Sinsajo Herido

Από TallerDeLuzArtesana

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Katniss y Peeta ya son marido y mujer, van juntos al Vasallaje de los Veinticinco y enfrentan la muerte una v... Περισσότερα

Nota de la Autora
Capítulo 1: Aliados.
Capítulo 2: Tenemos Nuevos Aliados
Capítulo 3: Mutos
Capítulo 4: Tic-Tac, Esto es un Reloj
Capítulo 5: ¿Qué Rayos Pasa Aquí?
Capítulo 6: Besos y Pasión en la Arena.
Capítulo 7: Yo te Necesito...
Capítulo 8: El Rayo
Capítulo 9: En Recuperación y Adaptación
Capítulo 10: Alma Coin
Capítulo 11: Fugitivos
Capítulo 12: ¿Qué fue de ti...?
Capítulo 13: Gale & Madge
Capítulo 14: Cenizas, Silencio y Desolación
Capítulo 15: El Recuerdo de Rue
Capítulo 16: Distrito 8
Capítulo 17: El Sinsajo
Capítulo 18: ¡Estás Vivo!
Capítulo 20: Segunda Fuga
Capítulo 21: Problemas y Rescate I
Capítulo 22: Enjaulada en el 13
Capítulo 23: La Advertencia
Capítulo 24: Rescate II
Capítulo 25: Escape en Llamas
Capítulo 26: Tú Saltas...
Capítulo 27: La Revelación
Capítulo 28: Prisionera
Capítulo 29: ¡Lo Pagarás...!
Capítulo 30: Sinsajo Herido
Capítulo 31: Boda
Capítulo 32: Rumbo al Capitolio
Capítulo 33: Escuadrón 451
Capítulo 34: ¿Real o No?
Capítulo 35: Atrapados
Capítulo 36: Quédate Conmigo
Capítulo 37: Peeta vs Gale
Capítulo 38: Fuego Cruzado
Capítulo 39: Dudas
Capítulo 40: La Ejecución
Extra + Agradecimientos

Capítulo 19: ¿Qué te han hecho?

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Από TallerDeLuzArtesana


- Sí -susurro y la luz roja parpadeante de una de las cámaras capta mi atención, me están grabando-. Sí -digo con más énfasis y todos se alejan para dejarme espacio-. Quiero decir a los rebeldes que estoy viva, que estoy aquí, en el Distrito 8, donde el Capitolio acaba de bombardear un hospital lleno de hombres, mujeres y niños desarmados. No habrá sobrevivientes -aseguro, y la conmoción da paso a la furia-. Quiero decirles que si creen por un sólo segundo que el Capitolio nos tratará con justicia, están muy equivocados. Porque ya saben quiénes son y lo que hacen -añado, levantando las manos automáticamente, como señalando el horror que me rodea-. ¡Esto es lo que hacen! ¡Y tenemos que responder!

Me muevo hacia la cámara, llevada por la rabia.

- ¿El presidente Snow dice que está enviándonos un mensaje? Bueno, pues yo tengo uno para él: puedes torturarnos, bombardearnos y quemar nuestros distritos hasta los cimientos, pero ¿ves eso?

Una de las cámaras sigue mi dedo, que señala los aviones que arden en el tejado del almacén que tenemos delante. Se ve claramente el sello del Capitolio en un ala, a pesar del fuego.

- ¡El fuego se propaga! -grito, decidida a que oiga cada una de mis palabras-. ¡Y si nosotros ardemos, tú arderás con nosotros!

Mis últimas palabras quedan flotando en el aire, es como si se hubiera parado el tiempo, como si estuviera suspendida en una nube de calor que no surge de lo que me rodea, sino de mi interior.

- ¡Corten! -exclama Cressida y su voz me devuelve a la realidad y extingue mi fuego, asiente para darme su aprobación-. Toma buena.

- Vamos, Katniss, Haymitch dice que el aerodeslizador de los rebeldes puede bajar por nosotros -señala Finnick, que tiene una herida en el muslo.

Me doy media vuelta buscando a Gale, sus ojos se encuentran con los míos, y veo una infinita impotencia. Luego sigo su mirada hasta el hospital, justo a tiempo de ver cómo cede el resto de la estructura en llamas, siento que mi rabia y fuego internos se apagan, dejo de luchar. 

- ¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué matar gente que ya se estaba muriendo? - le pregunto con un nudo en la garganta.

Todas esas personas, los cientos de heridos, los parientes y los médicos del 13, ya no existen... todos muertos.

- Para asustar a los demás, para evitar que los heridos busquen ayuda. La gente que conociste hoy, era prescindible, al menos para Snow. Si él gana, ¿qué va a hacer con un puñado de esclavos deteriorados?... ¿ponerlos en trabajos forzados? ¡No le importaban, Catnip! Eran desechables para Snow... así ve él a la gente de los distritos...

- Exacto... para él somos desechables, sólo números, no personas -indica Johanna, con rabia contenida-. Al menos, su sufrimiento acabó rápido... -dice por último, mirando los escombros que arden en medio de una nube negra.

Recuerdo todas esos años en el bosque, escuchando a Gale despotricar contra el Capitolio... cuando cuestionó la existencia del hospital y el hacinamiento de heridos, Gale no pensaba en contagios, infecciones u olores nauseabundos, sino en esto... porque él nunca subestima la crueldad a la que nos enfrentamos.

- De vuelta a la pista y al campamento -ordena Boggs, más resignado que enfadado.

Su voz tiene un leve tono nasal, se soba la nariz hinchada, escucha con atención por el auricular y emite un gruñido gangoso, "código 51", comenta haciendo gestos a un par de soldados. Me reviso y me revisan, no tengo heridas graves, al menos no visibles, sólo cortes y machucones. Finnick y Johanna no están tan mal tampoco el resto del pelotón ni equipo fílmico; Gale tiene una herida en la frente sobre toda una ceja, como si se hubiera raspado contra el asfalto. El que luce peor es Boggs, que recibió una patada de mi mejor amigo, cuando el comandante trató de atraparme para que no subiera al tejado a disparar. Ahora Gale sí lo pagará y con creces: lo esposan y queda bajo custodia, eso es el código 51. Creo que le rompió la nariz a Boggs. 

- ¿Es necesario...? -no termino la pregunta, Haymitch me corta ordenando que suba a la nave que ya está aterrizando cerca y que lo siente pero que Gale se buscó el castigo.

Reanudamos la marcha, el pelotón de guardaespaldas me rodea a mí y mis aliados para protegerme, aunque parece haber pasado el peligro. Gale va más atrás, esposado y flanqueado por dos escoltas, lo suben sin muchos miramientos a un jeep, que parte raudo siguiendo al otro. Alcanzo apenas a dedicarle una mirada de despedida a mi amigo, espero verlo pronto y que el castigo no sea muy drástico. De repente me siento mareada, me duele todo, veo puntos negros; creo que son quienes me rodean pero no estoy segura, los puntos bailan a mi alrededor, una bruma me envuelve y antes de caer desmayada oigo a Finnick llamando mi nombre preocupado y tomando mi pulso, siento que me levantan en brazos. A medio camino a la nave, vomito sobre Bogss, que suspira de cansancio o resignación. "Aguanta, descerebrada, ya llegamos", oigo decir a Johanna y también oigo unos pasos que se acercan corriendo por la rampa: "¡Rápido, quizás tenga una hemorragia interna!", creo que ése fue Plutarch.

Cuando despierto, estoy limpia, calientita y parchada en un catre de campaña; todo un lujo considerando que la tropa duerme en sacos sobre el suelo.

- ¡Despertó la descerebrada! -anuncia Johanna en voz alta desde una silla y Finnick se me acerca levantando una cortina que cuelga de una barra.

- Por fin despiertas, Sinsajo dormilón -me apunta con una sonrisa- ¿Cómo te sientes?

- Un poco machucada pero bien -contesto y luego levanto un poco la cabeza mirando alrededor- ¿Y dónde esta Gale? -pregunto alarmada, recordando que se lo llevaron esposado.

- Bajo custodia por falta grave, agresión a un superior, desacato reiterado e indisciplina -señala Jackson desde el otro lado de la cortina blanca.

