Star Kids - Jojo's Bizarre Ad...

By ItoFuyo

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Mientras Giorno Joestar debe aprender a hacer amigos a preocupación de sus padres, Josuke Joestar se divierte... More

Prólogo.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.

Capítulo 27.

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By ItoFuyo

Viernes 16/06

Kujo Jotaro no estaba preparado para recibir a su hija en su hogar.

Esa era la triste realidad.

Su hija Jolyne había llegado desde Florida hacia tan solo una semana y las cosas habían sido bastante complicadas desde su llegada. La presencia prolongada de la niña en su casa significaba que tenía que adaptar un espacio para ella, por lo que tuvo que prepararle su propia habitación, lo cual supuso hacer compras y movimientos que no estaban esperados, pero aun así eso no fue lo más complicado.

Jolyne se mudaría con él debido a que su madre debía dejar el país por una oferta de trabajo y como si fuese cosa del destino, la fecha en la que debía irse al extranjero coincidía con el inicio de las vacaciones escolares, lo que permitió que la pequeña se mudara con tranquilidad y no tuvieran que lidiar con lo que un cambio de escuela implicaba.

Jotaro pensó que el que Jolyne estuviera de vacaciones era una ventaja, pero descubrió que era todo lo contrario. Ya que la niña no tenía escuela, no tenía dónde pasar las mañanas, lo que le obligó a llevársela con él a su trabajo cada mañana, justo en la época donde el acuario recibe más visitantes porque, irónicamente, son las vacaciones de verano.

Jotaro era primerizo y si bien su familia le ofreció ayuda con la niña, no quería tener que recurrir a ellos con tanta regularidad, principalmente porque sabía que sus primos tenían que lidiar con sus trabajos y ya estaban ocupados cuidando de sus propios hijos, además no quería tener que lidiar con la mirada burlona y engreída del esposo de su primo Jonathan.

— ¡Ya estoy lista, papi! —.

Jolyne apareció en la sala de estar interrumpiendo las cavilaciones de su padre, quien hasta el momento le estaba esperando. Jotaro le dio un vistazo a la niña para verificar que efectivamente estuviera lista.

Desde el día lunes habían seguido la misma rutina, Jotaro se encargó de establecerla muy bien para que el manejo de la mañana fuese más fácil. Después de comer un nutritivo desayuno, Jolyne se cambiaría de ropa usando una elegida por su padre, luego se lavaría los dientes y revisaría que todos sus libros de dibujos y juguetes estuviesen en la pequeña mochila que su padre le regaló. Esos artículos eran los encargados de entretenerle mientras estaban en el trabajo.

— ¿Todo está listo? —.

— ¡Sí! — Respondió alegre. Su cabello estaba suelto y es que aún faltaba el último paso de la rutina. — Toma papi —.

Jotaro aceptó el cepillo que su hija le ofreció, ya tenía las ligas y todo lo necesario para peinarle. A la niña le encantaba peinarse de una forma muy peculiar y ella misma no podía hacerlo, por lo que era su deber peinarla cada mañana. Aquel ritual les tomaba 15 minutos, los cuales estaban contemplados en la rutina y el horario que estableció.

Jolyne solía quedarse callada mientras su padre la peinaba, ansiosa y muy emocionada.

— Está listo —.

— ¡Gracias, papi! — Exclamó corriendo al baño para verse en el espejo y admirar el trabajo de su padre.

Jotaro ya sabía que haría eso, lo venía haciendo desde el día lunes, por lo que solo dejó el cepillo sobre la mesita de centro y se puso de pie con su bolso de trabajo sobre el hombro.

La niña no demoró mucho en volver y rápidamente fue a tomar la mano de su padre y así ambos salieron del departamento.

A Kujo le gustaba caminar hasta su trabajo, pero era consciente de que su pequeña hija podría cansarse incluso si el lugar quedaba a solo 20 minutos, por lo que cuando salían del edificio la cargaba con un brazo para comenzar el trayecto.

