Sinsajo Herido

By TallerDeLuzArtesana

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Katniss y Peeta ya son marido y mujer, van juntos al Vasallaje de los Veinticinco y enfrentan la muerte una v... More

Nota de la Autora
Capítulo 1: Aliados.
Capítulo 2: Tenemos Nuevos Aliados
Capítulo 3: Mutos
Capítulo 4: Tic-Tac, Esto es un Reloj
Capítulo 5: ¿Qué Rayos Pasa Aquí?
Capítulo 6: Besos y Pasión en la Arena.
Capítulo 7: Yo te Necesito...
Capítulo 8: El Rayo
Capítulo 9: En Recuperación y Adaptación
Capítulo 10: Alma Coin
Capítulo 11: Fugitivos
Capítulo 12: ¿Qué fue de ti...?
Capítulo 13: Gale & Madge
Capítulo 14: Cenizas, Silencio y Desolación
Capítulo 15: El Recuerdo de Rue
Capítulo 16: Distrito 8
Capítulo 17: El Sinsajo
Capítulo 18: ¡Estás Vivo!
Capítulo 19: ¿Qué te han hecho?
Capítulo 20: Segunda Fuga
Capítulo 21: Problemas y Rescate I
Capítulo 22: Enjaulada en el 13
Capítulo 23: La Advertencia
Capítulo 24: Rescate II
Capítulo 25: Escape en Llamas
Capítulo 26: Tú Saltas...
Capítulo 27: La Revelación
Capítulo 28: Prisionera
Capítulo 29: ¡Lo Pagarás...!
Capítulo 30: Sinsajo Herido
Capítulo 31: Boda
Capítulo 32: Rumbo al Capitolio
Capítulo 33: Escuadrón 451
Capítulo 34: ¿Real o No?
Capítulo 35: Atrapados
Capítulo 36: Quédate Conmigo
Capítulo 37: Peeta vs Gale
Capítulo 38: Fuego Cruzado
Capítulo 40: La Ejecución
Extra + Agradecimientos

Capítulo 39: Dudas

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By TallerDeLuzArtesana


¿Real o no? Vi arder a mi hermana, luego de la explosión una llamarada la envolvió, no quedó nada que enterrar... murió igual que mi padre. 

La onda expansiva me lanza a varios metros, salvándome de lo peor de las llamas, pero me alcanza en brazos, cuello y tórax. Alguien me apaga las llamas, alguien grita mi nombre con desesperación, una voz familiar, veo unos ojos grises, aquellos que siempre me cuidaron las espaldas en mis cacerías pero ahora me miran con espanto y dolor. 



- Gale. -Logro pronunciar su nombre con voz débil.

Y entonces me sumo en la inconsciencia. 

Viajo por un mundo blanco y desolado, infinito, donde no hay nada ni nadie. Busco a mi hermana, llamo su nombre pero no responde, estoy sola en este mundo extraño. 

Mi hermana ha muerto, ya no está, nunca más la oiré hablar, reír o pedirme que le cante cuando esté triste. Se ha ido. Cuidarla era mi deber.

Y fallé.

¿De qué sirvió ofrecerme voluntaria para ir a los Juegos en su lugar? ¿De qué sirvieron mis vanos intentos de apaciguar los levantamientos en la Gira de la Victoria? ¿De qué sirvió volar en pedazos el último escenario del Vasallaje? ¿De qué sirvió convertirme en el Sinsajo y avivar la rebelión? ¿De qué sirvieron todos mis esfuerzos por protegerla?

Fallé.

Prim está muerta... y Snow sigue vivo.


El mundo blanco y desolado parece ser infinito, no encuentro bordes ni paredes, no tengo noción del tiempo ni del mundo exterior pero sé que pasan horas y días. A veces, abro un poco los ojos y veo personas, sombras más bien, a mi alrededor. Mi madre me hace rondas, reconozco su cara y su voz triste en la bruma que impide a mis ojos ver con claridad antes de volver a sumirme en la inconsciencia y regresar al blanco infinito. 

