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By escritosmarlenefrank

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Anna Hopper siempre sintió la presión de hacer las cosas a tiempo. Atrapada en una relación tóxica, creía que... More

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Dedicatoria
ANNA
LUCA
ANNA
LUCA
ANNA
LUCA
ANNA
LUCA
ANNA
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LUCA
LUCA
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LUCA
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LUCA
ANNA
FUTURA PORTADA

ANNA

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By escritosmarlenefrank

Despego el móvil de mi oreja y la señal de batería baja aparece en la pantalla. «Se me viene la noche» digo, al recordar que dije el nombre de Santiago mientras estaba al teléfono con Luca. No quiero ni imaginar en lo que puede estar pensando mi novio después de oírme pronunciar en nombre de mi ex.

Guardo el móvil en el bolso y me pongo de pie cuando escucho a Richard:

—¿Anna? —mira a Santiago con el ceño fruncido y espera una respuesta de mi parte.

—Lo siento —por fin puedo hablar—, hablaba con Luca y el móvil se me quedó sin batería. Él es...

—Santiago —se presenta él mismo—. Un amigo de Anna.

Para suerte mía, tiene consideración de presentarse como un amigo frente a mi nuevo suegro.

Los hombros se me relajan.

Santiago le tiende la mano al padre de Luca y este se la recibe. Después del saludo, Santiago vuelve a hablar.

—¿Qué haces aquí? —interrumpo.

—Necesitaba hablar con el señor —señala con la cabeza a Richard.

—¿Cómo puedo ayudarte? —dice el antes mencionado.

Estoy entre ambos, muy confusa con la situación.

—Disculpe, señor —aparece Azucena entre nosotros—. El caballero no tenía reunión programada con usted.

Santiago ni se inmuta, solo divaga con la mirada en todas las direcciones.

—No estoy aquí por una reunión —se lleva las manos a los bolsillos—. Quería hablar de otro asunto con el señor Kuesel, si es posible.

—Siempre se necesita programar una reunión para hablar con el señor Kuesel —agrega Azucena.

—Es algo rápido —continúa Santiago—. Solo quería decirle quién soy...

Mis cejas se juntan y la mirada que le lanzo a mi ex no es muy amigable. ¿Qué hace en la empresa del padre de Luca y que está buscado?

Richard se acomoda lentamente la corbata y pone su atención en Santiago.

—No te preocupes, Azucena —le dice señalando a su puesto—. Puedes volver a tu escritorio. Voy saliendo, pero puedo atender al joven.

—Gracias. No le quitaré mucho tiempo —Santiago se acomoda su pelo castaño oscuro—. Soy... Bueno, soy estudiante de derecho y estoy en busca de prácticas remuneradas.

¿Qué? ¿Busca trabajo?

—He encontrado un puesto vacante en LinkedIn por parte de una reclutadora de su empresa. Solo estaba por aquí cerca y quería pasar en primera persona a dejar mi currículum. Vengo de Estados Unidos y creo que necesitaré un trabajo para poder estar aquí por un tiempo —saca una carpeta que lleva en su mochila de cuero negra—. Sé que me estoy saltando el protocolo de entrevistas, pero estoy muy interesado en trabajar aquí, y lo necesito.

Mentira. Santiago no necesita un trabajo y mucho menos aquí en España. Puede estar trabajando para una de las tantas empresas de su padre en USA y sin necesidad de entrevistas ni procesos. Además, apenas va en el tercer año de derecho y estoy segura de que las prácticas se hacen en el cuarto o quinto año de la carrera.

No sé qué hace o qué busca allí, pero yo quiero saberlo.

Richard acepta algo dudoso la carpeta que Santiago le tiende y la mira por unos segundos.

—Bueno... Como tú lo dices, te estás saltando un largo proceso, pero puedo entregarle tu carpeta a mi reclutadora y que ella te tome en cuenta para el proceso de entrevistas. Solo lo hago porque eres amigo de Anna —me mira con una sonrisa.

—Muchas gracias —asiente—. Qué suerte tenerte de amiga —se dirige a mí con una sonrisa, la cual yo respondo con pocas ganas.

Un trabajador del señor Kuesel interrumpe el largo momento cuando llega con las llaves de una enorme Range Rover negra completa, la deja estacionada frente al edificio y supongo que en esa me llevará Richard de regreso al piso de Luca.

«Luca»

Vuelve a mi mente y deseo llegar tan rápido como sea posible al piso para cargar el móvil y explicarle lo que ha pasado. Ya es hora de decirle que mi ex está en la ciudad, que lo había visto y que, encima, ahora está buscando trabajar en la empresa de su padre. Santiago se despide en la oficina y sube a un Camaro deportivo, imagino que lo ha alquilado para su estadía en Barcelona.