— ¡Mira, papi! ¡Un auto de color rosa! — Señaló Jolyne.

Jotaro no respondió, no sentía que hiciera falta.

— ¡Ohhh! ¡Mira las aves, papi! — Jolyne señaló las palomas sobre los cables eléctricos. — ¿Cómo pueden pararse ahí? —.

— Sus patas se los permiten —.

— ¡Ohhh! — Exclamó sorprendida. — Oye, papi ¿Por qué las aves que hay en tu trabajo son tan diferentes? —.

— Porque son especies diferentes, esos son pelicanos y gaviotas — Jotaro siempre respondía con tranquilidad a todas las preguntas de su hija. Trataba de responder todas sus dudas en torno a la naturaleza.

— ¡Mira, papi! ¡Esa señora tiene un perro enorme! —.

Los trayectos venían siendo de esa forma desde el día lunes. En los 20 minutos que se transcurría de su edifico departamental al acuario, Jolyne no dejaba de hacer preguntas. Era una niña en verdad curiosa y enérgica y de eso todos se podían dar cuenta.

El serio y distante doctor Kujo se volvió el centro de atención en su trabajo debido a que ahora cada mañana, una personita que siempre iba en sus brazos saludaba a todos.

— ¡Buenos días! —.

— Buenos días, señorita — Saludó el guardia del área de investigación acomodándose la gorra del uniforme.

El área donde Kujo trabajaba estaba restringida para la mayoría del público, pues era donde se estudiaba a las especies en exhibición y dónde algunas investigaciones eran realizadas. El área se componía de oficinas y laboratorios, aunque la mayoría se podría juzgar como una combinación de ambos.

Dado el acceso restringido, solo se podía ingresar con una tarjeta de identificación, pero en el caso del doctor Kujo no era necesaria, pues todos ya le conocían.

— Buenos días, doctor Kujo — Saludó una secretaria.

— ¡Buenos días! — Respondió Jolyne con una enorme sonrisa.

— Buenos días, Jolyne — La mujer le sonrió, sabía el nombre de la pequeña al ya haber tenido el privilegio de hablar con ella.

Jotaro no emitió comentario alguno, ni siquiera hizo ruido, continuó su camino hasta su oficina, la cual por el momento era compartida.

— Buenos días, doctor Kujo — Saludó un chico de cabellos naranjas, vestía el uniforme del personal al frente de los asistentes. Había estado sentado hasta el momento, pero se levantó de su silla para saludar de manera respetuosa.

— ¡Hola, Squalo! —.

— Hola, Jolyne — Saludó levantando la mano, se le notaba nervioso.

El japonés bajó a su hija al suelo y tomó la silla extra que había conseguido para ella, luego la volvió a cargar para sentarla y la acercó a su escritorio.

— Sé buena y dibuja algo, Jolyne, papá tiene que trabajar —.

— ¡Sí! — Respondió con la misma energía y alegría de hasta el momento. Se quitó la mochila de caballito de mar que su padre le consiguió y sacó la libreta de dibujo y los crayones que también le compró su padre.

Kujo miró a su hija ponerse en marcha con su dibujo como lo hizo días antes. Justo ahora ella lucía emocionada y a la vez tranquila, pero sabía que eso podría no durar mucho. Jolyne era una niña pequeña y se encontraban en un acuario, era natural que ella quisiera pasear por todo el lugar, pero eso era algo que no podía permitirle, ya que se encontraban en su lugar de trabajo y debía ser prudente y profesional. Por supuesto como la niña que era, Jolyne no entendía mucho eso y siempre en algún momento del día, insistiría en querer ver a algunas de las especies.

La pequeña solía distraerse durante un par de horas, pero después se aburriría e insistiría en salir y era en esos momentos que Kujo apreciaba al chico con quien compartía oficina. Se trataba de un muchacho aún joven, era un estudiante que se encontraba allí como su asistente para llenar requisitos escolares y aunque usualmente sí le cedía trabajo real e importante, se encontró pidiéndole que vigilara a su hija en los últimos días.

