Star Kids - Jojo's Bizarre Ad...

By ItoFuyo

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Mientras Giorno Joestar debe aprender a hacer amigos a preocupación de sus padres, Josuke Joestar se divierte... More

Prólogo.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 30.

Capítulo 29.

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By ItoFuyo

Giorno Joestar se levantaba todos los días de buen humor. Siendo un niño pequeño había días en los que le costaba trabajo abrir los ojos y levantarse, pero siempre contaba con su adorada mascota para levantarse y con sus amorosos padres para ayudarlo.

Cada mañana y luego de ser preparado por alguno de sus padres, el pequeño bajaba para comer el delicioso desayuno que le preparaban cada mañana y solía comer con mucho ánimo, amando el sazón de sus dos padres. Normalmente después de comer se daba unos minutos para jugar con su querida mascota mientras sus padres terminaban de prepararse ellos mismos para salir, sin embargo esa mañana las cosas fueron un poco distintas pues no tuvo oportunidad de jugar con su mascota ya que sus padres dijeron que debían llegar más temprano de lo usual a sus empleos, por ello Giorno llegó un poco antes a la estancia infantil.

Al parecer quién más temprano debía llegar era su padre Dio pues fue su padre Jonathan el encargado de llevarle a la estancia.

- Que tengas un gran día, Giogio -
Le dijo Jonathan a su pequeño hijo una vez que le bajó del auto. Si bien se despediría de nuevo al entregarlo con su cuidador, le encantaba desearle buen día.

- Papi... ¿Podemos cenar pasta? -
Preguntó el menor yendo de la mano de su padre.

Hasta hacía una semanas Jonathan acostumbraba bajar a su hijo y llevarlo en brazos hasta la puerta de la estancia, pero Giorno había comenzado a decir que prefería tomarle de la mano y caminar él mismo, algo que si bien hizo sentir un poco triste a su padre también le provocó orgullo al ver que ya comenzaba a sentirse y comportarse como un niño mayor, así que se aseguraba de sujetarlo firmemente hasta llegar a la puerta.

- ¿Pasta? -
Arqueó la ceja con cierta sorpresa pues si bien en su casa la pasta era bien recibida, era la primera vez que el pequeño pedía cenar eso.
- Por supuesto que sí, pero ¿Por qué? -.

- El otro día Mista estaba hablando con Fugo, le dijo que su madre hacía la mejor pasta del mundo, Fugo le dijo que eso era imposible porque la mejor pasta del mundo era la del señor Bruno, pero yo nunca he probado la que cocina el señor Bruno -
Se explicó de forma clara como siempre hacia.

- ¿Y quieres saber si papá o papi pueden preparar una pizza aún más deliciosa? -.

Giorno asintió con una firme mirada de determinación en los ojos, provocando una sonrisa en su padre quien se sintió enternecido por la inocencia de su pequeño hijo.

- Entonces papá y papi se esforzaran en la cocina esta noche -
Prometió.

La alegre conversación se vio interrumpida cuando finalmente llegaron al lugar, pero más exactamente porque ya había dos personas en la entrada, siendo una Bruno Bucciarati y la otra un hombre de avanzada edad que si bien ni Jonathan ni Giorno lograban identificar del todo, sí sabían que lo habían visto antes allí.

- Se lo encargo por favor, señor Bucciarati -
Dijo el hombre con una voz ronca típica de su edad.

- Haré lo que pueda, signore Piaro -
Bruno respondió de forma solemne, en su rostro estaba dibuja una expresión de preocupación.

- Per favore -
Dio el hombre como mensaje final antes de hacer una ligera reverencia con la cabeza y proseguir a retirarse, fue entonces que se percató del enorme hombre de azules cabellos y del pequeño niño.
- Oh, buongiorno -.

- Buongiorno -
Jonathan imitó el saludo siempre dispuesto a adaptarse al entorno que le rodeaba, también le dio un saludo al cuidador de su hijo.
- Buongiorno, signore Bucciarati -.

Bruno en respuesta sonrió, aunque en su mirada se podía notar todavía un deje de angustia.

- Tú debes ser il piccolo Giorno, Pannacotta me ha hablado mucho sobre ti -
Dijo el hombre mirando con interés al pequeño.
- Dice que eres muy inteligente -.

- ¿Pannacotta? -
Murmuró Jonathan con curiosidad.

- El señor Piaro Fugo es el abuelo de Pannacotta -
Intervino Bruno haciendo la presentación, notando la ligera preocupación e incomodidad de Jonathan, algo que consideraba normal pues no cualquier padre aceptaría que un desconocido muestre tan repentino interés en su hijo y que tuviera información sobre él.

- Oh, ya veo -
Ciertamente Jonathan se sintió más tranquilo, aunque para empezar no se sintió del todo incómodo pues aquel hombre no lucía amenazante.

