Sinsajo Herido

Od TallerDeLuzArtesana

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Katniss y Peeta ya son marido y mujer, van juntos al Vasallaje de los Veinticinco y enfrentan la muerte una v... Více

Nota de la Autora
Capítulo 1: Aliados.
Capítulo 2: Tenemos Nuevos Aliados
Capítulo 3: Mutos
Capítulo 4: Tic-Tac, Esto es un Reloj
Capítulo 5: ¿Qué Rayos Pasa Aquí?
Capítulo 6: Besos y Pasión en la Arena.
Capítulo 7: Yo te Necesito...
Capítulo 8: El Rayo
Capítulo 10: Alma Coin
Capítulo 11: Fugitivos
Capítulo 12: ¿Qué fue de ti...?
Capítulo 13: Gale & Madge
Capítulo 14: Cenizas, Silencio y Desolación
Capítulo 15: El Recuerdo de Rue
Capítulo 16: Distrito 8
Capítulo 17: El Sinsajo
Capítulo 18: ¡Estás Vivo!
Capítulo 19: ¿Qué te han hecho?
Capítulo 20: Segunda Fuga
Capítulo 21: Problemas y Rescate I
Capítulo 22: Enjaulada en el 13
Capítulo 23: La Advertencia
Capítulo 24: Rescate II
Capítulo 25: Escape en Llamas
Capítulo 26: Tú Saltas...
Capítulo 27: La Revelación
Capítulo 28: Prisionera
Capítulo 29: ¡Lo Pagarás...!
Capítulo 30: Sinsajo Herido
Capítulo 31: Boda
Capítulo 32: Rumbo al Capitolio
Capítulo 33: Escuadrón 451
Capítulo 34: ¿Real o No?
Capítulo 35: Atrapados
Capítulo 36: Quédate Conmigo
Capítulo 37: Peeta vs Gale
Capítulo 38: Fuego Cruzado
Capítulo 39: Dudas
Capítulo 40: La Ejecución
Extra + Agradecimientos

Capítulo 9: En Recuperación y Adaptación

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- Katniss, Johanna, Finnick, muy buenos días a todos... por si no me recuerdan de la primera entrevista individual, yo soy el doctor Pott y estoy a cargo de evaluarlos y llevar a cabo su tratamiento psiquiátrico.

- Ya sé quién es -sisea Johanna- y no quiero su tratamiento -escupe enrabiada.

Finnick y yo nos quedamos observando con la mirada perdida a este hombrecito anodino de delantal blanco, que asegura haber estado con nosotros antes... pero no lo recuerdo para nada. Intercambio una mirada interrogante con Odair y sus ojos verde mar me indican que él tampoco recuerda haberlo visto. 

- Bueno, supongo que no es extraño que no se acuerden de la primera evaluación ya que ambos (nos señala a Finnick y a mí) aún estaban bajo los efectos de la conmoción cerebral sufrida luego del grave impacto del rayo. Tienen suerte de estar vivos...

- ¿Suerte? ¿De qué nos sirve la suerte ahora... si las personas que amamos no están aquí? -le espeto casi escupiendo las palabras de rabia.

- Exacto... sin Annie, no vale la pena estar vivo, quizás qué le estarán haciendo ahora en el Capitolio... -dice Finnick con tristeza- y a Peeta... esto no es vida.

