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By escritosmarlenefrank

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Anna Hopper siempre sintió la presión de hacer las cosas a tiempo. Atrapada en una relación tóxica, creía que... More

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Dedicatoria
ANNA
LUCA
ANNA
LUCA
ANNA
LUCA
ANNA
LUCA
ANNA
LUCA
ANNA
LUCA
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LUCA
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ANNA
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LUCA
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LUCA
LUCA
LUCA
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LUCA
ANNA

ANNA

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By escritosmarlenefrank

Frío. Calor. Todas las sensaciones pasan por mi cuerpo. En los oídos tengo un zumbido y mis pies no logran despegarse del suelo.

Luca suelta la maleta y tiene su mirada fría, clavada en mí. Santiago se pasa la mano por el pelo y la otra la mete al bolsillo del pantalón de su traje. 

  —Te doy la confianza y la libertad de quedarte en mi apartamento y aprovechas mi ausencia para meter a tu ex aquí —asiente con cara de disgusto mientras pasa su mirada de mí a Santiago—. Largo.

  —¿Qué? No —doy un paso hacia Luca—. No es lo que piensas. Yo...

  —Siempre dando explicaciones —musita Santiago por lo bajo, interrumpiéndome.

  —¡Cállate! Y vete de aquí —le apunto hacia la salida—. Luca, espera por favor —se va de la sala.

Me ignora caminando hacia la cocina y Santiago sigue de pie en la sala con una sonrisa de burla. «Siempre cagándome la vida»

  —Luca, escúchame por favor.

  —Puedes irte con él también —abre la puerta del refrigerador y se sirve un vaso de agua, como si nada le importara.

  —No, quiero explicarte. No es lo que crees...

  —¡Lárgate! No me interesa. Creo no tener problemas en la vista para poder comprender qué es lo que vi.

Paso saliva por mi garganta, quiero explicarle, pero tiene que aparecer Santiago para cagarla cada vez más.

  —No le hables así —se para en el umbral de la puerta hablando con su voz pasiva/agresiva.

  —¿Perdona? —cierra las manos en puños. Nunca lo he visto tan molesto. Luca no es una persona agresiva, y jamás anda soltando puños por ahí, como si lo hace Santiago—. ¿Este maltratador quiere darme órdenes a mí?

  —¿Cómo me dijiste? —los dos dan un paso acercándose.

  —Santiago. Vete.

  —¡Vete tú también! —me grita Luca a la cara.

Santiago aprovecha el momento para empujarlo contra la isla, pero Luca no se deja intimidar. Se recompone dándole un golpe en la cara. Los dos tienen casi el mismo porte, tal vez Luca es un poco más alto, pero Santiago tiene unos brazos enormes y bien entrenados a causa de peleas.

No sé qué hacer, al lado de ellos puedo ganarme un golpe, entonces no hago nada más que gritar desesperada.

  —¡Santiago! ¡Déjalo por favor! —es él el que ahora tiene al otro bajo sus brazos.

  —Eres un maltratador inservible —le dice Luca a la cara.

  —No me conoces —responde Santiago intentando darle otro golpe en la cara, pero Luca se hace de lado y logra levantarse. Ambos ya tienen el labio partido y a Santiago le sangra la nariz por el primer golpe que le había dado Luca al inicio.

  —¡Basta! —sigo gritando y siento cómo comienzan a caer lágrimas por mis mejillas. El momento me sobrepasa y no sé cómo actuar. Por suerte, Luca se para y logro colocarme en el medio. Si me gano un golpe, tal vez lo tenga bien merecido—. ¡Vete, Santiago!

  —¡Vete tú también! —grita Luca, fuera de sí—. Vete con este, con el maltratador, con el que te engañó, golpeó y menospreció siempre. Vete con él, con el que decidiste engañarme en mi propio apartamento.

Sale dándole un golpe con el hombro a Santiago, quien se limpia con su dedo pulgar la sangre que corre por la comisura de su boca. Me mira encogiéndose de hombros y sin decir nada, se va como un cobarde saliendo por la puerta, sin pedirme perdón por lo que me acaba de hacer.

Luca se encierra en la habitación y yo me quedo con una mano sobre el pecho intentando controlar la respiración. Estoy acelerada y sin saber qué hacer. Busco el móvil y le marco a Mel. Al escuchar mis sollozos, no tarda ni un segundo en decirme que la espere y que pasa por mí lo más rápido posible. Aunque yo quiero quedarme con Luca, explicarle cómo son las cosas y que no se quede con su versión, con lo que ha visto.

