Star Kids - Jojo's Bizarre Ad...

By ItoFuyo

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Mientras Giorno Joestar debe aprender a hacer amigos a preocupación de sus padres, Josuke Joestar se divierte... More

Prólogo.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.

Capítulo 19.

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By ItoFuyo

Kujo Jotaro era un hombre de rutina. Disfrutaba de mantener un orden en su vida y en sus actividades y le incomodaba cuando algunos de sus planes debían cambiarse.

El hombre de 28 años procuraba siempre llevar un estricto orden en su día para así poder realizar todas sus obligaciones y tareas con éxito y orden. Todas las mañanas se despertaba a la misma hora, tomaba un baño y se dirigía a la cocina para preparar un desayuno al estilo japonés, ya que pese a los años que llevaba viviendo en Estados Unidos nunca pudo acostumbrarse a su comida. Luego del desayuno cepillaría sus dientes y se marcharía al trabajo.

El Acuario de Nueva Inglaterra se encontraba en el barrio de South Boston, por lo que el hombre decidió mudarse allí cuando le ofrecieron un empleo como investigador, pese a tener familiares viviendo en otros puntos de la ciudad, pues así estaría cerca del trabajo y no tendría que lidiar con el tráfico. Jotaro era un hombre tranquilo que disfrutaba del trayecto de 20 minutos a pie desde su hogar a su empleo.

Todas las mañanas llegaba al acuario encontrándose con un panorama tranquilo y en completo silencio, pues el lugar aún estaba cerrado al público. El personal de limpieza solía saludarlo y él correspondía con solo un asentimiento de cabeza mientras se dirigía al área restringida donde se encontraban las oficinas de todos los investigadores y biólogos. Una vez en su propia oficina se dispondría a trabajar. Era un biólogo que se dedicaba a la investigación, pero también ayudaba al cuidado de algunos animales por gusto propio, además de cooperar con el departamento de veterinaria cuando alguna de los especímenes en exhibición se encontraba enfermo.

En su jornada laboral no interactuaría mucho con el resto del personal y se concentraría en su trabajo, cosa que a ninguna persona parecía molestarle, aunque la realidad era que ya estaban acostumbrados a su personalidad callada y su carácter serio luego de dos años laborando con él, aunque en un principio muchos se sintieron intimidados por su imponente figura y su mirada seria que le hacían parecer alguien peligroso y de poca paciencia. Jotaro era consciente de ello, pero no le daba importancia, pues había sido así durante la mayor parte de su vida.

Kujo Jotaro había nacido en Japón en la ciudad de Tokio, siendo hijo de Kujo Sadao un músico de jazz, y de Holly Joestar un ama de casa de origen inglés. Fue criado en Japón y vivió en aquel país durante la mayor parte de su vida, siendo cuidado prácticamente de manera exclusiva por su madre, pues su padre se ausentaba constantemente debido a las giras que hacía con el grupo musical al que pertenecía, haciendo que pasara poco tiempo con su padre. Durante su niñez fue un niño sonriente y gentil, amoroso y protector con su madre y su familia, popular en la escuela y con varios amigos a su alrededor, pues sus ojos de un azul turquesa ajeno al japonés promedio llamaban mucho la atención, sin embargo durante la adolescencia su personalidad cambió y comenzó a disfrutar de pasar el tiempo solo, además de comenzar a involucrarse en algunas peleas de las que siempre salió victorioso ganándose un nombre por ello.

Los cambios frecuentes de la adolescencia hicieron que el comportamiento y la forma de expresarse de Jotaro cambiaran, pues en el fondo su personalidad seguía siendo la misma, pero incluso con esos cambios hubo un rasgo que se mantuvo intacto y ese era su gusto y pasión por los animales, especialmente por los animales marinos. Desde que era un niño el océano era su lugar favorito y las criaturas que lo habitaban le provocaban una enorme curiosidad, por lo que se aventuró a leer libros sobre biología marina desde una edad muy temprana.

Eventualmente el joven decidió estudiar biología mariana y tras una serie de acontecimientos decidió que estudiaría su carrera en Estados Unidos, dejando Japón y mudándose a Florida para estudiar en la Florida International University a sus 19 años. Durante su época estudiantil solía volver a Japón en el periodo vacacional y en sus planes originales estaba el volver a su país una vez finalizada su formación, pero tuvo que modificar todo su plan de vida tras otra serie de acontecimientos inesperados.

