YUANFEN, MI SALVACIÓN

By Jenn_mor__

1.8K 127 47

Jhonas y Vaiolet se conocen en un centro psiquiátrico. Ella padece depresión y ha tenido varios intentos de s... More

Capítulo 1: La marcha de Lauren
Capítulo 2: Un sueño
Capítulo 3: El escondite
Capítulo 4: Acercamiento
Capítulo 5: La fiesta
Capítulo 6: Deseo
Capítulo 7: Nueva oportunidad
Capítulo 9: La Canción
Capítulo 10: Regreso
Capítulo 11: Diagnóstico
Capítulo 12: Alas de ángel
Capítulo 14: La chica de pelo rosa
Capítulo 15: Fugitivos
Capítulo 16: Nuevo hogar
Capítulo 17: El tejo
Capítulo 18: El Vacío
Capítulo 19: Propósito
Capítulo 21: Tormenta perfecta
Capítulo 22: La gran noticia
Capítulo 23: La nota
Capítulo 24: No es un simulacro
Capítulo 25: El último adiós
Capítulo Final: Maktub
Capítulo 8: Almas oscuras
Capítulo 20: Estrellas binarias.

Capítulo 13: No existe lugar seguro

31 3 0
By Jenn_mor__

JHONAS

Abrir la puerta, encontrarla cubierta de sangre y a Farel muerto en el suelo de la habitación, hizo que mi lado racional se esfumara para darle la bienvenida a un nuevo Jhonas.

No al del pasado: impulsivo, sediento de sexo y drogas. Ni al de hace unas horas: controlador, en búsqueda de un corto futuro y deseoso de Vaiolet. Este Jhonas, el que estaba frente a Vaiolet, era un hombre completamente enamorado. Entregaría y haría lo que fuera por ella. Moriría si me lo pidiera y ni que decir tiene, no voy a consentir que pague por un crimen en el que se ha visto obligada a cometer. Iré a donde haga falta, la llevaré lejos de aquí y cumpliré condena si alguna vez logran encontrarnos.

Su lengua intrusa en mi boca, toma la delantera. Mi estómago, recogido en un nudo, mientras su labio inferior tiembla y el superior toma el control. No sé qué es lo que hago, pero está claro que nuestros labios deben de ser expertos.

Cuerpos desnudos, gritos de deleite, humedad en cada parte... Ver a Vaiolet allí, debajo de mí, gimiendo mientras muerde con dureza mi muñeca, con la cual, sujeto sus manos a ambos lados de la cara, mientras la penetro sin cesar. Estar dentro de ella es como subir al puto cielo y caer sin paracaídas, sabiendo que no hay marcha atrás y que nuestros destinos están completamente unidos, aunque sea por poco tiempo.

Los dos hacia la carrera del orgasmo. Siento cada centímetro de ella estremecer como si fuera el mío propio. Se mueve como si hubiese estudiado toda su vida para hacerlo de la manera más perfecta hacia mi persona, diseñada con el propósito de enseñármela y llevársela para castigarme. Porque si dios existiera, esto sería un castigo divino, lo sé.

La explosión es tan intensa como todo el transcurso. Nos dejamos ir con un gran suspiro en el que soltamos todo el aire que habita en nuestro cuerpo, fuera de él.

En ese momento de reflexión, en el que nuestras respiraciones se calman, me doy cuenta que acabamos de hacerlo.

¡Mierda!, ¡Mierda!...

No tenemos condón, lo he hecho y no tenemos ni condón, acabo de joderle la vida, acabo de joderlo todo. Esto es un desastre y acaba de empezar.

—Jhonas, he matado a alguien —suelta entre lágrimas.

No es momento para pensar en un crimen, pero debo consolarla y buscar un plan para ella, yo ya tengo activa la cuenta atrás y cuando se entere, que lo hará, volverá a escudarse en su habitual modo de vida, el dolor.

Aún no encuentro las palabras para explicarle que soy el ser más rastrero que existe. Una rata, con una inteligencia superior, es capaz de aprender a buscar alimento y evitar el peligro, además manejan información somatosensorial en sus bigotes, contrario a los humanos que confían en sus ojos. Soy peor que una rata maloliente y cubierta de basura.

VAIOLET

—Ha sido en defensa propia —me besa en la frente.

