Jari's POV
— ¿Tan temprano y despierta? -dijo Laura, mirándome desde su cama.
— No pude dormir. -contesté sin desviar la vista de la ventana.
— Tú últimamente has estado más extraña de lo normal, ¿qué sucede?
— ¿Te importa? -alcé una ceja.
— Ni un poco, pero pensé que querías hablar. -dijo, sentándose sobre su cama.
— Cuando quiera hablar haré terapia, no te preocupes. -murmuré.
— Que humor... -dijo volviendo a cubrirse con las sabanas.
— Hoy es mi cumpleaños... -dije después de un tiempo de silencio.
Sentí como se puso de pie y se sentó a mi lado, en la ventana.
— Bueno pues, felicidades.
— Gracias. -murmuré.
— ¿Qué mierda, no? Tener que pasar tu cumpleaños aquí encerrada.
— Eso no importa, ya lo he hecho, y no es que me guste festejar. Así que, está bien.
— Diecinueve, ¿no?
— Así es...
— ¿Que tal si te recuestas y simulas dormir? En nada harán cambio de enfermeras, y si vienen y te descubren así, estarás en problemas. -mencionó.
— ¿Sabes, qué? Mejor tomaré una ducha. -dije.
Tomé una muda de ropa limpia que habían dejado ayer, siendo nada más que un pijama, de los cajones tomé un conjunto de ropa interior, específicamente negro... no estaba. Intenté hacer memoria, pero si yo no lo había usado desde que llegué, ¿donde está?
Caminé hasta Laura, quien estaba tapada hasta la cabeza y la destapé bruscamente.
— ¿Estás loca?, ¿qué haces?
— La única loca aquí eres tú. Devuelve ya mismo mi ropa interior. -demandé.
— ¿De qué hablas?, si yo no tengo nada tuyo. -dijo.
Tiré de la manga de su hombro, dejando las tiras de mi sostenedor a la vista, el cual identifiqué porque estaba ridículamente cocido con hilo bordó, ya que en una ocasión fue violentamente mordido por Abraham. Y es hasta ahora que me sigo preguntando... "¿por qué todavía no lo quemé?"
— ¿Ah no?, y entonces, ¿qué es esto? -dije tirando de su brazo.
— No me toques así, porque sabes como acabas. -dijo sonriéndome malévola.
La solté.
— Quédatelo, ya no viene al caso. -le dije, caminando hacia el baño.
Tomé mis pertenencias y cerré la puerta detrás de mí, le puse llave, porque uno no sabe lo que se le puede llegar a ocurrir a Lalo allí afuera. Me despojé de mis prendas, quedando únicamente en ropa interior. Me observé detenidamente en el espejo, estaba piel y hueso, sin exagerar. Mis costillas gritaban en una agonía siendo bruscamente notables, mis pechos habían tomando una forma instantánea de encogimiento, mi cabello largo estaba horriblemente maltratado, las cicatrices de mis piernas estaban secas y sin curar, seguramente tomé una horrible infección. Y sin contar, que son más ojeras que persona.
Al momento de encender la regadera, sentí un fuerte mareo que me desestabilizó un poco, no le tomé importancia y continúe con mi rutina, después de todo... es la falta de alimentación, sumándole que me tienen dopada como fiera a una exposición.
— Sí que tardas para ducharte. -mecionó Lalo, desde su cama.
No le respondí, sino que me dedique a buscar un peine entre las pocas cosas que me permiten tener aquí.
— ¿Me dejas peinarte? -la oí decir.
Me quedé en hielo, hace tiempo no se ofrecían a hacerlo, y es porque no he dejado que nadie me toque un pelo hasta entonces. Hasta he llegado al punto de salir desarreglada a una presentación por negarme a que las estilistas de la academia me peinen.
— Como quieras. -dije.
Se puso de pie, para después colocarse detrás de mí. Le entregué el cepillo con inseguridad y me voltee para que pudiese hacerlo. Mientras ella pasaba delicadamente el cepillo por mi cabello enmarañado, yo contenía las ganas de llorar. No logro entender como es que a esta altura del partido, sus recuerdos sigan afectándome de esta forma.
— ¿Por qué lloras, mujer? -preguntó, deteniéndose.
— Es que, yo...
Iba a hablar, sí iba a hacerlo. Pero fui interrumpida por Andrade, que entró fugazmente a la habitación.
— Buenos días.
— Buenos días. -respondimos.
— Jari, feliz cumpleaños. -me dijo.
Asentí, no creí que lo recuerde...
— Gracias.
— De parte del personal que tanto te estima, incluyéndome. Quisimos traerte un desayuno especial. -dijo, abriendo la puerta.
