Sinsajo Herido

By TallerDeLuzArtesana

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Katniss y Peeta ya son marido y mujer, van juntos al Vasallaje de los Veinticinco y enfrentan la muerte una v... More

Nota de la Autora
Capítulo 1: Aliados.
Capítulo 2: Tenemos Nuevos Aliados
Capítulo 3: Mutos
Capítulo 4: Tic-Tac, Esto es un Reloj
Capítulo 5: ¿Qué Rayos Pasa Aquí?
Capítulo 6: Besos y Pasión en la Arena.
Capítulo 7: Yo te Necesito...
Capítulo 8: El Rayo
Capítulo 9: En Recuperación y Adaptación
Capítulo 11: Fugitivos
Capítulo 12: ¿Qué fue de ti...?
Capítulo 13: Gale & Madge
Capítulo 14: Cenizas, Silencio y Desolación
Capítulo 15: El Recuerdo de Rue
Capítulo 16: Distrito 8
Capítulo 17: El Sinsajo
Capítulo 18: ¡Estás Vivo!
Capítulo 19: ¿Qué te han hecho?
Capítulo 20: Segunda Fuga
Capítulo 21: Problemas y Rescate I
Capítulo 22: Enjaulada en el 13
Capítulo 23: La Advertencia
Capítulo 24: Rescate II
Capítulo 25: Escape en Llamas
Capítulo 26: Tú Saltas...
Capítulo 27: La Revelación
Capítulo 28: Prisionera
Capítulo 29: ¡Lo Pagarás...!
Capítulo 30: Sinsajo Herido
Capítulo 31: Boda
Capítulo 32: Rumbo al Capitolio
Capítulo 33: Escuadrón 451
Capítulo 34: ¿Real o No?
Capítulo 35: Atrapados
Capítulo 36: Quédate Conmigo
Capítulo 37: Peeta vs Gale
Capítulo 38: Fuego Cruzado
Capítulo 39: Dudas
Capítulo 40: La Ejecución
Extra + Agradecimientos

Capítulo 10: Alma Coin

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By TallerDeLuzArtesana



Conseguir agua no será problema, hay un lavabo en el compartimento, puedo sacar la que quiera, pero creo que me será muy difícil escamotear comida, con lo racionada que tienen las provisiones. Johanna quiere que inspeccione la ventilación y trate de encontrar el camino más corto a la superficie. Es obvio que no podemos salir así no más los tres juntos en un ascensor y luego subir a terreno abierto, ni siquiera los ciudadanos comunes lo hacen, tienen un horario determinado para salir a tomar sol y aire fresco; me dijeron que es para asimilar la vitamina D. Para suplir la carencia de ciertas vitaminas en la dieta le administran una cápsula a todo el mundo junto con el desayuno, se supone que tiene los nutrientes faltantes porque acá no tienen mucho surtido de vegetales. Tienen huertos subterráneos con calor y luz artificial pero ya me estoy hartando del puré de nabos, los guisantes y papas hervidas, la col insípida y otras verduras desabridas. He comido cada uno de esos platos al menos cuatro veces en la semana. Empiezo a extrañar de veras las delicatessen del Capitolio y hasta ese tosco pan de cereales que hacíamos en casa en la época de pobreza. Mi familia era pobre pero por lo menos variábamos la dieta porque yo cazaba distintas presas, recolectaba frutas y verduras, además de surtir la despensa haciendo intercambios.

Me doy vueltas en la litera intentando conciliar el sueño, intentando pensar cómo sacar comida sin que se note, tal vez los panecillos o la pequeña porción de fruta que nos dan junto con el plato principal. Ahora será mejor dormir y mañana veré qué se puede hacer al respecto. Johanna debe estar enojada y rabiosa porque no pude conseguirle morfina, mi madre me dijo que no podía sacar nada de los estantes con llave si no la autorizaba un médico. Lo único que puede hacer fue llevarle una tijera para ver si podíamos hacer piquetes en el yeso y quitárselo, lo intentamos pero se nos rompió y además una enfermera nos descubrió y le dio una buena reprimenda a Mason por querer quitarse el yeso antes de tiempo, le dijo que no se lo quitarán antes de diez días.