La teniente corre de golpe la tela deslizando las argollas por la barra, yo intento asimilar todas las acusaciones. Al otro lado y en una camilla está Boggs y un médico le está ajustando con correas una máscara plástica color piel, el comandante se queja, por el dolor, y el médico le indica que hable lo mínimo las primeras veinticuatro horas y que coma blando. No me equivoqué con lo de la nariz rota. Luego el hombre de blanco viene a revisarme. Johanna y Finnick se apartan pero los dejan quedarse; estamos en una tienda donde tratan a los heridos y donde recuerdo no se permiten visitas de más de cinco minutos, pero dado que soy el Sinsajo y que pedí tener a mis aliados en todo momento conmigo, pues Mason y Odair se sientan agarrando palco para mi auscultación (tengo puesto un camisón, por suerte no me desnuda, sólo me lo sube para ver mi tórax y abdomen, Finnick mira respetuosamente hacia otro lado, igual Boggs). El doctor me cuenta que sólo estoy policontusa, es decir toda golpeada y con muchos moretones, por eso me duele todo, aparte de varios rasguños y cortes. El más grande es un tajo de unos diez centímetros en la pantorrilla, causado por un fragmento de metralla que me pasó por la pierna, el cual está ahora en la mesa de noche, junto a un vaso de agua. Me sorprendo que en vez de zurcirme con puntos, como lo hacía mi madre con los heridos de las minas, me han puesto un pegamento líquido azulino que sutura la herida al contacto. Tecnología del Capitolio replicada por los expertos del 13, me explica el hombre, señalando también que él fue formado como médico para atender agentes de la paz pero se pasó al lado rebelde. Está más preocupado por el posible daño cerebral a consecuencia de las explosiones, ya que mi conmoción todavía no se había curado del todo, pero no veo doble ni nada de eso y puedo pensar con bastante claridad. Se retira luego de ordenarme reposo por cuarenta y ocho horas, lo que no me agrada y protesto, intento levantarme o sentarme pero me duele todo y debo recostarme otra vez.

He dormido toda una tarde y la noche entera, así que estoy muerta de hambre. Un soldado entra equilibrando dos bandejas, con un cuenco y una cuchara cada una. Me pasa la mía mientras Finnick me acomoda gentilmente un almohadón para reclinarme. Estoy hambrienta y el  tamaño de mi desayuno me resulta decepcionante: unos cuantos trozos de pan remojados en leche tibia. Alcanzo a ver la misma papilla en el pocillo de Boggs. Este empieza a comer con dificultad al abrir la boca, en  cambio yo me zampo mi ración de tres o cuatro grandes cucharadas. Y enseguida me arrepiento de mi ansiedad... siento asco, se me revuelven las tripas y devuelvo todo.

- ¡Aagh... la descerebrada vomitó de nuevo! -protesta Johanna- ¿No puedes mantener la comida dentro del estómago? 

- ¿Sería posible conseguir ropa y sábanas limpias? -consulta Finnick a nuestros superiores.

Jackson asiente y va hasta un armario metálico, vuelve trayendo un camisón y un juego de sábanas impolutos. Le entrega el camisón a Johanna y ella misma empieza a retirar las sábanas sucias, veo que pretenden cambiarme a vista de todos, sin correr la cortina; me sonrojo y carraspeo, mirando a Johanna, que entiende el mensaje. "¿Podrían dejarnos a solas?... el Sinsajo es pudoroso", señala con una sonrisa. Jackson y Boggs se retiran, igual tienen una reunión en la tienda de Comando y Estrategia, Finnick los sigue pero enseguida lo veo regresar con una silla de ruedas. Johanna ya me ha cambiado y Odair me levanta y deposita con cuidado en la silla, para luego ayudar a Mason a quitar las sábanas manchadas.

- Descansa todo lo que puedas y recupérate, descerebrada...vendremos por ti a medianoche -me sopla Mason al oído.

- ¿Qué? ¿pero cómo... si apenas me muevo me duele todo? ¿y Gale? ¿quién lo va a sacar?... está arrestado -pregunto atropelladamente en voz alta y me hacen callar.

- Tú tranquila y aprovecha de descansar... yo te saco a ti y Johanna se encarga del guardia que custodia a Gale, sólo es uno -me susurra Finnick con una sonrisa.

- Exacto, descerebrada... sólo tengo que coquetear un poco con el tipo y quitarle las llaves... los hombres son tan básicos -señala ella con una sonrisa maliciosa y traviesa-. En cuanto lo libere, Finnick viene por ti.