Dio a paso a Eva, quien empujaba un carrito de comidas con dos bandejas de abundante comida en ella. Sí, me siento en New York, nuevamente.
— Felicidades, preciosa. -me sonrió ella, dejando la bandeja sobre mi cama.
— ¿Te encuentras bien?, te noto apagada. -mencionó Andrade.
— ¿Cómo te sentirías tú si tuvieras que pasar tu cumpleaños en cautiverio? -respondí.
— Tú no estás ningún cautiverio, estás aquí por tu salud.
— En contra de mi voluntad, soy mayor de edad, ¿no te parece que puedo decidir por mi misma?
— En tus condicines, parece que tiveras cinco. No estás bien y lo sabes.
— Ya estás de nuevo con tu cantaleta, ¿me das lo que tienes que darme y se van?, quiero estar sola. -dije.
— Eva, encargarte. -le ordenó.
Cuando Andrade se retiró, Eva se encargó de hacernos ingerir nuestros respectivos medicamentos que ya se han vuelto una especie de éxtasis relativa en mi vida. Cuando creí que estaba a punto de irse, regresó con un paquete en manos.
— Dejaron esto para ti, creo que te interesará abrirlo. -dijo entregándomelo.
— Espera, ¿quien? -dije.
No respondió, sino que hizo oído sordo a mi pregunta y se fue.
Miré a Laura, quien se encogió de hombros mientras comía su tostada.
Extrañada comencé a deshacer el envoltorio de la misteriosa caja que tenía a un lado. Al abrirla, había otro envoltorio más, rodé los ojos y continúe quitándoselo. Primeramente, hallé un sobre blanco, por lo que calculo, debe ser una carta.
"Hoy, como el calendario gregoriano lo indica, estás de cumpleaños. Pero eso no viene al caso, sé que siempre has estado en contra del día en que naciste, lo tengo muy en claro. Pero hoy, quiero que lo recuerdes... naciste un 07\07\97, tres veces siete, y como mis estudios bíblicos lo indican (nos formamos en un colegio religioso, supongo que tú también los sabes). El 7 presenta la perfección, y si hablamos de "tres veces siete", nos referimos a tres veces perfecto, la trinidad. Y hoy, quiero representarte de esa forma. Y aunque vayas perdiendo atributos por la vida, lo eres, y siempre lo serás. Conozco tu pasado, y también tu presente, aunque ya no sea parte de él. Sé que estás ahí, en "cautiverio" como tú lo llamas. Una vez me dijiste que, inconscientemente, hablas en términos médicos porque has pasado toda tu vida en un hospital. En cambio yo, he pasado toda mi vida en un campo de juego, por ende, te hablaré en términos deportivos. En el rugby se dice que: tu actitud es el aroma de tu corazón, si tú actitud apesta, tu corazón también. Y no, no soy predicador de la palabra como debes estar pensando, conozco tu actitud en estos momentos, entonces sé, como se encentra tu corazón.
No pierdas tu luz, esa que tanto te caracteriza, no dejes que la situación cohíba tu forma de pensar y de decirlo todo de frente. Fuiste, eres y serás la persona más fuerte que he conocido. ¿Bailas, cierto? Bien, supongo que en el contemporáneo la sutileza y la precisión, son armas fortalecedoras, pero sobre todo, la paciencia...
No la pierdas, porque una vez me dijiste que soy la persona más pacífica y paciente que has conocido, y si la pierdas, no solo me estarías perdiendo del todo, sino que también a ti.
Has cultivado diecinueve años de paciencia, no lo echas por la borda.
Quiero hablarte en francés, ¿me dejas?
«Pour vous, je, vous et moi»
Felicidades, preciosa de mí.
Abraham."
— ¿Por qué estás llorando, otra vez?, eres tan estúpida. -dijo Lalo.
Limpié mis estúpidas lágrimas y tomé la caja entre mis manos. Al abrirla, me encontré con un libro y sonreí como una idiota al ver cual era, no puedo creer que lo haya recordado.
— ¡Pido leerlo primero! -gritó Lalo.
Rodé los ojos.
Al fondo de la caja, había otra pequeña cajita. La abrí delicadamente y una dulce música se desprendió de ella, una muñeca de porcelana, bailaba a su compás, es... una caja de música con una bailarina en ella.
— Uy, ya lloró otra vez...
— ¡¿Podrías callarte tú?!, ¡arruinas mi momento! -exclamé.
— Bueno, yo sólo pensé que te gustaría saber quien trajo eso. -dijo.
— Ya sé quien lo trajo, aquí lo dice.
