Sinsajo Herido

By TallerDeLuzArtesana

42K 2.6K 802

Katniss y Peeta ya son marido y mujer, van juntos al Vasallaje de los Veinticinco y enfrentan la muerte una v... More

Nota de la Autora
Capítulo 1: Aliados.
Capítulo 2: Tenemos Nuevos Aliados
Capítulo 3: Mutos
Capítulo 4: Tic-Tac, Esto es un Reloj
Capítulo 5: ¿Qué Rayos Pasa Aquí?
Capítulo 6: Besos y Pasión en la Arena.
Capítulo 7: Yo te Necesito...
Capítulo 8: El Rayo
Capítulo 9: En Recuperación y Adaptación
Capítulo 10: Alma Coin
Capítulo 11: Fugitivos
Capítulo 12: ¿Qué fue de ti...?
Capítulo 13: Gale & Madge
Capítulo 14: Cenizas, Silencio y Desolación
Capítulo 15: El Recuerdo de Rue
Capítulo 16: Distrito 8
Capítulo 17: El Sinsajo
Capítulo 18: ¡Estás Vivo!
Capítulo 19: ¿Qué te han hecho?
Capítulo 20: Segunda Fuga
Capítulo 21: Problemas y Rescate I
Capítulo 22: Enjaulada en el 13
Capítulo 23: La Advertencia
Capítulo 24: Rescate II
Capítulo 25: Escape en Llamas
Capítulo 26: Tú Saltas...
Capítulo 27: La Revelación
Capítulo 28: Prisionera
Capítulo 30: Sinsajo Herido
Capítulo 31: Boda
Capítulo 32: Rumbo al Capitolio
Capítulo 33: Escuadrón 451
Capítulo 34: ¿Real o No?
Capítulo 35: Atrapados
Capítulo 36: Quédate Conmigo
Capítulo 37: Peeta vs Gale
Capítulo 38: Fuego Cruzado
Capítulo 39: Dudas
Capítulo 40: La Ejecución
Extra + Agradecimientos

Capítulo 29: ¡Lo Pagarás...!

886 60 39
By TallerDeLuzArtesana


Nota: Siento mucho la demora en actualizar, me estanqué y tuve muchas cosas que hacer, ni siquiera pude ir de vacaciones. En fin, aunque no me satisface del todo, acá está el capítulo... he puesto diálogos que considero muy importantes para la trama. Además, quedó más largo que los otros, valga como compensación por la larga espera. ¿Qué les parece este nuevo formato con videos/imágenes insertos en el texto? A mí me gusta, lo que no me gustó fue el texto más angosto.

__________________________________________________________

Lo que me inyectaron debe ser potente, porque ha pasado un día cuando logro despertar del todo, aunque no dormí nada de bien. Tuve varias pesadillas angustiantes, una de las que más recuerdo es Peeta controlado por Snow pero llevándose a Prim, la encerraban y luego ella tenía que soportar torturas físiscas y psicológicas como escuchar gritros y bombas por los parlantes. Despierto sudando. Haymitch está sentado en una silla junto a mi cama; el rostro marchito y los ojos inyectados en sangre, ojeroso, creo que no ha dormido. Recuerdo lo de Peeta y me pongo a temblar otra vez. Él me aprieta el hombro.

- Tranquila, vamos a traer a Peeta de vuelta y le sacarán el chip.

- ¿Qué?

- Eso, Coin habló con los médicos y hay posibilidades de sacarle el implante sin correr demasiado peligro... y que vuelva  a ser el de antes.

- ¿A qué le llaman "sin correr demasiado peligro"? -pregunto dudando un poco.

- No lo sé, preciosa, yo no soy médico. Sólo te estoy repitiendo lo que se dijo en la reunión de ayer. 

- ¿Qué más dijeron en esa reunión?

- Coin va a enviar un equipo de rescate, uno profesional esta vez. Plutarch tiene gente dentro del Capitolio y le confirmaron que Peeta está en la mansión presidencial... pero sacarlo va a salir caro. 

Tomo un vaso de agua y lo miro sin digerir bien lo último.

- ¿A qué te refieres con que "nos saldrá caro"?

- Perderemos infiltrados, puede que muera gente -responde encogiéndose de hombros-. Pero toma en cuenta que en una rebelión, mueren todos los días y todos estuvimos de acuerdo. Es la misma elección que hicimos en la arena, hacer lo que haga falta por mantenerte en buenas condiciones. No podemos perder al Sinsajo ahora y tú no puedes seguir adelante sabiendo que Snow la tomará contra Peeta. 

Una enfermera viene a chequear mi temperatura, presión y pulso. Cuando se va y descorre un poco la cortina, veo a alguien tumbado en la camilla de al lado. Y de inmediato sé quién es.

- ¿Gale? -pregunto atónita, al ver esas largas piernas que sobresalen del extremo inferior de la camilla y que sólo pueden ser suyas.

