Sinsajo Herido

By TallerDeLuzArtesana

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Katniss y Peeta ya son marido y mujer, van juntos al Vasallaje de los Veinticinco y enfrentan la muerte una v... More

Nota de la Autora
Capítulo 1: Aliados.
Capítulo 2: Tenemos Nuevos Aliados
Capítulo 3: Mutos
Capítulo 4: Tic-Tac, Esto es un Reloj
Capítulo 5: ¿Qué Rayos Pasa Aquí?
Capítulo 6: Besos y Pasión en la Arena.
Capítulo 7: Yo te Necesito...
Capítulo 8: El Rayo
Capítulo 9: En Recuperación y Adaptación
Capítulo 10: Alma Coin
Capítulo 11: Fugitivos
Capítulo 12: ¿Qué fue de ti...?
Capítulo 13: Gale & Madge
Capítulo 14: Cenizas, Silencio y Desolación
Capítulo 15: El Recuerdo de Rue
Capítulo 16: Distrito 8
Capítulo 17: El Sinsajo
Capítulo 18: ¡Estás Vivo!
Capítulo 19: ¿Qué te han hecho?
Capítulo 20: Segunda Fuga
Capítulo 21: Problemas y Rescate I
Capítulo 22: Enjaulada en el 13
Capítulo 23: La Advertencia
Capítulo 24: Rescate II
Capítulo 26: Tú Saltas...
Capítulo 27: La Revelación
Capítulo 28: Prisionera
Capítulo 29: ¡Lo Pagarás...!
Capítulo 30: Sinsajo Herido
Capítulo 31: Boda
Capítulo 32: Rumbo al Capitolio
Capítulo 33: Escuadrón 451
Capítulo 34: ¿Real o No?
Capítulo 35: Atrapados
Capítulo 36: Quédate Conmigo
Capítulo 37: Peeta vs Gale
Capítulo 38: Fuego Cruzado
Capítulo 39: Dudas
Capítulo 40: La Ejecución
Extra + Agradecimientos

Capítulo 25: Escape en Llamas

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By TallerDeLuzArtesana


- Katniss, Finnick, Johanna... ¡sáquenme por favor, no me dejen aquí! -gimotea Effie desesperada.

Yo me he quedado en shock al verla en tal estado. No parece que la hayan torturado tan cruelmente como a mi Peeta, no veo sangre ni heridas, pero está muy delgada, sus brazos escuálidos cuelgan de las manillas redondas en la pared, donde también están sujetos sus pies. Su cara está pálida, demacrada, huesuda y sin maquillaje... tan lejana y distinta a la Effie que conocí cuando me ofrecí voluntaria. La abrazo con cuidado a través de la ropa que le cuelga y siento sus huesos en su tórax. Tampoco lleva peluca. Effie llora.

- ¡Libérenla! -le grito a Enobaria y al tipo en calzoncillos. 

Nos informa que los guardias tienen las llaves que abren los grilletes metálicos de la pared; Johanna lo sigue a buscarlas, Finnick consuela a Effie acariciando su rostro bañado en lágrimas mientras Gale y yo seguimos sujetando a Peeta. Siento una rabia infinita ardiendo dentro de mi ser, no es posible que le hayan hecho esto a Effie, ella no tiene nada que ver con la revolución. Sólo está pagando culpas ajenas y eso me hace sentir muy mal. Me siento culpable de no haber imaginado este escenario, apenas pensé en Effie un par de veces después que me rescataron de la arena, pero no me preocupé de su destino, pensé que al ser una ciudadana del Capitolio no le harían nada. Veo que me equivoqué por completo. También estoy muy furiosa por lo que le han hecho a Peeta, él tampoco sabía nada y Snow lo torturó no sólo por información que no manejaba, sino para hacerme pagar mi osadía de ser el Sinsajo y comenzar las revueltas con un puñado de bayas venenosas.

El hombre y Johanna vuelven con un manojo de llaves, Mason se las quita y libera a Effie, que nos abraza, luego que comprobamos que puede caminar por sus propios medios. Peeta parece pronto a desvanecerse en cualquier minuto. Gale le pide a Finnick que lo sujete por él. Agarra al tipo por el cuello y pregunta con furia contenida:

- Dime, ¿dónde está Madge?

- Ya te dijimos que no hay nadie con ese nombre aquí -contesta Enobaria por él, porque Gale está casi estrangulando al hombre-. Tu chica no está en estos calabozos, sólo estos dos. 

