Junto a ti

By MyPerfectGuys

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Segunda temporada de 'Te Necesito' More

Sinopsis
01.
02.
03.
04.
05.
06.
07.
08.
09.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16. «1ª parte»
16. «2ª parte»
17.
18.
19.
20.
21.
22.
23.
24.
25.
26.
27. «1ª parte»
27. «2ª parte»
28.
29.
30.
31.
32.
34.
*Explicaciones*
35.
36. «1ª parte»
36. «2ª parte»
37.
38. (último)
Epílogo
*Nota final*

33.

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By MyPerfectGuys

Nada más abrir los ojos enfoqué la ventana del techo y suspiré. El sol ya prácticamente se había escondido, pues no había ni una sola nube anaranjada o rosácea víctima de los deslumbrantes rayos solares. Algunas estrellas de hecho comenzaban a aparecer, adornando el cielo recién oscurecido.

Me revolví perezosa entre las sábanas y volví a cerrar los ojos. Sería capaz de evadirme una vez más del mundo y descansar mi mente hasta el día siguiente si fuera posible, pero no lo era, debía espabilarme y presentarme delante de aquella enorme familia, y a ser posible, con mi mejor cara.

Fugazmente la idea de inventarme algún cuento como que me dolía la cabeza o el estómago me pasó por la cabeza, pero de inmediato la deseché. Con sólo recordar el ímpetu y el entusiasmo con el que me habían recibido todos, incluso la cocinera, me comenzaba a sentir muy culpable. Además, no me disgustaba la idea de compartir más palabras con ellos para conocerlos más. Mis primeras impresiones fueron muy buenas generalmente y ahora sentía hasta curiosidad.

Incorporándome sobre mis codos silenciosamente, observé a Liam de espaldas colocando cuidadosamente una percha con ropa en el armario. Se volvió hacia las maletas que ahora estaban sobre un banquito delante de la cama y volvió a repetir el proceso. Pero entonces me di cuenta de que no era su ropa la que estaba colocando, sino la mía.

-Espero que no te moleste -habló distraído refiriéndose exactamente a lo que estaba pensando-, pensé que quizá te daría algo de pereza, así que no me importa hacerlo yo...

Me fue inevitable no sonreír como una idiota enamorada al escucharlo. Él quizá no le daba mucha importancia, pero significaba tanto para mí que tuviera en cuenta esos pequeños detalles... Habíamos tenido un largo viaje, y se suponía que debíamos de estar los dos descansando, pero no, él no, él tenía que hacer todo al revés del mundo solamente para contentarme a mí.

Tuve la tentación por un segundo de abrir la boca para echarle una pequeña regañina por eso, pero de inmediato las ganas se me pasaron cuando lo vi trasteando con un vestido de tirantes cruzados y varias capas de tela pretendiendo colgarlo al derecho en la percha. Ahora sólo quería saltar sobre él y comérmelo a besos.

-¿Esto cómo va? Es un lío... -arrugó la nariz peleando con los finos tirantes- ¿Por qué inventaran ropa tan compleja?

Me arrastré muerta de risa fuera de la cama y acudí en su ayuda.

-Déjame anda -lo aparté y bajo su atenta mirada coloqué el vestido adecuadamente en menos tres segundos- Listo.

Él me miró perplejo, y luego al vestido, el cual colgué en mi lado del armario.

-Es bonito en realidad -dijo observándolo fijamente-, ¿por qué no te lo pones esta noche? Será divertido ver como consigues domarlo.

Rodé los ojos y le di un empujón, riendo inconscientemente.

-Tonto.

Me volví hacia el armario cayendo en la cuenta de que, efectivamente, algo tendría que ponerme. Íbamos a bajar a estar un rato con los demás, y aunque era de noche, no me parecía que la ocasión exigiera ir de etiqueta sí o sí. Con unos pantalones cortos y una camiseta seguramente bastaría.

Sus manos posándose en mi cintura me distrajeron.

-Lo digo en serio. Me gustaría vértelo puesto.

Sonreí al sentir su susurro sobre mi piel, en el cuello, dándome escalofríos.

-Otro día -le sugerí-. Ahora algo más cómodo. No me apetece arreglarme sólo para bajar a cenar.

Él asintió conforme y se alejó de mí, dejándome tranquila para que volviera a estrujarme la cabeza.

Cuando ya tuve la ropa elegida en mis manos, me rasqué la nuca indecisa. No sabía si cambiarme ahí delante de él o si entrar al baño. Liam me conocía, incluso conocía muchas partes de mi cuerpo que yo no, pero no estaba cómoda con eso. Ésta era la primera vez que compartíamos una habitación realmente y se sentía muy extraño. No sabía como actuar.

Justo cuando estaba a punto de emprender mi camino hacia el cuarto de baño, veo que él comienza a despojarse de su camiseta, con la que llevaba todo el día, y la echa en un cesto en una esquina de la habitación. Dirige sus manos hacia la bragueta de sus pantalones, pero pronto se detiene siendo consciente de que le estoy mirando desde hace un rato.

Al igual que yo, él tiene una muda limpia sobre la cama lista para cambiarse. Coge toda la ropa haciendo un amasijo con ella, la aprieta contra su pecho y se dirige silenciosamente hacia la puerta del baño.

-¿A dónde vas?

-Al baño -se detiene y señala la puerta.

-P-puedes cambiarte aquí, no me molestará -como una idiota balbuceo y en seguida me arrepiento de haber hablado.

-Me voy a duchar -se explica divertido advirtiendo mi confusión.

La cara me hierve de la vergüenza y desvío la vista. Era éste uno de esos momentos en los que por más que suplicara: ¡tierra trágame!, esto nunca me sucedería.