Sí, Finnick está más allá también, los dos durmiendo mientras les dure el sedante -Haymitch apunta a otra persona dopada en otra cama-. Estallaron después de sedarte a ti. Finnick empezó a decir que Snow también le quitó a sus seres queridos... y a tu amigo le bajó el ataque de llanto por Candance y Madge, echándome la culpa a mí y al Capitolio por perderlas -aunque no es gracioso, yo sonrío un poco al saber que no fui la única que perdió el control-. Sí, fue una toma excelente, ustedes tres gritando histéricos, hubo que echar mano a las repeticiones y otras grabaciones que en un principio se habían desechado -termina de explicar.

Una muy alterada Annie irrumpe en escena, llamando a voces a Finnick hasta que lo encuentra insconciente. Le toma la mano y le acaricia el cabello color bronce.

- ¡Él no puede ir! ¡No lo dejaré ir! -grita descontrolada- ¡Es una misión suicida! ¡Los matarán!

Haymitch y un enfermero se la llevan a otro lado, intentando calmarla. Gale se ha despabilado un poco al escuchar a Annie pero Finnick sigue tumbado boca abajo, las manos bajo la almohada. Aunque es una crueldad despertarlos de la bruma del sedante, los remezco porque me siento muy sola sin su apoyo y compañía.

- ¡Hey, Catnip!

- ¡Hey, Gale!

- Bonita propo... deberíamos dedicarnos a esto profesionalmente -suelta Gale, todo despeinado, yo le sonrío.

Entra un médico y le da el alta a Gale, pero no a Odair y tampoco a mí, lo que nos hace protestar porque nos parece injusto. El doctor nos replica que Gale no fue golpeado por un rayo ni sufrió conmoción cerebral. Tampoco está mentalmente desorientado. En realidad, Gale es el más flemático de los cuatro y me cuesta creer que haya perdido el control, porque en general, la desquiciada y desequilibrada soy yo. Sobre todo ahora, después que Snow  convirtió a Peeta en su lacayo, me hizo creer que había bombardeado el 13 y me enviara todas esas rosas. 

- Ustedes todavía no están bien, necesitan más tiempo de recuperación y les tomaremos unos exámenes -explica el doctor-. El soldado Hawthorne sólo tuvo un colapso nervioso pasajero; además, me pidieron darle el alta porque requieren su presencia en Comando -le informa a Gale, que asiente y se viste.

- Nos vemos luego... no hagan locuras, ¿vale? -Gale nos mira y se despide con una media sonrisa pero cuando ya ha salido, se da media vuelta, se esfuerza en sonreír de verdad y me hace la señal de nuestro distrito, que yo le devuelvo sonriendo también.

Un rato después aparecen dos enfermeros que nos llevan en camillas a tomarnos un scanner, para ver cómo están nuestros perturbados cerebros. Es demoroso y luego hay que esperar los resultados y mientras tanto nos dejan en observación, de vuelta a la misma sala del hospital. Mientras estamos almorzando, nos visita Johanna trayendo su bandeja. Ya me preguntaba por ella. Finnick se conmueve cuando la ve con la cabeza rapada y algunos moretones. Se abrazan sin decir nada. 

- Así que aquí estamos los tres de nuevo... de vuelta en el hospital -proclama con una sonrisa irónica.

- De vuelta al principio -digo, recordando cuando llegamos al 13 malheridos y conmocionados.

- Aquí estamos los tres chiflados otra vez -sonríe Finnick.

- ¿Algún brillante plan para fugarnos, descerebrada? -me pregunta Mason.

- Ya no se me ocurre nada... pero van a ir por Peeta y le van a sacar el implante del cerebro...

- Sí, ya me contaron que habrá un "rescate oficial" esta vez -comenta Johanna.

- ¡Entonces tenemos que ir!... ¡tenemos que ir por Peeta, es nuestro amigo! Bueno, tú mejor te quedas, Katniss, él puede atacarte aún y tú Johanna, te quedas con ella, no te ves muy bien que digamos... -suelta Finnick de un viaje, como si tuviera un gran apuro, se levanta de la cama y camina hacia la puerta diciendo-: Iré a despedirme de Annie y los alcanzaré... cuiden a Annie, por favor.

- Finnick... ¿y si te pones pantalones? -le hago notar cómo va vestido... 

O desvestido. Él se mira las piernas como si se diera cuenta por primera vez de lo que lleva puesto, se quita el camisón hospitalario y se queda en ropa interior.

- ¿Por qué? ¿Es que esto -añade, poniendo una pose provocativa muy ridícula- te distrae?

No puedo evitar reírme porque tiene gracia, y más gracia todavía por lo incómodo que parece el enfermero de turno que viene a retirar las bandejas vacías. Además, me hace feliz ver que Finnick suena como el chico que conocí en el Vasallaje de los Veinticinco.

- Es que tengo sangre en las venas, Odair -digo, fingiendo que me sonrojo y Johanna sólo suelta una risita cómplice y traviesa. 

- Katniss, ¿quieres que te seden de nuevo hasta que termine todo? -me pregunta Haymitch que acaba de entrar. 

No está bromeando, lo dice en serio, lo dice un hombre que se ha pasado más de media vida anestesiado con alcohol para soportar las presiones y crímenes del Capitolio, desde que ganó el segundo Vasallaje a los dieciséis años. Nunca antes me había preguntado por la familia de Haymitch o sus amistades, tomando por supuesto que sus amigos eran únicamente otros mentores... pero ahora recién me pregunto por sus familiares, padres, hermanos, quizás tendría una novia... ¿dónde están? ¿cómo es posible que, hasta que Peeta y yo le caímos encima, no hubiera nadie más en su vida? ¿qué les haría Snow?

