Crepúsculo [Kookv]

Oleh gress_KTH

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Cuando Kim Taehyung se muda a Forks, una pequeña localidad del estado de Washington en la que nunca deja de... Lebih Banyak

PREFACIO
CAPITULO 1:PRIMER ENCUENTRO
CAPITULO 2
CAPITULO 3
Capitulo 4
CAPITULO 5
CAPITULO 6
CAPITULO 7
CAPITULO 8
Capitulo 9
CAPITULO 10: LIBRO ABIERTO.
CAPITULO 11
CAPITULO 12.
CAPITULO 13
CAPITULO 14
CAPITULO 15
CAPITULO 16
CAPITULO 17: EL PRODIGIO.
CAPITULO 18
CAPITULO 19
CAPITULO 20
CAPITULO 21
CAPITULO 22: LAS INVITACIONES.
CAPITULO 23
CAPITULO 24
CAPITULO 25
CAPITULO 26: GRUPO SANGUÍNEO.
CAPITULO 27
CAPITULO 28
CAPITULO 29
CAPITULO 30
CAPITULO 31
CAPITULO 32: CUENTOS DE MIEDO.
CAPITULO 33
CAPITULO 34
CAPITULO 35
CAPITULO 36
CAPITULO 37: PESADILLA.
CAPITULO 38
CAPITULO 39
CAPITULO 40
CAPITULO 41
CAPITULO 42: PORT ANGELES.
CAPITULO 44
CAPITULO 45
CAPITULO 45
CAPITULO 46: TEORIA.
CAPITULO 47
CAPITULO 48
CAPITULO 49: INTERROGATORIOS.
CAPITULO 50
CAPITULO 51
CAPITULO 52
CAPITULO 53: COMPLICACIONES.
CAPITULO 54
CAPITULO 55
CAPITULO 56: JUEGOS MALABARES.
CAPITULO 57
CAPITULO 58
CAPITULO 59
CAPITULO 60: CONFECCIONES.
CAPITULO 61
CAPITULO 62
CAPITULO 63
CAPITULO 64: MENTE VERSUS CUERPO.
CAPITULO 65
CAPITULO 66
CAPITULO 67
CAPITULO 68: LOS JEON.
CAPITULO 69
CAPITULO 70
CAPITULO 71: NAMJOON.
CAPITULO 72
CAPITULO 73:EL PARTIDO.
CAPITULO 74
CAPITULO 75
CAPITULO 76
CAPITULO 77: LA CAZA.
CAPITULO 78
CAPITULO 79: DESPEDIDAS .
CAPITULO 80
CAPITULO 81: IMPACIENCIA.
CAPITULO 82
CAPITULO 83
CAPITULO 84: LA LLAMADA.
CAPITULO 85: EL JUEGO DEL ESCONDITE.
CAPITULO 86
CAPITULO 87
CAPITULO 88
CAPITULO 89: PUNTO MUERTO.
CAPITULO 90
CAPITULO 91
CAPITULO 92: EPILOGO.
CAPITULO 93
Fotos.

CAPITULO 43

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Oleh gress_KTH

[N. del T.] Objeto consistente en un círculo del que penden plumas
en cuyo centro hay una red; se cuelga en la pared de los dormitorios, ya
que, según la tradición de los indios ojibwa, atrapa las pesadillas de los
niños dormidos.


Ni siquiera entré. Desde fuera vi a una mujer de cincuenta años con una melenagris que le caía sobre la espalda. Lucía un vestido de los años sesenta y sonreía cordialmentedetrás de un mostrador. Decidí que era una conversación que me podía evitar. Tenía que haberuna librería normal en la ciudad.


Anduve entre las calles, llenas por el tráfico propio del final de la jornada laboral, con laesperanza de dirigirme hacia el centro. Caminaba sin saber adonde iba porque luchaba contra
la desesperación, intentaba no pensar en él con todas mis fuerzas y, por encima de todo,pretendía acabar con mis esperanzas para el viaje del sábado, temiendo una decepción aún
más dolorosa que el resto.

Cuando alcé los ojos y vi un Volvo plateado aparcado en la calletodo se me vino encima. Vampiro estúpido y voluble, pensé.Avancé pisando fuerte en dirección sur, hacia algunas tiendas de escaparates deapariencia prometedora, pero cuando llegué al lugar, sólo se trataba de un establecimiento dereparaciones y otro que estaba desocupado.

Aún me quedaba mucho tiempo para ir en buscade Jess y Ji Hee, y necesitaba recuperar el ánimo antes de reunirme con ellas. Después demesarme los cabellos un par de veces al tiempo que suspiraba profundamente, continué paradoblar la esquina.Al cruzar otra calle comencé a darme cuenta de que iba en la dirección equivocada. Los
pocos viandantes que había visto se dirigían hacia el norte y la mayoría de los edificios de lazona parecían almacenes.

Decidí dirigirme al este en la siguiente esquina y luego dar la vueltadetrás de unos bloques de edificios para probar suerte en otra calle y regresar al paseomarítimo.Un grupo de cuatro hombres doblaron la esquina a la que me dirigía. Yo vestía demanera demasiado informal para ser alguien que volvía a casa después de la oficina, peroellos iban demasiado sucios para ser turistas. Me percaté de que no debían de tener muchosmás años que yo conforme se fueron aproximando.

Iban bromeando entre ellos en voz alta,riéndose escandalosamente y dándose codazos unos a otros. Salí pitando lo más lejos posible de la parte interior de la acera para dejarles vía libre, caminé rápidamente mirando hacia laesquina, detrás de ellos.


— ¡Eh, ahí! —dijo uno al pasar.


