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By escritosmarlenefrank

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Anna Hopper siempre sintió la presión de hacer las cosas a tiempo. Atrapada en una relación tóxica, creía que... More

FUTURA PORTADA
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Dedicatoria
ANNA
LUCA
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ANNA

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By escritosmarlenefrank

Alguien carraspea de manera exagerada para poder interrumpir lo que está pasando en la tumbona. Aunque son solo unos besos algo subidos de tono y Luca tiene una de sus manos encima de mis senos.

  —Lo siento —dice el hombre. Va vestido de traje y corbata mientras sus dos manos se cruzan detrás de su espalda.

  —Fermín —reacciona Luca cubriéndome con la toalla que tiene a su alcance—. ¿Pasa algo?

  —Disculpe señor.

  —Luca, Fermín. Sabes que conmigo no debes ser tan formal.

  —Sí, Luca. Es que ha llegado un paquete a su nombre y como Beth no estaba en la cocina, tuve que salir a buscarlo. No era mi intención interrumpir —termina diciendo un tanto incómodo.

  —No te preocupes. Iré en un momento. Gracias —dice Luca de forma amable, aun cubriéndome con sus brazos y la toalla para no dejarme al descubierto.

Tengo el sostén del bikini casi abajo, una de las manos de Luca reposa sobre mis pechos y la otra en mi espalda baja en dirección a mi trasero. Es algo vergonzoso, sí. Por eso cuando Fermín se retira hundo mi rostro en el cuello de Luca, sintiendo como mis mejillas se calientan y seguramente toman un color rojo intenso.

  —Cúbrete —me sonríe y levanto la cabeza después de aquel incómodo momento.

Por suerte a un lado de la piscina hay un sector con toallas y albornoz. Me envuelvo en uno para poder acomodarme tranquilamente el bikini.

  —¿De qué paquete hablaba?

  —Ya lo verás —me guiña un ojo—. Vístete y vamos a la sala.

  —¿Qué es?

  —No seas impaciente.

  —Pues lo soy.

Lo sigo ya más arreglada y entramos al interior de la casa. Al llegar a la sala observo como dejan una caja grande en el piso y Luca se acerca, pero no la abre.

  —Ábrela.

  —¿Yo?

  —Sí, es algo para ti —señala la caja.

  —No será...

  —Ábrelo y verás que es.

Me acerco a la caja y antes de abrirla puedo leer sobre la nota que lleva encima el nombre de la librería a la que habíamos ido aquella mañana.

  —Te has vuelto loco —me giro algo impresionada buscándolo con la mirada después de abrir la caja y encontrarme con más de quince libros.

  —Vi tu cara al mirar cada uno de esos libros. Es un regalo.

  —¿Sabes lo que cuentan los libros? —los miro impresionada. Apenas me había comprado tres porque sé lo caro que son, y además, no tengo espacio aquí donde guardar tantos tampoco.

  —Lo sé, porque te compré veinte libros.

  —¿Veinte? —comienzo a sacar cada uno de ellos—. Estás loco.

  —Sí, por ti —contesta y ya lo tengo encima de mi.

Desarmo la caja y miro cada uno de los libros. La emoción me invade y me tiro en sus brazos sin poder dejar de besarlo por todos lados. Es mucho lo que hace por mí. Cada detalle que tiene me parece una tremenda locura, nunca nadie ha sido tan generoso conmigo. No estoy acostumbrada.

Me levanta entre sus brazos y entre besos y besos comienza a correr en dirección a la piscina cargándome encima. Suelto un grito ahogado de felicidad cuando siento el chapuzón de agua y los dos nos sumergimos en lo más profundo de la piscina. Comienzo a bracear para poder llegar al borde y sostenerme porque con mi estatura no alcanzo a tocar el fondo. Luca se pega a mi espalda y me ayuda, levantándome desde las caderas hasta quedar sentada afuera, en el borde de la piscina.

  —Siento interrumpir.

Aparece el señor Kuesel detrás de mí. No nos habíamos enterado de que ya estaba en casa.

  —Papá —lo saluda Luca.

Lo saludo también y siento como las mejillas me queman de la vergüenza.

  —¿Cómo te lo estás pasando, Anna? ¿Qué tal la casa?

  —Bien, gracias. La casa es increíble y la gente que trabaja para usted también lo es.

  —Es también la casa de mi hijo. Eres bienvenida cuando quieras. Por cierto, tomaré un vuelo a Francia en dos horas, un imprevisto de la empresa —dice mirando a Luca.

  —Pensé que era tu semana libre.

  —Lo era, pero me necesitan. Pasaré por Barcelona la siguiente semana. Nos vemos allí.
Fue un placer, Anna —me saluda y se marcha de inmediato con su impotente traje y atendiendo una llamada telefónica.

  —Bueno, toda la casa para nosotros —habla susurrando.