- No, quiero ir al Capitolio... queremos ir y formar parte de la misión.

- Ya se fueron -responde Haymitch.

- ¿Hace cuánto? Podríamos alcanzarlos, Gale sabe pilotar naves, todavía podemos darles alcance y... -empieza Finnick, aún en calzoncillos.

Haymitch nos mira a los tres, pero no hay burla ni sarcasmo en su voz o en su mirada, sólo compasión y pena. La verdad, no estamos en la mejor forma (ni mental ni física) para enfrentarnos a las fuerzas de Snow.

- No, no es posible -señala meneando la cabeza-. Los tres son demasiado valiosos y están demasiado vulnerables. Incluso se habló de enviar a Katniss a otro distrito para distraer al Capitolio, hacerles creer que ibas a alentar a los rebeldes en otro enfrentamiento pero luego se abortó la idea cuando vieron que estás muy sensible. Johanna no está en buena forma, sólo basta mirarla... y tú Finnick, ya has hecho bastante y Annie no quiere que vayas, cuando te fuiste la otra vez dejando una nota, ella tuvo crisis y hubo que sedarla por horas... fue muy duro para Annie, no creo que resista que te vayas otra vez... 

- Lo sé y fue duro irme esa vez, dejarla... pero no puedo quedarme aquí sentado mientras los demás van al Capitolio a luchar -contesta Finnick.

- Boggs pidió un equipo de voluntarios y ya está completo, ya deben ir sobrevolando el 12 ó el 11 -replica Haymitch.

- Bueno, si Boggs lo dirige, es una ventaja -opina Johanna.

-¿Voluntarios? -pregunto alarmada, porque algo hace click en mi todavía embotado cerebro. 

- Sí, Boggs lo maneja muy bien, tiene un buen equipo de voluntarios... yo me ofrecí pero él fingió no ver mi mano agitándose en el aire, eso habla de su buen criterio -dice en tono de bromear.

Algo va mal. Lo presiento. Haymitch se está esforzando en animarme y ver el lado positivo... y ése no es su estilo. De repente, las imágenes y palabras se rebobinan y aparecen en mi mente. Annie, preocupada por Finnick, gritando desesperada que es una misión suicida; el doctor firmando el alta a Gale e informando que lo requieren en Comando... Gale, sonriendo y haciendo la señal de despedida del 12. Él debe haber estado al tanto de la misión. 

- Bueno... ¿y quiénes más se ofrecieron voluntarios? -pregunta Odair.

- Creo que siete en total -responde Haymitch evasivo.

- ¿Dónde está Gale ahora? -pregunto alarmada, al darme cuenta.

- Ya lo sabes, Katniss... sabes perfectamente que odia el Capitolio por lo que le han hecho... ya sabes quién fue el primero en ofrecerse para la misión. 

Claro que lo sé. Gale se ha ido. Por eso se despidió de mí. 

"Es una misión suicida... ", las palabras de Annie se repiten con insistencia en mi cabeza. Intento imaginarme un mundo en el que no existan las voces de Gale y Peeta, en el que sus manos se queden quietas, en el que sus ojos no parpadeen más. Trago saliva y me quedo sin habla un buen rato. Hoy podría perderlos a los dos... para siempre. Empiezo a llorar en silencio, las lágrimas corren por mi cara y las limpio con mis torpes dedos, hasta que tengo que cubrirme la boca con las manos porque me da un ataque de hipo y llanto. Haymitch vuelve a ofrecerme una inyección con sedantes para dormirme hasta que regresen... con buenas o con malas noticias.

Muevo la cabeza, rechazando la oferta, aunque sé que Haymitch me la ha hecho con la mejor de las intenciones. 

- No, no quiero... no quiero seguir dopada... tiene que haber algo que yo pueda... que nosotros podamos hacer -gimoteo con la voz entrecortada-. No nos pueden tener dopados y drogados, no podemos estar sin hacer nada... 

- Exacto, la descerebrada tiene razón... somos los rostros estrellas, algo podremos hacer.

- Haymitch, algo podemos hacer aparte de estar aquí esperando... -insiste Finnick.

- ¡Por favor, Haymitch! -exclamo yo suplicando-. Tengo que hacer algo, no puedo quedarme sentada a esperar si viven o mueren. ¡Tiene que haber algo!

- Está bien, voy a hablar con Plutarch... quédense aquí.

Pero no podemos obedecer. Nos vestimos y esperamos en el comedor. Salimos del hospital con tanta determinación que nadie intentó detenernos. Plutarch nos encuentra ahí. Finnick haciendo nudos; Johanna parándose, sentándose, paséandose de un lado a otro. Yo, jugando con la perla, rodándola por la superficie de la mesa. Hay un trabajo para nosotros, si logramos recomponernos para las cámaras. Todavía falta grabar la propo desmintiendo el bombardeo y demostrando que estamos vivos. 

- Si podemos grabarlo en las próximas horas, Beetee lo retransmitirá hasta el rescate y, con suerte, mantendrá al Capitolio atento a otra cosa.

