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Von thatsmyego

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Yoongi sigue necesitando a alguien que lo abrace fuerte. El único problema es que Hyesun ya no está para hace... Mehr

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v e i n t i s é i s (iii)
v e i n t i s i e t e
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I
II
III
IV

t r e i n t a y d o s

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Von thatsmyego

— Auditorio, ocho de la tarde. — dijo Yoongi, por enésima vez, mientras hacía el nudo de la corbata con una agilidad impresionante. — Puto auditorio, ocho de la tarde.

— Sí, Yoongi, me ha quedado claro. — le dije con hastío.

Observaba cómo el peliverde se miraba al espejo del hall de entrada con aire insatisfecho, ladeando la cabeza. Era la primera vez que le veía en traje. Siempre había visto a Yoongi con chaquetas de cuero, pantalones rotos, como mucho alguna camisa blanca. Pero nunca en traje. Me apoyé en el marco de la puerta del pasillo y continué mirándole, cruzada de brazos. Yoongi consiguió atarse la corbata con facilidad, se contempló un par de segundos más, despeinó un poco su flequillo verde y se giró hacia mí, como preguntándome si estaba bien.

— ¿Vas a decirles a los profesores que has comido cupcakes? — le pregunté, sarcástica, señalando su nariz. Todavía tenía algunos restos de polvo blanco.

Yoongi arrugó la nariz. No hizo ademán de limpiarse, así que me vi obligada a tirar de su corbata para acercarle a mí y a quitar el polvo de su nariz. Él se rió, pero luego se alejó de mala gana. — Joder, es azúcar.

— ¿Ahora esnifas azúcar glasé?

Me fulminó con la mirada y me señaló de manera amenazante, como solía hacer cuando decía algo que le molestaba (pero que era verdad al fin y al cabo). — Auditorio. A las ocho. Ponte guapa.

Asentí sin mucho interés. — Suerte con el ensayo.

— No necesito tu suerte, joder. — soltó, haciendo un gesto desganado con la mano. Se calzó unos mocasines, alcanzó su carpeta de partituras, se frotó la nariz y se giró de nuevo para pegar sus labios con los míos. Fue un beso algo brusco, pero al menos supuse que lo hizo con algo de cariño. — Como no te vea allí, juro qu-

— ¡Adiós! — me despedí, con aparente dulzura.

Yoongi se limitó a fruncir el ceño y a dar un buen portazo.

Suspiré agotada. Cuando Yoongi se marchaba del apartamento se acababan los gritos, las discusiones, los besos forzados y las sonrisas fingidas. Había decidido que no le ayudaría en ningún momento, en ninguna circunstancia, pero de alguna manera u otra siempre acababa con él. Empecé a creer que, en vez de no ayudarle, lo único que estaba haciendo era dejar que Yoongi hiciera lo que le diera la gana. Como esnifar cocaína, por ejemplo, o tocar el piano a las tantas de la mañana. Jimin y yo ya nos habíamos acostumbrado, así que simplemente le ignorábamos.

Volví a la cocina, arrastrando los pies. Jimin me esperaba allí, sentado en uno de los taburetes y con las manos escondidas bajo las mangas de una de sus sudaderas. Alzó la cabeza al verme.

— ¿Vas a ir?

Me encogí de hombros. — Supongo.

— Estoy un poco... harto de él.

Abrí los ojos, sorprendida. — Jimin, ¿tienes fiebre? — me sorprendió tanto que dijera aquello que no supe cómo narices contestar, por eso utilicé el sarcasmo. Le miré con seriedad, buscando algún destello en sus ojos rasgados que me indicara que estaba de broma. Jimin era el fan número uno de Yoongi. Me di cuenta, al ver la expresión sombría de Jimin, de que las cosas iban realmente mal.

— No me gusta cómo se comporta. Está volviéndose loco.

— Más de lo que está. — añadí — Llamaré a su psiquiatra... Y tiraré la dichosa cocaína.

— Se enfadará si lo haces.

Puede que ya no ayudara a Yoongi, .o al menos intentaba no ayudarle- pero seguía preocupándome. Podía notar la demencia en sus ojos, cómo poco a poco iba perdiendo la cordura. Y el tacto con el resto.