Mientras Richard conduce de camino a la playa; donde se encuentra el inmenso edificio en el que Luca tiene su piso, yo voy mirando la ciudad y por momentos contesto con monosílabos a las preguntas de mi suegro. No es incómodo, pero yo voy rara y sin muchas ganas de hablar. Me despido de él agradeciéndole el viaje y entro tan rápido como pudo al ascensor.

Cargo el móvil.

Primera llamada: no contesta.

Intento con otra más a los cinco minutos: tampoco contesta.

Intento unas tres veces más, pero el móvil de Luca solo suena y no contesta, hasta que en la última llamada me marca como fuera de línea. Ok, de seguro, está molesto. No voy a insistir tantas veces, tal vez por la tarde logro comunicarme con él y hablaremos de lo que pasó cuando estuvimos en la llamada esa mañana.

Aprovecho el resto del día para hacer un FaceTime corto con mis padres, que solo logro hablar con papá, ya que mi madre no está, me parece extraño. Papá me impulsa más a que busque algo que realmente me llene y me haga feliz, alguna carrera o lo que yo quisiera. Entonces, después de cortar la llamada, me propongo a dejar un correo a la que iba a ser mi universidad de medicina en Estados Unidos. Informo que me doy de baja de la carrera y hago la petición de todos mis archivos para poder postular a otras universidades ahora en Barcelona.

El resto del día decido quedarme sola en el piso, caliento un plato de pastas que había comprado y luego me tiro al sillón. Como ya me quedan las últimas páginas del libro que estoy leyendo, me entran ganas de hacer una reseña en mi nuevo perfil de Instagram dedicado a los libros. Voy bastante bien con eso, aunque no tengo tantos seguidores, los poco que sí tengo, interactúan bastante con mi contenido. Así que hago algunas fotos, subo stories y escribo mi extensa reseña, porque como siempre, me voy por las ramas y menciono hasta el más mínimo detalle de mi lectura, me gusta tocar todos los puntos.

Entre libros y las suaves almohadas que hay en el precioso sillón con vista al mar, quedo profundamente dormida después de ver el mágico ocaso que tiene destellos de color naranja y rosado. La puesta al sol que se ve desde la sala del piso de Luca me relaja a tal punto de caer rendida en un sueño.

El hermoso amanecer sale por el lado contrario a la sala del apartamento, y unas campanillas suenan en mi mente. Me estiro en el sillón intentando apagar aquel molesto sonido hasta que noto que no estoy viendo el amanecer y no son campanillas lo que escucho. Es el timbre, así que despierto algo perdida y asustada. Me froto los ojos con las manos y lentamente me pongo de pie.

Otra vez el sonido del timbre.

Paso corriendo al lavamanos del baño a refrescarme el rostro y poder lavarme los dientes, ya que tengo que atender a alguien que está al otro lado de la puerta. No espero a nadie y para el regreso de Luca aún quedan dos días y en el caso de que sea él, tiene sus propias llaves, no tocaría el timbre.

Corro a la puerta y abro sin antes mirar por la mirilla, gracias a eso me llevo una sorpresa.

—Buenos días —saluda al verme—. ¿Te desperté?

—¿Qué haces aquí? —ni siquiera saludo. Saco la cabeza para poder mirar por el pasillo para ver si hay alguien más. Nadie, va solo.

—¿Puedo pasar a tu piso? —dice, sin responder a mi pregunta y mirando por encima de mi hombro—. O debo decir, al piso de tu novio, ¿no? —pasa haciéndome a un lado.

—¿Qué haces aquí, Santiago? —hablo entre dientes—. ¿Cómo supiste donde encontrarme? —quedo parada en el marco de la puerta con las manos en las caderas.

—Bueno... pasa que cuando eres "amigo" —hace comillas con los dedos—, de la novia del niño Luca (como lo llama la dulce Azucena) y aparte no conoces a nadie en Barcelona y logras darle algo de lástima, ella te da la dirección de su piso sin pensarlo.

—¿Azucena te dio la dirección? —cierro la puerta—. Es imposible, apenas te conoce.

—Al parecer le caigo bien y tiene que tratar bien al nuevo practicante del Corporativo Kuesel —pone las manos en los bolsillos del pantalón de su traje negro de Hugo Boss. Ahora entiendo por qué está vestido así.

Sacudo la cabeza un tanto perdida y confundida.

—A ver, me agarras de sorpresa recién levantada, así que no entiendo. Explícate.