- Sí, una distracción -replica Finnick-, una especie de señuelo.

- Lo que en realidad necesitamos es algo tan absorbente que ni siquiera el presidente Snow sea capaz de apartarse del televisor. ¿Se les ocurre algo así?

Los tres lo pensamos unos segundos y asentimos casi al mismo tiempo. Tener un trabajo que pueda ayudar a la misión me vuelve a centrar. Snow debe creer que estoy destruida luego de lo que le ha hecho a Peeta, de torturarme psicológicamente y de lanzarme esas rosas, pero gritar un par de líneas rabiosa y desafiante a la cámara no servirá de gran cosa. Y lo que requiere tiempo son las historias. Así que mientras Effie me arregla pelo y cara con rapidez para la cámara, pienso en lo que voy a decir. Tiene que ser algo que emocione y conmueva a la gente, como cuando le conté sobre Lady a Peeta en la cueva o cuando él me confesó que estaba enamorado de mí desde primer año. A la gente del Capitolio y en los distritos les encantó, me dijeron que la audiencia televisiva batió el record esa vez. Cuando llegamos a la superficie, me siento en el pilar donde tuve la crisis, pero antes le digo a Cressida que me pregunte por Peeta. 

- ¿Cómo conociste a Peeta?, quiero decir, antes de ser tributos, ¿se conocían previamente?

- Cuando conocí a Peeta, yo tenía once años y estaba casi muerta. Aunque nunca habíamos hablado, sí nos conocíamos porque íbamos en la misma clase, pero no interactúabamos, yo ni siquiera me daba cuenta que él me miraba, no teníamos motivos para hablarnos, era un curso muy numeroso. Yo no hablaba con nadie. Excepto con mi amiga Madge, pero con él... nunca habíamos hablado. La primera vez que hablé con Peeta, fue en el tren a los Juegos.

- Pero él ya estaba enamorado de ti.  

- Supongo -respondo esbozando una sonrisa.   

Hablo sobre aquel terrible día que intenté vender ropa de bebé bajo la lluvia, sobre cómo la madre de Peeta me echó de la puerta de la panadería y sobre cómo él se llevó una paliza por llevarme los panes que nos salvaron la vida.

Enseguida Cressida me pide que hable de cómo sobrellevo estar separada de Peeta luego de haberlo rescatado de los calabozos, qué sentí cuándo él me llevó paralizada al Capitolio, a los mismos calabozos y me torturaron haciéndome creer que el 13 fue bombardeado. Tomo aire y voy relatando todos los esfuerzos hechos por liberar a Peeta, a Effie, la decepción de Gale por no encontrar a Madge; cómo Peeta y yo tuvimos un breve momento de felicidad juntos hasta que Snow activó el chip implantado en su cerebro para que se volviera en mi contra. Por cierto, también dejo muy en claro que el bombardeo y la muerte masiva del 13 fue una falacia igual que hace setenta y cinco años. Que seguimos vivos, todos. 

Johanna se posiciona frente a la cámara. La verdad, no sé qué esperar, ¿una historia de amor juvenil? ¿un relato de los abusos con los leñadores? Pero Johanna comienza su relato recordando cuando fue coronada vencedora y toma un rumbo diferente.

"Me negué a los requirimientos de Snow y sus lacayos... querían mi cuerpo y dije que no. Dos días después, mi padre murió en un accidente bastante confuso, que nunca se aclaró. Él cargaba troncos, su trabajo era apilar los troncos sobre los camiones que los transportaban de las colinas al aserradero. Llevaba años haciendo el mismo trabajo, era muy cuidadoso en amarrar y asegurar bien cada tronco, uno sobre otro. Por eso mi familia y yo dudamos mucho cuando nos avisaron que la carga le cayó encima porque estaba mal estibada. Después de eso tuve que aceptar pero el tipo, a quien Snow pagó un favor con mi cuerpo, estaba tan borracho que, antes del sexo, me confundió con saco de boxeo y empezó a golpearme una y otra vez. No sé de dónde saqué fuerzas y lo empujé fuera del cuarto, se golpeó la cabeza con el barandal de la escalera y cayó muerto. Al día siguiente, el resto de mi familia pagó mi osadía, mi madre fue ejecutada, bajo cargo de traición, y mi hermana menor convertida en avox. Se suicidó tres meses después... o eso me dijeron... de a poco el resto de mi familia fue desapareciendo; cuando Snow ya no tenía a nadie que usar contra mí, pude librarme de ser canjeada a cambio de favores, pude decir que no. Esperaba que me mataran por negarme, pero me dejaron viva como escarmiento y como ejemplo a los demás vencedores. 

Cuando estuve prisionera en el Capitolio, Snow ya no tenía nada más que quitarme, excepto mi dignidad: me raparon, me daban sobras rancias de comer burlándose que habían orinado y escupido en ellas, no tenía baño ni toallas higiénicas, a veces me dejaban desnuda durante horas... me abusaron sexualmente, me violaban hasta rebajar mi dignidad a cero.

