Sinsajo Herido

By TallerDeLuzArtesana

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Katniss y Peeta ya son marido y mujer, van juntos al Vasallaje de los Veinticinco y enfrentan la muerte una v... More

Nota de la Autora
Capítulo 1: Aliados.
Capítulo 2: Tenemos Nuevos Aliados
Capítulo 3: Mutos
Capítulo 4: Tic-Tac, Esto es un Reloj
Capítulo 5: ¿Qué Rayos Pasa Aquí?
Capítulo 6: Besos y Pasión en la Arena.
Capítulo 7: Yo te Necesito...
Capítulo 8: El Rayo
Capítulo 9: En Recuperación y Adaptación
Capítulo 10: Alma Coin
Capítulo 11: Fugitivos
Capítulo 12: ¿Qué fue de ti...?
Capítulo 13: Gale & Madge
Capítulo 14: Cenizas, Silencio y Desolación
Capítulo 15: El Recuerdo de Rue
Capítulo 16: Distrito 8
Capítulo 17: El Sinsajo
Capítulo 18: ¡Estás Vivo!
Capítulo 19: ¿Qué te han hecho?
Capítulo 20: Segunda Fuga
Capítulo 21: Problemas y Rescate I
Capítulo 22: Enjaulada en el 13
Capítulo 23: La Advertencia
Capítulo 24: Rescate II
Capítulo 25: Escape en Llamas
Capítulo 26: Tú Saltas...
Capítulo 27: La Revelación
Capítulo 28: Prisionera
Capítulo 29: ¡Lo Pagarás...!
Capítulo 30: Sinsajo Herido
Capítulo 31: Boda
Capítulo 32: Rumbo al Capitolio
Capítulo 33: Escuadrón 451
Capítulo 34: ¿Real o No?
Capítulo 35: Atrapados
Capítulo 36: Quédate Conmigo
Capítulo 38: Fuego Cruzado
Capítulo 39: Dudas
Capítulo 40: La Ejecución
Extra + Agradecimientos

Capítulo 37: Peeta vs Gale

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By TallerDeLuzArtesana


- ¡Finnick! -exclamo levántandome de un salto a confirmar si ha despertado.

- Es Gale -señala Peeta apuntándolo.


La pomada y el analgésico alivian el dolor pero no la fiebre. Gotitas de sudor brillan a la luz sobre la frente de Gale, que delira o sueña, no lo sé bien, murmurando los nombres de Madge y los de su familia. Peeta vuelve del grifo con un apósito mojado para ponerlo sobre su frente; Gale tirita pero al contacto de la tela con su piel se queda quieto enseguida y su respiración se vuelve más tranquila. Otra vez estoy en la disyuntiva si debo dejarlo sudar la fiebre o desabrigarlo para bajar la temperatura. Bajo el cierre de su chaqueta y la abro un poco, nada muy drástico. Peeta interrumpe mis cavilaciones argumentando que deberíamos despertar a Finnick.


- No sé si sea lo correcto, Peeta -señalo, dudando.

- Cressida dijo que si no recibía atención rápido y no despierta pronto, puede entrar en coma -declara seriamente, mirándome para que le tome el peso al asunto.

- Lo sé, Peeta -respondo, asustada-. En cuanto a la atención, curamos sus heridas, hicimos cuanto pudimos. Pero si lo despertamos, no tenemos ningún calmante lo bastante potente para aplacar el dolor que va a sentir entonces -pienso y me estremezco como si yo sintiera el dolor y agrego-. Recuerda que voló y cayó desde siete metros de altura; tiene heridas de las garras de los mutos, un brazo roto y múltiples hematomas.

- ¿Recuerdas la noche que ganamos? -pregunta Peeta y yo lo miro, instándolo a continuar-. Tú tratabas de mantenerme despierto durante la noche porque yo estaba muy débil; el cansancio, el dolor y las ganas de dormirme casi pueden conmigo, pero tú me mantuviste alerta para que no me hundiera en el coma, Katniss.