En diez días pueden hacerle muchas cosas a Peeta y Annie. No quiero pensar en eso. Trato de dormir, me tapo con la manta y tapo a Prim que duerme a mi lado. Le acaricio su pelo rubio como el de mamá. En medio de la noche despierto a mi familia con mis gritos y pateo a Prim sin querer. Tuve una maldita pesadilla en que Finnick y yo llegábamos al Capitolio desfallecientes luego de un penoso recorrido por los distritos, casi morimos de hambre y sed un par de veces pero nos las arreglábamos cazando, pescando y recolectando frutos. Al llegar a la gran ciudad no sabíamos dónde ir pero nos topábamos con Effie como por arte de magia en una esquina y decía haber escuchado rumores que los tenían en el Centro de Entrenamiento, en las mazmorras. Cuando llegábamos, los agentes nos dejaban entrar sin problemas y hasta nos guiaban a la sala donde estaban, una sala blanca con mesas o camillas donde reposaban Peeta y Annie... ya muertos, sin vida, pálidos, ensangrentados y llenos de huellas de torturas. Habíamos llegado tarde. 

Mamá y Prim intentan consolarme, me dicen que sólo fue un mal sueño, que intente dormir de nuevo. Pero sé que es imposible, así que me siento en la litera abrazando mis rodillas, amasando la perla y el anillo fundido en mis dedos. 

El tercer y cuarto día me los paso dando vueltas por los pasillos, ignorando por completo mis deberes, pero nadie intenta meterse conmigo, no sin llevarse una demostración de furia enloquecida por mi parte, hasta muerdo a una pobre mujer que parecía ser una soldado. A otro lo rasguñé, el doctor intentó hablar conmigo pero también huí de él. Ahora sí que me he ganado el mote de lunática. 

En el comedor me siento sola si no hay alguien de mi familia, los Hawthorne o Delly con su hermano, aunque de vez en cuando algún conocido del 12 se me acerca a darme ánimos, a decirme que lo sienten por mí y por Peeta, que debo ser fuerte y que acepte colaborar en lo que pueda con la creciente rebelión. Creo que los mandan hacerlo, los del 13 temen acercárseme o bien me quedan mirando con cara de extrañeza o repudio. No entienden que no tome los turnos reglamentarios, que no vaya a la escuela ni a entrenar, menos que no me presente en las reuniones a las que me han citado. Ellos obedecen cada regla bajo la premisa que es por el bien colectivo, son como abejas obreras en una colmena. Aunque también escucho decir por lo bajo en el comedor comentarios del estilo: "pobre chica, ha sufrido mucho" o "ya se le pasará y va a colaborar". En el desayuno del quinto día alguien se sienta a mi mesa, levanto la mirada y me encuentro con Gale, llevaba casi una semana sin verlo. Ya tiene sano el brazo, sin vendajes y me cuenta con demasiado optimismo que ha estado entrenando con los grupos de soldados de su edad. Lleva un extraño reloj grande con pantalla en su muñeca derecha, lo llamó brazalector y manda mensajes, creo. Pero no le hablo, estoy enojada con él, me ocultó lo de Madge. Al almuerzo también nos topamos y me hago la sorda a sus comentarios.

- Catnip, ¿me estás escuchando?... ¿qué te pasa?

- ¿Por qué no salvaste a Madge? -le pregunto sin preámbulos.

- Lo siento, lo intenté, la llevé con nosotros... Madge estaba en tu casa viendo los juegos con tu hermana y tu madre, las encontré a las tres en la entrada de la Aldea de los Vencedores y me las llevé al bosque, les advertí del peligro y fui por más gente, intenté convencer a muchos, Katniss...