Cuando Jolyne quería algo, el chico de nombre Squalo, era el encargado de conseguirlo, incluso la acompañaba a dar pequeños paseos. Jotaro no era confiado de la gente y no solía dejar a su hija con cualquier persona, pero el chico había demostrado ser de confianza luego de dos meses siendo su asistente, así que confió en él para entretenerla.

De esa manera pasó casi una semana, con Jolyne dibujando por un par de horas hasta aburrirse y con Jotaro tratando de hacer su trabajo lo mejor posible sin distracciones. Dado que su trabajo era principalmente investigar, solía dividir su jornada entre estudiar en la oficina y estudiar en la enfermería y en los habitad, lo que implicaba tener que entrar en el agua. Jolyne amaba cuando eso pasaba.

— Papi, tengo hambre... — Dijo Jolyne de repente tras dos horas en el lugar. Se había aburrido de dibujar, después de tantos días haciendo dibujos para su padre ya no tenía ideas.

Jotaro revisó su reloj de muñeca, dándose cuenta del poco tiempo que había pasado. Miró a su hija, quien se echó hacia atrás en su silla y tenía los brazos colgando hacia atrás. Obviamente se trataba de una táctica para salir.

— Squalo —.

— ¿Sí, señor? — El chico respondió de inmediato.

— Ve a la máquina de golosinas y trae algo para Jolyne — Dijo con su voz profunda que le hacía parecer autoritario. Al tiempo que lo hacía sacó su billetera para entregar el dinero.

— Como diga, señor — Acató el joven, incapaz de negarse principalmente porque el hombre era intimidante.

— ¿Puedo ir contigo? — El ánimo de Jolyne mejoró al instante y miró con ojos brillantes al muchacho.

— Ahhh... — Sin saber qué responder, miró a su supervisor.

Jotaro miró fijamente a Jolyne con el ceño ligeramente fruncido, pero a cambio recibió un par de ojos brillantes.

— Está bien —.

— ¡Sí! — La niña no esperó más y saltó de la silla, corriendo hacia el chico.

— Volvemos enseguida, señor —.

Jotaro por supuesto no dijo nada, solo esperó a que el par se fuera para dejar salir un suspiro. El cuidado de su hija estaba resultando ser más cansado y estresante de lo que pensó.

Y así el día continuó hasta que la jornada laboral de Kujo Jotaro terminó y fue momento de volver a casa. La rutina para salir era la misma que al llegar, el doctor tomaba a su hija en brazos y ella se despedía alegremente de todas las personas con las que se topaban, especialmente del guardia.

— ¡Quiero hot dogs para la cena, papi! — Exclamó cuando ya estaban afuera del acuario.

— Eso tendrá que esperar, aún no iremos a casa -.

— ¿Ah no? ¿Adónde vamos? — Preguntó curiosa, pues hasta el momento siempre iban a casa después del trabajo.

Jotaro no respondió, solo se dirigió a la parada del autobús causando aún más curiosidad en su hija. Se sentaron en una banca a esperar el autobús por solo 10 minutos hasta que este llegó, el hombre volvió a cargar a la niña y subió al vehículo con total normalidad, mientras la pequeña se preguntaba a donde iban. Jolyne no dejó de hacerse esa pregunta durante todo el trayecto.

30 minutos después Jolyne aún no sabía nada, no sabía dónde estaban ni por qué estaban allí, le preguntaba constantemente a su padre, pero este no respondía. Ella miraba desde sus brazos todo a su alrededor, pues era la primera vez que estaba en esa parte de la ciudad y todo se veía muy diferente al lugar donde vivía con su papi.

— ¡Jotaro! —.

Cuando Jolyne escuchó esa voz, buscó a su dueño intensamente con la mirada, hasta que vio al amigo de su padre acercárseles.

— Disculpen por hacerles esperar — Dijo Kakyoin jadeando un poco tras su carrera para alcanzarles. — Hola, Jolyne — Sonrió a la pequeña.