—Cuando tienes un buen currículum y excelentes notas es así —se encoge de hombros con aires de grandeza—. Ayer en la tarde se pusieron en contacto conmigo desde la empresa del señor Kuesel y me ofrecieron una semana de prueba para ver si logro quedar como practicante por unos meses allí.

—Pero, ¿qué haces aquí? No entiendo.

—Hablando con Azucena mientras me daba un tour por todo el edificio, le conté los buenos amigos que somos y que quería venir a verte de sorpresa porque estabas tan sola —sonríe—. Y aquí estoy.

—Imposible... —niego con la cabeza—. Es imposible que te llamen tan rápido.

—Como te dije, mi currículum llamó la atención.

—No me interesa. Lárgate de aquí —abro la puerta y le indico la salida.

—Qué, ¿tu novio no te deja traer amigos a su piso?

—No eres mi amigo y jamás lo serás. Lárgate —sigo con la mano en la manilla de la puerta.

—Tranquila, solo venía a invitarte a desayunar conmigo —comienza a caminar por la sala posando la vista hacia el mar.

—Para eso no tenías que venir hasta aquí y te pedí que me dejaras en paz.

—Venga, Anna —se gira para mirarme de nuevo—. Quiero contarte la información que tengo acerca de mi padre, nada más —pone cara de pena.

—Podías contármelo en un mensaje de texto —respondo bastante enojada.

—No seas así —se acerca—. Te dije que cuando me marche dejaré de molestarte.

Yo sigo de pie con la puerta abierta, descalza y con la ropa un tanto desarreglada.

Suelto el aire que contengo en los pulmones y lo pienso...

—Me daré una ducha rápida. Te quedas aquí—señalo al sillón—, tomaré un café contigo y luego no quiero saber más nada de ti.

Cierro la puerta y paso por su lado sin ni siquiera mirarlo, entro a la habitación que comparto con Luca y busco algo de ropa abrigada porque hace frío. En el baño me doy una ducha bastante rápida sin mojarme el pelo para no tener que tardar de más secándolo, y me visto casi que corriendo. No quiero que Santiago esté aquí, no quiero seguir sintiendo lástima por él ni mucho menos quiero que ahora esté tan cerca de Luca trabajando en el mismo edificio. No quiero nada de eso, pero al parecer a la persona que está escribiendo el libro de mi vida le divierte hacerme pasar por todo eso.

Me peino en una coleta alta y frente al espejo me pongo un poco de rubor y brillo labial para tener color en el rostro y no andar como un zombie.

—Lista. Nos vamos —mi tono es bastante duro.

Santiago está sentado en el sillón con los codos sobre sus rodillas y entre las manos lleva uno de mis libros, lo mira con asco.

—Sigues leyendo...

—Eso no te importa —me acerco a él y se lo quito de malas maneras.

Se pone de pie ignorando mi mal humor y me observa mientras acomodo los libros y dejo en orden la sala.

—El mismo brillo labial de siempre, ¿a él también le gusta? —posa su mirada en mis labios. Yo solo pongo los ojos en blanco intentando dialogar lo menos posible para no discutir—. ¿Estás nerviosa? —vuelve a hablar.

Yo señalo a la puerta mientras lo fulmino con la mirada. Ya no me genera nada.

—Espera —se cruza enfrente de mí para cortarme el paso—. Sigues igual de preciosa, como siempre.

—Santiago... Por favor —suspiro.

—Es que, te extraño —quiere acercarse aún más.

—Sabes que lo nuestro terminó, no sé por qué te pones así —quiero pasar de él, pero con su altura y sus enormes brazos no permite que me mueva. Los recuerdos de nuestras peleas caen a mi mente como una lluvia e intento no alterarme.

Escucho un sonido al otro lado de la puerta y todos los sentidos se me alteran cuando el ruido a llaves se intensifica y es Luca el que aparece al otro lado de la puerta con su pequeña maleta de mano a su lado.

No reacciono a lo que Santiago hace después de ver quién entra a la sala. Me aprieta contra él y lo hace tan rápido que no logro apartarme.

Su boca está encima de la mía en cuestión de segundos mientras con sus manos me sostiene por la cintura. Entonces el sonido de las ruedas de la maleta se detienen y cuando puedo separarme de un empujón a Santiago de encima de mí, Luca levanta la mirada para encontrarse con el espectáculo en la sala de su piso.

Quedo petrificada al ver su cara de confusión y decepción al mismo tiempo. Nadie habla. Nadie dice nada. El silencio se apodera de todo nuestro alrededor, pero yo puedo oír el bombeo de mi corazón queriendo salir de mi pecho...

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