Asiento, recordando aquella terrible noche cuando los mutos destrozaron a Cato mientras yo trataba de mantener a Peeta despierto. Los espeluznantes gritos de agonía de nuestro rival; Cato, un chico apenas mayor que nosotros, que fue criado para ganar los Juegos y sólo quería llevar la gloria a su distrito, escapar de la pobreza de las canteras. Quería fama, gloria y riqueza... en tanto que al principio, yo sólo quería regresar para estar con Prim y luego ganar para salvar a Peeta, llevarlo sano y salvo a casa. Creo que entonces comencé a enamorarme del chico del pan.

 - Si tú no me hubieras mantenido despierto... habría sucumbido... no habría vuelto a casa -señala Peeta-. Más bien habría vuelto en un cajón.

Dejo escapar un suspiro y me muevo hacia Finnick en respuesta positiva. Le abro el ojo que no tiene en tinta, le hablo, Peeta y yo lo remecemos suavemente. No hay respuesta. Lo remezco más fuerte, como remecí a Beetee la noche del rayo, sabiendo que no hay que sacudir de ese modo a un herido, ¿pero qué otra alternativa me queda?, ¿ver cómo Finnick se hunde en la inconsciencia y no despierte nunca más? No podría soportar algo así. ¿Cómo podría mirar a Annie a la cara después de eso?. Ups, hablando de Annie, no sé cómo lo tomará ella, es probable que cualquier cosa que le ocurra a Finnick afecte su ya precario equilibrio mental. 

- ¡Despierta, Finnick, despierta! -casi le grito- ¡Vamos, Finnick, tu esposa Annie te espera de regreso, así que más te vale despertar! -exclamo exasperada.

Peeta también lo remece pero no tan a la bruta como yo y lo coacciona a recuperar el conocimiento. Obtenemos unos suaves gemidos en respuesta, supongo que es mejor que nada. Y termino despertando a Gale con mi escándalo. 

- Catnip, esa no es la mejor forma -me espeta luego de desperezarse y sentarse. Se ve algo mejor pero todavía pálido.

- ¿Se te ocurre otra mejor? -le pregunta Peeta.

Gale toma un cuenco y va a la llave de agua, lo llena a la mitad y vuelve hacia nosotros. Cuando creo que va a darle el agua, nos indica que nos apartemos y se la lanza en la cara. Finnick se sobresalta, hace un gesto de sorpresa y empieza a abrir los ojos... al menos el ojo sano. Un quejido sale de su boca. 

- Aaah... a-gua... -Logra abrir los labios resecos pero es todo lo que puede expresar, muy débil.

Gale se apresura a traer más agua y se la damos a sorbos, Peeta sostiene su espalda, yo su cabeza y Gale inclina el cuenco para que beba el líquido. Levanta un poco la mano del brazo bueno para indicar que ya es suficiente, luego empieza con los quejidos otra vez. 

- Aguanta, Finnick, tienes que resistir -digo frotando cariñosamente el brazo que no está roto.

No me atrevo a tocar el que tiene el cabestrillo. Me da escalofríos recordar los gritos de dolor de los mineros cuando mamá trataba las fracturas de sus huesos, cuando no morían aplastados o por hemorragia. Peeta también le habla, tratando de que no cierre los ojos.

- Ustedes aprovechen de descansar. Yo me quedo con Finnick -propone Gale.

- Deberían esposarme... por seguridad -declara Peeta.

Ponemos un poco de objeciones al principio pero luego terminamos cediendo, además, no sabemos si pueda tener otra crisis. Le coloco las esposas y lo sujeto con ellas a un soporte. Entonces parece quedarse sin energía, así de repente.

- Estoy tan cansado, Katniss...

- Duerme, Peeta. Yo también lo haré, aparte de Tigris, nadie más sabe que estamos aquí.


La gente de Snow tal vez nos crea muertos de nuevo, dada la magnitud de la explosión. Sin embargo, me preocupan Cressida y Pollux, arriba en la calle. Espero que hayan llegado a salvo al refugio más al sur y que puedan conseguir ayuda para Finnick. Empiezo a adormilarme por el cansancio. Es cuando sentimos un deslizamiento de ruedas sobre nuestras cabezas. Un hombre de unos cuarenta y cinco años más una joven no mayor de veinte aparecen bajando la escala, Tigris viene tras ellos. Veo que lucen batas blancas, como los médicos del Capitolio. Apunto indistintamente a uno y a otra, pensando que Tigris nos ha delatado; Gale también toma su ballesta que recuperó de los escombros y carga una flecha apuntando a los extraños.

