Sinsajo Herido

By TallerDeLuzArtesana

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Katniss y Peeta ya son marido y mujer, van juntos al Vasallaje de los Veinticinco y enfrentan la muerte una v... More

Nota de la Autora
Capítulo 1: Aliados.
Capítulo 2: Tenemos Nuevos Aliados
Capítulo 3: Mutos
Capítulo 4: Tic-Tac, Esto es un Reloj
Capítulo 5: ¿Qué Rayos Pasa Aquí?
Capítulo 6: Besos y Pasión en la Arena.
Capítulo 7: Yo te Necesito...
Capítulo 8: El Rayo
Capítulo 9: En Recuperación y Adaptación
Capítulo 10: Alma Coin
Capítulo 11: Fugitivos
Capítulo 12: ¿Qué fue de ti...?
Capítulo 13: Gale & Madge
Capítulo 14: Cenizas, Silencio y Desolación
Capítulo 15: El Recuerdo de Rue
Capítulo 16: Distrito 8
Capítulo 18: ¡Estás Vivo!
Capítulo 19: ¿Qué te han hecho?
Capítulo 20: Segunda Fuga
Capítulo 21: Problemas y Rescate I
Capítulo 22: Enjaulada en el 13
Capítulo 23: La Advertencia
Capítulo 24: Rescate II
Capítulo 25: Escape en Llamas
Capítulo 26: Tú Saltas...
Capítulo 27: La Revelación
Capítulo 28: Prisionera
Capítulo 29: ¡Lo Pagarás...!
Capítulo 30: Sinsajo Herido
Capítulo 31: Boda
Capítulo 32: Rumbo al Capitolio
Capítulo 33: Escuadrón 451
Capítulo 34: ¿Real o No?
Capítulo 35: Atrapados
Capítulo 36: Quédate Conmigo
Capítulo 37: Peeta vs Gale
Capítulo 38: Fuego Cruzado
Capítulo 39: Dudas
Capítulo 40: La Ejecución
Extra + Agradecimientos

Capítulo 17: El Sinsajo

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By TallerDeLuzArtesana


Fracaso. Un auténtico fracaso. Esas tres palabras resumen nuestra primera propo.

Después de verla y analizarla con Plutarch, Haymitch, Boggs, Jackson y los otros comandantes, más Coin y otras personas a través del holograma que nos mantiene en contacto con el 13, todos concluyen que somos un desastre actuando, los cuatro. Además, al encargado de la máquina de humo se le pasó la mano y todos tenemos los ojos llorosos y  tosemos de lo lindo entre medio de nuestras líneas. De tanto verla, ya me resulta casi cómico ver a Finnick con cara asustada y confusa al olvidar su texto, lanzando con rabia el muñeco que aterriza sobre Gale, derribándolo mientras profiere algunos garabatos que no estaban en el guión, luego se para y se mueve con torpeza, todo tieso. Johanna tampoco se queda atrás con los insultos y se manda un buen surtido de improperios al decapitar su muñeco. Ganas no me faltaron de mandarme algunos cuantos tacos también pero me abstuve y fui la única que pudo decir su línea completa sin cambiarla ni equivocarse. Ahí estoy yo ahora en primer plano. Miro a la mujer en la pantalla. Su cuerpo parece más alto, más imponente que el mío; tiene la cara manchada pero sexy; las cejas son negras y las frunce en un gesto de desafío; le salen volutas de humo de la ropa, como sugiriendo que acaba de apagarse o está a punto de arder. No sé quién es esta persona. Es obvio que me han retocado, igual que a mis compañeros, pero mi cuerpo y mi voz están como descoyuntados, van a saltos, igual que una marioneta a la que manipulan fuerzas invisibles. 

 La verdad, resulta sorprendente que haya sobrevivido tanto tiempo a las cámaras. El mérito, por supuesto, es de Peeta. Sola no puedo ser el Sinsajo. Johanna y Finnick han pasado unos años más que yo en el Capitolio y, por tanto, más tiempo frente a las cámaras... pero de todos modos su actuación no convence a nadie. Gale y yo somos un completo fiasco. Recuerdo cuando nos burlábamos de los tiesos y estirados actores del Capitolio que actuaban en cursis comedias románticas o melodramas para entretención de las masas. Pues ahora nosotros los superamos, nadie daría un centavo por vernos actuar. 

