86.
Abraham's POV
— Ayer hablamos sobre tu posible cambio de carrera, ¿cierto? -mencioné mirándola comerse su cruasán.
Vinimos a desayunar al Café de Juan, bueno, ella exigió que la trajera aquí. Ahora, la observaba comer mientras yo tomaba mi café con leche y comía mi panqueque. Al terminar iríamos en busca del regalo, aunque aún no estoy seguro de hacerlo.
— Ajá, ¿y qué? -contestó después de darle un sorbo a su café, quedando con un bigote de espuma muy gracioso.
— Pero mira que cochina eres, límpiate, a ver... -dije pasando una servilleta por sus labios.
Cuando yo me distraje bebiendo mi café, la vi pinchar su tenedor en mi panqueque y comérselo.
— Ese es mío. -dije mirándola mal.
— Lo que es tuyo es mío y lo mío es mío y nadie me lo quita. -dijo alzando su brazo en señal de victoria.
— Y así quieres que nos casemos... -mencioné hacienda reír.
— Ya, dime. ¿Qué pasa? -rió, limpiando su boca.
— Bueno, anoche me olvidé de comentarte... ¡Porque te dormíste! -exclamé y se rió-, pero yo tengo un amigo que estudia Relaciones Internacionales, si quieres podría darte una mano en tu decisión.
— Primero, no me dormí porque quisiera, sino porque no parabas de acariciarme el pelo y sabes que eso puede conmigo. Dos, ¿en serio harías eso por mí? -dijo.
— Eso, y mucho más.
Observé sus ojos azules mirarme con cautela mientras bebía de su café, cuando estaba a punto de hablar, algo me distrajo haciendo que me gire para mirar a través del cristal hacia afuera. Al voltear, observé a un pequeño niño pidiendo limosna a los comerciantes que deambulaban por la calle, eso me conmovió demasiado.
— Míralo, está tan chiquito, no debería estar trabajando. -mencionó Cris con cierta impotencia.
Yo continúe mirándolo, la verdad es que se parecía mucho a mí de pequeño y verlo padecer todo eso me rompió el alma. Ahí estaba, siendo rechazo por la gente a la que tan solo le pedía una moneda para el pan. Cuando vi que me miró, hice una ademán con la mano indicándole que viniera.
Me miró dudoso, pero finalmente corrió hacia aquí.
— Hola, ¿cómo te llamas? -lo saludé con una sonrisa.
— Pipo -respondió.
Sonreí.
— Hola Pipo -lo saludé- Y dime, ¿qué haces?
— Trabajo -contestó subiendo y bajando los hombros.
— ¿Y eso por qué?, ¿y tus papás?
— No sé, yo estoy con mi tío...
Cris me miró con cara de "este es víctima del típico tío explotador".
— ¿Tienes hambre, Pipo?, ¿comiste?
Negó con la cabeza.
— Ven, sientate. -le ordenó Cris, haciéndole un hueco en su asiento.
El pequeño se acercó dudoso hasta donde estaba ella, para así sentarse al fin.
— ¿Qué te gustaría comer?, o mejor, desayunar. -dije.
— No sé, no quiero que gaste su dinero en mí, señor. -respondió con inocencia.
Acabo de morir de amor.
— Pero si no es molestia, amor. -contesté- vamos, elige lo que quieras.
Al momento de tomar la carta, levantó su mirada mirándome con desconcierto, fue ahí cuando comprendí... no sabe leer.
— A ver, te ayudo -Cris se dispuso a leerla con él.
Mientras, yo aprovechaba para llamar a una de las camareras con una seña de mano. Nunca me ha gustado esto de llamar la atención de todo el lugar, menos la de quien realmente quiero.
— Queremos... un batido de fresa, con cruasanes y ensalada de frutas, sin banana. -me comunicó Cris.
Alcé una ceja.
— ¿Queremos?
— Sí, yo también. -me sonrió enseñándome la lengua.
Yo negué con la cabeza y le hice frente a la chica que se encontraba a mi lado para tomar el pedido.
— Bien, trae por favor... un batido de fresa, cruasanes con manteca, y ensalada de frutas, sin banana. -le comuniqué a la morena que estaba esperando mi orden, expectante.
Cris me miró demandante, rodé los ojos.
— Que sean dos porciones, por favor.