- Pero no salvaste a Madge... ¡ella era mi amiga! -golpeo la mesa con los puños apretados.

- Iba con nosotros al principio, pero cuando íbamos hacia la alambrada, decidió volver por sus padres... ¡no pude retenerla! ¡había cientos de niños, ancianos y mujeres que sacar de ahí también! -ahora me grita y todos nos están mirando.

- ¿Y por qué me lo ocultaste?... ¿te acuerdas que en nuestra amistad no habían secretos? -siseo bajando la voz.

- No, no los había hasta que te casaste en secreto con Peeta Mellark, no fui yo el que cambió las reglas tácitas de nuestra vieja amistad...  a propósito, ¿cómo debo llamarte ahora... Katniss, soldado Everdeen o señora Mellark? -me espeta con ironía. 

- ¿Celoso? 

- Ese no es el punto... ya acepté que sólo seré tu amigo, si aún quieres que lo sea... pero no me culpes por no decirte lo de Madge si tú te casaste sin decírmelo. Además, me ordenaron no hablarte de nada que te perjudique más.

- ¿Qué dices? ¿quién te ordenó que me oculten algo así de importante? 

- Vamos, acompáñame, ya tenemos que dejar el comedor... ¿oye, te vas a comer ese pan?

- Este... no, ¿lo quieres? 

- No, no es por eso, es porque no puedes llevarte nada al salir, si no te has comido algo o no lo quieres, tienes que devolverlo a la cocina.

¡Maldición! Tal como pensaba, hurtar comida de aquí va a ser muy difícil... si no imposible. Aunque parto el panecillo en dos y finjo comérmelo de dos bocados, me lo guardo disimuladamente en los bolsillos del pantalón, aplastándolo un poco para que no se note el bulto. Vamos al compartimento de los Hawthorne, ambos tenemos un rato libre.

Gale me cuenta que los médicos y hasta los líderes de la rebelión le han pedido a él, mi madre y mi hermana que no me mencionen temas difíciles y dolorosos. Como Peeta, Madge, la pérdida del bebé (ya todos lo asumen como un hecho) o el bombardeo del 12. Me pide perdón por no haber sido sincero conmigo desde el principio. Veo sus ojos grises y sé que no me miente, que dice la verdad, él no me ocultaría cosas porque sí. También agrega que fue idea de la propia Presidenta Alma Coin, que está preocupada por mi salud mental. No es que yo le importe tanto, desde que le informaron que mi estado mental no es el mejor, duda si seré capaz de desempeñar el rol del Sinsajo que insisten en querer adjudicarme y cree que cualquier recuerdo asociado a pérdidas puede alterar mi ya frágil equilibrio emocional. No se equivoca. 

Por mi parte, decido sincerarme con él y le confieso que lo habría invitado a mi boda si Peeta y yo la hubiéramos planificado, pero que Effie y Haymitch nos improvisaron la ceremonia con el brindis de pan tostado y la canción de nuestro distrito. Entonces le muestro el montón de oro fundido que fue mi anillo de bodas. 

- Todos asumimos que era un hecho que uno de los dos no volvería... o ambos. Peeta y yo teníamos la misma intención, sacrificarse y que el otro volviera a salvo al 12... si eso no es amor, no sé qué pueda ser... 

- Ese día que discutimos en la casa del lago, me di cuenta que era inútil intentarlo, que me quisieras, que no sentíamos lo mismo... después tu panadero le cuenta a todo el país que están casados y que serán padres. Pero cuando te vi en la arena con Peeta y vi todos esos besos y más cuando se golpeó con el campo de fuerza, fue la confirmación de que, por mucho que yo te amara, había perdido cualquier posibilidad que hubiera tenido contigo alguna vez...

- Lamento si alguna vez te di falsas esperanzas, Gale, pero estaba confundida y no sabía a quién de los dos quería hasta que Peeta y yo fuimos cosechados para el Vasallaje. Me di cuenta en el Centro de Entrenamiento.