— Hola — Saludó aún con sorpresa y algo confundida.

Los gentiles ojos del pelirrojo se dirigieron ahora al doctor Kujo.

— Hola, Jotaro —.

Jolyne miró de reojo a su padre. Entonces algo asombroso pasó frente a sus ojos.

— おかえり 、 花京院 — Pronunció Jotaro en un tono suave y extremadamente calmado, mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios.

Aquella sonrisa se gravó en la retina de Jolyne.

— ただいま、承太郎 — Respondió Kakyoin con una mirada cargada de aprecio.

Jolyne les miró a ambos sin entender mucho y para confundirle más ambos adultos comenzaron a caminar.

— Me alegra mucho verte, Jolyne — Dijo Kakyoin. — Dime ¿Cómo estás? ¿Te divierte ir con papá al acuario? —.

— Sí... — Respondió completamente extrañada.

— ¿Has podido ver a los delfines? —.

— ¡Sí! ¡Son muchos! ¡Todos son muy bonitos! — Por supuesto al ser una niña no podía evitar emocionarse al hablar de lo que le gustaba.

— ¿De verdad? Supongo que te gustan mucho ¿Cuál otro animal marino te gusta? —.

— ¡La estrella de mar! —.

— ¡Jajaja! Igual que a tu padre, ustedes dos se parecen mucho —.

Al escuchar eso las mejillas de la niña se sonrojaron ligeramente.

La conversación continuó hasta llegar a un minisuper, donde se detuvieron a hacer un par de compras, luego retomaron el camino a casa. Durante todo el camino, Jolyne quiso preguntar si el señor Kakyoin iría con ellos, pero por algún motivo no lo hizo.

Una vez en casa, Jotaro le ordenó a la niña dejar su mochila en su habitación y descansar un poco mientras la cena estaba lista. La pequeña se sentía genuinamente cansada así que no puso objeción y una vez en su habitación se recostó en su cama para contarles a sus peluches sobre todo lo que hizo en el día, completamente ajena a lo que pasaba en la cocina.

— Así que ¿Hoy fue un buen día? — Preguntó Kakyoin en la barra de la cocina.

— ... —.

Kakyoin sonrió, no necesitaba que Jotaro dijera algo para entenderle. Podía darse cuenta por su lenguaje corporal y por el ceño fruncido de su frente.

— Veo que ha sido realmente difícil — En esos momentos se encontraba cortando las verduras para la cena, pues si bien la niña comentó querer cenar hot dogs, ellos dos comerían otra cosa.

— Mucho más de lo que imaginé —.

— Aún es la primera semana, es normal que se sienta difícil y pesado, con el tiempo todo irá mejorando —.

Jotaro se preguntaba si eso era verdad.

— Esto aún es nuevo para ambos, para ella y para ti, ambos deben acostumbrarse a todos estos nuevos cambios — Dijo sabiamente. — Pero si me lo preguntas, ella luce como una niña muy feliz, realmente le gusta mucho estar contigo —.

Y la verdad era que Jotaro disfrutaba de estar con ella. Era su hija, solo que... La rutina era completamente nueva.

— Descuida, estarán bien —.

— Sería mucho mejor si pudieras estar aquí todo el tiempo — Dijo en voz seria, pero se apresuró a colocarse detrás de su pareja y colocar ambos brazos a sus costados cerrándole el paso.

— Lo sé, pero recuerda que esta es la prueba que decidimos hacer... Este fin de semana veremos cómo marchan las cosas —.

Jotaro nuevamente no dijo nada, pero ahora porque no tenía mucho que decir. Él sabía bien qué era lo que decidieron y lo que sentía ya lo había expresado.

— Hey... — Kakyoin se recargó hacia atrás chocando así con su pecho y levantó una mano hacia su rostro para acariciarle. — Ya verás que todo saldrá bien, solo hay que ir con calma —.

Y era eso lo que desesperaba a Kujo, aún si sabía que era la forma correcta de llevar las cosas. Kakyoin supo ver eso y por ello le dio un beso en la mejilla, el cual ambos esperaban que quedara marcado allí durante mucho tiempo.

