El capricho de amarte

By nacaridportal

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Ella está completamente rota. Yo tengo la manía de querer repararlo todo. Ella es un perfecto desastre. Yo... More

Sophia Pierce.
Ser rara está bien
Una dosis de vida
¿Has sentido el dolor?
Al carajo el futuro
Las personas no queman
Te necesito a ti
Tú también eres una princesa
Detrás de las estrellas
Fabricantes de esperanza
Ojalá nunca te vayas
Concéntrate en mí 😏
Gracias por sostenerme Julie.
A veces necesitas irte
Conociendo Christopher
Del cielo al piso
Mi innegable verdad.
Mucho más que el dinero
Para: Julie
Sonrisas y dolor
Mi sueño es ella
Mi solución en su sonrisa
Adiós a las reglas
Universo para dos
11:11 mi deseo eres tú
Nunca vas a ser tú
Érase una vez
Ebriedad
Somos más que el dolor
Solo de ti
¡Tuya!
"No voy a abandonarlo".
En busca de un sueño
Destruyó a la princesa
El mundo perdido
La leyenda de las estrellas
Duerme conmigo
El hilo rojo
Asco de mí
"El paso de las lágrimas"
Nunca más voy a sentirme sola
Tú nunca vas a terminar
Epílogo
Fin
Escalera al cielo
¿FIN?
El Capricho de Amarte - SEGUNDO LIBRO - La sombras de Sophia Pierce
Y conocí a una princesa
El presente - Sophia Pierce
Tres meses antes - Sophia Pierce
No todo tiene un precio - Sophia Pierce
Hay tristezas que no se van
EL ABIERTO DE AUSTRALIA
MÁS QUE UN SIMPLE JUEGO
Se acabó el juego
La Diosa del caos
Caos en mi interior
Julie Dash - Pasado
Julie Dash - Pasado
Heridas que vuelven
Un nuevo comienzo
JULIE DASH - CÍRCULO VICIOSO
Cantándole a las estrellas
La fiesta del descontrol
Enfrentar los miedos
La maga
11:11 mi deseo sigues siendo tú.
Heridas que se vuelven a abrir
JULIE DASH - TORPEZA
Sophia Pierce - Querer en libertad
Julie Dash - Montaña rusa de emociones
No supe desear
JULIE DASH - Encontrando mi voz
Sophia Pierce - Mi vida sin ella
JULIE DASH - Después del placer
SOPHIA PIERCE - DOS MESES DESPUÉS
Sophia Pierce / Celebrando a Paula
Sophia Pierce - Almas que te salvan
JULIE DASH - Pequeña eternidad
TE QUIERO DE VERDAD
TE ESCOGERÍA A TI
TE QUIERO LIBRE
SUEÑOS QUE SE CUMPLEN
EN OTRA VIDA SERÁ
LA MAESTRA DEL SEXO
"SOY TU PREMIO"
JULIE DASH - NO SOY TU CHICA
JULIE DASH - DE NADA
JULIE DASH - NOCHE DE EBRIEDAD
JULIE DASH - VERDADES
LAS REGLAS SON LAS REGLAS
Julie Dash -NO PUEDO VIVIR SIN TI
SOPHIA PIERCE - MILLONES DE EMOCIONES
SOPHIA PIERCE - PREMIO DE CONSOLACIÓN
LA ECUACIÓN DE DIRAC
JULIE DASH - DESPEDIDA
¿PODEMOS HACERLO DISTINTO?
SOPHIA PIERCE - INSTANTES PERDURABLES
QUIERO ESTAR CONTIGO MIENTRAS SANAS
Julie Dash - Antes del final
SOPHIA PIERCE - EL INICIO DE MIS PESADILLAS
SOPHIA PIERCE - NO SOY UNA ASESINA
SEAMOS SINCERAS
PENICILINA - SOPHIA PIERCE
5 MESES DESPUÉS
SOPHIA PIERCE - DEBO SOLTARLA, AUNQUE ME DUELA.
CONTINUACIÓN
¿GANARÍAS POR MÍ?
JULIE DASH - ANDREA VS SOPHIA
LA FINAL
KSENYA KHOKRYAEVA - LA ÚLTIMA VEZ
KSENYA KHOKRYAEVA - TU VIDA ES LA MÁS VALIOSA
JULIE DASH - LA ELIGIÓ A ELLA
KSENYA KHOKRYAEVA - MIS MURALLAS
JULIE DASH - "El Final".
SOPHIA NO TIENE FINAL
Para: los bebés del futuro De: Sophia Pierce
LIBRO 2 - JULIE DASH
Besar los Sueños
Cuando los conocí. Julie Dash.
Rotas en la irrealidad - Julie Dash
Para: Ksenya
Ksenya K. La vida sin ti.
Ksenya K - Cuando te conocí
Julie Dash - Realidad irreal
Julie Dash - Punto de inflexión
Julie Dash - Presente
Julie Dash - Ella está viva.
Julie Dash - Final "feliz".
Julie Dash - Después de todo, tú.
El sacrificio del peón - Julie Dash.
Sophia Pierce - Una mente sin recuerdos
Sophia Pierce - Capítulo final (libro 2).