Un día despierto y puedo ver bien, respirar sin máquinas, ya no siento el escozor de las quemaduras ni dolor de mis huesos aporreados. Un largo flujo de visitantes, vivos y muertos me proporcionan un largo flujo de información. Cinna cose un nuevo vestido de novia para mí, mientras mi padre canta las estrofas de El Árbol del Ahorcado, en voz baja para no despertar a mi madre que duerme entre turnos en un sillón. Dicen que trabaja hasta extenuarse para enterrar su dolor. Como yo no tengo nada qué hacer, el dolor me entierra a mí.

 Los médicos me hablan, me examinan con cuidado mis heridas cicatrizando. Me cuentan que fui muy afortunada, que las llamas sólo me alcanzaron en cuello, brazos y parte del tórax superior, que Gale apagó mi ropa quemándose y me arrastró unos metros fuera del caos luego de la última explosión. Llegó herido a mi lado, pero aún con el subidón de adrenalina y a tiempo. El Capitolio cayó finalmente, ese día. Pasé casi dos semanas sedada porque también me machuqué por todos lados y tuve fracturas de pelvis y costillas al aterrizar en el duro suelo. No contesto y me preguntan por qué no digo nada. Mi única respuesta es mirar al techo. Me hacen exámenes y preguntas para ver por qué no hablo, pero no quiero hablar... sólo quiero que me dejen en paz o que me dejen morir. Todo el mundo viene a verme y me habla, me cuentan noticias para ver si pregunto algo por curiosidad; otros días los médicos ordenan dejarme sin la sopa a ver si el hambre me hace hablar y pedir comida. Pero ni siquiera tengo hambre, me basta con el suero y la morfina que me meten por la vía intravenosa. Haymitch y el doctor Aurelius, mi nuevo médico de la cabeza, son los únicos que me dejan en paz y no me obligan a hablar. La teoría del doctor Aurelius es bien simple: soy una avox mental, debido al trauma psicológico de haber visto morir a mi hermana menor. Mi amiga Madge me contó una vez de un libro donde la protagonista pasó nueve años en silencio tras la muerte de su hermana más querida. Intentaron varias técnicas para hacerla hablar, desde dejarla sin comida hasta asustarla, pero la niña no hablaba porque no tenía nada qué decir. Yo tampoco. Nada bueno, al menos. Soy un Sinsajo herido, con las alas rotas, con quemaduras... y sin hermana.

Tampoco pregunto por Peeta ni por Gale, pero de todas maneras, Effie me informa de ellos y del resto en una de sus tantas visitas a mi cuarto de hospital.


- Sé que todo esto ha sido muy, muy duro de sobrellevar para ti, querida. Todos queríamos a tu hermana, ella no lo merecía, ella menos que nadie. -Se seca las lágrimas con el dorso de la mano.- Pero tuviste suerte y estás viva, al menos. Ahora tienes que ponerte bien. Come algo, por favor, tu sopa se va a enfriar.

"Peeta también sufrió quemaduras menores igual que tú, una gran contusión en la cabeza y un brazo fracturado. También se está recuperando en otra habitación. No deja de preguntar por ti cuando está despierto. Tu mejor amigo Gale logró escapar de sus captores, recibiendo dos balazos por la espalda, pero ninguno comprometió órganos vitales, sólo atravesaron músculo y ya le dieron el alta. Su juventud y buen estado físico ayudaron en su recuperación. También fue afortunado. Fue él quien te encontró y te apagó las llamas antes que sufrieras peores quemaduras.

"Plutarch ha enviado a Cressida y a Pollux a los distritos para cubrir los daños producidos y entrevistar a los sobrevivientes, grabar cómo están reconstruyendo sus hogares. Gale parte hoy al distrito 2, como sobreviviente del escuadrón estrella, para sumarse a la persecución y captura de los últimos partidarios fieles a Snow y los últimos agentes de la paz que se han amotinado ahí. También va por motivos personales, mencionó que Madge tenía un tío y primos allá; el alcalde Undersee provenía del Distrito 2 antes de ser designado por el gobierno al Distrito 12... pero formaba parte de los rebeldes encubiertos y estaba al tanto de todo sobre la rebelión. Por eso Gale cree que Madge y sus padres pueden haber sido evacuados al 2 por los rebeldes o que llegaron allá por sus propios medios. Insiste en seguir buscándola...


