Sinsajo Herido

By TallerDeLuzArtesana

42K 2.6K 802

Katniss y Peeta ya son marido y mujer, van juntos al Vasallaje de los Veinticinco y enfrentan la muerte una v... More

Nota de la Autora
Capítulo 1: Aliados.
Capítulo 2: Tenemos Nuevos Aliados
Capítulo 3: Mutos
Capítulo 4: Tic-Tac, Esto es un Reloj
Capítulo 5: ¿Qué Rayos Pasa Aquí?
Capítulo 6: Besos y Pasión en la Arena.
Capítulo 7: Yo te Necesito...
Capítulo 8: El Rayo
Capítulo 9: En Recuperación y Adaptación
Capítulo 10: Alma Coin
Capítulo 11: Fugitivos
Capítulo 12: ¿Qué fue de ti...?
Capítulo 13: Gale & Madge
Capítulo 14: Cenizas, Silencio y Desolación
Capítulo 15: El Recuerdo de Rue
Capítulo 16: Distrito 8
Capítulo 17: El Sinsajo
Capítulo 19: ¿Qué te han hecho?
Capítulo 20: Segunda Fuga
Capítulo 21: Problemas y Rescate I
Capítulo 22: Enjaulada en el 13
Capítulo 23: La Advertencia
Capítulo 24: Rescate II
Capítulo 25: Escape en Llamas
Capítulo 26: Tú Saltas...
Capítulo 27: La Revelación
Capítulo 28: Prisionera
Capítulo 29: ¡Lo Pagarás...!
Capítulo 30: Sinsajo Herido
Capítulo 31: Boda
Capítulo 32: Rumbo al Capitolio
Capítulo 33: Escuadrón 451
Capítulo 34: ¿Real o No?
Capítulo 35: Atrapados
Capítulo 36: Quédate Conmigo
Capítulo 37: Peeta vs Gale
Capítulo 38: Fuego Cruzado
Capítulo 39: Dudas
Capítulo 40: La Ejecución
Extra + Agradecimientos

Capítulo 18: ¡Estás Vivo!

994 55 10
By TallerDeLuzArtesana


Dejo escapar un sonido (la misma combinación de grito ahogado y gruñido que se produce cuando te sumerges en el agua y te falta tanto el oxígeno que duele) después que Plutarch vuelve el televisor a la transmisión habitual del Capitolio.

Sentado en un sillón frente a Caesar Flickerman, vestido de blanco, aparece Peeta, mi esposo, mi chico del pan. Aparto a la gente a empujones, aliados, soldados, Boggs, Haymitch, etcétera y me pongo y me pongo delante de él, con la mano sobre la pantalla. "¡Estás vivo!", susurro aliviada. Busco en sus ojos algún rastro de dolor, cualquier señal de tortura, pero no hay nada. Peeta parece sano hasta el punto de resultar robusto; le brilla la piel, que no tiene defecto alguno, como cuando te arreglan de pies a cabeza. Su gesto es sereno, serio. No logro conciliar esta imagen con la del chico machacado y ensangrentado que me atormenta en mis muchas pesadillas. Miro un instante a Haymitch, que está igual de asombrado que yo. Todos parecen sorprendidos por ver a Peeta, sano y fuerte, siendo que hace instantes dije que podía estar siendo torturado... y helo aquí, como si nada le hubiera ocurrido, incluso con mejor aspecto que cuando nos despedimos aquella última noche, entrevistado por Caesar en lo que parece una lujosa habitación. 

Caesar, con su chispeante traje de siempre y su cara pintada, se acomoda en el otro sillón frente a Peeta y lo mira durante un buen rato.

- Bueno... Peeta... bienvenido de nuevo.

- Imagino que no pensabas volver a entrevistarme, Caesar –responde Peeta, sonriendo un poco.

- Confieso que no. La noche antes del Vasallaje de los Veinticinco... Bueno, ¿quién iba a pensar que volveríamos a verte?