Gale no le cree, porque aprieta más la garganta del tipo que empieza a ponerse morado, incluso le golpea la cabeza contra la pared.

- Algo debes saber tú... ¿dónde está Madge? -sisea con rabia.

El hombre niega con la cabeza y Gale afloja un poco sus manos pero vuelve a golpearlo contra la pared e insiste en preguntar "¿dónde está Madge?". Aprieta, afloja y golpea cada vez que recibe otra negativa. Le digo que ya basta, que se detenga, con matar al tipo a golpes no vamos a conseguir nada. Enobaria repite que mi amiga no está, que ni siquiera la conoce y que sólo tenían a Peeta y a Effie en los calabozos, también Annie estuvo aquí, pero nadie más. Effie agrega que ella tampoco ha oído que tuvieran prisionera a Madge. 

Gale obliga a Enobaria a abrir las otras celdas, pero regresa cabeza gacha, hombros caídos y negando con la cabeza cuando lo miro para averiguar. "Si tu chica estuvo aquí, supongo que no debe haber resistido mucho", suelta entonces Enobaria con una sonrisa cruel. Gale trata de retener lágrimas que asoman a sus ojos. Sin soltar a Peeta, acaricio su brazo, intentando imaginar su impotencia y dolor. Tantos esfuerzos para no encontrar a Madge. Finnick también consuela a Gale con un abrazo. Dejamos al tipo encadenado a los grilletes y discutimos qué hacer con Enobaria, que insiste que no lograremos salir, que seguro ya se han dado cuenta de nuestra presencia.

- Deberíamos matarla, como escarmiento -opina Johanna.

- ¿Ella les hizo algo, Effie? ¿Peeta? ¿los torturaba? -pregunto yo y ambos niegan.

- Entraba a mirar lo que nos hacían... y se burlaba de mí, también me interrogaba mientras... -solloza Effie, sin terminar la frase.

- Dejémosla prisionera también -señala Finnick.

- Yo opino que la matemos ya -recalca Johanna siseando con rabia.

- Y yo... por Madge y por lo que le han hecho a Peeta y a Effie -se suma Gale.

"Por favor, no nos maten", suplica el hombre pero Enobaria tan sólo nos mira con indiferencia, incluso con aires de superioridad, igual como me miraba mientras estuvimos entrenando antes del Vasallaje. Su arrogancia me choca y repele, pero siento que no puedo matarla así no más, aunque ganas no me faltan, sé que a Gale y Johanna tampoco.

- No. Hice un trato con Coin. A cambio de ser el Sinsajo, pedí la inmunidad de todos los vencedores incluyéndola a ella... ¿lo recuerdan? -pregunto y mis aliados asienten de mala gana, luego le espeto amenazante -. A pesar que no te lo mereces y no me caes bien, nunca me agradaste y ahora menos. 

Finnick y yo no estamos por la muerte de Enobaria; Gale y Johanna quieren su cabeza, pero un trato es un trato y debo cumplir mi parte aunque Alma Coin no ha hecho todo lo necesario por rescatar a los tributos prisioneros. 

- Vamos a llevarla donde Coin y ella decidirá qué hacer con Enobaria -resuelvo yo y agrego mirándola- ¿Por qué no te hicieron nada ni estabas en una celda?

- Porque yo preferí colaborar a cambio de mi libertad vigilada... no puedo salir del edificio, estoy recluida y confinada aquí -nos descubre su antebrazo, mostrando donde nos colocaron el dispositivo rastreador-. Aunque disfruté los interrogatorios mirando cómo torturaban a tu amorcito y a tu escolta -suelta al final con voz sarcástica y no me aguanto y le mando un puñetazo.

Me arde la mano del dolor pero se sintió bien. Ella no se lo esperaba y se tambalea un poco, luego recobra el equilibrio y esboza una sonrisa burlona, preguntando si eso es todo, le respondo que ya sabe que puedo atravesarle una flecha en el cerebro, porque no creo que tenga corazón después de decir que disfrutó las sesiones de interrogatorios y torturas de Peeta y Effie. Vuelvo a cargar a Peeta pasando su brazo sobre mi hombro, Johanna lo toma del otro brazo, salimos al pasillo de las mazmorras y al ver los contenedores, les explicamos a Peeta y a Effie que deberán meterse adentro y permitir que los tapemos antes de llegar al pasadizo que conecta con las calles subterráneas. Peeta está tan agotado y débil que no pone objeciones, apenas ha abierto la boca un par de veces. Le doy un beso antes de meterlo cuidadosamente dentro del contenedor y cerrar la tapa. Effie protesta y se muestra reacia a meterse por su propia voluntad. Gale la levanta, está tan delgada que hasta yo podría hacerlo, enseguida la introduce aunque ella se resiste un poco.