Effie también me cuenta que la Presidenta Alma Coin está gobernando Panem de manera provisional mientras se llevan a cabo los juicios, la reconstrucción de los distritos y en dos meses habrá elecciones, por primera vez en setenta y seis años. Me informa que en cada distrito los alcaldes que no eran rebeldes fueron reemplazados y en el Capitolio las autoridades fueron depuestas de sus cargos y arrestadas para enjuiciarlas por ser cómplices de los delitos de Snow. Él está encarcelado, esperando juicio también... y su inminente ejecución. Delly viene un día y me comenta sobre lo amable y buena que es la gente en realidad, está ayudando a ubicar familiares de niños huérfanos aquí en el Capitolio. Annie me visita también una mañana, creo que está embarazada, por el voluminoso abdomen bajo el ancho uniforme gris, pero no pregunto nada. Me agradece por haber salvado a Finnick, aunque él sigue en coma; la verdad, yo no hice gran cosa, pero tampoco le digo que las gracias debería dárselas al doctor Quintus Pott y su hija Uranía. Sé que ellos también me visitaron pero estaba sedada.

Sin embargo, la visita que más me sorprende es la de Coin en persona. La suponía muy ocupada y creía que no le importaba mi vida... hasta que veo las cámaras tras ella. Odio que me filmen en el hospital, herida, convaleciente, que me traten con compasión. No quiero lástima, menos de ella. Me saluda y pregunta cómo estoy, pero no contesto, tampoco miro directo a las cámaras, sólo miro al vacío mientras Coin habla al país sobre mi valiente sacrificio y la dolorosa pérdida de mi hermana.


- No te preocupes, te lo he guardado -me dice al final.


Al menos, eso me tranquiliza en parte, saber que podré matarlo yo misma. Cuando salen los camarógrafos que filmaban la visita, Coin me señala que respetará el acuerdo a pesar que yo me salí de lo acordado y actué por mi cuenta. No contesto, sólo la miro sin pestañear, nunca nos hemos caído bien la una a la otra y ahora es tarde para fingir simpatías. Imagino que le pesa tener que cumplir su palabra empeñada, por el éxito de la rebelión, no porque yo haya sido leal a ella o me ciñiera a las reglas. Ejecutarme junto con los vencedores y sobrevivientes del escuadrón  estrella sería sumamente impopular para su mandato.


Una mañana, cuando mis articulaciones ya funcionan con normalidad y puedo ponerme ropa sin que el roce dañe mis injertos de piel, me dan el alta del hospital. Mamá, Haymitch y Effie me ayudan a subir a un vehículo escoltado por patrullas de la nueva Policía Ciudadana, como se llaman ahora los agentes. Imagino que me habrán asignado una vivienda en el Círculo de la Ciudad, pero cuando llegamos a destino, descubro que voy a estar hospedada nada menos que en la mansión presidencial. Doy un paso atrás, sacudiendo mi cabeza, no quiero estar aquí, porque frente a este lugar murió Prim."Órdenes de Coin, cielito", agrega Haymitch, agarrándome de la muñeca, obligándome a traspasar el alto portón de hierro, me convencen de entrar, Effie insiste que me merezco este privilegio. Veo que ya no hay muchos escombros alrededor ni en los edificios circundantes, que han sido reparados casi por completo. Hace frío pero no nieva, el pasto luce verde en los amplios jardines.



Mi madre me ayuda a instalarme en un cuarto amplio que compartiremos, pero al cabo de un rato se marcha argumentando que hay mucho por hacer en el hospital del Capitolio. En dos días queda patente que pasa allí la mayor parte del tiempo, durmiendo en su trabajo incluso. Mi cuidado recae entonces en mi mentor, que no ha superado su vicio y se dedica a vaciar la bodega de finos licores del Presidente Snow. Effie se aparece de vez en cuando, para saber cómo va todo, supongo que le han encontrado un nuevo trabajo ahora que ya no hay Juegos. Pero soy difícil de vigilar y también escurridiza, vuelvo a mis antiguos hábitos del 13; deambulo por pasillos, oficinas y salones inmensos, me escondo en armarios, baños, cuartos con muebles abandonados, etc. Me traen comida a la habitación pero sólo tomo pequeños bocados. Tampoco me baño, mi higiene personal ha dejado de importarme. Haymitch apesta igual que yo y no le importa tampoco. Cuando mamá, Effie o alguna enfermera insistente logran coaxionarme de meterme a la tina, me desnudo y me meto rápido, cierro los ojos y me jabono con cuidado al tacto mi piel nueva y lo más esencial. Salgo casi a tientas, evitando mirarme en el espejo y me envuelvo cuanto antes en la toalla. Ver los parches de los injertos me recuerda la explosión, cómo vi morir a mi hermana, convertida en una antorcha humana. Pero cerrar los ojos no ayuda, ya que el fuego arde con más fuerza en la oscuridad.