Mi mentor trata de convencer a Coin y el resto de nuestra incapacidad frente a las cámaras. Sigo enojada con él por no haber cumplido su promesa y evito mirarlo desde que llegamos al 8 ayer. Aún así, supe inmediatamente que estaba en lo cierto sobre nuestra actuación. Sobre todo la mía. Ha tardado media mañana en convencer a los demás de mis limitaciones y las de mi primo y amigos; que no somos capaces de hacerlo, que no podemos plantarnos en una batalla falsa con armas de utilería, disfraces, maquillaje y una nube de humo falso y arengar a los distritos a la victoria. Menos en un estudio de televisión. 

- De acuerdo -dice Haymitch cuando acaba de hablar-. ¿Alguien está dispuesto a afirmar que "esto" nos va a servir para ganar la guerra? -nadie lo hace-. Eso nos ahorra tiempo. Bueno, vamos a guardar silencio un minuto. Quiero que todos piensen en un incidente en el que Katniss Everdeen los conmoviera. No cuando envidiaban su peinado, no cuando su vestido ardió, ni cuando disparó medio bien con un arco. No cuando Peeta hacía que les gustara. Quiero oír un momento en el que ella en persona los hizo sentir algo real.

El silencio se alarga y empiezo a pensar que no se acabará nunca hasta que habla Finnick:

- Cuando se ofreció voluntaria para ocupar el lugar de su hermanita Prim en la cosecha. Porque estoy seguro que pensaba que iba a morir.

- Bien, un ejemplo excelente -dice Haymitch agarrando un rotulador morado para escribir, borrando con la manga lo que estaba anotado en la pizarra-. Espero que eso no haya sido importante. Otro.

Me sorprende que el siguiente sea Boggs, a quien había tomado por un robot musculoso que hacía cumplir la voluntad de Coin. Ella está al otro lado de la pantalla, observando sin hablar como siempre, mirando todo con sus ojos fríos. La acompañan Beetee y algunos ciudadanos del 12 que me conocían: Sae, la grasienta; Delly Cartwright, compañera mía y de Peeta; Brock, el encargado de la Aldea de los Vencedores. 

- Cuando cantó la canción. Mientras moría la niña... -opina Boggs.

- A quién no se le partió el corazón con eso, ¿verdad? -comenta Haymitch mientras lo escribe.

Las anécdotas y episodios empiezan a surgir rápidamente y sin orden. Cuando me alié con Rue, indica Johanna; cuando le di la mano a Chaff la noche de la entrevista, apunta Gale; cuando cargué con Mags huyendo de la niebla, dice Sae, al otro lado de la pantalla; cuando canté para Seeder, que también murió en mis brazos; cuando me comporté como una histérica al ver que Peeta se dio contra el campo de fuerza; cuando corrí creyendo que era Prim la que gritaba en la cuña de los charlajos. Y una y otra vez, cuando saqué aquellas bayas que significaron tantas cosas distintas para cada persona: amor por Peeta, negativa a rendirme en una situación imposible o desafío ante la crueldad del Capitolio.

- Yo lloré cuando drogó a Peeta para poder ir por su medicina ¡y cuando le dio un beso de despedida! -suelta Delly; después se tapa la boca, como si de repente se diera cuenta que habló demás, como de costumbre. 

Siento un dolor punzante dentro de mi pecho cuando nombran a Peeta. Duele no estar con él. Duele más no saber de su paradero y a qué está siendo sometido. Haymitch da golpecitos a la pizarra con el rotulador para recapturar la atención dispersa. 

- Ah, sí... muy bonito: droga a Peeta para salvarle la vida -lo escribe y se vuelve hacia nosotros-. Entonces, ésta es la pregunta: ¿qué tienen todos estos acontecimientos en común?

- Que eran Katniss... nadie le estaba diciendo qué hacer ni qué decir -responde Gale.