Después de esa pequeña conversación los preparativos de la cena continuaron y luego de varios minutos la niña fue llamada a la mesa.

Jolyne apareció con la energía que le caracterizaba, siendo recibida por sonrisas de parte del pelirrojo. La pequeña subió a su silla asignada con algo de esfuerzo, pero al ver que le recibió un plato con dos hot dogs se emocionó mucho.

— ¡Wahhh! ¡Sí! — Exclamó muy emocionada. — ¡Mira, papi! ¡Tiene tocino! —.

Jotaro asintió tomando asiento en su propio lugar.

— Esperamos que lo disfrutes, Jolyne ¿Te gustaría un poco de leche o jugo? — Ofreció el pelirrojo.

— ¡Jugo! ¡Quiero jugo! —.

— Entendido — El hombre aún no tomaba asiento por lo que fácilmente pudo tomar un vaso de plástico y llenarlo de jugo. — Aquí tienes —.

— ¡Muchas gracias! — Sus ojos brillaban de emoción por la comida, hasta que vio los platos de su papi y su amigo.

A diferencia suya, ellos no tenían hot dog. Ambos tenían un plato de arroz con una extraña salsa que al parecer tenía verduras.

— ¿Qué es eso, papi? — Preguntó señalando la comida.

— Es curry —.

— ¿Curry? — Ladeó la cabeza, entonces se percató de que ellos tampoco tenían jugo como ella ni leche. Ya antes había notado que su papi usaba una taza un poco extraña para beber té y ahora su amigo también tenía una.

— ¿Quieres probar? —.

— Jotaro, creo que es demasiado picante para ella — Le recordó Kakyoin. — La próxima vez prepararemos curry dulce para ti, Jolyne —.

¿Curry dulce? ¿Existían diferentes tipos de esa cosa?

Jolyne no lo entendía, tampoco entendía por qué ellos dos comían eso y no hot dogs como ella.

— Deberías comer o se enfriará — Le recordó Jotaro.

— Sí... — La pequeña asintió y aún con esa confusión que su pequeña mente tenía problemas para lidiar, tomó uno de los hot dogs con algo de esfuerzo y le dio una gran mordida. Pronto todo lo que pensaba anteriormente se desvaneció y solo pudo concentrarse en los sabores. — ¡Delicioso! —.

— Nos alegra que te guste – Volvió a decir Kakyoin con la amabilidad que venía mostrándole a la niña desde su primer encuentro. — Dudamos un poco, no sabíamos si te gustarían —.

— ¡Delicioso! ¡Saben delicioso! _ Exclamó completamente fascinada. — ¡Muchas gracias, papi! —.

— No hay nada que agradecer, tú dijiste que querías cenar eso, ahora será mejor que todos comamos — Dijo con la calma que le caracterizaba.

— ¡Sí! ¡Comeré mucho! —.

Jotaro le miró con una ligera sonrisa, mientras el pelirrojo sonrió enternecido, así ambos se dispusieron a comer también.

— El curry está delicioso, Kakyoin — Halagó Jotaro con una expresión de completa satisfacción.

— Es bueno saber que te gusta —.

— Como era de esperarse, cocinas muy bien —.

Jolyne interrumpió su regocijo para prestar atención a ambos. El señor Kakyoin tenía el rostro un poco rojo y miraba a su papi, su papi también le miraba mucho mientras sonreía.

Nuevamente la sonrisa de Jotaro se gravó en la retina de su hija al tiempo que esta se daba cuenta de que sonría mucho cuando su amigo estaba cerca.






★☆★☆★☆★☆★☆★☆★

Bueno, hoy tocó capítulo con Jolyne, espero que les haya gustado.

Aclaraciones:
— おかえり 、 花京院
"Okaeri, Kakyoin"
Bienvenido, Kakyoin

— ただいま、承太郎
"Tadaima, Jotaro"
Estoy en casa, Jotaro

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