Junto a ti

By MyPerfectGuys

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Segunda temporada de 'Te Necesito' More

Sinopsis
01.
02.
03.
04.
05.
06.
07.
08.
09.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16. «1ª parte»
16. «2ª parte»
17.
18.
19.
20.
21.
22.
23.
24.
25.
26.
27. «1ª parte»
27. «2ª parte»
28.
30.
31.
32.
33.
34.
*Explicaciones*
35.
36. «1ª parte»
36. «2ª parte»
37.
38. (último)
Epílogo
*Nota final*

29.

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By MyPerfectGuys

Terminé de calzarme aquellos zapatos tan bastos del uniforme sin evitar echarles una mirada algo apenada. Eran feos con gana, pero les había terminado cogiendo un cariño especial. Casi ni me creía que esa fuera a ser la última vez que me los pusiera. Echaría mucho de menos mi colegio, con sus normas tan estrictas y con su uniforme impoluto obligatorio, pero ya iba siendo hora de comenzar una nueva etapa en mi vida y la verdad es que tenía muchísimas ganas.

Mientras me peinaba distraída en mi cuarto de baño, agudicé el oído extrañada al no sentir ninguna presencia más que la mía en casa. Se suponía que Liam ya debía de estar despierto, o duchándose o preparando nuestro desayuno, puesto que hoy era el día libre de Karen. Me trencé el pelo con rapidez dejándolo un poco despeinado y con unos mechones fuera y bajé las escaleras. Recorrí la planta baja entera, pero Liam no estaba allí. Siendo algo positiva por primera vez, decidí no ponerme en lo peor y pensar que había salido como muchas mañanas a correr para despejarse. Aunque más le valía volver pronto porque sino llegaría tarde a mi último día de clases.

Me acerqué hasta el sillón donde él dormía desde hacía unas cuantas noches y me arrellané contra los cojines. Sin pretenderlo distinguí en el aire su perfume. Volví la cara y la enterré entre el terciopelo del tejido del sillón. Eran mis sabanas las que tenían que estar desprendiendo esa exquisita fragancia dulzona aunque con un toque de lo más masculino, y no aquel asiento alargado que se había convertido en su lugar de descanso y reflexión por las noches. Lo echaba enormemente de menos en mi cama, pero respetaba su decisión de tomar algo de distancia para aclararse.

Tan atontada me había quedado que ni cuenta me di de que él ya había regresado. Se encontraba de pie entre el pasillo de la entrada y el salón, observándome curioso. Estaba especialmente guapo esa mañana, a pesar de estar sudado y vistiendo ropa deportiva. El pelo le había crecido bastante en los últimos días, sobretodo por la parte superior, por lo que unos cuantos mechones rebeldes asomaban por su frente casi tapándole los ojos. De una forma que me dejó sin aliento, se echó hacia atrás el pelo con su mano al tiempo que se remojaba los labios con la lengua. ¿Acaso no se daba cuenta de cuan desesperante era para mí que hiciera eso después de haber estado tanto tiempo sin un mero acercamiento? Cierto que era virgen y a veces un tanto mojigata, pero desde que me descubrió el embriagante placer que sus besos me causaban yo ya no era inmune a nada proveniente de él. Quería devorarlo entero, de arriba abajo, sin miramientos, pero tenía una compostura que mantener.

Redujo el volumen de la música de su móvil y se quitó los auriculares para hablarme.

—Buenos días —dijo, y me sonrió, después de días sin hacerlo.

Una pequeña ventanita de esperanza se abrió en mi corazón. Probablemente aquel cambio de humor se debiera a que ya había tomado una decisión. Sin embargo no quería precipitarme, hasta que él no se pronunciara yo tampoco lo haría.

—Buenos días —respondí dejando entrever mi entusiasmo, pero de inmediato me reprendí y adopté una expresión algo más seria. Me levanté de un salto del sillón y me dirigí a la cocina, pasando por su lado evitando rozarle e incluso mirarle. Podía perder la cabeza si lo hacía.

—¿Qué te apetece desayunar?

Lo sentí siguiéndome hasta la cocina.

—Cualquier cosa que prepares estará bien. Yo iré a darme una ducha y a vestirme.

—De acuerdo —respondí ya ocupada preparando una cafetera.

Cuando menos lo esperaba, pues pensaba que ya se habría marchado de allí, noté sus manos cerrándose alrededor de mi cintura. Se acercó cuanto pudo a mí con su nariz rozándome la nuca y su respiración sobre mi piel erizada. El corazón me brincó en el pecho, no sólo del susto, también de la emoción de que se hubiera atrevido a hacer aquello.