El móvil suena y comienzo a buscarlo hasta que lo veo a lo lejos en una de las tumbonas. Hago un ademán de moverme para buscarlo, pero Luca se adelanta por mí ofreciéndose a traerlo.

No tengo nada que esconder y por esa razón espero serena. No espero alguna llamada, lo que se me hace un tanto extraño, calculando las horas de diferencia, mis padres no me llamarían. Tal vez se trata de Mel. Volteo para recibir el móvil y la cara de Luca me lo dice todo.

  —¿Santiago? —mira la pantalla de móvil con el ceño fruncido.

Su noto de confusión hace que me percate de que nunca he mencionado el nombre de mi ex delante de Luca.

Tomo el móvil sin responder, pensando que Santiago podría estar en algún problema o había pasado algo grave para estar llamándome cuando en Massachusetts seguramente ya es casi de madrugada.

  —Dame un momento —acepto la llamada e intento alejarme un poco.

  —Hola, ¿todo está bien?

  —Anna, ¿cómo estás? Te echaba de menos —escucho a Santiago al otro lado de la línea.

  —Estoy bien, ¿y tú? ¿Cómo está tu padre? —me giro buscando a Luca que comienza a pasarse una toalla por todo el cuerpo.

Jamás me ha demostrado ser una persona celosa, pero pude notar como cambió su semblante al leer el nombre de un hombre en la pantalla del móvil.

  —Mi padre bien. No te llamaba para eso. Te extraño y quería hablar de nosotros, solo eso.

  —Santiago, te he dejado claro lo de nosotros. Puedes llamarme, contarme cómo va lo de tu padre o si te sucede algo. Pero necesito que te tomes en serio nuestra separación porque yo no quiero volver. No me hagas ser tan dura —intento hablar algo bajo.

  —Te amo, Anna. Vuelve conmigo, vuelve a tu casa, o al menos seamos amigos —en ese momento me doy cuenta que va algo borracho. No se lo escucha bien.

  —Santiago, sé que has bebido. Regresa a tu casa y hablemos otro día, por favor.

  —No, yo estoy bien. Y no tengo casa, no tengo padres, no te tengo a ti, así que no tengo nada. No quiero nada —comienza a levantar la voz.

  —Tengo que cortar, hablemos otro día.

  —No, Anna. Vuelve, eres mi novia, vuelve conmigo, vamos a...

Cuelgo sin dejar que acabe con la frase. Dos años con él fueron suficiente, sé que cuando Santiago toma, nuestras charlas terminan en discusiones y sumado a todo lo que está pasando con sus padres, yo no quiero ser quien cargue con sus insultos nuevamente. Por eso prefiero cortar.

Vuelvo hacia Luca y este me espera con una toalla para envolverme y así meternos a la casa. Ya está cayendo la noche y llevamos toda la ropa mojada.

  —¿Todo está bien? —se interesa, mirando hacia el móvil que dejo sobre una de las mesita.

  —Sí —digo sin ganas.

Asiente con una sonrisa fingida y nos dirigimos a la habitación. Cuando estamos dentro me adelanto para usar el baño y encerrarme en él a solas. No sé si Luca se va a interesar más en la llamada que he tenido, pero quiero evitar que sepa quién es Santiago y por qué aún hablo con él.

Después de una ducha rápida, en lo que me tardo es secándome el pelo. Salgo y me encuentro con la habitación vacía. Busco entre mi ropa algo que ponerme y cuando termino de cambiarme aparece en el marco de la puerta.

  —Beth ha dicho que la cena estará en unos treinta minutos más. Aprovecharé de darme una ducha —pasa por mi lado algo serio cerrando la puerta del baño en su espalda. Escucho como el agua de la ducha cae y yo aprovecho para organizar un poco mis cosas.

Cuando bajamos, la mesa ya está puesta. Cenamos solos y respondiéndonos con apenas unos monosílabos. Lo siento algo extraño después de la llamada que tuve y supongo que se pregunta quién es Santiago. No quiero darle importancia al asunto, para mí, mi relación con Santiago es algo más que cerrado y es Luca quien me importa. Es una persona nueva en mi vida y pensándolo bien no nos debemos explicaciones el uno del otro, al fin y al cabo no tenemos nada serio.

Al terminar la cena, Beth recoge todo—negando mi ayuda, como siempre—. Y yo me limito a subir a la habitación a seguir leyendo mi libro.

Veo que Luca toma su móvil y sale al porche trasero atendiendo un llamado.

Beth me trae un vaso de jugo y me tumbo en la cama a leer mi libro. Estoy enfocada en la lectura y no siento la presencia de Luca hasta que levanto la vista y lo encuentro tomando asiento frente a su escritorio. Aún no me habla, o lo poco que lo hace lo siento cortante.

  —¿Pasa algo? —rompo el silencio.

  —No.

  —¿Y por qué siento que no me diriges la palabra desde que salimos de piscina?

  —Lo sientes porque no lo hago —frío.

  —¿Y por qué no lo haces?