- No formaba parte de mi plan, eso te lo aseguro –dice Peeta, frunciendo el seño.

- Creo que a todos nos quedó claro cuál era tu plan –afirma Caesar, acercándose un poco a él-: sacrificarte en la arena para que Katniss Everdeen y tu hijo pudieran sobrevivir.

- Exacto, simple y llanamente –Peeta recorre con los dedos el diseño de la tapicería del brazo del sillón-. Pero había más gente con planes...

"Sí, otra gente con planes", pienso. ¿Habrá averiguado Peeta que los rebeldes nos usaron como marionetas? ¿Que mi rescate fue organizado desde el principio? ¿Y, finalmente, que nuestro mentor, Haymitch Abernathy, nos traicionó a los dos a favor de una causa por la que fingía no sentir interés? En aquel momento noto sus arrugas en su frente, el ceño adusto: o lo ha averiguado o se lo han dicho. 

Sin embargo, el Capitolio ni lo ha asesinado ni lo ha castigado. Por el momento, eso supera mis más locas esperanzas, así que me alimento de su buen aspecto, de su salud física y mental, que me corre por las venas como la morfina que me daban en el hospital para mitigar el dolor las primeras semanas. 

- ¿Por qué no nos hablas de la última noche en la arena? -sugiere Caesar-. Ayúdanos a aclarar un par de cosas.

Peeta asiente, pero se toma su tiempo para contestar.

- Aquella última noche... 

A continuación, Peeta comienza a describir la arena del Vasallaje y los últimos momentos que pasamos allí, hasta que hice volar el campo de fuerza y nos sacaron a todos. Aunque, claro, Peeta estaba lejos de mí, habernos separado fue nuestro error, ahora está en manos del gobierno. 

"Éramos como insectos atrapados bajo un cuenco de aire caliente, hirviendo. Y jungla por todas partes, jungla verde, viva y en movimiento. Cada hora es un nuevo horror, un reloj gigantesco y siniestro, que va marcando lo que te queda de vida... los mutos y los tributos quieren tu sangre... dieciséis personas han muerto los últimos dos días, algunas defendiéndote... ocho más estarán muertas cuando salga el sol, a ese ritmo... salvo uno, el vencedor. Y tu plan es procurar no ser tú..."

Finnick, Johanna y yo sudamos y temblamos al recordarlo; dejo caer mi mano al costado. Peeta no necesita un pincel para pintar las imágenes de los Juegos. Sabe trabajar igual de bien con las palabras. Luego Peeta empieza a lamentar haber permitido que nos separaran, haber hecho alianzas y no largarse conmigo cuando se lo propuse aquel día.

- Mi deseo era salvar a Katniss... pero aún sin saber lo de los rebeldes, había algo que fallaba. Me arrepiento de no haber huido con ella antes, como me lo había sugerido -manifiesta con voz trémula.

-Cuando te quedaste en el árbol del rayo, mientras Johanna y Katniss se llevaban el rollo de alambre hasta el agua -aclara Caesar.

- ¡No quería hacerlo! Pero no pudimos objetar el plan sin dar a entender que queríamos romper la alianza. Cuando se cortó el alambre comenzó la locura -exclama Peeta sobresaltado y sonrojándose de la emoción-. Sólo recuerdo algunas cosas: haber intentado encontrarla, ver cómo Brutus mataba a Chaff, matar a Brutus... sé que ella me llamó. Después el rayo cayó en el árbol y el campo de fuerza que rodeaba la arena... voló por los aires...

- Lo voló Katniss, Peeta. Ya has visto las grabaciones -señala Caesar con tono calmado pero firme.

- ¡Ella no sabía lo que estaba haciendo! Ninguno entendíamos el plan de Beetee. Se ve claramente que Katniss intentaba averiguar qué hacer con el alambre -responde Peeta aún más exaltado.