-Oh... perdona.

Aun con la mirada baja, sé que está sonriendo socarronamente.

-No importa -casi sin darme cuenta, se movió en la habitación hasta alcanzarme y posó la palma de su mano contra mi mejilla-. Aunque cuando quieras que me desnude frente a ti, sólo tienes que pedírmelo.

Encajé esa broma de la mejor forma posible, haciendo un tremendo esfuerzo por no gritarle "tonto" de nuevo. Tras un irresistible y fugaz guiño, él se escabulló en el baño y cerró la puerta. Al minuto, escuché la llave del agua abrirse.

Caí sobre la cama desplomándome y dejé que la sonrisa que anteriormente me había esforzado en ocultar saliera a relucir ahora. Aunque me moría de la vergüenza de solo admitirlo, me hubiera gustado ver algo más que su pecho al descubierto. A cada momento que pasaba con él, mi mente se ensuciaba más. Y la verdad es que no podía echarle la culpa a Liam, era yo sola la que mal pensaba todo el tiempo.

Cuando ya hube aireado mi mente de todos aquellos pensamientos tan calenturientos y tan salidos de tono, expulsé todo el aire retenido y me puse en pie. Rápidamente me desnudé y reemplacé mi ropa por la limpia.

Esperaba paciente sentada sobre la cama en el momento en que Liam salió del baño. Un enloquecedor aroma mezcla del gel que había utilizado junto con su colonia llegó hasta mis fosas nasales. Qué gran fuerza de voluntad tenía como para no desmayarme ante aquel irresistible momento.

Bajamos juntos por las escaleras los dos pisos que nos separaban con la planta baja y llegamos al enorme descansillo que conectaba con todas las habitaciones. A pesar de que ya habíamos pasado por allí aquella mañana, me fue inevitable no detenerme para echarle otra ojeada.

Al ser de noche todo se veía diferente. Las puntuales lámparas de la habitación emitiendo a penas unos destellos de luz lo hacían todo más encantador. Y fuera, tras la enorme puerta a nuestra izquierda de cristales, se podían distinguir los alrededores campestres de la casa iluminados por algunos farolillos que colgaban de los arboles y el embarcadero en penumbra.

Estaba sin habla de lo bonito que me parecía todo. Era una casa de ensueño definitivamente.

Liam me agarró de la mano y tiró de mí hacia la única habitación que se veía iluminada desde donde estábamos, la cocina. Pasamos a través del arco sin que nos fuera difícil escuchar de nuevo las características voces de los hermanos. A carcajada limpia reían y a voz en grito hablaban.

El buen ánimo se me contagió de inmediato, haciéndome alegrar por no haber sido tan tonta de inventarme alguna excusa para permanecer en la habitación escondida de todos.

-Mirad, la parejita feliz -canturreó Bruce advirtiendo a sus hermanos de nuestra presencia.

-Bruce -le riñó Eddie con disimulo.

Éste protestó algo en voz baja y luego se volvió a sonreírnos, haciéndonos un gesto para que nos acercáramos.

Ellos, Bruce, Eddie y Alex, estaban en la gran mesa de comedor que había tras el espacio de la cocina.

Saludamos a la cocinera brevemente y caminamos hasta alcanzarlos. Estaban cada uno en un extremo de la mesa, sentados tan cómodamente como si estuvieran en los sofás del salón y ojeando y tecleando sus móviles. Otro detalle que no me pasó inadvertido fue que iban los tres en pijama y en pantuflas.

Menos mal que opté por ponerme lo más sencillo del armario.

-¿Qué tal? ¿Habéis descansado? -Eddie apartó su móvil y nos miró afable- Sentaos -señaló los asientos frente a él.

-Sí, un poco -hablé.

Furtivamente enfoqué a Liam, pues sabía que no había descansado nada de nada mientras yo había estado dormida.

-¿Y tenéis hambre? -preguntó- Celine está preparando lasaña.

-La mejor lasaña del mundo -enfatizó Bruce, dejando su móvil también a un lado para sentarse más cerca de nosotros.

Liam y yo reímos.

-Yo sí, la verdad -dijo él.

-Yo también.

-Perfecto entonces -Celine apareció por detrás nuestra llevando consigo un mantel blanco, cubiertos, servilletas y unos cuantos vasos-, porque tengo comida hecha como para alimentar a un regimiento entero.

Eddie frotó sus manos enérgico y se levantó para ayudarla a colocar todo en la mesa. Por educación Liam y yo también nos ofrecimos, pero él nos obligó a quedarnos sentados utilizando el pretexto de que éramos los invitados.

Comenzamos a cenar al poco tiempo los cinco juntos, ni si quiera esperamos a que viniera más gente que fue lo que me sorprendió. No había ni rastro de su hermana mayor y su marido, ni de mamá y Derek. Tampoco de Geoff y Karen. Estaban todos desaparecidos, porque por el silencio en el que se sumía el resto de la casa, era evidente que no había nadie más allí con nosotros. Era extraño ya que el reloj acababa de dar las ocho y media y ya había anochecido.

Liam y yo permanecimos la mayoría del tiempo callados, escuchándolos hablar a ellos de trivialidades. Aún era extraño el haberlos conocido nada más que unas horas atrás y ya estar compartiendo con ellos casa y mesa, y por esa razón ambos nos sentíamos algo cohibidos. De vez en cuando le echaba una ojeadilla a Liam y lo comprobaba por su expresión descolocada.

-Nos hubiera gustado llevaros a dar un paseo por la urbanización después de la cena, pero ya es un poco tarde -dijo Alex comprobando su reloj.