Solo recojo mi bolso que está en el colgador de la sala, me paso una bufanda por el cuello y bajo limpiándome el rastro de lágrimas, intentando evitar a los vecinos de Luca y que nadie me vea llorando. A Mel no pude adelantarle nada de lo que ha pasado, ya que apenas me escuchó llorando, no dudó ni un segundo en venir a recogerme. Y cuando subo a su coche, me pregunta lo obvio.

  —¿Qué pasó? —deja su café en el apoya vasos y se gira hacia mí—. Fue Santiago, ¿verdad?

  —Luca —no puedo hablar por el hipo que me ha dado.

  —¿Luca? ¿No estaba en Nueva York?

Respiro hondo botando el aire por la boca para poder controlar el llanto acompañado del hipo que siempre me da en situaciones que me sobrepasan.

  —E él y y Ssantiago —maldito hipo—. Me besó y y...

  —Detente, no logro entender nada de lo que me intentas contar. Pondré música, te calmarás y hablaremos en mi piso —se abrocha el cinturón de seguridad, yo hago lo mismo y se mete entre el tráfico rumbo a su apartamento.

Varios minutos después pude contener las lágrimas, Mel me ofrece su café y por fin salen las palabras de mi boca. Le cuento lo que había sucedido, como Santiago llegó al apartamento, en que insistió que lo acompañara a tomar un café y hasta el momento en el que me besó y vi a Luca entrar en la sala con el ceño fruncido, mirándome confundido y con decepción por lo que había visto.

Mel, furiosa, se desvía del tráfico y gira en dirección a la carretera.

  —¿Qué haces? —la miro sopesando lo que quiere hacer.

  —En el Hotel W me dijiste que se estaba alojando, ¿verdad? —aprieta las manos con fuerza sobre el volante. La intensidad de mi amiga siempre sale a relucir.

  —No, Mel, no harás lo que creo que quieres hacer. Tengo que hablar con Luca cuando se calme y no quiero volver a ver a Santiago.

Me ignora, sigue conduciendo hacia la carretera para ir al hotel donde se encuentra alojado mi ex.

  —Deseo matar a ese engendro del diablo desde el primer día que lo vi. Sabes que siempre me dio mala espina y no quiero quedarme con las ganas —agrega—, así que iré a ese hotel de pijos donde se queda y lo sacaré a patadas en el culo para que te deje en paz de una vez por todas —casi puedo ver cómo sale humo de su cabeza y la rabia que contiene.

  —Mel —apoyo mi mano sobre su brazo—. Eres una amiga increíble, y lo sabes, por eso eres mi mejor amiga. Pero de verdad, ahora solo quiero quedarme esta noche contigo y mañana poder hablar con Luca, ya no quiero más problemas, por favor —la miro con carita de pena. Mi amiga pone los ojos en blanco y bufa como una loca, pero me hice caso y vuelve a conducir en dirección a su piso.

Llegamos y solo me tiro a llorar en la que antiguamente había sido mi habitación, meses atrás, cuando había llegado a Barcelona con ganas de pasar unas vacaciones con mi amiga, disfrutar y poder dejar atrás todo lo malo que había vivido con mi ex. No buscaba nada nuevo, de hecho, tenía pensando pasar unos meses en compañía de Mel y luego regresar a mi país y ponerme a estudiar medicina, carrera que sabía que no me iba a llenar en un futuro, pero que yo creía que era la correcta después de no encontrar nada más que me gustara. La medicina tampoco me gustaba y solo me había matriculado en la carrera para hacer los primeros tres años y luego moverme a la rama de dermatología, eso sí que llamaba un poco más la atención. Pero viéndome ahora, sabía que la Anna del presente no tiene nada que ver con esas cosas.

Soy diferente, me gusta lo simple. Una taza de café, un buen libro y estar con mi amiga, salir de fiesta en busca de diversión y no solo de emborracharme. Me gusta escribir y jugar con el arte y todo eso lo descubrí cuando conocí a Luca. Fue su llegada la que hizo que mi mente se relaje y deje de pensar en lo que debía hacer, según yo, y me centrara en lo que quiero hacer.

Por eso y por todo lo atento, detallista, comprendedor y sano que es, estoy llorando sin despegar la cara de la almohada. Seguro él está en su piso, odiándome y sintiéndose engañado por mí. Y sí, en casi dos semanas nunca tuve el valor de contarle que mi ex se encontraba en Barcelona, que lo estaba ayudando con asuntos familiares y que lo veía casi que a diario. Cundo estábamos en aquella llamada y pronuncié el nombre de Santiago y él lo escuchó, luego llega a su piso y se encuentra con su novia en los brazos de su ex. Claro, claro que va a estar pensando en que lo he engañado porque también yo no había hecho nada más que llorar y quedarme con las palabras a medio camino antes de plantarme frente a él y explicarle de forma calmada cómo fueron las cosas.