Julie Dash - Realidad Irreal

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By nacaridportal


De pronto, me di cuenta de que tal vez volví a equivocarme. Entendí que en ocasiones las personas que parecen más feas por dentro, simplemente son esas a las que han lastimado tanto, que ahora se niegan a sentir. Y ese día, motivada por algo externo que desconocía, me atreví a leer una de las cartas de Sophia. Esa que había escrito cuando decidió mandar e-mails por petición de Christopher y expresar sus sentimientos.

Ksenya había salido desde temprano. Todos estaban preocupados por ella. No sabíamos dónde estaba. Sus bebés no querían que nadie los atendiera excepto yo, y me tocó ir al cuarto de Ksenya y acostarlos en la cama. Les leí un cuento y les puse la televisión (sin saber que tenían prohibido ver televisión hasta que Dolores me dijo que ella se la ponía a escondidas).

Y entonces... decidí ser valiente y leerla a ella. Leí para ella; sabiendo que me esucuchaba. Leí sus emails y la sentí cerca y de algún modo, pude percibir que ella también me sintió cerca a mí. Y hoy narro en presente y en pasado. Narro la realidad y la irrealidad. Narro sus recuerdos y aquello que vivió en su mente. Porque Sophia nació para ser esperanza en aquellos que, como ella, perdieron las ganas de vivir.


Todavía quiero partir:

Sophia Pierce:
2:30 am.

Hay un universo en donde la maldad no roza corazones, ni alimenta almas. Un universo en donde puedes bailar sobre planetas, danzar en las nubes, dibujar en el cielo y dormir sin pesadillas. Un universo al que pertenezco, en donde siento que encajo, en donde nada me asusta y no se me hace tan difícil respirar.

Por mucho tiempo pensé que el amor podría salvarme, y ¿si tal vez no estoy mal, sino que nunca pertenecí a este mundo?  Me enamoré profundamente, conocí grandes amigos, y el amor me ha mantenido flotando, como si un día desapareciera el dolor, pero... ¿y si aun sin dolor, yo todavía quisiera irme?

Cuando pinto me retiro lejos de lo que me rodea, menos de ella. Cuando dibujo o trazo pinceladas en un cuadro, mi mente va volando y el peso de la vida se minimiza, y luego... hasta las pinturas se contaminaron con mis pesadillas. Es difícil que la respiración se corte, que el corazón lata tan fuerte, que el peso del mundo exterior se cierna sobre mi cabeza hasta hacerla estallar. Y luego... están sus ojos. Luego está el amor capaz de convertir cualquier tristeza en un motivo. Luego estamos nosotras bailando y corriendo bajo la lluvia, hackeando al mundo y Julie dándome motivos para querer permanecer. Luego está su sonrisa que eclipsa cualquier planeta que haya conocido para convertirse en mi estrella, en mi guía, en mi hogar. 

Y luego entiendo que no soy lo mejor. Llevo varios días yendo a terapia. Ksenya está allí, ayudándome, y Julie se siente orgullosa. Pero las pesadillas continúan. Es mi tercer día de terapia y me da vergüenza obsérvalas sabiendo que en lo más profundo de mí, yo todavía quiero regresar a mi verdadera casa.