Al menos, alguien me apoya y está de acuerdo conmigo. Ya han pasado dos semanas desde que desperté en el 13, cuando Gale me soltó sin anestesia la noticia que nuestro pequeño y pobre Distrito 12 ya no existe más. Me han evaluado montones de médicos, lo mismo que a Finnick... ¿qué más falta que nos hagan? ¿a qué viene este hombre? Yo no quiero más tratamientos, me han metido de todo por mis venas a través de sondas, al igual que a mi aliado del 4. ¿Cómo fue que llamó el tratamiento? Bien, como se llame y lo que sea, no lo quiero tampoco. Quiero ir al Capitolio a matar a Snow y rescatar a Peeta; sé que Odair también quiere ir por Annie, así que tal vez logremos fugarnos de este horrendo, apestoso lugar y de algún modo, llegar al Capitolio. Pero tenemos que ganar fuerzas. Aún estamos débiles. Demacrados. Parecemos espantapájaros, mi familia no dice nada de mi aspecto pero sé que lo piensan y no me lo dicen para no asustarme o preocuparme. Mi familia, los Hawthorne y Finnick son los únicos seres de confianza para mí ahora. Ellos no me mentirían ni ocultarían cosas como Haymitch y otros. Con Johanna sigo teniendo una que otra discusión. Aunque sé que ambas detestamos este lugar, vivir metros bajo tierra como topos. Sin embargo, he debido perdonar a Finnick y Johanna por ocultarme información sobre el plan para sacarnos de la arena. Ellos seguían órdenes, como me dijo Mason cuando le mostré a modo de reproche la horrenda cicatriz que me quedó en el antebrazo; por otro lado, ellos también quieren acabar con la tiranía de Snow y odian al Capitolio tanto como yo. Y como Gale. Me preocupa Gale, me dice que está bien, que no está enojado conmigo por mi matrimonio secreto con Peeta y que en cuanto me recupere, debo entrenar como él para ser un soldado y pelear por la causa rebelde. Y ese no es el Gale que yo conocía, quiero decir, Gale siempre ha odiado al Capitolio, pero ahora es un odio más intenso, casi una obsesión. Con lo cuadrados y militarizados que son aquí en el 13, no sería raro que le estén lavando el cerebro y lo conviertan en un robot que repite todo el día las mismas frases (unirse a la causa, luchar por la libertad de Panem, derrocar a Snow, etc). Tampoco me parece normal su tan súbito perdón por mi romance y boda. El Gale que yo conocía estaría enojado y resentido conmigo... en cambio me recibió de abrazo amistoso e intenta volver a ser mi camarada de antes. Sospechoso. 

Aquí todos odian al Capitolio y a Snow, no hacerlo es raro y sospechoso también. Si no estás con la causa, eres traidor. Hasta te pueden juzgar en un tribunal. También tienen reglas muy estrictas con todo; según me han explicado mi madre, Prim y Gale cuando los veo a las horas de comidas (siempre y cuando Prim no esté en la escuela, mi madre ayudando en el hospital y Gale en entrenamiento militar). Hay horarios para comer y turnos para trabajar, todos los niños deben ir a clases donde se les enseña sobre los Días Oscuros, la anterior rebelión y sobre todo se les inculca que por culpa del Capitolio en el 13 viven encerrados bajo la superficie y los demás distritos oprimidos. Todas las mañanas al levantarte tienes que meter el brazo en una máquina que te tatúa tu horario y tus tareas; no puedes saltártelas. Por ahora Johanna, Finnick y yo estamos libres de cumplir el dichoso horario, salvo en lo que respecta a las comidas, hasta que estemos más recuperados. A propósito, la comida está racionada estrictamente de acuerdo a tu edad, peso, estatura y labores que realizar en el día para que soportes hasta la siguiente merienda. Para nosotros, ex tributos que conocimos los pantagruélicos banquetes del Capitolio es insípida y exigua; al menos yo supe de niña lo que era pasar hambre y cuando coincido con Gale en el comedor me pone un par de cucharadas de su ración en mi plato. Los uniformes grises son idénticos, un gris ratón horrible. Cinna se volvería a morir si me viera en esta facha. A Effie le daría un ataque surtido... ¿qué habrá sido de Effie? Dudo que apoye a los rebeldes, ella es del Capitolio, pero al ser mi escolta y la de Peeta... tal vez esté pagando platos rotos ajenos... no quiero ni pensarlo mejor.

- Bien, eso es todo... volveré en una media hora y no desperdicien material -indica el hombre de delantal blanco.

¡Rayos! No puse atención y ahora no tengo idea qué es lo que hay qué hacer. Frente a mí hay un lápiz grafito, una goma y una hoja blanca. Miro a Finnick buscando ayuda. Está igual de perdido que yo, en su propia nebulosa. Maldita conmoción cerebral. Miro a Johanna con cara de súplica para que me explique, ella está un poco mejor de la cabeza, al menos el rayo no le dio como a nosotros dos porque estaba más abajo en la pendiente. Se dislocó el hombro luchando con Enobaria, se fracturó la pierna derecha cuando se colgó con su hacha del aerodeslizador, cayó desde varios metros, quebrándose de paso un par de costillas también y le lanzaron la escalera para subirla otra vez. Todavía tiene la pierna enyesada y camina con ayuda de muletas, lo que la pone de peor humor que de costumbre. Beetee tampoco está tan mal, si consideramos sólo su cerebro. Es muy inteligente y está muy dispuesto a colaborar con la causa, pero no tiene madera de instigador, tampoco sirve para soldado si pudiera ponerse de pie, no es un hombre violento, no es de empuñar armas, lo suyo es inventar cosas y planear la forma de vencer al Capitolio con la tecnología. Así que en cuanto pudo sentarse, empujaron su silla de ruedas al departamento de desarrollo armamentístico, ahora apenas lo vemos para comer y pasa la mayor parte del tiempo en la zona de alto mando, que son oficinas secretas y prohibidas para el resto.  

