Señorita Inocencia [Andy Bier...

Galing kay AdhrianneT

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- Hunter... Hayden Hunter... - ¿Eh? ¿Si? - ¿Podría explicarme por qué se sonrojó cuando dije su nombre? - E-e... Higit pa

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Cambio
Suerte
Decisión
Ellos
Normal
Colega
Petición
Encuentro
Unidos
Mal
Fascinante
Preparativos
Sempiterno
Epílogo
Segunda Temporada
Señorita Inocencia: La Ironía de Nombrar

Presentación

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Galing kay AdhrianneT

El fin de semana llegó, me di la vuelta y me quité las cobijas de la cara, afuera está muy soleado

Decidí levantarme de la cama, pasé frente al espejo y miré mi cabello recogido en una trenza, lo solté y lo sacudí un poco, me ha crecido bastante. 

- Como una cascada. - Es lo que había dicho el Señor Biersack y yo no podía hacer más que pensar en él. 

Bajé lentamente las escaleras. La casa está bastante arreglada, realmente nadie está aquí para hacer desastres nunca, pasé al lado de uno de los muebles de la sala y noté que había polvo sobre este, en realidad había polvo en todas partes, es como si todo estuviera abandonado y ese pensamiento me puso triste, así que mejor me dispuse a sacudir y limpiar todo.

De pronto, las llaves fuera de la puerta de la casa se hicieron oír. ¡Es mamá! ¡Al fin llegó! Corrí emocionada hasta la puerta y la abrí, para toparme con un hombre de barba, alto, ojos de color avellana y cabello castaño. Si le pusiera un sombrero, una camisa y unas chaparreras, sería un perfecto ejemplo de vaquero.

- Vaya, vaya - Me miró de pies a cabeza.

- ¿Quién es usted? - Dije, tirando de mi sudadera hacia abajo para cubrir un poco mis piernas, puesto que traía únicamente unos shorts de mezclilla y él no paraba de mirarme. Sonrió.

- Te llevarás una grata sorpresa. - Miró al techo y chasqueó los dedos dos veces. - ¿Heidi? - Me señaló.

- Disculpe, no sé a quién está buscando, pero debe irse. - Hice un ademán de cerrar la puerta.

- Cariño, no seas grosera y déjalo pasar. - Escuché la voz de mamá afuera y la puerta del auto al cerrarse. En sus manos traía una caja pequeña y su portafolios.

- ¿Mamá? - Me quedé sorprendida al verla, ¡Realmente era ella! Estaba usando extensiones y ahora llevaba puesto más maquillaje, quiero decir, antes usaba muy poco, pero ahora trae una máscara que la hace lucir de alguna forma más joven y sus ojos se ven más grandes.

- Hola, corazón. - Pasó a un lado de mi sin siquiera tocarme.

- ¿Pero qué te...?

- Cariño, por favor, ve a la cocina y prepárale una limonada a Dante.

- ¿Dante? - Inquirí, me estaba poniendo nerviosa.

- Mucho gusto. - Sonrió el hombre antes de entrar, él en su descaro como perro por su casa.

- ¿Me escuchaste? - Dijo mi madre, me sorprendió el tono que usó.

- S-si. - Caminé a la cocina y preparé una jarra de limonada, la coloqué en una charola junto con tres vasos y salí de nuevo a la sala, ambos se encontraban instalados en el sofá. ¿Quién es él? ¿Es un compañero de trabajo?

- Está lista. - La coloqué sobre la mesa.

- Si, muchas gracias, querida. - ¿Querida? - Creo que trajiste un vaso de más. - El tipo subió los pies sobre la mesa de centro, de sus zapatos cayó un poco de lo que adivino, es tierra seca.

- Acabo de limpiar eso, si no le molesta. - Le dije, seria.

- ¡Hayden! No le hables así, retira el vaso. ¡Ahora! - Me levantó la voz.

- Pero mamá...

- Un vaso de más. - Repitió. - Devuélvelo a su lugar y ve a tu habitación, estaremos ocupados aquí abajo. - El hombre no le quitaba los ojos de encima y ella no paraba de sonreírle

- Está bien.

Subí a mi habitación de inmediato, ¿Qué le está pasando? No lo puedo creer.

Miré a mi alrededor en busca de algo que pueda ocupar mi mente, pero nada apareció. Por primera vez necesitaba salir de mi casa, pero ellos están ahí abajo y no quiero tener más problemas. 

¡Ya sé! La puerta de la cocina, sólo debo cuidar que no me vean.

Me cambié de ropa y cepillé mi cabello, guardé un libro en mi mochila y mi billetera, también mis llaves, entré a mi baño y me cepillé rápidamente los dientes. Salí de mi habitación y la cerré con llave, por si a mamá se le ocurría ir a buscarme.