— Bueno, siempre podremos darle un golpe en la cabeza para que se quede inconsciente si el ambiente se caldea. — bromeé.

La última vez que Jimin y yo intentamos deshacernos de la droga, Yoongi se enteró y entró en cólera. Jimin, que tenía más fuerza que el cabronazo del peliverde, consiguió que se calmara a base de empujones. Después, Yoongi hizo como si no hubiera pasado nada. Se fue, sin más, y volvió pasada la medianoche.

Y desde entonces, Jimin y yo teníamos miedo de que a Yoongi se le cruzara cualquier cable. Sabíamos que podía pasar en cualquier momento, por cualquier cosa, y por eso decidimos mantenernos al margen. Si Yoongi hacía lo que quería y nosotros no interveníamos, no nos pasaría nada. Al menos a nosotros. 

Sin decir mucho a Jimin, me encerré en la habitación para estudiar cómodamente en el escritorio. Era mi única tarde libre. Retiré con cuidado algunas notas que Yoongi había dejado ahí, escritas a mano, deprisa, sobre hojas arrugadas y sucias. Su psiquiatra le había dicho que escribiera lo que sentía. Al parecer era lo único que estaba haciendo al pie de la letra. Conseguí ignorarlas durante un buen rato, al menos hasta que una me llamó la atención. Sin levantarme de la silla y sin apartar mis apuntes de la mesa, alcancé las notas de Yoongi. Muchas eran simples frases sin mucho sentido, otras eran garabatos similares a los de un niño de párvulos, y otras estaban llenas de versos. Me quedé mirando una en concreto. Pensé que no sería buena idea leerla, pero me aventuré a ello. Alisé el papel con mis manos un poco y me incliné hacia delante, leyendo despacio.

a veces me caigo de nuevo en la depresión y la compulsión

ni si quiera sé si este soy el verdadero yo

fue alrededor de los 18 cuando empezó todo esto

a veces tengo miedo de mí mismo

la depresión vino a jugar de nuevo

min yoongi está muerto

(yo lo maté)

Dejé la nota a un lado. Sin darme cuenta, empecé a mordisquearme la yema de los dedos, entre nerviosa y preocupada. Durante el resto de la tarde pensé qué hacer con Yoongi.

Tenía claro que no sentía lo mismo por él, pero no podía dejarle como había planeado.

Suspiré, resignada, y me levanté para vestirme con algo medianamente elegante.

*****

— Así que... Ibas a dejarle.

— Sí, pero... he leído sus notas y... Bueno, léela tú mismo.— le tendí un trozo de papel doblado y arrugado. Jimin, con una mueca, cogió el papel entre sus pequeñas manos. Su expresión seria se suavizó conforme iba leyendo la nota. Poco a poco, sus ojos empezaron a brillar, como si se estuvieran llenando de lágrimas. Le di un golpecito juguetón con el codo. — No seas tan melodramático, anda.

Me devolvió la nota que Yoongi había escrito. — Jo, no sabía que se sentía así...

nadie entiende lo genial que es  sentirse el rey del mundo por unos días
y tampoco entienden que vas a sentirte un monstruo después
ni siquiera sé lo que hago
es estar borracho y drogado a la vez, sin noción
y de repente
te sientes un absoluta mierda
un monstruo porque sabes que lo has destrozado todo
hasta eso que menos esperas
me he dado cuenta de que la he roto
a ella
está rota por mi culpa
soy un cabrón
ni siquiera me di cuenta de lo que estaba haciendo cuando oí que lloraba en el baño aquel día
sé que va a dejarme
la quiero
aunque esté destrozada
la echo de menos

Me dolía tanto leer aquello que pensé que iba a echarme a llorar ahí mismo, en el corredor del auditorio donde Yoongi había hecho que el piano resonara por toda la sala. Lo hizo también que algunos profesores se levantaron para aplaudirle desde las gradas.

A veces, cuando veía a Yoongi tocar el piano, creía que se transformaba. Se sentaba recto, se concentraba como nunca... Hacía que me quedara hipnotizada. No parecía el mismo. Además, en la audición, iba con aquel traje que le quedaba también, así que ni siquiera me enteré de la música. Me quedé mirándole durante unos siete minutos con la boca semiabierta, casi babeando.