Llevo años esperando la oportunidad de derrocar a ese maldito cobarde, que manda a otros a matar para no ensuciarse él las manos, aunque de todas formas las tiene teñidas de sangre. Sangre de nuestros niños, cosechados para matarse unos a otros; sangre de nuestros distritos oprimidos con esclavitud, hambre y miseria... ¡ya basta! ¡Snow tiene que pagar! ¡súmate a la rebelión y haz que lo pague!"

Es primera vez que escucho a Johanna hablar tanto... y cosas tan íntimas. Al lado de Johanna, mi relato parece demasiado almibarado, como miel sobre hojuelas, en comparación con el suyo. A todos les encantó la historia del pan, pero lo que tienen que contar Johanna y Finnick es mucho más interesante; ahora Odair cuenta su experiencia, no menos conmovedora.

"El presidente Snow solía... venderme... vender mi cuerpo, quiero decir"; empieza con voz monótona y distante. "Y no fui el único. Si pensaban que un vencedor era deseable, el presidente Snow lo ofrecía como recompensa o permitía que lo comprasen por una cantidad de dinero exorbitante. Si te negabas, mataba a algún ser querido, como le ocurrió a Johanna... así que lo hacías".

Entonces, eso explica el desfile de amantes de Finnick en el Capitolio. No eran amantes de verdad, sino gente como Cray, que compraba chicas desesperadas para devorarlas y desecharlas... porque podía hacerlo. Quisiera pedirle perdón a Finnick por todas las ideas equivocadas que tenía sobre él, pero no interrumpo la grabación, porque necesitamos tener suficiente material para distraer al Capitolio y me parece que los papeles de Johanna y Finnick serán mucho más eficaces que el mío.

"No fui el único, aunque sí el más popular. Y quizás el que estaba más indefenso, ya que la gente a la que quería también lo estaba. Para sentirse mejor, mis clientes me regalaban dinero y joyas, pero yo descubrí una forma de pago mucho más valiosa. Secretos. Y por eso será mejor que permanezcas atento, presidente Snow, porque muchos de ellos son sobre ti. Sin embargo, empecemos con algunos de los demás".

Odair teje un tapiz tan rico en detalles que no se puede dudar de su autenticidad. Historias sobre extraños apetitos sexuales, traiciones del corazón, codicia sin límites y sangrientos juegos de poder. 

"Y ahora vamos con nuestro buen presidente Coriolanus Snow. Era un hombre muy joven cuando alcanzó el poder y fue lo bastante listo para conservarlo. Se preguntarán cómo lo logró. Pues sólo hace falta que les diga una sola palabra, con eso basta: veneno".

Finnick se remonta a la ascención política de Snow, de la que no sé nada, y avanza hasta el presente señalando caso tras caso de muerte misteriosa de sus adversarios o peor, de aliados que podían llegar a convertirse en una amenaza. Gente que cae muerta en un banquete o que muere poco a poco de manera inexplicable, empeorando con el paso de los meses. Se le echa la culpa a un marisco en mal estado, un virus escurridizo o una debilidad de la aorta de la que no se tenía noticia. Snow bebe de la copa envenenada para evitar las sospechas, pero los antídotos no siempre funcionan, por eso lleva rosas que apestan a perfume, para tapar el hedor de las llagas de la boca, que nunca se curan. Dicen que habría envenenado a su propia esposa, que amenazó con delatarlo. Dicen, dicen, dicen... que Snow tiene una lista y nadie sabe quién será el siguiente. 

Veneno, el arma perfecta para una serpiente. 

Cuando Finnick termina, todos están tan impactados, que siguen grabando y él mismo tiene que decir: "Corten". Cressida y su equipo se apresuran a ir a editar el material para transmitirlo.

- ¿Es lo que te pasó a ti? -le pregunto a mi mentor.

- No. Mi madre y mi hermano pequeño. Mi chica. todos murieron dos semanas después de que me coronaran vencedor. Para castigarme por mi truco con el campo de fuerza. Snow ya no tenía a nadie que usar contra mí.

- Me sorprende que no te matara y ya está.

- Oh, no, yo era el ejemplo, la persona que mostrar a los jóvenes como Finnick, Johanna y Cashmere. Así sabrían lo que le pasa a un vencedor que causa problemas. Pero él sabía que ya no tenía nada que usar contra mí. 

- Hasta que llegamos Peeta y yo -digo en voz baja. 

El destino de Johanna y Finnick, ¿pudo haber sido el mío? ¿por qué no? Snow habría sacado un buen precio por la chica en llamas. Bajamos a Comando pero no nos dejan entrar con la excusa que están tratando algo importante y confidencial. Así que nos vamos al comedor, porque es la hora de la cena pero más bien le doy vueltas a la comida en el cuenco. Los del 13 nos miran con lástima, pero algunos de mis conciudadanos del 12 cruzan hasta mi mesa para darme ánimos o unas simples palmadas en el hombro. Sae, mi madre y Prim intentan hacerme comer, sin éxito. Luego vienen Thom y Bristel, amigos de Gale en el colegio y en la mina, para animarme. Termina el turno y todos se van pero nosotros seguimos acá y nadie nos echa porque ya no hay más turnos de cena. Annie y Finnick nos enseñan a Johanna y a mí a hacer nudos para mantener la mente ocupada, recuerdo que era la distracción de Finnick antes que la rescataran a ella. 