- ¿Qué me miras, descerebrada? -me escupe Johanna, con la pierna herida en alto sobre una silla.

- Es que... no entendí bien qué tenemos que hacer... -balbuceo con timidez. 

- Hacer una lista... empezar por lo más simple que recuerdes, cómo te llamas, de dónde vienes, etc. desde lo más simple que recuerdes hasta lo más complejo -explica, no de muy buena gana- No, Finnick, empieza por ti, tu nombre primero, después metes a Annie en tu lista -le señala al ver que Odair sólo escribe el nombre de Annie una y otra vez en la hoja. Por lo menos, con él es más paciente.

Bien, si quiero salir de esta sala, tendré que hacerlo. Aquí vamos.

"Me llamo Katniss Everdeen, tengo diecisiete años. Mi casa está en el distrito 12 (corrección, estaba en el 12, el Capitolio lo bombardeó). Estuve en los Juegos del Hambre a los 16 y gané con Peeta Mellark, hicimos historia, fuimos los amantes trágicos, él me amaba desde niño, yo... yo me enamoré después y me di cuenta tarde. Nos eligieron de nuevo para el Vasallaje de los Veinticinco, entonces nos casamos en secreto en el Centro de Entrenamiento. Teníamos un plan, protegernos el uno al otro. Pero había otra gente con otros planes. Le di con mi flecha al campo de fuerza. Escapé o más bien me sacaron con Finnick, Johanna y Beetee.  Haymitch es un traidor, un mentiroso. El Capitolio me odia. A Peeta lo capturaron. Lo creen muerto. Seguramente estará muerto. Probablemente, sea mejor que esté muerto..."; no aguanto más y empiezo a llorar en silencio, mis lágrimas caen en la hoja garabateada. Cuesta aceptar que mi esposo está muerto... pero cuesta más pensar que lo están torturando para sacarle información que él no posee y que sólo puede inventarse.

Creo que Finnick también está llorando. Johanna bufa algo y aprieta un botón negro que sobresale del borde en la mesa circular. Se abre la puerta y el doctor más tres enfermeras entran por nosotros. Me percato que una es mi madre, me habla suavemente y me conduce afuera de la sala. Se llevan a Finnick y a una gruñona Johanna de vuelta al sector del hospital, pero mi madre me lleva hacia otro lado, tomamos un ascensor y subimos algunos niveles. Una puerta. La placa señala: 307, Familia Everdeen. Así que este es nuestro compartimento. Dos camas tipo literas, un lavamanos adosado a la pared, una silla y una cómoda para guardar la ropa que nos entregaron; es todo el mobiliario. Mamá me dice que en el primer cajón están mis dos uniformes, ropa interior y mis cosas, excepto el tubo de pomada dermatológica que fue a parar al hospital. Abro el cajón y encuentro el paracaídas plateado con la espita, la perla de Peeta... y un montoncito dorado fundido. El anillo de boda. Me lo quedo mirando junto con la perla. Siento que mi madre me da unas palmadas en el  hombro, retengo su mano, quiero que se quede ahí, prolongando ese contacto tibio. Apoyo mi cabeza en su hombro y dejo que me abrace, hace tiempo no nos damos un abrazo madre-hija, desde que intenté arreglar nuestra relación entre mi regreso de los primeros juegos y el regreso a la arena. En eso llega Prim muy contenta y se alegra más de vernos abrazadas y de saber que estoy de alta por fin (acabo de enterarme ahora que mamá lo dijo). Mientras me cambio la camisola y pantalón del hospital por el uniforme gris, Prim nos cuenta que la han seleccionado como ayudante de enfermería, acá en el 13 tienen un muy buen hospital y mi madre trabaja allí por turnos, claro que no la consideran sanadora ni doctora, apenas una enfermera, pero ya es algo y ahora Prim también trabajará en el hospital. Es mejor eso que entrenar para ser soldado. Los niños que han cumplido catorce años reciben el rango de soldado y comienzan el entrenamiento militar. No quiero ver a Prim involucrada en la rebelión, así como tampoco quería verla en los juegos. También nos damos un largo, largo abrazo. 