Ella colocó sus cubiertos sobre su plato vacío cuando hubo acabado y se recostó en la silla acomodando su pelo rubio sobre su hombro. Sorprendida, no pasé por alto lo guapa que se veía. Con las luces más tenues, las facciones de su rostro, quizá las más marcadas de todos los de la familia, quedaban bastante más sombreadas.

-Cierto -corroboró Eddie, pinchando del segundo plato de lasaña que Celine le sirvió- Mañana probablemente lo hagamos, pero hoy ya no. Hemos cenado demasiado tarde.

-¿Nos habéis esperado? -preguntó Liam.

-En cierto modo sí -rió Bruce, el pequeño de los tres- Solemos cenar sobre las siete, antes del atardecer.

-Pues no teníais por qué -dije.

-No era problema -Eddie le restó importancia-. Además, a saber lo que tardan los demás en llegar... Os hubierais quedado solos.

-¿Y dónde están? -quise saber.

-Tu madre quería compañía para decidir el menú de la boda, y desde que se fueron aún no han vuelto.

-¿Y mis padres? -preguntó Liam, limpiándose la boca con una servilleta- ¿También fueron con Miriam?

Alex rió pilla, alzando las cejas.

-Oh, no. Ellos me parece que decidieron pasar una velada romántica por ahí -Liam a mi lado saltó de la sorpresa en su sitio-. Se marcharon hace una hora, preguntando por buenos restaurantes en el centro.

-Ya... -sopeso él.

Me miró aturdido y le sonreí en respuesta.

Al contrario que él, no me sorprendía en absoluto aquello. Uno de los motivos por los que sus padres estaban haciendo este viaje, aparte de por la boda de mamá, era porque Liam había decidido que después de años y años sin cogerse unas dignas y merecidísimas vacaciones, ya iba siendo hora de que rompieran con el molde. Seguramente debían sentirse como adolescentes en sus primeras citas... y yo más que nadie podía imaginarme lo especial e intenso que era ese sentimiento.

-Son muy monos -volvió a decir Alex-, ya me gustaría a mí casarme y seguir igual de feliz veintitantos años después.

Por como hablaba era obvio que había notado el tremendo afecto con el que Geoff y Karen se trataban. Eso era algo que pasaba desapercibido para muy pocos.

-Y a mí -murmuré.

La mano de Liam rápidamente se posó sobre mi rodilla bajo la mesa y me acarició moviendo circularmente sus dedos. Alcé la vista y me deleité con su humilde y sincera sonrisa. Daba la sensación de que a él también así le gustaría.

Fuera, en el porche trasero al que se salía por la puerta del gran descansillo, se respiraba una inmensa sensación de paz que nos invadió a todos en cuanto nos acomodamos por allí. Que estuviéramos aislados y alejados del bullicio de Berlín era una de las mejores ventajas que teníamos al hospedarnos con ellos, o por lo menos a mí me encantaba.

Más perezosa que nunca, froté mi espalda contra el pecho de Liam y me aferré a una rebeca que había cogido de la habitación por casualidad, tapándome el poco escote de la camiseta que llevaba. Aunque fuera verano y supiera que las temperaturas en Alemania obviamente no eran como las de Canarias, no espera aquel aire tan frío por las noches. No había venido a penas preparada para eso.

Liam, dándose cuenta de mi vello erizado, me rodeó con sus brazos abrasándome con ese calor corporal suyo tan característico hasta que consiguió que me relajara.

Eché la cabeza hacia atrás, recostándola sobre su hombro, y traté de observar las estrellas hasta que poco a poco las nubes las iban ocultando. Tanto tiempo pasé así que terminó convirtiéndose en un juego para mí. Estrella que veía pero que finalmente acababa escondida, estrella que contaba. Llegué a contabilizar hasta treinta y siete estrellas.

-¿Qué haréis mañana?

Bruce interrumpió mi aburrido pasatiempo.

De reojo vi cómo Liam se alzaba de hombros y luego me señalaba a mí.

-Ah, ¿soy yo la que toma las decisiones?

-Siempre -me aseguró, dejando entrever el tono bromista por todos lados.

Sentí sus labios sobre mi mejilla al mismo tiempo que de fondo escuchaba las risas de los otros.

Sacudí la cabeza y miré a Bruce.

-Me gustaría que aprovecháramos para ver la ciudad tranquilamente. Creo que cuanto más cerca esté la boda, más histéricos estaremos todos así que cuanto antes mejor.

-Tienes razón. Aprovechad mañana -nos aconsejó Eddie-. Mi padre estará libre todo el día, así que quizá él os pueda llevar a todos los sitios. Además, tu madre no estará encima de él ya que tiene prueba de vestuario con las damas de honor por lo que estará más calmado -comentó haciéndome reír. Ya sabía que mi madre se pondría de los nervios con todos los preparativos. Siempre fue así. Sólo rezaba porque a Derek se le diera bien soportarla bajo presión, sino, empezarían el matrimonio con muy mal pie.

-Se soportan aún estando histéricos tranquila -me aclaró Alex notando mis cejas alzadas-. Por eso se casan... porque aún estando al borde de un ataque de estrés, a mi padre se le da muy bien calmar a tu madre.

-Qué romántica es mi hermanita -bromeó Eddie. No quise pensar en el doble sentido de su última frase hasta que él lo mencionó. Desde luego que no me interesaba en absoluto saber de qué forma arreglaban ellos sus asuntos, pero estaba claro ya que de una forma muy pasional, por el lado sexual de la palabra-. No le puedes decir eso a una niña, Alex. Ya le has dejado un trauma -me señaló.

-Ay perdona -ella se incorporó, luciendo realmente arrepentida-. Pareces tan adulta que a veces olvido tu edad, _____.