- Que en todos esos momentos Katniss fue espontánea -apunta Finnick.

- No tenía un puto guión que recitar para hacer una $%&*$%&"* propaganda -concluye Johanna, de mala gana.

Plutarch aprovecha de recriminar a mis amigos por su poco apropiado vocabulario. "Esto se transmitirá en todos los distritos, así que la próxima propo, sin garabatos por favor..."; les advierte a Johanna y Gale. La gente se ríe, incluso yo sonrío un poco. 

Enseguida vemos los pros y contras de mis camaradas. Gale es apuesto y con el uniforme de combate luce aún más guapo en cámara, incluso con la cara llena de tierra y una falsa cicatriz en la frente, sobre una ceja. Pero es pésimo actor, Gale y las cámaras no son buena dupla, algo que ya había quedado en evidencia cuando fueron a entrevistarlo en mis primeros juegos. Johanna puede pelear muy fieramente en cámara si piensa que está atacando a Snow y haciéndolo picadillo, el problema es que no exagere golpeando de verdad a los actores y que controle su boca... algo muy difícil. Finnick no tiene problemas para encantar a las masas, su físico y personalidad le juegan a favor, todos lo adoran; el reto es que logre memorizar una simple línea. Todavía se desconcentra por la conmoción cerebral (igual que yo). 

- No entiendo cómo en el Vasallaje todos actuaban tan bien ante las cámaras y ahora son un completo desastre -señala Plutarch, rascándose la cabeza.

- Porque en ese puto Vasallaje tuvimos que enfrentar peligros reales, cariño... ah, y muchas gracias por la lluvia de sangre caliente -espeta Johanna con sarcasmo.

- Y por... por la niebla venenosa -apunta Finnick con la garganta apretada, seguro por Mags.

- Sí, gracias por la niebla, Plutarch... y por el campo de fuerza, los mutos y los charlajos, bonitos detalles de tu parte -agrego yo, sumándome a las quejas. 

- Vamos, muchachos, saben que cada estadio y la temática se deciden con años de anticipación... yo sólo tuve que ponerlo en marcha -se disculpa Heavensbee, levantando sus hombros.

- Entonces, si ellos sólo responden bien ante peligros reales... con mayor razón debemos ir al Capitolio, combatir y vencer a Snow -indica Gale, que estaba pensativo escuchando.

- Bueno, todo eso está muy bien pero no ayuda mucho -dice Fulvia malhumorada-. Por desgracia, sus oportunidades de ser maravillosos y espontáneos son muy reducidas... a no ser que estén sugiriendo lanzarlos al combate... 

- Eso es justo lo que estoy sugiriendo -responde Haymitch- sacarlos al campo de batalla y dejar que las cámaras los graben... sin guiones...

  - ¡Sin guión, sí! -exclama Beetee, golpeando entusiasmado la mesa, al otro lado de la pantalla-. Así que sólo tenemos que dejarlos solitos...   

- Eso suena muy bien en teoría, pero es muy peligroso en la práctica... no están entrenados para pelear, no son soldados -añade Boggs.

- No somos soldados pero nos tratan como tales... cuando les conviene -mascullo con molestia. 

La idea de enviarnos a combatir es controvertida, aunque Haymitch y Gale tienen razón. Si sólo actuamos bien en circunstancias reales, ahí es donde deberíamos estar. Gale alega que él sí fue a sus entrenamientos y que está preparado para pelear en el frente; pero le responden que no lo terminó, interrumpió y dejó los entrenamientos por seguirme. Finnick alcanzó a ir a un par de sesiones antes de fugarse. Johanna y yo no fuimos a ninguno. Sin embargo, insistimos que queremos pelear si eso ayuda a la rebelión, estamos en buena forma física y hemos sobrevivido dos veces a los Juegos del Hambre, con toda clase de peligros.

- Si los dirigimos o les damos un guión, lo mejor que podemos esperar de ellos es algo aceptable o mediocre como esta porquería de propo -enfatiza mi mentor-. Sobre todo Katniss, yo la conozco más que ustedes... intentar decirle qué hacer y cómo es inútil, yo ya lo intenté cuando fue tributo, créanme. Tiene que salir de ella y de ellos -nos apunta a Finnick, Johanna y a mí- a eso es a lo que responde la gente.