Sin palabras, haciendo nudos, tic toc, esto es un reloj, sin palabras, haciendo nudos, tic toc, sin pensar en Peeta, sin pensar en Gale... 

Vamos a Defensa Especial a ver las propos y seguir el rescate por comunicación interna.

De repente, perdemos el contacto y Voltios pierde también el control de la transmisión que había logrado manejar, dominando las ondas y manteniendo al país entero pegado a la pantalla con nuestros relatos. Le pido que me transmita, con la esperanza que Snow esté viendo y así hablar con él para darle más tiempo al equipo de rescate, con el que seguimos incomunicados.

- Mi querida señorita Everdeen, es un honor... supongo que no me llama para agradecerme por las rosas -contesta Snow luego de varios intentos, al fin tengo su atención.

Le digo que yo jamás quise una guerra, ni siquiera estar en los Juegos, que sólo quería mantener a mi hermana y a Peeta con vida.

- Libere a Peeta y tómeme a mí.

- Señorita Everdeen, ya pasó el momento para los sacrificios nobles. Son las cosas que más amamos, las que más nos destruyen... quiero que recuerde que dije eso. ¿Cree que no sé que sus amigos están en mi mansión ahora? Corten...

Y la pantalla se va a negro otra vez.

- ¡Es una trampa, es una trampa! ¡Él lo supo todo el tiempo! -exploto al darme cuenta que ha jugado conmigo otra vez- ¡Los perdí a los dos esta noche! -grito desesperada.

Haymitch me abraza y me consuela mientras yo sollozo histérica. No soporto la idea de perderlos a ambos.

Johanna vuelve al hospital, algunos se van a dormir, Finnick escolta a Annie a su compartimento y luego vuelve conmigo al comedor. Yo perfecciono mi lazo en miniatura y oigo las palabras de El Árbol del Ahorcado en mi mente. Gale y Peeta. Peeta y Gale.

- ¿Te enamoraste de Annie desde el primer momento, Finnick? -le pregunto.

- No -responde él luego de unos segundos y añade-: los sentimientos aparecieron casi sin darme cuenta. 

Es lo mismo que me ocurrió con Peeta, me enamoré de a poco sin darme cuenta. Y a Gale le pasó lo mismo con mi amiga Madge. Aunque de momento, la única persona por la que siento algo muy claro es Snow. "¡Lo pagarás!", proclamo en mi mente. Debe ser más de medianoche cuando Haymitch aparece y anuncia:

- Han vuelto. Nos reclaman en el hospital -me informa, abro la boca para hacer un montón de preguntas, pero él me corta con un-: Es lo único que sé.

Corro por los pasillos, tomo el ascensor, casi sin darle a tiempo a Haymitch de seguirme, me alcanza acezando en el elevador y llegamos al hospital. Hay un caos de médicos gritando órdenes y yendo de allá para acá. A través de una puerta veo de reojo a Gale , desnudo hasta la cintura y sudando a chorros mientras un médico le saca algo del omóplato con unas pinzas muy largas. Herido pero vivo. Lo llamo y lo abrazo, él no me dice nada, sólo me mira con una extraña expresión, yo frunzo el ceño intentando averiguar más.

- No lo entiendo, fue demasiado fácil... es como si nos hubieran dejado escapar con él. Huelo algo raro, Catnip, mantente alerta y a la defensiva -me advierte.

Yo asiento pero Boggs, que tiene peor aspecto que antes, aunque ileso, nos encuentra y dejo a Gale.

- Los efectos del gas narcotizante empiezan a desaparecer. Deberían estar ahí cuando despierte, pero no te acerques mucho, Katniss, aún tiene el chip -señala preocupado-. Le están tomando muestras para ver si pueden operarlo esta misma noche. 

A través de un vidrio, Haymitch y yo vemos a un Peeta algo aletargado todavía por el gas, le están sacando sangre con una jeringa, le examinan la cabeza, le revisan los ojos con una linterna; en cierto momento me ve y su mirada delata enfado y confusión. Snow aún controla su mente.

Me mandan de vuelta a mi compartimento para tratar de dormir, pero es inútil, no puedo conciliar el sueño sabiendo que Peeta está en el pabellón. 

- ¿Tampoco puedes dormir, descerebrada? -me espeta Johanna cuando nos encontramos en el comedor vacío. 

Meneo la cabeza y me siento frente a ella. Pasamos un rato en silencio, yo miro el reloj que marca diez para las cinco de la madrugada. Entonces miro a Johanna, miro su cabeza rapada y sus ojeras, recordando las torturas a las que fue sometida antes y durante mi cautiverio en el Capitolio. Su estancia fue más larga, así que a ella le hicieron más cosas que a mí. Lo mío fue poco, comparado con su calvario.

- Quiero decirte que siento lo que te pasó y que...

- No quiero tu lástima -escupe rabiosa-. Ese desgraciado tiene que pagar, es lo único que me importa...

- Lo pagará -digo con determinación, mirándola a los ojos.