- No te preocupes si no puedes caminar, te llevaré rodando -dice Odair guiñándome un ojo y ambos se van, dejándome confusa.

¿Sacarme rodando?... quiero protestar o preguntar algo, pero ya están fuera de la tienda. Entonces veo la silla de ruedas y me cae la teja: rodando.

Me recuesto sintiendo cómo me suenan las tripas pero no veo a nadie a quien pedirle algo de comer. Una hora después aparece el médico y una soldado con un corte en la mano; le pregunto al doctor si puedo comer algo pero me contesta que ya pasó la hora del desayuno y todavía falta para el almuerzo. Ambos se van después de suturar la herida con el pegamento azul. Rato después aparecen Plutarch, Haymitch y Boggs. Creo que vienen para darme un sermón pero el primero luce muy sonriente y me felicita por mi desempeño, mi mentor me da suaves palmaditas en el hombro felicitándome también; Boggs no dice nada porque tiene la máscara pero levanta el pulgar y luego me levanta de la cama. Me sienta en la silla y deposita un caramelo en mis piernas, creo que me cierra un ojo, resulta difícil averiguar su expresión. Me llevan a Comando y Estrategia, quisiera ir caminando pero está descartado: me duele la cabeza, el cuerpo, la herida en la pierna y tengo un poco de náuseas todavía aparte de sentir la boca amarga, así que chupo el caramelo hasta disolverlo en la boca. 

Camino a Comando veo a Gale, sentado en el suelo de tierra, las manos esposadas tras la espalda a un poste... se nota incómodo pero me sonríe y cierra un ojo también, yo le delvuelvo el saludo con la mano. Apenas entramos siento un enorme aplauso y yo también aplaudo sin saber de qué se trata todo... hasta que Mesalla anuncia:

- ¡Aquí está nuestra pequeña estrella!

Dejo de aplaudir, debo verme repelente aplaudiéndome a mí misma, y me sonrojo al darme cuenta que en vez de estar enojados por mi desobediencia y regañarme, están contentos. Sobre todo Cressida. Han editado la grabación y comentan que la nueva propo quedó fantástica. Coin está comunicada a través de la pantalla y también me felicita aunque reconoce que corrimos muchos riesgos. Plutarch comenta que el último ataque fue inesperado, no fue planificado o de lo contrario sus espías infiltrados en el Capitolio habrían avisado. Cree que fue detonado por la presencia del Sinsajo y sus aliados. Alma Coin vuelve a tomar la palabra, felicitando ahora al equipo de grabación, elogia el trabajo de Cressida y sus colaboradores, lo que causa una mueca rígida en la cara avinagrada de Fulvia, debe sentirse muy mal que su propo haya resultado desastrosa. Luego la presidenta informa que la propo ya se ha retransmitido diecisiete veces en todo Panem, excepto el Capitolio; Beetee aún no logra infiltrarse en el sistema de comunicaciones del gobierno. Cuando lo diseñó, hizo su trabajo demasiado bien, reconoce el propio Voltios. Entonces Coin anuncia que veremos la propo otra vez ya que pasé de largo durmiendo y no la he visto... espero no estar tan rígida como la primera que ahora llaman "ensayo" o "piloto".

Vemos la propo proyectada en otra gran pantalla sobre la pared y, sinceramente, debo reconocer que ha quedado muy buena. Al principio la pantalla estaba en negro y luego surge una llama al centro que se va extendiendo hasta ocuparlo todo, me sorprende lo real que se ve el fuego. Se transforma en mi insignia dorada del sinsajo, ardiendo, y entonces la voz en off de Claudius Templesmith grita con euforia: "Katniss Everdeen, la chica en llamas, sigue ardiendo". Una frase que el presentador profirió exaltado en mis primeros Juegos sin sospechar que por ironías del destino, un año después, los rebeldes la usaríamos a nuestro favor, queda como anillo al dedo ya que enseguida aparezco en primer plano con el fuego, el humo y los incendios en el 8. Intercalan mi discurso con imágenes de nosotros interactuando con los heridos en el hospital y luego el bombardeo. Cuando termina, todos aplauden... casi todos, los que estuvimos presentes dentro del hospital no. No podemos aplaudir sabiendo que tantas personas murieron atrapadas. 