- Esto es denigrante -alega cuando Mason cierra la tapa. 

Hago un gesto que también metamos a Enobaria a un tercer contenedor, Gale la agarra por la cintura, Johanna de los pies y la meten de cabeza, más bien la sueltan adentro, sin ninguna consideración. Suelta una palabrota, quejándose y Johanna le da un puntapié por un costado haciéndola callar.  

- Vamos, andando -señalo el pasillo. 

Pero al volver al punto de guardia, uno de los agentes ha vuelto en sí, nos ve salir y nos reconoce, además Enobaria grita que nos estamos llevando a los prisioneros. Ahora Gale y yo pateamos el contenedor de Enobaria y muy fuerte. Al mismo tiempo apunto al agente con una flecha dirigida a su pecho y la dejo volar, el tipo cae muerto pero en el último segundo alcanza a oprimir un botón redondo y rojo en un panel, abajo del botón dice: "EMERGENCIA". Supongo que la fuga de los prisioneros califica como tal.

- Tendremos compañía pronto -apunta Gale.

Sin más emprendemos la carrera empujando los tres contenedores por el pasillo rumbo a la puerta de doble hoja que lleva hacia la zona del alcantarillado donde trabajan los avox. Estamos a un par de metros de alcanzarla y salir, cuando por una esquina de otro pasillo doblan unos treinta agentes de la paz armados y uno se posiciona delante nuestro gritando que nos detengamos y nos entreguemos junto con poner nuestras armas en el suelo. Miro a mis aliados y aunque son muchos, sé que podríamos con ellos... pero por la otra esquina del corredor se suman muchos más, ahora son como el doble. Mientras trago saliva y trato de decidir qué hacer, Gale carga una flecha incendiaria en su ballesta y la lanza al agente que nos sigue apuntando con su arma. Le da en la cabeza y el fuego se propaga, los agentes que no fueron alcanzados por las llamas retroceden y nosotros nos devolvemos por el pasillo, giramos por otro buscando una salida pero sólo hay puertas y ascensores. El fuego ha activado las alarmas contra incendios, los rociadores dejan caer una lluvia de agua sobre nuestras cabezas, el personal de turno sale de las oficinas gritando, corriendo y tropezando entre ellos a tontas y a locas. Aprovechamos la confusión para meternos en un ascensor de carga pero no caben todos los contenedores, debemos dejar uno así que sacamos a Enobaria y la metemos con nosotros. Levanto la tapa del contenedor que tiene a Peeta y compruebo que ha perdido el conocimiento. Effie abre la tapa del suyo asomando su cabeza y pregunta alarmada qué ha pasado, por qué tanto griterío y por qué estamos todos mojados.

- Alguien abrió la ducha -le contesta Johanna gesticulando hacia  Gale.

Pulso el botón del primer piso y otro para cerrar la puerta antes que alguien más entre al elevador. La puerta cierra y empezamos a subir. Pienso llegar de nuevo al subterráneo, bajando por otro ascensor o por las escaleras, confundiéndonos con el personal que huye del incendio que hemos provocado. Pero al abrirse la puerta, nos encontramos con otro pelotón de agentes de la paz esperándonos, Gale y yo lanzamos dos flechas incendiarias más, oprimo cerrar otra vez y antes que decida a qué piso ir, el ascensor empieza a subir vertiginosamente sin detenerse en ningún piso. Nos miramos extrañados. 

- Parece que nos lleva automáticamente a la azotea -señala Finnick.

- Debe de ser un protocolo de seguridad en caso de incendios... tendremos que usar las escaleras de emergencia -apunta Gale.

- O tal vez se descompuso -opina Johanna.

- O lo están manejando desde alguna sala de control -apunto yo.

- Se los dije, niños, no saldrán de aquí, hay cámaras y guardias por todas partes y me tienen de rehén... los van a seguir adonde vayan -Enobaria nos lanza su sarcasmo arrogante otra vez.