Mi esposo me defiende, pese a las acusaciones en mi contra; desde el punto de vista de la gente del Capitolio, soy una traidora, fui parte del plan rebelde. Él, no obstante, sigue defendiéndome, rebate a Caesar indicando que Johanna casi me mata al golpearme con el rollo de alambre. Peeta ahora casi le grita al presentador en su cara, que cómo podía ser parte del plan si no entendía lo que pasaba, que yo no tenía la intención de hacer estallar el campo de fuerza, quedar paralizada por el rayo, poner en peligro al bebé ni ser rescatada del Vasallaje por unos rebeldes cuya existencia ignoraba hasta entonces.

Siento una oleada de simpatía entre quienes me rodean, siento una mano dándome de palmaditas reconfortantes sobre el hombro. Supongo que es Finnick o Gale. Luego Peeta empieza a dejar mal parado a Haymitch, señalando que no debió confiar en él, así como tampoco en nuestros aliados. La mano amistosa cae de mi hombro y entonces, al mirar de reojo, me doy cuenta que era nuestro mentor quien estaba palmoteándome en señal de apoyo. Entonces la simpatía inicial da paso a la decepción, la incredulidad y un abierto rechazo cuando Peeta pide un alto al fuego, al ser consultado por Caesar sobre la guerra civil en Panem. Así la han llamado en el Capitolio. "Quiero que todos me escuchen, estén en el Capitolio o en el lado rebelde, que se detengan un segundo a pensar lo que podría significar esta guerra para los seres humanos. Casi nos extinguimos luchando entre nosotros la última vez, ahora somos aún menos y estamos en condiciones más difíciles. ¿De verdad quieren que nos aniquilemos entre nosotros? ¿Para que alguna 'especie decente' herede los restos humeantes de la tierra? No podemos luchar entre nosotros, no quedará suficiente gente viva para seguir adelante. Si no deponemos todos las armas, y tendría que ser ahora mismo, todo acabará... hagamos un alto al fuego... ahora", expresa Peeta. 

"Traidor, cobarde, vendido", escucho a mis espaldas... "mentiroso" y "enemigo" se suman también. Plutarch pide calma y trata de acallar las voces de los soldados reunidos frente a la pantalla. Silban y protestan al escuchar sus últimas palabras, que quedaron flotando en el aire. Alto al fuego. Ahora. Okey, mi esposo hizo que pareciera que condenaba a ambos bandos en conflicto, pero, llegados a este punto y teniendo en cuenta que los rebeldes sólo han conseguido victorias menores, un alto al fuego supondría una vuelta al estado anterior. O algo peor. Las acusaciones siguen rebotando en mis oídos, siento que Gale, Haymitch, mis aliados y Plutarch me miran con preocupación, están escudriñando cómo he tomado la propuesta de Peeta. La verdad no sé cómo reaccionar todavía, es imposible procesarlo todo tan deprisa: la alegría de ver sano y salvo a Peeta, su defensa de mi inocencia en el plan rebelde y su innegable complicidad con el Capitolio al pedir que se bajen las armas. Decido que lo mejor es largarme.

- No se te ha dado permiso para abandonar la reunión, soldado Everdeen -escucho decir a Boggs.

Me pone la mano en el hombro cuando me he dado vuelta para emprender la retirada, y aunque no es un gesto agresivo, después de la arena reacciono a la defensiva ante cualquier contacto desconocido, así que aparto su brazo de golpe y salgo corriendo hacia el exterior. Siento una refriega detrás de mí, pero no me detengo a mirar. Continúo corriendo desenfrenada. Sigo corriendo como una loca, cuadras y cuadras, sin mirar ni siquiera por dónde voy... hasta que me detengo para apoyarme en un muro que resistió en pie a recuperar el aliento. "¡Estás vivo!", susurro entonces, llevándome las manos a las mejillas, notando una sonrisa tan amplia que debe parecer una mueca. Peeta está vivo. Y es un traidor. Sin embargo ahora mismo no me importa lo que sea, ni lo que diga, ni para quién lo diga; sólo me importa que sigue siendo capaz de respirar y hablar. Empiezo a mirar alrededor para ubicarme, creo que he dejado bien atrás el campamento. Veo bodegas y fábricas bombardeadas, con paredes derrumbadas y ennegrecidas por el posterior incendio... no tengo idea dónde estoy exactamente. Estoy perdida. Y en peligro. Recuerdo las palabras de Boggs: "en cuanto esté en terreno abierto, el Sinsajo será un blanco inmediato". Esto no es bueno.