Bajé las escaleras tratando de no hacer ruido, llegué al primer piso, me agaché y comencé a gatear, al llegar a la cocina me encontré con el par de zapatos que habían ensuciado mi mesa con anterioridad, ese hombre estaba ahí, mirándome con una sonrisa en el rostro.

- Vaya. - Susurró.

- Por favor, no le diga a mamá. - Lo imité.

- Vas a deberme... - Tomó mi muñeca y me acercó a él bruscamente. - Una grande. - Me sonrió y me soltó. - Ahora vete antes de que cambie de opinión. - Caminó fuera de la cocina hasta la sala, lo que escuché a continuación me dejó helada.

- Tardaste mucho, amor. - Era la voz de mi madre.

Están saliendo. No puede ser... ¡Están saliendo!

Sentí la boca seca, parecía que el corazón se me había detenido porque ya no lo escuchaba más, sacudí la cabeza y traté de tranquilizarme.

Corrí fuera de la casa, corrí y corrí hasta que mis piernas temblaron y caí en el pasto de un parque lo bastante lejano a mi casa, me acomodé junto a un árbol y traté de regularizar mi respiración. 

¿Mamá no estuvo en casa todo este tiempo porque estaba con ese hombre?

¿Por qué soy yo la última persona en quien mi madre piensa?

Respiré profundamente, tratando de poner en blanco mi mente. Tengo que ser objetiva.

En realidad, no puedo culparla. Se ha dedicado a proveernos toda la vida, está bien que piense en rehacer su vida con alguien más, independientemente de mi opinión. Ella es una mujer después de todo y merece volver a enamorarse, no es su obligación pensar en mí.

Escuché voces al otro lado del parque, volteé y visualicé a un grupo de jóvenes a lo lejos, estaban trotando por el camino de piedra que estaba frente a mí, entre ellos pude identificar a Robert y  a Alexey, sudados y con ropa deportiva. Como pude me limpié las lágrimas que, sin querer, había dejado caer.

No es momento de pensar en esto, tengo otras cosas que resolver.

Me puse de pie y corrí hacia Robert, no importaba que mis piernas dolieran, sólo lo hice, cuando llegué él simplemente pasó junto a mí como si no me conociera. No puede ser tan inmaduro.

- Hola, preciosa. - Escuché una voz suave, volteé y lo vi, estaba despeinado, con una gorra que hacía que sus ojos se vean más oscuros de lo que realmente eran.

- Alexey, ¿Cómo estás? - Sonreí.

- Muy cansado. Hoy tuvimos práctica y tu noviecito es muy exigente. - Trataba de regularizar su respiración.

- ¿Robert? Ya te dije que no somos novios. La verdad creo que ya ni siquiera somos amigos. - Agaché la mirada.

- Vamos, no te preocupes por él, me tienes a mí. - Colocó sus manos sobre su pecho. - ¿O no te agrado? - Hizo un puchero y me miró con ojos de cachorro.

- Por supuesto que me agradas. - Sonreí.

- Bueno, me alegro. - Me imitó.

- ¿Él no te ha dicho nada sobre mí? - Pregunté.

- ¿Es en serio? Pequeña, si quieres saber de él habla con él, no me uses a mi, además él... - Fuimos interrumpidos.

- ¡Harris! - Le gritó, ambos volteamos y vimos a Robert.

- ¿Qué pasa? Por cierto, tengo nombre, tarado. - Alexey le contestó mal.

- No puedes distraerte, debemos ir al gimnasio. - Ni siquiera me miró.

- Es una excelente distracción. - Rio por lo bajo. - Nos vemos en el Breng's a las 2:00 pm. - Me sonrió.

- Vete ya. - Alexey se fue con el resto del equipo. - Y tú deja de distraer a mis jugadores, ya tienes a tu profesor, déjalos a ellos en paz. - Hizo una mueca disfrazada de sonrisa.

- ¿Robert qué te...? - Sentí ganas de abofetearle fuerte en la cara.

- Ya lo dije. - Se dio vuelta y comenzó a caminar.

- ¡No he terminado! - Dije, con la voz quebrada.

- Pues yo sí. - Gritó sin voltearse, pues ya se había alejado lo suficiente.

Me quedé quieta, mirando el lugar por donde se habían ido. Tienes que calmarte, no puedes dejar que esto te afecte. Cerré los ojos con fuerza.

Caminé por el parque tratando de serenarme, intentando dejar de pensar en algo que no fuera... Sollocé, algo me oprimía con fuerza el pecho. Entonces el viento sopló revolviendo mi cabello, creo que lo necesitaba, necesitaba algo que me haga reaccionar, algo que me haga salir de este lugar oscuro, algo que no fuera... Esta vez, me dejé llevar y comencé a llorar de nuevo. Lloré por él, por el que había sido alguna vez mi mejor amigo.



