Lifes Crossed

By YaribelMontero

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A veces pensamos que la vida es injusta... ¿Y quién soy yo para decir que no? La vida cambia en un abrir y ce... More

Sinopsis.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 46.
Capítulo 47.
Capítulo 48.
Aviso.
Capítulo 49.
Capítulo 50.
Capítulo 51.
Capítulo 52. Rompecabezas.
Capítulo 53.
Capítulo 54.
Capítulo 55.
Capítulo 56.
Capítulo 57.
Capítulo 58.
Capítulo 59.
Capítulo 60.
Capítulo 61.
Capítulo 62. Final.
Epílogo.
AGRADECIMIENTO.

Capítulo 45.

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By YaribelMontero

El celular había sido arrebatado de mis manos, ni siquiera me molesté en saber quién a sido. Abrí la puerta del coche y una vez iba a correr para subir unos brazos en mi cintura me lo impidieron. No sé donde está pero así tenga que buscar hasta debajo de las piedras hasta a encontrar a Haype lo haré.

—No puedes irte, no ahora, Hayle, ni siquieras sabes dónde está. —La voz de Max la podía escuchar a pesar de estar desconectada. Un enojo empezó a crecer en mi al escucharlo como si nada estuviera pasando.

—¡Tiene a Haype! —Traté de zafarme de su agarre en intentos fallidos.

—¡Tranquilizate! —La voz de Max subió más y su agarre fue más fuerte a causa de que casi me zafo.

—¡Por un demonio, Max! —Tiré de su agarre aun sin poder salirme. —¡Tú no hiciste eso cuando tu padre mató a tu madre, solo saliste a matarlo a él también! —En cuanto me di cuenta de lo que dije me obligué a callar. Sentí como sus manos me dejaban libre lentamente y su cuerpo se tensaba. Me giré a él respirando con dificultad. Max apretó sus puños tanto que ya eran blancos, se giró dándome la espalda respirando entrecortado, las venas de su cuello sobresalían y poco a poco su rostro se estaba poniendo rojo. —Max.

Tardó unos segundos en darse la vuelta con el rostro serio pero más calmado. Puedo apostar a que contó hasta cincuenta mentalmente. Exhalo aire y lo expulsó en un intento de tranquilizarse.

—Por favor entiéndeme. —Susurré —Dejame ir.

—¿Creés que no te entiendo, Hayle? Entiendo todo por lo que está pasando. —Solté el aire. —Hace unos cinco minutos atrás intentaron matar a la persona que amas y por la cual hiciste todo esto. Si te vas ¿no creés que Levin intentará acabar con él una vez más? —Después de mucho rato mi cabeza se puso en funcionamiento, ahí, pude pensar en aquello. Como si fuera un resolte, me giré hacia él. Miraba hacia el frente sumido en sus pensamientos, su cabello más crecido volaba a causa del aire y sus cejas fruncidas no indicaba que pensaba nada bueno. —Vayamos a casa, lo resolveremos.

....

—Llegamos. —La voz de Max se hizo presente cortando con el inmenso silencio que hubo durante todo el trayecto. Salí de mis pensamientos abriendo la puerta y saliendo del auto. Ambos salieron luego de mi y caminaron al frente. No pude evitar mirar a Natanael, aunque lo venía haciendo sin que él me viese. Natanael miraba la casa con el ceño fruncido, a veces quisiera entrar en sus pensamientos.

Entramos a casa en total silencio, Max dejando su arma en una mesa y yendo hacia la cocina, Natanael observando la casa en silencio y si, aun sin mirarme, y yo, caminando hacia los escalones para ir hacia mi habitación y comenzar a buscar algo que me diga donde está mi hermana.

—Hayle, revisa las armas. —La voz de Max me hizo detener mi paso y girarme a él, quién come un sándwich y en la otra mano lleva un jugo de naranja.

—Hazlo tú, debo hacer algo más. —Me giré para seguir mi camino pero una vez más hablo.

—Te ataré sobre el refrigerador si no lo haces ahora. Sé más que tú sobre computadoras así que yo empezaré con la búsqueda. Lo tuyo son las armas, pequeña. —Solté un gruñido y bajé los pocos escalones que había subido.

—Pequeña la que tienes en las piernas. —Choqué su hombro con el mío y caminé hacia la habitación donde están las armas. Lo escuché reír por lo bajo haciéndome enojar más, si es que se puede.

Cuando miré al frente había olvidado el enojo. Natanael, ese era mi problema, el hecho de que me ignore, me odie y esté en peligro me hace enloquecer.

Tenia en sus manos una fotografía donde estamos mis padres Haype y yo, fue aquella vez que Haype y yo cumplimos los quince años, nos veíamos felices y es que lo éramos.

Natanael después de mucho rato se dignó a siquiera mirarme, más su mirada seguía igual de fría, como aquel chico que conocí en el parque. Sentí un nudo formarse en mi garganta al notar que ya no tenía la foto de mi familia en sus manos, sino, una donde estamos él y yo, riendo, felices, abrazados, como una pareja que se quiere, sin secretos, sin peligro.