- Bueno, ya que estamos en la hora de las confesiones, creo que debes saber que mientras estabas en los juegos tuve un par de citas con Madge -me larga de repente y lo miro asombrada, ¿Gale saliendo con Madge?- Los dos estábamos tristes por perderte otra vez... fuimos al bosque, fuimos al lago y también a recoger fresas, la conocí mejor y supe que la había prejuzgado sin conocerla bien... Así que tú no eres la única que ha perdido a Madge y sufre por ello -dice mirando un punto fijo en la pared.

No me lo esperaba, bueno, sabía que a Madge le gustaba Gale desde el colegio y no la culpo, muchas chicas querían salir con Gale. Es alto, atractivo y varonil... no necesita esforzarse para conquistar una chica, irradia esa seguridad del hombre que se sabe del gusto femenino pero no presume de ello. Gale tenía muchas  admiradoras, podría elegir cualquiera. Así que me alegro que al menos Madge fuera la escogida. Prometemos no olvidarla. 

Se acaba la media hora de reflexión, como llaman al rato de ocio por acá. Gale y yo nos damos un abrazo fraterno, reconciliándonos, y volvemos a ser los amigos de antes. Es bueno.

- Por lo menos, tú todavía tienes la esperanza de rescatar a Peeta...

Ahora conozco mejor este lugar, no del todo, pero al menos, puedo llegar al hospital y también volver sola a mi compartimento sin perderme. El hospital está en el nivel 21. Bajo algunos pisos en ascensor, otros por escaleras de evacuación y otros tantos en montacargas para escabullirme sin ser notada. En una que otra ocasión debo ocultarme en alguna saliente o detrás de alguna puerta. 

Paso con mis aliados casi dos horas hasta el turno de comida a las 20:00; Johanna parece conforme con mi reporte que los ductos tienen el ancho y altura necesarios para que nos escapemos, aunque tendremos que reptar o ir agachados. No le gusta para nada saber que no se puede conseguir sacar comida del comedor, recuerdo el panecillo aplastado y le doy una mitad a cada uno. Finnick parece más atento y algo mejor, creo que el plan de fuga y rescate lo ha animado en verdad. 

En la cena, por fin veo una variante: estofado de pollo con guisantes y pequeñas zanahorias. Sae la grasienta y su nieta me acompañan esta vez a la mesa, sabía que habían arrancado de las bombas pero no había tenido la oportunidad de verlas. Sae también aborrece la comida de acá, aunque le han dado trabajo en la cocina, donde se siente muy limitada con el escaso repertorio de verduras y carne, que casi no se ve por aquí. Me cuenta que tienen un criadero de aves que jamás han visto la luz natural del día y acuarios con peces; también corrales con cerdos. Recuerdo que uno de estos días mi tatuaje indicaba que tenía que presentarme en la granja del nivel A, que es el que está justo bajo la superficie. Del A al C son granjas de cultivo y crianza de los pocos animales que han logrado adaptarse a la vida subterránea. El D es la lavandería y talleres, después viene el nivel E, escuela, gimnasio y salas recreativas para distraerse. Hay toda clase de juegos, máquinas de ejercicios y hasta una biblioteca. Del nivel F al J son bodegas. Así, si hubiera un bombardeo como el del 12, sólo destrozarían cosas recuperables y no se destruirían las viviendas ni tampoco correrían peligro los habitantes. Los compartimentos están por debajo de todo eso, diez niveles más abajo; las oficinas de tecnología, logística, los armamentos y la zona de alto mando están mucho más abajo, cientos de metros bajo tierra. También hay más de un bunker para casos de emergencias y haya que evacuar a la población. Lo tienen todo bien pensado y planificado. Han tenido setenta y cinco años para organizarse.  Mientras tanto el resto de los distritos sufríamos la opresión y pasábamos penurias. De ahí que, si bien debería estar agradecida con ellos por recibir a mis vecinos y de paso por rescatarme, siento un profundo rechazo y recelo con los ciudadanos del 13.