Me siento en el suelo, encogida, sin saber qué hacer o para dónde ir. Al cabo de un rato, Gale llega acezando y se sienta a mi lado; le sangra la nariz.

- Oye, parece que ya recuperaste bien todas tus fuerzas, porque vaya que corriste rápido -dice con una sonrisa, intentando quitarle importancia a mi huida y a su sangramiento.

- ¿Qué te pasó? -le pregunto, mientras le limpio la nariz con mi manga.

- Me interpuse en el camino de Boggs -responde él, encogiéndose de hombros- ¡Cuidado!

- Lo siento... ¿Te peleaste con Boggs? -pregunto incrédula que Gale se enfrentara a nuestro comandante.

Intento ser más delicada, dar golpecitos en lugar de restregar, pero el goteo se ha convertido en todo un chorro, así que trato de taponar con mi manga.

- No, sólo le bloqueé la pasada cuando intentó seguirte... su codo me acertó en la nariz -explica, quitando mi mano- ¡Déjalo así! Vas a conseguir que me desangre...

- Seguramente eso te traerá consecuencias, te castigarán o algo así -le digo preocupada.

- Oh, sí que traerá consecuencias... Fulvia y Plutarch rezongaron que ya no luciré guapo y atractivo para la nueva propo donde pensaban grabarme contigo -intenta sonar como si fuera algo muy lamentable pero al final se le escapa una sonrisa.

Me muerdo el labio para intentar mantenerme seria, pero me resulta tan ridículo... y al ver que Gale sonríe, termino sonriendo también. 

- Lo siento, soldado Gale Hawthorne.

- No lo sientas, soldado Katniss Everdeen -responde aún sonriendo-. La verdad es que me sentía muy ridículo haciendo esa estúpida propo.

Los dos empezamos a reírnos. Es una de las pocas cosas buenas que me han ocurrido hasta ahora, desde que llegué al 13. La primera es que mi familia y la de Gale están a salvo; la segunda es haber recuperado a mi mejor amigo; y la última es saber a mi chico del pan con vida. Como Gale se enamoró de Madge mientras yo me casaba con Peeta, hemos vuelto a nuestra vieja amistad, todo vuelve a encajar en su sitio. Gale dejó de sentir celos y de estar resentido conmigo, yo dejé de sentirme tan culpable respecto a él, a lo que le hice... él ya no lo fuerza, no intenta besarme ni hablarme de amor, porque ahora Madge ocupa ese lugar. De repente recuerdo que no soy la única que sufre por alguien querido, no soy la única con el corazón estrujado. Me acerco más a Gale y abrazo a mi amigo por la espalda. Él me abraza también.

- Gale, ¿qué pasó después... después de...? -dejo la pregunta inconclusa.

Siento un nudo en la garganta al pensar en Peeta, se veía sano, sin huellas de tortura, pero no calza que esté de parte de Snow. No el Peeta que yo conozco, aquel Peeta generoso y gentil. Que se conmovía con la gente que pasaba hambre, que le daba un bollo a los niños hambrientos y andrajosos que miraban el escaparate de la panadería con las tripas sonando. A escondidas de su madre, claro, como cuando me dio aquellos panes que quemó a propósito. Y cuando se mudó a la Aldea de los Vencedores, hacía pan y bollos para salir a repartir a la Veta. Peeta estaba en absoluto desacuerdo con los castigos también, se horrorizó cuando Thread azotó a Gale casi hasta matarlo, asimismo con la larga procesión de ensangrentados y lacerados ciudadanos que llegaban a mi casa tras un azote similar.