- Tranquila, Katniss, tranquila -dice el hombre levantando las manos.

- Son amigos... infiltrados de Plutarch en el Capitolio -manifiesta Tigris con su voz grave y ronroneante.

- Cressida y Pollux nos enviaron... ellos no pudieron regresar -habla con timidez la joven, mostrando una de las mariposas doradas de la peluca, también trae una bolsa.

- ¿Por qué no volvieron? ¿Cómo podemos confiar que realmente están bien, que no los mataron y que no son enemigos? -interroga Gale con desconfianza, sin dejar de apuntar.

- Ellos están en mi departamento y clínica a doce cuadras de aquí. No pudieron volver porque empezó el toque de queda -explica el hombre-. Sólo los agentes de la paz y los médicos tenemos pase para circular por la calle después de las nueve.

- ¿Y ustedes son...? -Dejo la pregunta en suspenso, esperando que nos den más información. Tampoco dejo de apuntarles.

- Oh, no nos presentamos... ¿podrían bajar las armas, por favor? Estamos desarmados, este es sólo un maletín con insumos médicos... y un camuflaje para Finnick. -Abre el maletín, lo deja en el suelo y lo empuja con el pie levantando las manos, igual que la joven que traía la bolsa que contiene ropa también blanca. Gale y yo echamos un vistazo dentro y al ver que dice la verdad, bajamos los arcos.- Soy el doctor Quintus Pott... y ella es mi hija Uranía, mi asistente y enfermera. 

- Un doctor Pott me atendió las primeras semanas en el 13... y era más joven, pelo rubio -señalo algo desconfiada, ya que este hombre es algo mayor y tiene cabellos castaños aunque los mismos ojos verdes y nariz aguileña. 

- Mi hermano menor, Octavius -responde sin vacilar-, médico de la cabeza. Plutarch lo reclutó para llevarlo al 13 con su jefe, el doctor Aurelius. También me propuso irme allá pero decidí quedarme porque tengo familia, mi hermano es soltero, no tiene hijos. Además, como yo soy cirujano, puedo ayudar a los rebeldes que caen heridos acá. Y veo que tienen un par, éste luce bastante mal -agrega apuntando a Finnick con el mentón.

Nos movemos para dejarlo examinar a Finnick, otra vez inconsciente.

- Increíble, está casi irreconocible... si no fuera por el cabello color bronce, dudaría que fuera Finnick Odair -señala Uranía con voz suave, arrodillándose junto a él.

Quintus Pott también está arrodillado, tomando el pulso a Finnick, su hija le toma la temperatura, luego ella anota en una libreta que saca del maletín. El médico revisa sus heridas, la fractura del brazo, costillas, huesos, etc. Le ilumina con una pequeña linterna el ojo que puede abrir, levanta los vendajes y examina los puntos de las heridas embetunadas con antiséptico, palpa los hematomas. Cada vez que examina o toca algo, asiente con la cabeza repitiendo "humm", pero nada más. Me pongo más nerviosa a medida que pasan los minutos y no nos explica nada.

- ¿Y bien, doctor Pott? -pregunto ya impaciente.

- ¿Cómo está Finnick? -consulta Peeta.

- Sinceramente, no tengo un buen diagnóstico, chicos, lo lamento -expresa algo apesadumbrado-. Las heridas están bien tratadas con puntos y antiséptico al menos, el cabestrillo artesanal es algo rústico pero entiendo las circunstancias. No parece tener otros huesos rotos aparte de la clavícula y el húmero pero de todas formas sería bueno tomar radiografías. Cosa que no puedo hacer por ahora hasta que lo lleve a mi clínica privada, ahí puedo tratarlo mejor -señala rascándose la cabeza.

- ¿Y entonces... por qué dijo que no tenía un buen pronóstico? -pregunta Gale.

- Me preocupa el golpe de la cabeza, puede haber edema, acumulación de líquido, o una hemorragia interna... y eso es grave. Si el edema además va acompañado de hemorragia, aparte de inconsciencia o coma, puede dejar secuelas neurológicas.

- Necesitaría una tomografía cerebral, pero sólo en el hospital puede hacerse y no podemos llevarlo allí sin que lo reconozca el personal -agrega Uranía, mirando a Finnick y luego a Gale.