- ¡El rastreador! -exclamo de repente mirándola- Mientras lo tenga, nos van a encontrar en cualquier parte del edificio.

Finnick, Gale y yo sujetamos a Enobaria que se retuerce en vano, Johanna toma el cuchillo del cinto de Gale y abre un corte largo y profundo. La sangre empieza a brotar y yo desvío la mirada, con asco, Effie se vuelve a sentar dentro del tacho y lo tapa ella misma, tampoco quiere ver a Johanna rebuscar el rastreador; Enobaria grita del dolor, se lo tiene bien merecido. Recuerdo cómo dolía cuando hizo lo mismo conmigo. 

El elevador se detuvo efectivamente en el último piso, donde estuvimos alojados Peeta y yo. Antes de subir a la azotea echo un breve vistazo al lugar donde viví aquellas intensas horas de amor con Peeta, previas al Vasallaje. Por lo poco que alcanzo a ver, todo sigue igual. Sacamos a Effie del contenedor y luego a Peeta, que sigue inconsciente. La herida de Enobaria sangra bastante, así que le desgarro la manga de su delantal blanco para amarrarla como improvisado vendaje, resistiendo las arcadas al ver la sangre. Johanna está a punto de tirar el rastreador en un basurero cuando Gale se lo impide, lo toma y lo introduce en una manzana decorativa de cera, se dirige a la terraza abriendo la mampara, lo seguimos intrigados, Gale mira hacia abajo y posa sus ojos en un camión repartidor cubierto con una lona, esperando la luz verde en un cruce. Apunta, calcula la distancia y lanza la manzana, que cae sobre la lona. El semáforo cambia de rojo a verde y el camión parte mientras todos contemplamos cómo se aleja el rastreador.

- Bien hecho, soldado... ahora seguirán un camión repartidor –comenta Finnick al ver la distracción que ha creado Gale.

Todo parece intacto en el pent-house pero no hay tiempo de quedarse, la distracción nos dará un poco de tiempo extra, no demasiado, hasta que descubran el engaño. Salimos a la azotea. Peeta abre un poco los ojos, reanimado por el aire fresco pero sigue pálido. Aparte del jardín con árboles en macetas y sus campanitas de viento que siguen sonando no hay dónde ocultarse, tampoco una escalera de emergencia por donde bajar. Sólo hay un aerodeslizador con sello del Capitolio posado frente a nosotros.

- ¡Perfecto! ¡Todos a bordo! -exclama Gale abriendo la rampa y señalando hacia el interior.

- ¿Qué? ¿Te has vuelto loco? -pregunto con los ojos como platos.

- ¿Acaso sabes tripular una nave de éstas? -pregunta Finnick.

Todos lo miramos y Gale se encoje de hombros.

- ¡Claro que sé pilotar! Son los mismos que usa el 13: mismo modo de volar, mismo panel con los mismos botones, hasta tienen el mismo escudo de invisibilidad; en el 13 los copiaron tal cual de los que heredaron -explica con voz decidida-. ¿Van a subir... o se van a quedar a mirar el Capitolio de noche?

Enobaria se resiste a avanzar y lucha por soltarse a pesar de la venda empapada de rojo; al final, optamos por dejarla amordazada y amarrada junto al jardín, pero en el último minuto Gale se acerca diciendo: "no puedo pegarle a una mujer, pero esto te lo mereces", la toma y la lanza por un tubo ancho que, hasta donde recuerdo, es la tolva de la basura. Espero tenga un apestoso aterrizaje allá abajo. Yo subo a Peeta y lo acomodo en el suelo, le pongo mi mochila de almohada, luego le ordeno sus mechones de pelo. Él me sonríe mirándome con esos ojos azules clavados en los míos.

- Gracias por venir a rescatar lo que queda de mí -dice con voz algo ronca y mi mente vuelve a saltar hacia atrás, hacia los primeros Juegos cuando lo encontré malherido y debilitado... 

- Descansa, mi amor, lo necesitas -me limito a decirle-. Ahora voy con los demás y a ver si encuentro agua o algo de comer en algún compartimento.

Gale ya ha activado el el escudo de invisibilidad y ha encendido el motor. Finnick cierra la compuerta.Todos nos acercamos a mirar y volvemos a preguntarle si está seguro de poder hacer volar el aparato y sacarnos de aquí sin estrellarnos.