  —¿Puedo saber quién es Santiago? —contesta a mi pregunta con otra pregunta. Gira la silla y se queda mirándome.

  —Nadie importante.

  —Te escuché, intentabas hablar despacio, pero no te habías alejado lo suficiente.

  —No sé qué quería. Estaba borracho —intento quitarle importancia.

  —¿Te sigue molestando?

  —No.

  —Pues yo diría que sí. Por algo tienes al menos una llamada de él a la semana.

  —¿Y tú cómo lo sabes?

  —Solo basta con ver el historial de llamadas de tu móvil. Te lo dejaste abajo.

  —¿Me revisaste el teléfono? —junto las cejas.

  —No quiero que te moleste, Anna. Solo me fijé en sus llamadas y vi que hablas con el bastante seguido. Es un puto maltratador, joder, y tú sigues contestando a sus llamadas —se levanta de manera brusca de la silla.

  —Está pasando por un momento difícil, solo hablo con él para que sienta mi apoyo.

  —No le debes nada. No tienes por qué darle tu apoyo —camina por la habitación.

  —Estuvimos un poco más de dos años juntos. Está en un mal momento, me necesita.

  —Dos años, y dime, ¿cuánto tiempo dentro de esos dos años se ha dedicado a maltratarte?

Trago saliva. Está hablándome con un tono bastante duro.

  —No voy a volver con él. Solo lo estoy ayudando cuando necesita hablar con alguien. Aparte, ¿qué es esto? ¿Por qué te estoy explicando estas cosas cuando ni siquiera somos nada?

  —¿Nada? ¿Crees que no somos nada? No traigo a todas las tías que se me cruzan por el camino a casa de mi padre. No las presento ante Beth; quien es como una madre para mí, no soy con todas las mujeres como lo soy contigo.

  —Eso no dice nada, no estamos en una relación.

  —Tal vez porque tú eres la que no sabe lo que quiere, y quien tiene que marcharse y dejarlo todo aquí.

  —Lo aclaré desde el principio. Sabes muy bien que mis intenciones nunca fueron mudarme a otro país, solo estaría un tiempo aquí.

  —¿Y ahora que tenemos esto, qué? ¿Te irás de todos modos?

  —¡¿Que tenemos, Luca?! No tenemos nada —los ojos se me empañan.

  —Déjalo, no quiero discutir —niega con la cabeza y decide salir hacia el pasillo, dejándome sola y aun con ganas de hablar .

Me meto en la cama y me acurruco debajo del edredón. No sé en qué momento me quedo dormida, pero lo hago estando sola. Solo siento un pequeño movimiento casi en la madrugada y sé que es él. Se acuesta a mi lado y no me abraza, pero si me da un beso en la frente. Debe pensar que estoy dormida, pero estoy a la espera de que me tome en sus brazos y pegue su pecho a mi espalda, como cada noche desde que dormimos juntos.

Pero no lo hace.

Al día siguiente temprano por la mañana, lo observó cargar nuestros bolsos en el coche y después de despedirnos de Beth; quien quedaba sola en la casa, nos dirigimos a Barcelona. Nos esperan cinco largas horas de viaje sumergidos en un completo silencio, ya que no hemos hablado desde la última vez que discutimos. Apenas nos dirigimos un par de palabras.
Íbamos a regresar el día lunes, pero la verdad es que está todo tan tenso que preferimos regresar  antes.

Comprendo un poco las molestias de Luca, pero no comprendo por qué se siente así. Llevamos esa clase de relación tan rara y no sé si nos debemos explicaciones y cosas así.

Por eso, prefiero dormir casi el resto el viaje, no se me dificulta, así que apenas pisamos la carretera, yo ya estoy sumergida en un sueño.

Después de, lo que supongo que fueron cinco horas, siento unas manos calentitas sobre una de mis rodillas.

—Llegamos.

—Soy pésima copiloto, lo siento —contesto estirándome.

La noche anterior apenas había dormido porque Luca no había regresado a la habitación después de nuestra discusión, por eso me dormí de inmediato durante el viaje.

Lo miro y ya no tiene esa expresión dura que llevaba en la mañana. Me habla con un tono suave y una pequeña sonrisa de lado. Aún así, yo prefiero tener otra charla y aclararlo todo.

Llamamos al ascensor cuando estamos dentro del edificio y él insiste en cargar con mis cosas también. Una vez dentro, siento una sensación particular, el sentimiento es reconfortante y cada día estoy más a gusto allí.

Me encierro en el baño, pongo el pestillo y lo largo todo.

Lloro.

Lloro porque hemos tenido una pequeña discusión, pero Luca no me ha levantado la voz más de lo normal. Lloro porque no me ha dado un empujón y no me ha tocado para hacerme sentir su enojo. Y no lloro porque quiera que eso pase, lloro porque es la primera vez que no recibo eso y mi corazón late con normalidad. No tiene miedo de estar donde está.

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