—¿Esa falda no está demasiado corta, señorita? —inquirió rozándome el lóbulo de la oreja con sus labios. Metió sus manos bajo el polo del uniforme hasta que alcanzó el borde remangado de mi falda. Había tenido buena vista, puesto que siempre le daba una vuelta a la falda y ésta vez le había dado otra más. Con más habilidad de la que imaginé, retorció la tela hasta que la dejó a su gusto, luego apoyó las palmas de sus manos a la altura de mis costillas y con sus yemas se dedicó a acariciarme lentamente— Vale que es el último día, pero por eso no has de tirar la casa por la ventana —rió divertido, y se separó de golpe.

Para cuando me giré, él ya se había marchado. Quedé petrificada durante unos buenos minutos, parada en medio de la habitación con la boca medio abierta. Aún me cosquilleaban las zonas de la piel que había rozado con su tacto tan suave. Un escalofrío me sacudió y entonces fue cuando desperté de mi aturdimiento. Tuve que abrir la ventana incluso para calmar mi sofoco desmesurado.

—Maldita sea —injurié en voz baja—, me deja tonta en cuanto se lo propone...

Mantener el tipo cuando él estaba cerca era algo completamente imposible.

Aunque pensé que después de aquel acto tan revelador acabaríamos por volver a actuar como siempre, me demostró en el transcurso de la mañana que eso no era lo que tenía en mente.

Ni cuando desayunamos ni en el trayecto desde mi casa al colegio abrió la boca. Para llenar los silencios incómodos siempre se valió de aparatos típicos, en casa la televisión, que apenas la veíamos nunca excepto por las noches antes de dormir, y en el coche la radio, ésta sí la encendíamos a menudo pero no para escuchar emisoras con canciones como la de Marinero de luces de Isabel Pantoja o Doce cascabeles de Joselito, todas típicas españolas. Apostaba lo que fuera a que él no tenía ni idea de quienes eran esos personajes tan ilustres. Estuve estática durante todo el viaje, de tal manera que, por no moverme, no alcé ni la mano para cambiar de emisora o para poner un CD de esos clásicos que sabía que él guarda en la guantera. Si la situación se veía con perspectiva, estaba segura de que era lo más cómico del mundo.

Tras haber aparcado el coche en una calle anexa al colegio, apagó la dichosa radió por fin y se giró en el asiento dignándose a mirarme fijamente. Supe que pretendía hablarme, pero no daba la impresión de que le fuera fácil.

—Hoy viene Harry —dijo escueto.

—Lo sé —asentí.

—Iré a buscarlo a mediodía así que probablemente no me de tiempo a llevarte a tu casa cuando finalicen las clases, ni a Katy tampoco.

—No te preocupes, yo la recogeré y la llevaré a algún sitio a comer —le aseguré—. Luego organizaré mi casa un poco que está hecha un desastre...

Él me miró pensativo, probablemente sopesando qué era lo que se me pasaba por la cabeza, y aguardó unos segundos para hablar.

—No dormirá en tu casa, lo sabes ¿no?

—Bueno, por si acaso llega y no tiene hotel, le ofreceré la habitación que fue de mi hermana. Hablé con mi padre y él no tiene problema sabiendo que Harry es amigo tuyo. Se fía de ti —palmeé su hombro como si le diera mi enhorabuena por ello, pero él no captó mi intento por descongelar ligeramente la mañana tan fría que estábamos teniendo. Resopló resignado en respuesta y sacudió la cabeza.

—No dormirá en tu casa —sentenció con severidad.

—¿Por qué? —me quejé— Me apetece conocerlo.

—Si lo dejas dormir en tu casa, vas a conocerlo de una forma en la que no lo quieres conocer, te lo aseguro.

Nervioso, movió sus manos alrededor del volante. Al percatarse de que ya había parado el motor, sacó las llaves y se las guardó en un bolsillo delantero de los vaqueros. Cuando me pareció que sus intenciones eran salirse del coche, lo detuve agarrándolo del brazo y tiré de él hasta que quedó sentado de nuevo.

—¿Estás celosillo? —le chinché con una risita tonta.

—¿Yo? ¿Celoso? —bufó manteniéndose— Ay, qué tonterías dices.

Alarmada al escuchar unos ruidos en el exterior, volví la cabeza de súbito. Una sonriente Alba golpeaba insistente con la palma de la mano el cristal esperando a que lo bajara. Sin embargo, guiada por la alegría tan grande que me dio al verla allí después de una semana casi sin verla, salí del coche y la abracé con fuerza en medio de la calle.

—¡Ganamos, ______, ganamos! —gritó en mi oído, saltando y llevándome con ella.

La achuché con más ímpetu y sonreí compartiendo su entusiasmo. Yo no había jugado en aquella final, pero sí que había estado en el equipo durante más de cuatro años y había ayudado, de algún modo o de otro, a que ellas llegaran a aquel campeonato desde el primer momento con una muy buena reputación. Sabía por comentarios que había oído que los demás equipos nos tenían cierto respeto, y eso a veces estimulaba muchísimo más que ganar cualquier partido.