- ¿Qué ocurrió después que arrancaste? Ya te lo dije: Boggs intentó seguirte y yo me interpuse en su camino y entonces me dio en la nariz... -me repite, pero sé que sabe que no era ahí dónde apuntaba mi pregunta.

- Sí, eso ya lo sé -respondo con un gruñido- después de la entrevista de Peeta... ¿habló Snow también?

- No te lo podría asegurar, porque salí corriendo detrás tuyo... pero mientras me plantaba frente a Boggs y forcejeábamos, apenas alcancé a ver a Annie hablando, aunque fue muy brevemente y no alcancé a escuchar lo que dijo -reconoce Gale.

- ¿Annie Cresta? -le pregunto y él confirma asintiendo- ¿Cómo se lo habrá tomado Finnick?

- No lo sé... ya te dije que salí detrás tuyo para no perderte el rastro... 

- Ver a Annie debe haber afectado mucho a Finnick -digo, preocupada por mi otro amigo.

Finnick, mi amigo... otra persona que también sufre por amor.

- Peeta puede haber causado mucho daño hoy -señala Gale con el rostro ensombrecido-. La mayoría de los rebeldes no hará caso de lo que ha dicho, claro, pero hay distritos donde la resistencia es más inestable. No cabe duda que el alto al fuego ha sido idea del presidente Snow. El problema es que, en boca de Peeta, suena muy razonable.

Tiene razón. Peeta es la marioneta y Snow maneja los hilos. Temo la respuesta de Gale, pero se lo pregunto de todos modos.

- ¿Por qué crees que lo ha dicho?

- Puede que lo hayan torturado o persuadido. Yo creo que ha hecho algún trato para protegerte. Habrá aceptado la idea del alto al fuego a cambio de que Snow lo dejara presentarte como una chiquilla enamorada, embarazada y aturdida que no tenía ni idea de lo que pasaba cuando los rebeldes la tomaron prisionera. De esa manera, si los distritos pierden, aún tendrías una oportunidad... Si sabes aprovecharla -debo poner cara de perplejidad porque Gale dice la siguiente frase muy despacio- : Katniss... él todavía intenta mantenerte con vida.

¿Mantenerme con vida? Ya se lo había dicho a Haymitch, pero ahora lo entiendo a cabalidad: los Juegos no se han terminado, seguimos jugando. Salimos del coliseo, pero como no nos mataron, su último deseo de proteger mi vida sigue en pie. Pues yo también seguiré jugando, Peeta Mellark.

Un aerodeslizador se materializa de la nada sobre nuestras cabezas. Miro a Gale, asustada, y veo que la nuez de su garganta baja tragando saliva. Es imposible arrancar, no sin ser vistos, no con estos uniformes negros en medio de las ruinas color ceniza. Gale me protege con su cuerpo, escondiéndome prácticamente a empujones entre medio de los escombros, caigo mal sentada entre un montón disperso de bloques grises de bordes irregulares. Gale también se agacha, agazapándose, insistiendo en cubrirme pero yo me incorporo un poco, lo suficiente para mirar sobre su hombro. La nave ha descendido, está posada en tierra. La rampa se abre y bajan Haymitch y Plutarch, más cuatro soldados; en un par de jeeps que se estacionan cerca del aerodeslizador vienen mis aliados, Boggs y una media docena de soldados muy bien armados. Gale y yo tenemos nuestros juegos de arcos y flechas, Finnick trae su tridente y Johanna su super hacha letal, aunque ignoro si vamos a usarlas aquí o iremos a un verdadero enfrentamiento en otra parte del distrito; de todas formas entrenamos con ellas en el área de tiro del campamento, durante el descanso. Gale y yo nos relajamos y salimos a su encuentro. Aunque huelga decir que Boggs y mi mentor no tienen muy buena cara, se ven muy disgustados.