Jimin y yo esperábamos a que el susodicho peliverde acabara de hablar con los profesores del conservatorio. Supuse que le estaban valorando, comentando fallos -aunque yo no conté ninguno- y demás. Aproveché para comentar a Jimin mi plan chafado ya que Yoongi no estaba por allí, escuchando.

Sí, iba a dejar a Yoongi antes de que uno de nosotros dos acabara con una camisa de fuerza. Había pensado en ir a Estados Unidos, con mi hermano, no sin antes avisar a mi madre de que estaba viva y de ponerle al día con todo. Yo no necesitaba a Yoongi, y él me había dicho que ya no necesitaba mi ayuda; pero encontré las notas. Y todos mis planes se derrumbaron como una puñetera casa de cartas. El cabrón de Yoongi me había hecho sentir culpable una vez más, había conseguido que mi corazón se desgarrara un poquito y había hecho que me ablandara con él por enésima vez.

Oímos el chirrido de unas visagras. Jimin se giró hacia la enorme puerta de metal de auditorio. Dijo algo, pero el estruendo del portazo que dio Yoongi hizo que el pelinegro diera un brinco.

Yoongi nos miró con esa neutralidad de siempre, alzó la cabeza con aires de superioridad y, sin decirnos nada, empujó la puerta con fuerza, como si estuviera enfadado, y se marchó dejándonos atrás. Daba zancadas largas. Jimin fue el primero en irse detrás de él. Yo esperé a que mi cerebro procesara todo, escuchando de fondo la suela de los mocasines de Yoongi repiquetear contra el suelo. Suspiré pesadamente.


— Yoongi, ¿estás bien? — le pregunté cuando estuve a su espalda, casi corriendo para seguirle el paso.

Se paró tan en seco que Jimin y yo nos chocamos con él. Yoongi se giró para matarnos con la mirada. — Sí. ¿Por qué no iba a estarlo?

Preferí dejar que Yoongi reanudara la marcha a decirle algo. Jimin me miró algo preocupado, porque tanto él como yo sabíamos que Yoongi no estaba tan bien como decía. Volvimos a acelerar el paso para ir al lado de Yoongi, intentando fallidamente que nos hablara. No dijo ni una sola palabra hasta que nos paramos en un paso de peatones los dos, solos, ya que Jimin se entretuvo en comprar un jersey que había visto en un escaparate.

Yoongi me miró de arriba a abajo. Yo evité su mirada.

— Estás guapa.

Hice una mueca. — Gracias. — le dije. — Tú también. El traje te queda genial.

Esperé a que sonriera, o al menos a que dijera algo como "yo siempre he sido guapo", pero se limitó a guardar silencio. Nuestro breve diálogo me había sonado demasiado frío y artificial, como si ninguno de los dos hubiera querido decir lo que había dicho.

Jimin nos alcanzó casi al llegar a su apartamento porque tomó un atajo. Yo, con la excusa de que no teníamos nada de cena, me fui antes de que Yoongi tirara por los aires su carpeta de partituras. Lo vi desde lejos, de reojo. Hice un esfuerzo grandísimo para no volver allí corriendo, acuclillarme al lado de Yoongi, abrazarlo y preguntarle por qué se había derrumbado en medio de la sala de estar. Pero continué con mi camino.

*****

Abrí con cautela la puerta del apartamento. Me esperaba gritos y golpes, pero me encontré con un silencio sepulcral que me puso los pelos de punta. Me descalcé, dejé las bolsas de plástico con la cena sobre la encimera de la cocina y busqué a Jimin. O a Yoongi.

— ¡Hye!

Me volví hacia las escaleras, con una mano en el pecho. — ¡Joder, me has asustado!

Jimin sonrió. Quizá mi cara de susto le hizo reír. Estaba asomándose por la barandilla de las escaleras. Como si nada, soltó: — Yoongi se ha encerrado en la habitación.

— Estará cansado. Deja que duerma. — hice un gesto con la mano para quitarle importancia, aunque en el fondo me preocupaba bastante. — He traído tacos y hamburguesas. ¿Qué prefieres?

— Mmmh, tacos. — Jimin se apoderó de una de las bolsas, hurgó en ella y sacó todo lo que había dentro. — Gracias, Hye. Te amo. Eres mi mejor amiga por estas cosas.