El mencionado señor Piaro Fugo era un hombre de contextura un poco ancha se podía notar que fue alto en su juventud, pero ahora su cuerpo y espalda estaban un poco encorvados, usaba ropa de color negro y llevaba consigo un bastón de apariencia cara además de un sombrero cubriendo su cabello cano que hacía juego con su bigote que apenas empezaba a llenarse de canas.

- ¿Usted es el abuelo de Fugo? -
Giorno preguntó con mucho asombro. Sin contar a la madre de Mista era la primera vez que veía a algún familiar de sus amigos así que estaba emocionado.

- Así es -
Respondió el hombre con una sonrisa.
- Pannacota habla mucho sobre ti, dice que está muy impresionado de conocer a un niño de tu edad que ya sepa leer y que además esté muy interesado en todo a su alrededor -.

Giorno en respuesta se sonrojó un poco, solía recibir muchos halagos de parte de sus padres, pero siempre que se trataba de otras personas no podía evitar sentirse apenado. Se aferró con más fuerza a la mano de su padre buscando un poco de refugio en él y Jonathan por su parte sonrió con cierta gracia al ver la reacción de su pequeño.

- Luces como un niño muy inteligente -
Continúa el hombre con sus halagos y luego se dirigió al padre del pequeño.
- Usted y su esposa deben sentirse muy orgullosos -.

Siendo tan inteligente como aquel hombre mencionaba, Giorno sabía lo que significaba una esposa y sabía perfectamente que su papi no tenía una por lo que le miró curioso de qué era lo que iba a responder.

El pequeño no fue el único curioso, Bruno también miró al señor Joestar, preguntándose qué era lo que iba a responder.

- Tal y como dice, en casa estamos muy orgullosos de Giorno -
Dijo Jonathan con amabilidad y un gesto amigable sin mostrar rastro de incomodidad o molestia alguna por el comentario del hombre.

Siendo el hombre ya adulto que era y teniendo tanto tiempo junto a su pareja, Jonathan sabía que las personas asumen que un hombre está con una mujer así que no podía enfadarse cuando personas como aquel anciano hacían un comentario equivocado como ese, el hombre desconocía por completo cuál era la situación en su hogar y no podía enfadarse por haber mencionado la palabra esposa cuando lo que tenía era un esposo, con los años había aprendido a diferenciar cuando una persona decía algo sin querer y cuando soltaba un comentario agresivo a propósito y también sabía cómo responder en ambos casos.

- Estos pequeños nos llenan de orgullo -
El hombre mantenía su sonrisa.
- Fue un gusto saludarlos, debo retirarme -.

- Fue un completo gusto -
Dijo Jonathan como el caballero inglés que era.

El anciano miró hacia el lujoso auto que estaba estacionado justo enfrente de la estancia y acto seguido el chofer salió y rodeó el auto para abrir la puerta para el anciano, quien antes de abordar el vehículo le dio una última mirada al cuidador Bucciarati reafirmando la petición que le había hecho minutos antes. Una vez que el anciano entró, el chofer cerró la puerta y se apresuró para volver a tomar su lugar encendiendo el auto y retirándose en un minuto.

El arqueólogo y el cuidador vieron el auto alejarse y no fue hasta que desapareció al doblar una esquina que Bruno carraspeó y tomó su lugar para recibir al niño.

- Oh, disculpe -
Jonathan se apenó un poco, pero dejó eso de lado para despedirse de su hijo.
- Bien Giogio, es hora de despedirnos -.

Giorno asintió ya acostumbrado a aquella rutina y soltó la mano de su padre para correr a tomar la de Bucciarati.

Bruno sonrío al sentir el suave tacto de la piel del pequeño y se dirigió a su padre para despedirse y así poder entrar de una vez por todas a la estancia.

Fue así como ese día empezó para Giorno. Gracias a que llegó un poco más temprano fue pudo conocer al abuelo de uno de sus amigos. Para dicho amigo en cuestión el día había comenzado un poco más temprano pues debía ir a la escuela luego de su suspensión.

Pannacotta Fugo de 8 años era un niño extremadamente listo, poseía un gran cerebro y grandes aptitudes para los estudios, lo que lo convirtió en el mejor de su clase y del grado entero, siendo muy querido y halagado por todos los profesores de la pequeña escuela primaria pública del barrio. Desde muy corta edad Pannacotta había demostrado poseer un gran intelecto, aprendió a hablar en menos tiempo del promedio, aprendió a caminar también superando el promedio y las estadísticas, siendo desde pequeño un prodigio y por suerte para sus capacidades, su familia supo apreciar y desarrollar más sus talentos, aunque quizás para el pequeño no fue lo mejor en el tema emocional.