-No, tranquila, no importa. No soy una niña -aclaré mirando duramente a Eddie, quien se sintió algo apenado por haberme provocado para que cambiara mi semblante.

Una risilla casi inaudible me distrajo a mi espalda. Golpeé suavemente con mi codo a Liam hasta que se calló. Me giré a verlo con los labios fruncidos enrabietada. Aquella batalla a cerca de lo niña o lo mujer que era nunca la llegaría a ganar del todo.

-No es una niña, es una mujercita... -les explicó Liam abrazándome de nuevo para retenerme a su lado. Que listo era que hasta sabía que me habían entrado ganas de levantarme y de sepárame de él. Me revolví inquieta, luchando con sus duros brazos a mi alrededor, pero no hubo forma de librarme de ellos-, una mujercita con muchas agallas.

En el fondo de mi irritación persistían las ganas de soltar una sonora carcajada. Detuve mi forcejeó y conseguí calmarme, hasta que esa carcajada salió.

Los otros tres frente a mí hicieron lo mismo, aunque algo contrariados por mis reacciones. Estaba siendo un poco bipolar a decir verdad.

-Perdona -siseó Liam en voz baja aprovechando un momento en que Bruce se había levantado a por un vaso de agua y Alex y Eddie comprobaban las últimas notificaciones de sus móviles-. Sabes que no iba en serio todo eso.

Asentí comprensiva y me acerqué a besar su sien.

Mantuvimos aquel ambiente tranquilo durante unos treinta o cuarenta minutos más. Guardamos silencio y nos relajamos escuchando los ruidos de los insectos y de la brisa del viento, hablamos sosegadamente, reímos de forma suave al escuchar las puyas que se lanzaban los unos a los otros sin malas intenciones... Se sentía realmente agradable aquel momento. Pero entonces todo se vio alterado cuando entraron en el terreno dos coches, de los cuales Liam identificó uno de inmediato. El de Derek. El otro supimos más tarde que era el del marido de Brit, August.

-Oh, estáis aquí... -Brit se acercó casi jadeando, con una mano en su vientre y con la otra en la espalda. Parecía que luchaba con todas sus fuerzas por alcanzar el sillón en el que estaba su hermana y hundirse en él- Estoy agotada -murmuró exhausta-, necesito descansar un poco...

-No, no -August apareció antes de que se acomodara y la sostuvo por la cintura-, como te sientes ahí, me va a costar horrores subirte luego a la cama así que andando -señaló hacia el interior de la casa.

Brit hizo una mueca irritada, aunque en el fondo sabía que su marido sólo hacia lo que creía conveniente para ella.

-De acuerdo -aceptó de mala gana.

Ella se despidió de todos nosotros y se marchó, agarrándose fuertemente a August para no perder el equilibrio. Me preguntaba si estaría tan cansada por el día ajetreado que seguramente habían tenido o si era por el embarazo simplemente. Me dio algo de pena, ya que me dio la impresión de que toda esa sensación de pesadez era fruto únicamente del periodo de gestación.

-¿Viven aquí? -le pregunté a Bruce, el que más cerca estaba de nosotros.

-Ahora sí, pero en cuanto nazca el bebé volverán a su casa. No está muy lejos de aquí. Es como esta, pero un poco más pequeña -nos dijo señalando a un lado, justo hacia la otra orilla del lago.

-¿Y a August no le molesta? Digo, parece un poco reservado. Da la impresión de no disfrutar con ambientes ajetreados como este, con tantas personas viviendo en una misma casa.

Él rió y sacudió la cabeza.

-En realidad él lo prefiere. Sabe que mientras estén aquí, Brit estará siempre acompañada cuando él se marche a trabajar y no se sentirá sola. Además, tu madre es la única cercana a Brit que sabe acerca de tener hijos y le da muchos consejos. Aunque no lo parezca, August es el mejor hombre con el que mi hermana podría estar.

-Ya.

Un impresionante candidato la verdad. Reservado, pero amable y de buen corazón. Hubiera sentido una envidia tremenda sino hubiera sido porque yo ya tenía a otro como ese. Sonreí y apreté las manos de Liam entrelazas a la altura de mis costillas.

Mamá y Derek, después de haber aparcado el coche, guiaron sus pasos hacia el porche en vez de meterse directamente en la casa.

-¿Qué tal os ha ido la elección de menús? ¿Has arrasado con toda la comida de los platos, papá? -Alex se levantó y se colgó del cuello de su padre.

-De hecho, a punto estoy de vomitar ahora -le aseguró.

Ella rió y les dio un beso tanto a él como a mamá. Luego se despidió de nosotros con la mano, nos dio las buenas noches y se fue a acostarse.

-Chicos, ¿qué sabéis de Samantha?

Ambos hermanos, Bruce y Eddie, levantaron la cabeza hacia Derek y lo miraron con una expresión renovada, como si hubieran visto a un fantasma pasar. Todavía no sabía quién era esa chica, con la que justamente compartíamos baño, pero cada vez que se pronunciaba su nombre era como si el tiempo se detuviera y todos dejáramos de existir... No me daba muy buenas vibraciones.

-Se fue a las siete. Dijo que iba con unos amigos a la ciudad y que no nos preocupáramos por ella -Bruce se alzó de hombros.

Derek tensó su mandíbula y comenzó a dar pasos torpes en su mismo sitio. Miraba al suelo pensativo.

-No me fío -dijo.

Eddie se levantó y palmeó su hombro para que lo mirara.

-Tranquilo, yo me ocuparé. Saldré a buscarla ahora.

Su padre sacó las llaves de su coche del bolsillo y se las tendió.

-Gracias Eddie.

Éste las cogió, y después de abrazarlo, dio la vuelta a la casa en dirección al pequeño aparcamiento al pie de la carretera.