Sigo sin hablar, Aurelius viene a visitarme igual como hacía en el hospital y cada vez pregunta si quiero hablar. Como no le respondo, se duerme una siesta en un sillón. Al menos, no me dice estupideces como los médicos de la cabeza del 13, como que estoy a salvo y que volveré a ser feliz algún día. Creo que viene porque se lo ordenan y a pegarse una siesta pues está tan cansado como todos, pero como me deja en paz, el arreglo nos viene bien a los dos.


Una tarde, giro a la derecha en vez de la izquierda para ir a mi habitación, llego al ala contraria del palacio. Me hubiera gustado descubrir antes este lugar, es suave y apagado, como mi estado de ánimo, las luces son tenues y las gruesas alfombras absorben mis pasos. Entro en un salón inmenso, amoblado lujosamente. Me siento bien... hasta que huelo a rosas. Empiezo a temblar, pensando que los mutos de Snow vienen por mí, luego recuerdo que soy el Sinsajo, que puedo derrotarlos. Me llevo la mano atrás pero sólo siento aire y vacío en el lugar donde llevaba el arco y carcaj con las flechas, ya no tengo armas. Busco otra con la mirada. Sobre un arrimo de caoba, una lanza de alguna antigua tribu remota decora la pared, me subo y la alcanzo, me agazapo tras un sofá forrado en terciopelo granate oscuro. Pero los mutos tardan en aparecer, si no ataco primero, ellos lo harán, resuelvo entonces. Salgo blandiendo mi lanza, recordando cómo Finnick los atravesaba con su tridente, uno tras uno voy matando a las asquerosas criaturas reptilianas. Pero al atravesarlas, se transforman en jirones de niebla gris y, antes de desaparecer en el aire, adoptan la forma de los muertos que llevo en mi conciencia. Cinna, Boggs, Jackson, Castor, Mesalla... incluso Rue y Prim. Creo que el pecho me va a estallar de dolor cuando veo sus cuerpos de niebla transparentes frente a mí, suplicándome salvarlas. Estiro la mano y se disuelven en una última voluta brumosa. Entonces veo a la niña, parada en la puerta, no tendrá más de cuatro años, tiene rizos rubios y viste ropas ajadas, pero no es eso lo que me llama la atención, sino la certeza de que la he visto antes, sólo que no recuerdo dónde y ahora no importa, debo salvarla del último monstruo.


- ¡Hola! ¿Qué estás haciendo con eso? -pregunta extrañada, como si no fuera obvio.

- ¡Apártate, escóndete! Yo lo mataré...

- ¿A quién? -pregunta y eso me descoloca, perdiendo la concentración en el muto acercándose a ella.

- Es un muto, ¿que no te das cuenta? ¡Muévete, niña!

- ¿Cuál muto? Estamos solas aquí las dos... 


Su respuesta me deja aún más confusa, el muto ya no está, se ha desvanecido adoptando la figura de Cato... me percato que he estado viendo visiones otra vez, la morfina supongo o mi desorientación mental. De todas maneras, reviso por todos lados para asegurarme. No hay nada, ningún muto, aunque sigo oliendo a rosas. La niña pequeña me sigue y continúa hablando:

-  Me llamo Phoebe, ¿qué haces con esa lanza?, ¿podemos jugar a la casita? Estoy aburrida.

- ¿De dónde viene ese olor? -pregunto entonces y ella indica con la mano detrás de una mampara con gruesas cortinas a los lados.

- Phoebe, ¿dónde estás cariño? Ven aquí, pequeña, sabes que no debes vagar sin permiso por este lado de la mansión. -Escucho llamar una voz femenina aguda, es Effie.