Después de graduarse vivía un par de años en Florida, hasta que le ofrecieron un empleo en Boston y se mudó para comenzar una nueva etapa en su vida, la cual se vería armonizada gracias a un reencuentro inesperado con la persona con la que actualmente se encontraba saliendo y con la que llevaba una perfecta rutina que les permitía pasar todo el tiempo posible juntos.

Jotaro iniciaría su rutina de lunes a jueves trabajando sin muchos cambios con una variación los días viernes, pues esos días recogía a su amada pareja en su empleo y partían al departamento de alguno de los dos para pasar el fin de semana juntos. Ansioso porque el tiempo pasara rápido en aquel viernes 2 de junio para poder reunirse con su pareja, Jotaro dedicó su mañana al trabajo.

El día trascurría con regularidad, revisada los registros de su última y más reciente investigación en la privacidad de su oficina sin despegar la mirada de la pantalla, a no ser que fuera para apreciar las fotografías que tenía en su escritorio. Para un hombre de pocas palabras y poca expresión, esas fotografías decían por sí solas cuánto le importaban aquellas personas, pues eran un símbolo de cuánto deseaba tener su recuerdo cerca.

Se encontraba mirando una de ellas cuando su celular recibió una alerta de mensaje, algo muy inusual, ya que eran contadas las personas que se comunicaban con él por medio de mensajes por lo que no demoró en revisarlo. Sus siempre tranquilos ojos se tiñeron de extrañeza al ver que era un mensaje de su ex esposa, ya que solía hablar por llamadas con la mujer.

Marina:

"Hola.
Necesito hablar contigo de
algo muy importante esta
noche, no te preocupes,
Jolyne está bien
¿Tendrás tiempo?"

Su entrecejo se frunció demostrando más su extrañeza. En realidad comenzaba a preocuparse por su hija, pero al leer que estaba bien se sintió un poco más confundido sin imaginarse sobre qué quería hablar aquella mujer, pero incluso si no tenía idea respondió el mensaje de manera afirmativa al saber que fuese cual fuese el tema involucraba a su hija.

Al terminar de escribir el mensaje dejó el celular en su lugar y aunque su rostro era inexpresivo como de costumbre, sus ojos se dirigieron a la fotografía de su pequeña hija con intriga y curiosidad.

Cuando la jornada laboral de Jotaro terminaba el cielo ya comenzaba a oscurecerse producto del clima húmedo de la ciudad, pues en realidad no era muy tarde.

A diferencia de su corto trayecto de casa al trabajo, Jotaro debía tomar un autobús para llegar al lugar de trabajo de su pareja. El trayecto era de tan solo 20 minutos, una gran diferencia al tiempo que le demoraría llegar a pie y si bien caminar no le disgustaba, quería llegar lo más pronto posible con su pareja sabiendo que este ya les esperaba listo para marcharse.

El Museo Isabella Stewart Gardner se encontraba en Fenway-Kenmore, una zona más céntrica y más concurrida de la ciudad donde se encontraban muchas tiendas y restaurantes además de otros sitios para visitar, siendo quizás el más importante el estadio de beisbol Fenway Park. No era una zona residencial por lo que los edificios departamentales y las casas eran escasas, pero fue en aquel lugar donde el novio de Jotaro se estableció al mudarse a Boston.

Antes de reunirse con Kakyoin luego de años, Jotaro no solía salir de su propio barrio, visitaba en ocasiones a sus familiares en Beacon Hill, pero no tenía intereses o motivos que le llevaran a explorar otras zonas de la ciudad, la comida de los lujosos restaurantes no le atraía y prefería la propia o la que servían en los restaurantes cercanos a su departamento, las grandes tiendas departamentales tampoco le atraían como lo pudieron hacer en su juventud, así en general no tenía motivos para salir de su barrio. Lo único que llegó a atraerle de la zona eran los museos y las galerías de arte, pues le hacían sentir nostalgia y eso le llevó a recorrer algunos cuando era nuevo en la ciudad.