Aunque tengamos cuidado, no podemos garantizar su seguridad -dice Boggs-. Serán un blanco para todos...

- Quiero ir -lo interrumpo-. Aquí no sirvo de nada.

- Yo también voy -declara Johanna.

- Yo iré también -se suma Finnick.

- Vamos los cuatro -finaliza Gale.

- ¿Y si los matan? -pregunta Coin, que había estado escuchando en silencio.

- Pues sólo asegúrense de grabarlo bien. Podrán usarlo de cualquier modo -respondo decidida y mis compañeros asienten, están de acuerdo.

- Vale, pero vayamos paso a paso -dice ella-. Primero encontraremos la situación menos peligrosa que pueda arrancarles algo de espontaneidad. Entiendo que allá en el 8 los bombardeos ya han pasado, tal vez hoy puedan ir al frente a grabar, si se produce algún enfrentamiento con los agentes de la paz... pero si hay mucho peligro, los sacan de inmediato . Y los quiero armados con un pelotón de guardaespaldas, cámaras en terreno y Haymitch más Plutarch desde el aire y en contacto con ellos... veremos qué conseguimos. ¿Algún comentario más? -pregunta la mujer que dirige el 13.

- Lávenles la cara, a todos, pero especialmente a Katniss -propone Sae y todos la miran-. Todavía es una jovencita y cuando la maquillan tanto parece que tiene treinta y cinco años. Está mal. Es como algo que haría el Capitolio. 

Coin da por finalizada la reunión y Haymitch me pregunta si puede hablar conmigo en privado. Todos se van, salvo Gale, que remolonea vacilante a mi lado.

- ¿Qué  te preocupa? -le pregunta Haymitch-. Soy yo el que necesita un guardaespaldas estando a solas con ella.

- Tranquilo, no pasa nada -le digo a Gale y él se marcha.

Supongo que mi mentor se refería a los arañazos que le di en el aerodeslizador, aún tiene un par de surcos marcados. Nos quedamos solos en un rincón de la tienda, acompañados por el zumbido de los instrumentos y el sistema de ventilación dentro de Comando y Estrategia. Afuera el calor es sofocante. Anoche me costó quedarme dormida por el calor, una pesadilla y la angustia, compartí carpa con Johanna y otras dos soldados. Gale y Finnick durmieron en otra carpa. Si es que durmieron, los cuatro estamos ojerosos hoy. 

- Vamos a tener que trabajar juntos de nuevo, así que adelante, dilo de una vez -escupe Haymitch.

Pienso en el cruel intercambio a gritos dentro del aerodeslizador y en el rencor de después, aunque me limito a decir:

- No puedo creer que no rescataras a Peeta.

- Lo sé.

Falta algo, y no porque él no se haya disculpado, sino porque éramos un equipo, habíamos acordado mantener a Peeta a salvo. Era un trato poco realista hecho al abrigo de la noche, pero un trato al fin y al cabo y, en el fondo de mi corazón, yo sabía que los dos habíamos fallado.

- Ahora dilo tú -le pido.

- No puedo creer que le quitaras la vista de encima aquella noche -responde Haymitch.

Asiento, eso es todo.

- Lo repito una y otra vez en mi cabeza, lo que podría haber hecho para mantenerlo a mi lado sin romper la alianza... pero no se me ocurre nada.

- No tenías elección, Katniss, y aunque hubiera podido hacer que Plutarch se quedara unos segundos más para rescatarlo aquella noche, nos habrían derribado a todos. Apenas logramos salir de ahí contigo, Beetee y Finnick golpeados y aturdidos por la descarga... y Johanna con la pierna rota y las costillas machucadas, prácticamente colgando de la escalera -remarca él.

Por fin miro a Haymitch a los ojos, ojos de la Veta, grises, profundos y rodeados de círculos oscuros de las noches sin dormir. Entonces agrega:

- Todavía no está muerto, Katniss.

