80.
Jari's POV
— Te estoy diciendo que me acompañes Víctor, por favor -repetí por milésima vez.
— Lo siento, nena. No puedo -se negó.
— Vamos, no es muy complicado. Me llevas, hago lo que tenga que hacer y nos vamos. Por favor.
—Tú madre dijo que no es bueno para ti que vayas a ese sitio. Y al menos yo, le obedeceré. -dijo.
— Me importa un bledo lo que mi madre haya dicho, yo quiero ir.
— Yo no voy a llevarte a ningún lado -afirmó.
— Voy sola, entonces.
Tomé mis llaves y fui hacia la puerta. Cuando estaba por el pasillo camino al ascensor, sentí su mano tomar mi brazo con fuerza.
— Espera, no permitiré que vayas sola a ese lugar.
— Entonces, llévame.
Suspiró.
— ¿Por qué es tan importante visitar la tumba de tu abuela, justo ahora? -pregunté.
— Víco, hoy... hoy se cumplen dos años de su muerte, ¿sí?. Y yo lo único que quiero es visitar su tumba, ¿qué tiene de malo eso?
— Tu familia no cree que sea bueno -me recordó.
— Mi familia, mi familia... ¿Y ellos que saben? Yo necesito estar allí.
Rodó los ojos.
— Está bien -accedió y yo sonreí- Si eso te hace feliz, vamos. Pero que conste que tú pusiste presión.
— Sí, sí, sí. Lo que el señor diga, vamos.
Minutos después, estábamos estacionados frente al cementerio hace ya varios minutos, y todo el coraje y valentía que creía tener se esfumaron al apenas llegar aquí.
— ¿Segura no quieres que te acompañe? -me preguntó.
— De verdad gracias, pero debo hacer esto sola. ¿Las flores? -pregunté mirándolo.
Estiró su brazo hasta el asiento trasero y me entregó el ramo. Voluntariosa, salí del auto contando los pasos hasta atravesar el gran portón. Hace ya mucho tiempo no visitaba este lugar, me trae muchos recuerdos. Hoy no sólo se cumplen dos años desde la muerte de mi abuela, sino también se cumplen dos años desde que conocí a Abraham, no voy a negar que me gustaría verlo a él también. Al llegar a su tumba, me arrodillé ante ella y respiré profundo.
Hace tanto tiempo no pisaba este lugar...
— Hola, Nonita... -dije.
Apreté los ojos, me había prometido a mí misma que ésta vez no lloraría.
— Creo que ya sabes por todo lo que he pasado este último tiempo. Bueno... desde que te fuiste, porque tú lo sabes todo.
Mientras hablaba, sentía como mis mejillas se humedecían, y mi voz se entrecortaba.
— Me estoy muriendo, Nonita... me estoy haciendo mucho daño, y no sé como detenerme.
Con mis manos limpié las lagrimas que me estorbaban.
— Te extraño mucho, los extraño mucho... Porque a él también lo perdí, y no sé qué hacer. Le estoy haciendo mucho daño a la gente que me quiere de verdad, y no puedo con eso. Te necesito tanto, desde que te fuiste yo no hago otra cosa que pensar en ti, en lo mucho que me hubiera gustado haberme podido despedir de ti como me hubiera gustado. Me hubiera gustado también que lo conozcas, lo hubieras amado tanto como yo. ¿Y sabes? Creo que estoy desperdiciando mi vida, creo que ya nada tiene sentido, y si alguna vez lo tuvo, no es como ahora. A veces las ganas de morir son más grandes que el amor que algún día sentí, y eso me asusta. Quiero que sepas que tú... fuiste un pilar fundamental en mi vida, y que gracias a ti hoy estoy nuevamente con mi familia, pero tengo miedo, tengo miedo de volver a hacerles daño, ya han sufrido mucho como para volver a hacerlo, pero no sé como detenerme.... Ojala estuvieras aquí, estoy segura que contigo a mi lado todo sería más fácil. Te extraño, y espero verte pronto.
Dejé el pequeño ramo frente a su lápida, le dí una última mirada y me puse de pie, miré hacia la izquierda donde había un entierro en pleno proceso. Al instante decidí irme, no me gustan para nada este tipo de lugares, creo que no volveré aquí en un tiempo largo. Caminé hasta la salida rápidamente, no quería permanecer allí ni un minuto más. Me subí nuevamente al auto y fui abrazada por Víctor quien me permitió descargar mi llanto de su pecho. No hablé en todo el camino a casa, solo quiero llegar y encerrarme en mi cuarto. Aunque, pensándolo bien, no quiero estar sola, así que le pedí a Víctor que me dejara en casa de mis padres.