- Debo ir con tía Effie, adiós -dice y sale corriendo por la puerta antes que yo diga algo.


Intento recordar dónde la he visto, quizás sea una de las nietas de Snow... o tal vez me la imaginé también. Pero si Effie la estaba llamando, debe ser real. Ahora estoy igual que Peeta, tratando de distinguir lo verdadero de lo falso. Me restriego los ojos, toco los muebles, son reales. Tiro la lanza detrás de mí. Traspaso la mampara y veo un gran invernadero, de aquí viene el olor y de aquí, supongo, salían las rosas. Conforme avanzo, el olor se hace más intenso, no tanto como los mutos de verdad, aunque sí más puro, ya que no está mezclado con el hedor de la sangre ni aguas residuales ni explosivos. 

Frente al invernadero me topo con dos sorprendidos guardias, no son agentes ni policías de seguridad, tampoco los atléticos y bien entrenados soldados del 13. Estos guardias, un hombre y una mujer, lucen las ropas descuidadas y rotas de los rebeldes de verdad. Todavía llevan vendajes y están demacrados. Cuando avanzo para entrar, forman una X con sus armas delante de mí.


- No puede entrar, señorita -anuncia el hombre.

- Soldado -lo corrige la mujer-. No puede entrar, soldado Everdeen. Órdenes de la Presidenta.


No me muevo, espero pacientemente que bajen las armas, que comprendan, sin decírselo, que detrás de esas puertas hay algo que necesito: una rosa, una sola. Para ponérsela a Snow en la solapa antes de dispararle. Discuten si llamar a Haymitch o a Effie, cuando escucho una voz que reconozco aunque al principio no ubico bien de dónde (como me pasa a menudo). 


- Déjenla entrar. Con mi autorización... lo que está al otro lado le pertenece por derecho. -Me giro para encontrarme con Paylor, la comandante del 8; se ve más deteriorada que entonces, pero ¿quién no?


Ingreso. El olor es fuerte pero el aire húmedo y cálido le sienta bien a mi piel caliente. Fila tras fila, las rosas son gloriosas: rosa exhuberante, amarillo intenso, naranja atardecer e incluso azul pálido. Camino con lentitud apreciando las rosas, pero sin tocar, porque he aprendido lo mortíferas que pueden ser estas bellezas. Al fin la encuentro, apenas abriéndose en lo alto de un tallo en un esbelto arbusto. Un magnífico capullo blanco. Cubro mi mano con la manga para no tocarla y tomo la tijera que encuentro cerca.


- Esa es muy bonita. Los colores son hermosos, por supuesto, pero no hay nada más perfecto que el blanco. -Escucho esa voz que detesto tanto.



Doy un respingo, cercenado el tallo de la rosa. Miro a todos lados para cerciorarme que oí bien, que no estoy alucinado otra vez. Doy vuelta la esquina y lo encuentro sentado en un taburete tras un macizo de rosas. Está tan bien arreglado como siempre, con una lujosa bata con otro capullo en la solapa. Esposado y maniatado con dispositivos de seguimiento electrónicos. En sus manos, un pañuelo manchado con sangre fresca. Pese al notorio cansancio, deterioro, la piel marchita y verdosa, sus ojos de serpiente siguen siendo fríos y despiadados.


- Esperaba que encontraras mis aposentos. Tenemos que hablar de muchas cosas, pero me temo que tu visita será breve, así que lo primero es lo primero. Quería decirte lo mucho que siento lo de tu hermana. -Entonces empieza a toser y nuevas manchas tiñen su pañuelo.


Aturdida, drogada y mentalmente desorientada como estoy, aun así, siento sus palabras como una puñalada certera, directo al corazón. Me recuerdan que su crueldad no tiene límites. Cuando me dijeron que estaba prisionero, lo imaginé en el más fétido y lúgubre calabozo, no mimado dentro de su propio palacio. Supongo que Coin quiere sentar precedentes respecto al trato preferencial que debe recibir un gobernante, por despreciable que sea... ella puede necesitarlo algún día, si cae en desgracia. Como no contesto, Snow vuelve a hablarme:


- ¡Qué pérdida tan innecesaria! Tu hermana y todos esos niños. Los rebeldes ya habían ganado, tenían la victoria segura para entonces. Yo estaba a punto de emitir un comunicado de rendición oficial cuando ellos soltaron los paracaídas. -Snow me mira fijo, para escudriñar mi reacción a sus palabras; intento no demostrar ira ni sorpresa por la acusación, pero un ligero movimiento de mi cabeza me delata. ¿Ellos, ha dicho?