- Pero, algo podrá hacer por Finnick... no podemos dejarlo en ese estado -le imploro.

- Le daré una dosis de morfina por ahora, con eso resistirá la noche. Uranía y yo lo llevaremos a mi clínica y lo tendremos escondido ahí, lo trataremos lo mejor que podamos -me asegura-. No puedo hacer más por él. Hasta que ganemos la rebelión y pueda trasladarlo al hospital sin riesgos. 

Uranía prepara la jeringa y se la inyecta en el brazo derecho de Odair.  Visto a Finnick con el traje de agente de la paz más el casco que venían en la bolsa. Después el doctor y su hija tratan a Gale, aunque yo no lo considero tan necesario. El doctor Pott le pide desvestirse de la cintura para arriba, quiere auscultarlo. Veo que Uranía queda impresionada. Ya lo miraba mucho desde que llegaron pero en cosa de treinta segundos se vuelve toda amabilidad y sonrisas con mi amigo, coqueteando con Gale, diciéndole que es su rebelde favorito desde que salió en las propos y que tienen la misma edad. 

- Me gustan los chicos altos y morenos -le susurra muy cerca cuando el doctor está ocupado buscando algo en el maletín. 

Gale se sonroja un poquito, sonríe y le contesta:

- A mí me gustan las enfermeras de ojos azules. -Gale le sonríe.



Uranía está como tomate ahora... y yo también estoy roja pero de rabia que ella le esté coqueteando y que Gale le siga el juego, por lo que le doy un disimulado puntapié en el tobillo cuando ella enhebra una nueva aguja para suturar; quitó los puntos que yo puse argumentando que le iban a dejarle una fea cicatriz. Gale se queja y me mira enojado, yo me hago la tonta, como si fuera sin querer. Uranía no puede enhebrar bien el hilo por mirar a Gale, tras varios intentos lo logra y lo cose, con mucha delicadeza, como si fuera de porcelana. Se toma su tiempo desinfectando, embetunando y parchando a Gale, que sigue a torso descubierto. Al fin termina y se lo queda mirando como si fuera el único ser vivo en la habitación. El doctor está mejorando mi cabestrillo improvisado para trasladar a Finnick. Por último revisa las rozaduras en las muñecas de Peeta pero dictamina que no necesita más curación, que así estará bien. También tengo la impresión que Gale demora a propósito en vestirse, cuando él se gira un poco para tomar su ropa, Uranía ve las cicatrices de los latigazos y se lleva una mano a la boca, impactada. Luego toca su espalda acariciando la línea de una cicatriz con dedos temblorosos con la otra mano.

- Lo siento, Gale... siento que hayas tenido que pasar por eso -murmura, bajando la mirada.

- Ya pasó... fue... horrible, fue un dolor insoportable, me azotaron hasta que perdí el conocimiento -le cuenta y agrega-. Pero en ese entonces, también tuve una linda enfermera de ojos azules que me llevó morfina para soportar el dolor.

- Mi amiga Madge... su chica -le espeto yo, algo enfadada. 

- ¿Y qué pasó con ella? -pregunta Uranía, con curiosidad.

- No lo sabemos con certeza... pero sigo buscándola donde quiera que voy... -La voz de Gale se quiebra un poco, sus ojos brillan húmedos y saca la foto de Madge del uniforme, la foto que yo le di, donde Madge y yo sonreímos a la cámara .- Es ella... si la ves, dile que estoy bien y que estoy peleando por liberar a Panem, que la buscaré en cuanto termine esta maldita guerra. Ella sabe dónde iré a buscarla.


Al lago, supongo. Uranía asiente con cara triste, acomodando su pelo castaño claro. Pott indica que ya deben marcharse si quieren llegar pronto al refugio franco, su departamento donde mantiene la clínica clandestina para los rebeldes. Gale ayuda al doctor a subir a Finnick por la escala y luego lo meten acostado en el asiento trasero de un automóvil estacionado cerca de la tienda. Yo sigo la procesión, preocupada por Finnick pero también molesta por ver a Gale simpatizando con otra chica que no es Madge. Aunque tenga los ojos del mismo color. Nos despedimos en la puerta de la tienda y Tigris cierra nuevamente. 