Recordaba hacía ya un tiempo haber vivido situaciones parecidas. Cuando yo tenía diez años y vivía en casa aún con la familia al completo, siempre que se hablaba de temas que involucraban a mi hermana, el tono de voz de mi padre y de mi madre se endurecía, y todo porque en esos momentos ellos no podían pasar por alto la última locura que seguramente mi hermana había cometido. No poseía una maravillosa intuición, pero en esta ocasión estaba cien por cien segura de que mis cávalas no estaban equivocadas. Samantha era pariente de la familia, una chica joven cuyo comportamiento no hacía mas que traerle calentamientos de cabeza a la familia. Ahora sólo me faltaba averiguar qué tipo de parentesco era ese.

-Nosotros también deberíamos de irnos a la cama ya, es muy tarde -valoró Derek echándole una ojeada a mi madre. Pero ella no se pronunció, estaba absorta con la vista puesta en mí- Miriam... -él le sacudió el brazo.

-Ve tú cariño. Si no te importa, me gustaría hablar con mi hija antes -dijo, comenzando a caminar para sentarse al lado de Liam y mío.

Fruncí el ceño, y como si me hubieran dado un pinchazo con un alfiler, salté poniéndome en pie y arrastrando a Liam conmigo. No quería de ningún modo. Hablar con ella ahora era muy arriesgado para mí.

-Pero mamá, Derek tiene razón, es muy tarde. Mejor mañana, ¿sí?

Antes de que pudiera contradecirme, agarré de la mano a Liam y eché a andar junto a él a toda prisa. Hasta que no llegamos a la habitación no respiré tranquila.

La había dejado con la palabra en la boca pero, ¿no importaba? ¿no? Me recargué contra la puerta angustiada. Había sido una maleducada pero no me apetecía estar comiéndome la cabeza por la culpabilidad que me producía estar tan mal con ella.

-Sabes que no ha estado bien lo que has hecho, ¿verdad?

La voz de Liam me serenó, pero al mismo tiempo me hizo volver a recordar la tremenda falta de respeto que había cometido.

Cabizbaja caminé hasta sentarme sobre el borde de la cama y me hundí mientras asentía.

-Todavía no puedo enfrentarla. Necesito un poco más de tiempo -traté de explicarme, entremedias de cada respiración agitada que daba-. Estoy muy confundida y no sé cómo debo actuar.

Quería seguir explicándole como me sentía al respecto, quizá me pudiera ayudar, pero el cansancio mezclado con la frustración hizo colapsar mi mente. Ya no podía pensar más por hoy.

Me llevé las manos a la cara, cubriéndola, y me eché bocabajo sobre la colcha de la cama.

Liam sacudió mi hombro unos minutos más tarde. Me incorporé con torpeza aferrándome a él y le permití que apartara las sábanas para introducirme en ellas. Se alejó para buscar algo en el armario y luego volvió a dirigirse a mí, con una de sus camisetas en su mano.

-¿Y mi pijama? -pregunté algo ida.

-Lo quité de tu maleta sin que te dieras cuenta -comentó divertido.

La mitad de mis sentidos despertaron entonces por unos segundos para permitirme mirarlo pasmada.

-¿Por qué hiciste eso?

-Porque adoro que uses mis camisetas como pijama.

Me pasó la que llevaba en la mano y con presteza llevó sus manos al borde de la mía dispuesto a quitármela.

-No -lo detuve-. Yo lo hago.

Sus cejas se alzaron por la perplejidad que le causó mi determinación, pero no protestó. Alejó sus manos de mí y retrocedió un paso cambiando su cara por completo. Sin yo querer, se lo había tomado a mal.

Me "metí" en su mente y logré hacerme una idea de lo que podía estar pensando, lo más seguro era que estuviera martirizándose por lo directo que había sonado. Con otra persona pensaría que menuda osadía la suya, pero con él, era evidente que no lo había dicho con malas intenciones.

-¿Podrías darte la vuelta? -intenté sonar lo más relajada posible, mientras agitaba las pestañas y le regalaba un tímida sonrisa que pareció calmarlo.

-S-sí.

Aquel tierno balbuceó fue precedido por unos pocos intentos más de hablar, pero no le salió muy bien la jugada así que sin más dilación se giró y permaneció quieto.

Me quité la camiseta y el sujetador a la velocidad de un rayo y pasé por mis hombros la suya de algodón muy suave, recordando así su sudadera, la que tan bien conservaba en mi armario de Las Palmas y que tantas veces me había servido de pijama para dormir. Llevar ropa de él era muy especial para mí, su olor siempre estaba impregnado en todas las prendas y la sensación que me recorría el cuerpo era de seguridad plena.

Ya arropada y tumbada en la cama con todas las capas de sábanas sobre mí, abrí los ojos perezosamente cuando sentí su peso sobre el colchón. Él también se había cambiado a su pijama, pero a excepción de las últimas noches en las que habíamos dormido juntos, no se quitó la camiseta. Quise llamarlo y decírselo, prefería abrazar su piel desnuda que sentir la textura de aquella tela, pero estaba tan cansada que renuncié a hacer más esfuerzos.

A la mañana siguiente nos despertamos temprano. Olvidando las tontas tiranteces de la noche anterior, me obsequió con una irresistible sonrisa y me abrazó todavía en la cama, enterrando su cara en mi cabello y rogando con su potente voz mañanera que le dejara permanecer así unos minutitos más.

Desayunamos acompañados por August y Brit. Él compartió algunas palabras con Liam, pero a penas me enteré puesto que la mayor de los hermanos se había despertado esa mañana con muchas ganas de darle al pico.