Ella asiente y se va, me quedo sola hasta que empieza el primer turno de la cocina a las seis treinta. Effie me acompaña pero yo no puedo tragar bocado. Plutarch viene a avisar que la cirugía por fin culminó, casi a las ocho de la mañana. Esta vez me dejan entrar a la habitación porque Peeta está en coma inducido. Me siento junto a su cama y le tomo la mano, con la otra acaricio la línea de su mandíbula, su nariz, sus labios, donde deposito un beso que él no siente en absoluto en la bruma del sedante.

 Me llaman a Comando pero no soy capaz de poner atención a lo que se trata, algo sobre el Distrito 2 es todo lo que retengo en mi cabeza. Lo único que me importa es saber cuándo Peeta despertará de las drogas que lo tienen dopado y poder abrazarlo, besarlo. Salgo de la reunión, me miran pero no me dicen nada; tomo varios pasillos y termino durmiendo una siesta en el armario del Centro Educativo, donde me encuentra Gale luego de unas cinco horas. 

- Despertó... -me informa, acariciando mi brazo y mejilla-. Vamos.

Por el camino, Gale me dice que la operación salió bien, que pudieron sacarle el chip sin problemas y reconoció a Haymitch y a Effie. Casi floto de felicidad. ¿Qué le diré? Oh, ¿qué más da? Peeta estará encantado, le diga lo que le diga, si ha vuelto a ser mi chico del pan.

Peeta ya está completamente despierto, sentado al borde de la cama. Me decepciona un poco que mi cara no sea lo primero que vea porque una enfermera le está tomando el pulso y la temperatura. Boggs y Haymitch se unen a nosotros. Entonces Peeta me ve y parece algo incrédulo y después expresa algo más intenso que no soy capaz de interpretar. ¿Deseo? ¿Desesperación? Corro hacia él, olvidando todas las precauciones y advertencias, y él alarga las manos, buscándome, imagino que para acariciarme la cara. Justo cuando empiezo a decir su nombre, me agarra del cuello con ambas manos.

Cuando despierto, de vuelta en una cama de hospital (que a estas alturas viene a ser mi segundo hogar ya), tengo un frío collar ortopédico. Intento quitármelo, intento hablar, pero no puedo hacer ninguna de las dos cosas. 

Me indican que no debo hablar y me aseguran que no sufriré daños permanentes. La principal preocupación del equipo médico (daños en la médula espinal, vías respiratorias, venas y arterias) ha quedado descartada. Moretones, ronquera, laringe irritada, esa tosecita... nada importante, el Sinsajo no perderá la voz. Me pregunto dónde está el médico que determina si voy a perder la cabeza. Fue Boggs quien derribó a Peeta de un golpe antes que me causara daños permanentes. Ni siquiera puedo darle las gracias cuando me dice que ha visto heridas mucho peores entre los soldados cuando les enseñan cómo inmovilizar ahogando. 

"Sequestrare", viene del latín y significa retener o apoderarse. "Highjacking" significa secuestrar al piloto de una nave y coaccionarlo a tu antojo. Eso es lo que le ha hecho Snow a Peeta, ha secuestrado su mente, no sólo con el chip que ya le sacaron sino con veneno de rastrevíspulas. No una dosis letal pero lo suficiente para alterar sus recuerdos y distorsionarlos para que me vea como una amenaza letal, una enemiga. A diferencia de los demás, yo conozco de primera fuente los efectos del veneno. Terror, alucinaciones, visiones de pesadilla, no distinguir lo real de lo falso; el veneno afecta la parte del cerebro responsable del miedo, los recuerdos se sacan a la luz, se alteran y se vuelven a guardar modificados. No hay cirugía que borre la sensación de pánico y desconcierto. Es terreno nuevo para los médicos del 13, si la rehabilitación de un secuestrado se ha intentado antes, no tienen acceso a esa información. Y por desgracia, los sucesos aterradores son los más difíciles de erradicar; al fin y al cabo, son los que por naturaleza recordamos mejor.

Aprieto tanto los puños que me llegan a doler y el esfuerzo de reprimir las lágrimas hace que me palpite tanto la garganta que vuelvo a jadear desesperada mientras pienso con rabia: "lo pagarás". Deciden sedarme al ver mi estado de alteración y cuando despierto tengo otro pensamiento en la cabeza: ""te mataré", junto a una imagen de Snow. Soy una paciente modelo, mi letargo se confunde con moderación y obediencia. La verdad, ya no quiero llorar ni hablar. Sólo quiero ir al Capitolio y lanzar una flecha directo a mi objetivo. 

Prim, mi madre, Haymitch, Effie, Plutarch, Finnick, Annie y hasta Johanna se turnan para acompañarme, convencerme de tragar bocaditos de comida blanda e informarme sobre el estado de Peeta. De a poco, los altos niveles de veneno de rastrevíspulas empiezan a salir de su organismo pero su mente sigue empantanada en confusiones. Al día siguiente me dan el alta y me mandan a nuestro compartimento. Me encuentro con mi hermana y Buttercup. 

- Katniss, sé que lo que le está pasando a Peeta es terrible para ti, pero recuerda que Snow ha estado con él varias semanas -señala Prim-. Nosotros lo hemos tenido de vuelta apenas unos días... existe una posibilidad de que el viejo Peeta, el que te quiere, siga ahí dentro intentando volver contigo. No te rindas. 