- Seguimos en el juego -afirmo, intentando sonar optimista, aunque se me quiebra la voz.

- Sí, y yo sigo siendo tu mentor -me responde apuntándome con el rotulador-. Cuando estés en terreno, recuerda que yo estaré arriba y a cargo tuyo de nuevo. Tendré mejor vista que tú, así que haz lo que te diga, ¿entendido, preciosa?

- Ya lo veremos -le contesto y me doy media vuelta, abandonando la tienda para ir por mis amigos. 

Le pregunto a Jackson y me dice que fueron al comedor, que vaya también a almorzar. Gale me deja un puesto y oigo silbidos de protesta por colarme en la fila. Finjo que no me importa. Todavía siento la hostilidad de los verdaderos soldados, todavía nos hacen sentir ajenos, que no formamos parte del grupo. Que ellos han entrenado toda su vida para esto y nosotros somos los recién llegados, que además no vamos a pelear de verdad, sino que seremos las caras bonitas para la propaganda. Que no nos arriesgaremos como ellos. No nos consideran aptos para la batalla. Y es verdad, por ahora, sólo estamos siendo títeres. A menos que Alma Coin acceda a las condiciones que le pusimos ayer tras deliberar las dos horas de plazo que nos dio para contestar su "oferta". 

Esta vez hay menos soldados y nadie está sentado en el suelo, así que conseguimos una mesa o parte de ella. Son largas y hay toscas bancas de madera para sentarse. Nos acomodamos en una esquina libre a comer estofado de verduras. Haymitch y Plutarch llegan al comedor enseguida y éste último trae algo en la mano, se acerca al televisor que está encendido, es más bien una pantalla grande donde se ven las transmisiones del Capitolio las veinticuatro horas del día. Le comento a mis aliados que cuál es el sentido de ver lo que pasan en televisión si siempre es lo mismo: comedias o dramas cursis, desfiles de modas ridículas, resúmenes de los Juegos anteriores y repeticiones de entrevistas de vencedores (obviamente no las nuestras, en general, se empeñan en pasar las de tributos profesionales); todo aderezado con un recordatorio de los Días Oscuros, el bombardeo del 13 más el del 12 ahora, con advertencias de Snow de no volverse en contra del benevolente gobierno que los acogió luego de la primera rebelión. Que si luchan contra él, serán derrotados. Y sufrirán el mismo destino que el 12 y el  13. Gale me contesta que hay que saber qué hacen y qué planean hacer, que debemos estar al tanto, incluso, leer entre líneas los discursos de Snow y los comentarios de los presentadores de noticias. Por supuesto que éstas son editadas a conveniencia del Capitolio, dejando a los rebeldes como los peores criminales del mundo. En eso Plutarch manipula botones y algo atrás de la pantalla, porque se corta la transmisión y hay interferencia, la pantalla queda gris con rayas y luego azul.

- Supuse que querrían ver algo diferente... para variar un poco la transmisión -comenta Plutarch-. Vean esto y dígamne qué les parece el material...

Heavensbee pulsa un botón y entonces vemos otra vez la propo. Empieza a correr la grabación con nuestras espantosas actuaciones; al principio se escuchan abucheos, pero enseguida las pifias se convierten en risas que explotan en cada mesa al vernos actuar. La mayoría de los soldados no habían visto la horrorosa propo que filmamos ayer por la tarde y ahora que la ven, pasamos de la desaprobación y el rechazo a las burlas y las risotadas por nuestro pobre desempeño frente a las cámaras. "¡Son los peores actores que he visto en mi vida!", grita alguien en otra mesa; "¿Con eso pretenden alentarnos a ganar la rebelión?", pregunta otro soldado en son de mofa. Yo sigo comiendo, cabeza gacha, porque siento que me arden las mejillas y debo estar como tomate. 

- Ahora somos el hazmerreír de la tropa... genial -comenta Gale con sarcasmo.

- Bueno, al menos sirven para hacer reír... lo que a estos chicos no les viene mal, porque hace rato que no se divierten -señala Haymitch sentándose con un cuenco a mi lado-. Han estado peleando contra agentes y eso me recuerda que hoy llega un envío especial de Beetee desde el 13 para ustedes -agrega apuntándonos.