Bajo al subterráneo con disgusto de escuchar a Uranía diciéndole a Gale que se cuide mucho, colgándose de su cuello. Sin embargo, se me quita de inmediato cuando me topo abajo con la mirada interrogante y dolida de Peeta, esposado al soporte. ¡Cómo pude olvidarme de Peeta! 



- ¿Se fueron ya? -Es lo único que pregunta, no obstante sus ojos parecen reprocharme mis celos hacia Uranía. Los músculos de sus brazos están tensos.

- Sí, ya se fueron, se llevaron a Finnick a la clínica de Pott. Estará mucho mejor allá -contesta Gale, sin captar la mirada rabiosa de Peeta.

No se me ocurre qué decir, miro a Peeta pidiéndole perdón con la mirada. Quisiera poder explicarle que Gale sigue siendo mi mejor amigo y él sigue siendo mi chico del pan, que sólo me molesté con Uranía y que Gale le siguiera el juego, dejando de lado a mi amiga Madge. Sólo eso. Pero soy pésima con las palabras. Gale pregunta si montamos guardia por turnos, le digo que ya no vale la pena y nos acomodamos para dormir en nuestros nidos de pieles. Poco después del amanecer, Cressida y Pollux regresan con las pocas noticias que han logrado obtener: por primera vez desde los Días Oscuros, los habitantes del Capitolio sufren la escasez y conocen los toques de queda. El descontento es generalizado. Finnick no ha mejorado mucho su condición, el doctor Pott intentará drenar el edema en su clínica ante la imposibilidad de llevarlo al hospital o enviarlo de vuelta al del 13. 

- ¿Te has puesto en contacto con Plutarch? -le pregunto a Cressida.

- No hay medios para hacerlo. Se imaginará que estamos en un refugio rebelde -señala alzando los hombros-. No te preocupes.

¿Preocuparme? Más bien me siento aliviada de no recibir órdenes ni tener que dar explicaciones. Estoy despierta sólo porque mi odio contra Snow me mantiene en pie, pasé muy mala noche soñando con todos los miembros del pelotón que han muerto siguiéndome en mi alocada misión. Decido confesar la verdad. Guardan silencio un buen rato, entonces Gale habla:

-Katniss, ya sabíamos que Coin no te había enviado a asesinar a Snow.

- Puede que tú lo supieras, pero los soldados del 13 no -contesto.

- ¿De verdad crees que Jackson se tragó eso que tenías órdenes de Coin? -me pregunta Cressida-. Claro que no, pero ella confiaba en Boggs y estaba claro que él quería que siguieras adelante.

- Nunca le dije a Boggs lo que pretendía hacer -espeto yo.

- ¡Se lo dijiste a toda la sala de Comando! -exclama Gale-. Fue una de tus condiciones para ser el Sinsajo: "Yo mato a Snow".

Lo veo como dos cosas distintas: negociar con Coin el privilegio de ejecutar a Snow después de la guerra y esta huida sin autorización por el Capitolio.

- Pero no así... ha sido un desastre absoluto -insisto.

- Creo que podría considerarse una misión altamente exitosa: nos hemos infiltrado en territorio enemigo, demostrando que es posible atravesar las defensas del Capitolio -contesta Gale-. También hemos logrado que nos saquen en televisión. Gracias a nosotros reina el caos en la ciudad y todos nos buscan.

Gale y Cressida tratan de convencerme una y otra vez, Pollux asiente para respaldarlos. Peeta es el único que no opina, ha estado callado desde anoche.

- ¿Y tú qué piensas, Peeta? -le pregunto al fin. 

Él enumera las personas que han muerto desde nuestros primeros Juegos, apuntando luego que sus vidas le pertenecían a Snow y que eran sólo peones... pero que sus muertes cobrarán sentido una vez que yo lo mate, entonces ya no serán piezas de su juego.

- Creo que sigues sin darte cuenta. No tienes idea del efecto que ejerces en los demás. -Saca las esposas de su soporte y se sienta.- Ninguna de las personas que hemos perdido eran idiotas, sabían lo que hacían. Te siguieron porque de verdad creían que podías matar a Snow.