Esta asiento y salió en busca de lo pedido, yo observaba a mi amiga, quien tenía una tierna conversación con el pequeño que nos acompañaba. Mientras tanto aproveché para husmear las redes de Jari, sí, llámenme masoquista, pero no puedo dejar de hacerlo. Y según lo indica aquí, hace una semana que no twittea, ni sube fotos a instagram, lo cual es raro, porque ella es de esas personas que publica hasta cuando va a baño... bueno, no literalmente.
Cuando el pedido llegó, ellos se pusieron a comer, mientras Pipo nos contaba que se había criado con su tío y sus hermanos, que estaban viviendo en una pensión y que con suerte tenían para el pan diario, quise llorar cuando nos contó su historia, él jamás conoció a sus padres, según le han dicho ellos fallecieron en un operativo policial hace ya varios años, lo que no entiendo, es como el gobierno no intervino en la causa, es que un niño no puede vivir en estas condiciones. Tiempo después, me agradeció tiernamente por la comida y dijo que debía irse ya o lo regañarían. Yo le dije que siempre que quisiera podría encontrarme aquí, pues desayuno aquí diariamente, por pereza a cocinar.
— Eres tan lindo. -mencionó Cris, cuando estábamos solos.
— ¿Por qué? -sonreí de lado.
— Por eso que hiciste, no conocía esa alma caritativa que llevas dentro.
— Siempre estuvo, sólo que no la estaba dejando ser, hasta ahora. -respondí.
— Sabes que ella se habría llevando ese niño a su casa, ¿no?
— Lo sé... -murmuré- Y aunque no pudiera, sé que lo habría intentado.
Sonrió.
— Bonita, ¿puedo preguntarte algo? -dije.
Asintió.
— ¿Tú conociste a ese chico?... a su novio, digo.
Ella lamió sus labios con la mirada dudosa.
— A ver, de conocerlo sí, bueno, si lo he visto unas dos veces, es mucho. Por lo poco que hablé con él, me pareció un buen tipo, pero no tengo un diagnostico fijo el cual darte, ¿por qué?
— Porque los vi, de lejos, pero los vi y me dio curiosidad, es todo.
— ¿Los viste?, ¿donde?
— En la terminal de autobuses, hace unas semanas atrás.
— ¿Ella te vio?
— Sí, sí me vio, o eso creo...
— Es raro que no me lo haya comentado.
— Antes de morir, Beto me hizo prometerle que iría por ella. -dije.
— ¿Y lo harás?
— No lo sé.
(...)
— ¿Encontraste el libro? -me preguntó Cris, sentándose en el suelo.
Estábamos ya en una librería donde ella venía a menudo. Yo me encuentro buscando ese dichoso libro hace unos cuarenta minutos. Recuerdo cuando Jari lo buscaba desesperadamente por todas partes pero siempre volvía con el mismo inconveniente: estaba descontinuado.
"Maravilloso Desastre" de Jamie McGuire, nunca le presté atención a su gusto literario como debía, sí sabía que leía lo que encontraba a cada segundo, pero ella no hablaba mucho del tema, ni tampoco quería incomodarla con mis preguntas capciosas. Pero si de algo estoy seguro, es que ese libro fue su presa sin éxito por dos locos años, y hoy, estoy haciendo el triste intento de cumplirle ese capricho.
— No, esto me está poniendo de los pelos. -murmuré, rebuscando otra vez.
— ¿Y si le llevas El diario de Ana Frank? -propuso Cris.
— Ya lo leyó. -respondí.
Media hora después la situación seguía igual, estábamos entre medio de miles de libros, bueno, yo solo... porque mi fiel compañera estaba muy entretenida leyendo la biografía de Michael Jackson que había encontrado por ahí.
— Nene, ¿tú sabías que Michael hizo una canción para E.T? -mencionó Cris.
Asentí.
— ¿Y por qué yo recién me entero? -dijo indignada, mientras ojeaba la biografía.
— Porque eres una ignorante, ¡¿cómo no vas a saber eso?! -exclamé.
— Uy, lo siento. Sólo te hice una consulta, mejor vuelve a tu búsqueda que no echarán de aquí. -dijo, y volvió a su lectura.
Minutos después de que ella se fuera, la oí gritar mientras corría hacia mí.
— ¡Lo encontré!, ¡lo encontré! -exclamó agitando el libro en el aire.
Lo tomé entre mis manos y observé su portada, lo volteé y me dispuse a leer el breve resumen de la historia que se encontraba en la contraportada.