Parece muy preocupado aunque intente calmarme y también parece muy lejos de aquí. He matado a un tío y después he tenido relaciones por primera vez con Jhonas. Esto es surrealista.

¿Estaré loca de verdad?

—Jhonas me da miedo no sentirme culpable, me da miedo lo que ha sucedido justo después de que este chico muriera, aunque fuera en defensa propia, ¿Estamos locos? —Necesito que me consuele y creer de verdad que esto es un sueño.

—Las personas sienten atracción por el morbo, por eso nuestras circunstancias penosas hacen que busquemos la forma de redimirnos. Puede qué sea una manera de vivir... —observa el techo abstraído, como sí estuviera pensando en voz alta.

—No sé cómo vamos a hacerlo, ya no podemos volver al centro, y yo no puedo volver a casa. —Joder a casa, hoy llegaba mi hermano y el abuelo, van a pensar que me ha pasado algo.

Una sensación en mi pecho me empuja a respirar más rápido y la ansiedad toma el control de mi cuerpo.

—Tienes razón, ni tú ni yo podemos volver, pero necesito resolver esto
—señala el cuerpo —antes de encargarnos de nosotros. Tendré que desaparecer un tiempo y Walls podría ayudarnos. Confío ciegamente en él y cuando resuelva este problema volveré a por ti.

—No quiero que te encargues de esto solo, no pretendo que te veas obligado a ayudarme o a quedarte conmigo —pone una mano en mi boca para que me calle, por fin se centra en nosotros.

—Te quiero de un modo que no entiendo, pero es muchísimo y no voy a dejarte sola —. De todas las palabras que han salido y esperaba que salieran de su boca, "Te quiero" era lo último que había imaginado. "de un modo que no entiendo, pero es muchísimo" se vuelven a repetir en mi cabeza para asimilar que Jhonas me quiere.

—Jhonas, no lo entiendo. Dijiste que no seríamos nada más que amigos, y que no esperara nada de ti y ahora me ofreces un indulto de vida, tu amor... Me va a estallar la cabeza.

—Quererte es algo involuntario, no lo he elegido ojazos. Debes continuar en el mismo pensamiento, pero siendo consciente de mis sentimientos, y para ser sinceros tengo muchas cosas que contarte o tal vez una —acaricia mi cara y vuelve a besarme, pero este beso sabe a despedida y no a  un"hasta luego" sino  "ha sido bonito mientras duró"

—Tenemos que irnos ya —me abraza con fuerza y agarra mi mano, sin darme tiempo a saborear su muestra de cariño y sus palabras hacía lo nuestro.

Nos dirigimos al piso inferior. Busca entre los cajones de la entrada y coge las llaves de un coche. Supongo que no será suyo, porque ya me contó que no tiene ninguna propiedad.

No me importa el por qué va a robar un coche o dónde va a llevarme, mientras esté junto a él, estoy segura.

El sonido del bolígrafo atravesando su piel, la inevitable salpicadura de sangre sobre mi rostro. He matado a alguien, sin meditarlo lo más mínimo.

—No lo pienses más. Si no lo hubieras matado tú, mis manos serían el arma que utilizaría para acabar con su vida. —suelta sin revelar lo que rondan mis pensamientos.

Mientras conduce hábilmente, su mano derecha aprieta fuerte mi muslo. Imagino que quiere hacerme sentir a salvo, pero realmente en lo único que puedo pensar es en la forma que tenía de penetrarme, su mirada asesina, como si quisiera comerme. Listo para empujar más fuerte si yo lo necesitaba.

Sentí que quería poseer mi cuerpo, con su imperiosa forma de empezar a hacerlo. Yo estaba temblando por lo que había pasado y como si no hubiera sucedido nada, me tiró contra la cama y me quitó la ropa, casi arrancó mis bragas y me penetró con una mirada completamente animal, fuera de sí. Aunque me pilló por sorpresa, nada quería más que eso mismo. Sentirlo.

—¿Lo has hecho antes? —pregunto para dejar de echar fuego por mis poros.

—¿Matar? —Asiento

—He tenido que hacer lo que se me encomendaba desde muy pequeño. No tenía ni 10 años cuando me contrató una banda de narcotráfico.

—No has contestado, aunque me gusta saber más de ti y me duela al mismo tiempo —suspira de nuevo, sintiendo una fría sensación cuando su mano abandonaba mi muslo.