- Fui a entrenamiento para pilotar aerodeslizadores -replica él-, pero como no me sé las coordenadas exactas, pondré el piloto automático. 

Gale aprieta unos cuantos comandos con presteza y activa el modo de piloto automático. Hay un panel angosto y alargado con botones, numerados del D1 al D13. "Confirme su destino, por favor", dice una voz femenina que no sé de dónde sale y lo mismo aparece escrito en una pantalla. Está a punto de pulsar el botón D13 cuando Johanna le toca el hombro.

- Oye, guapetón, ¿te importaría pasar a dejarme primero al 7? No quiero volver a ese agujero de topos...

- ¿Estás segura que eso es lo que quieres? -le pregunta él.

Finnick y yo la miramos, deseando que no nos deje, que siga con nosotros.

- Segura... quiero... ir a casa -contesta con la voz quebrada y ojos llorosos. 

Gale aprieta entonces la tecla D7 y le sonríe a Johanna. "Destino confirmado: Distrito 7. Navegación en curso", señalan la voz y la pantalla. Despegamos, amparados por la noche y el escudo de invisibilidad. Voy a ver a Peeta, está dormido. Johanna se sienta en el suelo con las piernas cruzadas, Effie se deja caer en un asiento, quejándose por no tener sus pelucas ni ropa que cambiarse. Finnick está de pie mirando por una de las ventanas y yo me coloco a su lado. Los tres primeros pisos del Centro de Entrenamiento arden sin control.

- Esa es tu firma personal -señala el fuego, cuyas lenguas voraces se elevan en el aire.

- ¿Mi firma? -le pregunto frunciendo el ceño, contemplando el incendio.

- Tu firma: "por aquí pasó la chica en llamas" -bromea y no me queda más que reírme. 

Supongo que Snow no lo pasará por alto mañana cuando haga su anuncio. 

Siento que mis tripas suenan y las de Finnick también, lo que nos recuerda que no hemos ingerido alimento desde la una, cuando los avox nos regalaron latas de comida. Supongo que ellos están a salvo del incendio, porque conocen todos los vericuetos subterráneos y ya deben haberse puesto a resguardo. Le digo a Finnick que busquemos comida y agua en los compartimentos, sé que debe haber en alguna parte, cada vez que volé en estas cosas alguien sacaba provisiones de alguna gaveta o estantes embutidos en las paredes. Finnick encuentra una puertecita y al deslizarla halla dentro una caja con barras de cereal, paquetes de galletas, fruta seca y sobres de sopa deshidratada. En otro compartimento similar yo encuentro diez botellas de agua de dos litros cada una. Abro un estante sobre mi cabeza y veo que es el botiquín, muy bien provisto, así que tomo lo necesario para curar a Peeta y a Effie. La comida puede esperar un poco más.

Decido curar a mi escolta primero, Peeta todavía duerme y pensar en sus múltiples heridas y cicatrices me estremece de pena y rabia. Me siento junto a Effie y le tomo las manos, tiene rozaduras en carne viva de las correas o grilletes, también en los tobillos. Le hablo con suavidad, explicándole que debo curar sus llagas antes que se infecten, porque ella tiembla como gelatina mientras paso el algodón con desinfectante. No sé si es por el dolor o por los recuerdos que estoy despertando sin querer. Quisiera preguntarle qué le hicieron, pero supongo que hay cosas, detalles, que es mejor ignorar. Quizás más adelante ella querrá contarme, estará dispuesta a hablar y yo estaré más preparada para escucharla. Ahora no. 

- ¿Tienes más heridas, Effie? -le pregunto con timidez. 

Ella niega con la cabeza y llora un poco. La abrazo. 

- Ya pasó todo, Effie, ya no tienes que temer. Te llevaremos al 13 y allá estarás a salvo -la consuela Finnick acariciando su espalda.

- ¿Existe? -pregunta con tono incrédulo, mirando a la nada.

- ¡Oh, sí que existe y no te creerás lo diferente que es al Capitolio! -le digo para que no se haga grandes expectativas y para cambiar el tema también.

- Se visten todos de gris, viven bajo tierra como los topos y trabajan como abejas en una colmena -le cuenta Johanna con cierta ironía.

- Gris... ¡qué color tan horrible! -exclama Effie, nos mira y luego mira su ropa-. ¿me dejarán usar esto, si lo lavo y lo arreglo un poco?