Su mirada se posó en la fotografía y una vez más en mi. Apretó tanto el marco de la foto que pensé que caería al suelo en añicos, pero no lo hizo, solo me dio la espalda y caminó a cualquier otro lugar.

Solté el aire que hasta ahora no sabia que retenía y me dispuse a continuar hacia la habitación de armas.

Abrí la puerta y entré encendiendo la luz. Busqué algunas armas y las preparé, cargandola, limpiando, revisando tener balas suficiente y esas cosas. Así la pasé unos largos minutos hasta que pude notar que había acabado. Salí de la habitación pasando por la sala vacía, frunci el ceño al no verlo a ninguno de los dos. Fuí a la cocina pero estaba vacía, revisé todo lugar en la planta baja pero también estaba vacío, me dispuse a subir los escalones y caminar por el pasillo. Las voces se hicieron presente por algún lugar haciéndome guiar.

—Actúas como idiota. —Ese era Max. Caminé hasta quedar frente a la puerta de mi habitación.

—No fuí yo quien despareció durante meses abandonando a todos. Ella fue quién se fue sin dejar una razón razonable para luego aparecer en el entierro de mi padre como si no han pasado meses desde que me abandonó, luego y como si fuera poco, las balas andan en el aire y luego me entero de que quieren matarme, que la persona en la que creí está metida en todo esto y no le da remordimiento matar personas de un balazo en la frente o el corazón. —El discurso de Natanael me hizo cerrar los párpados con fuerza reteniendo las ganas de llorar.

—Debes dejar que te diga la verdad del por qué todo esto.

—La verdad es que me enamoré de una persona que creí ser otra. ¿Cuántos secretos más hay? Todo el tiempo que estuvimos juntos ¿de qué valió?

—¿Quién es ella para ti? —Interrogó Max.

El silencio se hizo presente durante unos largos segundos hasta que su voz más baja casi en susurro se escuchó:

—Es lo que aún no sé.

—No lo sabes porque no te das la oportunidad de saberlo.

—¿Si estás con ella por qué me dices esto? —La risa de Max no tardó en inundar la habitación. Así fue hasta unos largos segundos.

—¿Creés que Hayle y yo somos pareja? —Habló chistoso. —Por favor, Hayle es como mi hermana menor y problemática, nunca he podido verla como algo más. La quiero y ahora después de mucho tiempo separados no quiero volverla a perder.

Si estuviera a su lado lo abrazaría y luego me burlaría por ser un cursi.

—Hayle te ama, y sé que tú también lo haces, podrás engañarla a ella por estar pasando por todo lo que está pasando en su vida en estos momentos, pero no a mi. Vi la manera en la que la miras, y odio es lo que menos sientes por ella.

Maldije en voz baja al dejar caer una navaja de mis bolsillos. Me pongo de cuchillas tomándola. La puerta fue abierta dejando ver unos jeans azules. Me levanté pareciendo normal aunque no lo esté y encarando a Max.

—¿Encontraste algo? —Pregunté ignorando el hecho de que su ceja alzada y su rostro burlón sepa que estuve espiando.

—Entra. —Haciéndole caso me introduje en la habitación mirando a cualquier otro lugar que no sea a Natanael sentado en la esquina de la cama. —Por ahora no hay nada, hay que admitirlo, es muy listo, no hay pistas ni huellas. Sabía que lo estarías buscando. —Me senté en el sillón frente a la computadora. Tenía la pequeña esperanza de que hubiera un avance y pudiera encontrar a Haype, pero no, ni una mierda. —La encontraremos, ya lo verás. —Las manos de Max sujetaron mis hombros en forma de apoyo. Pero ahora mismo el único apoyo que me calmaría sería escuchar la voz de Haype y saber que está a salvo. —Prepararé algo de cenar. —Y con eso sus manos abandonaron mis hombros y sus pasos se hacían lejanos hasta salir de la habitación y dejarme sola, con él.

En ese momento el celular de Natanael comenzó a sonar, lo tomó y al mirar la pantalla unos segundos contestó la llamada.

Miré la imagen de Haype en ese lugar una vez más, su rostro, sus ojos, su cuerpo más diminuto. Todo de ella era señal de que no la estaba pasando bien.

—Zet, debes tranquilizarte. —Al escuchar a Natanael mencionarlo no pude evitar mirarlo. Sentía pena y culpa, pena porque quizás ya sabe que Haype está desaparecida y culpa porque todo esto es solo por mi. —Ella estará bien, tranquilo. —Continúa hablando unos minutos más hasta que luego el silencio se hizo presente una vez más.

—Lo sabe ¿cierto? —Pregunté mirando a otro lugar.

—Está preocupado. —Eso ya lo sabía. —Hayle. —Giro la mirada a él. Sus ojos me miran sin expresión, y por alguna razón aquello me deshabilita.

—Te lo diré todo. —Susurro. —Todo lo que quieras saber.


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