Estando en su natal Italia Pannacotta recibía mucha atención de sus padres, quienes siempre se interesaron por nutrir su cerebro y hacer todo lo posible por explotar al máximo todas sus habilidades y aptitudes, pero ahora viviendo en América asistía a una escuela pública con muchos niños con diferentes capacidades y talentos, pero donde él era el que más se destacaba en cuanto a lo académico y por ende muchas de sus clases llegaban a aparecerle tediosas y un tanto aburridas, obligándole a pasar mucho de su tiempo libre en la biblioteca en lugar de disfrutarlo jugando como la gran mayoría de sus compañeros.

- ¡Oye, Fugo! ¡Vamos a jugar! -
Esa era al menos la cuarta vez que Mista le insistía para que le acompañara con el resto de los niños de su grupo.

- No -.

- ¡¿Por qué no?! -
Mista se sentía desesperado, no era alguien paciente y las negativas de su amigo solo le desesperaban más. Llevaba casi todo el receso tratanto de convencerlo de jugar fútbol con el balón que consiguió del entrenador.

- Porque no quiero -
Pannacotta por su parte se limitaba a responderle sin mirarlo, concentrado en el libro del día.

- ¡Pero es el receso! ¡El receso es para jugar y divertirse! -
Exclamó con fuerza, desesperado por dar a entender su punto.

- Yo me estoy divirtiendo -.

- ¡Pero divertirte con otros niños! -
Guido ya se encontraba pataleando sobre la banca del patio en la que estaban sentados.

- No gracias -.

- ¡Pero Fugo! -.

Ante esa última rabieta Pannacotta decidió guardar silencio y continuar leyendo su libro, ignorando a su amigo como si no estuviera allí y sorprendentemente Mista no se movió de su lugar, permaneció allí a su lado con el balón entre las piernas y una expresión de aburrimiento en la cara.

- ¿Por qué no vas a jugar tú? -
Sugirió el rubio luego de un rato.

- No quiero -.

Esa respuesta infantil hizo que el rubio le mirara con una expresión de cansancio pues no lograba entender porqué pese a que le estuvo insistiendo constantemente que fuera a jugar con él se negaba a irse con otros niños ¿No se suponía que quería jugar?

- ¿Por qué no? Quieres unirte al equipo ¿Verdad? Deberías intentar volverte su amigo desde antes -.

- Quiero unirme al equipo, mamá dijo que estaba bien y el tío Jean-Pierre dijo que me ayudaría a entrenar -
Dijo muy concentrado.

- ¿Tu tío sabe jugar? -.

- Mamá dice que no -.

- Oye, pero eso no responde mi pregunta ¿Por qué no vas tu solo a jugar? -.

- Porque no quiero dejarte solo -.

- ¿Eh? -
Fugo parpadeó con cierta sorpresa, no se esperaba una respuesta así.

- Si me voy te quedarás solo -
Dijo Mista, ahora no con una mirada de rabieta sino con una de seriedad.

Y siendo tan inteligente como lo era, Fugo comprendido rápidamente a qué se refería su amigo con eso. No quería dejarlo solo porque siempre que estaba solo habían bravucones que se le acercaban para provocarlo y cada vez que le provocaban las cosas no salían bien.

- Mista... -.

- ¿Hmn? -.

- Vamos a jugar -
Declaró cerrando el libro y dejándolo sobre la banca.

Los ojos color avellana de Mista se iluminaron con emoción y se levantó de la silla de un salto.

- ¡Vamos! -
Sin esperar más tomó a su amigo de la mano y lo haló consigo hacia el patio de juegos.

A Fugo no le gustaba cuando Mista se dejaba llevar y le halaba de esa forma, sin embargo no protestó y se dejó arrastrar, después de todo ya iba a jugar fútbol, una de las actividades que francamente era de sus menos favoritas.

Los niños se instalaron en una pequeña parte del patio donde podrían jugar a pasarse el balón y lanzar algunos tiros sin entrometerse con el juego del resto de compañeros en el área.

- ¡¿Ves que es divertido?! -.

- Sí, muy divertido -
Comentó de forma condescendiente concentrándose más en recibir los pases, los deportes ciertamente no eran lo suyo, le costaba un poco coordinar y por eso no solía practicarlos.

- Debemos jugar ahora lo más que podamos, mamá dice que los exámenes comienzan en una semana -
Se podía percibir el ligero tono de terror en la voz del niño.

- Eso es cierto, debes estudiar esta vez, si estudias ahora y tienes buenas calificaciones en los primeros exámenes, los siguientes serán mucho más fáciles -
Dijo con una sabiduría muy extraña de encontrarse en un niño de su edad.

- Eso dijo el tío Avdol, pero el tío Jean-Pierre dijo que eso no es cierto, que es un engaño o algo así -.