No soy suficiente para Julie, y no, no lo digo porque me crea menos, sino porque no es mi mundo, no es mi lugar, no es mi espacio. Estoy en un tiempo prestado y ella lo es TODO. Es la chica con el propósito enorme, la que vino a salvar vidas, a convertirse en alguien capaz de dejar algo en un mundo contaminado. La que no siente que no puede, la que no se detiene con la maldad, ni con la minoría. Ella simplemente sabe que puede, y lo entrega todo cada día. Y lo sé cuando la tengo cerca. Lo sé cuando la veo. Ella es del ejército de ángeles que vino a aportar y que nació para que el mundo no fuera tan horrible, para demostrar con una sonrisa que sí hay una oportunidad para que gane el bien.

En cambio yo, tengo esta sensación desde que era niña. Nunca he querido quedarme. Nunca he querido vivir en un mundo donde son más los que no tienen que comer, donde los niños se rompen por dentro mientras los adultos los abusan. Nunca voy a sentirme parte de un mundo donde el hambre predomina y las madres abandonan a sus hijos, y los padres les hacen daño. Yo no quiero eso. Yo no puedo sentirme orgullosa de un lugar en el que la injusticia abunda, la maldad aploma y son pocos los corazones bondadosos y aunque tienen más fuerza, piensan que al ser pocos no podrán vencer el mal y por eso... no hacen nada. Pero Julie Dash, ella no es así. Ella es la princesa que no requiere ser rescatada. Ella es la fuerza que no necesita debilitar a otros. La fuerza capaz de abrazar a alguien que le hizo daño. La fuerza capaz de hacer que quiera quererme más tiempo en un mundo prestado, solo para tener más tiempo a su lado, antes de partir.

Ella es lo que mi alma necesitaba para vivir un poco más.


—¿Dónde estamos?

—Donde los corazones dejan de pensar y se concentran en latir —fue lo que me dijo en medio del mar. Ese día me vendó los ojos y me dijo—: Este día te quiero solo para mí. No quiero a nadie. Solo quiero que estemos tú y yo, y que nos olvidemos del mundo, y bueno... yo quiero concentrarme en tu cuerpo. Hoy quiero ser tu lienzo y la pintura... usa tu creatividad Soph.

Sentí sus dedos acariciándome el abdomen y me guió hacia el sitio donde estaríamos.

Era jueves por la tarde.

Eran las cinco y estábamos en la lancha de su amigo Andrew.

Solo ella y yo. Julie había tomado clases y sabía manejar botes, de hecho, lo hacía varias veces a la semana para irse a nadar con el equipo en mar abierto. Pero esa vez me había llevado a mí.

—Este es mi sitio de paz y quiero compartirlo contigo... quiero que hoy solo seamos tú y yo. Que apaguemos las luces del mundo y que... —Me quitó la venda de los ojos—: ¿Ves todo esto? Es la inmensidad. Es mi sitio favorito, o lo era antes. Porque ahora mi lugar favorito es cualquiera en el que estés junto a mí.

Dejó de hablar y lo siguiente que sentí fueron sus labios sobre los míos y sus manos desesperadas quitándome la ropa.

Estábamos lejos del mundo exterior, lejos de cualquier cosa que pudiese hacernos daño y se sentía bien.

Sus labios recorrieron mi espalda, mientras mis dedos querían descubrir nuevos rincones de su piel dibujando en ellos todas las poesías que nunca me atrevería a escribirle.

—Te amo —fue el primer te amo, pero no fue suficiente—: Te amo, princesa. Te amo más allá de lo que parece posible.

Y la amé de verdad, la amé por encima de cualquier miedo, de cualquier duda, de lo que pasaría mañana, o del después.