Derek se unió a nosotros un tiempo después, y luego los padres de Liam. Para cuando ellos comenzaron a desayunar nosotros casi habíamos acabado.

-Toma. No te olvides.

Liam extendió la palma de su mano mostrándome la pastillita que hacía un par de días había comenzado a tomar recetada por la ginecóloga. La cogí y me la tragué antes de pensarlo dos veces, acompañándola por el vaso de agua que también él me tendió. Para otra cosa no, pero para tragarme las pastillas era malísima.

Miré a nuestro alrededor atenta, pero por suerte nadie pareció haber notado lo que acababa de hacer.

-Gracias -besé su mejilla, recibiendo en respuesta un guiño de su parte.

Menos mal que estaba Liam para recordármelo cada mañana. Según la doctora, debía tomarla todos los días y a la misma hora. Olvidarla me podría traer malas consecuencias a la larga, y desde luego que no quería eso.

Liam, como si fuera él el que iba a comenzar con el tratamiento, se hizo cargo de todo. Él las compró, él se informó al detalle de cómo iba el rollo, él ponía la alarma en su móvil para ser exactos con la hora... Traté de convencerle de que sola me las apañaría, pero no, él quería ser parte también de eso.

Pasamos toda la mañana en Berlín capital. Guardando un ratito para cada cosa, nos dio tiempo de visitar todo lo que yo en un principio quise y más. Tuve muy presente en todo momento el comentario que nos hizo Eddie el día anterior a cerca de hacer este tour al atardecer, y pensé en cuanta razón tenía. A esas horas del medio día hacía un calor de mil demonios. No pudimos pasear por la Puerta de Brandeburgo con toda la comodidad posible, pues estaba a reventar de gente y el sol y el aire seco a nuestro alrededor era muy agobiante, pero al menos tuvimos la oportunidad de verla de cerca.

Estaba alucinada con aquella ciudad, era preciosa.

Fue gracias a Derek, que se ofreció a acompañarnos, que nos fue posible ver todo lo que había planeado, ya que con él íbamos directos y sin confusiones a los lugares. Además, conocía muchas cosas de su país, lo que era lógico siendo alemán y teniendo una historia como la que ellos tenían. Pero había mucha información que nos contó, sobretodo a cerca de los nazis y los campos de concentración, que ni si quiera aparecía en los libros de texto que me había estudiado precisamente ese año. Fue como una clase de historia pero de manera más profunda, interesante y dinámica.

A la hora de almorzar, nos llevó a un restaurante que según decía, era muy famoso por sus vinos españoles. Tenía gracia aquello, pues en realidad la única española allí era yo, y casi ni eso, pues al ser de Canarias, mucha gente me relacionaba más con África que con España, por la cercanía de las islas al continente. Aunque mi físico no tenía nada que ver. Parecía más inglesa que canaria, siempre me lo habían dicho.

Al final, fue Derek quien nos invitó a la comida, a pesar de las protestas que manifestaron sobre todo Liam y Geoff, y más tarde continuamos con la excursión.

A las cinco de la tarde, nos sentamos en una terraza exhaustos de tanto caminar. Todos nos pedimos un helado para reponer fuerzas a excepción de Liam, que siguiendo con su filosofía, esperó a que le prepararan un café solo y sin azúcar si quiera.

Derek volvió a la mesa tras cortar una llamada que había recibido dos minutos antes y me miró directamente a mí.

-Tu madre está en una calle cercana a esta. Le gustaría verte, para hablar -añadió tanteando el terreno.

Evité hacer muecas extrañas y me quedé quieta como una estatua. Por lo que tenía entendido, sobre esta hora tenía la prueba de vestuario junto con las damas de honor, lo que significaba que no estaría y sola y por tanto no se arriesgaría a hablar de temas personales delante de ellas.

Asentí lentamente, frunciendo los labios. No me haría nada malo darme una vuelta y cotillear un poco como le iban los preparativos de la boda.

-Está bien -acepté. Me giré hacia Liam cogiendo su mano-. ¿Quieres venir? Quizá te aburras un poco...

-No importa. Aunque si quieres que te deje sola por un tiempo, me iré con mis padres.

-No, no. Ven conmigo entonces -le pedí contenta sabiendo que no quería dejarme ni un solo segundo del día.

Derek nos indicó la dirección y confió en que la encontráramos sin problemas. Él tenía prisa, pues le había surgido un imprevisto en no se qué empresa de la cual era gerente, y antes debía dejar a Karen y a Geoff en la casa.

"La douce Colette", leímos en el papel. Luego alzamos la vista y asentimos. Era justo el letrero que teníamos enfrente, decorado de forma muy sutil y sencilla pero precioso. Me podía imaginar perfectamente que tipo de tienda era sin si quiera haberla visto.

Cuando entramos lo comprobé. Era de esas típicas boutiques de delicada decoración y excelente gusto. Tonos rosas y azules llenaron mi campo de vista en un segundo, con cortinas en las ventanas que daban a la calle y mobiliario de tonos parecidos. El aire olía a rosas y de fondo se escuchaba música chill out.

De primeras no parecía una tienda en absoluto, sino la sala de estar de una adinerada familia francesa.

En la entrada, sentada en un sillón estilo Luis XV y frente al mostrador ahora vacío, se encontraba mi madre. Ojeaba una revista, pasando rápidamente las páginas y sin a penas reparar en lo que en ellas ponía.

Cuando nos comenzamos a acercar, ella alzó la vista esperanzada.

-Has venido -me susurró levantando las comisuras de los labios.

-Sí.

Con el apoyo continuo de Liam detrás mía, me senté al lado de mi madre en el sofá y él a un lado, en otra silla que mantenía el mismo estilo clásico.