- Creo que deberías hacerle caso al señor Avdol -
Por supuesto que Fugo conocía a los tíos de Mista y sabía que de ambos, el señor Avdol era el más sereno e inteligente, el señor Polnareff se parecía mucho a Mista Y eso no siempre era una buena señal.

- Mamá dice que siempre le haga caso a él, también dijo que si mis notas son buenas haríamos algo especial para celebrar -.

- ¿Algo especial? -.

- Sí y el tío Jean-Pierre dijo que prepararía un banquete especial solo para mí con un pastel de fresa solo para mí -
Mista relataba las cosas que escuchó en aquella conversación con su familia, feliz y emocionado como cualquier niño lo estaría al hablar de un premio.

Un premio por sacar notas altas ¿Eso no era más bien una recompensa? A Fugo le gustaba más esa palabra, recompensa, pero a pesar de eso le seguía pareciendo extraña la idea de que Mista fuese a recibir una recompensa por tener buenas calificaciones en sus exámenes puesto que él siempre había sido el mejor de su clase y sus padres nunca la habían dado recompensa alguna.

Desde una edad muy temprana Pannacotta fue enseñado por sus padres a siempre dar lo mejor de sí en la escuela y no esperar nada a cambio pues solían decir que con la capacidad que él tenía era natural que fuese de los mejores estudiantes y que en realidad era su deber superar las pruebas, por lo que tener una buena calificación no merecía recompensa alguna, al menos así era con sus padres pues desde que comenzó a vivir con su abuelo, este le daba pequeños premios y palabras de felicitación.

Vivir con su abuelo era muy diferente a vivir con sus padres y ambas situaciones eran muy diferentes a lo que sonaba vivir con la mamá de Mista y sus tíos, pero a Pannacotta no le gustaba mucho pensar en ello, por alguna razón siempre que lo hacía algo en su cabeza comenzaba a nublarse.

Los niños continuaron con su juego por el resto del tiempo de descanso y una vez que terminó, Mista se apresuró a devolver el balón de fútbol que el entrenador le había prestado, luego se dirigió a toda prisa al aula para no llegar tarde, Fugo por supuesto lo acompañó y ambos lograron llegar a tiempo continuando así con el resto de su jornada escolar.

La escuela estaba bastante cerca de la estancia Bucciarati por lo que desde a mediados del año pasado los adultos les habían permitido irse solos de la escuela a la estancia, únicamente debían cruzar una calle, una que estaba vigilada por una amable guía de cruces quien siempre se aseguraba de ayudarles a cruzar al otro lado y en ocasiones les vigilaba hasta ver que doblaban la esquina que necesitaban para llegar a la estancia. El poder trasladarse solos les había otorgado tanto a Guido como a Pannacotta un sentimiento de independencia, los hacía sentirse grandes.

Durante el corto camino siempre charlaban un poco, normalmente comentaban sobre las últimas indicaciones dadas por su profesora y acerca de su tarea pues una vez que cruzaban la puerta de la estancia era como si entraran a otro mundo, ya que al estar allí Narancia y Giorno, se concentraban en pasar el rato con ellos.

- ¡Bruno! ¡Llegamos! -
Y Mista siempre era el encargado de abrir la puerta y de avisar con un fuerte grito que ya se encontraban allí.

En realidad todo el proceso era muy rutinario desde salir de la escuela, pasar el cruce, doblar la esquina, llegar a la estancia, abrir, el grito de Mista y Narancia corriendo para recibirlo, a Pannacotta le gustaban las rutinas así que no se quejaba.

- ¡Fugo! -
Naranca se levantó del suelo dejando cualquier cosa que estuviese haciendo con Giorno y se apresuró a recibir a su mejor amigo.

Al principio había sido un poco pesado ser recibido por un fuerte abrazo de Narancia, le había costado acostumbrarse a mantener el equilibrio pues aunque Narancia fuese más pequeño que él, se lanzaba con un gran impulso y era complicado mantenerse de pie pero ahora podía hacerlo perfectamente e incluso rodeaba a su pequeño amigo en un ligero abrazo.

- ¡Bienvenidos! -
Naranca les dio la bienvenida a ambos con su sonrisa infantil.

Fugo en respuesta le palmeó un poco el cabello sabiendo que sería inútil reprenderlo por correr y pedirle que tuviera más cuidado.

- Bienvenidos, chicos -
Bruno se acercó para también darles la bienvenida.

Mista levantó el pulgar y sonrió en afirmación mientras Fugo solo le dio una mirada a su cuidador.

- Lavense las manos ahora, por favor, Fugo, debes apresuarte a comer, debemos salir un rato -
Dijo Bruno en un tono suave y tranquilo. El que siempre usaba con el niño.

Fugo no necesitó preguntar, solo bastó con mirar a Bruno a los ojos para saber a dónde irían.

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