- Ahí están los primos... sentimos interrumpir su reunión familiar -suelta Haymitch con indisimulada ironía- pero hay trabajo pendiente por hacer. Ponte esto -me gruñe pasándome un diminuto auricular conectado a un cable.

- ¿Para qué... por qué tengo que...? -pregunto mientras lo examino algo perpleja.

- Sistema de comunicación -me corta de mal modo-. Quedamos en que ibas a hacer lo que se te pida, ¿entendido, preciosa? -me regaña mientras siento que me introduce el auricular dentro de mi oído, casi a la fuerza, y luego conecta el cable en alguna parte de mi uniforme, sobre el hombro.

- Y yo dije que ya lo veríamos... -siseo.

- Basta de discusiones estériles -interrumpe Boggs con tono de mando-. Soldado Everdeen, fue una imprudencia muy grande la que ha cometido: si en vez de nosotros, fuera una nave del Capitolio, ya estaría muerta o más bien prisionera... y usted, soldado Hawthorne, vuelve a decepcionarme desacatando órdenes, lo creía más sensato que su prima -nos recrimina haciéndome sentir una niña desobediente. 

Bueno, es lo que soy... así creo que me ve él. Una niña de diecisiete años, bajita, indisciplinada, escurridiza y reacia a contribuir a la causa. Creo que no le caigo bien a Boggs. Él tampoco me ha caído bien hasta ahora. De todos modos, me esfuerzo en disculparme, atribuyendo mi huida a mi condición de "mentalmente desorientada"... pero tomo nota que debo colaborar más si quiero lograr llegar al Capitolio por mi esposo, Annie y mi amiga Madge. Mi falso primo Gale alega en su defensa que me siguió para que no me perdiera por mi conmoción cerebral.

- Haymitch y yo estaremos en el aerodeslizador, Katniss... así que por favor, sigue las instrucciones que te demos desde el aire... es por tu seguridad. No queremos que le pase nada malo al Sinsajo y sus aliados, ¿verdad? -añade Plutarch en tono conciliador.

Miro a Finnick, para ver cómo lo ha afectado ver a Annie, se nota algo triste; me rezago un poco para que me alcance y le toco el brazo, le pregunto con la mirada cómo está: tiene los ojos húmedos de lágrimas que no ha derramado aún. Boggs nos guía hacia una fila de almacenes, mientras un segundo aerodeslizador se acerca para aterrizar. En él hay suministros médicos y una tripulación de seis médicos, a juzgar por sus inconfundibles uniformes blancos. También vienen cuatro soldados más, dos de ellos con unas extrañas especies de caparazones sobre sus espaldas. En vez de reunirse con el resto del pelotón, se acercan a mí y a Boggs. Entonces él hace las presentaciones correspondientes: la única mujer, de pelo rubio con media cabeza rapada, es Cressida, directora de televisión; el joven delgado con varios pendientes y piercings es su asistente, Mesalla; los otros dos son camarógrafos, parecen un par de insectos con aquellos arneses y se asemejan tanto que creo son hermanos, sólo uno me devuelve el saludo, Castor se llama, el otro es Pollux y sólo mueve la cabeza haciendo gestos amistosos. Son mi equipo de filmación, son profesionales del mismísimo Capitolio, rebeldes del grupo de colaboradores de Plutarch; intento averiguar preguntando a Pollux por qué están de nuestro lado. Él se señala a sí mismo y luego me señala la insignia de sinsajo en mi pecho, trata de comunicarse a gestos conmigo. Me recuerda a la chica pelirroja... entonces caigo en cuenta que Pollux es un avox, por eso está contra el gobierno. "Nos fugamos del Capitolio... por ti, por la revolución, queremos ser parte de esto", manifiesta Cressida con mucha convicción. 