Ese día me di cuenta de que conocí al amor capaz de desarmar cualquier imposibilidad. Al amor que te llena el alma y te demuestra que quedarte sin respiración no está tan mal. Y eso hicimos... hicimos el amor, porque nunca se trató de sexo. Ella para mí iba por encima de un acto de excitación. Le entregaba mi alma en pedazos, le entregaba mi vida diez mil veces, porque era suya. Todo lo que tuviera siempre sería suyo, lo quisiera o no. Lo que saliera de mí, cualquier cosa que proviniera de mí estaría conectado con Julie de alguna manera. Porque mi alma se había conectado a la suya. Y eso sería así hasta la eternidad. Lo sabía al verla, al sentir su piel, al consumirla en cientos de orgasmos, para besarla mil veces y decirle: quédate. Pero de nada servís que se lo pidiera, cuando una parte de mí estaba atraída por la muerte. Cuando en lo más profundo de mí, anhelaba morir.

—Soy tuya —exclamé—: y puedes hacer conmigo lo que quieras.

Volvió a besarme y se montó sobre mí, mientras mis manos recorrían su cuerpo. Me besó hasta desgastarme la piel y me sentí poderosa, como si el amor fuera capaz de reconstruir mis pedazos rotos y hacerme sentir que lo puedo todo.

No sé cuántas veces nos amamos, pero la oí gemir sobre mi oído. La oí suplicarme que no parara, que siguiera, la oí llegar al extasis y temblar mientras mi cuerpo se aferraba al suyo, fusionándose. Porque es que... era ella. Ni siquiera entiendo cómo vive tantos años sin su amor.

—¡Ahora vamos a nadar! —Cogió mi mano y ambas nos lanzamos al mar.

Una vez dentro, allí en mar abierto, juntas y sin miedo... sin miedo a nada que no fuera perdernos, entonces fue ella quien habló:

—Eres lo mejor que me pasó en toda mi vida, Sophia, y quiero que sepas que no me arrepiento de mi vida contigo. Me arrepiento de no haberte conocido antes.

—Yo...

—Hoy no quiero que hables, hoy quiero que me sientas, que sientas que te amo, pero sobre todo: que AMO amarte.

Y las palabras le dieron cabida a los besos y nadamos un rato, pero mi miedo a que viniera un tiburón nos hizo subir rápido a la lancha y allí continuamos con una tarde de deseo. Una tarde en la que la descubrí mirándome como si fuera a perderme y entendí que le lastimaba, a ella le dolía mi dolor.

Y a mí me dolía ser incapaz de ser normal, de hallarme en un mundo ajeno, de ser como otros, de vivir como si no me pesara el cuerpo, o como si mi mente no estuviera así. Rota.

La abracé fuerte contra mi pecho, quise decirle que no me hacía infeliz. Que no era su culpa, que vine así. Que llegué dañada, pero ella pegó su frente sobre la mía y susurró:

—Quiero robarme tu dolor, quiero quitarte toda la carga y hacerla mía, solo para que tú nunca te vayas. Sophia Pierce.


Ese día lo hizo. No pude decirle, pero logró quitarme todo el dolor y los malos pensamientos por ese segundo. Y me lancé a su boca y volvimos a amarnos, hasta quedarnos acostadas por más una hora observando las estrellas.

—Allí está nuestro universo... un día, estoy segura de que te llevaré y sabrás que siempre existió. Que siempre tuve razón. En esa estrella están los corazones puros, y todos se ayudan unos con otros, y no existe la maldad. Allí tendremos nuestro hijos y a unos bebés idénticos a ti, princesa. Aunque tal vez, solo tal vez, también los tengamos en esta realidad.

————

Bastian ya estaba dormido, pero la pequeña Sophia comenzó a secar mis lágrimas y a dejar besos en mis mejillas: «¿Estás triste? No estés triste». No podía parar de llorar, pero la abracé, la abracé fuerte y le dije que estaba bien, que solo eran lágrimas de felicidad. «Estoy feliz de conocerte, de saber que eres tan linda y bella como ella».

Y no sabía si había hecho lo correcto, pero ella me abrazó fuerte y me dijo: «Mamá también llora y dice que soy como Sophi mamá, la que vive en el cielo». Su voz tierna, y sus palabras dulces que apenas se entendían me hicieron derramar más lágrimas, pero traté de tranquilizarme y le conté un cuento.