Cuatro días después...
Estos últimos días han sigo altamente agobiantes, mi cuerpo está perdiendo fuerzas, los desmayos son aún más frecuentes, y las ganas de morir aún más. Toda la familia está muy estresada , Johann vuela de fiebre, Julián le responde a mis padres y por lo que sé, no le está yendo mis bien en la escuela, mi padre tiene problemas con el personal del restaurante por ende habrás despidos express. Y mi madre, bueno... ella está encima de mí. Estoy comiendo, o haciendo el intento, sin que se den cuenta claro. Creen que después de la charla con la doctora todo está mejor, pero no, nada ha cambiado. Al menos no para mí. Ellos saben perfectamente qué (a quien) necesito para estar bien, pero me amenazaron con internarme si seguía insistiendo. Ahora me tienen aquí, prisionera de mis sentimientos en su casa, aislada del mundo, a la única persona que me dejan ver es a Víctor. Como única en todo este tiempo quieren que esté tan cerca de el, porque seamos sinceros... nadie en esta casa supera a Abraham, todos seriamos más felices si él estuviera cerca. Ellos también sufren de dependencia.
Me encuentro sobre mi cama con los auriculares puestos mientras leo un viejo libro de Danielle Steel que papá me había obsequiado de niña. Los ojos comienzan a pesarme, entonces dejé el libro a un lado y me concentré en la voz de Ed Sheeran que salía de los auriculares cuando la puerta se abrió interrumpiendo mi armonía. ¿Será que en esta casa no puede estar uno en paz?
— Jari, vino a buscarte Víctor -dijo mi mamá.
Seguido de ella, entró él. Me enderecé sobre la cama cuando mi mamá se despidió dejándonos a solas.
— ¿Qué haces aquí? -pregunté y sin quererlo, soné demasiado cortante.
— Me dijeron que no estabas bien, y vine a verte -respondió, dejando un beso en mis labios- ¿Cómo estás?
— Cansada, eso es todo. Tú deberías estar trabajando -le dije.
— Sí, pero me tomé el día libre.
Lo miré.
— Víctor, estoy cansada. No voy a hacer nada.
Rodó los ojos.
— Tu familia cree que recaíste, si te quedas en la cama les darás la razón.
Suspiré.
— No pienso hacer, o decir nada. Lo que piensen no importa -respondí.
— Bien, ¿sabes, qué? Me quedo contigo, nos quedaremos los dos aquí. ¿Qué te parece?, no nos moveremos durante días.
Se quitó sus zapatos y saltó sobre la cama para recostarse a mi lado.
Miré su mano reposar sobre mi abdomen.
— Te diré algo, sí quiero salir. ¿Me das un minuto?-dije parándome de la cama.
— Te doy dos... -dejó un beso en mi mejilla y se levantó para retirarse.
Me quedé mirando al suelo por unos segundos, en otra ocasión, en otros tiempos... con otra persona, me hubiera parecido fascinante la idea de quedarme en la cama durante días. Me puse de pie y tomé la caja que había sobre el mueble de enfrente. La abrí y comencé a ver las fotos nuevamente, rutina de todos los días. No sé si será masoquismo, pero tengo la necesidad de recordar cada vez que pueda, de recordar a mi yo feliz sobre todo.
— ¿Ya estás lista? -volvió a entrar para sentarse en mi cama.
Lo miré, y lo vi fruncir el ceño con dirección a mi caja.
— ¿Quien es? -me preguntó, tomando una foto.
A mi escasa, pero considerable suerte, tomó una de mis fotos con Abraham del viaje a Punta Cana, y cuando me refiero a suerte lo digo porque tomó una foto en la que yo estaba subida a su espalda cuando caminábamos hacia la playa, y no alguna donde nos estemos besando. ¿Y qué le diría sino?
"Oh, es mi ex novio al cual todavía no supero, por eso estoy contigo, para olvidarme de él"
No, sin duda este no es un buen momento para recurrir a la sinceridad.
— Un amigo -respondí.
— Espera, ¿estuviste en Punta Cana? -preguntó con sorpresa.
— Sí, hace un tiempo.
— ¿Y qué pasó con él?, o sea, yo no lo conozco.
— Ah, es que él vive lejos. Bueno ya, ¿nos vamos?
(...)
— Te dije que cierres los ojos -me repitió, cubriendo mi rostro.
— ¡Pero si los tengo cerrados, hombre! -exclamé.
Me hace avanzar unos cuantos pasos más. Realmente, no sé que es lo que trama, desde que salimos de casa me tiene con los ojos vendados, esto es extraño.
— Bien, ¿lista? -dijo.