Un zumbido, que me sobresalta todavía a pesar de llevar quince días acá, nos informa que tenemos que ir a comer, es hora de almuerzo para los que han terminado el turno de mañana. Nos dirigimos al comedor y en el camino nos encontramos con Hazelle y los niños, también les toca almorzar. Rory comenta que quiere ver a Gale para preguntarle cómo le ha ido hoy en su entrenamiento pero Hazelle le contesta que no sabe si estará con nosotros. Cuando llegamos comprobamos que no está almorzando, debió tocarle otro turno. Busco a Finnick y a Johanna pero tampoco están, tal vez les hayan dado su ración en su sala del hospital, a mí también me la daban allí cuando no podía levantarme aún de la camilla. Tener a los dos de compañeros de cuarto resultó agobiante. En la cama de al lado, Odair no dejaba de llorar por Annie, porque se enteró que a las pocas horas que escapamos los agentes de la paz se la llevaron directo al Capitolio; además, me pedía perdón una y otra vez por no haber podido rescatar a Peeta al quedar paralizado por el rayo como yo. Terminó sacándome de quicio varias noches y entonces gemía para que vinieran a colocarme otra dosis de morfina y dormirme para no seguir escuchando sus quejumbrosos lamentos. Al frente de mi camilla tenía a la malhumorada Johanna, bufando, gruñendo y maldiciendo por no poder moverse a voluntad, por la poca y desabrida comida, por la picazón de la pierna enyesada, etc. También gemía por morfina para calmar el dolor post operatorio. Y cuando no se la daban, se ponía de pésimo humor, insultaba a medio mundo, incluyéndonos a Finnick, Voltios y yo. Beetee estaba al lado de Mason y era el que menos se quejaba de los cuatro. Se tomó con resignación la noticia que no podían hacer nada por reparar su espina dorsal y dijo que mientras su cerebro siguiera funcionando como antes, no tenía de qué lamentarse. Tampoco tiene familia o seres queridos de los que preocuparse.

Una de aquellas noches que Finnick nos estaba desquiciando a Johanna y a mí, ella soltó de repente que en cuanto nos recuperáramos los tres, nos fugaríamos por los ductos hacia la superficie y de ahí a los bosques que cubren parte del 13 y llegar al 11 caminando, donde nos haríamos con uno de los vehículos que los rebeldes les quitaron a los agentes de la paz o saltaríamos al tren que antes llevaba las cosechas de los huertos al Capitolio. Al principio pensé que deliraba por la morfina o que lo decía para animar a Finnick, pero luego empecé a darme cuenta que lo decía en serio. Empecé a considerar en serio la posibilidad yo también. Rescatar a Peeta, rescatar a Annie... sería fantástico. Si es que siguen vivos. Si es que lo logramos, también cabe la posibilidad que fallemos en el intento y nos maten, todos en el Capitolio nos reconocerían y no dudarían en entregarnos a las autoridades o al mismísimo Snow. 

Al segundo día de alta mi familia me acompaña al desayuno pero luego se marchan a sus deberes. Me miro el antebrazo tatuado: clase de Historia de Panem a las 08:00; clase de tecnología a las 10:00; turno de lavandería a las 12:00 y lo que más me llama la atención, Reunión de Alto Mando a las 14:30 después de mi turno de almuerzo media hora antes. Después tengo libre supongo ya que no hay nada más escrito en mi piel hasta las 22:00, Aseo y Descanso. Sin embargo, decido tomarme todo el día libre, no tengo ganas de nada, no me apetece que me laven el cerebro ni tampoco lavar ropa y mucho menos la reunión. Si acá son cuadrados, en Alto Mando deben ser igual o peor. Me voy al compartimento pero luego de una media hora me aburro sin nada que hacer. Vago sin rumbo. Cuando alguien me pregunta qué hago dando vueltas, pongo cara de idiota perdida y muestro la pulsera plástica que me colocaron en el hospital y que no me han retirado. "Mentalmente desorientada", indica, escrito a mano por el doctor que nos pidió hacer la lista (no recuerdo su nombre). Iba a quitármela pero me ha resultado muy útil, me ahorra explicaciones de qué hago vagando por los pasillos y cuando me miran con cara compasiva diciendo que van a llamar a alguien para que venga por mí, ya he dado la vuelta y me pierdo por otro corredor. Así que me la dejo, aparte que en realidad estoy muy desorientada, creo que nunca terminaré de adaptarme a este lugar.