Finnick y Johanna me devuelven a nuestra tienda, pero antes pido que me lleven con Gale. El guardia que lo custodia no pone buena cara pero no dice nada. Me parece absurdo que lo tengan vigilado, estando esposado a un poste alto y grueso, no hay forma de escapar sin tener las llaves. Gale está sentado en el suelo, sudando por el calor, se le ha despegado el parche de la frente y los del brazo amenazan con salirse también. Le pregunto cómo está, ya que luego del bombardeo no tuve tiempo de percatarme si tenía otras heridas; me contesta que le sacaron un par de fragmentos de metralla pero nada grave. Quiero preguntarle si sabe del plan de mis aliados pero creo que no es buena idea estando el guardia cerca... entonces veo que Gale hace la mímica de "medianoche", me cierra un ojo y me queda claro que está informado. Para variar, soy la última en enterarme de los planes.

- ¿Están seguros que este plan si va a resultar? -pregunto, con serias dudas, mientras me conducen a la carpa. 

- Por supuesto... si pudimos arrancarnos de Coin y su guarida subterránea, esto va a ser pan comido -dice Johanna-. Finnick tiene una idea genial para llegar al Capitolio.

- Exacto, no quiero adelantarte nada... pero esta noche nos largamos -agrega Finnick sonriente.

"Sí, claro... nos arrancamos de Coin y todavía estamos atorados aquí en el 8 y bajo sus órdenes", pienso, pero no lo digo en voz alta; tal vez la idea de Finnick sea mejor que la mía y de Johanna de fugarnos por la ventilación, al menos aquí no estamos bajo tierra. 

Cuando despierto de lo que, creo, es una pequeña siesta, me doy cuenta que he dormido horas porque el cielo que alcanzo a divisar por la abertura de la tienda está anaranjado, deben ser entre las siete y las ocho, hora del atardecer. Culpo a los calmantes que me dan para mis contusiones. Sufro un sobresalto cuando veo a Haymitch sentado a medio metro de mi cama, aclarándose la garganta para hacerme notar su presencia. Me reprocha por haberme quitado el auricular y me lanza un casco metálico (que se cierra con llave bajo la barbilla y luce como un grillete para la cabeza), explicando que me lo hará poner para que lo escuche y no podré quitármelo porque él tendrá la llave. Si logro desactivarlo, amenaza con hacer que me implanten un pequeño chip en el oído para comunicarse, no, darme órdenes las veinticuatro horas del día. Haymitch en mi cabeza a tiempo completo. Aterrador. Se marcha cuando prometo usar el auricular.

Nuestras compañeras de tienda entran a cambiarse y despedirse antes de ir a una misión en el 2, donde las cosas se están complicando bastante. Recién me entero que sus nombres son Lena y Tamy. Se despiden abrazándome emocionadas pero con cuidado por mis machucones. "Por si no nos volvemos a ver...", dice Tamy pero no termina la frase porque le tiembla la voz; "fue un orgullo conocerte... poder haber compartido con el Sinsajo", concluye Lena. Al salir, se dan media vuelta para mirarme (quizás por última vez) y hacen el saludo con los tres dedos en alto. Okey, eso fue emotivo, estoy a punto de llorar. Las imágenes de ayer inundan mi cerebro: los bombardeos, la caída de los aviones, los rostros de los heridos que ya no existen, el último segundo antes de ver caer una bomba, imagino la sensación de sentir que vuelan en pedazos el ala de mi avión y la espeluznante caída... o ver cómo cae sobre mí el techo del almacén hospital mientras permanezco atrapada en mi catre, sin posibilidad de escapar... como pez en un barril.

Durante la cena Finnick se trae su bandeja y la mía a la tienda, me cuenta sonriendo que Johanna le llevó la suya a Gale y le estaba dando la comida de a cucharadas en la boca... me encantaría haberlo visto. Plutarch nos ha mandado un televisor para que veamos la nueva propo que están montando Cressida y Mesalla. Cena y televisor a la habitación, no sé si me están mimando por ser el Sinsajo, por lo bien que resultó la propo, porque el almuerzo tampoco me sentó bien aunque logré retenerlo dentro o porque no quieren que me mueva y me canse mucho. La ración es más grande esta vez. Junto al cuenco de sopa hay un plato con pollo y col, ambos hervidos, más un pequeño pocillo con mi medicación: dos cápsulas blancas y una pastilla amarillenta. Estoy a punto de tragármelas con el vaso de agua cuando Finnick intercepta mi brazo con una rapidez sorprendente.