-¿Qué querías? -miré a mi alrededor, sorprendida aún de que nadie hubiera aparecido después de nosotros entrar, aunque fuera una dependienta- ¿Y tus damas de honor? ¿No están aquí?

-Llegaran en unos minutos.

-Ya...

-Verás _____, creo que tenemos que encontrar un momento para sentarnos a hablar a cerca de todo lo sucedido este último año, y de lo que está por venir también... -consideró-, ¿no crees?

-Sí -admití escueta-, pero no creo que este sea el lugar adecuado, ni el momento.

-Lo sé, lo sé, también coincido en eso. Yo solo te pedí que vinieras para hacerte saber que, aunque te suene extraño por lo distanciadas que hemos estado, me gustaría que consideraras la opción de ser dama de honor también -ante mi silencio y mi quietud, volvió a hablar-. Probablemente pienses que no tiene sentido, pero en realidad para mí sí lo tiene. Eres mi hija, a pesar de todo -murmuró entre dientes-. Sólo piénsalo, por favor.

Desvié la vista hacia Liam, quien prestaba atención con todo de talle de lo que decíamos y de lo que ocurría. Él movió su cabeza disimuladamente de arriba hacia abajo una sola vez, dejándome claro cual era su postura.

-De acuerdo, lo pensaré -acepté, pensando sobre ello y dándome cuenta de lo justo que era. Y de pronto me surgió otra cuestión mucho más importante-. Pero yo no soy tu única hija...

Ella alzó sus cejas admirada. Sí, aunque pareciera mentira, yo aún pensaba en mi hermana. Poco y de mala manera, pero lo hacía. Era un tema duro y doloroso, ambas lo sabíamos, sin embargo Faina era parte de nuestra familia también.

-_____, has de saber que tu hermana ya está aquí en Alemania. También vendrá a la boda, pero ella desistió de ser dama de honor. La situación que está viviendo ahora no le da la posibilidad de hacerlo... -sus tono de voz se fue apagando. Entonces me di cuenta de que allí había gato encerrado. El hecho de que ni si quiera me hubiera hablado de ella aún era raro, sobretodo porque mi hermana siempre dijo que permanecería en España siempre que tuviera la posibilidad. No le gustaba el extranjero.

-¡Ya estamos aquí!

Tres chicas desconocidas, rubias, esbeltas y súper híper mega espectaculares, como Alex y Brit, de hecho algo parecidas físicamente, aparecieron por la puerta de la boutique dejando huella. Las tres iban vestidas impecables, con taconazos y complementos que yo ni loca utilizaría para salir a la calle a diario, básicamente porque me parecían un estorbo, cómo por ejemplo, sus bolsos y sus gafas de sol. Todo de marca por supuesto.

No parecían ser menores de veinte, pero tampoco mayores de veintiséis.

A pesar de toda esa pomposidad, no me dieron mala impresión, al contrario. Saludaron a mamá muy cariñosamente y luego, cuando ésta nos presentó a Liam y a mí, hicieron lo mismo. Eso me gustó. Eran cercanas y simpáticas al menos.

Alex, más en mi honda que en la de ellas, apareció segundos después por la puerta con un aspecto más despreocupado y relajado.

-Empecemos cuanto antes con esto, por favor Miriam -pidió Alex, llevándose una mano a la cabeza y haciendo una mueca de dolor-. Me va a estallar la cabeza.

-¿Qué te pasa? -le preguntó una de las primas.

-Qué va a ser... -bufó- He vuelto a discutir con Mike. Pero no quiero hablar de esto.

Todas, incluida mamá, se miraron rodando los ojos y sacudiendo las cabezas.

Sospeché que ese tal Mike debía de tener una relación especial con Alex.

-De acuerdo, empecemos ya.

Las cuatro jóvenes se encaminaron hacia la habitación contigua a donde estábamos. Desde mi posición pude ver de refilón telas coloridas colgadas de perchas y algún que otro estante con complementos. Aquello sí que empezaba ya a ser la imagen que yo tenía en mente de una tienda de ropa normal.

-_____, ¿tienes vestido para la boda? -mamá se volvió hacia mí.

-Sí, sí -le confirmé, recordando la tarde entera que había pasado en el centro comercial con Alba esperando a dar con el adecuado. Vaya sufrimiento aquel...-. Creo que mejor será que nos vayamos ya.

Miré hacia Liam esperando a que dijera algo, pero él seguía amoldado a la silla que ocupaba. Miraba su móvil desde hacía un buen rato sin apartar la vista.

-Liam...

Él se levantó de súbito sobresaltado. A pesar de que intenté sonsacarle qué le ocurría no lo logré.

-Eddie está por aquí. Dice que quiere enseñarme algo -dijo con rapidez.

Entonces no supe que decir. El plan que tenía en mente era irnos ya a la casa o a dar un paseo los dos solos, pero no contaba con eso. Suspiré y me alcé de hombros indecisa.

-¿Y es muy importante eso?

-Parece que sí -besó mis labios tan brevemente que a penas los sentí, luego tomó algo distancia-. Lo siento. ¿Te importaría quedarte aquí en lo que yo voy con él? No tardaremos mucho, estoy seguro.

-Está bien -dije, aceptándolo. Qué remedio.

-Te quiero preciosa -murmuró, besándome de nuevo con un pelín más de intensidad-, y siento mucho dejarte aquí sola.

-No importa, ve tranquilo.

-Pruébate algún vestido mientras y así pasas el rato -bromeó con cara maliciosa, pues sabía como odiaba estas cosas.

Él fue caminando de espalda hasta llegar a la puerta. Una vez allí se giró, me guiñó un ojo y desapareció.