Todos seguimos a Boggs por un callejón que avanza entre dos sosos almacenes grises. En las paredes metálicas hay escaleras de acceso al tejado. Cuando llegamos a la calle, es como si hubiéramos entrado en otro mundo. Hay un almacén con una burda hache pintada sobre la puerta principal; veo gente desesperada trayendo a otros desesperados en brazos, apoyados en los hombros, en carretillas y en improvisadas camillas; heridos, sangrando, mutilados, inconscientes algunos. Es dantesco. Diez, cincuenta, cien veces peor que la cocina de mi madre... esperaba bombardeos o enfrentamiento cuerpo a cuerpo, pero no seres humanos rotos, agonizando, gimiendo por que termine pronto su sufrimiento. 

- Pienso que podemos lograr buenas tomas del Sinsajo y sus aliados interactuando con los heridos... -propone Cressisa- las cámaras están listas cuando quieras, Katniss.

- ¿Piensan grabarme aquí? -pregunto transpirando helado, volviéndome hacia ella y hacia Bogss, buscando apoyo en mis amigos también-. Aquí no sirvo de nada, no puedo ayudarlos, no soy una sanadora.

Todos deben ver el pánico en mis ojos, porque me animan a continuar avanzando, Boggs se detiene un momento, me mira a la cara y me pone las manos sobre los hombros, primer gesto conciliador entre ambos.

- Sí que servirás, sólo deja que te vean... y a ustedes también -señala a Finnick y a Johanna-. Eso les hará mejor que todos los médicos del mundo. 

Nos acercamos y una mujer joven con una metralleta automática colgada al hombro nos intercepta; se nota cansada, huele a sudor y metal, la venda del cuello debió ser cambiada hace días, sus ojos están hinchados de falta de sueño. Sin mediar palabra hace un brusco gesto con el pulgar a los médicos, que se apresuran a entrar al improvisado hospital. Siento que me escruta de pies a cabeza. A su lado, con mi reluciente uniforme creado por un diseñador, cepilladita y limpia, parezco un pollito recién salido del cascarón, sin experiencia y aprendiendo a moverme por el mundo.

- Ésta es la comandante Paylor, del 8 -nos presenta Boggs-. Comandante, ésta es la soldado Katniss Everdeen... y ellos son los soldados Mason, Odair y Hawthorne, primo de la soldado Everdeen.

- Sí, sé quiénes  son -responde ella-. Entonces, estás viva. No estábamos muy seguros -dice dirigiéndose a mí.

No sé si lo imagino o percibo una leve acusación en sus palabras, pero su voz tiene un tono autoritario que deja claro que no la nombraron por azar.

- Todavía no lo tengo muy claro -respondo.

- Han estado recuperándose, los tres - nos señala a mis aliados y a mí-. Conmoción cerebral, costillas machucadas, fractura de fémur... -nos da golpecitos en la cabeza a Finnick y a mí, luego baja la voz apuntándome sutilmente con el mentón-. Aborto. Pero han querido venir a visitar a los heridos.

- Bueno, de esos tenemos muchos -enfatiza Paylor, guiándonos al interior del almacén-hospital. 

Gale cuestiona tener a todos los heridos en este lugar, Paylor indica que no tiene más alternativa, es esto o dejarlos morir, que ni siquiera tiene suficientes hombres para trasladar a los muertos a una fosa común. Por lo tanto, los cadáveres yacen en el suelo, uno junto al otro en una especie de tétrico y nauseabundo pasillo, apenas tapados con lienzos blancos ensangrentados. Las moscas pululan por doquier. Me agarro con fuerza a la muñeca de Gale, porque creo que me voy a desmayar, él me aprieta la mano en respuesta, Finnick me pone la mano en mi hombro,  "tú puedes hacerlo, descerebrada", leo en los ojos de Johanna. Luego traspasamos una gruesa cortina industrial y en la penumbra del recinto veo filas y filas de heridos en catres, pallets y sobre el suelo también. Huele a putrefacción, heridas supurantes, vendas de lino manchado, todo empeorado por el calor de la gente apiñada. Ni siquiera las claraboyas y ventanas abiertas logran airear el recinto o que entre más luz. Oigo zumbidos de miles de moscas, llantos, quejidos, súplicas por un calmante para el dolor. 