Hay demasiada luz. Me arden mucho los ojos y he llorado como si no hubiera un mañana. Necesitaba distraerme así que empecé a caminar sin rumbo cierto. Vi las tiendas, las personas y los paisajes de mi ciudad. Me di cuenta que al otro lado de la calle había una librería, tenía una linda fachada y decidí ir a ver, digo, nunca se sabe que se puede encontrar.

- Buenos días.

- Buenas tardes, señorita. - Saludó la mujer con el cabello blanco sujetado en un elegante moño bajo y una modesta sonrisa que la hacía lucir amable.

- ¿Es tarde ya? 

- Así es. El reloj acaba de marcar la 1:00 pm.

- ¡Oh, vaya! El tiempo pasa volando, muchas gracias. - Le sonreí de vuelta.

- ¿Desea que la ayude en alguna sección? ¿Un libro en especial?

- Supongo que no, sólo voy a ver. Si necesito ayuda, vendré a buscarla. Muchas gracias.

- Está bien, no es nada. - Asintió alegremente.

Caminé entre los grandes estantes, hasta que reconocí ese cabello pelirrojo y caminé hacia ella.

- Hola.

- Hayden, no he sabido nada de ti hace días. - Me abrazó.

- Lo mismo digo ¿Qué haces? - Empecé a observar los títulos de los libros en el estante frente a nosotras.

- Nada, busco un libro para mi tarea y... - Sonrisa coqueta. - Espío a mi amor platónico.

- ¿En qué libro? - Anne ama, y digo AMA los libros de romance, lo malo es que es el único género que lee.

- No, no. Me refiero al Sr. Biersack.

- ¿Qué? - Pasé saliva.

- Sí, él está allí. - Señaló a un lado de nosotras. - Con su novia supongo, es muy guapa. - El corazón me latió con fuerza. ¿Su novia? Me adelanté y miré. El Sr. Biersack estaba arrimado a un estante, cruzado de brazos y con los ojos cerrados mientras que ella buscaba un libro. Su cabello es muy largo, hasta la cintura y de un profundo negro azulado; mi cabello le gusta porque... ¿Le recuerdo a ella? ¿Ella es Adrianna?

- No puede ser. - Murmuré sin querer. Fue como si me hubiese caído un balde con agua fría encima.

- Lo sé. ¿Qué loco, no? Es la primera vez que me siento amenazada por una mujer. - Se acomodó el pronunciado escote. - Sin ofender.

- Sí. - Miré al suelo, ni siquiera le estaba prestando atención.

- ¿Y si vamos a saludar? - Ahora se revisaba el brillo labial, mirándose en un pequeño espejo que acababa de sacar de su bolsillo.

- No lo creo. - De nuevo... tenía ganas de salir corriendo.

- Vamos, quiero obtener puntos con el Sr. Biersack, además quiero verla de cerca. - Me empujó y, al no haberme movido, me tomó por la muñeca y me llevó a rastras hasta donde estaban ellos.

- Buenas tardes, Sr. Biersack. - Sonrió Anne y él la miró desconcertado, buscando de dónde la conocía.

- Señorita Smith, un gusto verla, y... Señorita Hunter. - Se sorprendió y agaché la mirada. No sabía cómo reaccionar a lo que estaba pasando.

- ¿Cómo está? - Respondí con esfuerzo.

- Muy bien. - Sonrió y la mujer carraspeó la garganta, mirándonos.

- ¿No vas a presentarme, Andrew? - Pestañeó repetidas veces, clavando sus ojos azules sobre él.

- ¡Oh, sí! Ella es Adrianna Foster, es una gran amiga de la universidad y será su nueva profesora de Música. - Ella sonrió mientras enroscaba su cabello en sus dedos delgados con uñas largas y rojas.

¡Mi Dios! Ella es el ejemplo ideal de una mujer perfecta. Es realmente preciosa, su cuerpo y su silueta son maravillosos. Es inteligente y, por lo que se ve, es exitosa, pero sobre todo... ella es la ex de Andrew.

- Un gusto, nenas. - Sonrió. - ¿Cómo se llaman? - Preguntó amable. Me sentí como una niña de cinco años a la que hay que preguntarle todo porque tiene miedo de hablar con extraños.

- Yo soy Anne Smith, y ella... - Tomándome por los hombros, sabiendo que no podía hablar, me presentó. - Es Hayden Hunter. - Al escuchar mi nombre, su sonrisa se borró poco a poco hasta convertirse en una mueca. En seguida miró a Andy como si fuera a matarlo.

- Así que eres tú.


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