Terminada la cena, mi antebrazo señala "Biblioteca", ignoro si tengo que ir a leer o hacer turno ordenando libros. En todo caso subo en un ascensor hasta el nivel E, por estar cerca de la superficie, no he revisado los ductos de esos niveles. Son bastante anchos y compruebo encantada que mientras más asciendo, mayor es el torrente de aire fresco que siento desde el exterior. Me pierdo y termino en un punto ciego un par de veces pero finalmente, luego de andar a gatas y trepar nivel por nivel, llego hasta una rejilla que conecta con la superficie. Veo el cielo nocturno y una solitaria estrella, parecida a la que divisé mientras me subían al aerodeslizador la noche que volé el campo de fuerza. Intento sacar la rejilla, pero está atornillada y no tengo nada con que sacar los tornillos. Tomo nota que necesitaremos herramientas. Y armas, si queremos rescatar a Peeta y Annie. El tridente de Finnick, el hacha de Johanna más mi arco y flechas fueron confiscados y están a recaudo en las bodegas de armamento. Creo que tendremos que conseguir armas afuera. Respiro aire fresco a bocanadas y hasta me emociono al distinguir las copas de los árboles mecidos por una suave brisa. Luego de un rato debo bajar al escuchar un zumbido que debe indicar las 22:00, hora de dormir para todos los que no tienen turno de noche. Ahora desciendo orientándome mejor y llego de vuelta al nivel E sin despertar sospechas. Debería ir a nuestro compartimento pero quiero compartir mi descubrimiento con Finnick y Johanna. Por desgracia me topo con Delly que pregunta por qué no fui a ayudarla a clasificar fichas y ordenar los libros devueltos. Me disculpo y lo atribuyo a un olvido producto de la confusión mental; me dice que tengo suerte que sean tolerantes conmigo debido a la conmoción y el trauma de perder a mi esposo e hijo, pero que en algún momento tendré que trabajar en los turnos como todos los demás. Casi sin darme cuenta me ha traído al compartimento 307 y no se va hasta que habla al respecto con mi madre y mi hermana. Me lavo los dientes y me acuesto sola, ya que Prim ahora duerme con mi madre por mis pesadillas, imposible que alguien duerma conmigo sin llevarse un codazo, patada o golpe repentino. Espero más o menos una hora hasta que estén dormidas y salgo con sigilo hacia el hospital

- ¡Katniss! ¿sabes cuándo nos sacan de aquí?... ya no soporto esta cama de hospital -me saluda Finnick, me encojo de hombros ante su pregunta, ignoro por qué no lo dan de alta si parece estar mejor ya.

- ¿Traes alguna buena nueva, descerebrada? -me interroga Mason, jugueteando con un palillo largo y fino que Prim le consiguió para rascarse bajo el yeso. 

Le reporto mi reciente descubrimiento y parece conforme. Antes que hablemos más sobre el plan para fugarnos aparece una enfermera y me despide no con muy buenos modales, insinuando que me dejará dopada en otra camilla si intento morderla o arañarla. No me gusta la idea. Luego me endilga un buen sermón sobre que ya basta de no colaborar, que todos aquí esperaban y confiaban que lo haría, que aceptaría ser la líder y portavoz de los rebeldes, bla, bla, bla... 

Le hago un gesto a mis amigos antes de salir y dejar a la enfermera hablando sola. Una vez en mi compartimento, saco la perla, el anillo fundido y me los llevo a mi litera. Para fugarnos, primero debemos estar fuera del hospital los tres. Segundo, ganar fuerza y músculos. Tercero, tener armas, agua y comida. Pienso una y otra vez cómo lo haremos, mientras hago rodar la perla y el montoncito dorado entre mis dedos hasta que me quedo dormida. 