—Vaiolet, era un niño y me enseñaban muchas cosas malas. No pretendo excusarme ni que te compadezcas de mi pasado, pero no quiero que me mires de otra manera diferente.

—Sea lo que sea, me da igual ¿recuerdas? —pasan unos minutos y tres suspiros más hasta que empieza a abrirse.

—A los 14 años maté a un bebé. Ese fue mi primer asesinato —. Distingo desde mi posición unos ojos vidriosos.

Siento pena por él y por el pobre bebé despojado de su familia.

—Pero...

—De momento, no quiero hablar más de eso —Contesta en el acto.

—¿Recuerdas sus nombres? —frena en seco y me observa serio.

—Recuerdo todo y esa es la peor condena de mi vida —Asevera más enfadado que antes.

Su respiración se agita y los ojos bajan hacía mis labios por una extraña razón. Tiene de nuevo esa mirada, la misma que me empujó contra la cama e hizo conmigo lo que su cuerpo necesitaba, pero ahora me doy cuenta que es todo debilidad y no le han enseñado otra forma de actuar. Por fin comprendo, que un drogadicto necesita de su droga sobre todo en los momentos más difíciles y ahora sus ojos me suplican, confirmando que soy yo lo que buscan. Acaricio sus pómulos, un tanto rojizos por el enfado. Mimo cada facción hasta que se relaja y apoya su frente sobre la mía, concediéndole el privilegio de cargar con el peso de todos esos años.

—Yo también te quiero, Jhonas — beso sus labios delicadamente.

Y allí, parados en el arcén de una carretera cualquiera, volvimos a fundirnos en uno.

Está vez fui yo la que me encargué de él. Toda la coraza había caído y cogí  la debilidad que notaba en el temblor de su cuerpo para que recobrara la fuerza que estaba perdiendo.

Besé allí donde no estaba permitido, besé su cuerpo tatuado, besé sus dedos uno a uno, y besé su alma mientras él danzaba con fiereza dentro de mí. Soltaba unos gruñidos de queja y desconsuelo, como un niño pequeño enfadado y a la vez buscando el apremio para sentirse mejor. Dejé que calentara sus manos heladas con mi tez cálida, cosa extraña ya que normalmente es al revés.

Mi abuelo me dijo una vez: la naturaleza da lo que necesitamos.

Y eso fue lo que pasó. Mi cuerpo se transformó en el templo en el que Jhonas necesitaba descansar en paz.

Tras unas horas en las que nos perdimos en el otro, la marcha tenía que continuar y ambos lo sabíamos.

Jhonas volvió al asiento del conductor, y me ayudó a apretar el cinto de seguridad.

La carretera volvió a ser el centro de nuestra atención, aunque cada uno estuviera muy metido en sus propios pensamientos y los míos giraban en lo mismo.

—Quiero saber qué va a pasar ahora —intento controlar algún aspecto de mi nueva vida.

—Ahora voy a dejarte en casa de Walls, vas a quedarte allí hasta que yo pueda ir a buscarte. Lo que voy a hacer aún no está claro, pero tengo varios contactos que me deben un favor y me ayudarán
— Mis ojos se llenan de lágrimas mientras pienso en que algo malo pueda pasarle.

—No te preocupes por mí, he estado en peores situaciones y he salido —coge mi mano y con la otra conduce hacia mi nuevo hogar, que promete será poco tiempo.

—Tengo miedo Nhas —me dedica una de sus sonrisas, tan pícara y a la vez sanadoras que me permite aflojar la tensión.

No me consuela, respeta este sentimiento que se ha apoderado de mí y me hace comprender qué era lo que necesitaba. Solo un "soltar lo que siento" sin preguntas, sin por qué, sin analizar qué trauma oculto debo tener. Una sonrisa que me dice "Tranquila, sé cómo te sientes y estoy a tu lado". Esta es mi terapia, ¡Jhonas es mi salvador!

Aparca unas horas después, en una casita situada en un barrio bastante alejado. Es pequeña, con unas ventanas algo desgastadas por los años y un columpio en la entrada. El entorno es relajado y eso me tranquiliza.

Me besa, reclamándome suya, y sintiendo cada sensación por multiplicado. Por primera vez, noto que él es el tallo de unas raíces difíciles de germinar. Percibo la preocupación en su rostro y la frustración por dejarme aquí. Quizás sea estar lejos de mí lo que le inquieta. Puedo ver en su mirada como esta situación le ha envejecido, parece tener 10 años más de pronto.