Imagino que son las armas que nos fabricó Beetee para cada uno. Una vez terminada la propo, algunos soldados piden un bis, Plutarch accede a repetirla y ahora hasta nosotros nos reímos de lo mal que lo hacemos. Es cierto, cuando menos servimos para alegrar un poco a la tropa. Boggs entra y nos comunica que tenemos un momento libre mientras llegan nuestras armas y uniformes especiales. Salimos a dar una vuelta al campamento rebelde, son unas cincuenta tiendas agrupadas en cinco sectores distanciados uno de otro. Cada uno corresponde a un pelotón, con el número pintado en el suelo y las carpas, cada una de éstas puede albergar de cuatro a seis soldados. Aquí deben haber unos doscientos, pero nos enteramos que hay más alojados en depósitos o bodegas, aparte de los rebeldes que trabajan como voluntarios en un improvisado hospital. La mención de la palabra "hospital" me recuerda a Prim y mamá... espero que estén bien en el 13. Seguro ellas querrían venir a ayudar, pero prefiero que se queden allá bajo tierra, así están más seguras. 

Plutarch llega con dos cajas, una para Johanna y la otra tiene mi nombre, otro soldado trae las de Gale y Finnick. Las abrimos y encontramos adentro nuestros nuevos uniformes de combate. Hay un cuaderno también. Durante un instante lo miro con suspicacia, pero la curiosidad me la gana y lo abro, al hacerlo sufro un shock emocional. En el interior hay un retrato mío, firme y fuerte, con un uniforme negro, el mismo que reposa en la caja, esperando por mí. Sólo existe una persona capaz de haber diseñado el traje, que a primera vista parece muy práctico pero que resulta ser una verdadera obra de arte: la caída del casco, la curva del peto, el ligero abullonado de las mangas que deja ver los pliegues blancos... En sus manos, vuelvo a ser un sinsajo. Mis amigos también tienen un cuaderno que hojean con curiosidad. Me acerco a verlos. Sus uniformes también son impresionantes pero prácticos, con bolsillos, pliegues y correas para nuestras armas. Los bocetos fueron hechos por la misma mano.

- Cinna -susurro, con un nudo en la garganta.

- Sí, me hizo prometer no mostrártelo hasta que decidieras por ti misma ser el Sinsajo. Créeme, tuve que aguantarme la tentación de mostrártelo antes en el 13 -dice Plutarch entrando a nuestra tienda-. ¿ya le echaste un vistazo a los dibujos?

Paso las páginas despacio, examinando las minuciosas capas de blindaje, las armas ocultas en las botas y el cinturón, el refuerzo especial sobre el corazón... En la última página, bajo el boceto de mi insignia del sinsajo, Cinna escribió: "Todavía apuesto por ti".

- ¿Cuándo...? -empiezo, pero me falla la voz.

- Veamos... Bueno, después del anuncio del Vasallaje de los Veinticinco. ¿Unas semanas antes de los Juegos, quizás? Además, Beetee diseñó algo muy especial para cada uno, sus nuevas armas están esperándolos en la tienda del comedor... no les daré pistas, no quiero arruinar la sorpresa. Coin hará un anuncio importante y todos están reunidos ahí -cuenta muy excitado-. Pónganse sus uniformes y vayan allá cuanto antes... 

- Seremos los rebeldes mejor vestidos de la historia -dice Gale, sonriendo.

- Y si Voltios diseñó nuestras armas, también seremos los mejor armados -apunta Finnick con su reluciente sonrisa.

- ¿Qué esperamos?... pónganse sus nuevos trajes -nos conmina Johanna, empezando a desnudarse frente a todos otra vez.

Plutarch y Jackson se dan media vuelta y comienzan a retirarse... pero nosotros tres ya estamos acostumbrados a que Johanna se quite la ropa sin pudor alguno. Ya me da lo mismo, hasta me río de la cara de Plutarch, muy incómodo. 