Alba rodeó el coche hasta el otro lado y abordó a Liam de inmediato en cuanto él puso un pie en el suelo.

—¡Hemos ganado Liam, hemos ganado! —le repitió con la misma efusividad.

Al ver que tan sólo le concedía una sonrisa totalmente forzada, saltó sobre él rodeándolo con las piernas y aferrándolo por los hombros mientras lo sacudía.

—¡Pero alégrate hombre! —zarandeó su cuerpo con toda la fuerza que era capaz de emplear— El equipo al que has entrenado durante el año ha ganado el Campeonato de España, hoy es el último día del curso en el que vas a tener que ver nuestras caras de mocosos, vas a tener un largo e intenso verano para hacer avances sexuales, o no sexuales, eso ya según veáis, con tu encantadora novia... —enumeró con sus dedos mientras seguía cogida a él como un koala— ¡Eso es fantástico!

—Sí, todo es maravilloso —dijo sarcásticamente, haciendo evidente que sus palabras le habían entrado por un oído y le habían salido por el otro, y se la bajó de encima de un solo intento. Alba tenía mucha fuerza, pero Liam le superaba en ello cien veces.

Mi novio al que ahora no reconocía, se aferró su mochila al hombro y aceleró su caminar con la cabeza bien alta por la acera que llegaba hasta el portón del colegio. Lo seguí con paso apresurado sin evitar sentirme algo animada, porque a pesar de lo confuso que era todo, era imposible no encontrarle a las situaciones cierta gracia que me tranquilizaban lo justo como para recordarme a mí misma que él realmente no solía comportarse así. Se suponía que todos los hombres tenían un lado malo u oscuro, y este debía ser el de Liam, aunque tan verdaderamente terrible no era.

Alba, con cara de pocos amigos, se volvió hacia mí con la nariz arrugada.

—¿Se puede saber que demonios le pasa?

Siguiendo a toda velocidad los pasos agigantados de Liam, puse los ojos en blanco.

—Mejor no preguntes —susurré.

—De verdad, que ánimos para estar apunto de comenzar el verano... —murmuró por lo bajo, emprendiendo la misma marcha ligera tras nosotros.

Como Liam no era tutor, se pasó las últimas horas del curso pasando por todas las aulas y felicitando y despidiendo a todos los alumnos que habían estado con él ya fuera en el musical o en voleibol o simplemente a aquellos a los que nunca les había dado clase pero que, durante los recreos y por causa de alguna regañina de poco carácter, había tenido la gracia de conocer.

A decir verdad, la gente hablaba bastante bien de él, había caído muy bien y le tenían un respeto considerable a pesar de parecer el hermano de muchos de nosotros. Quizá por eso era por lo que sabía comprendernos a la perfección, pues tampoco hacia mucho tiempo que él había dejado el instituto y sabía acerca de nuestros pensamientos y sentimientos. Tampoco faltaban las típicas de turno que lo adoraban y lo ponían en un pedestal únicamente por ser tan sumamente atractivo y resultón. Pero no las culpaba ni se los tenía en cuenta, ya que mi pequeño no tenía culpa ninguna de haber nacido así.

Cuando llegó a mi clase, todos se apelotonaron a su alrededor queriendo despedirlo por todo lo alto, las chicas más teatreras con lágrimas en los ojos incluso y queriendo abalanzarse a su cuello, Carla y Ruth entre ellas, aunque sabía que lo hacían más que nada porque les daba gustillo verme a mí fastidiada. Los chicos también sentían cierta devoción hacia él. A pesar de que al principio la cosa con ellos había estado complicada, debido sobretodo a la presencia de aquel individuo al que ni siquiera merecía la pena que recordara, Liam les terminó cogiendo cariño y, por las bromas que se estaban gastando en ese mismo momento, estaba claro que ellos a él también.

Probablemente ese fuera otro de los motivos por los que no quería marcharse. Se notaba que había llegado a encontrar su sitio en ese colegio, ayudando a Daniel y a cuantos más profesores solicitaran su ayuda, mandándonos a subir y a bajar escaleras en los entrenamientos... estaba en su salsa prácticamente pero, ¿quién no le decía que quizás en Inglaterra fuera a encontrar un sitio parecido o mejor que ese para continuar trabajando mientras que a la vez estudiaba?

Lo observé con atención a través de la ventana de mi clase caminar en dirección opuesta, quizá ya hubiera acabado la ronda y fuera a la sala de profesores a pasar el resto del día allí.

Alba le dio un tironcito a la manga de mi camisa sobresaltándome.

—No has ido a despedirte de él...

Junté mis labios en una fina línea y me encogí de hombros.

—Lo seguiré viendo todos los días —justifiqué, intentando no sonar muy ensimismada para que no se extrañara. Pero ella no era tonta y me conocía. Sin embargo se calló y se sentó a mi lado sobre una de las mesas sin decir ni una palabra.