— ¿Por la cena?

— ¡Sí! — rió, llenándose los carrillos con uno de los tacos. — Mmh, por ciefto. — habló con la boca llena — ¿No vaf a ved lo que le pafa a Yoongi?

— No. Dije que no le ayudaría y que no me involucraría.

— Ah, buenfo. Como quiefas.

Cenamos, como siempre, tirados en el suelo viendo la televisión, acompañados de muchas patatas fritas y unas latas de cerveza, de esas que nunca faltaban en el frigorífico. Apenas probé la comida, y mucho menos la cerveza. Jimin dijo que estaba demasiado lleno, así que por primera vez no se terminó las sobras que yo había dejado. Comenzó el drama favorito de Jimin -y el mío, aunque no me gustaba admitirlo-. El pobre debía estar tan cansado que se quedó dormido con la cabeza apoyada en mi hombro mucho antes de que el capítulo acabara. Como no podía cogerle en brazos y llevarle a la cama porque yo no tenía ningún tipo de fuerza, tuve que despertarle, dándole unos golpecitos con el índice en su mejilla blandita. Se levantó, me dio las buenas noches bostezando y subió las escaleras despacio, adormecido. Le dije que iría con él cuando acabara el capítulo siguiente del drama.

Dejé la televisión encendida, y en cuanto vi la luz de la habitación de Jimim apagada, me levanté del suelo y me dirigí a la habitación de invitados.

No llamé a la puerta. Quizá Yoongi sí estaba dormido.

Nada más verle tirado en la cama, todavía vestido con el traje, el pelo revuelto y la mirada perdida, chasqueé la lengua, aparentando estar molesta. Cerré la puerta con cuidado cuando entré a la habitación y me apoyé contra la madera fría un momento. Luego, con tiento, me acerqué a Yoongi, más que nada para asegurarme de que sus ojos estaban rojos como su nariz y mejillas, que su rostro todavía estaba húmedo porque había llorado en silencio... Suspiré.

— Te lo dije.

Yoongi se acurrucó en la cama cuando me escuchó. — Lo sé. — murmuró, con la voz ronca y casi entrecortada.

— ¿Y ahora qué, eh?

— Joder, Hyesun, no vengas a echarme en cara lo que he hecho. — replicó, alterado. Me senté a los pies de la cama y observé cómo se tapaba la cara con las manos. —  Lo sé, ¿vale? Sé lo que he hecho.

Fijé la vista en la punta de mis pies descalzos. — Quien avisa no es traidor. Intenté que-

— Sí, vale. Cállate. Deja las frases hechas. Gracias.

Me quedé un rato callada, sin saber qué decir a Yoongi. Prefería no mirarle, porque sabía que si lo hacía iba a acabar como siempre, sintiéndome la mala por no consolarle. Escuché cómo suspiraba, cansado, y cómo se movía por encima de las sábanas. Yoongi tosió.

— Has leído mis notas, ¿verdad?

— Sí. — respondí. Me sorprendió mi propio tono de voz, débil y casi entrecortado. Me dije a mí que debía somatizar menos las cosas.

— Eres una cotilla.

— Estaban encima de la mesa...

Fue Yoongi quien no dijo nada. Después de un buen rato de silencio, habló. — Tengo sueño.

Era la primera vez que decía eso en días. — Es tarde. Es normal que estés cans-

— Echo de menos tus abrazos.

Apreté los dientes, tragué en seco y le miré. De nuevo, Yoongi parecía tan débil, indefenso, roto... casi como un cachorrillo abandonado. Resistí las ganas de inclinarme hacia él y limpiar los restos de lágrimas de su rostro suave con la manga de mi jersey, pero me contuve. Él, despacio, se acercó a mí.

Se abrazó a mis piernas. Yoongi hundió la cara en mi regazo, abatiéndose y derrumbándose poco a poco. No lloró. Supuse que estaba haciendo un gran esfuerzo para contener las lágrimas; al fin y al cabo seguía quedándole algo de orgullo y se negaba a llorar si yo estaba con él. Me pidió silenciosamente que le abrazara, apretando mis piernas.

Yo, estática, me limité a darle unas palmaditas en la espalda, a modo de consuelo.

**********

De regalo.

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