- ¡No te las tomes, Katniss! Tómate sólo la vitamina -indica la pastilla redonda- pero no te tomes las cápsulas de los calmantes... te harán dormir horas otra vez y tienes que estar despierta, ¡necesitas estar alerta!

Frunzo el ceño y recuerdo el sueño, la sensación de adormecimiento en mis músculos, el cerebro abotagado... creer que dormí una breve siesta cuando en realidad dormí por horas. Miro a Finnick boquiabierta, ahora entiendo todo.

- Con razón, ya entiendo... siempre fueron los calmantes los culpables -digo, recordando mis primeros días en el 13, fueron muy parecidos, dormir muchas horas y al despertar sentirme confusa.

Muy confusa. Todavía no estoy del todo convencida que alucinara la noche que vi el suelo de la habitación del hospital convertido en una alfombra de serpientes en movimiento. 

- Exacto, Katniss... ¿captas ahora?

- Quieren doparme... pero ¿por qué? Se supone que, siendo el Sinsajo, me necesitan... ¿por qué querrían mantenerme dopada entonces?

- Porque quieren mantenernos controlados -contesta Finnick-. Pásame las cápsulas y en la noche, hazte la dormida hasta que yo venga por ti -le paso las cápsulas y él se las mete en un diminuto bolsillo de la manga del uniforme-. Quieren mantenernos controlados, dopados o arrestados; creo que se han dado cuenta que no somos tan fáciles de manejar como pensaron cuando nos sacaron de la arena...

- Se dieron cuenta que somos más rebeldes que ellos mismos -opino tras meterme una cucharada a la boca y ambos nos reímos pero luego nos ponemos serios.

- Bueno, por lo que veo, los métodos de Coin no difieren mucho de los de Snow... en ese sentido -señala Finnick.

El televisor está encendido mientras comemos y hablamos, están pasando propaganda del Capitolio llamando a los ciudadanos a mantenerse leales al gobierno y a mantener el orden establecido. Beetee aún no logra interceptar la señal y meter al aire la segunda propo.

Debo haber puesto cara de perpleja con el último comentario de Finnick. "¿En qué sentido?", le pregunto y él me lo explica, acercando más la silla y mirando por si alguien nos escucha. Después de coronarse vencedor y durante la gira, Odair se dio cuenta al igual que yo, que ganar los Juegos fue sencillo comparado con sobrellevar las presiones posteriores. Constantemente, Snow y su gente le pedían favores. Y no podía negarse. Aparecer en televisión o en actos oficiales junto al presidente, dejarse fotografiar con las autoridades, acompañar a una patrocinadora a un baile, ir a cenar con X funcionario, etc. Era una marioneta. Con Johanna y otros tantos vencedores ocurrió lo mismo. Al poco tiempo empezaron a rebelarse, al percibir que la gente común de los distritos dejó de verlos como uno de ellos y a considerarlos "vencedores mimados por el Capitolio". Recuerdo que Gale y yo solíamos criticar a Finnick y otros tantos, llamándolos "vendidos" o "lameculos" por aceptar obsequios. Recuerdo que yo misma tuve que acceder a una petición de Snow: convecerlo a él y a todos de mi amor por Peeta. Tuve que hacerlo por mi propia seguridad y la de quienes más me importan en la vida. Recuerdo cómo me recibió Gale después, dolido, con rechazo, espetando con dureza "no quiero nada que venga del Capitolio". Al empezar a negarse, Finnick me asegura que fue dopado con drogas que anulaban su voluntad. También recuerdo que cuando un vencedor desaparecía del mapa por unos días, la prensa del Capitolio informaba que estaba enfermo o de vacaciones. Peeta y yo no alcanzamos a pasar por esas etapas. Quiero preguntar más y sé que Finnick quiere seguir hablando pero entonces los rebeldes emiten la propo "Porque ya saben quiénes son y lo que hacen", que acaban de editar. 