No sé por qué su voz me llega cuando las demás no me hacen eco. Tiene razón; sólo hay una forma de pagar la deuda que he contraído con todas esas personas. Con energías renovadas, saco mi mapa de papel y lo extiendo en el suelo.



Cressida me ayuda a ubicarme: estamos a cinco manzanas, una corta distancia a pie, del Círculo de la Ciudad y la mansión de Snow. Las vainas han sido desactivadas por la seguridad de los residentes. Cressida y Pollux además indican que nadie los reconoció esta mañana cuando abandonaron el departamento de Pott, aunque se taparon bien los rostros con bufandas. Al menos el frío invierno nos ayudará a camuflarnos, sobre todo con algún accesorio peludo de la tienda de Tigris. La ropa de piel es un bien preciado por estos días. Sin embargo, lo que necesitamos es sacar a Snow de la mansión a un espacio abierto donde Gale y yo podríamos dispararle fácilmente. El problema es que el presidente se ha mantenido dentro de su palacio desde que Finnick ventiló sus crímenes y la vigilancia ha aumentado en la ciudad. Haría falta algo rayano en lo milagroso para sacarlo siquiera al balcón donde presidía el desfile y recibía a los tributos. Propongo entregarme, ya que en tal caso, Snow haría de mi ejecución un espectáculo público y Gale podría abatirlo desde la multitud. Pero Peeta me hace ver que hay finales alternativos como que me torturen o ejecuten en privado, con Snow dirigiendo todo desde adentro, y que expongan mi cadáver en la puerta como escarmiento a los rebeldes. 


Temprano por la tarde comemos de las últimas latas que nos van quedando, reservando unas pocas, y seguimos discutiendo un plan para atraer a la serpiente fuera de su nido. Pero sólo conseguimos un dolor de cabeza de tanto pensar y discurrir. Al final de la tarde oímos a Tigris cerrar su local y nos llama para comer algo. Sobre el mostrador hay media botella de mostaza, una cuña mohosa de queso y trozos de pan rancio. Recuerdo que no todo mundo tiene el estómago lleno ni siquiera en el Capitolio y me siento obligada a rechazar su comida diciendo que aún nos queda un poco. Pero ella refuta mis objeciones, está tan metida en su personaje que asegura comer muy poco y sólo carne cruda. Rascamos el moho al queso, repartimos todo en partes iguales. Le he quitado las esposas a Peeta para comer aunque él no estaba de acuerdo; la verdad, hoy apenas hemos hablado y sólo del plan para matar a Snow. El romance parece haberse esfumado. Es como si fuéramos dos simples conocidos tramando una estrategia en común. Añoro sus besos y abrazos, pero él evita incluso mi mirada. Cuando estábamos abajo, le lanzaba miradas de celos apenas contenidas a Gale, tensando músculos y apretando los puños para provocarse daño con las esposas. 

Mientras cenamos, vemos las últimas noticias del Capitolio: el gobierno ha descubierto por fin que quedamos seis vivos y la recompensa por capturarnos se ha multiplicado. No hay propos rebeldes hoy. 

- Dudo que Coin sepa qué hacer conmigo ahora que ha descubierto que sigo viva -declaro.

- Nadie sabe qué hacer contigo, nena -replica Tigris dejando escapar una risa profunda.

Abajo, seguimos devanándonos los sesos para dar con un plan efectivo. Lo único en que estamos de acuerdo es que no podremos seguir todos juntos afuera y que deberíamos intentar infiltrarnos en la mansión antes de probar usarme como cebo. Acepto esto último para no discutir más, si decido entregarme, no requiero autorización de nadie. Cambiamos vendas, esposamos a Peeta de nuevo al soporte y nos acostamos a dormir, tan cansados como si hubiéramos estado en combate real. Unas horas más tarde despierto y oigo una conversación entre Peeta y Gale. Imposible no cotillear.

- Gracias por el agua -dice Peeta.

- No es nada -replica Gale-. De todas formas, me despierto unas diez veces cada noche. 

- ¿Para asegurarte que Katniss siga aquí?

- Algo así. 

Silencio y luego Peeta habla otra vez:

- Fue gracioso lo que dijo Tigris: que nadie sabe qué hacer con ella.

- Nosotros nunca sabíamos qué hacer con ella... bueno, al principio.