A la hora de almuerzo me encuentro con Delly a boca de jarro al retirar mi bandeja. Ella y su hermano Caleb lograron salvarse, no así sus padres, Delly está más delgada y algo macilenta, supongo que es por la pena. Aunque lo intento, me resulta imposible deshacerme de ella, se me pega como lapa y me sigue hasta una mesa con su hermano.Delly se esfuerza por sonreír como siempre, piensa que todo el mundo acá es muy agradable, dice que no le importa comer menos que antes, reconociendo que estaba pasada en algunos kilos y en general se esfuerza por alegrarme. Caleb come callado, tiene la misma edad de Prim. 

- Delly, no quiero ser maleducada contigo... pero me duele mucho la cabeza, ya sabes, conmoción cerebral por el rayo... ¿podrías bajar un poco tu tono de voz? -le pido lo más amable que puedo, la verdad es que me está taladrando la cabeza con su verborrea interminable y demasiado festiva.

- ¡Ay, Katniss, lo siento! no quise molestarte -se disculpa con genuina expresión de sinceridad- Me imagino lo difícil que debe ser para ti que Peeta fuera tomado prisionero por el Capitolio... y también siento mucho lo de Madge, era una buena chica, no se lo merecía...

Delly no se imagina siquiera lo que son capaces los esbirros de Snow ni lo que estoy pasando, pero lo que ha dicho de Madge me deja helada y suelto la cuchara que cae con un ruido metálico sobre la mesa.

- ¿Qué pasó con Madge? ¿dónde está? -pregunto casi saltando sobre ella y agarrando su antebrazo con fuerza, me mira asustada, como si estuviera loca (y quizás lo estoy) y trato de calmarme.

- Ay, creo que hablé demás, pensaba que Gale te lo había dicho ya -dice Delly tragando saliva- creemos que Madge no sobrevivió al bombardeo, venía en el grupo que comandaba Gale... pero se devolvió por sus padres y la perdimos de vista... no llegó al lago. Lo siento mucho, Katniss.

Madge, la callada, sensible y leal Madge. Espero que me perdone por lo que le he hecho, igual que el resto de mis conciudadanos que no pudieron huir de las bombas. Zumbido de término del almuerzo, Delly retira su bandeja y la mía ya que me he quedado inmóvil en la silla. Pero llega más gente a almorzar y me piden desocupar la mesa. Me paro tambaleante y me dirijo casi a tropezones a la puerta de este enorme comedor comunitario. Camino como zombie por los pasillos sin mirar a la gente que me observa con curiosidad. Me dedico a errar por pasillos e instalaciones, no sé cómo llego a una especie de pequeña bodega con material escolar y me meto dentro de un armario con libros y cajas con lápices. Derramo unas cuantas lágrimas por Madge y la gente de mi distrito también, por mis aliados que murieron defendiéndome y por Peeta. Mi Peeta, mi chico del pan... las lágrimas se convierten en torrente y no sé en qué minuto me quedo dormida. Despierto acalambrada y tengo que flectar varias veces mis miembros entumecidos para volver a ponerlos en movimiento. No sé cuántas horas han pasado, intento averiguar en qué nivel subterráneo estoy y cómo volver al compartimento 307. 

Recorro largos pasillos, subo de nivel por una escalera de emergencia y me encuentro en la zona hospitalaria. Alguien insiste en llevarme del brazo no sé a dónde, consigo liberarme y pongo cara de loca furiosa para que me deje en paz; da resultado, la mujer huye de mí. Pero ahora me intercepta un enfermero, me pregunta qué busco o qué hago aquí si ya estoy de alta, le contesto que busco a mi madre, es lo primero que se me ocurre decir. "Está en la sala de curaciones, es por este pasillo hasta el final, luego doble a la izquierda, primera puerta", me señala, le doy las gracias y sigo las instrucciones. Al empujar la puerta veo a mi madre y otro enfermero o paramédico atendiendo a un hombre que está sentado en una camilla y que me da la espalda. 

- Katniss, hija, ¿qué haces acá?... creí que no te gustaba ver sangre ni gente herida -me dice en cuanto me acerco a ella.