Camino entre las hileras de heridos, en cuanto me ven, oigo que susurran mi nombre, estiran sus manos hacia mí si pueden y yo comienzo a estrechar las manos y devolver los saludos. Johanna y Finnick también están ocupados dejando que los vean y los toquen, hablando con la gente. Nada inspirador, sólo frases... "hola, ¿cómo estás?" o "me alegro de conocerte". Muchos se apenan de saber que perdí el bebé y manifiestan simpatía por Peeta, aseguran que saben que hablaba bajo coacción. Un muchacho herido en las piernas se aferra a mis manos y me pregunta:

- Katniss... ¿lucharás con nosotros?

- Sí, lucharé -respondo de inmediato sin vacilar.

Ahora entiendo por qué se tomaron tantas molestias para rescatarme y mantenerme con vida, por qué Snow me apuntó como una amenaza tras sacar las bayas y por qué no le simpatizo a Coin, por qué quería a Peeta en mi lugar. Tengo poder. Ya era su Sinsajo antes de aceptar el puesto. Finnik y Gale me ayudan a subir a una mesa, luego suben a Johanna y por último se suben ellos. Hacemos el saludo del distrito 12, mi distrito, siento que se me sale el corazón y se me llenan los ojos de lágrimas al ver que todos devuelven el gesto. Tenemos que luchar... no sólo por rescatar a Peeta; por mi distrito, por Panem, por el futuro de Panem. 

Al salir todos me dicen que lo hice bien, Cressida está contenta con el material grabado, lo resumirán en una propo. Entonces oigo recién a Haymitch, había olvidado que me vigilan desde el aire. Me conmina a buscar refugio porque se acercan aerodeslizadores del Capitolio. Corremos, pero las bombas caen antes que lleguemos al bunker, la onda expansiva me lanza contra un muro, donde me cubren Boggs y Gale. Las naves dan la vuelta y nos preparamos para correr otra vez mas pasan de largo y sueltan más bombas pero lejos de nosotros. Entonces me doy cuenta que mis aliados y yo no somos el objetivo.

- ¡El hospital! -grito con desesperación.

- ¡Katniss! -chilla Abernathy por el auricular y sé lo que me dirá a continuación-: ¡ni se te ocurra!

Corro con Gale hacia el hospital... o hacia donde estaba, ahora hay sólo escombros, fuego y humo tóxico. Johanna y Finnick me siguen, pero llegamos tarde. El hecho que Gale no haga nada confirma mis sospechas. Los mineros no abandonan un accidente a no ser que no tenga remedio. Me saco el auricular de un tirón, entonces oigo las metralletas de los rebeldes en los tejados, me trepo sin perder tiempo seguida por Gale. Usamos nuestros arcos con las flechas incendiarias y explosivas, derribando al menos un par de naves. Cuando bajamos, Cressida me cuenta que el presidente Snow ordenó retransmitir el bombardeo a todos los distritos para mandar un mensaje a la nación, como escarmiento, y me pregunta si quiero enviar el mío también.

- ¿Te gustaría decir algo a los rebeldes? -me consulta, señalando a las cámaras de Castor y Pollux.







Continue Reading

You'll Also Like

575K 32K 58
Este fanfic de Sinsajo es narrado desde el punto de vista de Peeta Mellark. Es una versión realista de lo que él vivió (al menos lo que yo imagino)en...
499K 30.5K 33
Esta historia tratará esa versión que pudo ser real: el embarazo de Katniss antes de entrar a la segunda arena. Ella siempre se negó todo tipo de sen...
25.5K 2.3K 29
Enamorado... ¿¡A primera vista!?
23.2K 1.6K 12
Dos corazones heridos que no encuentran perdón, dos almas que no pueden vivir en paz desde que cometieron un gran error. Universo alterno