_______________________________

UNA SEMANA DESPUÉS,

Pienso en nuestras últimas palabras:

Espérame, no salgas a ningún lado, haz lo que te diga Walls y todo saldrá bien. Te quiero.

No le contesté, acepté mi penitencia como una cría asume que debe ir al colegio sin rechistar.

Lugar desconocido, personas desconocidas y sentimientos contradictorios. Walls es muy bueno conmigo, está pendiente de mí, hasta me ha dejado su cuarto para dormir, eso me hace sentir mal, pero es su casa y manda él. No he echado de menos a nadie, excepto a mi abuelo y a Jhonas.

En los últimos días, tengo el mismo sueño. Mi abuelo y mi hermano acuden a un entierro con una tumba vacía. Estoy segura que es lo que piensan. ¿Dónde estará la niña depresiva y loca?

 ¡Muerta!

Intento ser lo menos molesta posible, incluso he aceptado las innumerables preguntas que me hace la hija de Walls. Sí, tiene una hija de 5 años...

—¿Qué son esas marcas? —pregunta la niña refiriéndose a mis muñecas

—Son... son heridas, me las hice cocinando —miento

—Esas heridas no son de cocinar —suelta como si me conociera.

—Bueno, tal vez sean de que me he metido en líos demasiadas veces — sonrío, acariciando sus dulces tirabuzones rubios.

Le encanta escuchar música, así que para dejar de pensar en Jhonas y en cuándo vendrá a buscarme, le propongo hacer rimas, he descubierto que me encanta y nos podemos pegar así horas.

Quizás, cuando vuelva, puedo cantarle lo que he compuesto para él, para nosotros...

Walls me preguntó hace dos días si me importaba que hiciera una especie de reunión en su casa, solo con un par de amigos, ¿Por qué me pregunta?, no soy nadie para decidir. Y aunque no me gustan las multitudes le aseguré que me daba igual. Y al final esa reunión se convirtió en un amigo llama a otro y este a muchos más. Menos mal que la niña está con una vecina del barrio. Walls notó mi preocupación cuando se la dejamos con su mochila de dinosaurios, pero me ha asegurado que ella es como una madre para Elisabeth, y que sería la persona que la cuidaría en el caso que a él le pasara algo. ¿Por qué le iba a pasar algo? 

Gritos, sonidos estridentes, luces cegadoras, risas, alarmas, suelo rezumbador. Todo ello justifica mi gran dolor de cabeza y mis ganas de desaparecer. Solo hay un sonido que me gustaría escuchar y no es este.

—Deberías dejar de hacer eso, Nhas me matará —suelta algo asustado cuando inhalo del porro que me pasó un amigo suyo, mientras Walls estaba despistado.

La verdad es que ya no me importa tanto, la marihuana ha entrado en contacto con mis nervios sensoriales y el sillón me parece el mejor objeto al que puedo acariciar.

—No está aquí, qué más da —digo mientras sigo con otra calada.

—Va a matarme y no en sentido figurado —asiente mientras me observa.

—¿Cómo he podido vivir sin esto?

—Porque tenías esto otro—me levanta la manga de mi camisa, señalando las cicatrices.

Puede parecer grotesco o incluso presuntuoso, pero ya lo considero amigo. Le he contado muchas cosas y sabe que intento morir cada dos por tres.

—¿Cuándo fue la primera vez? —esa pregunta me hace gracia. Me río muchísimo, tanto que me atraganto y le tiro la copa encima.

No estoy tan colocada como para contar la verdad. No quiero recordar la muerte de mamá, ni lo involucrada que estuve en ella.

Así que hago lo de siempre, me sé la historia de memoria:

—Tenía 13 años cuándo pasó. Mi tía había ido de compras con mi hermano, me acuerdo que vino con más de 10 bolsas de diferentes tiendas. Como si quisiera que nos sintiéramos bien por algo. Yo, como de costumbre, me quedé en casa con mamá, ese día estaba muy pálida y no quería comer. Así que fui a la cocina y le preparé una tortilla francesa y la adorne con kétchup. Dibujé unos enormes ojos y una gran sonrisa, a lo mejor eso la hacía reaccionar, pensé. Subí las escaleras y recuerdo lo que sentí, en un estado de nerviosismo por ver su cara al descubrir lo que le había hecho. Me senté a su lado, sus manos estaban muy frías, sus labios azulados y sus ojos cerrados. Pensé que dormía, estaba muy cansada últimamente. Le abrí la boca para introducir un poco de tortilla, pero ella no reaccionó. Empecé a llamarla, a zarandear su cuerpo, pero nada... en ese momento estaba muy asustada, cogí el teléfono y llamé a emergencias, luego a mi tía y a al poco rato ambos estaban en esa habitación certificando su muerte.