—El cuento se titula: "Tu ángel mamá". Allá arriba hay una constelación que es de chocolate, y tiene muchos planetas de colores que pinta ella, una Angelita  bonita y buena que antes vivía en la tierra y ayudaba a todos los niños, y aunque ya no está, sigue ayudándolos. Una Angelita  que construyó una fundación, que entregó todo lo que tenía para que muchos niños pudiesen tener una casa. Ella es tu Sophi mamá, y vive en el cielo y te cuida, siempre te va a cuidar. Y en esa estrella, todos son amigos, todos juegan muchísimo. Y todos se comparten los juguetes. En esa estrella nadie sufre y todos son amigos.

—¿Un día podemos ir a visitar a Sophi mamá? Yo quiero besarla.

Y quise decirle que yo también lo quería, pero le dije que en algún momento volveríamos a verla. Que mientras tanto, ella la cuidaría siempre.

La niña se quedó dormida y los dejé con Dolores porque necesitaba aire.

Salí corriendo de la habitación. Bajé las escaleras queriendo salir de esa casa, queriendo conseguir un poco de ella, queriendo conseguirla a ella.

Pero cuando bajé Ulises peleaba con Mateo.

—¿Y la dejaste ir sola?

—Está con un equipo de seis escoltas, Mateo. Ya relájate.

—¡La última vez pudo ser ella! Una mafia tan grande no se acaba por atrapar a su cabecilla o a unos cuantos imbéciles. ¿Sí lo entiendes?

—¡Ksenya está bien! Y nadie más que yo quiere protegerla. Te recuerdo que estás a mi cargo —gritó Ulises.

Mateo salió de la casa y por impulso, sin siquiera pensarlo, fui tras él. Con una preocupación latente inundando cada parte de mi ser.

Mateo se estaba montando en uno de las embarcaciones de Ksenya. Toda la ciudad estaba conectada por lagos. Seguía lloviendo. No había dejado de llover ni un solo día, pero al menos la intensidad no era tan fuerte como la tormenta de los días anteriores.

—Julie... no vas a venir conmigo —fue tajante.
—No voy a bajarme —le dije, subiéndome en la embarcación.

—No deberías estar cerca de ella. ¿Acaso no te das cuenta? ¡Tienes que alejarte!

—¿Por qué, Mateo? ¿Me celas igual que celaste a Sophia? Dime. ¿Por qué no puedo estar cerca de ella? 

—Porque cuando te vayas, cuando la dejes, ella no sabrá cómo vivir sin ti. Vas a destrozarla, y Sophia era mi amiga. De hecho, si no fuese por mí no tendrías la dirección, ni estarías aquí.

Arrancó la lancha y partimos. Fue a toda velocidad sin importarle la lluvia, o que el río estaba revuelto.

Avanzamos en medio de la lluvia. Eran las dos de la tarde y parecía que fuera a anochecer. La lluvia fue subiendo de intensidad. En las noticias seguían diciéndonos que no era seguro. Los canales de agua estaban crecidos. Los árboles se movían como si fueran a desprenderse y salir volando devastando todo a su paso.

—Sophia fue ella la que me enseñó que todo es momentáneo. A veces pasamos mucho tiempo tratando de que nos quieran. Yo ya no lo intento. No sabemos cuándo puede ser la última vez. Ahora, la clase de amor que tengo no requiere ser correspondido. Me basta con estar cerca de ella, hasta que sepa que va a estar bien sin mí.

—¿Y tu felicidad? ¿Se basa en quedarte donde no te quieren? —pregunté.

—Mi felicidad es saber que cuando dice que quiere estar sola, es cuando más necesita un abrazo, aunque no sea mío. Mi felicidad es resguardar su alma, y quizá no es el amor de mi vida, y no dormiré con ella nunca. Quizá es un simple capricho que terminará en un recuerdo, pero por ahora, este amor que siento llena todo el espacio y mi misión no tiene que ver con su paga. Mi misión es asegurarme de que nadie pueda hacerle daño. Ni siquiera tú, Julie.

Antes de que pudiera responderle, llegamos al verdadero caos.  Los policías de la guardia nos mandaron a irnos. El río había crecido, se había metido en las casas, todo era un desastre. Los niños estaban sacándolos con flotadores, las madres lloraban.