" Beautiful Disaster: Nos cuenta la historia de Abby Abernathy, una chica de 18 años que inicia una nueva vida en una nueva ciudad, tratando de escapar de su oscuro pasado, viaja de su ciudad natal, Wichita, con su única y mejor amiga en el mundo, America, a la Universidad Eastern, creyendo que mudarse cambiará los terribles recuerdos. Ahí conoce a Travis Maddox, también conocido como "Mad Dog" por sus peleas: Un chico alto, con tatuajes, estudiante de leyes, sexy... En definitiva es el tipo de chico que trae suspirando a todas y cada una de las chicas de la universidad, con un pasado que le pesa y con una fama de chico malo, justo la clase de persona que Abby está tratando de evitar. Cuando Travis conoce a Abby, nota de inmediato que no es como las otras chicas, se acerca a ella intentando conocerla, pero se lleva una sorpresa al ser rechazado, se hace de otras capacidades para seguir hablándole e inician una apuesta que da inicio a este maravilloso desastre."
— Mira, encontré este también, es la segunda parte. -me dijo, entregándole otro libro un tanto similar.
Antes de que pudiera decir algo, mi teléfono sonó desviándome del tema.
— ¿Tony? -dije al apenas descolgar.
— Nano, tienes que venir al hospital a firmar los papeles del traslado, ¿donde estás?
— Dios, se me hizo tarde, ya mismo salgo para allí.
— Ya es tarde Abraham, apresura el paso.
(...)
— ¿Ya está todo, amor? -preguntó mamá, al verme salir de el consultorio.
Suspiré.
— Sí má, ya está. -respondí.
Ella me sonrió.
— ¿A quien llamas? -le preguntó Tony a Cris, quien estaba a unos metros de nosotros, haciendo una llamada.
Me miró.
— La llamo pero su teléfono da fuera de servicio, o que está apagado. -dijo.
Fruncí el ceño.
— No, no puede ser, salimos por un año, la conozco y sé que ella no tendría el teléfono apagado ni loca, algo lo pasó.
— No creo, ayer vi a su madre y me dijo que Jari estaba bien. -comentó mamá.
La miré.
— ¿Donde?, ¿donde la viste?
— Aquí, estaba con un chico.
— ¿Él era alto?, ¿castaño, de ojos claros? -intervino Cris.
— Sí.
— Entonces, si está bien, ¿qué hacía en el hospital? -murmuré.
Sentí las miradas de todos posarse sobre mí, seguramente pensando lo mismo que yo.
No, no, esto no puede ser.
— ¡Mierda! -exclamé.
Caminé rápidamente mientras escuchaba la voz de mi madre a lo lejos.
— Espera Abraham, ¿donde vas? -dijeron detrás de mí.
— A hacer algo que tendría que haber hecho hace mucho tiempo. -respondí.
Todos subimos al elevador, quedándonos en completo silencio mientras yo intentaba bloquear de mi mente la idea de que ella esté aquí de vuelta. Llegamos a la última planta, la de psiquiatría, justamente encontrándonos a su doctora, conversando con una enfermera.
— ¿Aquí a está Jari, cierto?, ¿está aquí? -dije, acercándome a ella.
— No es conveniente que te vea, ella no está bien. -me respondió.
— Pero no puedes impedirme pasar. -dije.
— Sí puedo, lo siento Abraham, pero no pueden pasar. No es bueno para ella. -contestó.
— ¿Y cómo sabes eso?, ¿ya le preguntaste a ella si nos quiere ver? -exclamé.
— Es mi decisión. -dijo.
— ¡No me importa! -exclamé.
— No puedes pasar.
— ¡No puede ser!, ¡déjame pasar, no es justo!
La observé irse muy coqueta por los pasillos dejándome a mí con los diablos en boca.
— ¡Eva! -exclamé- Tú eres su amiga aquí, tienes que ayudarme. -le rogué, tomando sus manos.
— Lo siento, Abraham. Pero si la autorización de su doctora, no hay nada que yo pueda hacer, lo siento.
— Pero tiene que haber una forma, por favor, necesito verla...
— Lo siento. -se negó.
Suspiré.
— Al menos, ¿podrías entregarle esto de mi parte? -dije entregándole una caja- Mañana, es su cumpleaños.
— Veré que puedo hacer...
Continuará...