Por la mañana, mientras nos Prim y yo nos preparamos, alguien golpea la puerta, termino de vestirme y abro, encontrando una grata sorpresa. 

- Hola Katniss... te importaría ayudarme a encontrar el comedor para ir a desayunar... este lugar sí que es grande como dijiste -me lanza de corrido un sonriente Finnick y yo lo abrazo. 

Pero no está solo, lo acompaña un enfermero, aunque se va luego que le aseguramos que Prim y yo lo llevaremos al comedor y después a su nuevo compartimento. Me dice que ya le dieron el alta pero no a Johanna, aún no le quitan el yeso aunque ya la dejan levantarse por mayor tiempo y podrá salir del hospital para la hora de almuerzo. Creen que le hace falta socializar. Finnick y yo nos reímos de la idea. Johanna socializando con la gente del 13 (los desprecia tanto como yo). Luego me cuenta que el doctor Pott, el médico a cargo de nosotros, le firmó el alta a cambio que me convenza de cooperar y que tome los turnos, junto con ir a las reuniones, obviamente. Tenemos una agendada a las 15:00 hrs. Finnick logra hacerme entrar en razón que si continúo comportándome como lunática perdida, nadie confiará en mí y es fundamental no despertar sospechas para llevar a cabo el plan. Nos hemos sentado a una mesa lo más alejada posible del resto y estamos cuchicheando para no ser oídos, aún así, siento que nos miran como a un par de bichos raros. 

Ahora Odair tiene turno en uno de los acuarios, se lo dieron para ver si eso lo pone de buen ánimo ya que sigue deprimido por Annie. Yo miro mi brazo y leo que tengo que tengo asignado cocina. Decido ir ya que tal vez pueda esconder algo comestible entre mis ropas. Pero primero llevo a Finnick a su nuevo compartimento 518 para que se ponga el uniforme, todavía anda con ropa del hospital. Camino a la salida nos topamos con Gale que viene a desayunar en el segundo horario y nos mira arqueando las cejas, sorprendido y curioso, de vernos juntos y bromeando de buen humor. Lo saludo al pasar pero no me detengo a charlar con él. Espero que mi aliado se vista, comparte habitación con otros tres jóvenes desconocidos, no lo dejarán vivir solo hasta que esté mejor de la depresión.  

- Llegas quince minutos tarde -me gruñe Sae a modo de saludo cuando me ve entrar a la gigantesca cocina donde se preparan los alimentos. 

Sin embargo, no me toca cocinar, ni siquiera pelar o cortar verduras; lo que por un lado me alegra ya que no soy muy buena en la cocina, y por otro lado me deja contrariada ya que no podré poner las manos en ningún alimento. Me ponen a lavar trastos y utensilios. 

- ¿Alguien ha visto un cuchillo cocinero que falta? no lo encuentro... -pregunta una mujer de unos cuarenta y cinco años, pelo negro, piel pálida y voz chillona.

Todos nos ponemos a buscar pero el cuchillo no aparece por ninguna parte. Cuando Sae y la mujer me preguntan, digo que tal vez se me cayó en alguna parte. Le echo la culpa a mi conmoción y las confusiones que provocan en mi mente. Voy a almorzar y me reencuentro con Finnick y también con Johanna. Ya puede caminar un poco más con la pierna enyesada y las muletas pero por tramos cortos, las costillas machucadas la cansan rápido. Saco el cuchillo de debajo de mi manga y se lo paso por debajo de la mesa y ella se lo esconde bajo el yeso, cerrándome un ojo, luego seguimos comiendo como si nada. Cuando termina su ración una enfermera con cara de pocos amigos la escolta de regreso al hospital en su silla con un reposa pies extensible especial para su pierna. 