— Era un tipo, ayer vino. Quería verte, he hizo el escándalo del siglo porque Andrade no lo dejó pasar...
¿Qué?...
— Ese es tu "amigo", ¿no? -preguntó- El ex insuperable, y ahora te entiendo, está más bueno que el café con leche y media lunas que tienes ahí. -dijo señalando mi bandeja.
— ¿Cómo que vino? -dije exaltada.
— Eso fue lo que dije, ¿no? -alzó una ceja- Vino, hizo berrinche ahí afuera, se enojó, y estuve a punto de salir a consolarlo...
La miré.
— También había otro, alto, parecido a él, y dos rubias, una mujer mayor, robusta y una tipa, bonita, ojos celestes...
— ¿Y por qué no me lo dijiste antes? -demandé.
— Y si tú, dormías como marmota.
(...)
— Tss, ¡hey! -oí detrás de mí.
Me volteé sobre la cama y miré hacia la puerta.
— ¿Eva? -fruncí el ceño- Ya tomé mis píldoras, ¿qué las traes de nuevo?
— No, no, no. Quiero que piensen eso, pero en realidad, vine por otra cosa.
— Entonces, ¿qué?
Suspiró.
— Estoy poniendo en juego mi trabajo al hacer esto, pero... hay alguien que quiere hablarte. -dijo tendiéndome un teléfono.
— ¿Qué?... no entiendo.
— ¡Tú contesta!
Insegura tomé el celular entre mis manos y lo llevé hasta mi oído, mala idea...
— ¿Jari?...
¡Ay Jesús, esto no puede ser!
Mi corazón se aceleró tanto al oír su voz que sentía que me saltaría del pecho en cualquier momento, hice todo lo posible por no llorar, o arrojar el teléfono por la ventana.
— Amm hola, Abraham... -murmuré inaudible.
Suspiró, y quise llorar otra vez.
— Mmm, hace mucho que no... -murmuré.
— Sí, hace mucho, hace mucho tiempo... -contestó rápidamente.
Reí.
— Y creo que solo tenemos unos minutos... -dijo- Sabía que estabas aquí, y... necesitaba hablar contigo.
— Sí, yo... yo también quería hablar contigo, y no me dejaban. Me enteré de Beto y... quiero decirte que lo siento mucho. -dije.
— Gracias, y... ¿cómo estás?
Suspiré.
— Bien, bien... No estoy enferma, solo recaí hace poco y me tienen aquí encerrada. Oye, gracias por el regalo. -murmuré.
— No hay de qué.
Hubo un silencio incómodo, hasta que volví a hablar.
— ¿Y tú cómo estás? Cris me contó que tuviste una lesión, ¿cierto?
— Bien mira, entrenamientos, cosas que pasan... ¿y tú?, en la terminal vi que tenías novio, ¿no?...
— Amm... eh... -murmuré.
¡¿Por qué tenía que preguntar eso?!, ¡qué sutil!
— Eh, sí, sí. Se llama Víctor, lo conocí un Toulouse, pero en realidad...
— Yo también conocí a alguien. -me interrumpió- y estamos intentando comenzar una historia.
Mis labios templetearon y mi voz se negaba a salir, me deslicé sobre la cama mientras regulaba mi respiración. No podía llorar, no ahora.
Esto no puede estar pasándome a mí...
— Me... me alegro mucho... -murmuré.
— Sí, tiene carácter... también está aquí. Su nombre es Lara.
El silencio incómodo regresó, donde solo se oía me respiración quebradiza.
— También me agrada que hayamos tenido nuestra historia, así podemos volver a ser amigos, como al comienzo...
— Sí, sí... es genial. -dije, sorbando por la nariz.
— De hecho, para eso quería hablarte, quiero... remendar vínculos.
— Sí, pero yo... no puedo salir de aquí, Abraham...
— Pero... ¿y si hablas con tu doctora? -insistió.
— No, no... -susurré.
— Bueno entonces, da igual... cuando te den de alta, ya nos veremos... como amigos, me refiero.
Mi puerta se abrió.
— Jari, lo siento, pero ya deben cortar. -dijo Eva.
— Sí, sí...
— Los dejo un segundo para que se despidan.
Asentí y volví con él.
— Adiós, Jari... -murmuró.
Sollocé.
— Adiós, Abraham...
Cuando estuve a punto de finalizar llamada, su voz me interrumpió.
— Envíale saludos a Víctor. -dijo.
— Ah sí, y... y tú envíale saludos a... ¿cómo se llama? -dije.
— Lara. -afirmó.
Continuará...
5mentarios...
Mejor rompamos el hielo con una pregunta. 😂
¿Alguna vez las mandaron a la Friendzone? 😂😂😂