para protegerme aquí en la Tierra. Ahora, después de que a los dos nos expulsaran sin razón, vamos a tomar la justicia a nuestra manera.
Me tomé el plato de sopa y fui al comedor con los amigos de mi tío: Charls, Rouse y Rahul. El último era el más joven, tenía unos 18 años, los otros dos tenían la misma edad, 33. Ellos me miraron con una sonrisa cuando entré.
— ¿Lista, pequeña? —dijo Rouse sonriéndome mientras se ponía a mi lado— Esto va a ser algo grande.
Mi tío se aclaró la garganta, llamando nuestra atención.
— Señor nos debe algo a todos de nosotros: volver al mundo Celestial. Nosotros fuimos expulsados por causas estúpidas, ¡por favor! Incluso se atrevió a expulsar a una niña y matar a su padre —dijo frustrado mi tío mientras se tocaba la sien— Rahul, ¿por qué te expulsaron a ti?
— Supuesta traición y conspiración en su contra —dijo serio.
— ¿Y a ti, Rouse?
— Se comentaba que era pirómana, y que quemé a cinco ángeles —río sarcástica Rouse.
— Fascinante —asintió mi tío— ¿Charls, a ti por qué?
— Supuesto asesinato —contestó.
— Genial, fantástico —dijo mi tío— A mi me expulsaron por supuesto fraude y asesinato... ¿y a ti —mi tío se puso de cuclillas enfrente mío— Leyla?
— Supuesta cómplice de unos supuestos asesinatos de mi padre.
Dasio aplaudió mientras reía con fuerza.
— ¡Ninguno de nosotros nos merecemos estar aquí, ellos deberían estar aquí! —gritó— Por eso, vamos a actuar contra ellos. En siete días realizaremos nuestro plan.
— Esto va a ser algo como... —pregunté.
— La subida de los caídos —acabó Rahul por mi, sonriendo.
— Leyla, en esto tienes muchísimo que ver. ¿Sabes por qué? —me preguntó mí tío mientras me miraba— Tú te encargarás de los chicos malos aquí.
Le miré extrañada, no sabía quienes eran los chicos malos.
— El alfa se llama Scott McCall, él y su manada intentarán hacerte creer que son amigos tuyos, que yo soy malo, como... ¡cómo si te hubiese borrado la mente! —dijo— Siempre lo hacen, por eso, tienes que ser más listos que ellos. Cuando lo veas necesario, amenaza, ataca, haz lo que sea necesario.
— ¿Cómo sabré quién es Scott?
— Él irá a ti —afirmó mi tío— Irá como si fuera tu mejor amigo, pero no es así, ellos son los que quieren arruinarnos el plan.
Y no me hizo preguntar nada más para odiar a Scott McCall y a toda su manada.
🐺
POV Dasio
Llegué al hospital con la finalidad de encontrar a Melissa McCall, y como de costumbre, siempre consigo lo que quiero.
— ¿Melissa McCall? —le pregunté a una señorita bastante guapa que se encontraba en recepción.
— Sí, ¿puedo ayudarte? —preguntó sonriente.
— En realidad, sí —dije y saqué una carpeta con papeles— Soy el tío de Leyla, así que avisa al juzgado de que ella tenía un familiar y, por desgracia para ti, ahora Leyla ya no es tu hija.
— ¿Su tío Dasio? —preguntó ella— Scott me habló de ti, y Leyla no se va a ningún lado.
— Sí, sí se viene —contesté serio— Tengo todos los papeles en orden, puedes leerlos, hablar con la policía y el juez, pero Leyla es mía.
Melissa sacó de la carpeta los papeles corriendo, y pude verla abrir los ojos cuando leyó la primera hoja.
— ¿Leyla Bullock?
— En una hora quiero tener todas las cosas de Leyla en mis manos, ya sabes, ahora ella vive en mi casa y querrá su ropa y eso —sonreí.
— Ella te matará cuando se entere de esto, y sabes que no irá a tu casa —contestó Melissa segura.
Ay, Melissa querida, si tu supieras...
— En una hora —dije antes de salir del hospital para coger el coche y dirigirme hacía casa de los McCall a esperar.
Todo estaba saliendo a la perfección. Leyla de mi lado era todo ventajas. Ella es más fuerte de lo que parece, muchísimo más fuerte. Solo me queda que Scott y compañía no se metan en esto, y así, todo será mío. Por fin me cobraré la venganza como se merece cobrarla.
Llegué a casa de los McCall y esperé en el coche a que apareciera Melissa con varias cajas de cartón en la mano, y así fue, no pasaron ni veinte minutos. Además de guapa, rápida.
Salí del coche y ella ni si quiera me miró, pero sabía que estaba aquí. Subimos hasta el segundo piso y abrió una habitación. Esta no tenía ninguna decoración en especial, en realidad, no tenía nada de decoración: la cama, el armario y el escritorio. Mejor, menos faena.
Melissa comenzó a poner la ropa en las cajas mientras yo me encargaba de las cosas del escritorio.
— Esto que estás haciendo está fatal —habló Melissa— Ella no se merece esto.
— Ella se quiso meter aquí, son sus consecuencias —dije— Además, no creo que tenga mucho problema con esto.
Cuando acabó con las cajas las bajé y las metí en mi coche, dispuesto a irme y dejar por fin el olor a perro de esa casa.
— ¿Qué le has hecho a Leyla? —preguntó la madre del animal salvaje poniéndo sus manos en el mango de la puerta "impidiendo" que la cerrara.
— Ella ha cambiado de opinión respecto a mi, respecto a vosotros... —sonreí— respecto a todo.
Cerré la puerta y salí de allí para dirigirme a casa.
No sé como le habrá ido a Leyla en la escuela con su nueva forma de ver de todo, pero espero tener buenas noticias cuando llegue a casa, tal vez si ella llega con un arañazo o algún signo de haber peleado, sería una satisfacción inmesa para mí. Saber que se ha enfrentado a Scott o alguno de esos niñatos, ¡por favor, sería genial!
Llegué a mí casa y descargué todo en el que ahora era el cuarto de Leyla. La verdad es que había elegido una buena casa para ocupar: cinco habitaciones, cada una con su cuarto de baño menos una, que es dónde hacía mis experimentos sociales y dónde deje a Leyla el primer día. Espaciosa, con sótano y guardilla, una gran cocina y un gran comedor.
Dejando las últimas cosas en el cuarto de Leyla, escucho la puerta abrirse seguido de un gruñido. Sé que es Leyla. Huele a Leyla, y también huele a Rahul. Y espero que traigan noticias frescas.
Bajo las escaleras casi corriendo para encontrarme a mi sobrina con garras negras, los ojos totalmente verdes y con una mirada de asesina que me encanta.
— ¿Qué ha pasado? —pregunto, haciéndome el interesado.
Ella me mira. Está en su completo control, sino ya me hubiese atacado.
— He conocido a Scott McCall, pero no de la mejor manera —dice, y en un pestañear, sus ojos ya son de color azul— Él y los otros me decían que yo era su amiga.
— ¿Y qué has hecho?
— Tú mismo lo dijiste —contestó con la sonrisa sádica que tanto me gustaba que pusiera— Ataca a quien te moleste.
Cada vez estaba más seguro de que en realidad a esta niña le comieron la cabeza esos chicos. Tiene todos los dotes agresivos de su tío.
En algo tendría que salir a mí, ¿no?