Cuando llegó a su destino se detuvo afuera y se quedó cerca de la puerta de entrada por donde muchas personas iban y venían. Utilizó su celular para informar que ya se encontraba afuera y se dedicó a esperar. Mientras lo hacía le dio una mirada a la estructura y pensó que pese a no ser alguien curioso o que apreciara salir mucho, siempre estaría agradecido de haber decidido visitar ese lugar un año atrás.

— ¡Jotaro! —.

Y lo estaría mientras pudiera seguir escuchando esa melodiosa voz.

— Disculpa la tardanza — Le dijo Kakyoin Noriaki llegando a su lado. El joven hombre de cabellera rojiza portaba un ligero abrigo y una bufanda de color blanco sin atar en su cuello y hombros, además llevaba consigo un maletín de cuero.

— Está bien — Le respondió mirándole con una pequeña sonrisa. Esa clase de expresiones solo las podría mostrar ante él.

Kakyoin en respuesta le sonrió de la misma forma y se aventuró a tomar su mano sin dejar de mirarle, con esa acción ambos comenzaron a caminar a paso lento. No había necesidad de palabras porque eso también era parte de su rutina.

Cada viernes Jotaro recogería a Kakyoin en el museo y le esperaría afuera, le avisaría por mensaje que ya se encontraba allí y Kakyoin se apresuraría a salir, siempre le pediría disculpas por hacerlo esperar a pesar de no haberse tardado ni siquiera 5 minutos y ambos caminarían hasta un pequeño súper mercado para comprar los ingredientes para su cena mientras decidían en qué departamento pasarían su fin de semana juntos.

— ¿Cómo estuvo tu día en el trabajo? — Preguntó el pelirrojo mientras se conducían por la acera.

— Fue un día tranquilo — Fue la respuesta simple y un tanto seca del de cabello azabache.

— Me alegra escucharlo, también para mí fue un día tranquilo — Dijo sonriendo.

El comentario del pelirrojo no recibió respuesta alguna, pero no había necesidad de ella. Para muchas personas el comportamiento de Kujo sería frío y demostraba desinterés por cualquier cosa que el otro tuviera que decir, pero Kakyoin sabía que no era así. El fuerte y firme agarre que la mano de Jotaro mantenía sobre la suya le hacía saber que no era así.

Muchos años atrás, Kakyoin Noriaki aprendió que Kujo Jotaro era un hombre de pocas palabras, pero de fuertes sentimientos y que solo tenía una forma distinta a la de los demás para expresarlos.

— Estaba pensando que para la cena de hoy podríamos preparar toridango nabe ¿Qué te parece? —.

— Suena bien —.

— Perfecto, tengo unas cuantas verduras en casa, solo tendremos que comprar el pollo —.

— Kakyoin —.

Ante el llamado, el pelirrojo le miró, sabiendo distinguir en su tono de voz que tenía algo que decirle.

— Vayamos a mi casa —.

— Oh, de acuerdo, está bien — Respondió con simpleza, pues no había una razón para objetar, aunque el tono y la forma en la que lo dijo le decía que había algo más detrás de la propuesta. — ¿Ocurre algo en especial? ¿Tienes que ir al acuario mañana? —.

— No — Dijo con los ojos al frente, pero al cabo de unos segundos continuó hablando. — Marina me envió un mensaje diciendo que quiere hablar conmigo más tarde —.

La sorpresa fue evidente en el rostro del pelirrojo, sin embargo este supo mantenerse sereno.

— Oh, ya veo ¿Jolyne está bien? —.

— No dijo mucho, pero me aseguró que ella está bien —.

— Eso es un gran alivio — Dijo con una pequeña sonrisa.

Jotaro no respondió, solo se dedicó a sostener su mano con más firmeza. El tema de su ex esposa era uno que no disfrutaba hablar con Kakyoin. Su pareja nunca había demostrado molestia ante la mención de la mujer, ni desacuerdo o desagrado a que siguiera en contacto con ella, pero a él personalmente no le gustaba. La idea de hablar por teléfono con la mujer en la casa de su pareja, su espacio íntimo, privado y personal, le dejaba un mal sabor en la boca, le hacía sentir que invadía ese espacio sagrado y no podía hacer eso incluso si se trataba de solo una llamada.