Y no debí hacerlo, el hombre de la camilla tiene una pierna descubierta con una horrible quemadura causada por el volcamiento de una olla con caldo caliente. La piel lacerada está roja y ampollada, aparto la vista asqueada, antes que empiece a sentir arcadas o mareo. Me doy vuelta, miro para otro lado y le digo a mi madre que me perdí volviendo a nuestro compartimento. Es verdad. No sé regresar sola. Este lugar se me está antojando un gigantesco hormiguero lleno de túneles y recovecos difíciles de memorizar. 

Pide permiso para acompañarme hasta un ascensor, más bien parece un montacargas, presiona el botón número tres y me instruye que nuestro compartimento está en ese nivel, primer pasillo a la derecha, luego se marcha dejándome frente a la compuerta. Pero se me ha ocurrido que puedo visitar a Finnick y Johanna. En cuanto a Voltios, fue el primero en recibir el alta, antes que yo, lo necesitaban en Tecnología y Desarrollo Armamentístico. Me doy un giro y busco por los pasillos intentando dar con la sala donde estuve con mis aliados, después de un sinnúmero de vueltas los encuentro a ambos: Johanna rabiando del dolor y porque la pierna le pica y quiere que le quiten el yeso, Finnick cantando una canción sobre una pareja de enamorados que se dan cita en un muelle y se van juntos en un bote. No parecen muy cuerdos tampoco. 

- Mira, Finnick, la descerebrada ha venido a vernos -exclama con cierta ironía cuando me ha visto.

Entro pensando que tal vez no haya sido tan buena idea, saludo a Finnick, pero no parece notarme.

- Finnick, ¿cómo estás?... ¡Finnick! -lo llamo pero parece perdido en su canción.

- Olvídalo, tiene graves problemas de concentración... no es capaz de atender nada ni nadie por más de cinco minutos, cuando mucho -me confirma Johanna.

- ¿Y qué hay de ti... qué cuentas? -le pregunto por pura cortesía.

- Estoy fan-tás-ti-co, nunca he estado mejor en mi vida -suelta con sarcasmo, cuando me acerco un poco a su camilla, me agarra del brazo y me atrae con brusquedad a su lado- ¡Consígueme morfina con tu madre! Cada vez que me muevo, me duelen las costillas y la herida de la operación en la maldita pierna... consígueme también una herramienta, un martillo, un alicate, un hacha... lo que sea para quitarme este maldito yeso -me sisea en voz baja y mirando para todos lados, aunque yo no veo a nadie que nos pueda escuchar. 

Le digo que bueno, sólo para que me suelte el brazo, que me lo está apretando como si le fuera la vida en ello y de pasada me está cortando la circulación. Pero la verdad, no veo de dónde sacar una herramienta, no he visto ninguna por acá, salvo el instrumental médico. Y la morfina está bajo llave igual que los calmantes, alcohol y ciertos medicamentos. Luego se levanta la camisola y me muestra los moretones del tórax contando que le quitaron el vendaje pero que todavía le duele mucho. 

- Mi madre siempre les decía a los mineros con fractura de costillas que era lo más lento y difícil de soldar -recuerdo y la noticia no le agrada a Mason.

- Ya me lo han dicho estos médicos y enfermeros indolentes... cuando pido más morfina, me dicen que no porque está racionada en la medida justa y necesaria para que no te vuelvas adicta -escupe con rabia- Tengo una misión importante para ti, descerebrada -me mira sin parpadear y con un brillo sospechoso en los ojos.

- ¿Una misión? -pregunto en voz demasiado alta, porque de inmediato me hace bajar el tono.

- Sí, una misión, pero baja la voz que nos pueden descubrir -dice mirando para todos lados otra vez- Necesito que inspecciones los ductos de la ventilación... verifica que tengan la altura y ancho para escabullirnos a la superficie, trata de conseguir algo de comida y sobre todo agua... si pudieras conseguirte un mapa de este apestoso agujero de topos sería ideal, pero supongo que es mucho pedir, ¿no? -me cuchichea casi en susurro.

- ¿De verdad pretendes que nos escapemos y vayamos por Peeta y Annie? -le pregunto incrédula.

- ¡Por supuesto! La Operación Fuga y Rescate ha comenzado... en cuanto tengas la información y las cosas que te pedí- me suelta sin más ni más- Prepárate, Sinsajo. 




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