Un dolor fuerte me recorrió, me asfixié en aquel lugar, así que corrí escaleras abajo con tan mala suerte que tropecé y mi cabeza recibió un fuerte golpe, solo recuerdo mi cuerpo tirado en el suelo, y sangre alrededor de él. ¿Sabes qué sentí en ese momento?

—¿Qué? —escucha con atención

—Nada, nada relacionado con el dolor tan grande que sentí cuando estaba en ese cuarto.

—A partir de ese momento, empecé a hacerme daño, de cualquier manera. Con el tiempo me di cuenta que la forma más controlada eran mis muñecas. Esos segundos en los que casi pierdes el conocimiento son los mejores, porque tu mente está en blanco y solo tú mismo controlas el dolor que quieres recibir —explico dando pequeñas dosis de realidad.

—Tuvo que ser duro. Yo no conozco a mis padres. He vivido de aquí para allá, como Jhonas, pero imagino que si los tuviera y viera morir a uno de ellos, eso me destrozaría.

—Es algo difícil de explicar, pero este porro ayuda, debería haberlo probado antes.

—Tía si que eres rara —exclama Walls

—Si...

—Entiendo qué es lo que ve Jhonas en ti. Eres increíble —nos observamos lo que parecen minutos.

—Le echo de menos, necesito saber que está bien, ¿No tiene ningún móvil encima? —pregunto con esperanza.

—Sería muy precario por su parte. Además, todas sus cosas estarán en casa de Gus.

—¿Su entrenador? —me suena ese nombre.

—Su patrocinador, tendría un gran futuro sí...

—Si yo no hubiera aparecido en su vida.

—Si no tomara malas decisiones. Violet, tú no tienes la culpa de lo que hemos hecho o cómo es él.

—¿Y qué hay de la madre de tu hija? — De repente todo pasa muy rápido, se escuchan gritos, portazos, golpes, pistolas accionando, todo me pilla desprevenida.

—¿Qué pasa? —consigo decir al ver cómo Walls me guía hacia el piso de arriba apretando muy fuerte mi mano.

—No mires atrás, corre deprisa —tira de mí, pero mi cuerpo está pausado, no sé si es por la droga que he fumado o que la situación me ha terminado bloqueando.

Entramos en la habitación, la cual llevo durmiendo una semana, Walls abre la ventana y cuando me ofrece la mano para saltar, alguien empuja la puerta y mientras Walls me grita para que le siga, mi cuerpo termina desplomado. La última imagen que veo es la cara de mi padre con una pistola.

De nuevo oscuridad, floto en un vacío infinito, en donde la canción de Jhonas me persigue. Intento abrir los ojos, pero parece que las órdenes que envío a mi cerebro no obedecen.

Quiero gritar, necesito verle, que venga a sacarme de aquí, como me prometió.

—Vaiolet, ¡Despierta!, ¡Vamos despierta! —abro los ojos y la imagen que tengo delante no me la esperaba. 

Continue Reading

You'll Also Like

1.7M 17.3K 3
*Wattys 2018 Winner / Hidden Gems* CREATE YOUR OWN MR. RIGHT Weeks before Valentine's, seventeen-year-old Kate Lapuz goes through her first ever br...
6.6M 320K 104
El prominente abogado Bastian Davis conocido como "El Lobo de Minnesota" ha decidido casarse con unas de las hijas de Rob Walton y todo para unir fue...
24.8K 1.1K 13
Yo, Meredith , conoci a un muchacho que este me termino arruinando la vida matando a mi padre. Que yo misma lo mate,y empeze a tener experiencias que...
928K 41.1K 49
¿Como algo que era incorrecto, algo que estaba mal podía sentirse tan bien? sabíamos que era un error, pero no podíamos estar sin el otro, no podíamo...