"Bueno, no creerás que yo di la orden. En primer lugar, si hubiera tenido un aerodeslizador a mi disposición, obviamente lo habría usado para escapar, ¿no? Aunque no hubiera llegado muy lejos porque me habrían derribado, tú o cualquier rebelde. Segundo, ambos sabemos que no tengo escrúpulos en matar niños, pero sólo por una razón específica: mantener controlados los distritos; no había razones para hacer volar un corral lleno de niños del Capitolio. Ninguna.

"Sin embargo, debo admitir que fue una jugada magistral de Coin. Presentar la idea que yo estaba bombardeando a nuestros propios niños indefensos terminó con cualquier frágil apoyo que mi gente sintiera por mí todavía. Divide y vencerás... una estrategia de guerra muy antigua. Y muy efectiva. Además, la explosión se transmitió en directo, ¿sabías? Plutarch está detrás de eso, claro que él fue su peón, como antes lo fue mío. Seguro que él no pretendía matar a tu hermana, pero esas cosas pasan, por desgracia. ¿A quién se le ocurrió la doble explosión? Creo que alguien nos copió la idea, también teníamos una bomba que detonaba en varias secuencias a intervalos de minutos.


De repente, siento que no estoy frente a Snow, sino en el departamento de Defensa Especial en el 13, en el taller con Beetee y Gale. Cuando cuestioné la doble trampa. 


"Entonces, ¿todo vale? Supongo que no hay un manual sobre lo que resulta aceptable hacerle o no a otro ser humano?

Claro que lo hay: Beetee y yo hemos estado siguiendo el mismo manual que usó el Presidente Snow cuando secuestró a Peeta."


Snow retoma la palabra al ver que no digo nada luego de su discurso clamando inocencia.  

- Incluso uno de mis generales sugirió una táctica parecida contigo. Te hicimos creer en la alcantarilla que la pobre Prim, Annie y tu amiga Madge estaban en peligro y, cuando te acercaste con un grupito de rebeldes, ¡caput!... quedaron atrapados como ratas y dejamos correr el agua para ahogarlos lentamente. Pero lograste escapar. Luego tratamos de engañarte con el muto de Johanna, pero lo descubrieron. Mi error fue tardar todo este tiempo, tiempo precioso en la guerra, en comprender el plan de Coin. Que el Capitolio y los distritos se destruyeran entre sí, para luego, adueñarse de mi sillón. 

"No te equivoques, Sinsajo, Coin ambicionaba mi puesto desde hace tiempo. La conozco, aunque yo dejaba al 13 existir en paz, siempre tuve comunicación con ella... y por muy diplomática que se comportara, sé reconocer la envidia, el rencor y la ambición cuando los veo reflejados en otros ojos. Fue el 13 también el que comenzó la rebelión de los Días Oscuros y el que abandonó al resto de los distritos cuando la suerte le fue adversa. Sin embargo, no estaba vigilando a Coin, sino a ti, Sinsajo. Y tú me vigilabas a mí. Me temo que nos han tomado el pelo a los dos.



Me lo quedo mirando, procesando todo ese flujo de información. Me niego a aceptarlo. Snow es un consumado mentiroso y manipulador. Pronuncio mis primeras palabras desde la muerte de mi hermana (todavía dudo si el diálogo con Phoebe fue real):


- No te creo.


Snow sacude la cabeza, fingiendo decepción.


- Ay, mi querida señorita Everdeen, creo que acordamos no mentirnos el uno al otro. 


Tiene razón. Lo hicimos, pero ahora necesito salir de aquí para pensar a solas.


- ¿Encontraste lo que buscabas? -me pregunta Paylor al salir del invernadero. 