>>>>>

Despierto por la mañana con un dolor de cabeza de los grandes. Solo me toma unos minutos recordar lo que ha pasado el día anterior y por qué estoy durmiendo en el apartamento de mi amiga y ni siquiera me había quitado la ropa que traía puesta.

Todas mis cosas están en el piso de Luca, pero para la poca suerte que tengo, puedo usar los productos de aseo de Mel y algo de ropa. Después de pasar por la ducha e intentar quitarme la cara de muerte que llevo, voy hacia la cocina donde mi amiga está como siempre, preparando el desayuno a primera hora.

—Tu café —pone la taza frente a mí y le sonrío como siempre, recordando lo atenta y buena amiga que es. Está enfundada en un albornoz y lleva el pelo negro amarrado en una coleta.

—Gracias por el desayuno y por la ropa que tomé prestada de tu clóset —le digo cuando se sienta frente a mí con el resto de la comida.

—Podías haber usado un poco de mi maquillaje también para quitarte esa cara con la que cargas —unta una tostada con mantequilla de maní.

—¿Tan mal me veo?

—No tanto. Como si te acabara de pasar un camión por encima, pero muy anda —me sonríe y ofrece una tostada con mermelada de frambuesa, como me gusta.

Mi amiga toca el tema de lo sucedido en la tarde del día de ayer y no para de repetir sobre sus ganas de ir y agarrar a Santiago por las pelotas, pero intento quitar de su cabeza esa idea. Yo solo quiero hacer una cosa ahora y eso es ir a la oficina del señor Richard a hablar con la salida de Azucena. Por su culpa, Santiago había ido al piso de Luca y tenía que ponerla en su lugar para que se limitara a hacer su trabajo sin dar información personal de nadie.

Pido un Uber para no molestar a Mel, que tiene cosas por hacer durante la mañana, y bajo a las corridas por las escaleras; no voy a esperar el ascensor cuando mi amiga apenas vive en el piso dos. Agradezco que Mel usa la misma talla de ropa que yo, aunque ella es bastante más alta, pero al menos puedo usar el jeans que traía del día anterior, la chaqueta The North Face de Mel y mis botas, ya que el frío que hace me llega hasta los huesos.

El conductor me deja justo en la zona de las oficinas y ya he estado ahí, así que recuerdo dónde se encuentra la de Corporaciones Kuesel. Entro, visualizando a la secretaria que se hace detrás de su puesto.

—Buenos días —saludo.

—Buenos días, señorita Anna —siempre con tanta confianza, con gente que apenas conoce—. En un momento llamo al señor.

—No es necesario —la interrumpo—. Venía a hablar contigo, Azucena.

—¿Cómo puedo ayudarla?

—Quería pedirle un favor con respecto al nuevo trabajador de la empresa...

—Ah, sí, su amigo. Es muy amable y eficiente.

—Santiago no es mi amigo, y quería decirle que...

—Y si no eres mi amiga, ¿qué somos?

Aparece el rey de Roma, siempre dispuesto para cagarme la mañana, el día, el año y la vida.

—Buenos días, Azucena —la saluda con una sonrisa, fingiendo ser amable y yo lo determino con mi peor cara—. ¿Vienes a visitarme a mi lugar de trabajo?

—No vine por ti —me afirmo a mi bolso para contener las ganas de mandarlo a paseo—, venía porque quería hablar con Azucena...

—Bueno —dice la voz que reconozco muy bien sin ni siquiera verlo a la cara—. No basta con que se aparezca en mi piso, sino que también ahora en la empresa de mi padre.

Giro y es Luca el que ingresa vestido de un traje azul a la medida y su típico maletín color café.

—Luca —quiero acercarme, pero me ignora.

—¿Qué hacen estos aquí? —pregunta dirigiéndose a la secretaria y pasando de mí.

—El señorito Santiago está como practicante en la empresa Kuesel y la señorita Anna venía a...

—El señorito Santiago —se gira para mirar a mi ex.

—Luca, ¿podemos hablar? A solas —intento buscar un lugar por donde escapar de la situación.

—No quiero hablar contigo ahora. Tengo mucho por hacer —mira con rabia a Santiago y vuelve a hablar con Azucena—. Ponme una reunión con mi padre, por favor. Lo más pronto posible.

—Sí, señor. ¿Con el carácter de?

—Con el carácter de urgencia para echar al nuevo "practicante" de empresa.

No hago nada, solo ver cómo se pierde por las puertas del ascensor y cómo este sube piso por piso.

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