En la reunión privada conocemos por fin a la Presidenta Coin. Tiene unos cincuenta años, pelo y ojos color gris, pero sus ojos no son como los de la gente de La Veta, son gris pálido, como si les hubieran succionado el color, como la nieve sucia que deseas se derrita del todo de una vez. Finnick juega con un trozo de cuerda, Johanna y yo intercambiamos miradas de dudas. Coin empieza por agradecer nuestra presencia en la sala, no logro distinguir si lo hace en serio o está siendo irónica, su voz es plana, fría. Falta de toda emoción. También está Plutarch Heavensbee. "Se lo dije, Presidenta, ellos sólo necesitaban un poco de tiempo para recuperarse... pero le dije que terminarían colaborando, ¿cierto, muchachos?"; señala tan ufano como siempre. Los tres lo miramos con disgusto.

- Sólo voy a colaborar cuando vea a mi esposo sano y salvo a mi lado -digo muy seria y decidida.

- Lo mismo corre para mí: si me permiten rescatar a Annie, mi futura esposa, colaboro y hago lo que quieran -sigue Finnick a continuación.

- Yo sólo quiero largarme de aquí, quiero irme de vuelta a casa... perfectamente puedo agitar la rebelión desde mi distrito - culmina Johanna, frunciendo el ceño. 

- Creo que se golpearon la cabeza más fuerte de lo que me habían dicho. No sé si se percatan de la magnitud de lo que está en juego, para venir con exigencias individuales -nos contesta la Presidenta- Ni siquiera sabemos con certeza si Annie Cresta y Peeta Mellark están vivos, es muy arriesgado poner sus vidas en juego yendo por ellos... si acaso siguen con vida, son la carnada perfecta de Snow para capturarlos a ambos y no podemos darnos el lujo de perderlos después de lo que costó el rescate. Y con respecto a viajar al distrito 7, tengo entendido que recién estás volviendo a caminar con muletas y aún recuperándote... ¿y pretendes arriesgarte subiendo a un aerodeslizador en esas condiciones? Serías el primer blanco del Capitolio apenas pongas un pie en tu distrito, han tenido bastante acción por allá. 

Partimos mal. Insistimos en nuestros puntos, que son cruciales para nosotros. Coin los llama "caprichos de vencedores mimados", lo que obviamente nos molesta mucho, y nos hace ver que en el 13 no se hacen concesiones especiales a nadie. Lo único que quiere de nosotros, es que seamos sus rebeldes estrellas, las caras con las que los distritos rebeldes puedan identificarse (e inspirarse) para derrocar a Snow. Me tiene reservado el papel de líder del equipo rebelde, el Sinsajo. Mason y Odair seguirían siendo mis aliados, al igual que Beetee aunque él estará detrás de las cámaras, infiltrándose en el sistema de comunicaciones del Capitolio, diseñado por el mismo años atrás, para transmitir las grabaciones de propaganda que serán dirigidas por Plutarch, abreviadas "propos". Alegamos que ninguno de los tres pidió los papeles que nos quiere asignar y que no estamos ni física ni mentalmente aptos. Manifiesta que nos dará una semana más para estar listos y que reunirá a los mejores asesores para que nos preparen... y lo hace sonar como si fuera un gran favor que tuviéramos que agradecerle. Nos mira esperando nuestra respuesta. El ambiente se siente tan denso que aplasta mi cabeza. 

Finnick y yo sacamos a Johanna en su silla cuando vemos que no podemos conseguir nuestro objetivo ni llegar a un acuerdo con esta mujer intransigente. Plutarch trata en vano de aligerar la situación. Ninguno de los dos nos impide salir cuando nos marchamos de la sala.

- Te dije que había que sacar al muchacho primero -escucho decir a Coin antes de cerrar la puerta tras mío.

Se refería a Peeta... y no podría estar más de acuerdo. Él habría sido un portavoz excelente, habría colaborado arengando a los rebeldes y convenciendo a los indecisos a pelear. ¿Y a quiénes sacaron de la arena?... pues al trío de lunáticos que se niega a cooperar. 


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