Nosotros nos reímos, al menos parte de la antigua Effie no se ha ido del todo, está ahí, bajo los ropajes rasgados y sucios, la piel macilenta y su cabeza casi calva. Su pelo natural apenas se nota, es tan rubio que es casi blanco. Su ropa está bastante arrugada y percudida de tierra, como si llevara semanas usando lo mismo. Bajo la suciedad se nota un vestido que alguna vez tuvo vaporosas capas de muselina, de un color indefinido entre rosa, salmón y damasco. Calza unos zapatos dorados muy extraños. Trato de imaginarme a Effie con la ropa gris del 13. 

Luego voy donde Peeta, le abro la camisa para curar las heridas de su torso, que son muchas, algunas parecen haber sido reabiertas y cosidas nuevamente, aparte de numerosos hematomas en todos los tonos del morado. El dolor lo despierta... o quizás las lágrimas que caen de mi rostro sobre el suyo. Levanta su mano y me las seca con cuidado, como si fuera yo la herida y no él. Apenas hablamos, se limita a sonreírme o a poner muecas cuando limpio con desinfectante. Le bajo los pantalones y continúo desinfectando y vendando las heridas menores en sus piernas, aplico pomada anestésica cicatrizante en las quemaduras recientes (tiene otras antiguas), también curo las rozaduras de las muñecas y los tobillos. Peeta se sienta luego de subirse los pantalones otra vez y se quita la camisa para descubrir sus brazos con hematomas y cortes, aplico más desinfectante, pero no me siento capaz de suturar un corte largo en su espalda. Entonces Effie, que parece un poco más repuesta, señala que es buena cosiendo y que ella puede hacerlo. Le paso la aguja y el hilo del botiquín. Hay que reconocer que los maneja con destreza y termina pronto, yo coloco el vendaje final.

Nos abrazamos y besamos mientras los demás reparten raciones de galletas, fruta seca y una barra de cereal para cada uno. Peeta y yo nos sentamos juntos a comer, abrazándonos, compartiendo la comida y esos besos que extrañaba tanto. Johanna vuelve a llamarnos "los tortolitos". Gale trae tazones metálicos para cada uno y abre una botella de agua. Después, veo de reojo que se sienta solo en un rincón con las rodillas flectadas, cerca del panel de control. Me percato que no come y está llorando en silencio, mirando un punto fijo por la ventana lateral. Gale nunca demuestra sus sentimientos más íntimos y verlo llorar me rompe el corazón; yo también estoy triste por no haber encontrado a Madge, pero a él le ha afectado mucho más. Tenía esperanzas de encontrarla y rescatarla. Me pongo en su lugar, debe ser muy doloroso regresar sin haberlo logrado... ¿cómo hubiera reaccionado yo si no encuentro a Peeta o me dicen que está muerto? Seguramente me habría quebrado también. Tengo sentimientos encontrados, siento el corazón dividido: una parte de mí está feliz por haber recuperado a mi chico del pan... la otra parte está apenada por no volver con Madge, ella era mi amiga, mi única amiga. Ella me regaló el prendedor del sinsajo. Ya no tengo apetito y le regalo media barra de cereal y el resto de galletas a Peeta, que come con ganas pero despacio, masticando y saboreando cada bocado. Effie también parte las galletas en pequeños trozos y los echa de a uno en su boca. Ambos comen con demasiada educación para haber estado privados de alimento. "No sabía cuándo me darían comida de nuevo, así que aprendí a racionarla en pedacitos ", explica Effie al ver que todos la miramos comer tan despacio.

- Peeta, ¿me disculpas un momento? Creo que Gale me necesita -le digo y él asiente con una sonrisa.

-  ¿Madge... era la chica de Gale? -pregunta algo extrañado y yo asiento-. Pero... se suponía que Gale estaba enamorado de ti.

- Cuando nos fuimos al Vasallaje, ellos empezaron a salir y parece que bastante en serio -le explico-. Gale vino por ella.

- Increíble... me voy un rato y cuando vuelvo todos han cambiado. Tú te has vuelto una excelente sanadora, Gale enamorado de Madge, Effie sin pelucas, Plutarch es un rebelde... el mundo está patas arriba -comenta sonriendo-. Falta que me digas que Haymitch dejó el trago...