Debía de estar refiriéndose a mí, ya que no había nadie más por los alrededores. Alcé lavista de inmediato. Dos de ellos se habían detenido y los otros habían disminuido el paso. Elmás próximo, un tipo corpulento, de cabello oscuro y poco más de veinte años, era el que
parecía haber hablado. Llevaba una camisa de franela abierta sobre una camiseta sucia, unosvaqueros con desgarrones y sandalias. Avanzó medio paso hacia mí.


— ¡Pero bueno! —murmuré de forma instintivo.


Entonces desvié la vista y caminé más rápido hacia la esquina. Les podía oír reírseestrepitosamente detrás de mí.


— ¡Eh, espera! —gritó uno de ellos a mis espaldas, pero mantuve la cabeza gacha ydoblé la esquina con un suspiro de alivio. Aún les oía reírse ahogadamente a mis espaldas.


Me encontré andando sobre una acera que pasaba junto a la parte posterior de variosalmacenes de colores sombríos, cada uno con grandes puertas en saliente para descargar
camiones, cerradas con candados durante la noche. La parte sur de la calle carecía de acera,consistía en una cerca de malla metálica rematada en alambre de púas por la parte superiorcon el fin de proteger algún tipo de piezas mecánicas en un patio de almacenaje.

En mivagabundeo había pasado de largo por la parte de Port Angeles que tenía intención de vercomo turista. Descubrí que anochecía cuando las nubes regresaron, arracimándose en elhorizonte de poniente, creando un ocaso prematuro. Al oeste, el cielo seguía siendo claro, pero, rasgado por rayas naranjas y rosáceas, comenzaba a agrisarse.

Me había dejado lacazadora en el coche y un repentino escalofrío hizo que me abrazara con fuerza el torso. Unaúnica furgoneta pasó a mi lado y luego la carretera se quedó vacía.De repente, el cielo se oscureció más y al mirar por encima del hombro para localizar ala nube causante de esa penumbra, me asusté al darme cuenta de que dos hombres me seguían
sigilosamente a seis metros.


Formaban parte del mismo grupo que había dejado atrás en la esquina, aunque ningunode los dos era el moreno que se había dirigido a mí. De inmediato, miré hacia delante y
aceleré el paso. Un escalofrío que nada tenía que ver con el tiempo me recorrió la espalda.Llevaba el bolso en el hombro, colgando de la correa cruzada alrededor del pecho, como sesuponía que tenía que llevarlo para evitar que me lo quitaran de un tirón.

Sabía exactamentedónde estaba mi aerosol de autodefensa, en el talego de debajo de la cama que nunca había
llegado a desempaquetar. No llevaba mucho dinero encima, sólo veintitantos dólares, peropensé en arrojar «accidentalmente» el bolso y alejarme andando. Mas una vocecita asustadaen el fondo de mi mente me previno que podrían ser algo peor que ladrones.


Escuché con atención los silenciosos pasos, mucho más si se los comparaba con elbullicio que estaban armando antes. No parecía que estuvieran apretando el paso ni que se
encontraran más cerca. Respira, tuve que recordarme. No sabes si te están siguiendo.Continué andando lo más deprisa posible sin llegar a correr, concentrándome en el giro que
había a mano derecha, a pocos metros.


Podía oírlos a la misma distancia a la que seencontraban antes. Procedente de la parte sur de la ciudad, un coche azul giró en la calle ypasó velozmente a mi lado. Pensé en plantarme de un salto delante de él, pero dudé, inhibido al no saber si realmente me seguían, y entonces fue demasiado tarde.


Llegué a la esquina, pero una rápida ojeada me mostró un callejón sin salida que daba ala parte posterior de otro edificio. En previsión, ya me había dado media vuelta. Debía
rectificar a toda prisa, cruzar como un bólido el estrecho paseo y volver a la acera. La callefinalizaba en la próxima esquina, donde había una señal de stop. Me concentré en los débilespasos que me seguían mientras decidía si echar a correr o no.


Sonaban un poco más lejanos, aunque sabía que, en cualquier caso, me podían alcanzar si corrían. Estaba seguro de quetropezaría y me caería de ir más deprisa. Las pisadas sonaban más lejos, sin duda, y por esome arriesgué a echar una ojeada rápida por encima del hombro. Vi con alivio que ahoraestaban a doce metros de mí, pero ambos me miraban fijamente.


El tiempo que me costó llegar a la esquina se me antojó una eternidad. Mantuve unritmo vivo, hasta el punto de rezagarlos un poco más con cada paso que daba. Quizáshubieran comprendido que me habían asustado y lo lamentaban. Vi cruzar la intersección ados automóviles que se dirigieron hacia el norte. Estaba a punto de llegar, y suspiré aliviada.
En cuanto hubiera dejado aquello calle desierta habría más personas a mí alrededor.

En unmomento doblé la esquina con un suspiro de agradecimiento.
Y me deslicé hasta el stop.A ambos lados de la calle se alineaban unos muros blancos sin ventanas. A lo lejospodía ver dos intersecciones, farolas, automóviles y más peatones, pero todos ellos estabandemasiado lejos, ya que los otros dos hombres del grupo estaban en mitad de la calle,
apoyados contra un edificio situado al oeste, mirándome con unas sonrisas de excitación queme dejaron petrificado en la acera.



Súbitamente comprendí que no me habían estadosiguiendo.Me habían estado conduciendo como al ganado.
Me detuve por unos breves instantes, aunque me pareció mucho tiempo. Di mediavuelta y me lancé como una flecha hacia el otro lado dé la acera. Tuve la funesta premoniciónde que era un intento estéril. Las pisadas que me seguían se oían más fuertes.


— ¡Ahí está!



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*Estoy corrigiendo algunos capítulos* One Shot con este punto > • < en el nombre es por qué ya está editado...
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