Nuestros trajes son livianos y cómodos, nos permiten movernos con libertad como comprobamos al caminar hacia el comedor. Hay una gran cantidad de soldados, diría que casi todo el campamento rebelde se ha reunido para escuchar el anuncio de Coin. Me late el corazón con fuerza de saber si aceptará nuestro pliego de peticiones a cambio de ser el Sinsajo y compañía. Por la pantalla veo que la gente del distrito 13 también está reunida en una especie de anfiteatro subterráneo. Diviso a Prim y mamá entre la multitud, con sus uniformes del hospital, pero ignoro si me ven, también veo a Hazelle con los niños. Casi sin demoras, Coin aparece en un balcón y comienza a hablar, en el 13 no desperdician nada, ni siquiera el tiempo o las palabras. La presidenta Coin saluda y explica que, por nuestra huida del distrito, sin autorización, deberíamos ser juzgados por poner en riesgo la seguridad del distrito (lo que me parece exagerado). Sin embargo, se ha decidido perdonar tal delito en vista de nuestra inestabilidad emocional, puesto que los médicos de la cabeza diagnosticaron que sufrimos graves traumas luego de estar dos veces en los Juegos del Hambre. Informa que seré entrenada para ser el Sinsajo y haré giras por los distritos, apoyando a los soldados que combaten en el frente. Luego se dirige a mí, preguntándome si tengo algo que decir al respecto. No sé por dónde empezar.

- Presidenta Coin, con todo respeto... ¿qué hay de nuestras peticiones? -pregunta Gale por mí.

- Estoy analizando sus condiciones, soldados -contesta con frialdad.

- Si voy a ser el Sinsajo, necesito a mis aliados conmigo, a mi lado, en todo momento -digo y me sorprendo de la firmeza de mi voz-. También necesito que se garantice la seguridad de mi familia y la de Gale Hawthorne. 

- Bien, ¿algo más? -pregunta Coin, asintiendo a mi pedido.

- Rescatar a Peeta Mellark, Annie Cresta y mi amiga Madge Undersee, lo mismo vale para los otros tributos capturados, como Enobaria.

La verdad no me importa Enobaria, la cruel tributo del 2; de hecho, no la soporto, pero me parece mal dejarla fuera y a su suerte. La multitud murmura y noto que no están de acuerdo. Supongo que nadie dudaba que quisiera ser el Sinsajo, así que ponerme precio (un precio que, además, les salva la vida a posibles enemigos) los enfada aunque permanezco impasible ante las miradas hostiles que me lanzan aquí y desde el otro lado de la pantalla.

- No -responde Coin, sin más.

- Sí -replico alzando la voz- No se les castigará de ninguna forma. No es culpa suya que los abandonaran en la arena y que Madge fuera capturada por los agentes. ¿Quién sabe lo que les estará haciendo el Capitolio?

- Se les juzgará junto con los demás criminales de guerra y se les tratará como disponga el tribunal -dice ella.

- ¡Se les garantizará la inmunidad! -declaro con voz potente-. Tú en persona lo prometerás ahora, delante de toda la población del 13 y lo que queda del 12, así quedará grabado para generaciones futuras. Tanto tú como tu Gobierno serán responsables de su seguridad... ¡o tendrán que buscarse otro Sinsajo! -concluyo enfadada y molesta.

"¡Esa es ella, Katniss Everdeen, la rebelde!", oigo que Gale les dice a mis amigos. Mis palabras quedan flotando en el aire un largo instante. La presidenta permite unos instantes de tensión antes de seguir con el mismo brío de siempre, aunque las palabras que pronuncia suenan frías y amenazadoras.

- Bueno, a cambio de esta solicitud sin precedentes, la soldado Everdeen promete dedicarse en cuerpo y alma a la causa. Por tanto, si se desvía de su misión, tanto motivos como en hechos, lo consideraré una ruptura del acuerdo y el fin de la inmunidad, de modo que el destino de los vencedores y prisioneros quedará determinado por las leyes del Distrito 13. Gracias, vuelvan a sus labores.

En otras palabras: si me aparto del guión, acabaremos todos muertos.



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