Levanto el capullo blanco a modo de respuesta y me alejo tambaleante. Regreso al salón, donde Effie intenta devolver la lanza a su sitio pero no la alcanza aún con sus tacones de diez centímetros. Me ve acercarme, alza las cejas interrogante y yo, sin pronunciar palabra, tomo la lanza de sus manos subiendo al arrimo para ponerla de nuevo en su soporte. Recupero la rosa que dejé sobre el mueble oscuro.


- ¡Eso es caoba, niña! -me reprende cuando me bajo. 


Pero no respondo su reproche, me quedo mirando a Phoebe, que reaparece en el salón, se aproxima a Effie y le tira el dobladillo del vestido con plumas. Su rostro luce triste, igual que su voz al querer saber de su madre.


- ¿Tía Effie, cuándo vendrá a buscarme mi mamá?

- Pequeña, tu mamá se durmió porque tenía muchas heridas... los médicos intentaron despertarla pero se durmió para siempre. -Effie traga saliva y se le quiebra la voz.- Ahora tienes que esperar aquí que tía Delly encuentre algún familiar tuyo... supongo que tienes papá, tíos, abuelos... -Phoebe niega enérgicamente.- Debe haber alguien.

- ¿Mamá se durmió para siempre? ¿No despertará nunca más? -Lágrimas asoman en los ojos azules de Phoebe y sus labios se curvan hacia abajo. Effie niega con la cabeza a la última pregunta.

- No, cariño. No despertará ni volverá.

- Mami y yo vivíamos solitas... ¿quién me va a cuidar ahora?

- Bueno, por eso estás aquí... yo te cuidaré hasta que encuentren a alguien de tu familia.


Phoebe y yo nos miramos unos segundos. Tengo sentimientos encontrados, me da pena, pero también siento que es injusto que ella sobreviviera y no Prim. La niña se me acerca, su pelo rubio y ojos azules me recuerdan a mi hermana, pero también tengo la impresión que si me esfuerzo, recordaré dónde la he visto. Recuerdo esa mirada inquisitiva, recuerdo un abrigo amarillo limón.


- Yo te he visto antes -me dice ella entonces-. Salías en televisión... y te vi en la calle, con el tío Peeta y un señor muy grande. Entonces, mi mamá se cayó y se durmió... -Phoebe vuelve a hacer pucheros y esta vez dos grandes lagrimones corren por su carita.


Claro, es la niña que Peeta rescató en la calle, la que me miraba con insistencia antes que los rebeldes irrumpieran en la ciudad. Así que finalmente, Peeta llegó hasta la mansión con ella. La salvó, de algún modo, la salvó de la explosión. ¿Por qué ella y no mi patito?


- Vamos, Phoebe, vamos a tu cuarto -le dice Effie tomando su manito.

- Hueles mal, como el tío Haymitch... ¡eeww! -Phoebe hace un gesto de abanicar el aire, alejándose de mí.

- Vamos, ¿tienes hambre?, ¿vamos a la cocina por una merienda? -le pregunta Effie, luego se dirige a mí-. Date un baño, querida. Haré que te lleven la cena a tu cuarto.


Lo siguiente que sé es que he vuelto a mi dormitorio y estoy llenando un vaso con agua en el grifo del baño para meter la rosa dentro. Caigo de rodillas, entrecerrando los ojos para observar la flor, cuesta ver su blancura contra los blancos y fríos azulejos, bajo una implacable luz fluorescente. Retuerzo la pulsera plástica en mi muñeca hasta hacerme daño, como hacía Peeta con las esposas, con la esperanza que el dolor me ayude a aferrarme a la realidad. Tengo que saber la verdad sobre lo ocurrido. 

Dos versiones. Una mentira. Una verdad.

La versión pública oficial indica que Snow envió el aerodeslizador con el sello del Capitolio y soltó las bombas, que sacrificó a los niños sabiendo que los rebeldes irían en su ayuda. 

La narración de Snow apunta a la Presidenta Coin como responsable, pero ¿por qué lo haría? ¿por qué sacrificar tantos niños, valiosos y preciados para el 13, junto con sus propios paramédicos? 

Me quedo dormida sobre la cama sin haber tocado la cena. Una voz murmura en mis sueños: "divide y vencerás". Despierto sobresaltada y transpirada, pero es sudor frío. No dejo de pensar en ambas versiones y salgo por el pasillo a oscuras, sin rumbo fijo. Si me quedo en la cama, sólo conseguiré desquiciarme aún más. 