Y allí estaba ella: Ksenya Khokryaeva,

Las calles convertidas en ríos turbulentos, las casas inundándose rápidamente. El caos reinando, las personas tratando de ponerse a salvo, y en medio de toda esa confusión, la tenista más famosa del planeta. Yendo por encima de lo que conocía de ella, de su reputación pretenciosa y su frialdad. Estaba en el agua, con su físico atlético y la determinación que la caracterizaba. Abriéndose paso dentro del agua para llegar hacia los niños que intentaban mantenerse a flote.

Con movimientos ágiles y decisivos, vi a Ksenya convertirse en un salvavidas improvisado, extendiendo su mano para ayudar a los niños a subirse a lugares seguros. La vi dictar órdenes a sus escoltas, pero también a una de las cuadrillas de apoyo.

A medida que la tormenta arreciaba, ella insistía ayudando a cada niño y quise ayudarla, pero Mateo me detuvo.

—Las aguas están indomables, Julie —es lo que me dijo—: Ksenya ha entrenado toda su vida en condiciones fuertes. Quédate a salvo.

—Sé nadar, Mateo. Puedo ser útil —es lo último que dije, antes de lanzarme junto con varios flotadores que estaban en la embarcación.

Necesitaban ayuda. Rápidamente vi cuál era la dinámica. Ayudar a todos los niños y guiarlos hacia lugares seguros y hacia los barcos.

Intenté llegar hacia las casas inundadas, buscar si habían niños dentro, tratar de tender mi mano y ayudarme con mi facilidad para el nado. No fui directamente hacia Ksenya, sino que me enfoqué en tratar de quitarle un poco el peso.

Ella seguía allí, utilizando su dinero para convertirse en herramientas para ayudar a los necesitados. Utilizaba su poder para organizar equipos de rescate y la oí decir que una de sus casas o las que fueran necesarias podían servir de refugio. Daba órdenes claras, actuaba como una líder, envuelta en la acción, dejando a un lado su actitud arrogante que iba desvaneciéndose cada vez que daba su mano para salvar una vida.

Eso, hasta que me vio.

Su cara se desfiguró, dejó a los dos niños con el equipo rescatista y nadó hacia mí, hasta recostarme de la pared con altura, me embistió como si fuera una más de las que necesitaban su ayuda.

—¿Qué demonios haces aquí?

—Vine a ayudarte.

—¡Es peligroso! Tú no puedes estar aquí. —Justo con esa declaración, el agua fue a chocar contra nosotras, y ella puso su espalda para protegerme. Me tapó con su cuerpo recibiendo el impacto del agua.

—Puedo ayudarte, mírame —Tomé su cara entre mis manos—: ¡Puedo ayudarte! Sí, soy torpe en muchísimas cosas, pero precisamente en esto, puedo servir de ayuda.

Intenté descifrar su mirada, sus ojos azules brillantes, sus mejillas rojas por la actividad física, todo su rostro me veía con aparente severidad, pero... detrás de ella pude ver, ¿preocupación?

—¿Estás preocupada por mí? ¿O solo lo estoy imaginando?

—Me preocupa que no puedas enseñar a Bastian a nadar. Es todo. Por mí puedes ahogarte luego de terminar tus clases. —Se soltó de mi agarre y se lanzó al agua para seguir en su tarea.

Hice lo mismo.

Comencé a ayudar, a nadar lo más rápido que podía y a tender mi mano. Todos estábamos en ello, pero Ksenya, en todo momento se mantuvo cerca de mí. Podía sentir su mirada sobre mi espalda, observando lo que hacía. Cada vez que me alejaba, ella mágicamente ayudaba a alguien cerca de mi posición, pero siempre estuvo allí, a escasos metros de donde me posicionaba.

La tarde continuó hasta anochecer y el pueblo conocido como "La Venecia del norte" por sus canales serpenteantes, seguía amenazado por esa tormenta de días que desató el caos.

Los gritos de los niños atrapados en las casas seguía llenando el aire, tuvimos que movernos rápido. Ksenya contrató más ayuda, además de la que daban las autoridades del lugar.