En realidad eran pocas las ocasiones en las que hablaban sobre la mujer, ya que en realidad no tenían nada que decir. El tema de su hija era uno distinto. Si bien Kakyoin nunca dijo nada acerca de la mujer, sí había expresado interés y preocupación por su hija, además de alentarle a ser más expresivo con ella. Sí, su pareja no mostraba desagrado ni incomodidad, pero Jotaro prefería mantener el tema de su hija como uno muy distinto y separado al de su ex esposa, especialmente con él.

Nunca es agradable hablar con tu pareja sobre la persona con la que una vez buscaste reemplazarle.

— Jotaro, llegamos — La tranquila voz de Kakyoin sacó a su pareja de sus pensamientos y le hizo ver que ya se encontraban en el mini mercado. — ¿Tienes vegetales en casa? —.

— No —.

— Entonces compremos —.

La pareja ingresó al lugar sin soltarse de las manos disfrutando de la libertad de poder hacerlo. Tomarse de las manos era algo muy importante para ambos y algo que siempre hacían al estar en la calle, era una manera de compensar las veces en las que no pudieron hacerlo cuando vivían en Japón.

— ¿No son un poco grandes? —.

— Es nabe, Jotaro, los vegetales deben ser algo grandes —.

Kujo devolvió el trozo de apio a la tabla de picar y continuó con su tarea mientras su pareja se hacía cargo de las albóndigas de pollo.

— Es una pena que no hayamos conseguido shiitake, pero al menos tenemos champiñones — Comentó el de cabello rojo.

— Está bien, el shiitake no sabe tan bien de todas formas —.

— Dices eso, pero siempre comías el shiitake cuando Holly-san lo cocinaba —.

— Eso es diferente —.

Kakyoin rio un poco ante la respuesta.

Ambos se encontraban en el departamento del biólogo preparando la cena. Noriaki recién cumplía tres años de haber llegado al país y al igual que su pareja no gustaba de la comida estadounidense, por lo que siempre cocinaban comida japonesa adecuada a su paladar. La preparación era un ritual curioso, ambos recordaban algunas experiencias del pasado y a sus propias madres en la cocina, además al estar en la intimidad de su hogar Jotaro se permitía ser un poco más participativo, eso alegraba a Noriaki porque le hacía saber que su pareja se sentía cómodo.

El hogar de Kujo se trataba de un departamento en el tercer piso de un edificio residencial, el lugar contaba con dos habitaciones, siendo una ocupada como dormitorio y la otra como oficina de trabajo, tenía un baño grande con una amplia bañera, la cocina no era muy grande, pero contaba con una barra y un pequeño comedor de solo dos sillas, la sala de estar también era pequeña y constaba solo de un sofá grande, una televisión pegada a la pared y un mueble debajo de esta. La entrada tenía un pequeño pasillo de un metro de distancia antes de llegar al resto de la casa, fue por ese detalle y por los pisos de madera que el hombre se decidió por rentarlo, ya que en ese espacio dejaba sus zapatos y todo su calzado como si de una vivienda japonesa se tratase.

— Disculpa si lo repito con frecuencia, pero... El hecho de que tu comida favorita sea la que cocina tu madre nunca dejará de parecerme un rasgo muy lindo de ti — Comentó con diversión.

— Y un rasgo muy lindo de ti es que te hayas esforzado por aprender a cocinar con ella para que disfrutara de tu comida —.

El rostro de Noriaki se tiñó de rojo por la vergüenza, recordándose a sí mismo como un chico de 17 años visitando la casa de la familia Kujo y acercándose a la cocina para observar y aprender los movimientos y técnicas culinarias de la madre de su novio. Aquella reacción hizo que Kujo sonriera con satisfacción.

— Es cruel de tu parte burlarte de la inocencia de un muchacho — Reclamó Kakyoin.

— No es burla en absoluto, solo digo la verdad —.

Noriaki le miró con reclamo y se dedicó a terminar con su labor. Después de 15 minutos los vegetales ya estaban completamente picados y las albóndigas echas por lo que colocaron todo dentro de una olla con agua hirviendo, la olla estaba encima de una parrilla eléctrica sobre el comedor y una vez todo colocado solo quedó esperar a que estuviera listo.