- Pues, sí, Haymitch ya no bebe, tuvo que dejar el alcohol -le cuento la prohibición del 13 al respecto.

- Tengo que verlo para creerlo. Ahora ve con Gale, ya me curaste, ve con él y anímalo un poco... te necesita.

Ya curé las heridas de Peeta y las de Effie, pero ahora... ¿cómo le curo a Gale su corazón roto?

Voy a sentarme junto a él mientras la nave sigue volando con el sistema de pilotaje automático. Estoy pensando qué decirle, cómo empezar, pero a veces el silencio es la mejor opción cuando no sabes qué decir. Entonces él habla primero:

- Espero que haya sido rápido. Espero que haya sido un balazo en la cabeza cuando la encontraron en el 12... y que no la hayan llevado a esa horrenda sala de tortura -dice con el rostro mojado.

Nuevamente, no sé qué decir...

- Gale, ella no estuvo en los calabozos... la habría escuchado gritar o llorar, como escuchaba a Effie y Annie -señala Peeta, que se ha acercado a rastras por el suelo.

- ¿Seguro? -inquiere Gale, con un atisbo de esperanza.

- Seguro... nos escuchábamos gritar el uno al otro a través de las paredes, también hablábamos por las ventilaciones de las celdas -comenta y añade-. Además, nos obligaban a mirar algunas sesiones de tortura... nunca vi a Madge, nunca hablé con ella ni la oí gritar... si hubiera estado ahí, me habría enterado.

- Gracias.

Effie se acerca caminando con dificultad por las heridas  de sus tobillos y nos dice que ella también cree que Madge no estuvo prisionera. "Me amenazaban de hacerle daño a Peeta o a la pobre Annie si no colaboraba, pero nunca mencionaron a Madge... y es cierto que nos escuchábamos gritar los unos a los otros y que podíamos hablarnos por una pequeña rendija de ventilación en la pared, casi a ras del suelo". Gale le agradece también y suspira algo aliviado de saber que por lo menos, Madge no fue llevada al Capitolio ni fue torturada. Finnick y Johanna están pasmados, luego de haber estado escuchando todo el rato sin abrir la boca. Gale parece reanimarse y se seca las lágrimas.

- Voy a ver cuánto nos falta para llegar al 7... -declara poniéndose de pie y acercándose al panel de control- faltan dos horas y media, Johanna, llegaremos a tu distrito a las quinientas treinta horas aproximadamente.

- Pues avísenme cuando lleguemos, intentaré dormir un poco -contesta ella. 

- ¿ Quinientas treinta horas? -pregunto frunciendo el ceño.

- Las cinco y media, descerebrada.

- Katniss no fue a entrenamiento militar como nosotros tres -sentencia Gale, sentado frente al panel de comando-. Les sugiero descansar hasta que lleguemos allá. 

- Eso es justamente lo que haré, necesito descansar... -indica Effie, tumbándose de lado en una hilera de asientos-. Añoro mi cama... y una tina caliente, espero poder darme un buen baño cuando lleguemos allá al 13 -termina con un bostezo.

- No hay tinas, sólo duchas, Effie... y dormimos en literas -le respondo yo.

- La comida es apestosa, cuesta tragarla y digerirla -mete baza Johanna.

- Pero te acostumbrarás, Effie -remata Finnick.

Ella se encoje de hombros y cierra los ojos. Peeta comenta que una ducha es mejor que los helados y fuertes chorros de agua fría con que los lavaban a manguerazos como parte de la tortura. Johanna y Finnick se acomodan en el suelo y yo me voy a acurrucar con Peeta, pero primero le voy a dar un vistazo a Gale, que sigue sentado ante el panel, mirando no sé qué por la ventana frontal. Afuera está tan oscuro que no se distingue nada abajo, no sé sobre qué distrito estamos volando. El rostro de Gale está concentrado y serio, pero su mirada húmeda delata su tristeza. Le toco el hombro y posa sus ojos tristes en los míos.

- Gale, lo siento... créeme que lo siento... ella era mi amiga también.

- Estoy bien, Catnip... ve a descansar con Peeta.

- No me digas que estás bien, Gale, porque a mí no me engañas...

-Estaré bien, se me pasará... algún día...