Al poco rato, Carla y Ruth se nos unieron y se sentaron también en un par de mesas que habían frente a nosotras. Ellas me miraban con sonrisas endiabladas, como si pretendieran seguir provocándome para que saltara y les hiciera algún comentario sobre lo mucho que me había molestado que sobaran a mi novio con unas manos expertas que yo no tenía, pero no estaba para eso. Solté un larguísimo suspiro y me eché contra la pared que tenía a un lado, recostando también la cabeza.

Siempre había odiado el último día de los cursos, no se hacía nada, absolutamente nada, sólo sentarte, hablar, y cuando llegaba verdaderamente la hora de decir adiós, despedirte y llorar. En las horas muertas de mitad de la mañana tocaba aburrirse descomunalmente sin abrir la boca porque posiblemente la enteradilla de turno llegaría diciendo que era una insensible por no mostrarme en situación hasta el último momento.

—Probablemente este sea mi ultimo año aquí chicas —les anuncié rompiendo el silencio—, en la isla me refiero.

—¿Por qué? —preguntaron Carla y Ruth al unísono.

—¿Te vas? —Alba me agarró del brazo alarmada— ¿Me dejas sola?

Carla y Ruth la miraron sorprendidas, alzando las cejas.

—Existimos, ¿sabes? —habló Ruth agitando su mano en el aire.

Alba sonrió de oreja a oreja y les hizo un gesto haciéndoles ver que era broma.

—Quizá me marche fuera a estudiar, a Inglaterra, pero todavía no es seguro. Estoy pendiente de que Liam me dé una respuesta...

—¿Es por eso que estáis así de raros hoy? —preguntó ella, tan audaz como siempre.

—Es muy evidente, ¿verdad?

—Hombre, ésta mañana no es que estuviera dando brincos de alegría cuando se bajó del coche —dijo obvia haciéndome recordar el episodio sin contener la risa— Además, se acaba de ir de aquí y ni siquiera te ha buscado con la mirada extrañado de que no te acercaras a despedirlo como todas han hecho. ¿Qué ha pasado?

Suspiré pesarosa y levanté los hombros.

—Tuvimos una bronca hace poco por el tema de mis estudios, pero no quiero hablar de ello. Os diré algo en cuanto sepa.

—Vale, pero que sepas que esta noche entonces nos vamos de fiesta. Debemos celebrar el fin de curso y aprovechar contigo hasta la última noche en que te vayas.

—Sí, bueno, respecto a los planes que tenéis para esta noche... —comencé diciendo y me aclaré la garganta— ¿Os apetecería conocer a un amigo de Liam recién llegado de Londres?

—Si es como Liam, claro que sí —exclamó Carla entusiasmada por la idea.

—La verdad es que se parece más a Marcel... —dije divertida.

—¿Te refieres a su hermano? —Alba juntó las cejas— ¿El tal Harry ese?

—El mismo.

—Entonces yo me apunto —afirmó Carla rotundamente—. Marcel me ha enseñado un par de fotos de ese bombonazo y... uf, está de toma pan y moja.

Ruth rió.

—¿Enserio? Entonces yo también voy —dijo ella mordiéndose el labio— Y a ver si hay suerte esta vez, que llevo una racha...

—No lo asustéis —les advertí a aquellas dos levantando un dedo acusador—, por favor os lo pido. Viene aquí a la isla únicamente con el fin de cuidar a Katy mientras nosotros estamos de viaje, así que no quiero que lo engatuséis y os lo llevéis a vuestro terreno con vuestras movidas raras.

—Movidas raras dice... —repitió Ruth muerta de la risa.

—_____, un polvo rápido no le hace mal a nadie. Además, es un hombre, seguro que vendrá con las ganas de ligarse a una española. Y no somos una, sino dos las que nos lo queremos tirar —recalcó Carla— y encima canarias. Se va a relamer cuando pise las discotecas de la costa. Te digo yo que ese no se va a querer marchar de aquí, con lo mustias y sosas que son las inglesas...

Sacudí la cabeza dándome por vencida. Estaba claro que esas dos no se estarían quietas. Lo único que me quedaba era rezar para que el amigo de Liam tuviera algo más de cabeza que ellas, sobretodo porque él era unos años mayor y se suponía que debía saber controlarse. Aunque por lo que había escuchado de parte de Marcel, no debía de hacerme muchas ilusiones.

                                 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

He decidido, respecto a la otra novela de Liam que comenté, que voy a subir un pequeño avance dentro de muy poquito, pero eso no significa que la vaya a continuar de inmediato. Será algo para que os vayáis haciendo una idea de cómo podrá ser la historia. Espero que os guste y estad atentas :)

Gracias por todo chicas ♡

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