Mientras las albóndigas se cocían, la pareja se dedicó a recoger la cocina y lavar todo lo usado. Fue en ese momento que el celular del doctor Kujo comenzó a sonar. Jotaro le tomó rápidamente y miró a su pareja, quien solo asintió con una pequeña sonrisa, entonces se dispuso a su oficina para atender el llamado.

— Soy yo —.

Ah, realmente contestaste —.

— Dijiste que querías hablar de algo importante —.

Sí, cierto, gracias por hacerte de este espacio, sé que no siempre tienes mucho tiempo —.

— ... —.

Hablar con su ex esposa siempre era una experiencia un tanto incómoda por más de una razón.

Disculpa sé que debes estar ansioso, pero descuida, Jolyne está bien —.

Ella no podría ver la expresión de alivio en su rostro.

Sin embargo hay algo muy importante de lo que debemos hablar y la involucra a ella —.

— ¿De qué se trata? —.

Como sabes, desde hace un año me está yendo muy bien en mi trabajo, así que mis jefes me acaban de ofrecer un mayor puesto, es una gran oportunidad —.

— Felicidades —.

La cuestión es... Que el puesto es en Europa —.

Las palabras resonaron en su cabeza, comprendiendo de inmediato lo que eso podría significar.

— ¿Vas a llevarte a Jolyne? —.

No, no voy a hacerlo, quiero que Jolyne crezca en su país, además un cambio como ese para una niña tan pequeña es demasiado —.

— Pero tampoco planeas rechazar la oferta —.

Jotaro... Es en verdad una gran oportunidad para mí, una que no se tiene todos los días, amo mucho a Jolyne y me encantaría estar siempre con ella, pero no se me permitirá pedir un traslado en el mismo puesto hasta haber cumplido un año de operaciones —.

— ¿Entonces la dejarás con tus padres? —.

En realidad, quisiera que este año ella esté contigo —.

Si bien era cierto que la niña era su hija y él era su padre, escuchar aquello le sorprendió, incluso si era lo más obvio a ocurrir.

— ¿Estás de acuerdo con que ella se mude a Boston? — No le cuestionaba porque quisiera negarse, solo quería estar seguro de que ella estuviera segura.

Seré sincera contigo... Lo ideal para mí es que Jolyne se quede en Florida, aquí está todo lo que ella conoce, pero Jotaro... Ella debe y merece pasar más tiempo contigo ¿No lo crees? Hace tres años que nos divorciamos y desde entonces no has pasado mucho tiempo con ella —.

Los ojos del hombre se entrecerraron en culpa al recordar las escasas veces que ve a su hija al año.

Jolyne te extraña y quisiera pasar más tiempo contigo, eres su padre así que también tienes responsabilidades, pienso que si yo no puedo estar allí para ella, es tu turno de estarlo ¿No lo crees? —.

Jotaro no respondió.


★☆★☆★☆★☆★☆★☆★

Nuevamente hubo un cambio de escenario, de esta manera se irá manejando el fic nwn

Florida International University: La Universidad Internacional de Florida es una universidad ubicada en Florida, es la #151 en el ranking de universidades a nivel nacional, considerada una de las mejores escuelas para estudiar negocios. Está dentro del top 5 del ranking de mejores escuelas de Miami.

Marina: Si bien la madre de Jolyne no tiene nombre oficial el fandom se ha encargado de otorgarle diferentes al gusto de cada autor, sin embargo me he encontrado con que Marina es uno de los nombres más usados por lo que será el que usaremos aquí.

— Fenway Park:  Se trata de un estudio de béisbol ubicado en Fenway-Kenmore y fundado en 1912, es una de las mayores atracciones de Boston y casa del equipo Boston Red Sox.

Toridango nabe: Se trata de un platillo japonés tipo cazuela, consta de albongidas de pollo y diferentes vegetales, comúnmente lleva zanahoria, apio, cebollin, hongo shiitake e incluso puede llevar tofu.

Hongo shiitake: Se trata de una seta originaria de china de color marrón, suele comerse deshidratada e incluso como botana.




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