- Vaya, vaya, sabía que volvería, señorita Everdeen... ¿tampoco puede dormir bien?


Me sobresalto al oír su voz en la penumbra. Distingo la silueta de Snow arrellanado en el sofá de terciopelo granate, envuelto en una manta. He regresado, sin darme cuenta, al salón de los mutos. 


- Es muy difícil dormir, sobre todo, ahora que sé que el asesino de mi hermana está bajo el mismo techo que yo -lo confronto esta vez. Tal vez, logre sonsacarle más información.

- Eso es justo lo que Coin quiere que creas... que yo maté a tu hermana. -Su risa es sarcástica pero apagada por las toses.- Divide y vencerás, es lo que te dije, pero aún no lo entiendes. Después de tamaña masacre, todo el mundo se volvió en mi contra, hasta mis asesores, me dejaron solo. Ya no ganaba nada con resistir ni oponerme a mi captura, porque nadie me ayudaría.

"Contigo hizo parecido, por lo que tengo entendido. Te separó de tu hermana y tus amigos. ¿Dónde están tus camaradas de armas? A ella le viene muy bien tenerlos separados y que pienses lo peor de ellos, que te abandonaron. Recuerda, Sinsajo: ella no es mejor que yo, será benevolente sólo al principio... recuérdalo una vez que yo haya muerto y ella gobierne Panem con el mismo rigor con que manejaba su distrito.

- Ya es suficiente, señor Snow -lo corta la voz de Paylor, acercándose desde algún punto del salón a oscuras, hasta que distingo su silueta y me habla-. Sí, yo también sufro de insomnio. Vuelva a su cuarto, soldado Everdeen. 


Deambulo por pasillos y me meto en una vieja bañera polvorienta, abandonada en un cuarto lleno de muebles en desuso. No dejo de pensar en lo que Snow acaba de afirmar. Que Coin ordenó una masacre para precipitar el fin de la guerra y, de paso, echarle la culpa a otro. 

Necesito resolver esto, pero las personas en las que confío están muertas o lejos. Peeta sólo podría especular y quién sabe en qué estado se encontrará su mente. Finnick no ha despertado del coma, Johanna sigue en el 13, no he tenido noticias de ella.

Eso me deja con Gale. Está lejos pero, aunque estuviera a mi lado, ¿confiaría en él? ¿Qué le iba a decir? ¿Cómo expresarlo, sin dar a entender que fue su bomba la que mató a Prim? Snow afirmó tener una parecida y no habría por qué no creerlo. Cuando de matar se trata, crueldad y recursos sobran en el Capitolio. Incluso utilizó a Prim de señuelo, sabiendo que iría por ella. Gale nunca subestimó la crueldad a la que nos enfrentábamos.

Lo cierto es que Coin ha hecho justamente lo que señaló Snow: dejar que los distritos y el Capitolio se atacaran y se destruyeran, para luego tomar el poder. También me separó de mis amigos y aliados. Gale está en el 2, no fue a verme al hospital, me abandonó, prefirió ir a buscar a Madge. Finnick inconsciente, sin saber si despertará, cuándo y en qué estado. Johanna luchando por superar su adicción a la morfina y sus pesadillas. Y Peeta. Ordenó reducir la dosis de su tratamiento y lo envió aún inestable a pelear conmigo, sabiendo que eso podía desencadenar una crisis homicida. Prim muerta y mi madre, devastada. La verdad, es que estoy sola.


"Si tu respuesta inmediata no es Coin, te conviertes en una amenaza. Siendo el rostro de la rebelión, tienes más influencia que nadie. De cara al exterior, te has limitado a tolerarla."


Es cierto, apenas la tolero y ella a mí.


"Les dije que tendríamos que haber rescatado primero al chico."


"Pregúntate esto, Katniss: ¿de verdad confías en las personas con las que trabajas? ¿De verdad sabes lo que está pasando? Y si no lo sabes, averígualo..."


  "No confíes en ellos. No vuelvas. Mata a Peeta. Haz lo que viniste a hacer."  


"Divide y vencerás..."

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