Los dos se ríen. Qué raro es oírlos hablar así, casi como amigos, cosa que no son, nunca lo fueron; aunque tampoco son exactamente enemigos. Si se conocieron fue por mí.

- Todavía te quiere, ¿sabes? -señala Peeta-. Prácticamente me lo dijo después de tus latigazos. Y ahora estaba celosa de esa chica.

- No te lo creas -responde Gale-. En la escuela igual era celosa con las chicas que me miraban, las fulminaba con la mirada. Es posesiva, pero nunca hubo algo romántico entre los dos. Al menos, no al nivel de lo que siente por ti. 

"Nos besamos un par de veces porque nos sentíamos solos o por estar confundidos... y viendo cómo te besó sobre la alcantarilla o en el Vasallaje... bueno, a mí nunca me besó así -admite, certero como siempre.

- No era más que parte del teatro -asegura Peeta, pero noto que duda.

- ¿Y la boda secreta también fue parte del teatro? -bromea Gale, seguro que con una sonrisa algo irónica en los labios, siempre la pone cuando bromea o piensa que el otro se equivoca-. ¿Que Catnip se volviera histérica cuando golpeaste el campo de fuerza? ¿Que se lanzara a tus brazos cuando te rescatamos? 

- No, eso fue real. Pero justo ahora, cuando creía que teníamos una nueva oportunidad... Katniss se pone furiosa porque una chica bonita te coquetea -expresa con voz triste.

- Ya te dije: es posesiva con quienes le importan, Catnip ha sido siempre así. Si un chico pusiera los ojos en Prim, cosa que ocurrirá pronto de todas formas, va a reaccionar igual. 

Peeta parece asimilar esto (yo también, una vez más, Gale ha dado en el clavo, soy posesiva), porque hay otro silencio. 

- ¿Crees que aún quiera estar conmigo, siendo como soy ahora? -pregunta Peeta con la voz algo temblorosa, lleno de dudas. 

Me duele. Quisiera darme la vuelta, mirarlo y gritarle que lo amo pese a todo. Que estoy dispuesta a luchar por sacarlo de las tinieblas que todavía enmarañan su mente. Pero me quedo quieta y sigo escuchando la conversación.

- Te la ganaste, Peeta. Lo diste todo por ella. Quizás era la única forma de convencerla que la amas. -Gale se calla un momento.- Si me hubiera presentado voluntario por ti en los primeros Juegos para protegerla...

- ¡No podías hacer eso! Ella nunca te lo habría perdonado -exclama Peeta interrumpiéndolo-. Tenías que cuidar de su familia, le importan más que su propia vida.

- Es cierto, me alegro en cierto modo de no haberlo hecho... porque en ese caso, no habrían existido los amantes trágicos del Distrito 12, Catnip no habría sacado las bayas... y no habríamos tenido esta rebelión para derrocar a Snow -dice Gale y añade-. Y yo nunca habría estado con Madge... ella fue lo mejor que me pasó junto a Candance y...

Siento que se le quiebra la voz. Y a mí se me quiebra el corazón de ver sufrir a los dos chicos que tanto me importan. Así que me levanto y les hablo:

- Gale, encontraremos a Madge... cueste lo que cueste, lo prometo. - Le doy un abrazo y acaricio su espalda, consolándolo mientras llora cabeza gacha.- Peeta, yo te amo... te amo desde que te conocí, desde que estábamos en la cueva o quizás incluso desde que me lanzaste el pan. Siento mucho haberme demorado tanto en comprenderlo y aceptarlo, sólo me quedé atorada en el camino.

Cuando termino la frase también estoy llorando.



  - ¡Pues qué camino tan largo tomaste! ¿No había un atajo? -replica Peeta, sonriéndome, irónico y divertido pero sin burlarse.   

Lo abrazo y nos besamos. 

- Deberíamos intentar dormir. -Gale bosteza y se mete en su cama de pieles.

Yo arrastro la mía hasta el lado de Peeta, saco la llave para quitarle las esposas pero el niega con la cabeza. Sólo lo desengancho del soporte para que pueda dormir más cómodo y me acurruco a su lado. Lo necesito. Hace tanto tiempo que no dormíamos así, mi cabeza en su pecho, oyendo los latidos firmes, regulares de su corazón hasta quedarme dormida plácidamente, sin pesadillas.

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