— Sí, creo que sí -respondí- ¡Ya, dale! -exclamé.
Sentí sus manos desatar el nudo del pañuelo y me encontré con su cabello acaramelado violentamente despeinado sobre sus ojos mieles. Lo miré extrañada, ¿qué le pasó en la cabeza?
— ¡Luces! -exclamó y yo fruncí mi ceño.
Las luces se encendieron, entonces lo comprendí todo... Estamos en el estudio de danza, sólo que en la parte delantera, o sea, la del teatro.
— Víctor, ¿qué hacemos aquí? Si hoy no tenía ensayo -dije.
— Sube -dijo y yo lo miré extrañada- Sube al escenario.
Me guió hasta allí arriba y yo sin saber lo que estaba tramando subí con inseguridad. Estando yo allí arriba las luces volvieron a apagarse, me giré a mirarlo y un reflector nos iluminó. Lo vi agacharse ante mi y lo miré extrañada, cuando estaba por imaginar los peor sacó de su bolsillo un juego de llaves, el cual me tendió.
— ¿Qué es eso?
— La llave de nuestra casa.
Abrí mis ojos.
— Renté un departamento más grande, quiero que vivamos juntos, Jari -dijo.
Sonreí.
— Sé que no llevamos mucho juntos, pero es que... Ya no me basta con verte alguna tarde, ir al cine, o verte en los ensayos. Necesito más.
Creo que voy a llorar...
— Quiero que seas... lo último que vea cuando vaya a dormir, y lo primer al despertar. Te amo, te amo como no he amado a nadie más.
Todo se está rompiendo dentro de mí, yo no puedo convivir en plenitud con alguien que... no amo.
Me tendió la llave, y yo poco a poco fui retrocediendo. Las plantas de mis pies tocaron de lleno el escenario, me giré sobre mis puntas, y elevé mis brazos. Cerré los ojos mientras me dejaba llevar por la suave música de fondo. Yo no puedo seguir con esto, no puedo engañarlo de esta manera, pero sobre todo, no puedo engañarme a mí. Yo no lo quiero, y lo estoy lastimando. No soy así, ni él tampoco se lo merece, no puedo dejar que siga viviendo en una gran mentira. Di vueltas sobre los trompos de mis pies y mi respiración comenzó a entrecortarse, la vista se me nublaba cada vez más y ni siquiera era cociente de lo que estaba haciendo. Miles de imágenes se cruzaron por mi cabeza, Abraham, el primer beso, sus ojos, su familia, un campo de entrenamiento, la primera vez, el cine, el hotel, un avión, océano, gritos y empujones. Mis piernas flaquearon y los último que pasó por mi cabeza fue una imagen borrosa que no logré distinguir.
Seguido de eso, la completa oscuridad.
(...)
Oí el sonido de unas puertas abriéndose y mi cuerpo se inclinó en un balanceo, abrí los ojos y vi a muchos operarios, una sirena me hizo reaccionar, estoy en una ambulancia, bueno, estaba. Ahora veo los corredores del hospital y miles de personas a mi alrededor.
— ¡Estoy harto, parezco un maldito hámster!, ¡si solo me desgarré un puto tendón!, ¿Qué necesidad de tanto estudio?
Oí a una dulce voz a la mar de reclamante.
¿Abraham?
No, no puede ser él... Estoy enloqueciendo.
¿Ya me morí?
Sentí su voz alejarse y mis ojos se cerraron nuevamente.
Cuando desperté, me encontré en una habitación pintada de un blanco eclesiástico, sentí un tirón horrible en mi muñeca, la miré y tenía un suero conectado a ella.
Otra vez aquí...
Sentí una presencia a mi lado y me giré... Andrade.
— ¿Qué pasó? -pregunté débilmente.
— Tuviste un ataque de ansiedad, con brotes de violencia y autolesiónes. Tuvieron que sedarte.
Cerré los ojos.
— ¿Cuanto tiempo tienes que comes y luego vomítas? -preguntó.
Esquivé la mirada.
— Éstas uñas están rotas y con falta de calcio -dijo tomando mi mano- eso pasa cuando se utilizan los dedos para vomitar. Además, las tienes pintadas, es para que nadie lo note, ¿verdad?
— Es por lo ensayos... -murmuré- son muy duros. No es porque haya vomitado.
Me miró con obviedad.
— Está bien... en Toulouse vomité una vez, porque en un examen no me fue bien, sólo fue una vez.
— No te creo -afirmó- quiero que sepas que a partir de ahora tu palabra no tiene valor en este hospital. Hoy te iniciaran en el piso de psiquiatría.
Continuará...