Vuelvo con Peeta porque entiendo que Gale quiere estar solo y llorar a Madge sin testigos. Mi chico del pan se sienta con la espalda apoyada en la pared metálica y las piernas estiradas. Yo me acomodo en sus brazos, pongo mi cabeza entre su hombro y su cuello, dejando que me acaricie el pelo con sus dedos algo torpes. Se siente tan bien como aquel día en la azotea.

- Hey ya llegamos... estamos aterrizando en tu distrito -escucho a Gale remecer a Johanna un par de horas después. 

- ¡Casa! ¡Estoy en casa! -exclama Johanna Mason, levantándose de un salto, tropezando con Finnick que se queja y despierta al resto. 

Creo que lo pisó porque se soba el estómago con cara de dolor. Johanna no le hace caso y en un segundo llega hasta la ventana. Está oscuro aún pero pronto empezará a amanecer. Cuando Gale abre la rampa, Johanna sale corriendo como una niña, entusiasmada y feliz. El resto bajamos caminando con normalidad y nos adecuamos a la tenue claridad gris violeta que precede al amanecer. 

- ¿Ese es tu novio, acaso? -le pregunta Finnick, al ver que Johanna está abrazando un árbol.

- ¡Cierra el pico, Finnick! -le suelta Johanna y todos nos reímos.

La oscuridad empieza a aclarar poco a poco, entonces distingo pinos, cuyo olor ya se sentía al bajar. Cientos de fragantes pinos plantados en hileras. Johanna se estira para sacar un puñado de agujas y se las lleva a la nariz, oliendo como en éxtasis y exclamando: "¡Por fin en casa! ¡He vuelto!". Vuelve a abrazar el pino mientras los pájaros empiezan a trinar en sus nidos y nosotros caminamos mirando alrededor con curiosidad, para estirar las piernas. Cuando Johanna suelta al fin el árbol, le preguntamos si quiere que la acompañemos a su casa. Dice que no irá a la Aldea de Vencedores del distrito, irá a Tejas Verdes, el sector donde viven los leñadores, allá tiene amigos y conocidos, son cinco kilómetros caminando por el medio del bosque, señala apuntando la espesura verdosa.

- ¿No te perderás? Puede ser peligroso que vayas sola por... -empiezo a decir, preocupada.

- ¡Peligroso! ¿Perderme yo aquí? -pregunta ella luego de una carcajada-. Yo crecí aquí, en medio de estos bosques de pino, conozco el camino de memoria, sólo tengo que dirigirme hacia las colinas y, si me disculpan, creo que es hora de despedirnos y tomar rumbo por separado. 

- Si eso es lo que quieres... -digo yo entonces.

- Lástima que ya no pelearemos juntos en el entrenamiento, no tendré con quién discutir -señala Gale con una sonrisa.

- Te extrañaremos -dice Finnick abrazándola. 

- ¡Ay, Finnick, no te pongas sentimental! -suelta ella secando una lágrima que asoma en uno de sus ojos-. Yo también los extrañaré, fue un verdadero placer luchar junto a ustedes, pero ahora quiero pelear en mi distrito, con mi gente -se cuelga la mochila que le pasa Gale, blande el hacha en el aire, luego la acomoda en su espalda entre la ropa y la mochila, y nos abraza a todos, uno por uno.

- Hasta pronto, descerebrada, cuida a Effie y a tu panadero.

- Cuídate, Johanna -digo mientras nos abrazamos... me pregunto si podemos considerarnos amigas después de todo lo vivido... al menos siempre seremos aliadas.

- Hasta pronto... Gale, Peeta, Effie... Finnick, cuida mucho a Annie y avísame cuando los visite la cigueña, ¿vale?

- Por supuesto -responde Finnick con una amplia sonrisa y levantando el pulgar.

- Lo mismo corre para ustedes dos -nos apunta luego a Peeta y a mí.

Peeta asiente con una sonrisa pero yo me sonrojo, algo incómoda. Subimos al aerodeslizador, Gale enciende motores y escudo de invisibilidad, aprieta el botón D13 y partimos en un hermoso amanecer. Mientras nos elevamos distingo la figura de Johanna caminando entre las hileras de pino, se hace cada vez más pequeña y se pierde de vista. Voy hacia la otra ventana y alcanzo a ver las colinas desde el aire, hay montones de casas de madera en las laderas y planicies al pie de las colinas, montadas sobre pilotes y con una escalera de acceso. La madera de las casas luce su color natural pero todas tienen las tejas pintadas de color verde pino. 



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