Nos abrazamos antes que vaya a cumplir su horario y me deja con el gato. Éste se queja amargamente, no somos buena compañía el uno para el otro y no tengo horario que seguir así que luego de unos minutos abro la puerta y ambos salimos en diferentes direcciones. Buttercup toma rumbo a la cocina, donde el personal le regala algunas sobras. Me pierdo varias veces pero llego al hospital donde me intercepta Haymitch contándome que van a intentar algo nuevo con Peeta. Como hasta ahora sólo lo han tratado los médicos del 13 para evitar detonar recuerdos peligrosos asociados a nuestro distrito; ahora van a enviar a la persona más inocua del 12 para hablar con él, alguien que él conozca desde niño pero no cercano a mí. 

- ¡Katniss, me alegro que hayas salido del hospital! -exclama con su típica sonrisa.

- ¡Delly! ¿qué tal? -digo con voz ronca- ¿tú eres...?

- Sí, me eligieron para hablar con Peeta, nos conocemos desde niños -comenta, ya lo sabía, y agrega con tristeza-: Pobre Peeta... y pobre de ti. Nunca entenderé al Capitolio.

Hablamos un poco con mi mentor y con Plutarch, sobre cómo ver a Delly puede traer algún recuerdo mío que altere a Peeta. Sin embargo, vuelvo a señalar que éramos un curso numeroso y no coincidíamos mucho. Además, yo no me juntaba con nadie, menos con chicos de la clase comerciante. La primera vez en el Capitolio, cuando mentí que no reconocía a la chica avox, Peeta me encubrió asegurando que se parecía a Delly, pero dudamos que Peeta recuerde ese momento específico, considerando años de recuerdos de infancia y adolescencia con Delly en el 12. 

Cuando se abre la puerta, Peeta abre mucho los ojos, alarmado y después se queda perplejo. Delly entra en el cuarto, vacilante, pero al acercarse esboza sin dudarlo una sonrisa.

- Peeta, soy Delly... del 12.

- ¿Delly? -pregunta él y algunas de las nubes parecen aclararse-. Delly, eres tú.

- ¡Sí! -exclama ella, obviamente aliviada- ¿Cómo te sientes?

- Fatal. ¿Dónde estamos? ¿Qué pasó?

- Aquí vamos -suspira Haymitch.

- Le dije que se abstuviera de mencionar a Katniss y al Capitolio -señala Plutarch-. A ver cuánto consigue recordarle de su hogar...

- Bueno... estamos en el Distrito 13, es real, existe, las historias eran ciertas. Ahora vivimos aquí -le cuenta Delly.

- Eso es lo que me han dicho todos, pero no tiene sentido, ¿por qué no estamos en casa?

- Hubo un... accidente -responde Delly mordiéndose el labio-. Fue malo. Nadie pudo quedarse. Yo también echo mucho de menos el 12.

- ¿Por qué no ha venido mi familia a verme? -le pregunta Peeta.

- No pueden. Mucha gente no logró salir del 12, así que tenemos que empezar una nueva vida aquí -responde Delly y los ojos se le vuelven a llenar de lágrimas-. Han sido muy amables con nosotros, siempre hay comida, ropa limpia y el colegio es mucho más interesante. Seguro les vendrá bien un buen panadero.

- Hubo un incendio -dice Peeta de repente.

- Sí -susurra ella.

- El 12 se quemó, ¿verdad? ¡por culpa de ella! ¡por Katniss! -grita enfadado tirando de las correas.

- No Peeta, no fue culpa suya -le asegura Delly.

- ¿Eso te lo ha dicho ella?

- Sáquenla de ahí -ordena Plutarch.

La puerta se abre de inmediato y Delly empieza a retroceder hacia ella muy despacio.

- Ella no me dijo nada...

- Ella te mandó a hablar conmigo. ¡Katniss miente! ¡Es una mentirosa! ¡No le creas nada de lo que diga! ¡Es una especie de muto que ha creado el Capitolio para usarlo contra nosotros! -grita peta enloqueciendo-

- No, Peeta, ella no es un... -intenta Delly de nuevo.

- No confíes en ella, Delly -insiste Peeta, frenético-. Yo lo hice y ella intentó matarme. Mató a mi familia, a mis amigos. ¡Ni siquiera te acerques a ella! ¡Es un muto!

Alguien mete la mano por la puerta, saca a Delly y la puerta se cierra pero Peeta sigue gritando:

- ¡Es un muto! ¡Un muto apestoso!

No sólo me odia y quiere matarme, sino que ya ni siquiera cree que sea humana. La estrangulación fue menos dolorosa. 

Continue Reading

You'll Also Like

111K 7.5K 70
Los juegos del hambre, dos chicos de cada distrito condenados a luchar mano a mano por sus vidas... Pero si el amor se atraviesa debes de elegir si e...
91.7K 6.6K 25
[SLASH] La venganza es un juego peligroso, a veces se devuelve en nuestra contra a tal punto de transformar nuestro desprecio en admiración y vicev...
323K 13.7K 29
Han pasado treinta años desde la ultima edición de los Juegos del Hambre. Todos parecen haber olvidado de que se trataba. Hasta que el nuevo gobierno...