No me quedó otra que soportar dos horas de tortura viendo a las cuatro primas probarse más y más vestidos con mi madre al lado, aguantando como una completa campeona mis malas caras. Me sorprendía la paciencia que estaba teniendo. Ella antes no era así, antes habría saltado al primer minuto.

Pensé que el vestuario de las damas de honor ya lo tendrían elegido, pero parecía que no. A falta de cuatro días para la boda aún estaban sin vestido. Y encima no se ponían de acuerdo ni a tiros. Cuando a una le gustaba, a las otras tres no; y cuando a dos les gustaba, a las otras dos no.

Cansada de tanto paripé y viendo que Liam no regresaba a salvarme como un buen caballero de cuento, me levanté para estirar las piernas y me di una vuelta por la tienda, mirando desinteresada los vestidos. Todos eran muy extravagantes y ostentosos, con formas raras en el escote, o con colores tan vivos que eclipsarían a la novia, en este caso mi madre. Por eso fue que entre tanta pomposidad, un vestido muy discretito color morado oscuro me llamó desde el fondo de un perchero.

Desgraciadamente mamá me pilló observándolo y me obligó a probármelo, diciendo que quería ver que tal me quedaba, que aunque era simple era muy bonito de forma. Largo hasta los pies, lo propio para una boda nocturna, con escote palabra de honor y en forma de corazón. La tela parecía gasa, de esa vaporosa que es muy ligera y cómoda para moverse. Era precioso. Podías parecer una princesa, pero sin ser demasiado exagerada, y sobretodo, sin quitarle protagonismo a los novios.

Me rehusé, pero finalmente acabé en el probador.

Tal fue la expectación que causó el vestido, que al final, a pesar de su simplicidad, acabó siendo el vestido elegido. Menudo ojo que tenía, pensé con gracia.

-Te queda fantástico -dijo mamá procurando que el resto no nos escuchara-, más que a las demás... -ella, parada a mi lado, me observaba maravillada a través del espejo con una sonrisa. Alargó sus dedos hasta que palpó con sus yemas la tela y asintió conforme. Sus ojos de pronto enfocaron mi escote-. Además, eres la única que lo rellena del todo -admitió susurrando divertida.

Rodé los ojos y aguanté la risa. Inevitablemente, tenía razón.

Cierto era que la única que tenía algo más de volumen era Alex, el resto de chicas estaban planas como tablas, pero tanto de delantera como de trasera. Había tenido la oportunidad de comprobarlo las miles de veces que habían salido del probador semidesnudas con total confianza para que yo o mamá les subiéramos las cremalleras o les abrocháramos algún botón.

-¿No te ves con él puesto?

La intensa mirada de mamá en el espejo me inquietó.

-Sí, admito que me queda bien, de hecho me gusta mucho... pero ya está -sabía por dónde quería llevar ella la conversación, pero no se lo iba a permitir. Me volví y la miré cara a cara- Mamá, no me presiones, dame aunque sea un día para pensarme si ser lo que tú quieres que sea en tu boda.

Ella alzó sus manos rendida.

-Vale, lo siento. Tómate el tiempo que necesites.

Lo peor de todo era que yo sabía que tomar un decisión iba a ser imposible para mí, pasaran dos o quinientos días.

Cuando por fin estuvieron todas de acuerdo en las decisiones tomadas, salimos de la boutique y comenzamos a caminar por las calles de Berlín. Parecía que estábamos en un barrio no muy conocido, pues a penas nos encontrábamos a dos o tres transeúntes por allí. Ya había oscurecido y comenzaba a correr ese dichoso viento que me entumecía los huesos, y del cual Liam me supo resguardar muy bien la noche anterior. Me decidí justo en ese instante en mandarle un mensaje al móvil. Hacía tres horas que no lo veía, y eso que me dijo que tardaría poco.

Le seguía los pasos a las cinco mujeres que me acompañaban pendiente únicamente de una respuesta que no llegaba. Caminaba sin ser consciente de donde pisaba, con la mente en otra parte. Era raro que ni si quiera me hubiera llamado para avisarme de que iba a estar con Eddie tanto tiempo. No me molestaba para nada que hiciera cosas sin mí, de he hecho me parecía que era una de las mejores cosas que podía hacer, pues a veces estábamos tan pegados el uno al otro que daba la impresión de que nos cansaríamos pronto, pero por lo menos me hubiera gustado que me lo hubiera hecho saber de algún modo.

La última vez que me tuvo incomunicada sin saber de su paradero fue cuando se fue a Madrid con el equipo. Sentí entonces la misma incertidumbre que ahora. Recién llegar al aeropuerto rompió el móvil, ¿quién me decía que no lo había roto de nuevo, o que simplemente se había quedado sin batería? Me preocupaba por sandeces casi siempre.

Decidí olvidar mis inquietudes, aceptando la petición de mamá de acompañarlas a un bar cercano para tomarnos algo. En otras circunstancias me hubiera negado, insistiendo en acompañar a Alex a la casa porque el insistente martilleo de su cabeza no había cesado, pero hoy tenía ganas de quedarme para despejar la cabeza.

Ya descubriría en qué andaba metido Liam cuando volviera a casa con mamá.

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Gracias por todos los comentarios chicas, no los puedo responder todos porque no tengo tiempo pero repito de nuevo que los leo todos y que me encantan.

Quizá parezca que la novela está en punto muerto y no muy interesante pero aún quedan cosas por suceder, una de ellas lo que tanto me pedís... supongo que os imaginais ya ;)

Dije hace un tiempo que quedaba poco para el final, y era cierto, pero como me estoy retrasando un poco con los capítulos parece que la cosa se alarga.

Y eso es todo. Decidme que pensáis si os apetece :) Besos


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