En medio de los gritos de ayuda y el sonido atronador de la lluvia, en una de las casas se escuchó el llanto desgarrador de un niño. Estaba cerca de nosotras. La madre gritaba desesperada, y el padre también. El centro de rescate no logró entender lo que intentaba decir, y estaban lejos para escuchar el llanto del niño. No lo pensé. No tenía tiempo para pensarlo. El agua estaba inundando la casa. Pero el niño estaba en la parte de arriba.

Sentí a Ksenya detenerme por el brazo, me haló fuerte, y no sé de dónde saqué fuerzas para zafarme.

—¡Está inundada la entrada, Dash!  Subiremos por cuerdas. ¡Es una puta locura!

—Los caudales van con fuerza, no hay tiempo. Mientras entren por la habitación no dará el tiempo. ¡Muévete, Ksenya! Voy a entrar, ¡arregla todo! No hay otra forma. Que ellos vayan poniendo la cuerda en la ventana, mientras subo. ¡Es cuestión de minutos! Y es un bebé.

Sin pensarlo, me sumergí en el agua turbulenta. Antes respiré profundo, porque sabía que tenía que mantener por mucho tiempo la respiración.

Entré por la ventana de la casa inundada y me concentré para visualizar cada rincón por el que debía subir, pero no lo logré. No se veía nada, y me guié por el tacto. Así fue que subí por las escaleras, agarrándome de las paredes tratando de llegar y guiándome por el llanto del bebé. Atravesé el espacio y me di cuenta de que una de las mesas de comedor estaba trancándome la entrada. Tenía dos opciones: intentar quitarla, o devolverme, pero el agua subía con fuerza.

La respiración todavía me alcanzaba, pero no sabía por cuánto tiempo sería así. Me concentré en tratar de mover la mesa varias veces, pero gasté esfuerzo y con ese esfuerzo empecé a quedarme sin aire. Seguí, insistí, pero no podía. No quería devolverme. No quería que ese bebé muriera.

Insistí un poco más. Hasta que sentí que se movía la mesa. Traté de nadar para llegar al exterior, pero tenía mucho tiempo bajo el agua, y ese último esfuerzo hizo que todo se fuera a negro.

No sé cómo salí del agua, o no lo supe hasta que sentí sus labios sobre los míos. Y comencé a toser agua. Ksenya me metía en sus brazos. Fue ella quien movió la mesa, fue ella quien me siguió o entro después al ver que yo no salía a la ventana.

Después de toser me separé de ella. No teníamos tiempo, pero cuando iba a ir hacia el niño, me atrajo hasta su cuerpo para abrazarme. Me abrazó fuerte contra ella. Y ninguna de las dos dijo nada; fue un abrazo desesperado, un abrazo lleno de preocupación y pude sentir el olor de su perfume que ni siquiera con horas de ejercicio y agua desaparecía, o quizá era el olor de su piel.

Me abrazó fuerte sin siquiera medirse, no dijo ni una palabra, pero me soltó de inmediato y ambas avanzamos antes de que el agua llenara el espacio.

El niño estaba en su cuna, no tenía más de diez meses. Fui yo la que lo cogió en brazos, mientras Ksenya salió por la ventana sujetando la cuerda y todo lo que organizó el equipo de rescate.

—Voy a bajar yo con el bebé, porque con tu "agilidad" capaz se te cae y se aplasta contra el piso, torpe  —bromeó y le torcí los ojos, entregándole al niño, que seguía llorando.

—Baja.

—Primero bajas tú, y luego nosotros, Dash. Y no voy a cambiar de idea, cada segundo que pierdes es tiempo de vida que le quitas a este niño, así que venga, vamos. ¡Baja ya!

Y eso fue lo que hice.

Obedecí y minutos después ya ella estaba abajo. Su semblante, normalmente duro, estaba iluminado por una mezcla de alivio y paz. Sus ojos le brillaban y en ese momento me quedó claro, que incluso entre las apariencias engañosas, el verdadero corazón de una persona puede brillar en los momentos más oscuros.

Ella estaba brillando.
Vaya que brillaba.

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