La propo comienza con imágenes del Sinsajo y sus aliados reconfortando a los heridos. Siento el pecho apretado al saber que ahora están muertos. Intercalan una grabación de Boggs en Comando y Estrategia y otra de Gale, en una tienda, describiendo la visita y el bombardeo. También sale Johanna, malhumorada y blasfemando como de costumbre (por lo que se vieron obligados a cubrir sus garabatos con pitidos). Gale está muy bien maquillado, le han cambiado las vendas y el parche de la frente, lo enfocan del pecho hacia arriba, mostrando lo suficiente el vendaje del brazo. Sin embargo, no le muestran las manos para que el público no se dé cuenta de lo que Finnick y yo si nos percatamos: por la posición tiesa y la incomodidad al moverse, notamos que está esposado; deben haberlo grabado temprano esta tarde mientras dormía mi siesta. Luego muestran imágenes de las bombas cayendo sobre el hospital. Cierro los ojos y no los vuelvo a abrir hasta que acaban los bombazos y aparece una corta grabación mía al final, después de la muerte de las víctimas. Sentimos una ronda de aplausos y vítores, proviene del comedor, donde seguro están reunidos viendo la propo en la gran pantalla. Finnick y yo no aplaudimos.

- La gente tenía que saber lo que pasó. Ahora ya lo sabe -dice Finnick con tristeza.

- Vamos a apagarlo antes que vuelvan a ponerlo -le pido, pero cuando está a punto de agarrar el control remoto le suelto- ¡Espera!

Capitol TV anuncia un bloque especial con Caesar Flickerman y ya sé quién es su invitado.

La transformación física de Peeta me horroriza: ha perdido varios kilos y tiembla, sobre todo sus manos. El maquillaje y la ropa fina no logran ocultar su expresión de dolor al moverse. Le han hecho mucho daño.

¿Cómo es posible? ¡Si hace un par de días estaba sano y bien! ¿Qué te han hecho en tan poco tiempo, amor mío? Entonces busco algo que me ubique en el tiempo, recordando la primera entrevista de Peeta... y no encuentro nada. Podrían haberla grabado un día o dos después de sacarlo de la arena, para luego hacerle lo que hayan querido desde entonces.

- Oh, Peeta... Peeta, mi amor... susurro, con lágrimas en los ojos.

- La están usando, eso está claro. Dudo que Katniss sepa en verdad lo que pasa en la guerra, lo que está en juego -expresa sobre mí y mis grabaciones para las propos rebeldes.

- ¿Te gustaría decirle algo? -consulta el presentador.

- Sí -responde él mirando a la cámara, mirándome directamente a los ojos-. No seas tonta, Katniss, piensa por ti misma. Te han convertido en un arma que será esencial para la destrucción de la humanidad. Si tienes alguna influencia, úsala para frenar esto, úsala para detener la guerra antes que sea demasiado tarde. Pregúntate esto: ¿de verdad confías en las personas con las que trabajas? ¿de verdad sabes lo que está pasando? Y si no lo sabes... averígualo.

La verdad es que ya no confío ni en Haymitch ni en los rebeldes, aunque tengamos un objetivo común: vencer a Snow y acabar su tiranía. No confío mucho en Plutarch ni Boggs, mucho menos en Alma Coin. Eso me deja sólo con Gale y mis aliados. 

- ¡Annie... Annie! -ahora es el turno de Finnick de palidecer y llorar.

Annie Cresta está en pantalla, bien vestida pero con la mirada extraviada. Luego de un par de intentos de Caesar por captar su atención, ella le pide a Finnick que se entregue, que deje de colaborar con los rebeldes y se reúna con ella, que lo espera donde siempre. 

Fundido en negro. Sello de Panem. Fin del espectáculo.

A pesar del dolor, me inclino para tomarle el brazo a Finnick y consolarlo. Me dice que es la misma entrevista de la otra vez, que al parecer no la han entrevistado de nuevo porque no debe estar en condiciones. Eso termina por quebrarlo y hundirlo.

Todos quieren algo de nosotros, todos quieren usarnos y es obvio que Snow está usando a Peeta y Annie como fichas de cambio. Peeta me dice que piense por mí misma, Annie le pide a Finnick que se rinda... todo huele a trampa y engaño. Coin y los suyos quieren que avivemos la rebelión. Pero ¿qué otra alternativa tenemos?, aparte de servirles a su propósito. Sólo nos queda una... y es largarnos de aquí cuanto antes. 













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